COMENTARIOS AL SALMO 120

 

1. 

Honda expresión de confianza en el Señor que protege a todo hombre, que protege el anuncio de su Evangelio, que protege a los que confían en él, que protege, muy especialmente, a los pobres.


2.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* Salmo de peregrinación, en ritmo de gradual, que hace pensar en un segundo coro que responde, haciendo eco, a las palabras del primer coro. Procedimiento poético literario. Todas las imágenes se inspiran en el tema de la peregrinación: a la salida, se explora el horizonte para orientarse en buena dirección, hacia "la montaña de Sión", lugar alto en que está construido el Templo... Luego se inicia la marcha, haciendo votos porque nadie se dañe los pies contra las piedras del camino... Cada noche, la caravana señala un vigilante que dará la alerta en caso de peligro: el papel del "guardián" era capital en los viajes de aquellos tiempos... Salteadores, bestias salvajes... La frescura de la sombra era muy apreciada en estas largas jornadas... La nocividad de los rayos de la luna era atenuada por los peregrinos durmiendo a campo raso... Finalmente, no bastaba llegar a la meta, era necesario volver al país de origen, de allí la alusión al viaje de "ida y vuelta".

Para Israel estas imágenes evocaban el tiempo de la larga peregrinación del Exodo, en que "una nube protectora" tamizaba el sol ardiente del desierto.

Notemos el papel de la comunidad local que alienta al peregrino y ora por él: la primera estrofa parece salir de boca de quien inicia la marcha... Las otras estrofas (con el pronombre en segunda persona: tú, te) indican el cuidado que toman del peregrino los que se quedan.

SEGUNDA LECTURA: CON JESUS

** El sentimiento dominante de este salmo, la confianza en un Dios que cuida de sus fieles, es una de las actitudes que Jesús trató de inculcar en sus oyentes. "No temáis, pequeño rebaño, porque vuestro Padre se complace en daros el reino". (Lucas 12,32). "No temáis, los cabellos de vuestra cabeza están contados". (Mateo 10,30). Jesús oró al Padre para que "guardara" a sus discípulos. (Juan 17,11). Jesús vivió profundamente este sentimiento de seguridad que rodea a quienes confían en el Padre: El salmo murmuraba que "Dios está cerca de quien es fiel" y Jesús haciendo eco al salmo dice que "nunca estuvo solo" (Juan 8,16; 16,32).

"El Señor te protegerá de todo peligro", dice el salmista, y Jesús se presenta como este "guardián vigilante" que defiende su rebaño contra los agresores, y que va en búsqueda de la única oveja perdida.

Hay una escena paradójica del Evangelio que nos recuerda este salmo. El fiel afirma con seguridad "Dios no duerme ni dormita". Ahora bien, un día, en medio de los peligros de la tempestad en el lago de Tiberiades, Jesús por el contrario se ¡adormeció! Ahora bien, aun adormecido en la barca, era la seguridad de sus amigos, y les reprochó su falta de confianza. (Mateo 8,24). Nuestra seguridad, está más allá de lo humano y de lo sensible.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** Dios no cesa de mantener su obra. "¡Dios no duerme!" El salmo 120 nos presenta un Dios vigilante, un Dios amante, un Dios siempre en acción, un Dios siempre dispuesto al servicio. Cuando afirmamos que El es "eterno", no podemos menos de pensar en una duración infinita con un largo "pasado" y una prolongación hacia el "futuro". Esta imagen "temporal" falsea la idea de eternidad, habría que pensar más bien en un eterno "presente". El ser de Dios no puede concebirse en una duración que transcurre. Desde nuestro punto de vista de seres humanos, sujetos al paso del tiempo, debemos mirar nuestra relación a Dios como una relación "actual" en el instante "presente". En este momento Tú piensas en mí, Señor, en este momento Tú no duermes. Y cuando me uno a ti en un momento dado del tiempo, mediante la oración, Tú Señor, no has cesado jamás de "estar" conmigo. junto a mí, como dice el salmo. Yo soy, una criatura, un humilde ser de conciencia intermitente, por así decirlo. Tú Señor, no cesas jamás de ser. Y mediante tu creación continua, tu amor asiduo y continuado, el universo se mantiene en la existencia. "No, él no duerme, ni dormita, el guardián de Israel, el mundo entero, el mundo actual, está bajo su mano vigilante... ahora y siempre...

Peregrino, en marcha hacia... Si Dios posee su ser en la plenitud de un "hoy" de una suprema densidad, nosotros, por naturaleza, "construimos nuestro ser a través del tiempo, en una evolución", estamos "en camino", "in via". Por esto, la peregrinación, la migración, son símbolos profundos de la condición humana. La historia de los pueblos, de las civilizaciones, de los individuos, es una "larga marcha", penosa, llena de emboscadas, que hay que continuar y reiniciar constantemente. Haz, Señor, que jamás nos detengamos, que jamás dejemos de "alzar los ojos hacia la meta", que nunca nos desalentemos, que avancemos siempre paso a paso, no más que un paso, aunque momentáneamente, "nuestro pie deslice y vacile".

Seguridad: "El Señor guarda tu salida y tu regreso". Seis veces aparece en este salmo la palabra "guardián", "guardar". El mundo moderno, (¡es curioso!) desprecia todo lo que significa "seguridad", y admira lo que es "riesgo"... Sin embargo, este mismo mundo moderno toma toda clase de seguros, seguro de vida, de incendio, contaminación de aguas, de rompimiento de cristales, de accidentes corporales, etc. La seguridad es necesidad esencial del hombre. Pero todas estas seguridades que tomamos, por útiles que sean, son en su mayoría irrisorias. El hombre rodeado de toda clase de seguros, no está seguro en lo esencial.

Nunca como hoy, ha habido tantas depresiones nerviosas, hombres y mujeres que "totean", y se sienten como despojos llevados por el mar. Señor, danos la profunda seguridad que viene de Ti, "No dejes que deslice nuestro pie"... "no esté nuestra sombra contra el sol ardiente"... "con tu eterna presencia, protégenos de todo peligro en todo momento"... "ahora y para siempre"...

Ninguno de nosotros está solo en el camino. Peregrinar, era en tiempos pasados, para quién lo hacía, abandonar la cálida comunidad pueblerina que lo protegía, para afrontar los peligros innumerables de los caminos difíciles de aquellos tiempos... Loca aventura, que corría el riesgo de terminar en las garras de un león, o bajo el puñal de salteadores de caminos. Por esto la comunidad local lo toma bajo su custodia espiritual, el peregrino la abandona luego de hacer oración con ella y recibir una especie de delegación: "que Dios no deje resbalar tu pie, que nunca duerma el que te ¡cuida!" Mientras duraba el peligroso viaje, se acompañaba espiritualmente a quien estaba en camino. Ayúdanos, Señor, a responsabilizarnos por nuestros hermanos,... Haz, Señor que no andemos solos, que caminemos al lado de nuestros hermanos, con ellos, solidariamente.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-19881.Págs. 236-239


3.

EL AUXILIO ME VIENE DEL SEÑOR

El breve salmo 120 es un canto a la confianza en Dios. Expresa el sentimiento de seguridad y de paz que experimenta el que ha puesto en Dios toda su confianza De por sí el hombre es un ser desvalido y pobre. Se siente desamparado con sólo abrir sus ojos al mundo que le rodea. Este mundo se le presenta lleno de misterio, de interrogantes, de dolor, de riesgos y adversidades. Peligros en la naturaleza y los elementos (tempestades, inundaciones, incendios), en los hombres (enemigos, injusticias, crueldades), ante la historia (pasado que condiciona y marca), ante la muerte (inevitable y hermética), en sí mismo (contradicciones, incoherencias).

Esto es el hombre, insignificante y débil, presa fácil de cualquier peligro y de cualquier conflicto. La literatura moderna y el cine se han encargado ampliamente de presentarnos la soledad del hombre, el problema del sentido de su vida, el absurdo, la angustia del vivir. Por esto el salmo 120 da la impresión de un reto al alud de dificultades de la vida humana. Se nos antoja como un oasis en medio del desierto. Y en el fondo expresa lo que el corazón del hombre más ansía: la serenidad y la seguridad.

Sus ocho versículos son como una lección de vida y esperanza que, repetida con frecuencia, asimilada, se convierte en un factor decisivo en la construcción del hombre de fe. Las ideas de este salmo van configurando la mente del hombre bíblico en un sentido de confianza y de paz que encontrarán su perfección en Cristo Jesús, el hombre que se había confiado enteramente a la bondad del Padre celestial de quien se sentía amado y protegido.

Estructura del salmo

El salmo 120 es uno de los salmos llamados graduales o de las subidas o peregrinaciones. Sabemos que estos salmos los entonaban los peregrinos en su camino hacia Jerusalén, especialmente cuando se acercaban (cuando subían) hacia la ciudad santa. Nuestro salmo contiene unas referencias bien concretas a la experiencia del camino: "No permitirá que resbale tu pie", "de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche", "el Señor guarda tus entradas y salidas". El autor así ha desarrollado su pensamiento:

a) Una situación: versículo 1a)

b) Una pregunta: versículo 1b)

c) La respuesta: versículos 2-8

La distribución de los diversos apartados resulta desproporcionada, pero la gran enseñanza del salmo está precisamente en la respuesta que recibe el salmista en su soliloquio, como dialogando consigo mismo: la protección de Dios, su providencia y su ayuda.

Una situación

Una situación vivencial: el salmista se ve como sobrecogido por el mundo exterior. Se ve pequeño ante los altos montes. Los montes, que podrían ser los que él tendría que atravesar para ir a Jerusalén, o mejor aún, la figura de las dificultades, de los obstáculos que tendrá que vencer y superar.

"Levanto mis ojos a los montes". La imagen es de gran belleza: nos describe la escena de la pequeñez del hombre rodeado de altas montañas, insuperables: pero un hombre que sabe calibrar su situación, su incapacidad ante dificultades y peligros.

Una pregunta

Instintivamente este hombre de nuestra escena se pregunta sobre quién le auxiliará, de dónde le vendrá el auxilio. "¿De dónde me vendrá el auxilio?" El peligro o el misterio llevan consigo la necesidad de una ayuda, de una salida. Espontáneamente busca una fuerza, una solución, una garantía que le permitirá afrontar las dificultades. El hombre de fe pasa por los mismos trances y los mismos riesgos que el hombre descreído, se hace los mismos interrogantes, experimenta las mismas angustias. Pero con una diferencia: el hombre de fe, en sus reflexiones, en sus interrogantes, incluso en sus dudas, encuentra un eco, halla una respuesta, recibe una palabra que le serena o le explica. Es lo que nos dice el salmo a continuación.

En un solo versículo el salmista nos ha presentado una vivencia humana profunda que ahora desarrollará dándonos en su respuesta la gran enseñanza de la confianza en el Dios providente y salvador.

La respuesta

La respuesta que recibe el salmista es la reflexión de su fe en un Dios que la historia de su pueblo ha mostrado siempre como salvador. Primeramente responde el salmista en primera persona: "El auxilio me viene del Señor" como una espontánea expresión de su fe y de su experiencia religiosa. El Señor que hizo los cielos y la tierra viene en seguida a su mente: él será su auxilio y su ayuda.

A continuación, como desdoblándose en dos, se habla a sí mismo, se ratifica en su fe y en su confianza: elenca la actividad de Dios en los casos-clave donde experimentará la ayuda divina.

Dios no permitirá que resbale su pie: no permitirá su caída, su descarrío, su deserción. Dios es el Buen Pastor que cuida de su rebaño y de cada una de sus ovejas, y sus ojos están siempre puestos en ellas para preservarlas del mal. El Dios de Israel es el Dios vigilante día y noche que nos describe Jeremías (Jer 1,11-12), el Dios que de día conducía al pueblo guiándolo en la columna de nube y de noche en la columna de fuego (Ex 13,21 ). El Señor es el guardián atento y solícito que está siempre presente, nunca se ausenta ni se descuida. La experiencia de Nehemías expresó esta verdad con una fórmula muy hermosa cuando decía: "La buena mano de mi Dios estaba sobre mí" (Ne 2,8.18), y esta es la gran constatación de Israel, del hombre de fe de la Biblia que de formas diversas nos va repitiendo esta verdad.

Durante el día le protege del sol, le cobija a su sombra. El sol es la representación de la fuerza y el dominio que agosta y mata. Dios protege en el camino de su vida al hombre que confía en su providencia, le saca de tantos y tantos peligros en los que ya hubiera perecido.

Y no sólo de los grandes peligros exteriores (designados como el sol) sino también de los interiores (representados por la luna). Los antiguos atribuían a la luna ciertos influjos maléficos en la vida y la persona del hombre: inquietudes, temores,dudas, enfermedades: pues de todo ello se verá también libre el hombre que espera en el Señor. Porque Dios vigila y protege, ahuyenta los males, defiende, da fuerza.

A continuación resume el salmista: "Te guarda de todo mal, él guarda tu alma". Es toda la vida la que está bajo la protección de Dios, nada se escapa a su mirada providente. Y como para rematar su reflexión sobre la protección de Dios en su vida nos habla de dos expresiones que indican una totalidad. Los exegetas llaman "expresiones polares" a las metáforas que entre dos extremos o polos pretenden englobar todo lo que está en medio: "oriente y occidente", por ejemplo, indica toda la tierra; "el cielo y la tierra", indica todo el universo; "tus entradas y salidas" no significa sólo el hecho de entrar o salir de la ciudad o de la casa, sino todo el camino. Así, pues, el salmista va seguro por el camino: lo hará bajo la protección del Señor, nada temerá, irá seguro. Y no solamente el camino de su peregrinación, sino siempre: descansará en esta confianza, tendrá paz, no se amilanará, su vida transcurrirá bajo el signo de la confianza y la experiencia de un Dios que le ayudará y protegerá.

Magnífica es la lección que nos da este pequeño poema de autor desconocido y de época incierta, pero compuesto por un alma llena de confianza y de experiencia de Dios. Durante siglos este salmo ha ido confortando y animando a los fieles del Señor que en medio de sus dificultades han encontrado en su fe en Dios ayuda y fuerza.

Cuántas veces Jesús lo hizo suyo, El que nos dio prueba de tanta confianza en Dios, en su Padre, que nos habló de la providencia, de la bondad de Dios. El confió totalmente a Dios su camino, y si en momentos pareció que Dios le abandonaba, fue para darle en seguida una prueba mayor de su amor y providencia: tras Getsemaní y el Calvario le aguardaba la resurrección.

Los santos experimentaron la verdad de este salmo: es el salmo de la confianza y del abandono en Dios. Ellos gozaron de su proximidad, de su amor, de su providencia. ¡Ojalá pueda ser también nuestro salmo!

J. M. VERNET
DOSSIERS-CPL/22


4. MIS FLAQUEZAS

«El Señor es tu guardián, tu defensa a tu derecha».

Conozco el sentido de esa imagen de la guerra de otros tiempos, Señor. Yo estoy firme con la lanza o la espada en mi diestra, dispuesto a descargar el golpe, mientras mi brazo izquierdo sostiene el largo escudo que protege mi cuerpo. En esa postura quedan defendidos la parte frontal de mi cuerpo y el lado izquierdo, pero el lado derecho queda al descubierto mientras arrojo la lanza o esgrimo la espada en mortal cuerpo a cuerpo. Tú, mi guardián, lo sabes, y por eso te colocas a mi derecha, para proteger con tu escudo lo que yo dejo al descubierto con el mío. Ese es mi flanco vulnerable, el punto débil de mi defensa, y tú me lo cubres. Gracias, Señor, por saber tan bien los peligros de la guerra, los peligros del mundo, por conocer tan bien mis puntos flacos y prestarte a defenderlos con tu presencia. Ahora puedo ir a la guerra.

Tengo debilidades, Señor, y me alegra saber que tú las conoces mejor que yo mismo. Tengo buenas intenciones y buenos deseos, pero también tengo genio y orgullo, pasiones y violencia, y nunca sé lo que haré ante un ataque súbito o una oposición inesperada. Mi flanco derecho está al descubierto, y cualquier flecha enemiga puede hacer blanco en mi cuerpo expuesto. Ponte a mi derecha, Señor, y cúbreme.

Haz que caiga en la cuenta de mis puntos flacos, de las brechas en mis defensas. Abre mis ojos para que vea esos defectos que tengo y que mis amigos conocen a la perfección, y que yo soy el único que no veo. Hazme ver lo que todos ven en mí, lo que tantas veces les molesta de mí sin que yo caiga en la cuenta, lo que todos ellos comentan entre sí sin decírmelo nunca. Ayúdame a tomar nota de mis fallos más frecuentes, para acordarme de ellos; y tú sigue protegiendo en el futuro esas esquinas de mi personalidad que sabes son las más débiles y peor defendidas. Mantén la alerta constante a mi alrededor, Señor, pues siempre me quedan flancos expuestos, y necesito tu escudo que me proteja en los momentos de peligro.

«El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma; el Señor guarda tus entradas y tus salidas, ahora y por siempre».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los salmos
Sal Terrae, Santander 1989, pág. 230


5. Benedicto XVI: «El Señor te guarda de todo mal»
Comentario al Salmo 120, «El guardián del pueblo»

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 4 mayo 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la catequesis que ofreció este miércoles Benedicto XVI durante la audiencia general celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano dedicada a comentar el Salmo 120, «El guardián del pueblo».


Levanto mis ojos a los montes:
¿de dónde me vendrá el auxilio?
El auxilio me viene del Señor,
que hizo el cielo y la tierra.

No permitirá que resbale tu pie,
tu guardián no duerme;
no duerme ni reposa
el guardián de Israel.

El Señor te aguarda a su sombra,
está a tu derecha;
de día el sol no te hará daño,
ni la luna de noche.

El Señor te guarda de todo mal,
él guarda tu alma;
el Señor guarda tus entradas y salidas,
ahora y por siempre.


1. Como ya había anunciado el miércoles pasado, he decidido retomar en las catequesis el comentario a los salmos y cánticos que forman parte de las Vísperas, utilizando los textos preparados por mi predecesor, Juan Pablo II.

El Salmo 120 que hoy meditamos, forma parte de la colección de «cánticos de las ascensiones», es decir, de la peregrinación hacia el encuentro con el Señor en el templo de Sión. Es un Salmo de confianza, pues en él resuena en seis ocasiones el verbo hebreo «shamar», «custodiar», «proteger». Dios, cuyo nombre se evoca repetidamente, aparece como el «guardián» siempre despierto, atento y lleno de atenciones, el centinela que vela por su pueblo para defenderlo de todo riesgo y peligro. El canto comienza con una mirada del orante dirigida hacia lo alto, «a los montes», es decir, las colinas sobre las que se alza Jerusalén: desde allí arriba viene la ayuda, pues allí vive el Señor en su templo santo (Cf. versículos 1-2). Ahora bien, los «montes» pueden hacer referencia también a los lugares en los que surgen los santuarios idólatras, las así llamadas «alturas», condenadas con frecuencia por el Antiguo Testamento (Cf. 1 Reyes 3,2; 2 Reyes 18,4). En este caso, se daría un contraste: mientras el peregrino avanza hacia Sión, sus ojos se fijan en los templos paganos, que constituyen una gran tentación. Pero su fe es firme y tiene una certeza: «El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra» (Salmo 120, 2).

2. Esta confianza es ilustrada en el Salmo con la imagen del guardián y del centinela que, vigilan y protegen. Se alude también al pie que no resbala (Cf. versículo 3) en el camino de la vida y quizá al pastor que en la pausa nocturna vela por su grey sin dormirse (cfr v. 4). El pastor divino no descansa en el cuidado de su pueblo.

Aparece después otro símbolo, el de la «sombra», que implica la reanudación del viaje durante el día soleado (Cf. versículo 5). Viene a la mente la histórica marcha en el desierto del Sinaí, donde el Señor camina al frente de Israel «de día en columna de nube para guiarlos por el camino» (Éxodo 13, 21). En el Salterio con frecuencia se reza de este modo: «a la sombra de tus alas escóndeme...» (Salmo 16, 8; Cf. Salmo 90, 1).

3. Tras la vigilia y la sombra, aparece un tercer símbolo, el del Señor que «está a la derecha» de su fiel (Cf. Salmo 120,5). Es la posición del defensor, tanto militar como en un proceso: es la certeza de no quedar abandonados en el momento de la prueba, del asalto del mal, de la persecución. Al llegar a este punto, el salmista retoma la idea del viaje durante el día caliente en el que Dios nos protege del sol incandescente.

Pero al día le sigue la noche. En la antigüedad se creía que los rayos lunares también eran nocivos, causa de fiebre o de ceguera, o incluso de locura. Por este motivo, el Señor nos protege también en la noche (Cf. versículo 6).

El Salmo llega al final con una declaración sintética de confianza: Dios nos custodiará con amor en todo instante, guardando nuestra vida humana de todo mal (Cf. versículo 7). Cada una de nuestras actividades, resumida con los verbos extremos de «entrar» y «salir», se encuentra bajo la mirada vigilante del Señor, cada uno de nuestros actos y todo nuestro tiempo, «ahora y por siempre» (versículo 8).

4. Queremos comentar ahora esta última declaración de confianza con un testimonio espiritual de la antigua tradición cristiana. De hecho, en el «Epistolario» de Barsanufio de Gaza (fallecido hacia la mitad del siglo VI), asceta de gran fama, al que se dirigían monjes, eclesiásticos y laicos por la sabiduría de su discernimiento, se recuerda en varias ocasiones el versículo del Salmo: «El Señor te guarda de todo mal, él guarda tu alma». De este modo, quería consolar a quienes compartían con él sus propias fatigas, las pruebas de la vida, los peligros, las desgracias.

En una ocasión Barsanufio respondió a un monje que le pedía rezar por él y por sus compañeros incluyendo en su augurio este versículo: «Hijos míos amados, os abrazo en el Señor, suplicándole que os guarde de todo mal y que os dé la fuerza para soportar como a Job, la gracia como a José, la mansedumbre como a Moisés, el valor en los combates como a Josué, el hijo de Nun, el dominio de los pensamientos como a los jueces, el sometimiento de los enemigos como a los reyes David y Salomón, la fertilidad de la tierra como a los israelitas… Que os conceda la remisión de vuestros pecados con la curación del cuerpo como al paralítico. Que os salve de las olas como a Pedro, que os saque de la tribulación como a Pablo y a los demás apóstoles. Que os guarde de todo mal, como a sus verdaderos hijos y os conceda lo que le pide vuestro corazón para el bien del alma y del cuerpo en su nombre. Amén» (Barsanufio y Juan de Gaza,« Epistolario», 194: «Collana di Testi Patristici», XCIII, Roma 1991, pp. 235-236).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Santo Padre leyó esta síntesis de su intervención en castellano:]

En el Salmo de hoy, que forma parte de los «cánticos de las ascensiones», es decir, de las peregrinaciones al encuentro con el Señor en el templo de Sión, el orante dirige su mirada hacia los montes sobre los cuales se eleva Jerusalén. De allí viene la ayuda del Señor.

Se trata de un Salmo que pone de relieve la confianza, ilustrada a través de la imagen del centinela que vigila y protege. En el camino de la vida, de día y de noche, el divino pastor tutela a su pueblo. No lo abandona en el tiempo de prueba, en la persecución, ni en los peligros y desgracias. En cada instante Dios custodia con amor a sus fieles.

Saludo cordialmente a los peregrinos de España y América Latina, especialmente a los del Seminario Menor de Santiago de Compostela, a los del Colegio San Juan Bosco de Alcalá, a los de la Parroquia de la Divina Misericordia de Panamá y a los llegados de México. El Señor os proteja de todo mal y os conceda todo lo que pide vuestro corazón, para bien del alma y del cuerpo.