COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 17, 11-19 

 

1. ASOMBRO  ADMIRACIÓN

Su comienzo viene a recordarnos que seguimos en perspectiva de camino o, lo que es lo mismo, que Lucas sigue ofreciéndonos actitudes características de un caminar en cristiano. Hoy lo hace a través de un relato exclusivo de este autor. Diez leprosos solicitan de Jesús compasión. Lo hacen a distancia, debido a su condición de enfermos contagiosos e inhabilitados para la convivencia social. Lo que sigue a continuación tiene la impronta del tercer evangelista. Jesús envía a los leprosos a la instancia sanitaria para que ésta certifique su curación y permita a los curados su incorporación a la convivencia social. Obsérvese que Jesús no les dice que estén curados, sino que se presenten a los sacerdotes. Los leprosos se fían de Jesús. Lucas presenta, pues, el milagro como fruto de la confianza y de la disponibilidad de los leprosos. Confianza en la palabra de Jesús, aun en contra de la evidencia externa. Esta es la impronta de Lucas.

El relato, sin embargo no finaliza aquí. En realidad todo lo anterior es sólo preparación y está subordinado a lo que sigue.

Lo verdaderamente importante y significativo en el relato de hoy son los próximos vv. 15-18. Uno de los curados reconoce públicamente el favor de Dios y retorna a Jesús para darle gracias.

Llegado a este punto del relato, Lucas interrumpe la narración para puntualizar la procedencia del curado. "Este era un samaritano". Esta puntualización constituye el dato central del relato. En contexto judío decir samaritano era decir proscrito, excluido de la casa de Israel, es decir, del Pueblo de Dios.

Tras la puntualización Lucas rehace el hilo narrativo con tres preguntas de Jesús. Las tres poseen una carga de extrañeza y de desencanto. Pero en el contexto del relato sirven para realzar el significativo gesto de un proscrito según los hombres.

El título tradicional del relato habla de curación de diez leprosos. Cabría preguntarse si no habría que titularlo más bien "el samaritano agradecido". La figura del samaritano agradecido resalta, con todos sus perfiles, sobre la inexplicable ausencia de los otros nueve. ¿Es que acaso estos otros nueve se consideraban con derecho a la curación por ser miembros del Pueblo de Dios? Lo que Lucas deja en claro es que sólo uno, y éste un proscrito, experimentó su curación como un don y no como un derecho. Esta es su fe y esta es su salvación, como declara Jesús en la frase conclusiva.

Comentario: Con nuevos matices el texto incide en la temática del domingo pasado. El matiz fundamental lo aporta el personaje. No se trata en realidad de alguien nuevo en la obra de Lucas. Al comienzo de la sección del camino nos encontrábamos con el buen samaritano, cuya actitud contrastaba con la del clero. En ambos casos se da el mismo contraste de comportamiento, en detrimento siempre de los miembros del Pueblo de Dios. Cabe, pues, hablar de una llamada de atención por parte de Lucas a los miembros del Pueblo de Dios. Caminar en cristiano pueden hacerlo también personas a quienes no se les tiene por miembros del Pueblo de Dios. A la inversa, miembros reconocidos como tales pueden no tener un caminar cristiano.

En la línea del domingo pasado, una característica de este caminar es la fe. En consonancia con la primera parte del texto la fe aparece como un fiarse de la palabra de Jesús. Pero como ya hemos visto, no es esta dimensión de la fe la que Lucas quiere resaltar hoy. Le interesa más la fe en cuanto apertura asombrada a Dios. Se trata de una dimensión fundamental en toda relación interpersonal. Asombrarse es reconocer y admirar en el otro todo lo que de bueno y valioso hay en él, independientemente de lo bueno y valioso que pueda haber en uno mismo. El asombro jamás establece comparaciones; es admiración absoluta y sin paliativos del otro.

El texto presenta al samaritano alabando a Dios. Jesús dice de él que es el único que ha vuelto para dar gloria a Dios. Alabar y dar gloria a Dios son expresiones equivalentes que designan el asombro ante Dios, su reconocimiento y admiración totales.

Si toda relación interpersonal tiene algo de salvadora, esto es total en la relación con Dios. De ahí las palabras de Jesús al samaritano: "Tu fe te ha salvado".

ALBERTO BENITO
DABAR 1989/50


2. EV/ERRORES. LEPROSOS-DIEZ

"Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea". Otra vez Jerusalén aparece como punto de destino del camino de Jesús. La concreción geográfica es desconcertante si buscamos precisión; pero en el caso de Lucas no la podemos hallar. Lucas no tiene un conocimiento personal de Palestina, y no es extraño que altere la geografía del camino.

MISA DOMINICAL 1989/19


3. CUMPLIMIENTO  LEGALISMO  ALABANZA  GRATUIDAD

Sentido del texto.-Hasta el v.14 el relato tiene simplemente una función preparatoria. Se nos narra un hecho con vistas a su comentario. Los vv. 15-19 son este comentario en acción. La clave nos la da el propio narrador cuando nos dice que el que retornó era un samaritano. Se trata de un retorno religioso. En esto está lo que el narrador quiere resaltar. Alguien no sociológica ni institucionalmente religioso reconoce la acción de Dios en él y se abre a ella. Lo que en él ha acontecido no lo interpreta como algo que le sea debido, como algo normal. Así es como lo interpretan los que no retornan: son oficialmente religiosos, el pueblo de Dios. Por lo tanto, piensan que Dios se debe a ellos.

No tienen nada que agradecerle, es normal que actúe en ellos salvíficamente. Desde el punto de vista de Jesús, el pueblo de Dios no tiene fe; sólo el samaritano la tiene. Y ésta es precisamente su salvación.

En realidad, este texto es un ejemplo práctico de lo que el texto del domingo anterior decía. Un ejemplo práctico con una gran carga crítica dentro. "El que tenga oídos para oir que oiga" solía repetir Jesús en casos semejantes.

DABAR 1980/52


4. FE/ABSOLUTO.

Su fe no se reduce a creer en el "poder" de Dios sino que llega a reconocerle presente en JC, y por eso le alaba y da gracias por esta acción de Dios por JC. Muy a menudo los cristianos identifican la fe con creer en un Dios Todopoderoso que puede intervenir -cuando quiere- en nuestra vida. La fe parece identificarse con creer en esta posibilidad de intervención y con esperarla muy pasivamente. Es una fe en un Dios que está fuera de nuestra vida, que interviene arbitrariamente. Se puede pedir su intervencion, pero casi como quien hace una quiniela para ver si toca.

La fe de la que habla JC es otra cosa. Es descubrir a Dios presente y activo siempre en nuestra vida. Y responder con fe, con sintonía, comulgando del todo con él. Esto es lo que significa la expresión bíblica "dar gloria a Dios". Es decir que Dios está en y con nosotros, no con un poder arbitrario e imprevisible, sino con amor y comunión. De esta fe surge una actitud de alabanza, de acción de gracias, de no querer reconocer -como Naamán- ningún otro Dios (ningún otro ídolo, ningún otro absoluto). Actitud totalmente opuesta a la de quien cree en un Dios fuera de nuestra vida, que interviene sólo en circunstancias excepcionales: esto supone que habitualmente -para lo de cada día- se cree en otros "dioses" (como los judíos contra quienes lucharon los profetas: un Dios en el cielo para las grandes ocasiones, pequeños dioses en la tierra para los problemas de cada día). Podríamos preguntarnos si actualmente bastantes bautizados no piensan semejantemente (un Dios para el nacimiento, matrimonio, muerte..., quizá incluso para la misa de cada domingo..., pero otros "dioses" más manejables, a quienes no es preciso dar gloria con toda la vida, para el pan de cada día.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1977/18

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GLORIA/BIBLIA: Tomar a Dios en serio en toda la vida."Para el hebreo la gloria no significa -como para el griego o el francés- la fama o el renombre, sino el valor real, el peso" (Vocabulaire de theologie biblique).


5.

Entrar en relación con Dios, mediante el culto vinculado al templo, era el deseo de todo judío. Los leprosos han encontrado a Jesús y en él a Dios, pero los judíos no han comprendido que quedar limpios de la lepra, entrar de nuevo en comunión con Dios y con los hombres no es fruto de ser miembro del pueblo elegido, sino que se ofrece, como un don, a todo el que acepta y encuentra a Dios en el Mesías, Jesús. Sólo uno, y este samaritano, ha comprendido el significado del encuentro salvífico y da culto, glorifica, a Dios sin templo.

Al curar a los leprosos, Jesús los reintegra a la sociedad y demuestra que en él se ha hecho presente el reino de Dios y la superación de toda forma de esclavitud y marginación. En Jesús la salvación llega hasta la salud del cuerpo, supera la resignación, se abre a la esperanza y se retorna a la alabanza a Dios.

Sólo uno ha comprendido esta realidad. Los otros han vuelto a la religiosidad del templo sin descubrir que se han encontrado con Dios no en unas prácticas religiosas sino en un hombre, en Cristo.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986/18


6.

La lepra bíblica comprende una serie de enfermedades de la piel y no sólo la lepra en sentido propio. Los judíos consideran estas enfermedades como un castigo especial de Dios. De ahí que el leproso fuera tratado como un muerto para la sociedad y se le obligara a vestir como se vestía a los muertos: ropas desgarradas, cabelleras sueltas, barba rapada. No se les permitía habitar dentro de ciudades amuralladas, pero sí en las aldeas con tal de no mezclarse con sus habitantes. Por eso, vivían en las afueras de los pueblos. Todo lo que ellos tocaban se consideraba impuro, por lo que tenían obligación de anunciar su presencia desde lejos. Con todo, se les permitía asistir al culto de la sinagoga. Eran "impuros' ritualmente y vivían una especie de vida de excomulgados. Caso de obtener la curación, necesitaban presentarse a los sacerdotes y someterse a una especie de reconciliación cultual con la comunidad. Entonces los sacerdotes les daban de alta. En la respuesta de Jesús a los enviados de Juan Bautista, el Señor indica la curación de los leprosos como señal mesiánica y cumplimiento de las promesas que ya anunció Isaías (35,8).

La desgracia común une a los desgraciados. Estos leprosos habían superado la tradicional enemistad entre judíos y samaritanos: forman un solo grupo. La fama de Jesús había llegado hasta los proscritos de la sociedad, hasta los leprosos.

Jesús manda a los leprosos que se pongan en camino para ser reconocidos por los sacerdotes. Antes de curarlos, los somete a prueba y les exige un acto de fe.

Sólo el samaritano vuelve para alabar a Dios y reconocer en Jesús al Rey-Mesías. La postración delante de Jesús no es una adoración, sino el reconocimiento de esta realeza mesiánica.

Los otros nueve no vuelven. Parece como si vieran natural que en ellos, hijos de Abrahán, se cumplieran las promesas mesiánicas.

Pero, al decir Jesús al samaritano, al extranjero, "tu fe te ha salvado", nos enseña que el verdadero Israel se asienta en la fe agradecida.

EUCARISTÍA 1989/47


7.

Los diez leproso fueron curados, pero a uno solo de ellos, al samaritano, Jesús le dice: "tu fe te ha salvado" precisamente porque volvió sobre sus pasos "para dar gloria a Dios", es decir, para reconocer que la curación obrada en él era obra exclusivamente don de Dios, sin ningún mérito propio. Los otros nueve, judíos, podían creer que tenían derecho a ser purificados por el hecho de ser miembros del pueblo escogido y por tanto no tenían nada que agradecer. Como en la parábola del buen samaritano, éste se convierte también en prototipo de persona que sabe recibir y acoger la salvación de Dios.

La salvación está abierta a todos -judíos y samaritanos, judíos y gentiles-, pero es necesaria esta actitud de saber reconocer la propia pobreza ante el don de Dios y al mismo tiempo la actitud de alabanza y agradecimiento.

JOSÉ ROCA
MISA DOMINICAL 1983/19


8. A/DEBER/CUMPLIMIENTO 

Este relato de la curación de los diez leprosos está en conformidad con la legislación contra la lepra fijada por Lv 13. 45-46 y 14. 2-7. Cuando los leprosos son enviados por Cristo a que se presenten a los sacerdotes, aquél se somete a las exigencias de la ley. Nueve de ellos se presentan efectivamente a los sacerdotes. Pero el décimo, que es samaritano, no está obligado a someterse al examen por parte del sacerdocio judío y, por consiguiente, puede volver a expresar su agradecimiento a Cristo.

Este relato constituye, pues, una nueva pieza que añadir al acerbo integrador de la polémica de los primeros cristianos contra los judíos. La ley obstaculiza la libertad de expresión de los sentimientos; el pagano está más cerca de la verdadera religión porque es libre frente a la ley y más sensible a la única liberación efectiva, la que proporciona la cruz (Ga 2, 19-20; 5. 11-16; 2 Co 5. 15-18), la de la gracia gratuita (Rm 5. 12-17; 6. 14-15). A la gratuidad del gesto de Dios responde con frecuencia la acción de gracias espontánea del hombre liberado.

Una relación así no podía establecerse dentro del marco de la ley en la que todo está en la línea del "dar al que da"; se sitúa, por el contrario, en la línea de la fe: "Vete, tu fe te ha salvado".

La lepra aparece frecuentemente en la Biblia como símbolo del pecado. El milagro de Cristo supera, pues, el significado de una simple curación para configurar la obra de la salvación que saca al hombre de su pecado.

Hay todavía cristianos que se parecen a esos nueve leprosos judíos: practican mucho, pero no saben contemplar; comulgan con frecuencia, pero no saben dar gracias. Su ética carece de horizonte, replegada sobre sí mismo; la minucia y el escrúpulo invaden su vida moral. Su Dios lleva una contabilidad... Al mismo tiempo, se sienten incapaces de abrirse realmente a la iniciativa del Otro, a la gratuidad.

Los sacerdotes judíos encerraban a los leprosos curados en el Templo. De igual modo, hay sacerdotes en la Iglesia que han educado a los laicos en esa minucia legal y en esa entrega de cuentas que son tan contrarias a la verdadera acción de gracias y a la comunión personal entre Dios y el hombre. Y sucede hoy que esos fieles experimentan un despego cada vez más profundo respecto a los sacramentos...

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 167 s.


9.

Todo el camino de Jesús por la vida es un encuentro con la miseria humana, un triunfo de su misericordia y su poder sobre el mal, movido por la fe y la obediencia a su palabra. De los diez leprosos liberados sólo uno, el samaritano, vuelve para expresar su reconocimiento a Jesús. Sólo él lleva su fe hasta el final al glorificar a Dios reconociendo en Jesús la epifanía de Dios, la revelación personal de su poder y de su misericordia para con los hombres. Sólo él recibe la salvación como un don, como una gracia, sólo él ha tomado conciencia de su indignidad para ser sanado. Y sólo él, el extranjero, recibe, por la fe, con la salud, la salvación.

BIBLICOS-5.Pág. 561