COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mc 10, 17-30

Par.: Mt 19, 16-30 Lc 18, 18-30

 

1./Mt/19/16-19 DINERO/GUERRA:

Texto. -El comienzo refleja una cierta urgencia por parte de la persona que se aproxima a Jesús: lo hace corriendo. Que fuera un joven, no se deduce en absoluto del texto de Marcos. La identidad personal del interlocutor no es significativa para el autor; lo significativo son las situaciones moral y social del interlocutor: una persona cumplidora del decálogo y muy rica.

La pregunta formulada revela, además, una persona con inquietudes religiosas: ¿Qué he de hacer para alcanzar la vida eterna? El gesto de arrodillarse y la interpelación (Maestro bueno) que acompaña su pregunta revelan veneración y reconocimiento hacia Jesús.

Las primeras palabras de Jesús revelan magistralmente cómo era él, cual era su papel e, incluso, cómo se experimentaba a sí mismo. Nadie es bueno sino solamente Dios. Jesús fue una señal apuntando siempre en dirección a Dios. Jesús remitía siempre a Dios.

A continuación Jesús recuerda a su interlocutor cosas que, sin duda, conocía este por los libros del Éxodo y del Deuteronomio. Seis mandatos, cinco de ellos en formulación negativa y uno en formulación positiva. Los seis son de naturaleza social, en el sentido de que velan por los demás, por los que no son uno mismo.

Por último, Jesús propone a su interlocutor algo que a éste le falta, una única cosa: la renuncia a su dinero. La propuesta es prioritariamente individual, le afecta a él y a su bolsillo.

Comentario. -La guerra es sólo la expresión última y más llamativa de la falta de paz; antes ha habido infinidad de expresiones intermedias más rutinarias de falta de paz. En el final están los políticos, los economistas y los militares; en el largo y preparatorio camino estamos nosotros, los de a pie, los de andar por casa, es decir, casi todos los habitantes del planeta.

En el largo y preparatorio camino están las pequeñas y grandes cosas que hacemos mal en nuestras relaciones con los demás. Las seis apuntadas por Jesús abarcan bastante bien todo el campo de posibilidades de mala relación con los demás. Cuando estalle la guerra (escribo este comentario cuando los medios de comunicación hablan de ambiente prebélico), pensemos que durante mucho tiempo antes cada uno de nosotros estuvo preparando eso que sólo al final se llama guerra. No nos engañemos: el final, es decir, la guerra es ciertamente cosa de altas esferas político-económico-militares; pero la falta de paz es cosa de todos y cada uno de nosotros. Tenemos el mal hábito de cargar a las altas esferas en exclusividad la responsabilidad de la guerra, cuando la guerra es, en realidad, la suma final de nuestras malas acciones contra los demás en el día a día de nuestro vivir.

De nuestras malas acciones contra los demás y de nuestro amor al dinero. Tampoco en este punto es conveniente engañarse. El dinero puede, amordaza, rompe. Parece bastante cierto que el dinero es móvil primordial de las guerras. Pero ¿acaso no lo es de nuestras vidas? ¿Con qué derecho, pues, podemos pensar que no somos responsables de las guerras? Vende todo lo que posees. La propuesta es dura y contundente. Como duro y contundente es nuestro apego al dinero. ¿Propuesta inviable? Jesús no es maximalista ni habla tampoco de un voto de pobreza. Sencillamente nos pone en guardia a todos contra el dinero. El dinero, en efecto, puede, amordaza y mata. Donde el dinero sea el móvil, nunca jamás podrá haber paz. Tomémoslo en serio. El dinero es hoy demasiado dueño nuestro. Así nunca habrá paz.


2.

Desde el principio el joven plantea la cuestión de la salvación, la única cuestión importante: ¿qué hay que hacer para salvarse? (v. 17). Pero la plantea mal al dirigirse a un "maestro bueno", a un rabí entre otros (v. 17). Busca solamente una opinión de escuela, entre otras..., y como habrá otras y diferentes respuestas, se reserva de antemano el derecho de escoger entre ellas, o incluso el de no escoger. Jesús rechaza inmediatamente esta manera de actuar recordándole la existencia de Dios, único que es bueno (v. 28). De esta forma deja entender que su respuesta no será una opinión de escuela, sino una orden divina que obliga a actuar en vez de perderse en discusiones sin fin. Jesús recuerda al joven lo esencial de la ley (v. 19). Pero el joven plantea una nueva cuestión, no con vistas a obedecer mejor, sino para prolongar la discusión y así retardar la oportunidad de la obediencia (la misma actitud en Lc 10, 29).

Y he aquí que la buena conciencia legalista del fariseo orgulloso de cumplir con todos sus deberes detiene una vez más al joven: él obedece a toda la ley, cree (v. 20). ¿Qué más hace falta para salvarse? Jesús deshace inmediatamente este legalismo, nuevo pretexto para no creer, y formula un mandamiento preciso: "Sígueme" (v. 21). El joven muestra entonces que sus cuestiones precedentes no eran más que evasiones: situado ante la orden de creer, confiesa no tener fuerzas para ello y se retira en el momento en que es invitado a superar la discusión ética y el legalismo para encontrarse con la persona misma de Jesús y seguirle. Creer y salvarse es, a fin de cuentas, unirse a la persona de Jesús.

c) Los retoques añadidos por la comunidad primitiva añaden un nuevo obstáculo para la salvación: no solamente las discusiones éticas, el legalismo del fariseo, sino también la riqueza, impiden al hombre entrar en el Reino (vv. 22, 23 y la palabra rico en el v. 25). Los primeros cristianos, sobre todo en Jerusalén, confundieron a veces el Reino con la clase social de los pobres, mientras que la asamblea creada por Cristo no tiene en cuenta ninguna pertenencia social, cultural o nacional. San Mateo matizará esta exclusividad al hablar de los "pobres en espíritu" (Mt 5, 3) y al suprimir la maldición de los ricos conservada por Lc 6, 24.

LEGALISMO/POBREZA:También es hacer legalismo decir a los ricos que han de hacerse materialmente pobres para participar en el Reino; lo mismo que es una ilusión ridícula proclamar a la pobreza bienaventurada dejando entender que los pobres entrarán un día en un reino de bienestar.

En realidad, la verdadera pobreza del rico no es "no tener nada", sino comprometerse con los pobres y especialmente con aquellos que no pueden organizarse, defenderse y liberarse. Un compromiso semejante es exigido eminentemente a aquellos cristianos que abandonan libremente todo bien material y hacen voto de pobreza. Comprometerse en el camino de la pobreza supone hoy analizar las causas de la miseria, tomar en serio la conciencia de clase, poner los medios que permitan, efectivamente, mejorar la suerte de todos. Sólo con estas condiciones tiene la pobreza la posibilidad de ser evangélica.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA VII
MAROVA MADRID 1969.Pág. 166


3.

Texto. De camino hacia Jerusalén, Marcos hace un tercer alto docente. El procedimiento es el mismo del domingo pasado. La enseñanza a los discípulos tiene lugar en la segunda parte del texto, vs. 23-30. La primera parte sirve para introducir el tema de ese enseñanza.

-Primera parte (vs. 17-22).

Con grandes muestras de respeto, alguien, de quien Marcos no específica nada, pregunta a Jesús por el camino de la salvación. Maestra bueno, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna? El interlocutor hace un planteamiento de salvación. Jesús comienza cuestionando la interpelación de que ha sido objeto, en un intento de resituar al interlocutor en la perspectiva propia de la pregunta. Esta perspectiva no era otra que la de Éxodo 20 y Deuteronomio 5. En estos textos están formulados el Credo (yo soy el Señor, tu Dios, que te saqué de Egipto)  el camino de la salvación (decálogo).

Más allá de un planteamiento de salvación, Jesús formula después su propia propuesta al interlocutor: Ven y sígueme. Esta es la propuesta que el interlocutor no acepta. Marcos añade la razón: era muy rico, introduciendo así el tema sobre el que va a versar la enseñanza de Jesús a sus discípulos.

-Segunda parte (vs. 23-30).

La enseñanza a los discípulos es muy breve. Fundamentalmente se reduce a una negación rotunda: los ricos no pueden entrar en el Reino de Dios. A diferencia del domingo pasado, Marcos reitera insistentemente la falta de comprensión de los discípulos.

Esta falta de comprensión parece radicar en que maestro y discípulos hablan lenguajes diferentes y tienen planteamientos también diferentes. Jesús habla de Reino de Dios, mientras que los discípulos hablan de salvación.

En vista de los cual Pedro pregunta a Jesús por la situación de los que han aceptado seguirle. En la respuesta a esta pregunta Jesús empalma en parte con las expectativas de sus discípulos. En ese sentido les habla de salvación en el mundo del más allá. Termina, sin embargo, con unas palabras que el texto litúrgico no ha recogido: Muchos primeros serán últimos y muchos últimos, primeros. Con esta lacónica frase Jesús invita a sus discípulos a no operar con esquemas reduccionistas en materia de salvación. No deben caer en la pretensión de creer que sólo ellos, por ser seguidores suyos, se salvarán. Otros muchos se salvarán también, aunque no sean seguidores de él. Lo que sí deben tener muy presente sus seguidores es que el aquí y el ahora será para ellos gratificante y maravilloso, pero también difícil y duro.

Comentario. Como en los domingos últimos, todo hay que enfocarlo a la luz de los acontecimientos de Jerusalén. Marcos sitúa el texto en el camino hacia la muerte y resurrección de Jesús. A este camino concreto es a lo que Marcos llama el Reino de Dios y que por esta razón había calificado en 4, 11 como misterio.

El Reino de Dios así concebido es la alternativa que Jesús propone a sus seguidores. A todo el que quiera ser su seguidor o discípulo. No es una cuestión de consejos evangélicos, como tantas veces se ha dicho. Es una cuestión de exigencia para ser discípulo de Jesús. Diferente de este camino a Jerusalén o Reino de Dios es el camino de la salvación. El camino de la salvación tiene indudablemente sus exigencias, pero éstas son de índole ética y, por consiguiente, afectan a todo ser humano, sea o no seguidor de Jesús. Salvarse o condenarse obedece a un comportamiento ético y forma parte del ámbito de preocupaciones y expectativas de la conciencia de cada persona, en su doble dimensión individual y colectiva.

RD/ETICA:El camino de Jerusalén o Reino de Dios presupone, por supuesto, la dimensión ética. Nadie malo podrá recorrerlo. Pero la dimensión ética no es la característica específica del Reino de Dios. Por eso, el ámbito de preocupaciones y de expectativas del que acepta ser seguidor de Jesús no puede ser nunca el salvarse o el condenarse. Jesús libera a sus discípulos de este tipo de ansiedad ante el futuro.

Tomar parte en el camino a Jerusalén o lo que es lo mismo, entrar en el Reino de Dios, es dar cuerpo a las propuestas de Jesús que estamos escuchando estos domingos. De ello resulta el talante de vida o estilo cristiano.

La propuesta de hoy dice relación al dinero. No es una propuesta desarrollada. Es sencillamente una llamada de atención sobre la amenaza que el dinero encierra para el talante del seguidor de Jesús. Insisto en que no se trata de salvación, sino de Reino de Dios, no es una cuestión de vida eterna, sino de talante cristiano. La llamada de atención es gráfica y llamativa: ¡Qué difícil es que los ricos puedan entrar en el Reino de Dios! ¡Más fácil es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el Reino de Dios! Son de las frases que se gravan.

ALBERTO BENITO
DABAR 1988, 51


4.

Comentario. El cambio de escenario, como ya se indicaba el domingo pasado, es indicio de una nueva temática. Siempre con el telón de fondo de señalar causas que hacen de esta historia nuestra, una historia de incomprensiones, enfrentamientos y matanzas. Hasta ahora

Marcos nos ha hablado del afán de grandeza, de la autoridad intolerante, de la desunión de los esposos. Hoy señala una nueva causa: la riqueza. Hay un concepto que conviene aclarar previamente: Vida eterna. Es sinónimo de Reino de Dios. Ambos expresan el nuevo estado de cosas que tendrá lugar aquí en la tierra por la intervención misma de Dios o de un enviado suyo.

CR/QUÉ-ES:La escena comienza con la solemnidad de una adoración a Jesús y la pregunta por los requisitos necesarios para poder tener parte en el nuevo estado de cosas por llegar. A Marcos no le interesa la identidad del demandante, sino su situación económica: era muy rico. El diálogo tiene la viveza de lo real. "Maestro bueno. ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios". Estas palabras causaron en seguida problemas, como puede verse por los cambios introducidos en Mateo 19, 16-17. Marcos ha conservado el tenor fresco, espontáneo, maravillosamente divino de Jesús. Es realmente fascinante este Jesús de Marcos. Su mirada, su cariño, su dureza. Una cosa te falta. O si preferimos: Te sobra tu riqueza. Después puedes seguirme. Se impone devolver a esta escena el sentido lineal e indivisible que Marcos le da, despojándola de divisiones y distinciones (mandamientos y consejos; estado normal y estado de perfección). ¿Por qué no reconocemos sencillamente que una de las causas por las que este mundo nuestro está tan atormentado es la riqueza? Y después de reconocerlo, ¿por qué no decimos: ¡al diablo la riqueza!? Marcos es bien claro: para seguir a Jesús no basta con ser buenos por el cumplimiento de los mandamientos. ¡Hay que ser otra cosa! ¿No habremos confundido cristianismo con moralidad? Ser cristiano empieza donde termina ser bueno.

La segunda parte, como ya es habitual en Marcos, es un diálogo entre Jesús y sus discípulos. El asombro, la extrañeza, el espanto de los discípulos, son exactamente los nuestros al escuchar este Evangelio. Es la mejor señal de que hemos entendido bien las palabras de Jesús. Pero no hagamos de estas palabras una bandera de la lucha de clases y del odio a los ricos. En ese mismo momento habríamos dejado de entenderlas.

Sencillamente reconozcamos que es muy difícil que el nuevo orden de cosas o Reino de Dios sea una realidad dada nuestra "necesidad" de riqueza. Pero por muy chocante e imposible que nos parezca, no olvidemos ni minimicemos en absoluto esta página del Evangelio de Marcos. Tal vez para que no cayera en el olvido, Jesús se sirvió incluso de una imagen estrambótica (camello pasando por el ojo de una aguja). Y por ello mismo inolvidable. ¿Empresa imposible? Para los hombres, no para Dios. ¿Qué significa que Dios lo puede todo? Imaginemos de qué seriamos capaces si realmente fuéramos permeables a Dios. Pues esto es lo que significa la frase de Jesús. En la medida en que estamos abiertos a Dios y tengamos confianza en El, en esa misma medida veremos cómo lo imposible va dejando de serlo. Y todavía más sorprendente: veremos que no nos falta de nada.

Tendremos hasta cien veces más. Tal vez, pues, no sea cuestión de empezar por el desprendimiento, sino por descubrir a Dios. Entonces relativizaremos valores que ahora nos parecen irreemplazables. ¡Y un mundo nuevo empezará a surgir desde nosotros a pesar de la persecución!

ALBERTO BENITO
DABAR 1985, 50


5.

Pre-texto. Para el judaísmo de los fariseos, el más extendido, la riqueza es bendición de Dios, prueba del beneplácito divino y recompensa a la piedad. Por eso mismo, las palabras de Jesús en el v. 21 son un camino nuevo, el cual está en contradicción con las creencias aprendidas por el interlocutor desde su niñez sobre la relación entre piedad y felicidad. Para el interlocutor, renunciar a la riqueza que posee equivaldría a ser un maldito de Dios.

Reino de Dios: alternativa que Jesús propone para todo el que quiera ser cristiano. Se desarrolla en el presente y tendrá su culminación en el futuro. Lenguaje hiperbólico a base de imágenes agresivas y funcionales. Sentido del texto. No se trata de consejos evangélicos o del estado de perfección. Este texto no es para quien quiera ser más perfecto. Jesús habla para todo el que quiera ser cristiano.

No se es cristiano por cumplir los mandamientos: esto es prerrogativa humana, se sea cristiano o ateo. Lo específico del cristiano no se mueve en el campo de la ética, de los mandamientos, de la conciencia: éste es el campo común a todo ser humano. Y por eso mismo la salvación está al alcance de todo ser humano, con tal de que siga las normas de su conciencia. El cristiano no es, pues, mejor que el que no lo es ("mejor" es término ético).

Según este texto, ser cristiano es vivir un modelo de vida distinto de los habituales. Ser cristiano no es ser mejor, sino ser distinto. Entrar en el Reino de Dios, es decir, en la alternativa que Jesús propone, es vivir un tipo de vida en el que el dinero no es un valor. Y esto sólo es posible en la medida en que se descubre otro valor radical: Dios. Este descubrimiento relativiza lo que habitualmente llamamos valores (éste es el significado de las palabras de Jesús en el v. 27). El descubrimiento de Dios lleva a un modelo de vida fraterno, realmente nuevo y desusado en nuestros ambientes inexactamente llamados cristianos.

DABAR 1982, 51


6.

Pertenecer al Reino significa fundamentalmente haber descubierto a Dios. Y a Dios se le descubre sólo como Padre. Consecuentemente, los demás hombres son hermanos míos.

Consecuentemente, ante un hermano el dinero carece de valor. Pero, por lo visto, el primer descubrimiento de la cadena no acabamos de hacerlo. De ahí nuestra incapacidad a renunciar al dinero como valor. Marcos ha expresado esta incapacidad en las reticencias de los discípulos (vs. 24 y 26) y en las profundas afirmaciones de Jesús (vs. 23 y 24b-25).

Una última observación muy importante. No pertenecer al Reino no significa ser malo o estar condenado. El rico que se acercó a Jesús no era malo (cfr. v. 21a) ni fue odiado por El. Pero mientras la alternativa de Jesús no sea una realidad, todo seguirá sin cambiar, incluso con hombres buenos.

DABAR 1976, 55


7.

Mateo precisa que este hombre que saluda a Jesús era un joven (Mt 19, 20), y nosotros podemos suponer que este joven era un rico terrateniente. Su manera de saludar indica un gran respeto, pero no implica el conocimiento de la dignidad mesiánica, y mucho menos, el reconocimiento de la divinidad de Jesús. El arrodillarse no es en este caso de adoración.

Y puesto que Jesús para este joven no era más que un hombre, Jesús le advierte que el único verdaderamente bueno es Dios.

Y, acto seguido, responde a la pregunta citando los mandamientos. Da por sabido que el joven ya los conoce, y, a título de ejemplo, se limita a nombrar los que se refieren a los deberes con el prójimo. "No estafará" tiene en Dt 24, 14 (cfr. Lv, 13) un significado más preciso; quiere decir "no explotarás al jornalero". Al parecer, esto es justamente lo que dice Jesús a este joven terrateniente, pensando sin duda en su condición social.

No se puede dudar de la sinceridad y de la honradez de este joven, que cumple efectivamente las normas generales de la Ley y no se contenta con ello. Por eso Jesús le mira con complacencia y con amor.

LIMOSNA/RIQUEZA  SGTO/QUÉ-ES: Según la doctrina judía en uso, el que daba limosna adquiría un tesoro en el cielo (cfr. Mt 6, 24 y 20). Por lo tanto, la riqueza era una oportunidad para que un hombre piadoso y rico pudiese ganarse el cielo más fácilmente que los pobres. Pero Jesús propone a este joven que, en lugar de pasarse la vida haciendo pobres y limosnas, haga todas las limosnas a la vez y se haga a sí mismo pobre. Porque las riquezas, para Jesús, lejos de ser una ayuda, son un estorbo para los que quieren entrar en el reino de Dios. Ahora bien, Jesús añade "... y luego sígueme". Más allá del cumplimiento de los mandamientos, más allá de las obras de caridad o de limosnas, más allá, incluso, de la pobreza voluntaria, hay un camino, comienza el camino de Jesús y de los que le siguen. La pobreza es una condición necesaria para recorrer ese camino, pero no basta para recorrerlo. El voto de pobreza no sitúa a los religiosos en "estado de perfección" entre otras razones, porque la perfección cristiana no es un estado, sino una meta y una vocación y, si se quiere, un camino que han de seguir todos los discípulos de Jesús. Sólo el cumplimiento de este camino, que es el seguimiento de Jesús, saca al hombre de casa y de sí mismo para que se encuentre consigo en Jesucristo y, por Jesucristo, con los hombres, sus hermanos, y con el Padre. Seguir a Jesús no es propiamente "imitarle", haciendo exactamente lo que él hizo, sino hacer lo que cada uno tiene que hacer, pero como lo hizo Jesús, esto es, viviendo para los demás.

Todos los ideales de este joven rico se vienen abajo ante la dificultad de cumplir la condición necesaria. No tuvo valor para dejar las riquezas. Y prefirió seguir el camino de los fariseos, que veían en las riquezas una señal de la propia justicia -un premio de Dios a los justos- y un medio para acrecentarla haciendo limosnas. Y es que este modo de ganar el cielo con las limosnas permite, y hasta justifica, conservar y aumentar las riquezas.

El caso de este joven ha sido un botón de muestra. Jesús advierte ahora en general lo difícil que va a ser a los ricos seguir su camino y entrar en el reino de Dios.

V. 25: Se trata de un refrán popular en el que se contrapone el menor agujero al mayor animal de carga. Con él se expresa la mayor dificultad. El "ojo de la aguja" es la distribución de las riquezas. Los ricos pasan por todo menos por eso.

De ahí que sólo un milagro pueda salvar a los ricos. Pero este milagro no consiste en que se salven siendo ricos, sino que dejen de serlo para salvarse. ¿Y quién nos dice a nosotros que Dios no hace ese milagro sirviéndose de todos los que luchan por la distribución de las riquezas y contra, es decir, ¡en favor, de los que desean acapararlas...?

Jesús no predicó ningún sistema social concreto. Pero su actitud crítica frente a la riqueza y frente a los ricos no admite discusión, en esto fue claro hasta la saciedad. Por eso el evangelio será siempre una llamada urgente a salir de cualquier sistema que, como el capitalismo, se funde en la explotación de unos y el enriquecimiento de otros.

EUCARISTÍA 1982, 46


8.

La influencia de Jesús no se debía tanto a la novedad de su enseñanza como al misterioso poder de atracción que irradiaba de toda su persona. Muchos hombres rectos y religiosos descubrían de repente al encontrarlo lo que significa ser perfecto. En esta ocasión viene a Jesús (según Mt 19, 79) un joven; Lc lo llama un hombre importante (18, 18). A este hombre le pregunta Jesús, no sin razón. "¿por qué me llamas bueno?", es decir: ¿no ves que tienes sed de Dios y lo encontrarás al convivir conmigo? El hombre pregunta a Jesús por el camino que lleva a la vida eterna; pero Jesús no tiene ningún mandamiento nuevo que enseñar. En el AT ya se dijo todo lo que hay que hacer para ganar la vida, observando los mandamientos de la justicia y la misericordia. Entonces Jesús le propone hoy mismo que siga por otro camino, que adopte otra manera de ser más libre, haciéndose seguidor e imitador suyo: "¡Vende todo lo que tienes!". Porque la felicidad no consiste en dejarlo todo, sino en hacerse libre de todo para entregarse a Cristo.

Jesús no dice que el rico no se salvará, sino que "no entrará en el Reino de Dios", que consiste -¡es evidente!- en compartir desde ahora las inquietudes, la alegría y la libertad de Cristo.

EUCARISTÍA 1988, 48


9.

La perícopa del joven rico se divide fácilmente en tres partes: v. 17-22 describe el encuentro de Jesús con el joven; v. 23-27 contiene una amarga reflexión de Jesús sobre la riqueza; v. 28-31 partiendo de una pregunta de Pedro, promete una gran riqueza en el campo de la fraternidad a sus seguidores.

La riqueza y el bienestar son considerados en la mentalidad bíblica como un sacramento de la bendición divina. Ser rico era casi sinónimo de ser amigo de Dios. Sin embargo, con un sano realismo, el Deuteronomio (8, 11-18) ve en la prosperidad material un gran peligro: lleva a olvidarse de Dios, confiando sólo en el propio trabajo y rendimiento. La riqueza lleva a la autosuficiencia. Por ello el ideal del "pobre de Yavhé" saca al hombre de sí mismo y lo abre a Dios y a sus exigencias, al comprender que depende no de sí, sino de otro. En la misma línea, sapiencial y profética, Jesús condiciona su seguimiento a la desposesión. En una actitud de desprendimiento de todo aquello que pueda dar seguridad humana.

Radicalismo absoluto: sólo Dios es el valor absoluto de la vida. La primera lectura presenta al joven Salomón buscando la Sabiduría, la voluntad de Dios, por encima de todo. La carta a los Hebreos nos confronta con la capacidad de discernimiento que tiene la Palabra. El evangelio nos presenta a otro joven (el anti-Salomón) que opta por la seguridad de lo que ya tiene.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 1991, 14


10.

El joven plantea la cuestión de la salvación, la única cuestión importante: ¿qué hay que hacer para salvarse? Jesús recuerda al joven lo esencial de la Ley (v. 19). Pero el joven plantea una nueva cuestión, no con vistas a obedecer mejor, sino para prolongar la discusión y así retardar la oportunidad de la obediencia (la misma actitud en Lc 10, 29: pero él queriendo justificarse preguntó ¿y quién es mi profundo?).

Y la buena conciencia legalista de cumplir con todos su deberes, detiene una vez más al joven: él obedece a toda la ley ¿qué más falta hace para salvarse? Jesús deshace inmediatamente este legalismo, nuevo pretexto para no creer y formula un mandamiento preciso: "sígueme". El joven muestra entonces que sus cuestiones anteriores no eran más que evasivas: se retira en el momento en que es invitado a superar la discusión ética y el legalismo para encontrarse con la persona misma de Jesús y seguirle.

No a todos les es indispensable deshacerse de los propios bienes totalmente, como no todos se encuentran en la necesidad de sacrificar la vida por causa de Jesús y del evangelio. Sin embargo, todos deben escuchar la llamada a una total entrega, que Jesús dirige a cada uno aunque de modo distinto.


11.

Mientras que los fariseos habían querido tender una trampa a Jesús (ver 10, 2), la actitud del joven rico está teñida de religiosidad. Se arrodilla ante Jesús y le llama "Maestro bueno"; pero ¿quién es bueno, sino sólo Dios? Antes de preguntar a Jesús, el hombre se hinca de rodillas ante el Dios único, el de la Alianza.

Jesús recuerda al joven los principales artículos de la ley mosaica. El joven los ha cumplido desde pequeño, pero se mantiene disponible para más, disponible para el Reino.

Por eso, Jesús le ama y le llama; él que cumplió escrupulosamente los mandamientos es invitado a alcanzar la estatura de los discípulos. Jesús le pide en concreto quitar el "escándalo" que le impide pasar más adelante: sus riquezas.

¡Pero aquel hombre se marchó muy triste! ¿Cuál es exactamente su situación? Oyó el llamamiento de Jesús y, al mismo tiempo, midió su incapacidad para seguirle. Sólo le falta una cosa: concienciarse de que Dios puede realizar lo que él es incapaz de hacer ahora. En efecto, acoger el Reino con la actitud propia de un niño es también reconocer la propia impotencia y dejar actuar al Espíritu de Dios.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 141


12.

Jesús marcha hacia Jerusalén, la ciudad que mata a los profetas. Lo ha dejado todo para mantenerse fiel a la palabra que le consagró. Su único tesoro es la pasión que Dios tiene por los hombres, y lo ha vendido todo para adquirir la perla de gran valor. Se va el Hijo sin volver la vista atrás, sin saber dónde reclinar la cabeza. El pobre de Dios llegará hasta el despojo supremo y se dejará tender sobre el madero de la cruz. "Anda, vende lo que tienes... Y luego sígueme". Déjalo todo. Le vienen a uno ganas de decir: "¡Pero eso es imposible! ¡No es humano!". Jamás será Dios inhumano. Cuando pide todo al hombre, devuelve al hombre a sí mismo. El dinero, la sabiduría y el poder son otros tantos ídolos que pueden recluir al hombre entre los barrotes de su dictadura. Dios revela que para él el hombre lo es todo. Nada exterior a nosotros necesitamos para enriquecernos: el hombre lo es todo para el hombre. Vende lo que tienes, que tú vales mucho más que un gorrión o que un lirio del campo.

"Déjalo todo". Jesús no ha venido a desesperar al hombre exigiéndole lo que no puede cumplir. Si hay que liberarse, es para caminar. libre de todas las trabas, por el camino que lleva a la vida. Jesús ha venido a pedirnos que crezcamos en el amor.

"Déjalo todo": éste es el quehacer que ha de ocupar toda una vida, pues la historia de una vida es crecer. "Vende lo que tienes"... En el orden de la ley, puede uno imaginarse que ha cumplido su deber. En el orden del amor, siempre se está en deuda con la persona a la que se ama. El amor se vive en la fidelidad que se inventa cada día y que siempre descubre horizontes nuevos.

"Déjalo todo" es un llamamiento a no aceptar el estancamiento de los mediocres, la suficiencia de los satisfechos, la falsa certidumbre de los que piensan que han llegado. "Vende lo que tienes", es decir, libérate, no te dejes apresar por las evidencias del mundo, en la facilidad de una religión muy codificada. Las moscas se dejan atrapar en la miel... No te fíes de las apariencias engañosas. Déjalo todo, libérate de la parte de ti mismo que desearía retenerte. "Anda, vende lo que tienes".

Dios nos empuja a nuestros últimos reductos. Para él, renunciar no es sinónimo de perder. Si vendemos lo que nuestras manos quieren retener todavía, no es para encontrarnos con las manos vacías, sino para verlas colmadas más de lo que esperábamos. Si se nos invita a descubrir de nuevo la renuncia como el deseo del Espíritu de vivir en nosotros, es para que nos neguemos a todo lo que nos impida vivir en plenitud.

Si vendemos lo que hemos adquirido trabajosamente, no es para partir a la aventura, sino porque ante nosotros tenemos una morada en la que se nos dará todo. Mientras dura la espera, debemos caminar en libertad y sin impedimentos...

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS I-IX T.O. EVANG.DE MARCOS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 141 s.


13.

Recibir 100 veces más los bienes que se han dejado no quiere decir que se van a recibir esos mismos bienes en cantidad multiplicada, sino recibir algo que sobrepasa cien veces a lo que se deja, es decir, que vale infinitamente más.

El que sigue a Jesús encuentra en él todo lo que ha dejado, no multiplicado cuantitativamente, sino cualitativamente. Quiere decir que en el seguimiento de Jesús se gana una plenitud de vida.


14.

Continuamos en el contexto del camino hacia Jerusalén y las predicciones de la pasión, cuando Jesucristo va mostrando a través de los acontecimientos y las palabras cuáles son los ideales de comportamiento para los que quieren seguirle. El texto de hoy tiene tres partes:

1. La llamada al seguimiento.

En el texto paralelo de Mateo (19,16ss) parece que Jesús presente los mandamientos de la Ley como el código de comportamiento para la gente "normal", mientras que el abandonarlo todo para seguirle fuese el ideal de perfección (recordemos la conocida frase: "Si quieres ser perfecto..."). En cambio, en el texto de Marcos, que da la impresión de ser más primitivo y más cercano al estilo radical de Jesús, la perspectiva es muy distinta.

Para Marcos, efectivamente, todo el que quiera "poseer la vida eterna" (= experimentar la vida plena del reino de Dios) debe colocarlo todo en función de un único valor: el seguimiento de Jesús. Y en este todo entra, claro está, el romper con el lastre de las riquezas y darlas a quien las necesita. Los mandamientos de la Ley, según nuestro texto, pues, son la base normal y necesaria que demuestra que uno tiene espíritu de buena voluntad, y merecen, por tanto, la mirada afectuosa de Jesús; pero en cambio no bastan para obtener la vida a quien los cumple: la vida sólo se obtiene con la opción total y con todas las consecuencias por Jesucristo.

2. La cuestión de las riquezas.

La primera parte del texto de hoy se centra en la absolutez del seguimiento de Jesucristo; ahora Jesús pasa a tratar directamente la cuestión de las riquezas, que es un impedimento clave para este seguimiento.

Vale la pena señalar sobre todo la "sorpresa" de los discípulos, que el evangelista destaca, en primer lugar como extrañeza y después como temor y desconcierto.

Efectivamente, era idea corriente entre los judíos que precisamente la riqueza era signo de la bendición de Dios: aquí, en cambio, autoritativamente, Jesús da un giro radical a esta concepción. Y todo esto (la absolutez de la exigencia del seguimiento, y la crítica a las riquezas) conduce a la angustiosa pregunta de los discípulos: "¿Quién puede salvarse?". Y la respuesta de Jesús es una cita de Génesis 18,14, en donde se recuerda la omnipotencia de Dios para cumplir sus promesas a Abrahán: también ahora Dios es omnipotente para transformar a los hombres y hacerlos capaces de seguir a Jesús y su Evangelio.

3. La recompensa a los seguidores.

La reivindicación -entre pícara e ingenua- de Pedro da paso al fragmento final de hoy. originalmente, probablemente, el fragmento era tan sólo una presentación del Reino de Dios como algo que superaba "al ciento por uno" todo cuanto los discípulos pudiesen dejar para seguir a Jesús. Más adelante, en el tiempo de la Iglesia, se añadió esta distinción entre tiempo presente y mundo futuro, y la referencia a las persecuciones.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1994, 13