REFLEXIONES

 

1. BANQUETE/RD: ALGO QUE ES ESENCIAL EN UN BANQUETE NUPCIAL DEFINE PERFECTAMENTE LO QUE ES EL REINO DE DIOS.

Es para todos bien sabido que para Jesús una de las comparaciones más usuales y socorridas a la hora de hablar del Reino y de la vida eterna es la figura del banquete nupcial. Parece que algo de lo que es esencial en un banquete nupcial es también esencial en la idea que Jesús se hace de lo que debe ser tanto este mundo nuestro como el Reino de Dios. ¿Por qué? En el banquete nupcial se configuran dos instintos fundamentales del hombre: el instinto de nutrición y el instinto sexual.

Mediante el banquete el hombre eleva su instinto meramente animal de comer (matar el hambre) a una categoría espiritual y humana: hacer un banquete. El banquete, el invitar a los amigos a comer en la propia casa representa la comunión amistosa de los hombres entre sí, que gozan juntos de la bondad de las cosas y de los alimentos y comparten la alegría, la intimidad, los acontecimientos felices. En el banquete parece que la vida se reconcilia: de hostil y dura se convierte en gozosa y pacífica, y por eso se alarga y se saborea el banquete.

Las nupcias profundizan el sentido del banquete. Las nupcias no celebran el acto biológico de la simpatía sexual, sino el acto humano de la mutua entrega en el amor. En las nupcias se festeja la generosidad benevolente de la existencia que se extasía en la experiencia del amor humano como fusión vigorosa entre instinto y espíritu, entre materia y consciencia. El banquete nupcial nos puede dejar entrever el cielo como un anticipo en lo mejor de la tierra.

Y Jesús dice que el Reino de Dios se parece a un banquete de bodas. Y la proclamación de ese Reino -el anuncio del Evangelio- se parece a la invitación al banquete nupcial. (..) En este mundo desquiciado por la angustia del tener más a costa de que otros tengan menos (precisamente lo contrario de lo que es un banquete) es donde Jesús nos invita a hacer un banquete.

DABAR 1978/55


2. /SAL/022: SOLEDAD/PRESENCIA-D

"Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida". El creyente se siente rodeado de una presencia amorosa.

Por eso, "aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo". En esta experiencia de vivir acompañados debe hallarse una de las traducciones más sencillas -y al mismo tiempo más profundas- de la vida de fe. ¿Quién no la ha hecho, en momentos de gozo y en momentos de quebranto? Como Jesús (compárese Mt 11. 25, domingo 14, y Mt 27. 46). Naturalmente, esta experiencia no infantiliza (o no debería hacerlo) psicológicamente, pero sí que da un toque de alegría infantil, que consiste en salir de nosotros mismos y fiarnos de aquel en las manos del cual estamos.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/19


3. ALEGRIA-FELICIDAD/RD

Si la imagen de la viña dominaban en las lecturas del pasado domingo, hoy destaca la imagen del banquete, del gran festín al que Dios llama a todos los hombres (1. lectura y evangelio). También, como el pasado domingo, convendrá presentar fundamentalmente la imagen del banquete en su sentido más profundo, más que detenerse en los detalles de la parábola de Mt. Para que la homilía sea un eco de la gran llamada del Padre: "Venid a la fiesta".

-EL GRAN FESTÍN: Decía, hace tres años, en estas hojas: "es importante notar que JC basa su parábola en una imagen que sus oyentes conocían bien: la imagen del convite, del banquete, era muy conocida porque se halla muy presente en el Antiguo Testamento. Podríamos decir que JC la reactualiza, concretándola en unos aspectos.

"Por eso podemos preguntarnos si el comentario homilético de hoy no debería basarse más en la primera lectura que en el evangelio. O, mejor dicho, si lo que debemos explicar es más el núcleo de la imagen (el Reino y la Iglesia y la Eucaristía como banquete, como gran fiesta), que no las derivaciones que presenta el evangelio.

"Lo que sería erróneo sería insistir tanto en el NO del hombre que esconda el SI de Dios. La imagen y toda la parábola sobre el banquete de Dios, es sobre todo un canto a la voluntad amorosa, comunicadora de vida, de Dios. ¿Entendemos el Reino como un gran festín de vida? ¿La Iglesia -signo y vanguardia del Reino- lo parece? ¿Participamos así de la Eucaristía?".

Añadiría ahora lo que recuerdan las "notas exegéticas" de este domingo. El tema e incluso las expresiones del texto de Isaías son abundamentemente utilizadas, reasumidas, por el Nuevo Testamento, en textos muy importantes tanto del Apocalipsis como de San Pablo. Lo que significa que la imagen del banquete que simboliza la comunión total y festiva con la vida de Dios, la superación de todo dolor y la victoria sobre la muerte, era algo muy vivo entre los primeros cristianos.

De ahí que el centro de interés de la homilía deba ser el transmitir el sentido profundo de esta imagen de la gran fiesta, el gran convite que el Padre quiere para nosotros. Y que cada eucaristía anuncia.

-RESPUESTA AL AMOR DE DIOS. Quizá en el último domingo dedicado a estas cuatro parábolas de Mt que nos han presentado diversos aspectos de la historia del Reino, se podría resumir sintéticamente su línea de fondo: Dios, el Padre, nos comunica su amor -y JC es su gran portavoz- y este amor de Dios debe hallar una respuesta de hecho en nosotros. Dios nos envía a trabajar a su viña y a todos los que se apuntan, más pronto o más tarde, les da generosamente el mismo jornal (d. 25); la respuesta no debe ser un "sí" de palabra, sino de hechos aunque de palabra se diga "no" (d. 26); nosotros somos la viña que él quiere y que espera que dé frutos de justicia y derecho (d. 27); su llamada a trabajar es un camino hacia la gran fiesta eterna que él quiere para nosotros (d. 28).

Siempre, por tanto, la dinámica de estas parábolas es un don de amor ofrecido por Dios, una respuesta que capte que sólo con amor se responde de verdad. Y la parábola de hoy -la imagen del gran banquete que presentan las lecturas de hoy- es el gran exponente que no se trata de un juego comercial, de un limitarse a cumplir, sino de una llamada a querer participar en una vida sin límites, en la gran fiesta, en el festín eterno que ya ahora se inicia para todos aquellos que valoran el amar, el darse, el servir, el compartir. Todo lo que simboliza y expresa la Eucaristía. Y que las comunidades cristianas -la Iglesia- deberían significar con sencillez, verdad y humildad.

-UNA IGLESIA FESTIVA. Si en domingos anteriores -durante esta serie de parábolas- proponíamos una concreción referida a la iglesia -es decir, a los cristianos-, hoy la concreción podría ser esta llamada a conseguir una Iglesia -un estilo de vida cristiana- festivo, gozoso, ilusionado.

¿Cómo es posible que quien cree en el gran anuncio de una fiesta eterna se presente triste, insista más en lo que hay de negativo en la vida humana, no valore los aspectos positivos que son anuncios e inicios de la gran fiesta? Como decía el viejo cura de la novela de Bernanos al joven cura atormentado: "Si vas con esta cara de tristeza, nadie podrá creer que eres mensajero de Dios que nos prepara un gran banquete, una inmensa fiesta para siempre".

Un aspecto importante de esta Iglesia festiva debería ser la eucaristía dominical. Pero, evidentemente, el predicador no podrá exhortar a los oyentes a vivir festivamente la misa si la celebración no refleja mínimamente que se trata de una fiesta!

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1978/18


4.

Señor, al salir de esta eucaristía,
no quiero que se me olviden las palabras
que Tú has hecho resonar
en mi interior.
Ayúdame a mantener el carácter
fundadamente ilusionado,
propio de quienes te escuchan.
Deseo actuar siempre en sintonía contigo.
Hazme un hombre a tu imagen:
más de espíritu que de letra,
más de creatividad que de rutina,
más de constancia que de lamentos,
más de amistad que de leyes.
Que me alegre lo que a Ti te alegra.
Que ame lo que Tú amas.
Gracias por haberme invitado
al banquete de tu amistad.
Grítame fuerte, Señor
para que nunca rechace tus llamadas.