SEGUNDA LECTURA

La proclamación del Evangelio -incluso por parte de un Apóstol como San Pablo- no se realiza por medios coercitivos ni mínimamente impositivos, sino simplemente por contagio. Pero para ello hay que partir de una actitud humilde y autocrítica.

Lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo 1,12-17.

Doy gracias a Cristo Jesús nuestro Señor,
que me hizo capaz, se fío de mí
y me confió esté ministerio.

Eso que yo antes era un blasfemo,
un perseguidor y un violento.

Pero Dios tuvo compasión de mí,
porque yo no era creyente
y no sabía lo que hacía.

Dios derrochó su gracia en mí,
dándome la fe y el amor cristiano.

Podéis fiaros y aceptar sin reserva lo que os digo:

Que Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores,
y yo soy el primero:

Y por eso se compadeció de mí:
para que en mí, el primero,
mostrara Cristo toda su paciencia,
y pudiera ser modelo de todos
los que creerán en él y tendrán vida eterna.

Al rey de los siglos,
inmortal, invisible, único Dios,
honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén.