COMENTARIOS AL SALMO 116

 

1.

Himno de Cristo al Padre en nombre de todos

La víspera de su Pasión, cuando Cristo, celebrando la Pascua eucarística, cantó este salmo, la profecía que contiene comenzó a hacerse realidad. ¿Qué profecía? Nos lo explica Juan Crisóstomo:174 "Este salmo contiene la profecía de que la Iglesia y la predicación del Evangelio se difundirán por toda la tierra."

El Misterio Pascual, que en ese momento estaba a punto de alcanzar su punto culminante, inauguraba la posibilidad de la salvación no sólo para Israel, sino para todos el género humano. Así se manifestaba la misericordia y la fidelidad de Dios Padre.

Se entiende, pues, el título de este salmo en el Oficio del sábado de la primera semana: "Los gentiles alaban a Dios por su misericordia.''175 Se trata de un pasaje de la Carta a los Romanos en el que Pablo constata con gozo que las naciones, como respuesta a la invitación de este salmo, vendrán a dar al Padre la alabanza que merece.

De otra parte, el empleo que la Liturgia hace de este salmo concuerda plenamente con el significado que le ha atribuido la tradición cristiana. En concreto, en las I Vísperas de la Solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, el salmo va precedido de la siguiente antífona: "Su reino será eterno y todos los soberanos le temerán y se le someterán''.176 Esto significa que el salmo, dirigiéndose a todos los pueblos de la tierra, revela el carácter universal de la Redención obrada por Cristo, por medio de la cual todos los hombres son llamados a formar parte del Pueblo de Dios.

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174 S. JUAN CRISOSTOMO, Expositiones in psalmos, 116; PG 55.

175 LITURGIA DE LAS HORAS, tit 2: Rom 15: 8-g.

176 LITURGIA DE LAS HORAS, ant I Vísp Jesucristo Rey del Universo.

FELIX AROCENA
EN ESPÍRITU Y VERDAD, vol. I
Colección Trípode
Edic. EGA. Bilbao-1995.Pág. 80


2.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* La estructura de este corto salmo es clara: una invitación hecha a todos los hombres de la tierra: "¡alabad! ¡celebrad! -como respuesta, la expresión del contenido de esta alabanza: "Sí, grande es su amor, su fidelidad eterna".

POESIA-HEBREA:La brevedad de este poema nos brinda la oportunidad de ampliar la explicación sobre el procedimiento esencial de la poesía hebrea: el"paralelismo". Los verbos van de dos en dos. El mismo pensamiento está enunciado mediante dos frases equilibradas y simétricas, creando un efecto sonoro del balanceo, acentuado por el hecho de que los judíos cantan estos verbos balanceándose de derecha a izquierda, en una especie de danza sagrada lenta (así lo vemos aún hoy en las sinagogas y ante el muro de las lamentaciones de Jerusalén).

Alabad al Señor, todos los pueblos
festejadlo, todos los países
su amor hacia nosotros ha sido "valiente"
su fidelidad es eterna.

FIDELIDAD/VERDAD: Esta observación estilística, permite comprender un punto importante de la teología bíblica. Vemos dos palabras puestas "en paralelo" amor y fidelidad... Que a veces se traduce por "amor" y "verdad", lo cual no es muy correcto. El paralelismo, en efecto, indica que la "verdad de Dios" no es únicamente del orden de la inteligencia, sino del orden del amor, de "la fidelidad de amor". Estas dos palabras, que aparecen juntas miles de veces, designan siempre el tema de la Alianza.

SEGUNDA LECTURA: CON JESUS

** Este salmo, debía repetirlo Jesús a menudo. Dada su brevedad, ¿por qué no lo recitamos de memoria? Expresa lo esencial de nuestra fe.

El universalismo es una actitud esencial de Jesús... El evangelio es simplemente la extensión a todas las naciones, a todos los hombres, de la Alianza reservada en otro tiempo al "pueblo escogido". San Juan resumió la obra de Cristo diciendo que vino y murió "para reunir en la unidad a los hijos de Dios que estaban dispersos". Esta fórmula ha sido reintroducida por el Concilio en una de las oraciones Eucarísticas.

Dios amor fiel, es uno de los temas esenciales del pensamiento de Jesús: la revelación de Dios como "Padre nuestro" está en la misma línea de este salmo.

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

*** Un salmo para las vacaciones. Cuando nos vamos de vacaciones, buscamos ampliar el círculo demasiado estrecho de nuestras relaciones habituales: encontramos caras nuevas, nuevas culturas, pasamos fronteras, descubrimos naciones diferentes de la nuestra. Los viajes al extranjero, son ocasión de apertura. El mundo entero está a nuestras puertas dada la rapidez de los actuales medios de transporte.

¿No es este fenómeno, para nosotros los cristianos, una manifestación del designio de Dios? Su amor quiere unir a todos los hombres, a todos sus hijos, hacer que se reencuentren como "hermanos", pues lo son de verdad aunque ellos no lo sepan.

No hay más que un solo Dios. No puede haber más que uno solo. Y esto, aunque en la actualidad, los hombres den nombres diferentes al Dios que adoran, de hecho todos los pueblos, todos los países "están destinados a alabar y celebrar al mismo Dios, y a El, el único, honran con sus variados cultos, en todo el mundo. De allí el respeto que debemos tener por cualquier forma de expresión religiosa.

Salir de vacaciones, puede ser también la ocasión para descubrir diversas formas de oración: en todas partes hay hombres sedientos de oración y de alabanza. ¿Es nuestro corazón bastante grande? "Todos" los pueblos... "Todos" los países...

Un salmo para ampliar las perspectivas y el corazón. "Id pues, haced discípulos míos en todas las naciones". Tal es la amplitud de la misión que ardía en el corazón de Cristo. Y nosotros ¿qué hemos hecho? Nos replegamos tímidamente en nuestros circulillos, nuestros medios sociológicos, nuestras provincias, nuestros nacionalismos, nuestros racismos. ¡Esto es muy pequeño al lado del gran proyecto de Dios! Un gran movimiento toma cada vez más fuerza en nuestros días: grandes organismos internacionales se empeñan por ayudar a los hombres de todas las culturas y todas las ideologías, a conocerse, a estimarse, y a ayudarse más (ONU, UNESCO, etc.) Recitar este salmo 116 es comprometerse con el universo, ampliar los horizontes.

"Su amor por nosotros es muy grande..." "su dilección nos domina..." "Su amor ha realizado en favor nuestro acciones valerosas..." Estas tres frases ponen en evidencia un punto importante de espiritualidad.

Hay en hebreo especialmente, en la palabra "fuerte", "valeroso", "domina", una nota guerrera. Dios, el valeroso en los combates, es aquel que da la victoria contra todos sus enemigos (¡un tema que se encuentra frecuentemente!) No se puede sacar de la Biblia, ni dulcificar. Pero hay que comprenderlo bien. Nuestro Dios, no es "dominante" ni aplasta... en el sentido corriente de estas palabras. Dios no es un "potentado" que se complace viendo inclinados a sus adversarios. El no es tampoco este "Padre" todopoderoso ante quien los hijos deben desaparecer.

El es "el amor todopoderoso". Así lo afirma este salmo: Su amor domina, su amor es fuerte. Hay que tener cuidado de las imágenes inconscientes que manejan las palabras. Jesús nos dió la clave de interpretación de estas fórmulas cuando nos pidió, a ejemplo de Dios, de no ser como los "poderosos de este mundo que hacen pesar su autoridad sobre los subordinados", sino los "servidores" de nuestros hermanos. Hay que decirlo, pues El mismo lo dijo: "Dios se hizo servidor"... Se hizo "el amor-servicio", y en eso nadie puede aventajarlo. La única "imagen" definitiva de Dios es Jesucristo en la cruz: "no hay mayor amor ¡que el que mostró hacia nosotros!"

Su fidelidad es eterna. ¡Ser fiel! ¡Nosotros no lo somos! Somos volubles, inconstantes, nos fatigamos al poco tiempo. Amamos sólo un poquito, de tiempo en tiempo... Y luego, nuestro amor se hace desabrido, se relaja. ¡Ay! Los más bellos sentimientos pierden su sabor, los más bellos sacrificios pierden su generosidad...¡con el tiempo!, la fidelidad, la perseverancia, son cualidades divinas. Aun si nosotros abandonamos a Dios, El no nos abandona. Aun si le somos infieles, El, permanece fiel.

Sentido profundo del sacramento del matrimonio: la promesa de fidelidad de este sacramento, es una gracia, un don de Dios que implica una especie de curación de nuestras incostancias, de nuestro hastío.

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 226-229


3. BREVE PLEGARIA

La oración no es larga por necesidad; y, si siento de veras lo que rezo, la intensidad del sentimiento puede compensar con creces la brevedad de la plegaria.

Pongo en mi oración una palabra de alabanza, la presencia del grupo y el horizonte de la humanidad entera, mi fe en la misericordia de Dios y la fidelidad de su promesa de salvación... y surge la oración perfecta.

«Alabad al Señor todas las naciones, aclamadlo todos los pueblos: firme es su misericordia con nosotros, su fidelidad dura por siempre».

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los salmos
Sal Terrae, Santander 1989, pág. 223


4.

CATEQUESIS DEL PAPA en la audiencia general del miércoles, 28 de noviembre

Invitación a alabar a Dios por su amor 

1. Este es el salmo más breve. En el original hebreo está compuesto sólo por diecisiete palabras, nueve de las cuales son las particularmente importantes. Se trata de una pequeña doxología, es decir, un canto esencial de alabanza, que idealmente podría servir de conclusión de oraciones más amplias, como himnos. Así ha sucedido a veces en la liturgia, como acontece con nuestro "Gloria al Padre", con el que suele concluirse el rezo de todos los salmos.

Verdaderamente, estas pocas palabras de oración son significativas y profundas para exaltar la alianza entre el Señor y su pueblo, dentro de una perspectiva universal. A esta luz, el apóstol san Pablo utiliza el primer versículo del salmo para invitar a todos los pueblos del mundo a glorificar a Dios. En efecto, escribe a los cristianos de Roma:  "Los gentiles glorifican a Dios por su misericordia, como dice la Escritura:  (...) Alabad al Señor todas las naciones; aclamadlo, todos los pueblos" (Rm 15, 9. 11).

2. Así pues, el breve himno que estamos meditando comienza, como acontece a menudo en este tipo de salmos, con una invitación a la alabanza, que no sólo se dirige a Israel, sino a todos los pueblos de la tierra. Un Aleluya debe brotar de los corazones de todos los justos que buscan y aman a Dios con corazón sincero. Una vez más el Salterio refleja una visión de gran alcance, alimentada probablemente por la experiencia vivida por Israel durante el exilio en Babilonia, en el siglo VI a.C.:  el pueblo hebreo se encontró entonces con otras naciones y culturas y sintió la necesidad de anunciar su fe a los pueblos entre los cuales vivía. En el Salterio se aprecia la convicción de que el bien florece en muchos terrenos y, en cierta manera, puede ser orientado y dirigido hacia el único Señor y Creador.

Por eso, podríamos hablar de un ecumenismo de la oración, que estrecha en un único abrazo a pueblos diferentes por su origen, historia y cultura. Estamos en la línea de la gran "visión" de Isaías, que describe "al final de los tiempos" cómo confluyen todas las naciones hacia "el monte del templo del Señor". Entonces caerán de las manos las espadas y las lanzas; más aún, con ellas se forjarán arados y podaderas, para que la humanidad viva en paz, cantando su alabanza al único Señor de todos, escuchando su palabra y cumpliendo su ley (cf. Is 2, 1-5).

3. Israel, el pueblo de la elección, tiene en este horizonte universal una misión particular. Debe proclamar dos grandes virtudes divinas, que ha experimentado viviendo la alianza con el Señor (cf. v. 2). Estas dos virtudes, que son como los rasgos fundamentales del rostro divino, el "buen binomio" de Dios, como decía san Gregorio de Nisa (cf. Sobre los títulos de los salmos, Roma 1994, p. 183), se expresan con otros tantos vocablos hebreos que, en las traducciones, no logran brillar con toda su riqueza de significado.

El primero es hésed, un término que el Salterio usa con mucha frecuencia y sobre el que ya he tratado en otra ocasión. Quiere indicar la trama de los sentimientos profundos que marcan las relaciones entre dos personas, unidas por un vínculo auténtico y constante. Por eso, entraña valores como el amor, la fidelidad, la misericordia, la bondad y la ternura. Así pues, entre nosotros y Dios existe una relación que no es fría, como la que se entabla entre un emperador y su súbdito, sino cordial, como la que se desarrolla entre dos amigos, entre dos esposos o entre padres e hijos.

4. El segundo vocablo, 'emét, es casi sinónimo del primero. También se trata de un término frecuente en el Salterio, que lo repite casi la mitad de todas las veces en que se encuentra en el resto del Antiguo Testamento.

Este término, de por sí, expresa la "verdad", es decir, la genuinidad de una relación, su autenticidad y lealtad, que se conserva a pesar de los obstáculos y las pruebas; es la fidelidad pura y gozosa que no se resquebraja. Por eso el salmista declara que "dura por siempre" (v. 2). El amor fiel de Dios no fallará jamás y no nos abandonará a nosotros mismos o a la oscuridad de la falta de sentido, de un destino ciego, del vacío y de la muerte.

Dios nos ama con un amor incondicional, que no conoce el cansancio, que no se apaga nunca. Este es el mensaje de nuestro salmo, casi tan breve como una jaculatoria, pero intenso como un gran cántico.

5. Las palabras que nos sugiere son como un eco del cántico que resuena en la Jerusalén celestial, donde una inmensa multitud, de toda lengua, pueblo y nación, canta la gloria divina ante el trono de Dios y del Cordero (cf. Ap 7, 9). A este cántico la Iglesia peregrinante se une con infinitas expresiones de alabanza, moduladas frecuentemente por el genio poético y por el arte musical. Pensamos, por poner un ejemplo, en el Te Deum, que han utilizado generaciones de cristianos a lo largo de los siglos para alabar y dar gracias a Dios:  "Te Deum laudamus, te Dominum confitemur, te aeternum Patrem omnis terra veneratur". Por su parte, el pequeño salmo que hoy estamos meditando constituye una síntesis eficaz de la perenne liturgia de alabanza con que la Iglesia se hace portavoz del mundo, uniéndose a la alabanza perfecta que Cristo mismo dirige al Padre.

Así pues, alabemos al Señor. Alabémoslo sin cesar. Pero nuestra alabanza se ha de expresar con la vida, antes que con las palabras. En efecto, seríamos poco creíbles si con nuestro salmo invitáramos a las naciones a dar gloria al Señor y no tomáramos en serio la advertencia de Jesús:  "Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mt 5, 16). Cantando el salmo 116, como todos los salmos que ensalzan al Señor, la Iglesia, pueblo de Dios, se esfuerza por llegar a ser ella misma un cántico de alabanza.


5. CATEQUESIS DEL PAPA 5-II-2003

Invitación universal a la alabanza divina  

1. Prosiguiendo nuestra meditación sobre los textos de la liturgia de Laudes, volvemos a considerar un salmo ya propuesto, el más breve de todos los que componen el Salterio. Es el salmo 116, que acabamos de escuchar, una especie de pequeño himno, semejante a una jaculatoria que se dilata en una alabanza universal al Señor. El contenido del mensaje se expresa en dos palabras fundamentales:  amor y fidelidad (cf. v. 2).

Con estos términos el salmista ilustra sintéticamente la alianza entre Dios e Israel, subrayando la relación profunda, leal y confiada que existe entre el Señor y su pueblo. Escuchamos aquí el eco de las palabras que Dios mismo había pronunciado en el Sinaí al presentarse ante Moisés. "Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad" (Ex 34, 6).

2. El salmo 116, a pesar de su brevedad y esencialidad, capta el núcleo fundamental de la oración, que consiste en el encuentro y en el diálogo vivo y personal con Dios. En ese acontecimiento el misterio de la divinidad se revela como fidelidad y amor.
El salmista añade un aspecto particular de la oración:  la experiencia orante debe irradiarse al mundo, transformándose en testimonio ante quien no comparte nuestra fe. En efecto, al inicio, el horizonte se ensancha a "todas las naciones" y "a todos los pueblos" (cf. Sal 116, 1), para que ante la belleza y la alegría de la fe también ellas sean conquistadas por el deseo de conocer, encontrar y alabar a Dios.

3. En un mundo tecnológico minado por un eclipse de lo sagrado, en una sociedad que se complace en cierta autosuficiencia, el testimonio del orante es como un rayo de luz en la oscuridad.

En un primer momento sólo puede despertar curiosidad; luego puede llevar a la persona reflexiva a preguntarse por el sentido de la oración; y, por último, puede suscitar un creciente deseo de hacer esa misma experiencia. Por eso, la oración no es nunca un hecho solitario, sino que tiende a dilatarse hasta implicar al mundo entero.

4. Comentando el salmo 116, nos servimos ahora de las palabras de un gran Padre de la Iglesia de Oriente, san Efrén el Sirio, que vivió en el siglo IV. En uno de sus Himnos sobre la fe, el decimocuarto, expresa el deseo de no dejar nunca de alabar a Dios, implicando también "a todos los que comprenden la verdad" divina. He aquí su testimonio: 

"¿Cómo puede mi arpa, Señor, dejar de alabarte? ¿Cómo podría enseñar a mi lengua la infidelidad? Tu amor me ha dado confianza en mi apuro, pero mi voluntad sigue siendo ingrata (estrofa 9).

Es justo que el hombre reconozca tu divinidad; es justo que los seres celestiales alaben tu humanidad; los seres celestiales quedaron asombrados de ver hasta qué punto te anonadaste; y los de la tierra de ver cuánto has sido exaltado" (estrofa 10:  L'Arpa dello Spirito, Roma 1999, pp. 26-28).

5. En otro himno (Himnos de Nisibi, 50), san Efrén confirma ese compromiso de alabanza incesante, y explica que su motivo es el amor y la compasión divina hacia nosotros, precisamente como sugiere nuestro salmo.

"Que en ti, Señor, mi boca rompa el silencio con la alabanza. Que nuestras bocas expresen la alabanza; que nuestros labios la confiesen; que tu alabanza vibre en nosotros (estrofa 2).

Dado que en nuestro Señor está injertada la raíz de nuestra fe, aunque se encuentre lejos, se halla cerca por la unión del amor. Que las raíces de nuestro amor estén unidas a él; que la plena medida de su compasión se derrame sobre nosotros" (estrofa 6:  ib., pp. 77. 80).