COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 66, 18-21

1.

Prólogo: "Israel no es corto de vista". En multitud de ocasiones se ha contrapuesto el universalismo, la amplitud de miras del Nuevo Testamento al particularismo y exclusivismo del Antiguo Testamento, el Dios amoroso evangélico al Dios terrorífico del Viejo Testamento... Contraposiciones, todas ellas, demasiado categóricas y, por lo tanto, no del todo exactas. También Israel como pueblo pregona su vocación universal en muchos textos del Antiguo Testamento, aunque esta universalidad no siempre fue interpretada correctamente por este pueblo. Escuchemos a Is. I: "Aquel día habrá una calzada de Egipto a Asiria..., y los egipcios con los asirios servirán a Dios... Aquel día Israel será mediador entre Egipto y Asiria...; porque el Señor de los Ejércitos lo bendice diciendo: ¡Bendito mi pueblo, Egipto, y Asiria, obra de mis manos, e Israel, mi heredad!" (cf. Is. 19, 16-25). Incluso los eternos enemigos son obra de dios, "sirven" al Señor.

En nuestro texto se dice que Dios viene para "reunir" no sólo a los miembros dispersos de Israel (sentido ordinario del verbo) sino a todos los hombres: "las naciones de toda lengua", "las costas lejanas", "todos los países", "todo mortal" (vs. 18.19.20.23).

Texto. En 66, 15-24 se habla de una venida del Señor para juzgar al mundo: "...llegará con fuego y... carros como torbellinos, para desfogar con ardor su ira y su indignación con llamas" (v.15), pero este juicio no es definitivo ya que los vs. 18-24 hablan de una restauración del pueblo al que se unen otras naciones: Tarsis, Libia, Grecia... La finalidad de esta convocatoria universal es ver la gloria del Señor (=poder confirmado a través de sus obras) y reconocer que sólo El es el único Dios verdadero frente a los dioses de los otros pueblos. A la convocatoria le precede una señal (v.19): no sabemos en qué consiste), y la forma de llevarla a cabo no es uniforme en todos los versículos.

Movimiento centrífugo: vs. 18.19.21: el Señor escoge, entre los supervivientes del juicio, a sus apóstoles o enviados con la misión de proclamar la gloria o el poder divino a todos aquellos pueblos que "nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria". Los que han experimentado el poder salvador del Señor se convierten en testigos de esta liberación a los gentiles, en luz de las naciones (=misión). Y Dios escoge, entre estos testigos, a algunos como sacerdotes y levitas (v.21), acabando así con los privilegios de pueblo y casta. Movimiento centrípeto (vs. 20.22-24) hacia Jerusalén y Sión de todos los pueblos trayendo consigo a los israelitas dispersos (cf. 2, 1-5;60, 1-9). La "ofrenda" que aparece al comienzo y final del v.20 nos evoca una vuelta cualificada, un peregrinar sagrado hacia Jerusalén y su Monte Santo (puntos neurálgicos los rebeldes (v.24).

Reflexiones. Todos los pueblos acuden a Jerusalén, al monte Sión. Israel rompe con el particularismo étnico, pero no es capaz aún de romper con el geográfico. Sólo Jesús de Nazaret logrará superarlo cuando dice a la samaritana: "Se acerca la hora en que no daréis culto al Padre ni en esta montaña ni en Jerusalén... y los que lo adoran han de dar culto en espíritu y verdad" (Jn. 4, 22-24). Achacamos al pueblo de Israel el ser corto de miras; y los cristianos ¿hacia qué postura nos inclinamos? ¿A la de Jesús? Me temo que no.

TESTIGO/QUIEN-ES:Los que experimentan el poder salvador de Dios se convierten en testigos de su mensaje. Ser testigo es renunciar a los ídolos que nos atraen: poder, dinero... Ser testigo es experimentar, vivir la gran liberación traída por Jesús; sólo así podrá celebrarse el culto con autenticidad. Y en nuestro culto dominical cristiano, ¿qué liberación celebramos? Sin liberación no hay fiesta sino cansancio, tedio, aburrimiento, cumpli-miento.

A. GIL MODREGO
DABAR 1986, 44


2.

Hemos llegado al final del libro de Isaías. Un final clamoroso, abierto, universalista hasta extremos insospechados. Una síntesis de los más hermosos temas isaianos: la manifestación de la gloria de Yahveh, la atracción universal y, lo nunca oído hasta ahora, auténtica "crux interpretum", la participación de los gentiles como sacerdotes y levitas de la nueva teocracia mesiánica. Tuvo que revelárnoslo Dios y ponerlo en práctica su Hijo para que nosotros, gentiles, pudiéramos creerlo.

Israel nunca más se sentirá solo. Junto a sí tendrá a todas las naciones (v. 18) gentiles definitivamente unidas en la paz que procede de la gloria de Yahveh, de su visible manifestación a todos los hombres, de su Revelación en Jesús.

A modo de reseña simbólica se citan los pueblos entonces más significativos peregrinando desde todos los ángulos de la tierra conocida hasta Jerusalén. Put y Lud en África; Tubal junto al mar Negro: Yabán en las islas jónicas y Grecia; Tarsis o Tartesos, la región del Guadalquivir, símbolo de los confines de la tierra, del epopéyico Non Plus Ultra. Como broche de oro ahí está esa tajante afirmación "de entre ellos tomaré sacerdotes y levitas". ¿Quiénes son "ellos"? ¿Los judíos de la diáspora? ¿Los gentiles? Al presente ahí queda esa duda como brindis abierto a los intérpretes y exegetas. Que sean ellos quienes descubran el sentido inmediato y próximo del texto.

Nosotros sabemos por la revelación posterior que el cumplimiento de esa privilegiada profecía ha tenido lugar entre todos, judíos y gentiles, pues en la Nueva Congregación de los hijos de Dios, en el Nuevo Israel, han terminado todas las diferencias de raza, color o lengua. Ya no hay impuro, aprenderá Pedro en la visión de los alimentos, porque Dios todo lo ha purificado con la sangre de su Hijo. Nosotros no sólo nos llamamos sino que somos hijos de Dios y, si hijos, herederos de la Promesa.

En la Nueva Jerusalén del Espíritu todos sus hijos en la fe forman ese pueblo santo, sacerdotal, entre el cual Dios elige a sus ministros, a sus sacerdotes y levitas. Sacerdocio que ya no será como el de la carne hereditario, sino vocacional, carismático, profético. Participación del sacerdocio pleno de su Hijo.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA AT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 687 ss.


3.

El espíritu del texto, obra de un discípulo de Isaías de la tercera generación, es marcadamente universalista. Israel descubrió el universalismo de la salvación en la dolorosa experiencia de su deportación a Babilonia, al vivir entre los gentiles. El libro de Isaías se cierra abriendo el horizonte de una visión ecuménica y misionera: Yahvé reunirá a todas las naciones vecinas y les manifestará su gloria.

Pero no todos los testigos de la gloria de Yahvé sobrevivirán al día del juicio. Los que sobrevivan serán enviados hasta los confines de la tierra: a Tarsis (la antigua Tartassos, en España), Etiopía, Libia, Masac y Tubal (en el Asia Menor), Grecia, y llegarán hasta las naciones más remotas. Anunciarán en todas partes lo que les ha sido revelado. Como respuesta al mensaje, al evangelio, se iniciará un gran movimiento de concentración hacia el Monte Santo. La palabra que ha sido enviada a todos los pueblos no volverá vacía. Utilizando todos los medios humanos de transporte, las naciones del mundo llevarán a Jerusalén a los hijos de Israel que estaban dispersos. Y esta gran repatriación será como una ofrenda a Yahvé y un reconocimiento de que él es el Señor y Dios de las naciones.

En recompensa, Yahvé elegirá también de entre los gentiles a sacerdotes y levitas. En adelante, todos serán pueblo elegido, un solo pueblo elegido.

EUCARISTÍA 1989, 40