REFLEXIONES

 

1. MONICION DE ENTRADA. IDOLOS.  

Ser hombre de fe no es cosa fácil; no son pocos los que, ante las exigencias que Cristo plantea para la vida, optan por un dios cómodo y fácil, por un dios más oportuno y llevadero; un dios, que, simplemente, esté acorde con la vida que el hombre suele llevar, que la respalde y la haga buena; que no pida cambios ni conversiones. Dioses así, evidentemente, no aportan al hombre nada de interés; una pequeña satisfacción del propio egoísmo, una relativa tranquilidad de la conciencia y poco más. Pero no le aportan al hombre vida; porque son dioses cuyos lenguajes han sido prefabricados por el propio hombre, y el hombre, por mucho que se autodivinice, nunca podrá darse vida a sí mismo.  

Nosotros; al reunirnos para celebrar la Eucaristía, proclamamos nuestra disponibilidad para aceptar la Palabra de Dios, por muy exigente que nos pueda resultar, y también proclamamos nuestra convicción de que ésa es la única palabra de verdad, la única palabra de vida para el hombre. Con este sentimiento, comenzamos nuestra celebración.  

LUIS GRACIETA
DABAR 1985/43


2. I/FAVOR-PERSECUCION

La historia nos demuestra que, en el fondo, no siempre es fácil distinguir lo que favorece y lo que impide. Las circunstancias externas no empujan a todos al mismo comportamiento. Algo tan poco deseable como la persecución ha producido apóstatas, pero también confesores y mártires. Pasó el huracán y, en una iglesia oficialmente favorecida, pudo escribir, con razón, San Ambrosio: "los emperadores nos ayudaban más cuando nos perseguían que ahora que nos protegen". "La Iglesia se hizo mayor en riquezas, pero menor en virtudes", dirá San Jerónimo. Hay paces que son peores que la guerra. Toda circunstancia es ambivalente.  

EUCARISTÍA 1991/38


3. FE/LEY  CREYENTE/PRACTICANTE  

"Muchos discípulos se echaron atrás y abandonaron a Jesús definitivamente. Este abandono significa la vuelta a la observancia de la Ley. Necesitan de la Ley y se van tras ella, dejando a Jesús. "Se sienten más seguros siendo observantes que siendo creyentes". En la observancia se busca seguridad; le dan a uno todo programado, basta con cumplir las rúbricas: "el lavatorio de las manos judío debe efectuarse a una hora determinada, hasta la muñeca, manteniendo las manos en posición correcta, en dos aguas (la primera para quitar la impureza, la segunda para eliminar las gotas sucias de la primera"). Todo está previsto, todo es perfecto. Se entiende que tantos hombres prefieran atenerse, en sus relaciones con otros hombres, a una ley antes que tomar una decisión personal: ¿cuántas cosas no mandadas habría entonces que hacer, y cuántas no prohibidas habría que dejar de hacer? En tal caso son preferibles los límites bien trazados" (Hans Küng).  

Padecemos demasiadas inseguridades. Insegura la vida, inseguro el trabajo, inseguro el presente e inseguro el futuro..., insegura y dubitativa la Iglesia por haber cultivado más, alguna vez, la estética de la Liturgia que la fe en el mismo Dios. Por eso se añora la observancia, el cumplimiento, porque produce seguridad y la seguridad elimina el miedo. Claro que el miedo es inversamente proporcional a la fe: a menos fe más miedo, a menos miedo, más fe. FE/MIEDO  

B. CEBOLLA HERNANDO
DABAR 1991/42


4. EU/DESPEDIDA MISA/TRAMPA.  

¿PODEMOS IRNOS EN PAZ?  

Sobre cualquier traducción se cierne siempre la sombra de alguna pequeña traición, porque traducir no es fácil. En el caso de la despedida de la misa -"Ite, Missa est"- la traducción no ha sido precisamente feliz. De un "id", con resabios de imperativo evangélico (misión, apostolado), se ha pasado a un facultativo y desganado subjuntivo -"podéis ir"- interpretado por el pueblo "literalmente" como: "ya podemos ir a tomarnos unos vinos, hemos cumplido con nuestro deber".  

Así, domingo tras domingo, la misa ha venido devaluándose hasta llegar a ser no más que un paréntesis religioso en la profanidad de la vida corriente. La misa ya no es el lugar de encuentro de los que están unidos en el amor, no es contraste esclarecedor con la palabra de Dios, no es alimento y refuerzo de nuestra debilidad para cumplir el mandato de Cristo de ir al mundo entero a anunciar la Buena Noticia. La misa es, en muchas ocasiones, una contraprestación de los católicos (¡somos católicos! ¡vamos a misa!), con la que intentamos eludir, o en el mejor de los casos, amortizar nuestro compromiso cristiano (y así no hacer lo que Cristo espera de nosotros). La misa se ha convertido en una trampa legal para "querer cumplir con Dios", sin querer cumplir lo que Dios manda.  

Vamos a misa, es decir, ponemos la mano en el arado. Pero volvemos la vista atrás, es decir, después de acabada la celebración litúrgica volvemos a las andadas. Y así abandonamos a Cristo, porque abandonamos la causa de Cristo. ¡Cuántas veces el hecho de abandonar el templo es la señal de abandonar a Cristo, de dejarlo solo! ¿También vosotros -nos dice hoy Jesús- os queréis marchar? Y la respuesta hay que darla no sólo con palabras -¿adónde iremos?- ni siquiera con el gesto -hemos venido a misa- sino con las obras. Terminada la misa, hay que reemprender, con más coraje, la misión en el mundo. Podemos ir en paz a cumplir la misión en el mundo, a continuar la obra liberadora de nuestro Señor. Pero no podemos ir en paz a seguir sin hacer nada, como antes.  

EUCARISTÍA 1973/50


5. CULTO/CULTURA:  CRISTIANISMO/ORDEN ESTABLECIDO

La historia de las religiones ofrece un hecho insólito en nuestros días. Infinidad de culturas han tenido su origen en el culto, en lo religioso. Luego, la religión se ha prodigado en cuidado a la criatura, hasta convertirse en un elemento integrador y conservador de la cultura, del sistema, del orden establecido.  

Incluso el cristianismo ha sido tildado en muchas ocasiones de conservador a ultranza, de favorecer el sistema, de apoyar a los ricos... Muchos pueblos dormitan a la sombra de sus grandiosos templos y muchas culturas se mantienen en el intento de situar a Dios como una pieza más del orden establecido. En estos casos es Dios quien pasaría a estar en dependencia de los hombres, en lugar de ser los hombres los que están dependientes de Dios.  

La clase conservadora (la burguesía) lo ha entendido muy bien y ha conseguido encontrar un orden en el que todo tiene cabida: el trabajo, la vida de familia, la convivencia social, las diversiones y la religión. Pero, sobre todo, hay otra burguesía, la burguesía religiosa, la élite espiritual, que ha sabido encontrar una estructura ideal para encajar a Dios dentro de un reglamento perfecto, erigiéndolo casi idolátricamente en nivel de vida, como si la vida cristiana dependiese más de la estructura de ciertas prácticas religiosas que de Dios. O como si ser cristiano consistiese más en entenderse con Dios a ciertas horas del día, que en estar siempre pendientes, a todas las horas de la vida, de la voluntad de Dios.  

El hecho insólito es éste: que frente a esas religiones integradoras y conservadora del orden establecido, el cristianismo ha reconocido finalmente su misión y ha puesto en crisis no sólo la situación social y el orden, sino que incluso se ha puesto en crisis a sí mismo. Y esto es lo extraordinario: que la religión cristiana tiene conciencia de no poder situarse como una pieza más del orden económico-social, sino que se sabe interpelada por Dios y, por consiguiente, siempre en disposición de reemprender una nueva marcha. Para un cristiano, pararse, condescender con las estructuras, es volver la espalda a Dios.  

EUCARISTÍA 1970/40


6.TODAS LAS ALEGRÍAS DE ESTE MUNDO -AUNQUE RELATIVAS- SON PREGUSTACIÓN DE LA ALEGRÍA PERFECTA. ALEGRIA/D

-"Firmes en la verdadera alegría" (Colecta). Nuestro Dios es alegre. Sólo en él se encuentra la perfecta alegría, la verdadera. Fuera de él, las alegrías son inconsistentes e inestables, como todas las realidades de este mundo en medio de las que nos movemos nosotros. Pero así como todas esas realidades derivan de él, son don suyo y nos lo muestran, así también todas las alegrías descienden de su fuente, son don de su bondad, pregustación de la alegría perfecta.  

Resulta agradable pensarlo durante las vacaciones, cuando todos somos más sensibles a las dimensiones festivas de la existencia.

La tensión hacia la promesa de Dios no nos aleja de las realidades y las alegrías inestables. Las relativiza desde luego (aunque bastante relativas son ya por sí mismas...). Y al mismo tiempo las fortalece. Porque son manifestaciones, promesas, pregustaciones de la alegría verdadera y plena, la que es objeto de la promesa de Dios.  

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/16


7.

Introducción  

Hermanos: El cristianismo no es una religión puramente espiritual, sino que sabemos cómo nuestra fe se expresa mediante ritos, gestos, palabras, etc.  

La nuestra es una fe encarnada, porque descubrimos a Dios en la misma vida humana. De la misma forma se ha encarnado en los ritos cultuales aun con el peligro de que identifiquemos la fe con esos ritos.  

La Palabra de Dios de este domingo nos llamará la atención sobre estos problemas, a fin de que vivamos según el espíritu que da vida y no según la letra que mata.  

Quien quiera dar sentido a su vida para que ésta sea según el espíritu, tarde o temprano ha de hacer su opción por Jesucristo, el que nos da palabras de vida. Hoy se nos invita a reafirmar nuestra fe en su persona y en su mensaJe.  

BENETTI-B/3.Págs. 222 ss.


8. J/OPCION FUNDAMENTAL

LA OPCIÓN FUNDAMENTAL DEL CRISTIANO

En este domingo vigésimo primero del tiempo ordinario terminamos de meditar el capitulo sexto del evangelio de San Juan, que es el gran discurso eucarístico tenido por Jesús en la sinagoga de Cafarnaún sobre el `pan de vida". Para ser reconocido como Redentor del mundo y dador de la vida eterna por medio de su inmolación en la cruz, que se renueva siempre en la eucaristía, Jesús exige creer en él sin reservas, y aceptar el don de su cuerpo y de su sangre.  

El texto que se lee en el evangelio de hoy nos presenta un tema muy actual, la tensión que se da entre el creer y el no creer, entre la aceptación y el rechazo, entre la adhesión y el distanciamiento, entre la divinidad que Jesús pide para su persona y la humilde condición familiar de su origen terreno. Esta misma tensión se ha repetido constantemente en la historia de la Iglesia, que es el Cuerpo de Cristo. Son muchos los que quieren justificar su increencia amparándose en el aspecto humano de los cristianos, es decir, los que afirman que no creen en los curas, ni en los obispos, ni en el Papa. ¡Claro que no hay que creer en los curas, sino en Cristo! Pero para poder aceptar a Cristo, hay que aceptar, sin radicalismos ni exigencias angélicas, a los que forman la Iglesia, con sus limitaciones y condicionamientos humanos.  

No es fácil aceptar el mensaje de Jesús, creer en sus palabras, reconocerlo como "el pan bajado del cielo". En un mundo en el que priva el positivismo, el marxismo, el pragmatismo, el discurso eucarístico parece fuera de lugar. Ya los judíos contemporáneos de Jesús dijeron que "este modo de hablar es inaceptable". Es verdad que la revelación de Cristo, si no se acepta desde la fe, puede provocar la decepción de muchos o la adhesión incondicional de los discípulos que por boca de Pedro repiten: "Señor, ¿a quien vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos".  

Jesús es la opción fundamental para el creyente, que no se echa atrás, ni quiere escaparse del compromiso de la fe. El cristiano opta por la humildad frente al orgullo por el Dios vivo, que exige fidelidad, frente a los falsos ídolos muertos, que no exigen nada; por el amor total frente al egoísmo; por la fe, que es fruto del Espíritu, frente al mero razonamiento humano de la carne; por la gracia, frente al pecado.  

Andrés Pardo


9. Para orar con la liturgia

  "Nosotros también seremos dignos de estos bienes si siempre seguimos a nuestros Salvador, y, si no solamente en esta Pascua nos purificásemos, sino toda nuestra vida la juzgásemos como una solemnidad y siempre unidos a Él y nunca apartados le dijésemos: "Tú tienes palabras de vida eterna, ¿adónde iremos? Y si alguna vez nos hemos apartado, volvamos por la confesión de nuestras trasgresiones no guardando rencor contra nadie, sino mortifiquemos con el espíritu los actos del cuerpo""

San Atanasio, Carl. 10


10. La iniciación a la vida litúrgica según el Catecismo de la Iglesia Católica

"El primer anuncio de la Eucaristía dividió a los discípulos, igual que el anuncio de la pasión los escandalizó: "Es duro este lenguaje, ¿quién puede escucharlo?' (Jn 6,60). La Eucaristía y la cruz son piedras de tropiezo... "¿También vosotros queréis marcharos?" (Jn 6,67): esta pregunta del Señor resuena a través de las edades, invitación de su amor a descubrir que sólo Él tiene "palabras de vida eterna" (Jn 6,68), y que acoger en la fe el don de su Eucaristía es acogerlo a El mismo" (n. 1336).


11.

Hoy concluimos la lectura del capítulo VI de Juan tratando de hacer nuestras las palabras del apóstol Pedro: "¿A quién iremos?, Tú tienes palabras de vida eterna".  

Es fácil alabar a Pedro y a los once, pero debe cuestionarnos la actitud de aquellos que renunciaron al Señor para tratar así de ubicarnos en el texto y determinar a qué grupo pertenecemos y qué actitud asumimos. La actitud negativa, "Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacer caso?". La actitud positiva, "... nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios."  

La reflexión de ambos grupos confirma lo dicho por Jesús, "... nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede." y el cambio de la fe sólo es asumido por el grupo de los doce en cuyo nombre habla Pedro.  

En nuestra vida de creyentes, hay momentos en que nos encontramos ante una situación y pregunta semejantes a la que nos plantea el evangelio: ¿continuamos con Jesús? ¿lo abandonamos?.  

Cuando nos cansamos de seguir haciendo el bien y buscando la verdad, de promover el amor y la justicia, cuando dejamos de ir a misa o nos resulta insoportable tal o cual persona, cuando nos pesa la fidelidad matrimonial o la familia, cuando confrontamos la enseñanza del evangelio con nuestra manera de pensar y descubrimos que tenemos miedo a comprometernos y a seguir a Cristo incondicionalmente, estamos dejando de lado al Señor.  

El dilema es inevitable, frente a Dios aparecen muchos ídolos, el dinero y el poder, el placer y el sexo, la soberbia y el egoísmo, la superstición y la brujería entre otros, pero nada de esto puede ofrecernos garantías ni tiene palabras de Vida Eterna.  

Tarde o temprano caemos en la cuenta, si nos abrimos a la acción de Dios, de que solamente hay una persona que de verdad salva: Jesucristo, el enviado de Dios Padre, El y sólo El es la respuesta. Si queremos la vida en plenitud tenemos que repetir muchas veces con Pedro: "¿Señor a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna." hacerlas nuestras y ponerlas en práctica.  

CE de Liturgia
PERÚ