COMENTARIOS AL SALMO 137

1.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

Este salmo proclama la "trascendencia" de Dios: "¡qué grande es tu gloria!" nada original, esto lo hacen todas las religiones auténticas. Toma tiempo dejarse invadir por este sentimiento de adoración que hace "prosternar", el rostro contra el polvo, como dice el salmo, hasta tomar conciencia de "ante quién estás".

Lo que es original, en la revelación que Dios hace de sí mismo a Israel es ante todo, que este Dios "trascendente" mira a los humildes con predilección. Prodigio de lo infinitamente grande, ante lo infinitamente pequeño. La grandeza de Dios no es aplastante, es la grandeza del amor, la "Hessed", sentimiento que llega hasta las entrañas. La palabra aparece dos veces en este salmo. Si es amor, Dios da la vida, Dios salva. Dios está contra todo lo que hace daño, su mano se abate contra los enemigos del hombre", su mano "protege al pobre rodeado de peligros"... ¡Que tu "mano", Señor, no deje incompleta su obra!

Finalmente este mensaje, esta "palabra" (aparece dos veces en este salmo) recibida gozosamente por Israel, y destinada un día a todos los hombres. "Te alabarán, todos los reyes de la tierra, cuando oigan las palabras de tu boca". Los reyes representan a su pueblo; a través de ellos, todos los pueblos darán gracias a Dios, en el día escatológico del Mesías. ¡Admirable visión universalista!

 

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

Nada cuesta poner este salmo en boca de Jesús. Repitamos una vez más, nunca lo diremos bastante, que Jesús "dijo" este salmo, dándole una dimensión de oración personal. La suya.

¡La gloria del Padre! "Santificado sea tu nombre, venga tu reino". "Padre, glorifica tu nombre". (Juan 12,28). "Que vuestra luz brille ante los hombres, para que viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos". (Mateo 5,16).

Acción de gracias. Sentimiento dominante del alma de Jesús, una especie de exultación sonora, íntima, que sin cesar, afloraba a sus labios: "te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y prudentes, y las revelaste a los pequeños".(Mateo 11,25). Aun los milagros, a menudo, los hacía con una oración de alabanza: "tomó los siete panes y los peces, dio gracias, y los repartió..." (Mateo 15,36). El instante cumbre de su vida, su "hora", como decía el mismo Jesús, fue una celebración de acción de gracias, que nos pidió repetir "en memoria suya": "tomó el pan, y después de dar gracias, lo partió diciendo: esto es mi cuerpo entregado por vosotros. Y con la copa hizo lo mismo después de la comida".(Lucas 22,19 - 20).

El amor a los humildes, a los pequeños... Esta "mirada" divina que transforma las situaciones, desinflando a los orgullosos, y exaltando a los pequeños. Escuchamos, anticipadamente el canto de acción de gracias del Magníficat. Para Jesús, la "grandeza del Altísimo", lejos de ser un poder aterrador, era la seguridad llena de dulzura de que un amor todopoderoso se ocupa de esta creación hecha por El. "Ni un pajarillo cae a tierra sin que vuestro Padre celestial lo vea". Y continúa el salmo: "por excelso que sea el Señor, atiende al más humilde". Fórmulas como éstas, nos muestran hasta qué punto Jesús estaba familiarizado con el pensamiento de los salmos.

 

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

El redescubrimiento de la "adoración". Mientras más se manifiesta el mundo moderno como un mundo vacío de Dios y de sentido, hombres y mujeres experimentan por contraste el deseo de una gran "respiración" en "aquello que los supera": la opinión cada vez más frecuente de que el hombre es pequeño, de que la naturaleza y el cosmos son más grandes que nosotros. Esto ha sido siempre verdad. No es nada nuevo. Pero puede llevar al hombre contemporáneo hacia "el más allá de todo", Dios. Hay días en que estamos forzados a reconocer que "¡Dios es el más fuerte!" Y lo que llama la atención, como dice el salmo, es que nuestra derrota aparente, nuestra confesión, se convierten maravillosamente en acción de gracias. Porque el poder, la trascendencia de Dios es de amarnos con amor de "Hessed", de ternura hacia los más pequeños. Entonces, alegre, me rindo, me doy por vencido, y estoy feliz. ¡Adoro la prodigiosa grandeza de tu amor que supera todo!

El redescubrimiento del "amor"... Del amor de Dios para nosotros. Pensamos demasiado en los esfuerzos que tenemos que hacer para amar a Dios. ¡Dejémonos amar por El! ¡No sé si te amo, Señor, pero si de algo estoy seguro, es que Tú me amas! Y este amor, el tuyo, es eterno... Aun si el mío es voluble, pasajero, infiel. Para Ti, lo "dado" es dado. Lo "prometido, es prometido". "Te doy gracias por tu palabra". La fidelidad conyugal, los esfuerzos que muchas parejas tienen que hacer para mantenerla y acrecentarla, son gracia de Dios. ¡La fuente del amor es Dios! "Todo hombre que ama verdaderamente, conoce a Dios", nos dice San Juan (Juan 4,7-8). Hagamos la experiencia: somos amados de Dios, y "el otro-difícil-de-amar" ¡es también amado por Dios! Eso cambia todo. Nos preguntamos a veces cómo Jesús pudo decir: "amad a vuestros enemigos". Pues bien, meted en la cabeza y en el corazón que Dios, El, ama a vuestros enemigos. Entonces, si decís que amáis a Dios... sacad la conclusión.

El universalismo del proyecto de Dios. Que Israel, pueblo "escogido", haya podido, hace más de 20 siglos, pensar en una religión universal, en una inmensa "acción de gracias" que sube de todos los pueblos, da una idea de la verdad de su experiencia religiosa. Nosotros, creyentes de hoy, no pensamos a veces que nuestras "eucaristías" no son un pequeño culto de privilegiados, sino la inmensa proa de este navío que lleva hacia Dios la humanidad, ¡lo sepa ella o no! Las pobres eucaristías de nuestras grandes ciudades paganas... son la punta de lanza de la caravana humana. ¡Un día, "todos los reyes, todos los pueblos, celebrarán la acción de gracias" que es ya la nuestra por el amor y la verdad de Dios que se han revelado en Jesucristo muerto y resucitado por nosotros!

"¡No abandones Señor, la obra de tus manos!" Oración que debemos repetir, constantemente, en el mundo de hoy. Dios en acción, hoy. Y si mi oración no es perezosa... Yo también, Señor, en acción contigo. En "acción"... ¿para hacer qué? Para amar, porque "Dios es amor".

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición. BOGOTA-COLOMBIA-1981.Págs. 252-255


2. ¡NO DEJES POR ACABAR LA OBRA DE TUS MANOSI

«El Señor llevará a cabo sus planes sobre mí. Señor, tu misericordia es eterna; no abandones la obra de tus manos».

Palabras consoladoras, si las hay. «El Señor llevará a cabo sus planes sobre mí». Sé que tienes planes sobre mí, Señor, que has comenzado tu trabajo y que quieres llevar a feliz término lo que has comenzado. Eso me basta. Con eso descanso. Estoy en buenas manos. El trabajo ha comenzado. No quedará estancado a mitad de camino. Has prometido que lo acabarás. Gracias, Señor.

Tú mismo hablaste con reproche del hombre que comienza y no acaba: del labrador que mira hacia atrás a mitad del surco, del aparejador que deja la torre a medias, sin acabar de construir. Eso quiere decir que tú, Señor, no eres así. Tú trazas el surco hasta el final, acabas la torre, llevas a buen fin tu trabajo. Yo soy tu trabajo. Tus manos me han hecho, y tu gracia me ha traído adonde estoy. No eludas tu responsabilidad, Señor. No me dejes en la estacada. No repudies tu trabajo. Se trata de tu propia reputación, Señor. Que nadie, al verme a mí, pueda decir de ti: «Comenzó a construir y no pudo acabar». Lleva a feliz término lo que en mí has comenzado, Señor.

Tú me has dado los deseos; dame ahora la ejecución de esos deseos. Tú me invitaste a hacer los votos; dame ahora fuerza para cumplirlos. Tú me llamaste para que me pusiera en camino hacia ti; dame ahora determinación para llegar. ¿Por qué me llamaste, si luego no ibas a continuar llamándome? ¿Por qué me hiciste salir, si no tenías intención de hacerme llegar? ¿Por qué me diste la mano, si luego me ibas a soltar a mitad de camino? Eso no se hace, Señor...

Estoy en pleno trajinar, y siento la dificultad, el cansancio, la duda. Por eso me consuela pensar en la seriedad de tus palabras y la solidez de tu promesa. «El Señor llevará a cabo sus planes sobre mí». Esa declaración me da esperanza cuando me fallan las fuerzas, y ánimo cuando se acobarda mi fe. Yo puedo fallar, pero tú no. Tú te has comprometido en mi causa. Y tú cumples tu promesa hasta el final.

Permíteme expresar mi fe en una oración, mi propia convicción en una humilde plegaria, con las palabras que tú me has dado y que me deleitan al pronunciarlas:

«¡Señor, no dejes por acabar la obra de tus manos!»

CARLOS G. VALLÉS
BUSCO TU ROSTRO
Orar los salmos
Sal Terrae, Santander 1989, pág. 253


3.

Benedicto XVI: La misericordia de Dios, fundamento de la confianza
Comentario al Salmo137, «Acción de gracias»

CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 7 diciembre 2005 (ZENIT.org).- Publicamos la intervención que pronunció Benedicto XVI este miércoles durante la audiencia general dedicada a comentar el Salmo 137, «Acción de gracias».

Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario,
daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama;
que te den gracias, Señor, los reyes de la tierra,
al escuchar el oráculo de tu boca;
canten los caminos del Señor,
porque la gloria del Señor es grande.

Cuando camino entre peligros,
me conservas la vida;
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos.


1. Atribuido por la tradición judía al patronazgo de David, aunque probablemente surgió en una época sucesiva, el himno de acción de gracias que acabamos de escuchar, y que constituye el Salmo 137, comienza con un canto personal del orante. Eleva su voz en la asamblea del templo o teniendo como punto de referencia el Santuario de Sión, sede de la presencia del Señor y de su encuentro con el pueblo de los fieles.

De hecho, el salmista confiesa: «me postraré hacia tu santuario» de Jerusalén (Cf. versículo 2): allí canta ante Dios que está en los cielos con su corte de ángeles, pero que también está a la escucha en el espacio terreno del templo (Cf. versículo 1). El orante está seguro de que el «nombre» del Señor, es decir, su realidad personal viva y operante, y sus virtudes de fidelidad y misericordia, signos de la alianza con su pueblo, son la base de toda confianza y de toda esperanza (Cf. versículo 2).

2. La mirada se dirige, entonces, por un instante, al pasado, al día del sufrimiento: entonces la voz divina había respondido al grito del fiel angustiado. Había infundido valentía en el alma turbada (Cf. versículo 3). El original hebreo habla literalmente del Señor que «agita la fuerza en el alma» del justo oprimido: es como la irrupción de un viento impetuoso que barre las dudas y miedos, imprime una energía vital nueva, hace florecer fortaleza y confianza.

Después de esta premisa, aparentemente personal, el salmista amplía su mirada sobre el mundo e imagina que su testimonio abarca a todo el horizonte: «los reyes de la tierra», con una especie de adhesión universal, se asocian al orante judío en una alabanza común en honor de la grandeza y de la potencia soberana del Señor (Cf. versículos 4-6).

3. El contenido de esta alabanza conjunta que surge de todos los pueblos permite ver ya la futura Iglesia de los paganos, la futura Iglesia universal. Este contenido tiene como primer tema la «gloria» y los «caminos del Señor» (Cf. versículo 5), es decir, sus proyectos de salvación y su revelación. De este modo, se descubre que Dios ciertamente «es grande» y trascendente, «ve al humilde» con afecto, mientras aparta su rostro del soberbio, como signo de rechazo y de juicio (Cf. versículos 6).

Como proclamaba Isaías, «así dice el Excelso y Sublime, el que mora por siempre y cuyo nombre es santo: "En lo excelso y sagrado yo moro, y estoy también con el humillado y abatido de espíritu, para avivar el espíritu de los abatidos, para avivar el ánimo de los humillados"» (Isaías 57, 15). Dios decide, por tanto, ponerse al lado de los débiles, de las víctimas, de los últimos: esto se hace saber a todos los reyes para que conozcan cuales deben ser sus opciones en el gobierno de las naciones. Naturalmente no sólo se lo dice a los reyes y a todos los gobiernos, sino a todos nosotros, pues también nosotros tenemos que saber cuál es la opción que debemos tomar: ponernos del lado de los humildes, de los últimos, de los pobres y débiles.

4. Después de esta referencia mundial a los responsables de las naciones, no sólo de aquel tiempo, sino de todos los tiempos, el orante vuelve a hablar de la alabanza personal (Cf. Salmo 137, 7-8). Con una mirada que se dirige hacia el futuro de su vida, implora la ayuda de Dios para las pruebas que la existencia todavía le deparará. Y todos nosotros rezamos con el orante de aquel tiempo.

Se habla de manera sintética de la «ira de los enemigos» (versículo 7), una especie de símbolo de todas las hostilidades que puede tener que afrontar el justo durante su camino en la historia. Pero él sabe, y también lo sabemos nosotros, que el Señor no le abandonará nunca y le ofrecerá su mano para socorrerle y guiarle. El final del Salmo es, por tanto, una apasionada profesión de confianza en el Dios de la bondad sempiterna: no abandonará la obra de sus manos, es decir, a su criatura (versículo 8). Y en esta confianza, en esta certeza en la confianza de Dios, también tenemos que vivir nosotros.

Tenemos que estar seguros de que, por más pesadas y tempestuosas que sean las pruebas que nos esperan, no quedaremos abandonados a nuestra suerte, no caeremos nunca de las manos del Señor, las manos que nos crearon y que ahora nos acompañan en el camino de la vida. Como confesará san Pablo: «quien inició en vosotros la buena obra, la irá consumando» (Filipenses 1, 6).

5. De este modo, hemos podido rezar con un Salmo de alabanza, de acción de gracias y de confianza. Queremos seguir desplegando este hilo de alabanza en forma de himno con el testimonio de un cantor cristiano, el gran Efrén el Siro (siglo IV), autor de textos de extraordinaria fragancia poética y espiritual.

«Por más grande que sea nuestra maravilla por ti, Señor, tu gloria supera lo que nuestros labios pueden expresar», canta Efrén en un himno («Himnos sobre la virginidad» --«Inni sulla Verginità», 7: «L’arpa dello Spirito», Roma 1999, p. 66), y en otro dice: «Alabado seas tu, para quien todo es fácil, pues eres omnipotente» («Himnos sobre la Natividad» --«Inni sulla Natività»--, 11: ibídem, p. 48), éste es un último motivo para nuestra confianza: Dios tiene la potencia de la misericordia y usa su potencia para la misericordia. Y, finalmente, una última cita: «Que te alaben quienes comprenden tu verdad» («Himnos sobre la fe» --«Inni sulla Fede», 14: ibídem, p. 27).

[Traducción del original italiano realizada por Zenit. Al final de la audiencia, el Papa saludó en varios idiomas a los peregrinos. Estas fueron sus palabras en castellano:

Queridos hermanos y hermanas:
En el salmo de hoy vemos al orante que se dirige a Dios, que siempre lo escucha, le infunde ánimos y fortaleza, incluso ante el sufrimiento. El Señor «se fija en el humilde y el abatido», y sale en defensa de los débiles y de las víctimas. Por tanto, debemos estar seguros de que, por graves y difíciles que sean las pruebas que nos esperan, nuestra vida siempre estará en manos del Señor.