COMENTARIOS A
LA SEGUNDA LECTURA
Rm 8. 28-30
1.
En esta última parte del presente capítulo de Romanos existe un movimiento ascensional de ideas y sentimientos que coronan la exposición anterior del Apóstol, constituyendo uno de los momentos culminantes de la literatura paulina. La clave de lectura de estas líneas, hasta el final del capítulo, es más emocional y cristológica que discursiva y teológica. Desde esta perspectiva las escribe Pablo y desde ella hay que leerlas.
El convencimiento básico es el del acontecimiento salvífico ya realizado por Cristo. Él ha iniciado el proceso con su muerte y resurrección. Quienes aman a Dios han entrado en tal proceso, que no puede fallar por tener al mismo Señor como garantía. Es importante notar la cantidad de verbos en pasado que se acumulan en la última parte de la perícopa de hoy. En efecto, la acción salvadora de Dios no es algo futuro, sino hunde sus raíces en el pasado. Pasado no sólo en cuanto a la vida de JC, sino a la del creyente. San Pablo no retrocede aun ante afirmaciones tan rotundas como la de justificación ya realizada y, con ella, la glorificación. De hecho, quien cree en Jesús ya ha empezado a vivir su Vida nueva y por ello está fundamentalmente en la situación de amistad e intimidad con Dios. ¿Y qué otra cosa puede ser la glorificación? Desde aquí fluye la esperanza, certeza y seguridad en la vida del hombre en Xto, lo cual permite frases como la inicial, que todo sirve para el bien para quienes aman a Dios. No se trata de un optimismo ingenuo, sino de la aplicación de la salvación en nuestra existencia. Es preciso llevar a los cristianos a estos hondos sentimientos.
DABAR 1981/42
2.
El Espíritu hace posible que el cristiano pueda llamar a Dios: !Padre! Ante todo, esto significa que el cristiano no es un huérfano en medio de un universo fatalista e impremeditado (v. 28). Vive dentro de unas coordenadas existenciales totalmente nuevas e insospechadas, porque el amor de un Padre, que es Dios, le circunda.
En los vs. 29-30 enumera Pablo los diversos pasos de este amor. No se trata en ellos de una predilección en exclusiva en orden a la salvación final. Es decir, Pablo no afirma que sólo los cristianos vayan a salvarse porque sólo ellos son los elegidos de Dios. Nada de eso. La perspectiva de Pablo no es escatológica, sino intramundana: la construcción aquí y ahora de la nueva sociedad.
Esta es la vocación del cristiano. ¿Cómo la realiza? Dando vida a una comunidad de hermanos en la que Jesús es el primogénito. Esta es la predestinación de la que habla Pablo. A esto nos ha llamado Dios. Y para esto nos ha justificado. Para Pablo justificación es liberación del pecado y creación de una nueva forma de existencia.
DABAR/78/43
3.
"A los que aman a Dios todo les sirve para el bien". Estas palabras brotan de la fe: la vida podrá dar muchas vueltas. Pero el creyente está seguro de que nada podrá alejarnos de Cristo, que tanto nos ama. Y que precisamente en El Dios ha mostrado -y demostrado- su amor (véase la segunda lectura del próximo domingo). La fe siempre es fuente de alegría íntima, de estabilidad interior, de seguridad profunda. En una sociedad en donde hay tantas personas inestables, que sufren depresiones, sabernos cimentados sobre la roca (/Mt/07/25-35) es fuente de estabilidad alegre. Claro que estas certezas brotan de la fe (o son la fe). No nos ahorran las contradicciones ni la experiencia del mal, ni la inestabilidad psicológica o emocional, ni el grito angustiado (Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? Mt 27, 46). Pero incluso en el fondo del pozo siempre flota la esperanza.
J.
TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/15
-Hacerse imagen del Hijo de Dios (Rm 8, 28 30)
El amor de Dios por nosotros no tiene otra finalidad que ésta: hacernos conformes a la imagen del Hijo. Toda la estrategia divina, desde el comienzo de los tiempos, se concentra en esta obra.
Pero se trata de una llamada de Dios; es preciso, pues, que nos destine a ello: es una gracia. El pasado domingo la misma carta insistía en la presencia del Espíritu en nosotros, ese Espíritu que nos permitía orar y que oraba, él mismo, en nosotros. Gracias al Espíritu, el Hijo está continua y dinámicamente presente en nosotros. A Pablo le gusta manifestar con énfasis esta presencia íntima de Cristo y lo hace en dos cartas: "El vive en mí" (Ga 2, 20) y "Para mí, la vida es Cristo" (Flp 1, 21).
Pero hay algo que nos causa dificultad: ". los destino"... a ser imagen del Hijo... "Y a los que destinó" a esta semejanza, "los llamó".
No hay que buscar en la Escritura un tratado sobre la predestinación; tampoco hay que atribuir a San Pablo toda la problemática elaborada después de él, sobre todo a partir de San Agustín. No es ahora momento de desarrollar todo lo que la teología ha podido aportar de claridad, pero también de confusión, a este problema. Para meditar el texto, primero hemos de poner fin al modo en que estamos tentados de considerarlo: no se trata en absoluto de individuos, sino de un pueblo. Esto hace que cambie considerablemente la perspectiva. Suele producirse un error en la comprensión de los términos empleados por Pablo que confunden nuestras ideas sobre la libertad y nos producen dudas acerca de lo que, en sí misma, es la justicia de Dios. Predestinar, predestinación... es una idea que comporta una significación de anterioridad que en absoluto aniquila la libertad; la preposición latina "prae" (antes) significa que la iniciativa viene de Dios. Por otra parte, si la iniciativa no viene del hombre, sino de Dios, ello no significa que el hombre quede inactivo; la palabra "predestinado", aunque signifique iniciativa divina, significa también respuesta activa y libre. San Juan resume admirablemente el problema cuando escribe: "Nosotros amemos, porque El nos amó primero" (1 Jn 4, 19). La certeza de nuestra esperanza se funda en el amor de Dios que nos ha amado antes.
El final de la lectura nos recuerda el proceso de nuestra divinización y de nuestra gloria: "Dios nos ha conocido", es decir, nos ha amado; "nos ha destinado a ser imagen de su Hijo", es decir, ha tomado la iniciativa de esta transformación; nuestra respuesta, nuestra fe activa, ha significado para nosotros la gracia de ser "justificados", es decir, tratando de interpretar lo que Pablo ha querido decir, nos ha hecho participar en su propia vida y, por consiguiente, nos ha dado la gloria.
ADRIEN
NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág.
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