PRIMERA LECTURA

El teólogo de la historia observa al rey por el lado de su cometido en el pueblo de Dios. Salomón no pide bienes personales, sino sabiduría y buen juicio para gobernar con rectitud, aunque la anécdota no excluya el glorificarle como paradigma de la sabiduría. El pueblo de Dios no puede realizarse sino sobre una base de justicia, que haga conseguir a cada persona su debido. Esa justicia es un absoluto, un don de Dios, que se da en medida humana al rey justo.


Lectura del libro primero de los Reyes 3, 5. 7-12.

En aquellos días, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo:

-Pídeme lo que quieras.

Respondió Salomón:

-Señor Dios mío, tú has hecho que tu siervo suceda a David, mi padre, en el trono, aunque yo soy un muchacho y no sé desenvolverme. Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable. Da a tu siervo un corazón dócil para gobernar a tu pueblo, para discernir el mal del bien, pues ¿quién sería capaz de gobernar a este pueblo tan numeroso?

Al Señor le agradó que Salomón hubiera pedido aquello y Dios le dijo:

-Por haber pedido esto y no haber pedido para ti vida larga ni riquezas ni la vida de tus enemigos, sino que pediste discernimiento para escuchar y gobernar, te cumplo tu petición: te doy un corazón sabio e inteligente, como no lo ha habido antes ni lo habrá después de ti.