COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
1 R 3, 5. 7-12

 

1.

Contexto: El Salomón soñado y el de carne y hueso.

-Desde una perspectiva histórica, el reinado de Salomón deja mucho que desear. El pueblo le ha idealizado presentándolo como un rey sabio, como el gran sucesor de David, como el organizador del comercio exterior, como..., pero son muy abundantes las lagunas, los momentos de sombra en su vida. Así, para que pueda suceder a su padre en el trono su madre hará uso de todos sus encantos femeninos para engatusar a David y ganarse, mediante toda clase de intrigas, a una parte de la "inocente" casta sacerdotal, incluido el Sumo Sacerdote. Como rey no tendrá reparos en oprimir al mísero pueblo mediante impuestos muy fuertes para poder obtener grandes sumas de dinero con el que pueda llevar a cabo todas sus empresas militares, sus grandes construcciones, sus... Lo importante fue la gloria de su reinado, no el pueblo. Salomón no fue ningún rey modélico.

-Y a pesar de todos sus fallos, nuestro autor bíblico le atribuye un papel muy importante en la historia del pueblo. Basta una lectura superficial de este libro para que nos percatemos del gran contraste existente entre la brevedad de espacio literario reservado a los reyes infieles al Señor y la amplitud con la que desarrolla el reinado de Salomón (caps. 3-11). Es cierto que todos estos capítulos forman una amalgama de relatos de origen muy diverso, pero todo ha sido ordenado por un redactor con una finalidad muy concreta: la magnificencia del reinado de Salomón es la prueba palpable, el testimonio más contundente de la fidelidad divina a las promesas dinásticas que un día el Señor hizo a David (II Sam. 7). Y para recalcar esta idea teológica, el autor llegará incluso a tratar de ocultar los fracasos de Salomón (sólo a partir de 11, 25 nos hablará de ellos).

Texto: lo que Salomón pide para poder gobernar a su pueblo.

-El Señor se revela a Salomón en Gabaón (3, 4-15) a través de una visión que tiene en sueños, fenómeno muy frecuente no sólo en la literatura bíblica (cfr. Gn. 20, 3; 28, 12...), sino también en toda la literatura oriental. Así son muy abundantes los relatos egipcios en los que se nos informan cómo el rey recibe, a través del sueño, en algún santuario famoso, una revelación de la divinidad en la que el dios da el visto bueno a alguna de sus empresas. El rey lo comunica a su corte y suele ordenar el que se hagan sacrificios.

-A través del diálogo entre el Señor y Salomón éste es confirmado en su cargo a pesar de que su acceso al trono dejó mucho que desear. Además, Dios le va a conceder sabiduría para poder gobernar y dirigir a sus gentes, para administrar verdadera justicia, para la realización de todas sus empresas... (cfr. caps. posteriores).

-Sólo voy a fijarme en este texto en la perfecta correspondencia que se da entre la:

a) Confesión-petición de Salomón (vs. 6-9): Si Salomón ha accedido al reino de Israel no es por méritos propios, sino por puro don divino, por fidelidad de Dios a las promesas hechas un día a David. También éste reinó por pura iniciativa divina, pero en el caso de Salomón el don resalta con mayor fuerza ya que David, al menos, fue justo y recto de corazón. Salomón se siente incapaz de dirigir a su pueblo y por eso le pide al Señor el arte de saber gobernar. Y este arte, según sus palabras, consiste en saber escuchar a su gente y en tener sentido o juicio para saber discernir aquello que debe o no debe hacerse. ¡Curiosa petición!

b) Respuesta divina (vs. 11-14). El don divino supera la petición, ya que el Señor le concede al monarca no sólo lo que le pidió (sabiduría), sino también lo que no le pidió (riquezas, vida larga...).

Reflexiones: El poder, el dinero, y los gobernantes. "Tu siervo se encuentra en medio de tu pueblo, un pueblo inmenso, incontable, innumerable... ¿Quién será capaz de gobernar a este pueblo?...".

Dirigir a todo un pueblo es una misión de tal envergadura que cualquier líder, ya sea político o religioso, si está en sus plenos cabales ha de sentirse impotente. Pero esta confesión de impotencia debe ser sincera; nunca ha de ser una hipócrita forma de provocar en el otro admiración entusiasta o compasión, indulgencia... El pueblo está harto de escuchar frases estereotipadas de este calibre: "la dura tarea que me ha tocado en suerte llevar", "sólo por servicio a la comunidad se puede aguantar..." Reconocerse impotente implica pedir de forma sincera, ayuda a aquéllos que pueden darla. Gobernar es impulsar la cooperación sin conceder el lugar de honor al color político o a la ideología de los jefes.

POLITICA/SERVICIO: Gobernar es un servicio, no un privilegio. Como servicio al pueblo es absolutamente indispensable escuchar a este pueblo, tener los ojos y oídos atentos a la compleja realidad política o religiosa de esas gentes. Gobernar es sintonizar con los auténticos intereses que el pueblo manifiesta y tratar de darles una verdadera respuesta. Gobernar es aprender a detectar la verdad allí donde pueda detectarse, aunque a veces provenga del adversario político o religioso. Confiar en todo hombre, por muy adversario político o religioso que sea es empezar a aprender a gobernar de verdad, lo otro será mera política de ghetos.

Gobernar, en fin, es ser servidor de la verdad y no cacique. Sólo así el poder humano podrá ser destello del poder ilimitado del Señor. Lo contrario es pura farsa y mera búsqueda de interesados y mezquinos intereses.

Salomón sólo pide saber escuchar a su pueblo para poder gobernar con justicia, dejando de lado el poder y las riquezas. ¿Así se comportan nuestros jefes religioso y políticos? El miedo a no ascender se palpa, ¿no lo notan ustedes?

A. GIL MODREGO
DABAR 1990/30


2. ESCUCHA/SB: APERTURA DE MENTE PARA SABER VER LA VERDAD ALLÍ DONDE ESTÉ Y NO DONDE QUEREMOS QUE ESTÉ.

La petición de Salomón (v.9) es modelo de oración para todos los hombres públicos. No pide victorias militares, ni el triunfo de su ideología..., sino algo muy simple y muy difícil a la vez: saber escuchar y saber discernir entre lo bueno y lo malo para su pueblo. Es el tener apertura de mente para saber ver la verdad allí donde esté y no donde queremos que esté. En una palabra, es buscar el bien del pueblo y no la ideología partidista, por muy importante que nos parezca. ¿Escuchamos al pueblo? En esto residió la gran sabiduría de este monarca.

DABAR 1981/42


3.

El texto que ahora comentamos narra el diálogo entre Dios y Salomón. Objeto del diálogo es la legitimación del poder de Salomón sobre Israel.

Llama la atención la perfecta armonía y correspondencia entre la petición de Salomón y la concesión divina. Son una misma cosa.

Salomón pide sólo aquello que a Dios agrada (vs. 5-10). Esto requiere inevitablemente el reconocimiento de su impotencia por la inmadurez y por la incapacidad de llevar a cabo tal envergadura (la dirección de un pueblo, v. 7). Y la necesidad de ayuda y búsqueda de su poder como responsabilidad, como misión, como servicio.

Fundamentalmente, el servicio viene determinado como "un corazón sabio e inteligente". Significa esto tener una capacidad de apertura y escucha para captar la compleja realidad. Serenidad ante los sinsabores y tinieblas de la existencia, serenidad mantenida por una confianza profunda en la vida, en las personas, en toda criatura, en suma, en el Dios que dirige y gobierna misteriosamente la historia. Sólo así el poder político podrá ser destello del poder divino. Sólo así será "servidor".

DABAR 1978/43


4.CREER/ESCUCHAR. /SAL/118.

Da a tu siervo un corazón dócil. Un libro de Karl Rahner se titula "Oyente de la Palabra". Esta actitud de escuchar define al creyente: creer es escuchar la palabra de Dios. Por esto, cada lectura de la misa acaba con un grito de atención: "Palabra de Dios".

Y Jesús, al acabar las parábolas, decía: "El que tenga oídos, que oiga" (/Mt/13/09/43). Hacía pues una llamada a escuchar, a reflexionar aquello que se ha oído, a dejar que penetre en el corazón para realizar lentamente -o rápidamente- su acción iluminadora y transformadora. Porque la Palabra tiene esta fuerza interior: como la semilla, como la levadura. Pero es difícil escuchar. También nosotros a veces, escuchando no oímos nada ni entendemos nada (Mt 13, 13). Y Jesús contrapone al que "escucha estas palabras mías y las cumple" y el que "escucha estas palabras mías, y no las cumple". Sin embargo, todo arranca de la "palabra plantada en vosotros, capaz de salvar vuestras almas" (/St/01/21).

En una sociedad donde hay tanta tendencia a la charlatanería, aprendamos a escuchar, a hacernos discípulos (Mt 11, 29; 28-19). Pidámoslo con el salmo.

J. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1987/15


5. /1R/03/05-28

Nuestro Padre del Cielo, decía Jesús, antes de que le pidamos nada, sabe de sobra de qué tenemos necesidad (Mt 6,8). Y podemos añadir que nos estima lo bastante para estar siempre a punto de darnos lo que nos conviene. Pero esto no quiere decir que no tengamos motivo alguno para orar. Muy al contrario. Cuando Dios invita a Salomón a pedir lo que desee, hace como un padre que, sabiendo qué es lo que conviene a su hijo, quiere que él mismo lo descubra y lo pida. Sólo así crecerá y se hará hombre.

¿Qué pedirá, pues, Salomón? ¿Muchos años de vida, riqueza, o la vida de sus enemigos? Un rey que mirase su trono como un pedestal para sí mismo ambicionaría esos favores u otros parecidos. Los que estamos al servicio de un pueblo o de una familia fácilmente nos tomamos así la misión que el Señor nos ha confiado. Dios, en cambio, cuando escogió a David lo hizo por amor a su pueblo, por hacerse más efectivamente el Dios de Israel (2 Sm 7,25-26). David lo reconocía y daba gracias por ello. Salomón, pues, no pensando en sí mismo, sino en el pueblo que Dios amaba, pidió la sabiduría, es decir, un corazón capaz de escuchar y elegir entre el bien y el mal. Era la petición que más podía complacer a Dios.

Sin condiciones y gustosamente concede Dios a Salomón el don de saber juzgar y gobernar a su pueblo, pero añade además la riqueza y la gloria que él no había pedido. Recordemos lo que nos dijo más tarde Jesús: «Buscad primero que reine su justicia, y todo eso se os dará por añadidura» (Mt 6,33). La promesa de una larga vida, sin embargo, la condiciona Dios a la fidelidad en cumplir los mandamientos. Añadiendo esa condición, la predicación deuteronómica ponía en guardia contra la ilusión de que Dios nos dará la felicidad prometida aunque no le seamos fieles. Ser hijos de Abrahán o de David, haber sido liberados de la esclavitud e introducidos en la tierra prometida no garantizaba a nadie la posesión de las promesas. Todos los que hemos sido incorporados al pueblo de Dios hemos de cumplir sus mandamientos si queremos obtener la vida eterna (Mc 10,17-19). Una vez celebrada la fiesta de acción de gracias, el primer fruto del don de Dios es la gran reverencia que siente todo el pueblo por Salomón al darse cuenta de la divina sabiduría con que juzga al pueblo.

G. CAMPS
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981