COMENTARIOS AL SALMO 85

1. Plegaria de Cristo perseguido 

* La tradición cristiana321 ha interpretado este salmo como un anticipo de los proyectos de Dios con su siervo Jesús, humillado hasta la muerte de Cruz. Detengámonos, pues, en esta estrofa como plegaria que Cristo -el siervo pobre pero fiel- dirige a su Padre y entonces los acentos de súplica y confianza de este salmo señalarán el ritmo de nuestra oración en esta nueva jornada.

Tanto en los instantes felices como en las adversidades, el Señor no cesa de implorar a su Padre con crecida insistencia. Pobre, desamparado, siervo rigurosamente fiel, amigo de su Padre al que devuelve amor por amor, nadie tiene mejor título que Él para ser escuchado. Más que cualquier otro, Jesús reza con confianza porque conoce su bondad y su amor: Inclina tu oído, Señor, Padre mío, y escúchame.

Y este amor de Jesús a su Padre fue un amor sacerdotal, esto es, un amor que glorifica y un amor que se inmola; un amor que redime y salva; un amor que tuvo su coronamiento en el Calvario y que se perpetúa en el Santo Sacrificio del Altar.

** Por todo el día San Agustín entiende todo el tiempo. "Desde que el Cuerpo (místico) de Cristo gime en la angustia hasta el fin del mundo, en el cual dejarán de existir esas torturas, el hombre gime y clama a Dios... Tú clamaste en tus días, que ya pasaron; tras de ti viene otro y también clama en sus días; tú en los tuyos, éste en los suyos y aquél en los de él. El Cuerpo de Cristo clama en todo tiempo, ya en los miembros que van pasando, ya en los que nos sucederán. Un sólo Hombre se extiende hasta el final de los tiempos: Cristo, nuestra Cabeza que, estando ya a la derecha del Padre, intercede por nosotros."322

Pero aquella oración de Cristo a su Padre es también plegaria en favor de los miembros de su Cuerpo místico, del cual Él es la Cabeza. En un texto ya clásico, Agustín recoge maravillosamente esta sublime doctrina que confiere tanta dignidad a la oración litúrgica:

J/ORACION/AG "No pudo Dios hacer a los hombres un don mayor que el darles por Cabeza al que es su Palabra, uniéndolos a Él como miembros suyos, de forma que Él es, a la vez, el Hijo de Dios y el Hijo del hombre, Dios uno con el Padre y Hombre con el hombre; y así, cuando nos dirigimos a Dios con súplicas, no establecemos separación con el Hijo, y cuando es el Cuerpo del Hijo quien ora, no se separa de su Cabeza, y el mismo salvador del Cuerpo es el que ora por nosotros, ora en nosotros y es invocado por nosotros.

Ora por nosotros como Sacerdote nuestro, ora en nosotros por ser nuestra Cabeza, es invocado por nosotros como Dios nuestro. Reconozcamos, pues, en Él nuestras propias voces y reconozcamos también su voz en nosotros"323

*** Cristo demanda para Sí -y también para su Iglesia- un signo de la benevolencia del Padre y este gran signo consiste en la Resurrección. Ireneo324 advierte en la expresión tu gran piedad para conmigo, porque me salvaste del abismo profundo (v. 13) una profecía de esa Resurrección. Ella será el signo más egregio que Jesús dejará de Sí a las generaciones de cristianos que se sucederán hasta el fin del mundo; el signo ya anunciado en la vida del profeta Jonás.325

Si, resucitado, Jesús se nos mostrara tal cual es, nos mataría su hermosura; si se nos escondiera por completo, moriríamos de frío y de oscuridad.

...............

321 P. SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrits latins, París 1959, Serie I (S. Columbano), 85, p. 67: 'Vox Cbristi ad Patrem.' Serie III (Pseudo-Jerónimo), 85, p. 106: 'Vox Cbristi...'

322 S. AGUSTIN, Enarrationes in psalmos, 85, 3.

323 S AGUSTIN, Enarrationes in psalmos. 85, 1.

324 S. IRENEO, Adversus Haereses, 5, 31, 1.

325 Mt 12: 40: 'Del mismo modo que Jonás estuvo tres días y tres noches en el vientre de la ballena, así estará el Hijo del hombre tres días y tres noches en el corazón de la tierra.

AROCENA-1.Págs. 149-150


2.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

* Este salmo es una SUPLICA, mediante palabras muy sencillas. Hagamos el ensayo de repetir, seguidamente los quince imperativos (quince "peticiones") contenidas en este poema, tal como lo hemos indicado más arriba. ¡Qué hechizo! ¡Qué súplica! Pero este salmo es también un HIMNO, que canta, con igual ritmo, al absoluto de "Dios-sólo", y el amor-fiel de Dios. Observemos y recitemos las trece repeticiones de la palabra "Señor", "Dios"... ¡Qué insistencia! ¡Qué conversación!

"¿Quién" es este hombre que suplica y alaba? Se presenta él mismo mediante dos características. Es ante todo un "Hassid", un "fiel", un "servidor de Dios", es alguien que se siente de Dios, totalmente "orientado hacia" Dios, mediante la fe y la confianza. Es igualmente un "Anawim" un "pobre", un "desgraciado", que ora desde su situación: angustia, opresión por parte de los orgullosos y los poderosos. Alguien que pide ser liberado del mal, de todo mal, es decir de sus "enemigos", pero también del "sheol" (abismo de los muertos), y del pecado (todo lo que se opone a Dios).

¿A qué Dios se dirige? Al Dios "lleno de HESSED", el Dios lleno de "AMOR" (expresión que se repite dos veces). Las dos palabras "hessed" y "hassid" son correspondientes: todo se resume así: hay un Dios que es "amor", y un hombre que está "enamorado"...

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

** El salmo culmina con una última "súplica": "Señor, haz conmigo un signo de bondad...". Imaginémonos a Jesús recitando este salmo. Sí, Jesús es el verdadero "signo" de Dios. El que nos saca del abismo de la muerte"... El que nos "libera de nuestros enemigos"... Quien manifiesta la "Hessed" de Dios.

En el "Padrenuestro", Jesús tomó varias peticiones de esta oración. "Santificado sea tu nombre... Todas las naciones glorificarán tu nombre...". "Perdona nuestras ofensas... Tú, que eres bueno y perdonas...". Los padres de la Iglesia, y los místicos de todos los tiempos, recitaron gustosos los salmos "con Jesús", y "en nombre de Jesús".

Recitemos este salmo, poniéndolo en labios de Jesús a lo largo de la Pasión: "Inclina tu oído, Señor, escúchame que soy un pobre desamparado... En el día del peligro te llamo... Dios mío, unos soberbios se levantan contra mí, una banda de insolentes atenta contra mi vida; mírame, ten compasión de mí, haz un 'SIGNO' de bondad... que lo vean mis enemigos y se avergüencen, porque tú, Señor, me ayudas y consuelas"... Una vez más, somos llevados a la "resurrección", al "signo", al único "signo" que hace Jesús. "Esta generación pide signos: no se le dará otro que el de Jonás, que permaneció tres días en el seno del monstruo marino..." (Mateo 12,39-40).

TERCERA LECTURA CON NUESTRO TIEMPO ORAS/FORMALISTAS

*** "Escucha, responde, mira, oye". Oración familiar, que utiliza las palabras más sencillas del diálogo humano. En la oración, estamos ante "alguien". ¡Alguien que nos mira! ¡Alguien que nos escucha! ¡Alguien que nos ama! Es el balbuceo de la oración. Nuestras oraciones son a menudo vacías y formalistas porque nos contentamos con repetir mecánicamente palabras y palabras y palabras.. . Cuando lo que necesitamos es tomar conciencia de una "presencia".

"Soy pobre, te llamo el día de mi angustia". Cada uno de nosotros tenemos pobrezas y angustias personales... Desde allí debemos orar. No debemos ser altivos ante Dios, ni poner nuestras pruebas entre paréntesis. Dios mismo nos invita a transformarlas en oraciones.

"Todas las naciones se postrarán ante Ti". La oración más íntima, la oración más individual (aquí domina el "yo" y el "mí") nunca debe excluir una dimensión de solidaridad más amplia. Aun cuando me encuentro solo, en mi habitación, "todas las naciones" del planeta están allí, conmigo, ante Ti.

"Unifica mi corazón...". La oración más original de este salmo. Dejemos resonar esta petición en el fondo del corazón. "¡Unifica mi corazón!". Que mi corazón todo entero sea para Ti. Que Dios haga en mí ia unidad. Una de las causas de desequilibrio en nuestro mundo moderno es la dispersión, la tensión en todo sentido. ¡Qué apacible es la vida de quien ha encontrado la unidad en su ser!

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo II
PAULINAS, 2ª Edición
BOGOTA-COLOMBIA-1988.Págs. 132-135


3. «Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad».

Hoy pido que me guíes, Señor. Me encuentro a veces tan confuso, tan perplejo, cuando tengo que decidirme y dejar al lado una opción para tomar otra, que he comprendido al fin que es mi falta de contacto contigo lo que me hace perder claridad y perderme cuando tengo que tomar decisiones en la vida. Pido la gracia de sentirme cerca de ti para ver con tu luz y fortalecerme con tu energía cuando llega el momento de tomar las decisiones que marcan ¡ni paso por el mundo.

A veces son factores externos los que me confunden. Qué dirá la gente, qué pensarán, qué resultará... y luego, todo ese conjunto de ambiente, atmósfera, prejuicios, modas, críticas y costumbres. No sé definirme, y me resulta imposible ver lo que realmente quiero, decirlo y hacerlo. Te ruego, Señor, que limpies el aire que me rodea para que yo pueda ver claro y andar derecho.

Y más adentro, es la confusión interna que siento, los miedos, los apegos, la falta de libertad, la nube de egoísmo. Allí es donde necesito especialmente tu presencia y tu auxilio, Señor. Libérame de todos los complejos que me impiden ver claro y elegir lo que debería elegir. Dame equilibrio, dame sabiduría, dame paz. Calma mis pasiones y doma mis instintos, para que llegue a ser juez imparcial en mi propia causa y escoja el camino verdadero sin desviaciones.

Guíame en las decisiones importantes de mi vida y en las opciones pasajeras que componen el día y que, paso a paso, van marcando la dirección en la que se mueve mi vida. Entréname en las decisiones sencillas para que cobre confianza cuando lleguen las dificiles. Guía cada uno de mis pasos para que el caminar sea recto y me lleve en definitiva a donde tú quieres llevarme.

«Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad».

Carlos G. Vallés
Busco tu rostro
Orar los Salmos
Sal Terrae, Santander-1989, pág. 164


4. CATEQUESIS DEL PAPA en la audiencia general del día 16-X-2002

Oración a Dios ante las dificultades
 
1. El salmo 85, que se acaba de proclamar y que será objeto de nuestra reflexión, nos brinda una sugestiva definición del orante. Se presenta a Dios con estas palabras: soy "tu siervo" e "hijo de tu esclava" (v. 16). Desde luego, la expresión puede pertenecer al lenguaje de las ceremonias de corte, pero también se usaba para indicar al siervo adoptado como hijo por el jefe de una familia o de una tribu. Desde esta perspectiva, el salmista, que se define también "fiel" del Señor (cf. v. 2), se siente unido a Dios por un vínculo no sólo de obediencia, sino también de familiaridad y comunión. Por eso, su súplica está totalmente impregnada de abandono confiado y esperanza.

Sigamos ahora esta plegaria que la Liturgia de las Horas nos propone al inicio de una jornada que probablemente implicará no sólo compromisos y esfuerzos, sino también incomprensiones y dificultades.

2. El Salmo comienza con una intensa invocación, que el orante dirige al Señor confiando en su amor (cf. vv. 1-7). Al final expresa nuevamente la certeza de que el Señor es un "Dios clemente y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad y leal" (v. 15; cf. Ex 34, 6). Estos reiterados y convencidos testimonios de confianza manifiestan una fe intacta y pura, que se abandona al "Señor (...) bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan" (v. 5).

En el centro del Salmo se eleva un himno, en el que se mezclan sentimientos de gratitud con una profesión de fe en las obras de salvación que Dios realiza delante de los pueblos (cf. vv. 8-13).

3. Contra toda tentación de idolatría, el orante proclama la unicidad absoluta de Dios (cf. v. 8). Luego se expresa la audaz esperanza de que un día "todos los pueblos" adorarán al Dios de Israel (v. 9). Esta perspectiva maravillosa encuentra su realización en la Iglesia de Cristo, porque él envió a sus apóstoles a enseñar a "todas las gentes" (Mt 28, 19). Nadie puede ofrecer una liberación plena, salvo el Señor, del que todos dependen como criaturas y al que debemos dirigirnos en actitud de adoración (cf. Sal 85, v. 9). En efecto, él manifiesta en el cosmos y en la historia sus obras admirables, que testimonian su señorío absoluto (cf. v. 10).

En este contexto el salmista se presenta ante Dios con una petición intensa y pura: "Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad; mantén mi corazón entero en el temor de tu nombre" (v. 11). Es hermosa esta petición de poder conocer la voluntad de Dios, así como esta invocación para obtener el don de un "corazón entero", como el de un niño, que sin doblez ni cálculos se abandona plenamente al Padre para avanzar por el camino de la vida.

4. En este momento aflora a los labios del fiel la alabanza a Dios misericordioso, que no permite que caiga en la desesperación y en la muerte, en el mal y en el pecado (cf. vv. 12-13; Sal 15, 10-11).

El salmo 85 es un texto muy apreciado por el judaísmo, que lo ha incluido en la liturgia de una de las solemnidades más importantes, el Yôm Kippur o día de la expiación. El libro del Apocalipsis, a su vez, tomó un versículo (cf. v. 9) para colocarlo en la gloriosa liturgia celeste dentro de "el cántico de Moisés, siervo de Dios, y el cántico del Cordero": "todas las naciones vendrán y se postrarán ante ti"; y el Apocalipsis añade: "porque tus juicios se hicieron manifiestos" (Ap 15, 4).

San Agustín dedicó a este salmo un largo y apasionado comentario en sus Exposiciones sobre los Salmos, transformándolo en un canto de Cristo y del cristiano. La traducción latina, en el versículo 2, de acuerdo con la versión griega de los Setenta, en vez de "fiel" usa el término "santo": "protege mi vida, pues soy santo". En realidad, sólo Cristo es santo, pero -explica san Agustín- también el cristiano se puede aplicar a sí mismo estas palabras: "Soy santo, porque tú me has santificado; porque lo he recibido (este título), no porque lo tuviera; porque tú me lo has dado, no porque yo me lo haya merecido". Por tanto, "diga todo cristiano, o mejor, diga todo el cuerpo de Cristo; clame por doquier, mientras sufre las tribulaciones, las diversas tentaciones, los innumerables escándalos: "protege mi vida, pues soy santo; salva a tu siervo que confía en ti". Este santo no es soberbio, porque espera en el Señor" (Esposizioni sui Salmi, vol. II, Roma 1970, p. 1251).

5. El cristiano santo se abre a la universalidad de la Iglesia y ora con el salmista: "Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor" (Sal 85, 9). Y san Agustín comenta: "Todos los pueblos en el único Señor son un solo pueblo y forman una unidad. Del mismo modo que existen la Iglesia y las Iglesias, y las Iglesias son la Iglesia, así ese "pueblo" es lo mismo que los pueblos. Antes eran pueblos varios, gentes numerosas; ahora forman un solo pueblo. ¿Por qué un solo pueblo? Porque hay una sola fe, una sola esperanza, una sola caridad, una sola espera. En definitiva, ¿por qué no debería haber un solo pueblo, si es una sola la patria? La patria es el cielo; la patria es Jerusalén. Y este pueblo se extiende de oriente a occidente, desde el norte hasta el sur, en las cuatro partes del mundo" (ib., p. 1269).

Desde esta perspectiva universal, nuestra oración litúrgica se transforma en un himno de alabanza y un canto de gloria al Señor en nombre de todas las criaturas.