SEGUNDA LECTURA

El plan de Dios sobre la humanidad y el mundo no es su destrucción y su sustitución por otro mundo celestial, sino la elevación de estas realidades terrenas al vértice de su plenitud. Esto es lo que San Pablo llama «recapitular todas las cosas en Cristo». Los cristianos, pues, debemos estar presentes en la evolución de la Historia.


 

El texto entre [ ] puede omitirse por razón de brevedad.

Lectura de la carta del Apóstol San Pablo a los Efesios 1,3-14.

Bendito sea Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. El nos eligió en la Persona de Cristo -antes de crear el mundo- para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él por el amor.

El nos ha destinado en la Persona de Cristo -por pura iniciativa suya- a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre, hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el Misterio de su Voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo, cuando llegase el momento culminante: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

[Con Cristo hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria. Y también vosotros -que habéis escuchado la Verdad, la extraordinaria noticia de que habéis sido salvados, y habéis creído- habéis sido marcados por Cristo con el Espíritu Santo prometido, el cual -mientras llega la redención completa del pueblo, propiedad de Dios- es prenda de nuestra herencia.]