COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 9, 51-62

Par: Mt 8, 18-22 y Lc 9, 51-56 y Lc 9, 57-62

 

1.SEGUIMIENTO

Texto. Todos los exégetas están de acuerdo en señalar la importancia de este texto dentro del conjunto de la obra de Lucas. El v. 51 marca el comienzo de un camino que termina en la insondable compañía del Padre. El camino tiene, por supuesto, un trazado físico, pero es ante todo un arquetipo, un modelo. Lucas va a ir exponiendo rasgos de un caminar en cristiano.

El camino geográfico nos sitúa en un lugar de Samaría, no importa cuál. Samaría era la región situada entre Galilea al norte y Judea, con Jerusalén, al sur. Lo importante es que las relaciones entre judíos y samaritanos no eran en absoluto cordiales. Los samaritanos no eran ortodoxamente judíos: habían desarrollado unas tradiciones y una literatura propias, además de tener un templo autónomo. Heridos en su amor propio de judíos, Santiago y Juan le recuerdan a Jesús en el v. 54 una vieja tradición judía que habla de exterminio de samaritanos en tiempos de Elías, allá por el s. IX a. C. La tradición la encuentras recogida en el primer capítulo del segundo libro de los Reyes. Lucas comenta lacónicamente: Jesús se volvió y los reprendió. Y se marcharon a otra aldea.

El camino como trazado geográfico continúa. Pero lo realmente importante es la voluntad de seguimiento. El verbo seguir domina la segunda parte del texto, en la que Lucas ha reunido tres máximas de Jesús. Las zorras tienen madrigueras, y los pájaros, nidos; el Hijo del Hombre, nada de nada. Deja que los muertos entierren a sus muertos. El que echa mano al arado y sigue mirando atrás, no sirve.

Lenguaje recio, desconcertante, estridente, absurdo en algún caso. ¿Acaso pueden los cadáveres enterrarse a sí mismos? ¡Y sin embargo esto es lo que Jesús dice! Toda cultura oral necesita de frases cortas y de imágenes extravagantes como vehículo de enseñanza memorizable. Cuanto más extravagantes y agresivas, mejor. Si alguno te golpea en una mejilla, ofrécele también la otra. Si alguien quiere quitarte el manto (ropa exterior), dale también la túnica (ropa interior) (/Lc/06/29). Precisamente su carácter desconcertante y gráfico confiere a estas frases la máxima garantía de autenticidad. Nos hallamos ante máximas literalmente pronunciadas por Jesús, quien indudablemente fue un consumado maestro del lenguaje y de la comunicación. Deja que los muertos entierren a sus muertos. Portentosa paradoja, por lo redonda, gráfica y absurda.

Pero este mismo carácter paradójico, absurdo en ocasiones, debe llevarnos a resolver la incompatibilidad aparente en un pensamiento más profundo, a buscar el sentido de las máximas en un ámbito más hondo que el de su superficie de formulación. No siempre, sin embargo, se ha hecho esto y, así, se ha querido ver e incluso se sigue viendo en las tres máximas de hoy la invitación a sacrificar la seguridad personal (vs. 57-58), los deberes filiales (vs. 59-60) y los sentimientos y vínculos familiares (vs. 61-62). Tremenda aberración, que ha destrozado a muchas personas por haberse quedado en la superficie de la formulación y no haber ni siquiera sospechado el juego recio de la paradoja.

Comentario. El camino que hoy nos disponemos a recorrer es el camino de la vida cristiana y no el de la vida consagrada. Lucas dedica su Evangelio a Teófilo (/Lc/01/03), nombre que significa amigo de Dios. ¡Teófilos somos todos! Es hora de devolver a la vida cristiana la perfección de la que se ha adueñado unilateralmente la vida consagrada. El caminante cristiano, al mirar a su alrededor, ve a otros caminantes que no son cristianos. En ocasiones éstos hasta se meten con él, llegando incluso a la burla o al rechazo. Al caminante cristiano le gustaría acabar con ellos, pues en su opinión se lo merecen: ¡no son cristianos! Pero Jesús se le queda mirando fijamente y le dice: sigue caminando.

Y así lo hace, llevando dentro la utopía: un mundo de valores diferentes de los que constata a su alrededor. Alrededor que, la verdad, no es malo, pero que el caminante cristiano siente y sabe que puede ser mejor. Lo sabe porque lo aprende de Dios. El alrededor más los valores que el caminante lleva dentro aprendidos de Dios, todo ello constituye el Reino de Dios. No es fácil construir este Reino. El propio caminante cristiano experimenta con fuerza la llamada de valores no utópicos, que incluso llega a hacer suyos sin darse cuenta. Poseer, dominar, ser superior, trepar, pasar... Se precisan ciertamente esfuerzos, vigilancia y sacrificio para no dejarse arrastrar por estos valores antiutópicos. Con la máxima de los vs. 57-58, la de las zorras y pájaros, Jesús invita al caminante cristiano a ese esfuerzo, a esa vigilancia, a ese sacrificio.

¿Le invita solamente? Presiento que detrás de lo desconcertante y absurdo de las máximas segunda y tercera, la de los cadáveres enterrándose a sí mismos y la de la mirada atrás desde el arado, se esconde algo más que una invitación. Esas máximas son una súplica, un grito, una llamada imperiosa de Jesús: ¡Caminante: sigue siendo cristiano!, ¡sigue viviendo con fuerza los valores del Reino de Dios para que tu alrededor sea diferente!, ¡sigue siendo cristiano!, ¡por favor!.

ALBERTO BENITO
DABAR 1989, 35


2.

De camino hacia Jerusalén. Todos los sinópticos hablan de un viaje de Jesús a Jerusalén. Pero sólo Lc ha hecho de él un motivo catequético básico: la vida de Jesús fue también un largo caminar hacia una meta. Durante el mismo, instruyó a la comunidad de discípulos de cara a su propio caminar. El discípulo de todos los tiempos encuentra aquí el canon perenne de su actuación cristiana.

Como telón de fondo del relato están la enemistad y el odio entre samaritanos y judíos: originariamente, de tipo racial; después, además, de tipo político y religioso. El camino habitual de Galilea a Jerusalén pasa por Samaría: Jesús, dirigiendo al grupo galileo de discípulos, irá por él. Pero no es esto lo que molesta a los samaritanos, sino la finalidad del viaje: el ir al templo de Jerusalén lo interpretan como una infravaloración de Garizín. A la propuesta de los discípulos, Jesús reacciona regañándolos: el discípulo no puede moverse por sentimientos de venganza, desquite o intransigencia. Es una crítica de Jesús a las posiciones maximalistas.

Las respuestas de Jesús en cuanto al seguimiento hay que entenderlas en la capacidad de sugerencia que adquiere el lenguaje en una cultura de tipo oral: no es tan importante lo que se dice cuanto lo que se quiere decir. El contenido de las propuestas de Jesús significan, pues, que seguirle, condición de todo discípulo (=cristiano), exige disponibilidad total, radicalidad de entrega y coherencia.

EUCARISTÍA 1989, 30


3. RD/SEGUIMIENTO:

La segunda parte de la lectura contiene tres palabras de Jesús en torno a las actitudes del que quiere seguir como discípulo: debe calcular antes el riesgo que esta decisión implica. El primero que se le acerca se manifiesta lleno de un espontáneo entusiasmo. La respuesta de Jesús: "...el Hijo del Hombre no tiene donde reclinar la cabeza", le recuerda que su existencia tiene como objetivo el "caminar" hacia Jerusalén, es un éxodo permanente. El segundo es invitado por Jesús al seguimiento, pero el llamado pone condiciones. La respuesta de Jesús ofrece dificultades de interpretación: "Deja que los muertos entierren a sus muertos...". Deja que los indecisos entierren a sus muertos. La renuncia al seguimiento de Jesús es una renuncia a la vida. El tercero es una síntesis de los dos anteriores: manifiesta espontáneamente su voluntad de seguir a Jesús pero con condiciones. Tiene una semejanza con la vocación de Eliseo leída en la primera lectura. "El que... sigue mirando atrás, no vale para el Reino de Dios": El seguimiento de Jesús exige una dedicación absoluta al Reino, por encima de los sentimientos y proyectos personales.

JUAN NASPLEDA
MISA DOMINICAL 1989, 14


4. JERUSALÉN GALILEA

Con esta página comienza la parte central de la narración de Lucas. Casi diez capítulos (19-28) para hablar del viaje (o "subida") de Jesús a Jerusalén. Marcos y Mateo lo despachan en unos pocos versículos.

Para Lucas la ciudad santa representa el culmen, el punto de llegada de todo el itinerario de Cristo.

Con puntillosa insistencia, Lucas precisa, seis veces, que Jesús está viajando hacia Jerusalén. Se intuye inmediatamente, sin embargo, que la capital no es sólo el punto de llegada de un viaje, sino el coronamiento de una historia de esperas y promesas. Jesús llega finalmente a Jerusalén, pero sólo para cumplir, a través de su pasión, muerte y resurrección, su "éxodo" hacia el Padre. Viaje ideal y real al mismo tiempo. Así, pues, la historia termina en Jerusalén y vuelve a partir de Jerusalén.

Y es saliendo de aquí cuando los apóstoles deben "hacer éxodo" para llevar la "alegre noticia" hasta "los confines de la tierra" (Hech 1,8).

Jerusalén será el centro de los eventos sucesivos de la salvación. Para lo otros dos sinópticos -Marcos en particular- la perspectiva es diversa. Es más, existe una neta oposición entre Galilea y Judea. Galilea es la cuna del evangelio. Judea representa la tierra del rechazo. Jesús va a Jerusalén sólo para morir. Y la cita con el resucitado se fija en Galilea. Aquí es donde todo ha empezado. De aquí debe salir de nuevo el movimiento de evangelización para el mundo entero.

Volvemos a Lucas. El, evidentemente, no presenta un calendario de viaje. Hay que desaconsejar resueltamente a quien quiera seguir los diez capítulos en un mapa. Sería para volverse loco.

Encontramos a Jesús casi a las puertas de la ciudad santa. E inmediatamente después vemos que se dirige a Galilea. No esperemos de Lucas, sin embargo, precisiones meticulosas de tipo cronológico o topográfico. Su geografía, evidentemente, es una "geografía teológica". Su intento es presentarnos un movimiento ascensional, convergente hacia la ciudad de la luz.

Y, en este extraño e interminable itinerario, Lucas introduce narraciones de sucesos diversos, milagros, instrucciones a los discípulos, predicaciones a la multitud, diatribas del Maestro con los irreductibles adversarios. Lucas construye con mucha habilidad, aunque con algún que otro artificio, un marco que abraza una parte consistente del misterio de Jesús.

En el fondo del cuadro se perfila ya la sombra inquietante de la cruz.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO C
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1985.Pág. 136


5. /Mt/08/18-22

Viene un escriba que pide ser admitido entre sus seguidores. Es hermosa su disposición. Quiere seguir a Jesús a todas partes.

Jesús no contesta con una negativa ni con una aprobación. Solamente muestra lo que aguarda el que le quiera seguir. Porque llegar a ser discípulo de Jesús no solamente significa como quien dice ir a su escuela o para "aprender" algo. Sobre todo significa compartir la vida propia de Jesús.

Los hombres tenemos un hogar o por lo menos el anhelo de llegar a tenerlo. Nos es natural buscar la seguridad en nuestra propia casa. Jesús no tiene en donde reclinar la cabeza. Para él la seguridad de su vida es el Padre del cielo.

Después del escriba viene un discípulo y pide a Jesús que antes de reunirse con él pueda cumplir los deberes de piedad con su anciano padre. Enterrar al padre quiere decir que el discípulo de Jesús quería permanecer en su casa hasta que su padre hubiese muerto, hubiera sido sepultado y quedado él libre de todas las obligaciones con su padre. Esta espera podría también durar un prolongado período de tiempo. La respuesta de Jesús parece sumamente rigurosa. Sígueme. Este seguimiento es mucho más importante y urgente que cualquier obligación filial. Deja a los muertos que entierren a los muertos. El seguimiento a seguir a Jesús como discípulo lleva de la muerte a la vida. El que no es discípulo de Jesús, que no ha aceptado su mensaje del reino y de la vida eterna, está en la muerte.

Los que espiritualmente están muertos y no han oído el llamamiento a la vida y perseveran en el pecado, son también sepultureros de los demás.