COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Ga 05, 01. 13-18

 

1.FE/LIBERTAD:

La Carta a los Gálatas es la Carta Magna de la libertad cristiana. Los pasajes de hoy son unos textos en que se apoya esta afirmación.

La libertad aparece en 4, 31-5, 1 como una descripción de la condición cristiana fundamental, al mismo nivel que otras, como la justificación o la filiación. Se refiere inicialmente a la libertad de la ley del Antiguo Testamento. De toda ella, no sólo de ritos externos. La observancia de esa ley no salva a nadie y se está libre de ella. Ahora bien, ni esa ley, ni ninguna otra, tampoco los mandamientos, por ejemplo. Porque su observancia es obra humana, desproporcionada para hacer al hombre hijo de Dios, que es en lo que consiste realmente la salvación. Nada menos que ello. Esto es aplicable también a las llamadas ley de Dios y de la Iglesia. Porque sólo la adhesión a Cristo por la fe es lo que permite recibir su vida en nosotros y convertirnos en lo que El mismo es. El cristiano está libre de toda ley. Pablo lo repite en esto textos.

Y ello no es luterano o protestante. Sino interpretación correcta de estos pasajes. Por ejemplo: hay tentaciones de seguridad, de autosuficiencia, por medio de la guarda de todo tipo de leyes.

Con ello uno puede -piensa- pasar una factura a Dios y obligarle a que le salve, porque ha cumplido. Es la postura del fariseo, que se da no sólo en tiempos de Cristo, sino en todos los movimientos pelagianos, semipelagianos o voluntaristas de la historia del cristianismo. Hoy día también se da en ciertos sectores minoritarios. Cuanto más interés tiene uno en salvarse, tanto más peligro de caer en esta autosuficiencia, aunque ello le haga sacrificarse mucho y pasarlo mal.

Pues bien, Pablo declara que el cristiano llega a Dios, y se salva por tanto, por otro camino bien diferente. Se está libre, pero unido a Cristo y, por tanto, amando al prójimo, viviendo en el Espíritu, con ética y moralidad. Pero no para salvarse de ese modo, sino porque no se puede vivir en Cristo y en Espíritu de otra manera. Libertad no es vivir según la carne, o las tendencias hacia la autodestrucción, sino lo contrario. Tal es el mensaje de la segunda parte de la perícopa (vs. 5, 14-18).

No sujeción a poderes no humanos, por buenos que parezcan, sino libertad y amor. Tal es también el contenido de la predicación paulina.

FEDERICO PASTOR
DABAR 1989, 35


2. 

Los versículos de hoy comienzan enunciando el resultado de la actuación de Cristo: liberación para vivir en libertad.

Liberación se contrapone a sometimiento y libertad a esclavitud.

Los cuatro antónimos aparecen explícitamente en el v. 1. En el contexto global de la carta se establecen los siguientes procesos: ley - sometimiento - esclavitud; fe - liberación - libertad. La ley, como estatuto jurídico que el hombre tiene que estar continuamente consultando va acorralando a ese hombre en un cerco asfixiante de remordimientos y complejos de culpabilidad que terminan por destruirlo. Liberación de la ley quiere decir liberación de todo ese proceso aniquilador que la ley desencadena.

Esta es la liberación aportada por Cristo; su resultado es la pura alegría de vivir sin cercos asfixiantes. Libertad frente a la ley, libertad de la autodestrucción provocada por la ley. Esta es la llamada que Dios hace al cristiano (v. 13a).

Esta libertad está expuesta a profundos malentendidos y abusos (v.13b). ¿Quién es el causante? El propio hombre en cuanto es carnal, es decir, en cuanto ser legalista, en cuanto ser egoísta.

Deseos de la carne, egoísmo y ley reflejan la misma e idéntica condición humana (cfr. vs. 13, 16 y 18). Evítese, pues, interpretar la expresión "deseos de la carne" en sentido de concupiscencia sexual.

El auténtico y recto ejercicio de la libertad acontece en el mutuo servicio del amor (vs. 13c-14). La realidad de la libertad se da en la vinculación amorosa a los otros. Libertad es ponerse a disposición y dejar disponer de sí. Los deseos de la carne, es decir, el egoísmo, el servirse a sí mismo, llevan a morderse y devorarse mutuamente (v. 15); llevan a la misma destrucción a la que conduce la ley. Homo homini lupus. El amor auténtico, en cambio, es liberación del propio yo y se desarrolla sirviendo a los demás.

¿Cómo perseverar en la libertad del amor? Con la guía y la fuerza del Espíritu (vs. 16-18). Este Espíritu no es un poder dado con la existencia, sino el poder de Cristo mismo venido con Cristo sobre la existencia; es la poderosa presencia de Cristo que irrumpe en nosotros y se nos interioriza. Este Espíritu se impone frente a la carne sólo cuando nos abrimos a él y nos decidimos por él. Es entonces cuando dejamos de estar bajo el dominio de la ley y empezamos a ser libres.

DABAR 1977, 40


3. CARNE/ESPIRITU:

Los gálatas han vuelto a encerrarse en preocupaciones religiosas estériles pues lo que cada uno quiere únicamente es evitar los reproches de Dios, y eso tiene mucho de egoísmo. La vida cristiana, sin embargo, no es así. El que tiene el Espíritu de Cristo no se preocupa por no pecar, sino por amar. Lo que a Dios le importa es que salgamos de nuestros pequeños problemas para que nos anime su Espíritu. Es lo que dice ahora Pablo.

El creyente realmente libre es el que se considera "esclavo" de Cristo. Esa es la manera de "tener fe" en la vida diaria: solucionar todo pensando que soy de Cristo y estoy al servicio de mis hermanos. De ahí nacen alegría y paz.

En el sentido de lo dicho, tampoco "hacer el bien" es todo lo suficiente. El hombre es incapaz de liberarse de su ser "carnal" (Rom 7, 14-23). Solamente la intervención del Espíritu permite al hombre el llegar a cumplir su verdadera vocación de hombre. Ahora bien, todo esto tampoco significa que "espíritu" y "carne" son dos partes del hombre, sino sólo dos orientaciones divergentes de toda persona.

EUCAristía 1989, 30


4. A/LIBERTAD:

El cap. 5 de la carta a los gálatas constituye la conclusión auténtica de esta carta. Pablo no aporta nuevas perspectivas sobre la libertad cristiana, sino que resume con pasión los puntos esenciales de lo que ha dicho sobre ello y se preocupa, sobre todo, de que sus corresponsales adopten un estilo de vida que manifieste la libertad obtenida en Jesucristo. a) La lectura de este día recuerda a primera vista el tema general de la carta a los gálatas: la libertad adquirida en Jesús, y muestra que la auténtica libertad se vive en la obediencia a la verdad y al Evangelio. El primer versículo afirma nuestra liberación, pero no especifica de qué ni de qué manera hemos sido liberados. Para saberlo basta volver a los primeros capítulos de la carta: la cruz es lo que libera al hombre, radicalmente (Gál 1, 4; 4, 5), y esta liberación se hace personal cuando cada hombre concreto escucha la predicación apostólica y se adhiere a ella (Ga 3, 1-5). Encontramos de nuevo aquí a propósito de la libertad, el esquema que Pablo ha desarrollado ya en Rom 5, 6-11 y en 2 Cor 5, 14-21, al tratar de la justificación y de la reconciliación: la libertad es una realidad ya adquirida para la humanidad por iniciativa de Dios y por la muerte de Cristo. Pero falta la integración de cada hombre en este misterio de libertad, y esto es precisamente lo que viene a hacer el apóstol.

Pero ¿de qué hemos sido liberados? En su carta a los gálatas, Pablo piensa, sobre todo en la liberación de las prácticas de la ley (circuncisión, días sagrados, etc. Gál 3, 10-22; 4, 9-10).

Designa estas prácticas con la imagen del yugo (cf. Eclo 51, 31-37 y Mt 11, 28-30). De todos modos, la libertad evangélica se opone, no sólo a la esclavitud de la ley, sino también a toda esclavitud religiosa (Rom 8, 21), a toda alienación del hombre por lo sagrado. b) El amor es la expresión de esta libertad cristiana; en primer lugar, porque es el cumplimiento de la ley (v. 14): la vida religiosa y moral liberada de las infinitas sobrecargas legalistas, puede concentrarse en el precepto único del amor; en segundo lugar, porque el amor y el servicio a los demás (v. 13) permiten liberarse de la esclavitud de la carne o, más concretamente, del egoísmo.

c) Los vv. 16-17 desarrollan precisamente esta oposición entre carne y espíritu. La carne designa el camino que elige el hombre dominado por su autosuficiencia, sin contar con la ayuda especial de Dios y de su Espíritu. La exhortación de Pablo a elegir entre la carne y el Espíritu muestra claramente que el creyente no queda introducido automáticamente en la esfera de la salvación: no es menos carnal que el incrédulo, pero el Espíritu de libertad se le ofrece como una posibilidad concreta de victoria sobre sí mismo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 111


5.

La primera frase que leemos viene a ser como un resumen del mensaje de la carta. Cristo no sólo nos ha liberado de la esclavitud de la Ley y del pecado, sino que nos quiere libres, nos ha colocado en un estado de libertad. Algunos gálatas querían volver al yugo de la Ley, a la esclavitud.

Dios llamó a los gálatas, por medio de la predicación de Pablo, a ser libres, a salir del mundo antiguo de la Ley y del pecado, para vivir en la nueva creación de Dios. Pero la libertad puede ser mal entendida si no se tiene en cuenta el amor, del cual nace. Precisamente porque es fruto del amor, la libertad verdadera lleva al servicio de los hermanos, lleva a "amar al prójimo como a ti mismo". Este es el criterio perpetuo para saber si vivimos de verdad la libertad que Cristo nos ha ganado y nos ha dado.

El celo por la ley o la posesión del Espíritu mal entendida conducen al orgullo, a la enemistad y a la envidia, conducen a devorarse mutuamente. Por eso hay que dejarse guiar por el Espíritu, que es el principio de filiación y, por tanto, de fraternidad, y no dejarse llevar por la carne, que significa todo aquello que hay en el hombre que se opone a Dios. La lucha entre Espíritu y carne no es entre "espíritu" y "cuerpo", sino entre lo que Dios quiere y lo que va contra ese querer, que a veces son cosas muy "espirituales". El que se deja conducir por el Espíritu no se enorgullecerá de haber cumplido la Ley o de ir contra ella. Será libre, será hijo de Dios, sencillamente.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 9


6.

-Llamados a la libertad (Ga 5, 1.13-18)

Pablo vuelve, una vez más, sobre el problema de la Ley, de la que Cristo nos ha eximido para la libertad. Habría que decir: nos ha liberado para la libertad. Esto, como haría un hebreo, sería reforzar la imagen y posibilitar un mejor acceso a la realidad del hecho. La Ley impuesta al pueblo de Dios era una primera etapa de su salvación. Era una ley "educativa". Pero era preciso observarla, y sabemos que no fue así. En realidad, fue la Ley la que hizo que los hombres conocieran la situación en que se hallaban: una situación en la que el pecado gravitaba sobre su vida esclavizándoles, no liberándoles. Las obligaciones externas de la Ley no pudieron acarrear la liberación total del hombre; por el contrario, le pusieron en una situación de mayor opresión que nunca.

Fue Cristo en persona quien vino a liberar completamente al hombre. La promesa de una liberación le había sido ya hecha a Abrahan, a quien la fe en Dios le justificó. También a nosotros nos libera la fe en la liberación prometida y realizada en Jesucristo. Cristo nos libera del pecado y de toda opresión externa de la Ley.

Se comprende que semejante doctrina debía "chocar" a los que se habían convertido del judaísmo, para quienes, si bien había que seguir a Cristo, no menos necesario era obedecer a la Ley. Para ellos la salvación, la justificación, dependía de esta doble actitud. Pero Pablo piensa que la justificación es un don gratuito que llega a todos aquellos a los que Dios quiere salvar, incluso a quienes no forman parte del pueblo judío, pero, con la condición, "sine qua non", de creer.

La carta que hoy leemos corresponde a esta situación dogmatico-práctica que provoca la crisis entre los gálatas. Deben sentirse libres y no volver a caer en las cadenas de su antigua esclavitud. El evangelio nos revela la libertad; por consiguiente, no hay que darle las características de la Ley y asimilarlo a esta.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 6
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 9-21
SAL TERRAE SANTANDER 1979.Pág. 143


7./Ga/05/01-25: ES/LIBERTAD:

Para un judío, la gracia de Dios no es incompatible con la circuncisión, porque Cristo asume a su propio pueblo con todas sus tradiciones (por eso Pablo llegó al extremo de circuncidar a Timoteo, que era judío). Pero si un no-judío, después de haberse bautizado, cree que necesita la circuncisión para salvarse, demuestra no creer en el don que Cristo le ha hecho: se autoexcluye de la gracia de Cristo. Y si se circuncida, pero después no cumple la ley (¡aquí sí que podríamos hacer aplicaciones!), la cosa es todavía peor. La libertad es, pues, una vocación.

Después de haber pronunciado varias veces palabras como «libre» "libertad", «liberar», Pablo se acuerda del sentido que el hombre "carnal" (en general, inclinado al pecado) da a estas palabras, y hace una serie de precisiones que el cristiano maduro daba ya por supuestas: que no se trata de la libertad como pretexto, sino de la libertad profunda, la que da el Espíritu de Dios.

Porque la excusa de la libertad la hacemos servir precisamente cuando somos menos libres, cuando no nos sentimos con fuerzas para hacer (o para pedir a Dios) que nuestra razón y nuestra voluntad más profunda triunfen en nuestra vida. En cambio, la libertad que da el Espíritu es una superioridad, apoyada en Dios, ante todos los acontecimientos de la vida; es la capacidad de encontrar el lado bueno de todas las cosas y, por eso, es amor, alegría, paz, magnanimidad... Dicho en otras palabras: es el instinto de aceptar aquello que Dios quiere de nosotros, sin necesidad de que ninguna ley nos lo imponga.

J. SANCHEZ BOSCH
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 258 s.

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