COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
1 R 19, 16b. 19-21

 

1.

Contexto:

-Elías, protector de los pobres y defensor del monoteísmo, está sufriendo tan dura persecución que llega, incluso, a desearse la muerte; pero el Señor no le abandona en su huida, sino que le conforta con una comida y una bebida milagrosa. Así podrá continuar su ruta hasta la montaña de Dios tras un peregrinaje de cuarenta días y cuarenta noches (número evocador).

-Y tras el encuentro, el Señor le ordena volver a su pueblo para que continúe la lucha y la historia pueda seguir su curso. Por eso debe ungir a dos reyes (en realidad esta tarea la realizó Eliseo, pero el autor goza haciéndola remontar hasta el maestro) y a un sucesor en su oficio: Eliseo.

* Texto:

-Este relato expone la vocación de Eliseo e intenta acreditarle como sucesor legítimo de Elías. La llamada divina es muy diversa, pero no por eso menos auténtica. La de Elías se asemeja mucho a la de Moisés: los dos se encuentran con el Señor en el monte Horeb, aunque el uno entre rayos y truenos y el otro en medio de una suave brisa (Dios es libre, e incluso paradójico, en su forma de manifestarse), los dos dejan un sucesor como continuador de su misión: Josué, que recibe el bastón de mando, y Eliseo, sobre quien se echa un manto como signo de investidura e invocación (v. 19). Por el contrario, la llamada de Eliseo no está envuelta en teofanía alguna, sino que es mucho más prosaica: mientras realiza sus labores agrícolas (de la misma manera Moisés -según otro relato-, David, Amós, Gedeón, Samuel, Saúl, Simón, Andrés... y otros muchos: mientras guardan las ovejas o realizan otras tareas cotidianas).

-El ungir a un profeta como Eliseo (v. 16) es algo inaudito en el mundo bíblico, ya que era privilegio exclusivo de reyes y de sacerdotes. De hecho, cuando llega el momento oportuno, Elías no le unge, sino que le echa encima su manto milagroso (v. 19; cfr. Zac. 13, 4). El manto une a maestro y discípulo en la labor ininterrumpida de la misión profética.

-Eliseo se despide de sus padres y lo celebra con un banquete. La llamada implica un cambio generoso de vida y por eso sacrifica los bueyes con los que araba y obtenía sus ingresos de vida; pero toda llamada debe ser alegre, y por eso la celebra con un banquete.

* Reflexión: Elías no impide a Eliseo decir adiós a sus padres. Tal vez, basados en una lectura superficial del texto evangélico de hoy, muchos han dado una interpretación errónea de la "llamada" al ministerio profético, evangélico; ser "llamado" no puede equivaler a orillar a padres y hermanos para servir a una institución religiosa. La llamada profética es dura, implica aguante, conlleva incomodidades sin cuento..., pero más que un desgarro familiar debe ser una ruptura con un "status quo" profesional. Eliseo mata a los bueyes, quema los aperos..., y come con alegría en medio de los suyos. El discípulo de Jesús deberá renunciar a toda seguridad: cargos, poderes, insignias, influencias, autocomplacencia... ¿No resulta irónico que entre los discípulos de Jesús se pretenda establecer grados? ¿No es sonrojante que muchos clérigos orienten toda su vida a la espera de...? ¿Y qué decir de los que más que atender al pueblo de Dios sólo viven pendientes de "caer bien" para ser atendidos? Dulzura con los suyos, radicalidad y actitud sin componendas con la "profesionalización". Esa es la dificultad de la llamada.

A. GIL-MODREGO
DABAR 1989, 35


2.VESTIDO/MANTO:

Elías impone su manto sobre Eliseo para significar que le transfiere la misión profética. Es como una imposición de manos: el vestido era considerado como parte de la persona que lo vestía. Por lo tanto, el gesto de Elías significa que Eliseo participa desde este momento del espíritu de Elías. Esta concepción acerca del vestido la vemos claramente en el caso de Jonatán que, queriendo expresar su amistad con David y hacer un pacto con él, le entregó su manto y David, vestido con el manto de su amigo, participó de su fortaleza, de suerte que tuvo éxito en todas sus empresas bélicas (1 S. 17, 4-5). También cuando David mostró su arrepentimiento por haber cortado fraudulentamente un trozo de manto a Saúl, entendiendo que eso era una injuria a la misma persona sagrada de su propio rey (1. S. 24, 6-7). Y todavía hoy entre nosotros se considera una grave injuria el cortarle a uno el remate de su boina o la punta de la corbata, pues es como si esto afectara a la misma persona.

EUCARISTÍA 1971, 39


3.UNCION/FORTALEZA:

Para ilustrar los relatos de vocaciones de discípulos de Jesús que hallaremos en el evangelio de hoy (especialmente el último), leemos la vocación del profeta Eliseo. El fragmento forma parte del ciclo de Eliseo, pero ha sido introducido en el de Elías porque es este último el que lleva la iniciativa en el episodio.

Pero la iniciativa básica, según el v. 16, no es de Elías sino de Yahvé, que le ordena ungir a Eliseo. La unción con el aceite sagrado era un gesto sensible que quería expresar la infusión invisible del Espíritu de Yahvé. El simbolismo natural sería que así como el aceite lo penetra todo, así la fuerza divina llega hasta lo más íntimo de los hombres que Dios elige. La unción sagrada externa la recibían primitivamente sólo los reyes: el rey de Israel es el Ungido del Señor, el "Mesías". Después del exilio se introdujo la costumbre de ungir también a los sacerdotes con el aceite sagrado, que ningún laico podía recibir. Son los tiempos en que los judíos no se rigen ya por una monarquía, sino por una teocracia sacerdotal. Los profetas recibían el Espíritu, que los movía a hablar y a obrar, pero no eran objeto de una unción sagrada ritual, como los reyes y los sacerdotes. Si el v. 16 habla de ungir a Eliseo para que sea el sucesor de Elías, es en sentido figurado, por analogía con la unción visible del rey Jehú, de la que se habla en el mismo versículo (16a, omitido en el leccionario). En realidad, en el relato de la vocación de Eliseo no se encuentra ningún rito de unción, sino sólo el de imponer el manto característico de los profetas. El manto de Elías significaba también el poder de Dios: antes de ser llevado al cielo, Elías lo usa para abrirse paso entre las aguas (2 R 3,7) y Eliseo, como prueba de haber sido acogida su petición de obtener el espíritu de su maestro, repetirá el prodigio sirviéndose también del manto de Elías (2 R 3,14).

Aunque Jesucristo no recibió ninguna unción ritual, ni la de los reyes davídicos ni la de los sacerdotes levíticos, sobre él descansó la plenitud del Espíritu, con el poder de comunicarlo a todos los que creerían en él y recibirían la unción bautismal.

HILARI RAGUER
MISA DOMINICAL 1977, 13