REFLEXIONES

1.

- ANDAR EN UNA VIDA NUEVA. ¿Y CÓMO SE HACE?

San Pablo nos dice que el bautismo recibido hace que "andemos en una vida nueva". Cada domingo, en la celebración de la Eucaristía, renovamos lo que empezamos en el bautismo. Y, aun así, la experiencia común hace que nos demos cuenta de que nuestra vida, por mucho que hayamos recibido los sacramentos, tiene más bien pocas novedades, está instalada en unas formas de actuar, de pensar, de hablar que no cambian salvo ocasiones especiales.

Ante esto pueden surgir interrogantes como por ejemplo: ¿es que una cosa es el evangelio y otra la realidad? Preguntas de este tipo manifiestan perplejidades. Y deben ayudarnos, a los responsables de la pastoral, a sopesar el contenido de los mensajes que se dan en nuestras comunidades. Y no sólo en las homilías que, ciertamente, son bastante determinantes para provocar o no estas perplejidades. Sino también, y muy especialmente, en las catequesis y en todos los ámbitos pastorales que se refieren a la educación de la fe. Pero no podemos hacer entrar un mensaje a base de palabras si no va acompañado de una vivencia evidente de los cristianos más cercanos, empezando por la propia persona que lo dice. Igualmente con las homilías, que pueden quedar a un nivel de exigencia moral que no encaja con la experiencia.

Cierto es que, por otro lado, no podemos reducirnos a la realidad. Y que la predicación del evangelio siempre debe tener la preocupación de levantar el listón, de ayudar a tener una vida más humana. Y también es cierto que esto se debe hacer siempre de forma que sea creíble. He aquí, pues, un punto de reflexión para los responsables de la celebración, que se puede hacer extensible al conjunto de los agentes de la pastoral de la comunidad.

- LA VIDA NUEVA ES UN DON QUE RECIBIMOS

San Pablo insiste mucho en la gratuidad de la fe. Y nosotros también debemos insistir. La misma manera de celebrar la Eucaristía debería quedar tocada por este mensaje. Por ejemplo, la manera de plantear la asistencia a misa, que nunca se puede reducir a una obligación, sino que debemos ayudar a que sea vivida como respuesta agradecida.

También debería cambiar, desde esta perspectiva, el planteamiento de la participación de los miembros de la comunidad, que nunca puede ser pensada ni presentada como una dinámica para combatir la pasividad de la gente, ni tampoco pensando que la celebración sólo tiene sentido si todo el mundo dice alguna idea u opinión en público; sino que se trata de recibir activamente lo que nos viene dado, y esto lo hace tanto quien lee o dirige los cantos o preside como todos los demás que escuchan, cantan, oran, se levantan, se acercan a comulgar, etc. El tono de las homilías (y el de las peticiones de la oración universal, que tantas veces son exhortaciones encubiertas) también debe quedar tocado por esta convicción de los que hemos recibido la fe; no podemos reducirlo todo al compromiso, a la exigencia moral, por más que no podamos olvidar esta dimensión de la fe; pero de lo que se trata es de poner en relación el evangelio recibido con la vida cotidiana.

- PENSANDO EN LA HOMILÍA DE HOY

El evangelio es la continuación de lo que Jesús dice a los apóstoles, a los enviados en la misión. Nos ofrece una serie de puntos de meditación importantes. Deberemos escoger. Por un lado, la centralidad de Jesucristo en la vida del cristiano: "El que quiere a su padre o a su madre... a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí". Una frase que no se debe leer en clave excluyente. El amor a Jesucristo no anula el amor a la propia sangre. La clave de lectura es la centralidad del Señor y la fe en el amor que nos tiene, fuente del amor que tenemos por los nuestros y por el prójimo.

Un segundo punto es el de la cruz: "El que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí". Aquí la cruz quiere decir asumir el camino de Jesús en todo, con todas las consecuencias, también la de la cruz, es decir, con la posibilidad de sufrir por fidelidad al amor hasta el final. Evitemos, pues, una lectura de esta frase que consista en adornar los sufrimientos de las personas. Otra cosa es que partamos de la persona que sufre y veamos, a los ojos de la fe, una imagen de Cristo crucificado que se identifica con todas las víctimas del mal y de la muerte. Pero el sentido es fundamentalmente el primero.

Otro aspecto, común a los dos primeros que he enumerado, es el del seguimiento de Jesús. El evangelio nos ofrece la imagen del camino y la imagen del guía, a quien podemos seguir, que escoge unas sendas, y, por lo tanto, rechaza otras.

Y aún, sin ser exhaustivos en la enumeración, encontramos el tema de la identificación de Jesús con sus enviados: "El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado". Es Jesús quien se identifica con sus enviados; no son los enviados los que pretenden identificarse con él. Y Jesús muestra también la comunión que hay entre él y el Padre que le ha enviado. La misma comunión de la que participamos nosotros por los sacramentos recibidos.

JOSEP M. ROMAGUERA
MISA DOMINICAL 1999/09 07-08


2. HOSPITALIDAD/ACOGIDA:

LAS CASAS ABIERTAS A LOS DEMAS TIENEN UNA DIMENSION PROFETICA. La hospitalidad constituye el tema principal de la primera lectura y del evangelio de este ciclo, y no será inútil escuchar la invitación que estos textos dirigen a los cristianos de hoy. En el mundo deshumanizado y muy urbanizado en que vivimos, el testimonio de la hospitalidad de casas ampliamente abiertas a los demás puede adquirir una dimensión profética. Las órdenes monásticas, que han adquirido en el pasado una amplia experiencia de hospitalidad, deberían remozar su testimonio a este respecto, y con ellas todos los hogares, de forma que el encuentro mutuo permita a la personalidad de cada uno tomar cuerpo en un mundo en que el hombre se convierte en un número, de forma que la atención a los demás se convierta en una manera de vivir la disponibilidad y la hospitalidad para que el hombre desarraigado y psicológicamente aislado pueda encontrarse a sí mismo al encontrar la relación y el intercambio gratuito. 

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA V
MAROVA MADRID 1969.Pág. 114


3. FELICIDAD/AGUSTIN S. AGUSTIN: TODO CORAZÓN ESTA CERRADO PARA TODO CORAZÓN: FUNDADA EN OTRO SER HUMANO ESTA ABOCADA AL FRACASO.

Todo intento de fundamentar nuestra existencia en otro ser humano está abocado irremediablemente al fracaso, porque es inevitable el descubrimiento de que el ser del otro padece idéntica finitud a la de nuestro ser y es incapaz, por tanto, de fundamentar con su aceptación o su entrega nuestra existencia. S. Agustín decía que en esta peregrinación de la vida cada uno lleva su corazón, y todo corazón está cerrado para todo corazón.

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VD/ABUSOS:La voluntad de Dios es siempre inequívoca: el bien del hombre. La voluntad de Dios es una voluntad que salva ayudando, sanando, liberando. Dios quiere la vida, la alegría, la libertad, la paz, la salvación, la gran felicidad última del hombre. ¡Cuántas falsas interpretaciones y abusos a lo largo de la historia en el nombre de "la voluntad de Dios"!

F. BORAU
DABAR 1990/35


4. EV/CULTURA-ORAL.

Tal vez resida aquí la principal dificultad para entender el evangelio de hoy. Pertenecemos a una cultura escrita. Nuestra fuente de aprendizaje es la letra impresa. Nuestros maestros parten de unos libros y nos remiten a esos mismos libros; no tienen que preocuparse de técnicas de memorización en la enseñanza; saben que el alumno tiene unos textos.

Jesús, en cambio, pertenece a una cultura oral. Era, además, "maestro". Sus alumnos no tenían libros. ¿Cómo transmitir su enseñanza? Empleando un lenguaje fácilmente memorizable: frases cortas, incisivas, agresivas, chocantes, extravagantes, paradójicas. La enseñanza no está en la frase misma, sino en el impacto y en la sugerencia que esa extraña frase producía y suscitaba. ¡Pero, precisamente por ser extraña, la frase se podía memorizar! La enseñanza no era inmediata, sino de efecto retardado. En una cultura oral, la enseñanza requiere necesariamente la mediación auditiva y contemplativa, exactamente las mediaciones que a nosotros nos faltan. Por eso tenemos dificultad para entender un evangelio como el de hoy. Por eso es muy difícil escribir o hablar sobre este evangelio. Tendemos a "explicarlo". Pero su sentido no viene dado por vía de explicación, sino por vía de sugerencia.

DABAR 1978/38


5.·IGNACIO-ANTIOQUIA-S MU/NACIMIENTO: EMPEZAR A SER HOMBRE.

-"El que pierda su vida por mí la ganará". "Escribo a todas las iglesias y les aseguro que estoy dispuesto a morir gustosamente por Dios. Dejadme ser pasto de las fieras, gracias a las cuales voy a poder alcanzar a Dios. Soy trigo de Dios y los dientes de las fieras habrán de molerme a fin de que sea encontrado como puro pan de Cristo.

De nada me aprovecharon los placeres del mundo y los reinos de este siglo. Prefiero morir en Cristo Jesús que reinar sobre los confines de la tierra. Busco a aquél que murió por nosotros. Deseo a aquél que resucitó por nuestra causa. Estoy a punto de nacer. ¡Apiadaos de mí, hermanos! No me impidáis vivir, no pretendáis que me muera, no me entreguéis al mundo cuando lo que anhelo es ser de Dios, ni penséis en seducirme con lo terreno.

Dejadme alcanzar la luz pura. Allí seré un hombre. Dejadme ser imitador de la pasión de mi Dios.

Mi amor está crucificado y no hay en mí ninguno de los fuegos que aman la materia. Sólo un agua que vive y habla en mí y me dice por dentro: "Ven al Padre". No me satisfacen los alimentos corruptibles ni los placeres de este mundo. Lo que quiero es la paz de Dios, que es la carne de Cristo, y no deseo otra bebida que su sangre, que es la caridad incorruptible".


6. I/LIBERACIÓN: COMUNIDAD DE LA LIBERTAD Y DE LA LIBERACIÓN

El seguimiento supone, por tanto, renunciar a la propia seguridad, a la propia dignidad, a la fama y a la vida. Y eso, no como un deseo de mortificación ascética en la renuncia y en el vencimiento para fortalecer la voluntad, sino por el hecho de asumir en la vida la misma orientación que asumió Jesús: la defensa de la conciencia y de la libertad del hombre, la defensa del débil y marginado, la defensa del oprimido y el esclavo. ( ..) En resumen: el seguimiento de Jesús transforma los valores establecidos, las situaciones adquiridas, la instalación y la seguridad social y económica, el deseo de subir y triunfar en la vida, la estabilidad familiar, los lazos afectivos más entrañables. Todo lo que para un hombre puede representar atadura a algo o a alguien.

Ahora bien, ¿qué quiere decir todo esto, en el fondo? Sencillamente, que la comunidad cristiana es ]a comunidad de la libertad y la liberación. Lo cual quiere decir que la Iglesia se define y se configura esencialmente por la libertad liberadora. Libertad frente a todos los valores que el mundo y la sociedad afirman y defienden. Libertad que capacita a los miembros de la Iglesia para ser ellos, a su vez, agentes de liberación en la sociedad y en la historia. Por eso, el seguimiento de Jesús desemboca inevitablemente en el conflicto con los poderes y sistemas establecidos, es decir, desemboca inevitablemente en el conflicto con todos los agentes de represión y de opresión, con todos los que manipulan al hombre y con todos los que intentan alienarlo. Por eso, el seguimiento de Jesús lleva derechamente a la cruz: "El que quiera venir conmigo, que cargue con su cruz y me siga" (Mt 16, 24 y par.)

José Mª Castillo
El seguimiento de Jesús como tarea
permanente para todo cristiano
"Misión Abierta", abril 1980, pp. 60 y 62


7.

1. El que os recibe a vosotros, me recibe a mí.

Nuestras sociedades occidentales tienden a encerrarnos en la propia casa, desinteresados de los demás. Las circunstancias actuales nos llevan a desconfiar de los desconocidos que se nos acercan. La sociedad de la competitividad ve en los demás a unos posibles rivales. Conservamos nuestro bienestar exportando miseria (el circulo infernal riqueza-pobreza, sociedades desarrolladas-sociedades subdesarrolladas).

Deberíamos reaccionar y no dejarnos engullir por estos mecanismos que nos deshumanizan. Acoger es abrirse desinteresadamente a los demás. Y detrás de estos hermanos, que recibimos y servimos, esta el Otro con mayúscula, el que nos ha hecho a nosotros y a los demás; está Jesús, que "siendo rico, por vosotros se hizo pobre" (2 Co ~,9). Es el misterio de la acogida (recordad Mt 25,3146, un texto muy clásico). Ante una sociedad egoísta, fría e insolidaria -¡donde Dios no está!-, debemos ir edificando un mundo construido sobre la acogida, el calor humano, el reconocimiento fraterno: es la sociedad humanizada empapada de la presencia de Dios.

2. El que encuentre su vida, la perderá.

Amamos la vida y deseamos conservarla. Pero si este amor nos conduce por las sendas del egoísmo, el amor propio y el encerrarse en uno mismo, lo que haremos será estropearla irreparablemente y perderla.

Todo nos dice que la verdad está en la paradoja del grano de trigo -que se destruye para convertirse en espiga-, del amor de los padres -que crecen olvidándose de ellos mismos en beneficio de los hijos-, de Jesús -que resucita después de haberse entregado generosamente hasta la muerte. En una sociedad que nos lleva a agarrarnos celosamente a nuestra vida, también existen mil oportunidades y mil caminos para ir entregándola -y encontrándola- al servicio de los demás. (Convendrá proponer ejemplos viables).

3. El que quiere a su padre o a su madre mas que a mí.

"Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?" (Jn 6,61). Pero Jesús no puede ser un competidor de nuestros amores sanos, legítimos y humanizadores; al contrario, ¡sólo puede fortalecerlos! ¿Recordáis la historia de Abrahan e Isaac? ¡Qué cosa mas absurda! Dios no quiere la muerte de Isaac, que es el gozo de su padre. Ahora, la llamada de Dios a Abrahan tiene más fuerza que los lazos de carne y sangre, y Abrahan deja su país y su clan. E incluso tiene más fuerza que los lazos del padre con el hijo. Como otros, el texto de hoy viene a recordarnos que seguir a Jesús no es la añadidura: pide una disponibilidad y una decisión totales; si, por un absurdo, se opusieran el amor filial o el amor paternal, tiene más fuerza el seguimiento de Jesús. No es este el caso, naturalmente. Pero sí que deberíamos preguntarnos qué estamos dispuestos a arriesgar en este juego y examinar si no somos unos cristianos sin nervio, fofos y contemporizadores. (Procuremos concretar, pero con discreción).

4. Los que por el bautismo nos incoporamos a Cristo...

Nuestra condición de cristianos es algo más que convicción y decisión personales y cordiales. Es un don de Dios que nos incorpora a su Hijo Jesús. El bautismo es como un nuevo nacimiento, como un injerto. La eucaristía es algo más que plegaria, lectura, canto y explicación. Es la acción misteriosamente presente y viva de Jesús en nosotros. Existe una real y profunda comunión de vida con Jesús real: el que ha muerto y ha resucitado.

JOSEP M. TOTOSAUS