COMENTARIOS AL EVANGELIO
Mt 09, 09-13

Par: Mc 02, 13-17   Lc 05, 27-32

 

1.

Contexto. Mateo estructura gran parte de su evangelio de acuerdo a un ritmo binario: palabras y obras. Los dos domingos anteriores se enmarcaban dentro del bloque teórico (palabras); el de hoy se enmarca en el bloque práctico (obras).

Texto. Encuentro de Jesús con Mateo, invitación de Jesús a seguirle y aceptación por parte de Mateo (v. 9). Esto sirve de razón ocasional de una comida de Jesús y sus discípulos con publicanos y pecadores (v. 10). Esta comida desencadena una crítica de los fariseos (v. 11) y una contrarréplica de Jesús (vs. 12-13). El v. 9 tiene función preparar el v. 10. Los vs. 12-13 explicitan el sentido del v. 10.

Pre-texto. Mostrador de impuestos: oficina de recaudación de impuestos y, seguramente en este caso, despacho de aduana. La escena se supone ambientada en Cafarnaúm, puesto fronterizo entre los territorios de Herodes Antipas y de Filipo. Con toda probabilidad, Mateo estaba al servicio directo de Herodes y no de Roma.

Publicano: cobrador de impuestos. En tiempo de Jesús es sinónimo de pecador por su mala fama en materia de justicia o equidad y por su falta de sometimiento a las interpretaciones de la ley dadas por los fariseos, garantes de la religiosidad. Los "pecadores" no son, pues, los hombres en general en cuanto pecadores, sino unas determinadas clases sociales o tipos de gente (publicanos, ladrones, prostitutas, paganos, adúlteros, asesinos, etc.) Lo mismo, aunque en sentido inverso, hay que decir de los "justos".

Comida: signo de comunión en cuanto don y en cuanto participación. Misericordia (hebreo: hesed): actitud gratuita y desinteresada de entrega. Es el amor que va más allá del deber.

Sentido del texto. Jesús rompe con los esquemas y los prejuicios ambientales que funcionaban dentro del pueblo judío. En sus relaciones con las personas, Jesús no tiene en cuenta "etiquetas" o "sambenitos".

Frente a una concepción religiosa hecha de ritos y prácticas, Jesús propone una concepción religiosa hecha de comunión y de amor gratuito y desinteresado.

DABAR 1978/35


2. MATEO-LEVI

El autor relata sobriamente la historia de su propia vocación. Se llama a sí mismo Mateo (que significa "don de Dios"). Marcos y Lucas le llaman Leví. Su nombre completo sería Leví-Mateo, y su oficio el de los publicanos, razón por la que en la lista de los apóstoles (10, 3) se le llama Mateo "el Publicano". Mateo pertenecía al cuerpo de empleados de Herodes Antipas, que se encargaban de recaudar los impuestos. Su profesión era impopular, y entonces se consideraba pecadores públicos a cuantos la ejercían.

Antes de dejarlo todo y seguir definitivamente a Jesús, Mateo prepara un banquete de despedida en su propia casa. Allí acude Jesús como el invitado principal, pero no podían faltar los colegas de Mateo, todos ellos "pecadores" y "publicanos".

Como es natural, los fariseos, que se tenían por justos y eran considerados por el pueblo como oficialmente piadosos, se escandalizaron de semejante reunión. Pues ellos evitaban escrupulosamente el trato con los publicanos y pecadores. Su crítica se manifiesta abiertamente en la pregunta que hacen llegar al Maestro a través de los discípulos.

Jesús acepta irónicamente el punto de vista de sus adversarios y argumenta contra ellos utilizando sus propias armas. Si los publicanos son pecadores, según afirman los fariseos, es evidente que Jesús debe tratar con ellos de la misma suerte que el médico debe tratar a los enfermos y no a los sanos. El trato de Jesús con los marginados no es ocasional, como no lo es tampoco la crítica que levanta con su conducta.

Esta cita de Oseas (6,6), tomada precisamente de la primera lectura de hoy, interrumpe la ilación del discurso, no se encuentra en la versión de Lucas y de Marcos y posiblemente fue añadida por san Mateo. En el presente contexto aporta un motivo más que viene a justificar la opción de Jesús en favor de los marginados.

No perdamos de vista la ironía de Jesús en todas las palabras que dirige a los fariseos. Es evidente que no los considera justos delante de Dios, como tampoco considera a los publicanos pecadores o más pecadores que los fariseos. En realidad todos somos pecadores delante de Dios, que justifica precisamente al impío; es decir, que tiene la iniciativa del perdón y nos hace justos cuando reconocemos nuestro pecado. Aquellos que son considerados pecadores públicos tienen menos dificultad en reconocer su pecado; en cambio, los que son considerados oficialmente justos llegan a creérselo, y se apartan así de la salvación de Dios en Jesucristo. En este sentido hay que entender lo que dice Jesús al afirmar que ha venido a llamar a los pecadores y no a los justos, es decir: a los pecadores marginados por una sociedad hipócrita, y no a los justos que no reconocen su pecado.

EUCAristía 1975/35