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H O M I L Í A

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DOMINGO VIII DEL
TIEMPO ORDINARIO

CICLO A

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A Jesús no le gusta la gente preocupada. Es algo que hiere profundamente lo que él vive con el Padre. ¿Cómo imaginarse tan sólo un segundo que el Padre, que ha creado el universo para la felicidad de sus hijos los hombres, pueda dejarlos en la necesidad? "¡Pagano!", le dice Jesús a todo el que se inquieta.

El cristiano-pagano conoce a Dios, pero no el corazón de Dios.

"¡Hombre de poca fe!". Carecemos de fe cuando para ahogar nuestras preocupaciones preferimos contar con nuestra cuenta en el banco más que con Dios.

-¡Al menos, tener confianza en Dios es algo que puede muy bien compaginarse con una prudencia de simple sentido común! Esas historias evangélicas de avecillas y flores del campo son muy bonitas; pero están los fines de mes, las enfermedades, el paro, la preocupación de saber si podremos pagar al pequeño los estudios, el miedo de no poder salir a flote con la exigua pensión que nos queda. En Palestina, en tiempos de Jesús, se podía fiar uno más fácilmente de Dios.

-El problema no es ése; el evangelio es una palabra para nuestras situaciones. Jesús me dice "pagano" o "verdadero hijo del Padre celestial" sabiendo muy bien que tengo que vivir en el mundo de hoy. Y es por mi actitud ante estas dificultades tan actuales por lo que le irrita mi falta de fe.

Porque se trata ciertamente de un problema de fe. No se trata de jugar a mendigos, sino de saber quién es el que nos libera de las preocupaciones: ¿Dios o nuestro talonario de cheques? Nos disgusta este dilema; nos gustaría poder fiarnos de los dos a la vez. Pero Jesús dice: "Nadie puede servir a dos señores".

Y lo dice porque conoce la seducción del dinero. ¡Como la conocemos nosotros! No lo queremos ante todo para vivir honradamente, aunque con sencillez, sino para estar seguros de que no nos faltará; luego lo queremos para gozar de una mayor comodidad, y finalmente es él el que manda en nuestra vida, entregándola a la triple preocupación de ganar, de comprar y de asegurar el porvenir. Entonces, decirle a Dios que nos dé nuestro pan de cada día se convierte sólo en unas palabras mecánicas.

-Pero ¿es que Jesús quiere que nos portemos como gente imprudente e irresponsable? Sabemos muy bien que el problema no es ése. Vemos claramente la pregunta que Jesús nos plantea y nos gustaría soslayarla: "¿Crees que tienes un Padre en el cielo? ¿Sí o no? Si lo creo, he de rechazar esas preocupaciones a la vez inquietantes pero finalmente tranquilizantes porque son algo conocido. ¡Es mucho más terrible sumergirse en lo desconocido de la confianza! Llegar finalmente a decir: "Padre, sé que me amas y ya no tengo miedo de nada" es escoger la paz en un nivel sumamente profundo de nuestro corazón. Una paz muchas veces fácil, afortunadamente, pero que puede exigir heroísmo: "Danos hoy el pan de cada día", se convierte en un acto de fe muy consciente y en un acto de amor. "No os agobiéis por el mañana" es en adelante nuestra sabiduría. Lo que añade Jesús: "El mañana traerá su propio agobio" no está en contradicción con el triple "No estéis agobiados" que precede, sino que lo matiza. Hay una preocupación necesaria por el trabajo, el salario, la enfermedad, el piso que comprar, el retiro que asegurar. Pero esta preocupación no es buena más que cuando se vive en el interior de la confianza en Dios. Y el signo está claro: estar en paz.

Buscar ante todo el reino es buscar ante todo a Dios, volvernos obstinadamente hacia él, estar seguros de que con él podemos salir adelante. Los que se arriesgan a esta confianza realizan una experiencia extraordinaria: la libertad del corazón.

ANDRE SEVE


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