COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 06, 27-38

Par.: Mt 5, 38-48

Ver también JUEVES DE LA SEMANA 23ª

 

1. 

Hablando de cómo tiene que ser el discípulo Lucas proponía tres rasgos característicos. El fiarse de Jesús (primer rasgo) genera una nueva situación funcional (ser pescador de hombres, tercer rasgo). ¿En qué consiste esta nueva situación funcional?. El evangelio de hoy nos lo explica. La explicación está estructurada en tres partes.

Parte primera: vs. 27-30. El comentario debe ser casi exclusivamente formal: maestría de Jesús en el dominio de técnicas del lenguaje. En una cultura oral, esto era importantísimo de cara a provocar impacto y a facilitar la memorización. Frases muy cortas, barajando términos contrapuestos en un orden fijo. Imágenes intuitivas y chocantes, que producen el asombro desconcertado del oyente. Esto último puede observarse en el v. 29. Hagamos la trasposición del "al que le quite la capa...": "Al que te quite la ropa exterior, dale también la interior". Y el oyente reacciona inmediatamente: "¡Pero me quedo en cueros!" Es la reacción que busca Jesús: el desconcierto del oyente, su K.O. técnico, con miras a provocar en el oyente una nueva mentalidad, unas nuevas categorías de pensamiento y de actuación. Los versículos 29-30 no son casuística, sino invitaciones urgentes a despertar a un nuevo talante.

Acostumbrados a la racionalización del lenguaje, a preguntarnos casi maniáticamente por el mensaje, olvidamos que frecuentemente el mensaje no es fruto de los contenidos, sino de las formas. ¡Y Jesús era un maestro del "juego formal"!.

Parte segunda: vs. 31-35. El grupo cristiano debe ser reconocible por el amor. Este amor no lo concibe Jesús como un sentimiento, sino como una actuación. Por el amor, Dios reconoce al hombre como hijo suyo y el hombre se reconoce hijo de Dios. Este es el premio del que habla Jesús: experimentar a Dios como Padre.

Parte tercera: vs. 36-38. Jesús sitúa al hombre en una relación nueva con Dios: relación hijo-padre. Esta nueva relación del hombre con el hombre. Sólo así adquiere sentido todo lo que Jesús ha dicho desde el v. 27. Es el padre quien da sentido y coherencia a los hermanos. El amor del que habla Jesús no es un simple sentimiento humanitario; tiene una raíz existencial: la realidad del Padre. Sólo así tiene sentido que pueda amar yo al de al lado: es que resulta que es hermano mío.

Sólo a un hermano se le comprende, se le acepta, no se le condena, se le da, se le perdona.

DABAR 1977, 17


2.

A la idea jurídica de recompensa (Mt 05/46) Lucas sustituye la de "agradecimiento". Lo que equivale situarse en la óptica del favor de Dios (cf.:2, 40/52). Lucas desmenuza la actitud del hombre de la calle: ama a los que le aman, hace el bien a los que le hacen bien y da dinero a los que saben que le van a devolver. Es preciso, dice el autor, que el cristiano supere este estado de cosas. Para ello solamente hay un argumento: Dios también es misericordioso. Esta es una expresión tradicional del A.T. (Ex/34/06; Dt/04/31, etc.) y tal vez podría ser una expresión original de Jesús. La misericordia de Dios se convierte en argumento último. El creyente que quiera conectar con el fondo del mensaje cristiano debe abandonar toda actitud que, de una o de otra forma, choque con la misericordia. Esta es la actitud básica; las concreciones diarias estarán siempre orientadas a ella.

EUCARISTÍA 1977, 10


3.

A diferencia del texto del domingo pasado que restringía las bienaventuranzas a los discípulos, el texto de hoy no es restrictivo. Los destinatarios son absolutamente todos los oyentes, que, de acuerdo a Lc 6, 17, se componen de los doce, discípulos y gentío. Abren el texto cuatro frases imperativas en plural (vs. 27-28). Las cuatro igualmente concisas, con igual estructura e igual ritmo: al imperativo, marcando el sentido de lo que debe ser la actitud de los oyentes, sigue la mención global de quienes encarnan la actitud contraria y que no debe ser reproducida por los oyentes, sino cambiada por la opuesta, anteriormente formulada en imperativo. El principio de actuación por reacción del mismo signo es sustituido por el de actuación opuesta o de signo contrario.

Siguen en los vs. 29-30 otras cuatro frases también imperativas, aunque en singular y con estructura sintáctica inversa: el imperativo cierra ahora cada frase. Estas, por otro lado, no se mueven en el terreno de los principios o de las directrices genéricas, como sucedía con las anteriores, sino en el de las situaciones concretas. La formulación es gráfica, incisiva: pon la otra mejilla, quédate desnudo, da a todo el que te pida, no reclames lo tuyo.

Quedarse desnudo es lo primero que le evoca al oyente la frase al que te quite la capa, dale también la túnica (transferida a nuestros hábitos de vestir: al que te quite la ropa exterior, dale también la interior). Es fácil también imaginar la cara que pondrían los oyentes de una sociedad plagada de mendigos cuando oyeran "a todo el que te pida, dale".

Cualquiera de las cuatro frases, en efecto, tuvo que dejar a los oyentes perplejos, atónitos, desconcertados. El impacto estaba asegurado; la grabación en la memoria también. Jesús había conseguido lo primero que una enseñanza oral tenía que conseguir. La imagen hiriente y desconcertante era un recurso didáctico, al servicio de la reflexión posterior a cargo del propio oyente. Esta reflexión por evocación, y no el vehículo o el recurso empleado, es lo que constituye la verdadera enseñanza de Jesús.

El v. 31 formula un criterio de actuación para con los demás. Comportaos con los demás, como queréis que los demás se comporten con vosotros. La frase no tiene la crudeza y la agresividad de las anteriores. Se trata de un criterio realista, razonable y, aunque con un componente interesado, el criterio es práctico y eficaz. Jesús era indudablemente un perfecto didacta, que sabía conjugar la imagen agresiva y la sabiduría popular y sosegada de las máximas.

En los vs. 32-35 Lucas retoma el estilo y el lenguaje incisivos de los primeros versículos. La traducción litúrgica presenta estos versículos como explicación del v. 31, probablemente sin fundamento. En realidad, estos versículos forman un bloque en función del último de ellos, el 35. Los tres primeros (32-34) insisten en un misma idea: el plus diferenciador de la ética de Jesús frente a las éticas no religiosas. Lucas ha conservado la expresión "los pecadores", con la que los judíos designaban a todos aquellos que no conocían al Dios de Israel. El plus diferenciador de la ética de Jesús es la superación de toda la consideración de reciprocidad y el tener su origen y razón de ser en el Padre de los cielos.

Las frases "tendréis un gran premio y seréis hijos del Altísimo" expresan lo mismo de dos maneras. Es la figuración retórica de la hendíadis. El premio consiste en ser hijos del Altísimo. El futuro de los verbos se debe a que el premio de la filiación divina depende de que se den las condiciones previas mencionadas con anterioridad, a saber, el amor a los enemigos y el hacer el bien desinteresadamente. No se trata, de un futuro temporal o en el más allá, sino de un futuro lógico y ya en el acá.

La última parte del texto, los vs. 36-38, está dominada por el Padre. Es de sobras conocido que la forma pasiva o reflexiva (no seréis juzgados, no seréis condenados, seréis perdonados, se os dará, os verterán, la usarán) se debe a lo que se denomina pasiva teológica, es decir, giro típicamente judío para evitar mencionar, por respeto, el nombre de Dios. Seréis juzgados, es decir, Dios os juzgará; etc. Estos futuros, por otra parte, participan del mismo carácter lógico que los futuros del v. 35. No obedecen, pues, primaria ni exclusivamente a una actuación de Dios en el más allá sino ya en el acá.

Estos últimos versículos erigen al Padre de los cielos en modelo de la ética de Jesús. El Padre, sus entrañas, su misericordia, su amor abismal- mente desbordante y desinteresado. El es origen y la razón de ser de las absolutamente desconcertantes y fascinantes propuestas éticas de Jesús.

A propósito, por último, del término juzgar del v. 37 hay que decir que su ámbito no es el jurídico sino existencial, es decir, remite a la inclinación que experimenta el ser humano a criticar y a encontrar defectos en el prójimo.

Comentario. Pocos textos como éste sintetizan tan bien la aportación de Jesús. En él se conjugan ética y religión y la relación entre ambos órdenes.

Ante todo está el Padre y su actuación. La designación misma empleada es ya significativa, pues da razón del Dios que Jesús revela y de la vinculación de los humanos con El. La ética que Jesús propone tiene su modelo en la propia actuación del Padre y es una ética para hijos, no para extraños.

Desde estos supuestos la ética tiene que ser por fuerza creativa, amplia de miras, sin cicaterías ni restricciones. La ética que Jesús propone no es que sea radical, es filial en su origen y fraterna en su actuación. En estas coordenadas no pueden existir fronteras en uno mismo para los demás. Las propuestas éticas de Jesús se explican desde esta ausencia de fronteras.

ALBERTO BENITO
DABAR 1992, 16


4. 

Las relaciones con el prójimo son vistas desde la perspectiva de la misericordia. El cristiano no es aquel que tiene el oficio de condenar, sino la tarea de ser benigno e indulgente; es aquel que, como el Padre del cielo, otorga misericordia y encuentra el gozo en la donación.

MISA DOMINICAL 1990, 6


5.

La redacción de este Evangelio se la debemos a las comunidades helénicas de la primitiva Iglesia. En efecto, mientras que las comunidades judías hablan siempre del "Padre de los cielos" (Mt 5, 45;6, 9, 14, 26; y otros 32 casos), las Iglesias helénicas, influidas por ciertos libros griegos del Antiguo Testamento (Sab 14,3), rechazan esa expresión y adoptan una fórmula más directa: "Padre" (Gál 4, 6; Rom 8, 15; Ef 3, 14; Lc 6, 36; 12, 30, 12). Por otra parte, los griegos, extraños a la mística de la ley, no podían comprender un ideal de "justicia" a la manera judía, incluso revisado y corregido por Mt 5, 6, 10, 20. Por eso Lucas convierte la enseñanza sobre la justicia perfecta (Mt 5, 48) en una enseñanza sobre la misericordia.

Pero la lección sigue siendo común: toda moral cristiana es necesariamente una imitación del comportamiento de Dios: el cristiano obra "como" Dios. El punto de vista de Lucas es, no obstante, teocéntrico; el de Mateo es más bien antropocéntrico.

Lucas coincide después con Mt 7, 1-2 ("no juzguéis para no ser juzgados; porque se os medirá conforme a la medida con que hayáis medido..."), no sin introducir un punto de vista personal. Atenúa el contenido un poco demasiado judaizante de Mt 7, 1 reemplazando la sentencia: "no juzguéis a fin de no ser juzgados" (tema de la retribución terrestre de nuestras faltas; ley del talión; estilo proverbial), por una frase de tres miembros paralelos (Lc 6, 37; no juzguéis..., no condenéis..., perdonad...). Tan original sin duda como la de Mateo, esta frase la ha conservado Lucas porque esos tres verbos designan la acción y el juicio de Dios. Así, siendo el juicio de Dios lo que es, el hombre debe amoldarse a él en sus propios juicios. Una vez más, Lucas se manifiesta más teocéntrico que Mateo.

De igual modo, mientras que Mt 7, 2 prosigue el enunciado de su proverbio, "con la medida con que midáis seréis medidos", Lc 6, 38 intercala todo un pasaje que engloba algunas sentencias heterogéneas en torno a la palabra-clave "medida". "Se comprende la razón de ese añadido: la sentencia de Mt 7, 2 insistía en la equivalencia rigurosa entre nuestro comportamiento respecto a otro y aquel de que somos beneficiarios de parte de Dios. En Lc 6, 38, por el contrario, el autor pide una generosidad total en el don y promete en compensación no sólo una medida equivalente, sino sobreabundante. Nos encontramos aquí con una preocupación propia de San Lucas: esa nota de caridad generosa que supera todos los cálculos moralistas del judaísmo.

En Mt 7, 3-5, esa enseñanza va inmediatamente seguida por el proverbio de la paja y la viga. También Lucas lo recoge (7, 41-42), pero cita previamente la parábola de los dos ciegos (versículo 39) y la sentencia sobre el discípulo y su maestro (versículo 40), elementos sacados de otro contexto. No se ve bien como Lucas ha podido introducirlo en este lugar, antes del proverbio de la paja y de la viga que tan bien cerraba la enseñanza sobre la manera de juzgar a otro. La única explicación posible deja suponer una fuente anterior a san Lucas, con posible tendencia a reunir en torno a las palabras clave las enseñanzas del Señor. Este era el caso de la palabra "medida" en los versículos anteriores; ahora la palabra "ojo" (v. 41) encierra dos sentencias distintas: una sobre los ciegos y otra sobre la paja y la viga. Parece, pues, que hay que saltarse los vv. 39-40 para encontrar de nuevo el hilo conductor del Evangelio de este día.

Así,lo esencial del mensaje de Lucas sobre la cualidad de la moralidad cristiana. Mientras que Mateo hace depender esa moral del orden de la "justicia" judía (el cristiano supera tan solo al judío en justicia), Lucas la sitúa en el orden de la caridad y dentro de una perspectiva claramente teocéntrica.

J/IMITACION: ¿Qué es, entonces, la imitación de Jesucristo? Advirtamos en primer lugar que, para imitar a Jesucristo, ha de hacerse previamente conforme con su imagen, ser cualificado para obrar de esa forma. Esto supone una primer intervención de la Iglesia, la del bautismo. Al introducir al hombre en el Cuerpo de Cristo, el bautismo le capacita para obrar como hijo adoptivo del Padre, vinculado al Hijo único, y en obediencia a su condición terrestre de criatura. Pero la intervención de la Iglesia no se detiene ahí; se requiere constantemente en la activación de esa capacidad. Para comportarse como hijo adoptivo del Padre, hay que mantenerse constantemente bajo la acción de la gracia interior y dejarse modelar por los sacramentos de la Palabra.

El fruto propio de esta acción eclesial es la de arrancar al creyente de las más diversas tentaciones de evasión para hacerle cada vez más disponible para el acontecimiento y a lo que Dios quiere decir a cada uno por medio de él. Y son los acontecimientos de la vida cotidiana, donde quiera que se produzcan y cualquiera sea su amplitud, los que interrogan sin cesar la fe del cristiano y constituyen el terreno en el que toman cuerpo la obediencia a la condición de criatura. Imitar a Jesucristo no es atribuirse competencias determinadas de antemano, sino presentarse ante el acontecimiento como El lo ha hecho, en una aceptación total, es seguirle en su Pasión, es decir, en el Acontecimiento por excelencia.

Así pues, la imitación de Jesucristo no se parece en nada al conformismo. No se trata en absoluto de reproducir materialmente tal o cual actitud de Jesús, sino de mirar la realidad como El lo ha hecho, estar disponible como El ante el acontecimiento. Se trata no de reproducir sino de inventar, ya que el acontecimiento tiene de particular que siempre es único y el comportamiento del creyente en el acontecimiento participa de ese carácter. El cristiano tratará, pues, de que su respuesta esté a la altura del acontecimiento.

Puesto que el hombre moderno no es ya espontáneamente el hombre religioso de antaño, los cristianos se ven a veces tentados, en el testimonio que dan hoy de Jesucristo, de poner provisionalmente entre paréntesis la relación con el Padre en pro del servicio a los hombres. Tareas gigantescas requieren la atención y la colaboración de todos: la paz, el desarrollo, la justicia social e internacional, etc. Si uno quiere ser escuchado como cristiano, ha de tomar primero su parte de responsabilidad en el esfuerzo colectivo que espera al hombre de hoy y para el que se sabe preparado.

Esta tentación es muy sutil, pero hay que vencerla. Si cediera a ella, el cristiano pondría radicalmente en tela de juicio la naturaleza de su testimonio; añadamos también que, privado de su contenido original, el testimonio del cristiano perdería todo sabor, incluso para el hombre moderno. Situar la imitación del Padre en el centro del testimonio misionero significa conducirse como hijo de Dios y al mismo tiempo llevar hasta el límite la fidelidad a la condición terrestre de criatura; es manifestar que el hombre en Jesucristo está capacitado para conferir a su obrar un alcance eterno, permaneciendo en absoluta conformidad con su condición creada.

Muchas veces es una ilusión imaginarse que el hombre moderno, consciente de las responsabilidades que debe asumir aquí abajo, ha renunciado necesariamente a toda aspiración a lo absoluto; la diferencia con su predecesor consiste tan solo en que esa aspiración a lo absoluto circula ahora en el interior de las tareas humanas mismas. En este sentido, es falso decir que, para el hombre moderno, las tareas terrestres que le movilizan sean puramente "temporales". De ahí que, cuando el cristiano asume, por su parte, las responsabilidades del hombre de este tiempo frente a los inmensos desafíos con que se enfrenta, es preciso que su actitud manifieste claramente que, lejos de perturbar la actuación por parte del hombre de sus propios recursos, la condición de hijo de Dios le hace realmente disponible para la empresa civilizadora misma.

Es importante advertir, sin embargo, que el hombre moderno no es accesible a la significación de un esfuerzo de promoción humana, sino a condición de que ese esfuerzo refleje un respeto escrupuloso a las reglas del juego. La rectitud de la promoción humana depende no solo de la inspiración que la rige, sino también de la seriedad con que es promocionada a los distintos niveles que afecta: político, económico, social, etc. Es esa una condición previa a la que debe someterse el cristiano como todo hombre; sin esa condición previa, el "resto", que es lo esencial, no sucederá.

Al celebrar la Eucaristía, la comunidad se establece en la caridad de Cristo, que es perfecta imitación del Padre. Pero ese fruto de la Eucaristía no se obtiene automáticamente. La proclamación de la Palabra desempeña un papel primordial -lecturas de la Escritura y homilía del celebrante que pone de manifiesto su actualidad concreta-. El exterior de la celebración tiene igualmente mucha importancia; importa que la asamblea tome conciencia de la diversidad que engloba que se conciba a sí misma como esencialmente abierta, que se considere como un microcosmos.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA III
MAROVA MADRID 1969.Pág. 85ss


6. EGOISMO/A: AGAPE/GRATUIDAD:

El estudio de este pasaje nos sitúa en el centro del evangelio de Jesús y nos descubre el verdadero sentido de Dios y de la vida de los hombres. El judaísmo ofrecía una norma de justicia según la cual a cada uno hay que tratarlo de acuerdo con sus obras. En el marxismo es necesaria la dialéctica de la revolución en que se incluye la necesidad de superar (o destruir) al enemigo para alcanzar la armonía final. En las diversas políticas del mundo se sacrifica el interés de los grupos minoritarios, a los pobres. Quizá la más profunda tendencia de los hombres sea el egoísmo, el hecho de amar a los demás solamente en cuanto representan un valor para mi vida. Pues bien, frente a todas estas concepciones, el evangelio de Jesús nos ha ofrecido un ideal de nitidez y fuerza escalofriante: "Amad a los enemigos". No es absoluta la ley (del judaísmo) ni el éxito de la revolución (marxismo) ni el interés o provecho de cada uno de los grupos o individuos. Sólo es absoluta la urgencia de sembrar el bien, el amar sin buscar una respuesta, el dar sin esperar la recompensa, el devolver con bien los males recibidos. Tan extrañamente distinta es esta forma de entender el amor, que los primeros cristianos han introducido en el lenguaje griego una palabra nueva para expresarlo: "Agape". A/GRIEGO-CR: En el mundo griego el amor consistía en aspirar hacia la propia plenitud humana. La realidad que el evangelio nos presenta como "ágape" es muy distinta; el amor no consiste en la búsqueda de la plenitud personal, sino en el sacrificio de entregar la propia vida por los otros. En el mundo griego. Dios no ama; se limita a ser la meta a la que aspiran los impulsos de los hombres. Por el contrario, el Padre de Jesús ama a los hombres de tal forma que les entrega su propia intimidad (su Hijo) en el intento de salvarlos.

Situados en esta perspectiva advertimos que el amor al enemigo no es un dato marginal, sino el sentido y centro del amor de los cristianos. Todas las demás actitudes pueden esconder un egoísmo (una búsqueda de mi propio yo a través de los demás). Sólo cuando se da sin esperar recompensa, cuando se ama sin que el otro lo merezca, cuando se pierde para que el otro gane, sólo entonces se ha llegado hasta el misterio del amor que nos enseña (y nos ofrece) el Cristo. Vivir esta realidad significaría la única verdadera revolución de nuestra historia.

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1279 s.


7.

"Si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa (misthos) vais a tener?", se lee en Mateo (5, 46), mientras que Lucas escribe: "Si amáis a los que os aman, qué mérito (charis) tenéis?". La diferencia de vocabulario entre Mateo y Lucas es una de las características de esta sección. Mientras que Mateo habla en términos jurídicos, Lucas apunta al corazón de Dios. En efecto, preguntémonos por el origen de ese mérito (charis) que obtienen los cristianos. Si no aman más que a quienes los aman, si no prestan más que a los que les van a devolver el dinero, no van más allá del horizonte estrecho de las relaciones humanas. Pero, si aman a sus enemigos, viven del espíritu mismo de Dios, atestiguan la gracia (charis) que habita en ellos, el favor divino de que están investidos.

Son misericordiosos como lo es su Padre. Comparemos los vv. 31, 36 y 38. El primero invita a los discípulos a comportarse con los demás como les gustaría que ellos se portasen con ellos. Este comportamiento supone ya un progreso considerable respecto a la regla de los antiguos, que recomendaban evitar todo lo que no nos gusta ver que hacen los otros. Pero sigue estando marcado por las leyes de la reciprocidad. Al contrario, mostrarse misericordioso (v. 36) es obrar como Dios; es, a la vez, tomar conciencia y vivir de la gracia de Dios, dada siempre de forma gratuita, derramada con "una medida buena, apretada, remecida hasta rebosar" (v. 38). Es alzarse desde el registro del "do ut des" al registro de la abundancia y de la generosidad.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
SEMANAS XXII-XXXIV T.O. EVANG.DE LUCAS
SAL TERRAE/SANTANDER 1990.Pág. 45


8.

Después de las bienaventuranzas y amenazas del domingo pasado, leemos hoy el cuerpo central del "sermón del llano" de Lucas, equivalente reducido del sermón de la montaña de Mateo.

La gran diferencia del texto de Mateo respecto al de Lucas, aparte su mayor brevedad, es que en el segundo no figuran las referencias y los contrastes con la Ley de Israel que sí contiene, en cambio, Mateo . Y eso hace que, precisamente, el texto de Lucas sea mucho más ágil y mucho más fácilmente captable para el lector actual, de mentalidad más cercana a la griega, para la cual escribía Lucas, que a la de los buenos conocedores de la Ley a los que se dirigía Mateo.

El texto de hoy, en definitiva, podríamos decir que es como la "carta magna" de los sentimientos de fondo que debe llevar en su interior el cristiano, que debe moverle en todas sus actuaciones y que ha de configurarle todos los criterios de pensamiento. Aunque el texto no lo diga, estos sentimientos de fondo son, precisamente, los de Jesús. Y no son, precisamente, los que más espontáneamente salen del corazón de las personas ni los que más fácilmente se promueven colectivamente a todos los niveles (sociales, políticos, eclesiales...). Pero sí son (por eso llamamos "Buena Noticia" al mensaje de Jesús) los que harían que el mundo llegase a funcionar bien. Podemos resaltar de ellos los siguientes aspectos:

- Una frase central: "Tratad a los demás...". Entendida en profundidad, esta regla de oro comporta desear y tratar a todo el mundo, sea quien sea y haya hecho lo que haya hecho, lo mejor posible siempre.

- Una actitud emblemática y sintomática: "Amad a vuestros enemigos". El mejor punto de examen para saber si tenemos los sentimientos de Jesús: ¿Qué deseamos para los que nos han hecho daño o nos caen mal?

- Un modelo: "Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo". Mateo dice "perfectos", que por ser tan global puede parecer abstracto. Lucas se fija en un atributo muy específico, y hace de él el objetivo de la imitación cristiana de Dios.

MISA DOMINICAL 1995, 3