26 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO VII DEL TIEMPO ORDINARIO
22-26

22. INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO

COMENTARIOS GENERALES

Sobre la Primera Lectura (Isaías 43, 18-19. 21-22.24-25)

El Profeta presenta la inminente liberación. Dios va a realizar con su Pueblo maravillas insospechadas:

- Los prodigios realizados en el Éxodo de Egipto van a quedar inmensamente superados por la nueva obra de liberación y redención que Dios prepara (18). El Éxodo es el punto de partida de la Historia Salvífica. Esta avanza en línea siempre ascendente. El Éxodo es el germen, germen con un dinamismo divino en su entraña (19). Es Dios quien planea, dirige, realiza la Historia Salvífica. De ahí su perenne vitalidad, su eterna novedad: 'Mirad: Todo cristiano es una creación nueva' (2 Cor 5, 17). Dijo el que estaba sentado en el Trono: 'Mirad: Todo lo renuevo' (Ap 21, 5).

- El pueblo de la Nueva Economía es también del todo 'nuevo'. El de la Alianza del Sinaí ha sido desobediente, olvidadizo de Dios, propenso a la idolatría: 'No me has invocado; te has cansado de mí, Israel' (21 b). En vez de someterse a la santa voluntad de Dios ha intentado someter a Dios a sus caprichos; en vez de honrar y glorificar a Dios le ha fastidiado con sus incesantes rebeldías (24 b). Dios va a formarse un Pueblo nuevo de fieles adoradores y servidores: 'El Pueblo que Yo he formado cantará mis alabanzas' (21 a).

- Esta renovación no es meramente exterior y superficial. Se trata de la obra divina que los teólogos llamarán justificación y santificación. Dios arranca de nuestro corazón el pecado y nos enriquece de su Gracia, de su misma Vida divina. Obra maravillosa. La creación del universo de la Gracia supera sin medida la creación de la Naturaleza: 'Esta será la Alianza Nueva: Pondré mi Ley en su interior, y sobre sus corazones la escribiré; perdonarŽ su culpa y de sus pecados no me acordaré más: Yo seré su Dios y ellos serán mi Pueblo' (Jer 31, 34). Isaías ve también la Nueva Alianza en la que Dios, por obra de una maravillosa y misteriosa Redención, tendrá fieles adoradores; purificados de todo pecado: redimidos: 'Yo soy, Yo soy quien borro tu culpa y no me acordaré ya más de tus pecados' (25). Evidentemente, la Redención del pecado que tenemos por Cristo Redentor es infinitamente superior a la redención de Egipto y de Babilonia.

Sobre la Segunda Lectura (2 Corintios 1, 18-22)

Pablo se defiende de quienes le acusaban de acomodaticio y voluble; acusación que de rechazo dañaba la doctrina que él predicaba:

- Cristo, que es el mensaje que Él predica, no es compromiso, doblez o acomodación: 'Jesucristo, Hijo de Dios, que os hemos predicado, no fue sí y no, sino en Él todo es sí' (19). Cristo es 'el Verdadero' (1 Jn 5, 20); Cristo 'es la Verdad' (Jn 14, 6). Cristo es el 'sí' de Dios, 'por cuanto en Él son 'sí' todas las promesas de Dios' (20). Cristo es el 'sí' por cuanto en El hallan cumplida saciedad todos los anhelos humanos. Cristo es el 'sí' por cuanto en El hallan respuesta y solución todos nuestros interrogantes y problemas. Y es, por su sacramento, prenda y pregusto de nuestra perfecta felicidad (Dom VII Postcom.).

- Y como es el 'sí', es el 'amén' (20 b). 'Amén' es una expresión aramea que significa: firme, fiel. Los Profetas nos dan la equivalencia: 'Dios Amén'= 'Dios Fiel' (Is 65, 16). El Apocalipsis da a Jesús el apelativo: 'Amén': 'Esto dice el Amén' (Ap 3, 14). Frente a toda creatura que es limitación e impotencia, inconstancia y versatilidad, falsía y zozobra, Cristo es 'Amén': es perfección y eficacia, firmeza y eternidad, verdad y fidelidad. Los cristianos en Él estribamos. Es nuestro apoyo que no puede fallar. Por eso, por medio de Él, elevamos al Padre nuestra glorificación (20 b), seguros de que seremos aceptos al Padre. Toda nuestra liturgia, dice San Agustín, se resume en cantar 'Amén' y Alleluia: Tota actio nostra: Amen et Alleluia (P. L. 39, 1632).

- Pablo, en virtud de la elección que de él ha hecho Cristo para el apostolado, participa de esta firmeza, verdad y fidelidad de Cristo. También él es 'sí' y 'amén'. Todo apóstol que de verdad conecte con Cristo es el 'sí' y el 'amén' de Cristo. Y como tal deben los fieles aceptarle y acogerle. En virtud del carisma del apostolado: 'Es Dios quien nos consolida en Cristo; quien nos ungió; quien nos marcó con su sello; quien como arras nos dio el Espíritu en nuestros corazones' (22). Los fieles, al adherirse a quien ricamente Dios acredita, se adhieren a Cristo mismo.

Sobre el Evangelio (Marcos 2, 1-12)

La curación del paralítico -'hijo' le llama Jesús- va a ser un 'signo' de su misión Mesiánica:

- La misión de Jesús es Salvífica. Debe redimirnos de la esclavitud del pecado. El paralítico es un símbolo muy expresivo de las cadenas con que nos esclaviza el pecado. El Redentor, para que entendamos que nos, trae esta Redención del pecado, cura al paralítico: 'Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene el poder de perdonar los pecados, dice al paralítico: Yo te lo ordeno: Levántate' (11). Jesús es el verdadero y único Redentor. Ningún hombre podía redimirnos del pecado.

- La sublime serenidad con que Jesús dice al paralítico: 'Tus pecados quedan perdonados' (5) nos indica la llegada de la Nueva Economía. Isaías (43, 25) y Jeremías (31, 34) prenunciaron esta Nueva Alianza en la que Dios ya no se acordará de nuestros pecados. Tenemos ya al Redentor que los expiará todos. Y nos deja su Redención en los sacramentos que borran nuestros pecados.

- Apropiémonos esta Redención con fe, amor y gratitud: 'Dios por Cristo nos reconcilió consigo; y a nosotros nos confió el ministerio de la reconciliación. En nombre, pues, de Cristo os lo rogamos: Reconciliaos con Dios' (2 Cor 5, 18. 20).

- Sepamos mirar a los hombres con esta mirada y prestarles esta ayuda misericordiosa trascendente.

Ayudemos a tanto enfermos y paralíticos juntos. Ellos n saben, ni pueden solos ir a Cristo. Su médico, guiémoslos y conduzcámoslos. ¡Cuán hermoso servicio! ¡Abrir caminos de Cristo a los hombres y de los hombres a Cristo!

*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F .),'Ministros de la Palabra' , ciclo 'B', Herder, Barcelona 1979.

Volver Arriba


 

 SANTO TOMÁS DE AQUINO

 

Catena Áurea - Exposición de los Cuatro Evangelios

Mc 2, 1-12

(Bed.) Porque la misericordia divina no abandona ni aun a los hombres camales, antes bien les concede la gracia de visitarlos, para que por ella puedan hacerse espirituales. Desde el desierto vuelve el Señor a la ciudad. 'Y entró de nuevo en Cafarnaúm, etc.' (San Agustín, De cons.Evang., lib. 2, cap. 25.)San Mateo, cap. 9 habla del milagro que sigue como ocurrido en la ciudad del Señor y San Marcos en la de Cafarnaúm; pero lo que ofrece verdadera dificultad es resolver si San Mateo la llama también Nazareth. Mas como la misma Galilea pudiera llamarse la ciudad de Cristo, porque Nazareth estaba en Galilea, ¿quién podrá dudar que el Señor hiciera este milagro en su ciudad, cuando lo hizo en Cafarnaúm, ciudad de Galilea? Y sobre todo siendo tan notable Cafarnaúm en Galilea, que se la consideraba como su metrópoli. O bien omite San Mateo lo que ocurrió desde que llegó a su ciudad hasta que fue a Cafarnaúm , y así, después de decir que llegó a su ciudad, añade hablando del paralítico curado. 'Y he aquí que le presentaban un paralítico'. (San Crisóstomo, hom. 30 sobre San Mateo.) O tal vez San Mateo llama su ciudad a Cafarnaúm, porque iba allí con frecuencia y hacía muchos milagros en ella.

'Y corriendo la voz de que estaba en la casa, acudieron muchos, etc.' El deseo de oír superaba al trabajo que costaba acercarse. Después introducen al paralítico, de quien dicen San Mateo y San Lucas: 'Entonces llegaron unos conduciendo a cierto paralítico, que llevaban entre cuatro'. Y encontrando obstruida la puerta por la multitud, no pudieron entrarle de ningún modo por ella. Esperando, pues, los que le llevaban que podría merecer la gracia de su cura, descubrieron el techo y, levantando la camilla, la introdujeron con el paralítico hasta ponerla delante del Salvador. Y añade: 'Y no pudiendo presentárselo, etc.' Viendo Jesús, continúa, la fe de aquellos hombres, dijo al paralítico: 'Hijo, tus pecados te son perdonados.' Es de notar que no dijo la fe del paralítico, sino la de los que lo llevaban: que a veces ocurre que alguno convalece por la fe de otro. (Bed.) Ciertamente es digno de meditación cuánto debe valer para Dios la propia fe de cada uno, cuando vale tanto la ajena, que por ella se levanta un hombre de repente curado interior y exteriormente, y por el mérito de unos se perdonan a otros sus pecados. (Teófilo) Vio también la fe del mismo paralítico; puesto que no hubiera dejado él que le llevasen, si no hubiese tenido fe en la cura.

(BED.) Para curar, pues, a aquel hombre de la parálisis, empezó el Señor por desatar los lazos de sus pecados; manifestándole de este modo que a causa de ellos había sido castigado con la relajación de los miembros, cuyo uso no podía recobrar sino desatando aquellos lazos. ¡Admirable humildad! Llama hijo a este hombre menospreciado y débil, cuyas fibras todas se hallaban relajadas, y a quien los sacerdotes no se dignaban tocar ni ligeramente; pero le llama hijo con verdad, porque le son perdonados sus pecados.

'Estaban allí sentados algunos de los escribas, y decían en su interior: ¿Qué es lo que éste habla? Este hombre blasfema'.

(San cirilo.) Le acusan de blasfemia, precipitando así su sentencia de muerte; porque mandaba la ley que fuese castigado de muerte cualquiera que blasfemase. Y lanzaban sobre Él esta sentencia, porque se atribuía la potestad divina de perdonar los pecados. '¿Quién puede perdonar los pecados, continúa, sino sólo Dios?' El que es único juez de todos, es, pues, el que tiene potestad de perdonar los pecados. (Beda.) El que perdona también por aquellos a quienes dio poder de perdonar: y por tanto se prueba que Cristo es verdaderamente Dios, porque puede como Dios perdonar los pecados. Se engañan, pues, los judíos que, creyendo que Cristo es Dios y puede perdonar los pecados, no creen, sin embargo, que sea Jesús; pero se engañan aún más los arrianos, los cuales, obligados por las palabras del Evangelio, no se atreven a negar que Jesús es Cristo, y que puede perdonar los pecados: pero no temen, sin embargo, negar que es Dios. Mas, deseando salvar a estos pérfidos, manifiesta que es Dios por el conocimiento que tiene de las cosas ocultas, y por la virtud de sus obras. Por esto dice: 'Mas como Jesús penetrase al momento con su espíritu esto mismo que interiormente pensaban, díseles: ¿Qué andáis revolviendo esos pensamientos en vuestros corazones?' En lo cual manifiesta Dios, que es quien puede conocer los secretos del corazón, y habla en cierta manera callando: con la misma majestad y poder con que veo vuestros pensamientos, puedo perdonar a los hombres sus delitos.

(Teof.) Pero aunque fueron revelados sus pensamientos, permanecen insensibles no obstante; no conviniendo en que pueda perdonar los pecados el que conoce sus corazones. Por esto el Señor certifica de la cura del alma por la del cuerpo; demostrando por lo visible lo invisible, lo más difícil por lo fácil, aunque no lo crean ellos así. Porque suponían los fariseos más difícil sanar el cuerpo, como cosa manifiesta que es, y más fácil la cura del alma, como invisible que es la medicina; así es que discurrían de este modo: He aquí que renuncia a curar el cuerpo, y cura el alma invisible; y es claro que, si hubiese podido, hubiera curado el cuerpo, y no se hubiera refugiado en lo invisible. Pero el Salvador, mostrando que puede hacer ambas cosas, dice: '¿Qué es más fácil?' Como si dijera: Yo os mostraré por la medicina del cuerpo, que es en verdad más fácil, aunque os parezca más difícil, la sanidad del alma, que es la que ofrece verdadera dificultad. (San CRISÓSTOMO.) Y porque es más fácil decir que hacer, existía aún la contradicción, porque todavía no se había hecho notoria la obra. Por esto dice: 'Pues para que sepáis', etc. Que es como si dijera: Puesto que desconfiáis de las palabras, consumaré la obra que ha de confirmar lo invisible. Dice, pues, expresamente: 'Potestad en la tierra de perdonar los pecados', para demostrar que a su potestad divina se ha unido de un modo indivisible la naturaleza humana, porque, aunque se ha hecho hombre, sigue siendo el Verbo de Dios, y por más que esté en la tierra en trato con los hombres, no deja por eso de hacer milagros y de conceder la remisión de los pecados. La humanidad, pues, no disminuye en nada las propiedades de la Divinidad, ni la Divinidad impide que el Verbo de Dios verdadera e inmutablemente se haga Hijo del hombre, según la carne. (Teof.) Y dice: 'Coge tu camilla', para hacer más evidente el milagro, mostrando que no es cosa que se opere en la fantasía, sino un hecho positivo y patente, y para demostrar a la vez que no sólo curaba, sino que devolvía la fuerza al enfermo. Así, no solamente separa a las almas del pecado, sino que les da virtud para cumplir los mandamientos.

(Beda.) Hace un milagro visible para probar otro invisible; aunque sea obra de igual virtud el curar los vicios del cuerpo y los del alma; por lo cual dice: 'Y al instante se puso en pie, y cargando con su camilla, se marchó a vista de todo el mundo'. (San Crisóstomo) Primeramente curó perdonando los pecados, que era por lo que había venido, esto es, por el alma; y para que no dudasen los incrédulos, hace un milagro manifiesto para confirmar la palabra con la obra, y para demostrar el milagro oculto, o sea la cura del alma por la medicina del cuerpo. (Beda.) Se nos da a entender también así, que los pecados son causa de muchas enfermedades del cuerpo; y acaso por esto se perdonan antes los pecados, a fin de restituir la salud, una vez combatida la causa del mal. Cinco son las causas de las enfermedades que afligen a los hombres: la de aumentar sus méritos, como aconteció con Job (cap. 1) y los mártires; la de conservar su humildad, de lo que es ejemplo San Pablo combatido por Satanás (2 Cor 12); la de que conozcamos nuestros pecados y nos enmendemos, como sucedió a María, hermana de Moisés (Núm. 12) y a este paralítico; la de la mayor gloria de Dios, como ocurrió con el ciego de nacimiento (San Juan 9), y con Lázaro (San Juan, 11), y la que es, en fin, un principio de condenación, como se demuestra en Herodes (Act. 12) y en Antíoco (2 Mac 9). Digna de admiración es, pues, la virtud del poder divino, que hace que a la orden del Salvador acompañe instantáneamente la cura. 'De forma que todos estaban pasmados', etc. (Víctor Antioqueno) No haciendo mérito de la remisión de los pecados, que era lo más importante, se admiran tan sólo de lo que salta a la vista, o sea de la cura del cuerpo. (Teof.) No es éste el paralítico de cuya cura habla San Juan (cap. 5) : a aquél no le acompañaba nadie, en tanto que a éste le llevaban cuatro hombres; el primero fue curado en la probática piscina; el último en una casa. Es pues, el mismo, cuya cura refieren San Mateo y San Marcos. En sentido místico, Cafarnaum , en donde está ahora Cristo, significa casa de consuelo: esto es, en la Iglesia, que es la casa del paralítico. (Beda.) Predicando el Señor en la casa, son muchos los que por el gentío no pueden ni llegar a la puerta, porque aún no pudieron, predicando en la Judea, entrar a oírle los gentiles, a los cuales, aunque hallándose fuera, dirigió su palabra por medio de predicadores.

(San Jerónimo.) La parálisis es imagen del entorpecimiento, por el cual yace el perezoso en la molicie de la carne, deseando la salud. (Teof.) Si, pues, relajadas las potencias del alma, voy yo al bien como el pecador paralítico, y soy conducido hasta Cristo por los cuatro Evangelistas, entonces oiré las palabras: 'Hijo, tus pecados te son perdonados', porque se hace hijo de Dios el que cumple sus mandamientos. (Beda.) O porque son cuatro las virtudes, con las que se eleva el hombre confiando en hacerse digno de recobrar la salud, y a las que llaman algunos prudencia, fortaleza, templanza y justicia. Desean, pues, presentar al paralítico a Cristo; pero la turba que se interpone les cierra por todas partes el paso: porque muchas veces el alma, deseando renovarse por medio de la gracia divina después de luchar con la enfermedad del cuerpo, se ve detenida por el obstáculo que le oponen antiguas costumbres. Muchas veces también, en medio de las dulzuras de la oración mental y de un tierno coloquio con el Señor, interviniendo una turba de pensamientos, embotan el entendimiento para que no pueda ver a Cristo. Por tanto, no debemos detenernos en los lugares bajos, en que se agitan las turbas, sino subir al techo de la casa, esto es, desear elevarnos a la sublimidad de la Sagrada Escritura y meditar la ley del Señor.

(Teof.) ¿Mas de qué modo seré llevado a Cristo, si no se abre el techo? El techo es el entendimiento, que se sobrepone a todo lo que hay en nosotros: éste tiene mucho de tierra en cuanto a los ladrillos quebradizos, o sea las cosas terrenas; pero si se levantan éstas, entonces brilla en nosotros con toda su fuerza la luz del entendimiento. Después de esto, sometámonos, mejor dicho, humillémonos, porque conviene que no nos envanezcamos de ver libre a nuestro entendimiento, sino que nos humillemos mas. (Beda.) O bien el enfermo baja por la abertura del techo, porque aclarados los misterios de las Escrituras se llega al conocimiento de Cristo, esto es, se baja a su humildad por una fe piadosa. Que el enfermo sea depositado en tierra con la camilla significa que debe ser conocido Cristo por el hombre aun constituido en carne mortal. El levantarse de la camilla es abstraerse el alma de los deseos carnales entre los que yacía enferma. El coger la camilla da a entender que la misma carne castigada por el freno de la continencia, se aparta de los deleites terrenos con la esperanza de los premios celestiales. El irse a su casa cogiendo la camilla es volver al paraíso. O bien el enfermo curado vuelve la camilla a su casa, cuando el alma, después de recibir la remisión de los pecados, se consagra con su mismo cuerpo a la vigilancia interior. (Teof.) Importa también llevar la camilla, esto es, el cuerpo a hacer el bien. Entonces podremos llegar a la contemplación de modo que digamos en nuestro pensamiento: Nunca hemos visto, es decir, nunca hemos entendido como ahora que hemos sido curados de la parálisis, porque el que ha sido purificado de sus pecados ve con más claridad.

Volver Arriba


 

 SANTO TOMÁS DE AQUINO II


La blasfemia

No podía quedar sin tratar en esta obra el tema del la blasfemia, que por su gravedad y extensión causa estragos en numerosas almas. El evangelio de hoy nos brinda la ocasión. Incluimos en estas páginas el pecado contra el Espíritu Santo, llamado por Santo Tomas blasfemia contra el Espíritu Santo.

A) La blasfemia es pecado contra la confesión de la fe.

'El nombre de blasfemia parece envolver en sí cierta derogación de alguna bondad excelente, y propiamente de la divina. Pero Dios, como dice San Dionisio (cf. De div. nom., 1,5: PG 3,593), es la misma esencia la bondad. Por lo cual, todo lo que conviene a Dios pertenece a su bondad, y lo que no le pertenece dista mucho de la razón de bondad perfecta, que es la esencia de Dios. Luego todo el que niegue acerca de Dios lo que le convienen y afirme lo que no le conviene, deroga la divina bondad, esto puede tener lugar de dos modos: 1) según la sola opinión del entendimiento; y 2) añadiendo cierta detestación del afecto; como, por el contrario, la fe de Dios se perfecciona por su amor. Esta derogación de la divina bondad proviene solamente del entendimiento o también de la voluntad. Si existe solamente en el corazón, es una blasfemia de corazón; pero, si exteriormente se manifiesta por la palabra es blasfemia de palabra, y, según esto, la blasfemia se opone a la confesión" (2-2 q.13 a.1 c.)

B) La blasfemia perfecta es injuria contra Dios o contra los santos.

'El que habla contra Dios, intentando injuriarle, deroga la bondad divina, no sólo según la falsedad del entendimiento, sino según la depravación de la voluntad, que detesta e impide, en cuanto puede, el honor divino, lo cual es una blasfemia perfecta' (2-2 q.13 a.1 ad 1).

'Así como Dios es alabado en sus santos cuando se alaban las obras que hizo en ellos, así también la blasfemia que se profiere contra los santos redunda contra Dios' (2-2 q.13 a.1 ad 2).

C) La blasfemia está prohibida por el segundo mandamiento.

'Oponiéndose la blasfemia a la confesión de la fe, la prohibición de la blasfemia se reduce a la prohibición de la infidelidad, la cual está expresada en estas palabras: Yo soy el Señor, tu Dios, etc. (Ex. 20,2). O bien está prohibida por el otro mandato divino: No tomarás el nombre de tu Dios en vano (Ex. 20,7). Pues más en vano toma el nombre de Dios el que afirma de El alguna cosa falsa que el que por su nombre confirma alguna cosa falsa' (2-2 q.13 a.2 ad 2).

D) La blasfemia es pecado mortal.

'El pecado mortal es lo que separa al hombre del primer principio de la vida espiritual, que es la caridad de Dios. Por consiguiente, todas las cosas que repugnan a la caridad son por su género pecados mortales. Pero la blasfemia, según su género, repugna a la caridad divina, porque ofende a la divina bondad, la cual es el objeto de la caridad; por lo tanto, la blasfemia es pecado mortal por su género' (2-2 q.13 a.2 c.).

E) Por defecto de advertencia puede ser venial.

'La blasfemia puede tener lugar sin deliberación, por inadvertencia, de dos maneras: 1) cuando uno no advierte que lo que dice es blasfemia; y esto puede suceder cuando uno súbitamente, movido por alguna pasión, prorrumpe en palabras imaginadas, cuya significación no considera, en cuyo caso es pecado venial y no tiene razón de blasfemia propiamente hablando; 2) cuando uno advierte que lo que dice es blasfemia, al considerar la significación de las palabras, y en este caso no se excusa de pecado mortal, como tampoco queda excusado el que por un movimiento repentino de ira mata a otro que está junto a él' (2-2 q.13 a.2 ad 3).

Volver Arriba


 

 SAN JUAN EUDES


Las palabras Id a los sacerdotes se acomodan con frecuencia a la necesidad de acudir a ellos en el sacramento de la penitencia. San Juan Eudes dedica la tercera parte de su libro El sacerdote al ministerio de la confesión. Extractamos el capítulo I. (Cf. trad. De D Germán Jiménez [Editorial Vizcaína, Bilbao 1936] p. 323-340).

Los poderes del sacerdote en la confesión

A) Medianeros entre Dios y los hombres

'Asi es como estáis asociados de excelentísima manera, ¡oh sacerdotes!, al soberano Sacerdote. A vosotros os toca emplear estas grandes cualidades para la gloria del que tanto os ha honrado y para la sa1vación de las almas que le son tan queridas.

Pero ¿queréis saber en qué ocasión las podéis ejercer más útil y eficazmente para los dos fines señalados? En el tribunal de la penitencia. Ahí es donde representáis al Hijo de Dios en todas sus cualidades. En el confesionario desplegáis una de las principales y más útiles acciones de la misión. En el confesionario ejercéis una de las más importantes funciones del sacerdocio. En el confesionario hacéis el oficio de doctor, enseñando a los cristianos las cosas cuyo conocimiento les es necesario para salvarse. En el confesionario curáis las almas enfermas y volvéis a la vida a las que habían muerto por el pecado. En el confesionario practicáis el oficio de pastor, librando o preservando a las ovejas del gran Pastor de las almas de la boca del lobo infernal, alimentándolas con el pan de la santa palabra de Dios y disponiéndolas a recibir la carne adorable y la preciosa sangre de Jesucristo, que es su alimento y su vida. En el confesionario obráis como medianeros entre Dios y los hombres, para reconciliar a los pecadores con Dios, para anunciarles lo que Dios pide de ellos y para impulsarles a que den a Dios lo que le deben. En el confesionario sois como salvadores y redentores, pues aplicáis a las almas los frutos de la pasión y muerte que el Salvador soportó por su salvación, y las rescatáis de la cautividad del pecado, del diablo y del infierno. En el confesionario es también donde, teniendo que continuar la obra de la redención del mundo, debéis obrar con la caridad, paciencia y humildad con que Jesucristo nos redimió. La acción que en el confesionario realizáis es penosa; pero debéis tener en cuenta lo mucho que costó a nuestro Redentor rescatar las almas, destruir el pecado y adquirir la gracia que por los sacramentos se les aplica; y que es muy razonable que, estando asociados a su cualidad de Salvador, participemos en los trabajos y sufrimientos que El soportó para obrar la salvación del mundo, y que imitemos su grande paciencia, no demostrando jamás tener prisa, ni estar cansados, ni sentir aflicción alguna'.

B) Jueces de las almas

'En el confesionario es donde lleváis también la imagen viva del poder y de la majestad divina del Hijo de Dios, donde sois como pequeños dioses revestidos del poder de Dios y realizáis una acción que sólo a Dios pertenece, es decir, borráis el pecado, conferís la gracia y comunicáis el Espíritu Santo. Allí es donde, siendo como dioses, revestidos de la autoridad y del poder de Dios y obrando en nombre y de parte de Dios, debéis conservar los intereses de Dios, no mirando más que a Dios; hacer observar las leyes y máximas de Dios, establecer la vida y el reino de Dios en las almas y conduciros en esta acción por el Espíritu de Dios.

En el confesionario, en fin, es donde representáis al Hijo de Dios más particularmente en su cualidad de juez, donde estáis revestidos de su autoridad judicial, puesto que allá es donde ejercéis el poder que os ha dado de atar y desatar, de absolver y de condenar. Allá se os comunica su poder de juez de una manera mucho más excelente que a los jueces seculares de las más soberanas cortes. Ellos son jueces de los cuerpos, vosotros jueces de las almas. Ellos juzgan las cosas temporales, vosotros sois jueces de las eternas. El poder de ellos es pasajero, el vuestro va hasta la eternidad; porque lo que absolvéis o condenáis en la tierra, queda absuelto o condenado en el cielo. Los juicios de los jueces de la tierra están escritos con tinta sobre el papel, y los vuestros están escritos con la sangre de Jesucristo en los libros eternos de la justicia divina'.

C) Instrumento de la gracia

'Todas estas cosas nos dan a conocer la excelencia e importancia de la acción que realiza el sacerdote en el tribunal de la penitencia. Por esta acción, si la hacemos bien, queda destruido el pecado y establecida la gracia en los hombres. Por esta acción es arrojado el espíritu maligno de los corazones de los fieles y hace en ellos su entrada el Espíritu Santo. Por esta acción, el alma que era un infierno queda convertida en un paraíso, y de la caverna de los demonios viene a. ser el tabernáculo de la divinidad.

Por esta acción, las almas se ven libres de la posesión de Satanás y son puestas en las manos de Dios, a quien pertenecen. Por esta acción resucitan las almas, y Jesucristo mismo vuelve a nacer en ellas; por ella se completa lo que falta a la pasión de Jesucristo, es decir, se aplican a las almas los frutos de los sufrimientos y de la muerte del Hijo de Dios; por esta acción son las almas lavadas en la sangre del Cordero de las manchas de sus crímenes, y reciben una hermosura tan arrebatadora, que vienen a ser el objeto de la admiración del mismo Dios, como lo atestiguan estas palabras: Quam pulchra es, amica mea, quam pulchra es (Cant. 4,1)'.

Volver Arriba


 

 EJEMPLOS PREDICABLES


El aviso que recibió un fraile

'Un fraile de gran autoridad en la Orden, preclaro por el prestigio de su vida y de su fama en la provincia de Lombardía, contó que, siendo novicio, en tiempos del bienaventurado Domingo cierta noche después de maitines se durmió un poco ante el altar y oyó una voz que le decía:

-Vete y rapa otra vez tu cabeza.

Y, al despertarse, interpretó que se le avisaba para que fuera a confesarse nuevamente, diciendo con más detalle todas las circunstancias.

Y, postrándose ante el bienaventurado Domingo, le confesó todas las cosas con gran contrición y más atentamente que lo había hecho antes. Y, yendo después a descansar un poco, vio que un ángel descendía del cielo llevando en las manos una corona de oro adornada maravillosamente, y que la colocó sobre su cabeza.

Se despertó el fraile y, hallándose muy consolado, dio gracias a Dios' (Gerardo de Frachet, Vida de los Frailes Predicadores: BAC, Santo Domingo de Guzmán, visto por sus contemporáneos [Madrid 1947], p.646-647)

Una confesión de Santa Teresita

'No tardando mucho, fui a confesarme ¡Qué dulce recuerdo para mi alma! Vuestra reverenda, Madre mía querida, me había advertido: 'Teresita mía, vas a confesar tus pecados no a un hombre, sino al mismo Dios santo'. Era tal mi convencimiento, que os pregunté muy seria si no era preciso declarar al señor Ducellier, que yo le amaba de todo corazón, pues que a Dios en su persona iba yo a hablarle.

Adoctrinada perfectamente en cuanto debía hacer, me acerqué al confesionario y me puse arrodillada; pero el sacerdote no divisó a nadie al abrir la rejilla.

Era tan pequeña que me ocultaba la tablilla sobre la que se apoyan las manos. El me mandó que me pusiera de pie. Obedecí al momento, me levanté y, poniéndome cara a cara por verle mejor, me confesé y recibí su bendición con profundo espíritu de fe, recordando que vuestra reverencia me había enseñado que en aquel instante augusto las lágrimas de Jesús Niño caían sobre mi alma y la purificaban. Recuerdo la exhortación que me hizo. Me aconsejaba ante todo la devoción a la Santísima Virgen, y yo renové mi promesa de acrecentar mi amor para con ella, quien ya tenía un trono bien digno en mi corazón.

Al fin le ofrecí mi rosario para que lo bendijese, y, corriendo, me retiré del confesionario muy satisfecha, pues nunca había disfrutado de tanta alegría. Era ya de noche. Al pesar bajo una farola, me detuve, y, sacando de mi bolsillo el rosario bendecido resplandeciente, no hacía sino repasarlo, mirándolo : ¿Qué haces, Teresita mía? -me preguntó vuestra reverencia. 'Estoy viendo cómo está hecho un rosario bendito'. Esta respuesta ingenua os motivó una prolongada sonrisa. En cuanto a mí, quedé durante mucho tiempo impresionada por la gracia recibida. En adelante quería confesarme en todas las grandes solemnidades, y aquellas confesiones saturaban de alegría mi espíritu' (cf. SANTA TERESITA DEL NIÑO JESÚS, Historia de un alma, c.2,22 : Obras completas, 2º ed. [Burgos 1947] pp. 36-38)


23. SERVICIO BÍBLICO LATINO-AMERICANO

Las lecturas de este domingo constituyen una bellísima invitación a contemplar la fidelidad de Dios, que a su vez pide nuestra fidelidad creyente.

En la primera lectura del segundo Isaías, Yahvé habla con su pueblo y le reprocha no recordar ni caer en la cuenta del pasado. No sólo han olvidado su historia sino que no han reflexionado ni leído en ella, la presencia permanente de Dios. Tampoco son capaces de reconocer su actuación histórica presente. ¿No lo reconocen? Ese olvido se manifiesta en una vida de iniquidad y pecado, que ha cansado a Dios, quien ha permanecido fiel en una actitud de perdón. El profeta evidencia la inconciencia del Pueblo, e impele a reconocer al Dios fiel en los acontecimientos de su vida.

Pablo, en su segunda carta a los Corintios recalca esta fidelidad de Dios manifestada en la persona de Jesús, en cuyos actos y palabras no hubo doblez ni ambigüedad. En Jesús Dios mostró su total coherencia: él es el «sí» de Dios a la Humanidad. Esto exige de los cristianos la misma coherencia y honestidad. La actitud de Dios firme y constante, llena de confianza, un “Amén” que implica una aceptación de esa acción de Dios expresada en el proyecto de Jesús. Por su parte Dios, en Cristo, conforta a la comunidad creyente, unge, marca, sella y da “en arras” el Espíritu como signo de la total pertenencia del cristiano a Dios, en una unidad que ha de expresarse en actitudes y palabras coherentes a ejemplo de Jesús.

El evangelio de Marcos nos descubre esa coherencia de Jesús. Regresa a Cafarnaum y corre la voz de que está en casa, y la gente se agolpa en la puerta. Las casas de aquellas poblaciones contaban con patios comunes, de modo que una buena cantidad de personas podía agruparse a las entradas de las casas.

Él se pone a enseñar pero sobreviene una interrupción: cuatro hombres han traído a un paralítico y al no encontrar paso han subido y han abierto un agujero por el techo, por donde lo descuelgan. Detengámonos un poco en ellos: El primero está impedido, su enfermedad le obliga a depender totalmente de los demás. Por estar enfermo seguramente es rechazado, tenido por impuro y pecador. Los hombres que lo traen han sido arriesgados al ponerlo en medio de la multitud. Es la ocasión precisa para poner a prueba la coherencia de Jesús.

Jesús parte de la relación cultural existente entre pecado-castigo y enfermedad: “Tus pecados te son perdonados”. La liberación de la culpa está directamente relacionada con la recuperación de la salud. Los escribas presentes, reaccionan: la sociedad judía estaba estructurada sobre la base de la exclusión; no parecía haber posibilidad de cambio, ni alternativa para los excluidos, salvo una exigente carga de tributos y ritos de purificación que en su gran mayoría les resultaba imposible cumplir. Jesús rescata a la persona misma, el poder oculto y real de aquel hombre de levantarse por sí mismo, de superar la parálisis en la que la culpa y el rechazo social lo habían sumido. Él revive, se hace dueño de sí al levantar por sí mismo la camilla en la que antes yacía, y regresa a casa con nueva vida.

Como el domingo pasado, estamos ante esa unidad de palabra y acción, de teoría y práctica, de decir y hacer. Jesús es maestro de esa unidad. Y sus discípulos también lo han de ser. Tenemos un mensaje de salvación que hay que anunciar, pero que también hay que realizar, aunque sea con gestos simbólicos. El Reino no sólo debe ser anunciado, sino construido. La Buena Noticia no sólo tiene que ser dicha, sino mostrada. El Evangelio no sólo tiene que ser leído en la palabra, sino en la vida de la comunidad y en el compromiso con la construcción del otro mundo posible, ¡el Reino!

Para la revisión de vida

¿En qué momentos de mi vida he experimentado la fidelidad de Dios?

¿En que momentos he sentido la falta de coherencia entre mi fe, mis palabras y mis acciones?

¿En que situaciones he puesto las leyes por encima de la vida de las personas?

Para la reunión de grupo

- «Predicar y curar»: ¿sería éste un binomio que sintetizaría bien la
actitud de Jesús? ¿Por qué?

- La misión del cristiano, ¿es fundamentalmente decir o hacer? ¿Por qué?
Justificar la respuesta con referencia a Jesús.

- «Hay momentos en los que la mejor forma de decir es hacer» (José
Martí). Comentar.

Para la oración de los fieles

- Por el pueblo santo de Dios, para que sea para toda la humanidad primicia de la salvación y germen fecundo de unidad y de esperanza…

- Por los pastores de la Iglesia, para que sepan recoger en torno a Cristo la entera familia de Dios, y la sirvan humildemente con la Palabra y el ejemplo…

- Por los responsables de las naciones y de los organismos internacionales, para que busquen con conciencia recta lo que lleva al progreso y no se dejen corromper por el dinero o el poder…

- Por todos los que ayudan a aliviar los sufrimientos humanos, para que sepan reconocer a Cristo presente en los más pequeños hermanos, en los enfermos y en los marginados…

- Por nosotros acá reunidos en torno al altar, para que seamos contructores del Reino de Dios en todas nuestras situaciones de vida según los dones recibidos…

- Para que tengamos la sabiduría del corazón a fin de comprender y ayudar a los “nuevos pobres”: ancianos, discapacitados, emigrantes, marginados, enfermos… hermanos y hermanas que están a nuestro lado…

Oración comunitaria

Padre fiel que has permanecido actuando en la historia y que manifestaste tu fidelidad en la vida de Jesús tu hijo, actuando a favor de la vida y la dignidad de tus hijos, llénanos de tu espíritu para sepamos leerte en la historia y podamos actuar en ella en coherencia y radicalidad, siendo verdaderos protagonistas en la construcción de tu Reino.


24. Fray Nelson Domingo 19 de Febrero de 2006
Temas de las lecturas: Por mi cuenta borraba tus crímenes * Jesús no fue primero "sí" y luego "no"; en él todo se ha convertido en un "sí" * El Hijo del hombre tiene potestad en la tierra para perdonar pecados

1. Lo visible como camino hacia lo invisible
1.1 Jesús es visible y es revelación de lo invisible. Esta es una enseñanza básica del Nuevo Testamento que puede muy bien encontrarse en el evangelio de hoy. Dice el Señor, en efecto: "ahora sabrán que el Hijo de Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados" (Mc 2,10). La curación de la parálisis, un hecho visible, sirvió pedagógicamente para descubrir el perdón de los pecados, que en sí mismo es un hecho invisible.

1.2 La parálisis no era un fruto del pecado necesariamente, porque más bien vemos que Jesús se aparta de aquella idea de que la enfermedad brota de pecados anteriores, quizá ocultos (cf. Jn 9,2-3). El pecado tampoco produce siempre consecuencias visibles, enseñó también Jesucristo, pues llamó "sepulcros blanqueados" (Lc 11,44) a aquellos que dominaban el arte de esconder con éxito su maldad. Y sin embargo, el pecado es como una parálisis: parálisis del alma, de la esperanza y de la alegría, y en tal analogía reside la fuerza de la pedagogía que el Señor utiliza para esta ocasión.

1.3 Cuando el paralítico llegó la camilla lo llevaba a él; después de encontrarse con el poder sanador de Jesús, él lleva su camilla. Muchas cosas son soporte de nuestras parálisis, y vienen a ser como "camillas" nuestras. Por ejemplo, los llamados "mecanismos de defensa" con los que queremos salvaguardar una cierta estabilidad interior mostrándonos insensibles, duros o distraídos ante los problemas que nos acechan. La agresividad, digamos por caso, es un mecanismo de defensa para proteger un alma tímida, acomplejada o asustada. Sirve como "camilla" que protege una parálisis sin sanarla. Pero Jesús sí sana, y sanados por Jesús ya no tenemos que ser defendidos por mecanismos como la agresividad porque el miedo que nos paralizaba ha sido vencido y ya podemos dominar la camilla.

2. Sobre la divinidad de Jesús
2.1 En más de una ocasión los Evangelios nos dejan ver la capacidad de Jesús para penetrar en las conciencias de los hombres y descubrir sus más ocultos pensamientos e intenciones. En el pasaje de hoy ello es claro, cuando los escribas empiezan a pensar para sus adentros: "¿Cómo se atreve a decir eso? ¡Blasfema! ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Mc 2,7), y Cristo les muestra lo que están pensando sin que lo digan.

2.2 Este rasgo de Jesús no es una curiosidad; es muy importante porque en el Antiguo Testamento sólo Dios penetra los pensamientos: "Más engañoso que todo, es el corazón, y sin remedio; ¿quién lo comprenderá? Yo, el Señor, escudriño el corazón, pruebo los pensamientos, para dar a cada uno según sus caminos, según el fruto de sus obras" (Jer 17,9-10). Y en Amós leemos: "He aquí el que forma los montes, crea el viento y declara al hombre cuáles son sus pensamientos, el que del alba hace tinieblas y camina sobre las alturas de la tierra: el Señor, Dios de los ejércitos, es su nombre" (Am 4,13).

2.3 Por otro lado, no es cualquier fruslería lo que anda en el pensamiento des estos escribas. Se sienten seguros de haber encontrado una blasfemia en Jesús porque ha dicho: "Hijo, tus pecados te son perdonados" (Mc 2,5). El argumento de ellos es: "¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" (Mc 2,7). Y es bien interesante notar que Jesús no niega lo que ellos afirman, que sólo Dios perdona pecados, sino que recalca que él mismo perdona pecados "pues ahora sabrán que el Hijo de Hombre tiene poder en la tierra para perdonar los pecados" (Mc 2,10). De este modo revela con suficiente discreción pero con suficiente claridad su naturaleza divina.


25.

1. “Mirad que realizo algo nuevo; ya está brotando, ¿no lo notáis?" Isaías 43,18. ¿Qué será eso que está brotando? Si el profeta no continuara diciendo que "abriré un camino en el desierto, ríos en el yermo, para apagar la sed del pueblo que yo formé", tendríamos motivos para quedarnos intrigados. Recordemos la historia. El pueblo de Dios está cautivo políticamente y más aún, moralmente, en Babilonia, pues en el destierro, se ha olvidado de su Dios, como siempre que se ha visto rodeado de ambiente idolátrico y de dioses babilónicos. El pueblo pagano, que lo ha derrotado militarmente, casi ha destruido también su alma. Y Dios suscita a Isaías para que resucite la esperanza al grito de ¡Dios va a intervenir!. El librará a su pueblo de la esclavitud y, además, lo renovará interiormente. Va a ocurrir un nuevo Exodo en el que el Señor resucitará a su pueblo paralítico, amado y pecador. El Señor no los ha olvidado y los va a repatriar. Ciro, rey de Persia, va a ser el instrumento en sus manos para retornar a la patria a los exiliados. Los ojos del profeta Isaías, consideran un buen augurio la derrota de Babilonia por Ciro, porque "El corazón del rey es una acequia en manos de Dios y la dirige a donde quiere" (Prv 21,1). El que libró a Israel de Egipto, "abrirá ahora un camino por el desierto, hará brotar ríos en el yermo". Estos ríos son el agua sacramental que apagará "la sed del pueblo que yo formé para que proclamara mi alianza". Eso es lo nuevo que ya está brotando. Y voy a hacer esto, no porque vosotros hayáis sido fieles, pues "no me invocabais, ni siquiera me ofrecíais los sacrificios", como cuando estabais en Jerusalén, y "me avasallabais con vuestros pecados y me cansabais con vuestras culpas". "Yo, yo era". Era yo quien "borraba vuestros crímenes y me olvidaba de vuestros pecados". Puro amor, gracia pura de Dios. Total gratuidad. El amor movió a Dios a crear. El amor le mueve a la nueva creación.

2. En el primer año de su vida pública, Jesús se ha limitado a predicar, hacer milagros y echar demonios, pero ha hablado muy poco sobre la naturaleza del Reino, del que sólo les ha dicho que no consistía en un bienestar humano, sino en algo más interior y profundo, que venía significado por la expulsión de los demonios.

3. Hoy va a dar una fuerte campanada, adjudicándose el poder de perdonar pecados, iniciando la idea de su plan de redención de la humanidad pecadora. Y lo va a realizar, no sólo ante unos sencillos galileos de Cafarnaum, sino también ante unos doctores de la Ley, allí presentes, lo que va a provocar el estallido de un trueno en medio de la calma. Los galileos quedarán espantados. Y los intelectuales, escandalizados, transmitirán el hecho a Jerusalén, donde comenzará a levantarse la marejada que le conducirá al calvario. Pero así sembraba ya la semilla de la Redención.

4. "Llegaron cuatro hombres llevando un paralítico" Marcos 2,1. La fama de la curación del leproso y tantas otras se había extendido por toda la comarca, buscando salud, curación, lo que es completamente humano. Para ello cometieron una fechoría, que Jesús contemplaría complacido porque testimoniaba su fe, aunque rudimentaria e interesada, pero, al fin y al cabo, fe en el poder de Jesús. En Nazaret no había podido hacer milagros por su falta de fe. Y aquellos hombres demostraban una fe que no se arredraba ante las dificultades. Como la casa de Pedro en Cafarnaum estaba abarrotada, y la gente se había agolpado a la puerta, era imposible presentar ante Jesús al paralítico; pero este paralítico había tenido la suerte de encontrar a unos hombres valerosos, con fantasía y arrojo, para ayudarle. No dudaron en romper el techo, y exponerse a pagar los gastos de los daños y perjuicios, porque la fe en Jesús era muy grande y la caridad, que siempre va unida como hermana gemela con la fe, no era menor. No era el momento de andar con delicadezas y buenas maneras, pidiendo a los demás que dejen paso. Aquella casa, como las de la época, tenía una escalera por la parte de fuera por donde se subía a la azotea. Y sin dudar lo más mínimo, subieron por allí con el paralítico a cuestas. Ya en el techo, desmontaron las tejas, y abrieron un boquete, demostrando que tenían una fe ciega en Cristo, pues no se arredraron por nada. Y el paralítico tenía una gran esperanza en su corazón de verse libre de su enfermedad y poder compartir la vida con los demás. Todo este trabajo audaz no se hizo en un momento. Los de la casa protestaban, porque temían que cayesen sobre sus cabezas, no sólo el polvo, sino alguna teja que les descalabrara. Y escribe Marcos, que pusieron al paralítico ante Jesús, en aquel mundo cerrado y formal que le estaba escuchando.

5. Jesús tiene poder para curar; la gente lo sabe; pero desde el principio, quiere deslindar los campos como cuando le seguirán después de la multiplicación de los panes y los peces. Claro que quiere que todos estén sanos de cuerpo. Pero su venida al mundo alcanza un nivel de una superior categoría. Ha venido para que tengan vida y vida abundante, su propia vida divina, y el pecado es el muro en el río, que impide el paso del agua de esa vida. Por eso, para delimitar los niveles de los dos océanos, comienza por perdonar los pecados. Jesús se daba perfecta cuenta de que ni el paralítico ni los que lo llevaban, habían venido a confesarse. Pero, aunque nadie le ha pedido el perdón, cuando ha dejado claro que su misión principal es perdonar los pecados para hacerlos hijos de Dios, curará también la enfermedad del paralítico. Con lo cual habrá puesto al servicio de lo trascendental, lo accidental, la curación. Que a la vez, será garantía de que tiene el poder de perdonar los pecados, y de que para eso ha venido, como Cordero de Dios.

6. "Hijo, tus pecados quedan perdonados". A los judíos les resultaba inaudito e inaceptable, que un hombre se atreviera a pronunciar una fórmula de perdón tan tremenda. La extrañeza y la incredulidad se removieron en el corazón de los letrados presentes. Jesús descubre sus pensamientos, y los ataja con la pregunta: "¿Qué es más fácil: decirle al paralítico, "tus pecados quedan perdonados", o decirle "levántate, coge tu camilla y echa a andar"?. Pues, para que veáis que el Hijo del Hombre, tiene poder en la tierra para perdonar pecados…entonces le dice al paralítico: "<Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa>. El paralítico se levantó inmediatamente, cogió la camilla y salió a la vista de todos". Si sólo Dios puede perdonar los pecados Jesús se ha manifestado con el mismo poder de Dios.

7. En lo que menos pensaban ni el paralítico, ni los cuatro hombres que lo trajeron, era en conseguir el perdón de los pecados. Ellos habían venido buscando la curación de aquel paralítico, y se iban con el caudal del agua de la gracia de Dios en su alma. Y Jesús, que ha venido al mundo para quitar el pecado, y ha visto suficiente fe y generosidad en el corazón de aquellos hombres, que han demostrado una creatividad e iniciativa admirables, después de otorgarle el perdón de sus pecados, manifestándose como Dios, le regala la curación física. Los cuatro hombres de corazón grande y el paralítico, vinieron en busca de la curación de un enfermo, pero su fe, su amor y su creatividad a favor de aquel hermano, merecieron el perdón de sus pecados, que es un milagro mayor. Pensemos en nuestras Iglesias cerradas sobre sí mismas, en las que cualquier apertura parece imposible. Pero asombrémonos también ante el ejemplo de los camilleros, de seguro hombres jóvenes y fuertes, unidos para hacer el bien, tenaces en su propósito, creativos para la acción y animados por la fe, modelo y parábola para tantos hombres y mujeres, samaritanos del sufrimiento ajeno, en comunidades religiosas, voluntariados solidarios o, simplemente, personas de bien -y muchas de fe-, cuidadores, ellas sobre todo, de ancianos o enfermos en desamparo, familiares propios o sólo sus semejantes, a veces durante años o decenios. Cristo sigue haciendo milagros a través de ellos.

8. A Pablo, como los fariseos a Jesús, algunos intrigantes de la Iglesia de Corinto también le acusaron y él se defendió, diciéndoles que tenía muy claro su camino y no lo iba a abandonar porque se lo había señalado Jesús, a quien seguía. Y nunca se dejó amilanar por los obstáculos surgidos ante él, respondiendo firme y totalmente a la voluntad divina, llevando a término el designio del Señor. Penetrado por el mismo Espíritu, el apóstol considera que debe continuar su labor a pesar de las críticas infundadas (2 Cor 1,18).

11. Una casa es un lugar de repliegue sobre sí mismo, un lugar de «retiro»; un lugar poseído y cerrado en el que se habita hasta la muerte. El paralítico entró en la casa por el tejado «como un ladrón». Le han llevado allí, tumbado en su camilla, como si estuviesen metiendo un ataúd en una tumba. Pero como a Lázaro, Jesús le dice al paralítico, «levántate», y éste sale de la tumba. Como para el leproso del domingo anterior, también para éste la curación ha sido una resurrección. Cristo es el creador de la vida. El paralítico ya no necesitaba los brancadiers porque se había convertido en un hombre en pie, que salía libre con su camilla bajo el brazo. Al recibir el perdón ya era un hombre libre y vivo. Mientras era prisionero de sí mismo, no podía moverse, pero el perdón de Dios lo había liberado. Ahora camina sin dificultad y puede vivir sin cadenas. Mientras los escribas permanecían encerrados y paralizados, el que estaba inmóvil, sale caminando.

12. Hubo como una contradicción entre Jesús y los que trajeron al paralítico, pues no era un penitente que venía a confesarse, sino un enfermo. Ellos vinieron a que lo curara, era su propio nivel, y su deseo. No tenían más horizonte. Pero Jesús no se identifica con ese deseo para no desvirtuar la esencia de su misión. Su nivel es más alto. Y eleva el problema y la solución. Es la primera vez que oímos a Jesús hablar del perdón de los pecados. El paralítico no ha abierto la boca para confesarse y pedir perdón. Pero Jesús le ofrece el perdón. «Animo, hijo, tus pecados te son perdonados». No sé si estas palabras de Cristo pudieron defraudar de momento al enfermo, pues él y sus acompañantes probablemente, no habían pensado mucho en ese perdón, y menos impartido por un hombre, y sí en la curación, que deseaban con toda su alma. Si no pudieron captar entonces toda la trascendencia de esas palabras de Cristo, sin duda que luego serían materia de meditación e inmenso gozo.

13. Para la teología de aquellos maestros, Cristo había blasfemado, pues se había atribuido el poder divino, se hacía sencillamente Dios, pues sólo Dios puede perdonar los pecados. Cristo no sólo leyó en sus rostros y en su actitud, que aunque silenciosa, manifestaba la repugnancia que sentían ante aquellas palabras, sino también en sus corazones. Por eso añade: ¿Por qué pensáis así en vuestros corazones? ¿Qué es más fácil, decir al paralítico: “Tus pecados te son perdonados” o decirle: “Levántate, toma tu camilla y anda”? Pues para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados, dice al paralítico: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a tu casa». De este modo tan sencillo y, al mismo tiempo, tan lleno de majestad, proclamaba Jesús su Divinidad. Nadie se expondría a proferir unas y otras palabras, las del perdón de los pecados y las del imperio sobre una dolencia incurable al mismo tiempo, para probar con unas las otras, si no tuviese la conciencia de ser igual que el Padre, como luego, muy pronto, dirá.

14. En esa camilla llevada por cuatro hombres, se nos insinúa y representa el misterio de la «comunión de los santos», como dice san Pablo: que hemos de aportar algo nosotros a lo que falta a los sufrimientos de Cristo, para «el bien de la Iglesia». Es un misterio consolador y muy olvidado en nuestros días, en los que sólo se cotiza la aportación personal e inmediata en procurar el bien de los demás, y en que se da preferencia al bien físico o humano sobre el espiritual. La Iglesia se sostiene, y es llevada hacia Cristo, sobre todo por las oraciones de unos por otros, muy especialmente por el amor crucificado de muchos ignorados. Lágrimas de madre han llevado a Agustín a la conversión. Lágrimas, oraciones, penitencias, sacrificios, vidas anodinas y sacrificadas, llevan almas a Cristo, sobre todo, reunidos en comunidad fraterna. Enfermos, madres de familia escondidas en su oscuro hogar, trabajadores infatigables en su fábrica o taller, simples administradores en una oficina, con su humildad y monotonía, labradores sudorosos del campo que trabajan de sol a sol, una multitud de almas sacrificadas que se han acostumbrado a servir a los demás, pisoteadas mil veces por sus amos, pero, llenos de fe y amor ofrecen cada día su trabajo y sufrimiento diario por el bien de la Iglesia, son los que la sostienen y la llevan a Cristo. Éste es el misterio tan poco entendido en el momento actual de las monjas de Clausura, que viven el misterio de la «comunión de los santos», negándose a sí mismas una infinidad de bienes que podrían tener en su familia y en la sociedad, sin pretender nada más que alcanzar el máximo grado de amor sacrificado, muy conscientes de que enriquecen a la Iglesia y a la sociedad, con una riqueza misteriosa, bien no apreciado, pero solemnemente reconocido por la Iglesia en todos los tiempos. Toda esa multitud de almas que viven muy intensamente su fe y su amor a Cristo, son las que llevan sobre sus hombros a una multitud de inválidos o paralíticos, que no tienen fuerzas para caminar hacia Él.

15. Pero y a estas almas que llevan a su vez a las demás, ¿quién las lleva? Todas reciben una multitud de gracias de las otras, de todo ese acervo inmenso de amor crucificado que hay en la Iglesia, y todas son llevadas personalísimamente por Cristo. Sin Cristo en su interior, todos seríamos igualmente inválidos para caminar hacia Dios. Quien nos lleva por el áspero camino que sube primero hacia el calvario y luego hacia la montaña de la Ascensión, es el mismísimo Cristo, instalado en lo más íntimo de nuestro ser para comunicarnos su Vida divina, y nos brinda tantas ocasiones para morir, si no de una vez en una cruz, sí cada día un poco en la infinidad de cruces y dificultades, que encontramos en nuestro camino de peregrinos. Con el perdón ha llegado la virtud de Dios, que permite empezar el camino maravilloso que nos conduce a su Reino porque una nueva fuerza ha surgido en el fondo del alma.

16. Si queremos evangelizar de nuevo al mundo, comencemos por revalorizar el sacramento de la Reconciliación, que desde hace tiempo, aunque aún cotiza en bolsa, ha perdido muchos enteros. Será el comienzo de la implantación del reino de Dios en el mundo nuevo.

17. Y con el sacramento de la reconciliación, el de la Eucaristía, que fervorosamente estamos preparando para sacar nuevas gracias y mayor fruto. Conmovidos por esta verdad y por ese amor, diremos con el salmista: "Sáname, Señor, porque he pecado contra tí" Salmo 40."


26.

Del remordimiento a la alabanza: Cristo continúa perdonando los pecados
Recuerda el predicador del Papa al comentar las lecturas de la Misa del domingo

ROMA, viernes, 17 febrero 2006 (ZENIT.org).- Publicamos el comentario del padre Raniero Cantalamessa OFM Cap --predicador de la Casa Pontificia— a las lecturas de la Misa del próximo domingo.

 

* * *



 

VII Domingo del Tiempo ordinario B
(Isaías 43, 18-19.21-22.24b-25; 2 Corintios 1, 18-22; Marcos 2, 1-12)

Tus pecados te son perdonados



Un día que Jesús estaba en casa (tal vez en la casa de Simón Pedro, en Cafarnaúm), se reunió tal multitud que no se podía de modo alguno entrar por la puerta. Un grupito de personas que tenía un familiar o amigo paralítico pensó superar el obstáculo destapando el techo y descolgando al enfermo por los bordes de una sábana ante Jesús. Él, vista la fe de aquellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Algunos escribas presentes piensan en sus corazones: «¡Blasfemia! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino Dios sólo?». Jesús no desmiente su afirmación, pero demuestra con los hechos tener sobre la tierra el poder mismo de Dios: «Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dice al paralítico--: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a casa”».

Lo que ocurrió aquel día en casa de Simón es lo que Jesús sigue haciendo hoy en la Iglesia. Nosotros somos aquel paralítico, cada vez que nos presentamos, esclavos del pecado, para recibir el perdón de Dios.

Una imagen de la naturaleza nos ayudará (por lo menos me ha ayudado a mí) a entender por qué sólo Dios puede perdonar los pecados. Se trata de la imagen de la estalagmita. La estalagmita es una de esas columnas calizas que se forman en el fondo de ciertas grutas milenarias por la caída de agua calcárea desde el techo de la cueva. La columna que pende del techo de la gruta se llama estalactita, la que se forma abajo, en el punto en que cae la gota, estalagmita. La cuestión no es el agua y su flujo al exterior, sino que en cada gota de agua hay un pequeño porcentaje de caliza que se deposita y hace masa con la precedente. Es así que, con el paso de milenios, se forman esas columnas de reflejos irisados, bellas de contemplar, pero que si se miran mejor se parecen a barrotes de una celda o a afilados dientes de una fiera de fauces abiertas de par en par.

Lo mismo ocurre en nuestra vida. Nuestros pecados, en el curso de los años, han caído en el fondo de nuestro corazón como muchas gotas de agua calcárea. Cada uno ha depositado ahí un poco de caliza --esto es, de opacidad, de dureza y de resistencia a Dios— que iba haciendo masa con lo que había dejado el pecado precedente. Como sucede en la naturaleza, el grueso se iba, gracias a las confesiones, a las Eucaristías, a la oración. Pero cada vez permanecía algo no disuelto, y ello porque el arrepentimiento y el propósito no eran «perfectos». Y así nuestra estalagmita personal ha crecido como una columna de caliza, como un rígido busto de yeso que enjaula nuestra voluntad. Se entiende entonces de golpe qué es el famoso «corazón de piedra» del que habla la Biblia: es el corazón que nos hemos creado nosotros mismos, a fuerza de convenios y de pecados.

¿Qué hacer en esta situación? No puedo eliminar esa piedra con mi voluntad sola, porque aquella está precisamente en mi voluntad. Se comprende pues el don que representa la redención obrada por Cristo. De muchas maneras Cristo continúa su obra de perdonar los pecados. Pero existe un modo específico al que es obligatorio recurrir cuando se trata de rupturas graves con Dios, y es el sacramento de la penitencia.

Lo más importante que la Biblia tiene que decirnos acerca del pecado no es que somos pecadores, sino que tenemos un Dios que perdona el pecado y, una vez perdonado, lo olvida, lo cancela, hace algo nuevo. Debemos transformar el remordimiento en alabanza y acción de gracias, como hicieron aquel día, en Cafarnaúm, los hombres que habían asistido al milagro del paralítico: «Todos se maravillaron y glorificaban a Dios diciendo: “Jamás vimos cosa parecida”».

[Traducción del original italiano realizada por Zenit]