36 HOMILÍAS MÁS PARA EL DOMINGO V DEL TIEMPO ORDINARIO
18-32

18.

1. Los gestos de Jesús Después de hablar en la sinagoga de Cafarnaún y de curar al endemoniado, Jesús completa su jornada en casa de Pedro. Allí, en presencia de los cuatro discípulos, en un ambiente de mayor intimidad, cura a la suegra de Pedro. Los gestos de la curación parecen simbólicos: Jesús se acerca a los hombres, nos da la mano y nos levanta.

"Jesús se acercó, la cogió de la mano y la levantó". Son gestos nuevos, originales: un rabino nunca se habría dignado acercarse a una mujer y cogerla de la mano para devolverle la salud. Al levantarla, la capacita para que emprenda el camino del servicio, característica poco frecuente en el hombre.

"Se puso a servirles". Esta reacción de la suegra es significativa de la actitud que deben tener los hombres que han sido salvados, que han llegado a la fe. Si estamos en este camino de salvación, lo estaremos demostrando con la entrega de nuestra vida a los demás.

Jesús vivió para los demás, y quiere que imitemos su ejemplo. Quiere que pasemos de la pasividad de estar encerrados en los propios problemas, que nos inmovilizan "en cama", a estar abiertos para servir, para hacer camino con los demás; de no ser capaces de valernos por nosotros mismos, a asumir el riesgo de la propia vida. Jesús conecta con la situación real en que se encuentra cada persona -servidumbre, desorientación..., muerte- y nos muestra el camino para superarlas o para afrontarlas con dignidad y valentía.

2. Dios no quiere el sufrimiento

"Al anochecer..." La curación de la suegra de Pedro se hizo en sábado. Las que se narran a continuación no pertenecen ya a este día, que terminaba con la puesta del sol. Ahora ya estaba permitido transportar camillas y, por eso, pueden traer a Jesús a los enfermos y poseídos.

Llega mucha gente. La acción de Jesús va siendo conocida. La gente va descubriendo en El a alguien al que merece la pena ir, aunque los únicos que realmente le conocían eran los demonios.

Dios no quiere el sufrimiento. Jesús toma una actitud activa de lucha contra el mal del hombre y nos invita a sus seguidores a hacer lo mismo.

Hemos de tener conciencia del mal y del sufrimiento de nuestro mundo y adoptar ante ellos una postura responsable. Enfermedades, vejez, sufrimientos morales, deficiencias físicas y psíquicas, paro, hambre, ignorancia... de tanta gente que espera de nosotros ayuda y consuelo.

¿Habrá suficiente amor en el mundo para redimir tanto sufrimiento y tanta miseria? ¿No deberíamos los cristianos dedicar nuestra vida a ello?.

3. Toda la actividad de Jesús está penetrada por la oración J/ORACION:

"Se levantó de madrugada, se marchó al descampado y allí se puso a orar".

Todo acontecimiento externo permanece en la penumbra mientras no lo reflexionemos en profundidad. Se necesita la oración para intuir los pensamientos de Dios. La fe domina los significados de la historia, porque Dios está detrás de ella, alentando lo bueno y apoyando la lucha contra todo lo malo.

Frente al éxito que va obteniendo ante las muchedumbres, Jesús quiere poner en claro constantemente la misión recibida del Padre, y por ello busca la soledad para orar. En su vida, tan llena de ocupaciones, le resultaba difícil encontrar el tiempo necesario. Entonces "se levantaba de madrugada", o se retiraba al atardecer (Mt 14,23), o velaba durante la noche (Lc 6,12). Toda su actividad está penetrada por la oración.

También le era necesario encontrar el lugar adecuado para entrar en diálogo con el Padre.

Abandonaba con frecuencia a las turbas, cansado de su incredulidad y obstinación, apenado por la dureza de sus cabezas para comprender. Necesitaba calmarse, apaciguarse, encontrarse en la intimidad con el Padre. Necesitaba clarificar con El el sentido verdadero de su misión. Porque no tuvo siempre la misma claridad de conciencia. Fue vulnerable a las impresiones y sensible a las influencias. Por eso tenía que rezar para pensar mejor lo que pensaba y para saber mejor lo que sabía.

En la oración veía las cosas desde más lejos, partía hacia nuevas metas, robustecía la unión con el Padre e iba encontrando el camino adecuado de su misión con una seguridad íntima.

Gracias a la oración iba ahondando, reflexionando, encontrando. Gracias a la oración volvía a sentirse Hijo. Y una vez unido así con su Padre, ya no tenía más que una sola oración: "¡Padre, que se haga tu voluntad!" (Mc 14,36).

Luego volvía a los suyos renovado, luminoso, sereno.

Jesús es hombre de oración. Ha vivido una vida de oración perfecta en medio de las ocupaciones agobiantes de toda su vida pública. No rezaba para darnos ejemplo. Si su oración tiene un sentido para nosotros, si es ejemplar, es porque ante todo tenía sentido para El. No disponía de esa claridad de ciencia y de fuerza divinas capaces de ahorrarle la oscuridad, el balbuceo, las dudas naturales en el hombre; necesitaba orar para encontrar la luz y poder seguir su camino. ¡Dichoso el que logre entrar en el secreto de su oración!

La única oración verdadera para un cristiano es la que se asemeja a la de Jesús: no una oración de pedigüeños ni de criados, sino una oración de hijos, una oración llena de confianza y de entrega. Rezar es volver a tomar conciencia del don de Dios, acordarnos de que tenemos un Padre, recordar que lo que le hemos pedido ya nos lo ha dado. Rezar es hacernos conscientes de la realidad del mundo y tomar una opción ante ella. No rezamos para vencer la resistencia de Dios para darnos, sino para vencer nuestra resistencia a abrirnos a su don.

¿Cuánto tiempo necesitaremos para rezar así? Sólo en la oración encontraremos la acción que cada uno de nosotros puede y debe hacer para colaborar en la transformación del mundo.

¿Cómo vamos a saber qué debemos hacer, a qué debemos dedicar nuestra vida, cuál es nuestra vocación, sin preguntárselo al Padre en la oración? El es el único que lo sabe, y quiere que realizando nuestra misión en el mundo nos construyamos a nosotros mismos. En la oración nos ayudará para que venzamos nuestras resistencias para ponerla en práctica. Y no llevaremos nada a la práctica sin que estemos convencidos antes de su necesidad.

Jesús es nuestro maestro de oración. Sólo El puede hacer que en nosotros brote una oración verdadera. No sabremos rezar mientras Jesús no nos lo haya enseñado en lo más profundo del corazón.

Cada vez que Jesús quiso llevar a algunos de los suyos a orar con El, el evangelio nos dice que se durmieron (Mt 26,40). En la oración tenemos que hacer un esfuerzo de perseverancia, suceda lo que suceda y pese a todas las apariencias desfavorables. Y, sobre todo, esperar, porque Dios vendrá a nuestro encuentro cuando y como El quiera. Esperar, aunque sea a lo largo de toda nuestra vida, teniendo en cuenta que Dios no puede venir a nuestro encuentro más que en la medida de nuestro amor.

A la oración tenemos que ir para perdernos, para entregarnos, nunca para buscarnos. Nuestra vida de oración debe tener dos modalidades: momentos de oración pura, momentos de retiro, de silencio, de "estar", momentos en los que cesen totalmente otras actividades -en ellos es fundamental la hora, el lugar, la postura-; y una permanencia del estado de oración a lo largo de todas nuestras actividades.

Es lo que hacía Jesús: vivía en este estado permanente de oración, y dedicaba largas horas de su tiempo, en medio de jornadas abrumadoras de trabajo, a la oración, retirado en la soledad de la montaña, de la naturaleza.

La experiencia de la oración nos hará comprender cada vez mejor hasta qué punto la oración supone un desasimiento de todo lo creado, supone una especie de muerte a todo lo que no es Dios. ¿Será por esta falta de desasimiento por lo que rezamos tan poco o nada? ¿Y será porque rezamos poco o nada por lo que estamos tan apegados a los "valores" de este mundo?

La oración debe impulsar y dar sentido a nuestra lucha. Debe ayudarnos a sintonizar con los designios de Dios, a confiar en El; pero al mismo tiempo a asumir nuestras responsabilidades.

La oración de Jesús era más intensa en los momentos más decisivos. En ellos adoptaba resoluciones definitivas, volvía a conectar con su misión, con su vocación, con el designio de Dios sobre El.

Saber quién es Jesús es lo esencial para la vida de un cristiano. Y esto no puede lograrse sin grandes momentos de oración solitaria.

4. Jesús despierta esperanzas

Los discípulos tenían que ir a buscarlo con frecuencia a sus lugares de retiro. "Todo el mundo te busca". Aquí, pensando humanamente, que es como decir sin pensar, van a buscarlo para que vuelva porque todos le buscan. Y Jesús tiene una firme resolución: marchar a predicar a toda Galilea.

La gente sigue a Jesús porque despierta esperanzas, pero aún son demasiado interesadas.

Jesús no sólo habla. Lucha contra el dolor y el mal y la tristeza que encuentra en su camino. Y todo esto arrastra a la gente, crea ilusión. "Simón y sus compañeros" quieren que se quede para aprovechar el éxito obtenido con sus palabras y con sus curaciones. Pero Jesús opta por marcharse. Huye de la gente que busca milagros, no quiere desvirtuar su misión: para eso ya estarán sus sucesores. Los milagros están al servicio de la fe, de Dios; no al contrario.

"Recorría toda Galilea... curando las enfermedades y dolencias del pueblo". El hombre de fe cree que las cuentas sobre el mundo y sobre la historia no salen bien si sumamos solamente las fuerzas de la naturaleza, las del hombre y las de Dios; está, además, la fuerza del mal.

El aburrimiento, el hastío, la superficialidad, la injusticia, la opresión, la pasividad, el confort... son las características de nuestra sociedad de consumo, a la que, sin rubor, llamamos cristiana.

En ella, cuanto más deseamos pasarlo bien y ser felices, la vida se nos aleja más. ALIENACION/CONSUMO: Ese clima irreal en el que ni se piensa ni se vive y en el que todo se toma con una superficialidad alarmante. Esa juventud que corre tras la vida, sin encontrarla por falta de esfuerzo, de compromiso... y de ejemplo de los adultos. Ese vacío que se masca en las fiestas y en las diversiones. Ese campo de batalla del trabajo, en el que siempre gana el más fuerte -el que tiene dinero-, apropiándose del sudor del que carece de medios para defenderse; ese trabajo en el que gana siempre el más sagaz, que es lo mismo que decir el más sinvergüenza. Ese mundo de los políticos, en el que es frecuente la búsqueda del éxito personal, por encima del bien común. Esos estudios que no capacitan para hacer un mundo justo al estar pensados para que todo siga igual, para que la gente no piense -por eso abarcan muchas materias, llenan de conocimientos que no se pueden asimilar y que están al margen de la vida concreta del hombre y que muchas veces no sirven para nada-, y en los que se pierden muchos años de la vida, con el agravante de que incapacitan para hacer algo después, como lo demuestran tantas huelgas y reivindicaciones de universitarios de primeros cursos, que cuando terminan sus estudios y se sitúan engrosan el número de los instalados. Ese pueblo, engañado sin cesar, sin esperanzas de ninguna clase, que se aliena con la televisión, con el fútbol, las quinielas, la lotería, los toros, las modas y adquiriendo todo tipo de cachivaches que le permita la sociedad de consumo. ¡Qué alienación más total! Y así perdemos los años de la vida, en todas las edades.

5. Es necesario mejorar la condición humana

Habló Job diciendo:

El hombre está en la tierra cumpliendo un servicio, sus días son los de un jornalero.

Como el esclavo, suspira por la sombra, como el jornalero, aguarda el salario. Mi herencia son meses baldíos, me asignan noches de fatiga; al acostarme pienso: ¿cuándo me levantaré? Se alarga la noche y me harto de dar vueltas hasta el alba. Mis días corren más que la lanzadera y se consumen sin esperanza. Recuerdo que mi vida es un soplo, y que mis ojos no verán más la dicha. (Job 7, 1-4.6-7)

Job nos hace una dolorosa exposición de la vida humana. Las penalidades del trabajo, el sufrimiento en las enfermedades, cierta sensación de inutilidad de la existencia y la brevedad de la vida humana... son experiencias por las que pasamos más de lo que quisiéramos.

En nuestro mundo existe el hombre que sufre, que se consume sin esperanza, víctima de la opresión. Existen también los hombres que se creen conocedores de la voluntad de Dios, que se escandalizan ante la protesta del hombre que sufre, y le aconsejan paciencia y resignación, como si ése fuera el deseo de Dios. Nos hacen creer que es deseo de Dios el que haya ricos a los que sobre y pobres que pasen necesidad; poderosos que nos imponen eso que llaman "orden" y una multitud de gente que siempre depende de su voluntad para tener trabajo, para encontrar piso, para poder hablar; unos, que si están enfermos, o si quieren dar estudios a sus hijos, o si quieren descansar, hallan todos los caminos abiertos para escoger médicos, o colegios y universidades o viajes de placer; mientras que otros, con las mismas necesidades, encuentran todas las puertas cerradas o tienen que aceptar lo que les den y como se lo den.

Nuestra vida, como la de Job, símbolo de la existencia humana en el mundo, no es agradable, ni mucho menos. Vivimos de ilusiones que, cuando las alcanzamos, despiertan en nosotros deseos más grandes e inalcanzables.

La poca vida que tenemos se nos escapa. Reconocernos así es condición indispensable para poder abrirnos al diálogo con Dios, para poder esperar la salvación, la vida verdadera, luchando por conseguirla ahora y aquí, aunque la plenitud esté siempre "más allá".

PUEBLO/MANIPULACION  Los pueblos viven desterrados, a oscuras, llenos de tinieblas. Los poderes y las estructuras crecen sobre ellos, como hormas de hierro, para que nadie se salga de lo establecido. Para que un pueblo sea capaz de moverse, de despertar, es necesario que llegue a creer en la utopía. De lo contrario es muy difícil que supere los yugos de los tiranos. Esta es la labor de los profetas. Es la labor del profeta Jesús.

Todos los poderes pretenden hacernos creer que sirven al pueblo. Se habla del poder del pueblo, del pueblo soberano..., y éste llega hasta a creérselo. Y aunque las revoluciones, los grandes avances de la historia, los ha hecho el pueblo, es al que menos se le agradecen sus esfuerzos.

Al pueblo se le engaña con palabras bonitas, con promesas que nadie piensa cumplir; se le teme como a una fiera sin domesticar; se le controla; se le pretende llenar la cabeza y, a veces, el estómago, para que no tenga tiempo para pensar ni para hablar: ¡ya piensan y hablan por él "los padres de la patria"!

Los pueblos sufren grandes opresiones a causa de los intereses de los sistemas económicos y políticos. Muchos pueblos agonizan, viven sin pensar, sin conciencia propia. Por eso en las elecciones votan -aunque cada vez menos- en contra de sí mismos, a los partidos burgueses, que se presentan como sus salvadores.

Jesús muestra un gran amor al pueblo. Un amor que le llevó a dedicar su vida a su salvación y liberación, a su maduración. El cristiano tiene que colaborar para despertar, a la vez que su propia conciencia, las conciencias de los pueblos para que luchen por conseguir sus legítimas libertades y derechos. Tiene que ayudarle a que madure, desde dentro, siendo pueblo también, por medio de la transformación de la cultura alienante actual, el respeto y la igualdad de todos los hombres, la capacidad de diálogo, la convivencia con todas las opciones que no impidan la justicia, su preocupación activa por las cosas públicas.

El amor al pueblo exige el esfuerzo por su promoción. Pero una promoción en la línea más profunda de la persona y las colectividades. Una promoción que no puede quedar reducida a darle de comer y poco más -actualmente no llega ni a eso-. Tiene que ser una promoción para que cada hombre llegue a poder usar su propia cabeza.

La conciencia del hombre y su realidad social son tan importantes, que ninguna persona podrá desarrollarse de verdad ni podrá ser libre y responsable sin desarrollar en sí mismo estas dos condiciones.

Cada generación envejece nada más nacer. El amor al pueblo nos pide emprender una acción de curación, de detectar los males, de sanear las situaciones. No es posible realmente comprender el significado de Jesucristo sin profundizar en la verdad de la condición humana, la estrechez de sus límites y su lastre abrumador. Jesús sólo puede aparecer como Salvador a los que, uno u otro día, sintieron violentamente lo imposible que le es al hombre asegurar por sí solo su propio destino. Descubrimiento que no implica ninguna negativa a asumir las propias responsabilidades. La aceptación de la salvación, sentido de la vida traído por Jesús, estimula a cada creyente a actuar de una forma confiada y eficaz, ya que, si nada es posible sin Jesús, con El todo se hace posible (Jn 15,1-7).

Jesús es capaz de dar sentido a la vida de los hombres. En El, muerto y resucitado, tiene plena respuesta nuestra vida. En El, la muerte, con la que poco a poco nos morimos, acaba en la vida.

En el horizonte de nuestra vida aparece el Dios de la esperanza, que nos promete cambiar la tristeza en gozo. El olvido de Dios, de todo lo que representa, es la causa principal de nuestro hastío. Quien cree en El encuentra, en su propia realización, en la vida entregada al prójimo, en la lucha por un mundo justo, en la oración, en el fiel cumplimiento del deber profesional -siempre como servicio a la comunidad de los hombres, nunca como lucro o éxito personal-, razones para vivir que ahuyentan todo vacío.

Jesús es el libertador al servicio del hombre, que combate contra todo tipo de esclavitud. Toda su vida encuentra eco en el corazón del hombre que entra dentro de sí mismo. Los "demonios" que tenemos que expulsar están en todos los niveles de la existencia humana; en las estructuras opresoras y en el hombre que ha perdido la esperanza. Jesús quiere transformar el mundo. No se limita al espíritu: actúa en todo el hombre. Y éste es el ejemplo y el camino que nos deja: hablar, anunciar la buena noticia de la liberación de todo el hombre y de todos los hombres.

¿Es eficaz hablar para cambiar el mundo? Jesús cree en sí. Por eso su Palabra tiene fuerza: la fuerza de su convicción y de su entrega total. Jesús nos quiere contagiar la fe en su lucha, quiere convencernos para que sigamos su camino.

Pero los cristianos hemos cambiado el sentido a las palabras de Jesús, de forma que el "evangelio" que comunicamos al mundo no tiene garra. ¿No está manipulado y defendiendo intereses opuestos al pueblo sencillo? Las curaciones son signo de la salvación integral que Dios quiere para los hombres. Jesús no se limita a "salvar almas": cura también los cuerpos. Y los "cuerpos" que hoy necesitan curación son los de los marginados, hambrientos, explotados, parados, torturados, desaparecidos, analfabetos...

Es verdad que las curaciones tienen el riesgo de que los hombres nos quedemos sólo en lo externo y aspiremos únicamente a vernos libres de nuestras necesidades terrenas, sin ahondar en el sentido profundo de ellas, como le sucedió a Jesús y como ha sucedido tantas veces en la historia -santuarios de apariciones celestiales...-, y puede suceder en las luchas revolucionarias de los pueblos latinoamericanos. Pero es mucho peor no hacer nada.

Jesús no comulga con quienes pretenden lavarse las manos mientras hablan de paciencia y resignación. El "explica" el mal combatiéndolo con todas sus energías, que es el camino para vencerlo, hasta dejar la vida en el empeño. Jesús, porque ama de verdad, libera del mal físico y moral.

No quiere dejar el mundo igual: quiere transformarlo. No es un predicador de paciencia y resignación. Si lo hubiera sido, no habría terminado asesinado en una cruz. No se queda en la sinagoga. Actúa y habla en el corazón de la vida humana. Y para ello no es suficiente la sinagoga. Tampoco es suficiente que la Iglesia se quede dentro de las iglesias, que los cristianos nos quedemos limitados a nuestras comunidades. Es preciso compartir la vida, trabajar en todas las realidades humanas, hablar y actuar en el corazón de la vida de los hombres.

FRANCISCO BARTOLOME GONZALEZ
ACERCAMIENTO A JESUS DE NAZARET - 1
PAULINAS/MADRID 1985. Págs. 321-330


19.

1. "Para eso he venido"

Este evangelio nos muestra que el trabajo que Jesús hizo sobre la tierra era una exigencia totalmente desmesurada. Debía buscar a las «ovejas descarriadas de Israel», una tarea que, dada la situación espiritual y religiosa del país, era imposible de llevar a cabo y a la que no obstante él se entrega con todas sus fuerzas. Cuando cura a la suegra de Pedro, «la población entera se agolpa a la puerta» de la casa; entonces cura a muchos enfermos y expulsa muchos demonios. Jesús se levanta de madrugada para poder por fin orar a solas. Pero sus discípulos le siguen y cuando le encuentran le dicen: «Todo el mundo te busca». Le buscaban los mismos de la noche anterior. Jesús no se excusa diciendo que ahora quiere rezar, sino que evita encontrarse de nuevo con la multitud alegando otro trabajo: en «las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido». Y las aldeas son sólo el comienzo: «Así recorrió toda Galilea». El auténtico apóstol cristiano puede tomar ejemplo del celo incansable de Jesús: aunque la tarea que tenga ante sí le parezca irrealizable desde el punto de vista humano, trabajará tanto como le permitan sus fuerzas; el resto será completado por su sufrimiento o al menos por su obediencia interior. Pero esta interioridad nunca puede ser una excusa para no hacer todo lo que pueda.

2. "Esclavo de todos".

Pablo, en la segunda lectura, sigue el ejemplo del Señor en la medida de lo posible. Ha recibido de Dios la tarea de anunciar el evangelio, y esto es para él un deber, no lo hace por su propio gusto. Pablo puede, para mostrar a Dios su libre obediencia, renunciar a una paga, pero nada le exime del deber estricto de comprometerse plenamente en la tarea que le ha sido confiada. No se presenta como el gran señor que está en posesión de la verdad, sino como el esclavo que está al servicio de todos. El apóstol dice (en los versículos que se han omitido en la lectura) que se hace esclavo de los judíos (se introduce en la mentalidad judía para hablar a los judíos del Mesías), esclavo de los paganos (para anunciarles al Redentor del mundo) y finalmente (aquí prosigue la lectura) esclavo de los débiles (aunque él se considera fuerte) para ganar también para Cristo, en la medida de lo posible, a los poco inteligentes, a los inseguros, indecisos y versátiles. No se olvida de nadie: «Me he hecho todo a todos», y esto no con la seguridad del que es ya partícipe de la promesa del evangelio, sino con la esperanza del que participa también él en lo que anuncia a los demás.

3. Como "servicio" (militar): así define el pobre Job, en la primera lectura, la vida del hombre sobre la tierra. El hombre no es un señor, sino une esclavo que «suspira por la sombra»; no es un amo (el amo es Dios), sino un «jornalero». Se trata de una característica general de la efímera vida del hombre. Cristo y su apóstol no contradicen esta descripción de la vida humana. Sólo que la inquietud, la desazón de que habla Job, se ha convertido en la Nueva Alianza en el celo indomeñable de trabajar por Dios y su reino, ya se realice esto mediante una actividad exterior o mediante la oración. Porque también la oración es un compromiso del cristiano por el mundo, y ciertamente tan fecundo o incluso más fecundo que la actividad externa.

HANS URS von BALTHASAR
LUZ DE LA PALABRA
Comentarios a las lecturas dominicales A-B-C
Ediciones ENCUENTRO.MADRID-1994.Pág. 137 s.


20.

1. Abrir las puertas de la comunidad

El domingo pasado comentábamos cómo Jesús comenzó su predicación en la sinagoga, es decir, con el pueblo judío aferrado a sus tradiciones y ritos. El evangelista Marcos, que tiene la intención de presentar un modelo de acción misionera para la Iglesia, hoy nos invita a descubrir cómo Jesús abandona la sinagoga, y actúa en medio de los suyos (la Iglesia) y en quienes están fuera.

Así nos dice cómo al salir de la sinagoga, «fue a la casa» de Simón y Andrés, con la intención de alojarse allí y hacerla centro de su actividad misionera. Esta casa parece simbolizar a la Iglesia y a cada comunidad particular, el hogar de Jesús, de la misma forma que sus verdaderos hermanos y parientes son quienes creen y aceptan su palabra. Marcos ya ve a Jesús como el resucitado que está presente en el interior de la casa-iglesia y desde allí ejerce su obra salvadora. En efecto, en seguida llegan de toda la ciudad y se amontonan en la puerta cuantos enfermos y endemoniados había, ya que la pequeña población se había enterado de cómo Jesús había curado de la fiebre a la suegra de Pedro.

Esta actitud solícita de Jesús hacia una humanidad doliente y acongojada, esclava del pecado y de todas sus secuelas, es una magnífica representación de lo que debe ser nuestra comunidad: una casa de familia donde desarrollemos nuestra acción no solamente hacia los que están dentro, sino que sepamos salir y conectarnos con quienes se acercan a nuestra puerta.

La comunidad cristiana no solamente es la casa de Jesús y de los discípulos que creen, sino que se expande más allá de los límites de sus paredes para transformarse en la casa de todos. Tal parece ser la imagen que nos quiso dejar Marcos.

Quizá a alguno le parezca bastante normal esta imagen; es posible que para muchos de nosotros no entrañe mayor novedad el hecho de que la Iglesia abra sus puertas a todos, particularmente a los más necesitados.

Sin embargo, debemos tener en cuenta lo siguiente: no debemos suponer que esta visión de una Iglesia abierta fuese algo visto y sentido por todos desde un primer momento. Al contrario, la primitiva Iglesia que tenía su sede en Jerusalén interpretaba que su misión debía limitarse solamente a los judíos y se resistía a bautizar a los paganos incircuncisos. Será necesaria la recia intervención de Pablo para que se descubra que la Iglesia no era una secta judía ni un ghetto cerrado.

Por otra parte, la tentación de pensar que los cristianos debemos practicar el amor solamente con otros cristianos, no ha sido eliminada del todo. Así solemos preocuparnos cuando un sacerdote o un activista cristiano es perseguido o muerto o sufre una injusticia; pero es posible que hayamos olvidado que idéntica preocupación hemos de tener por quienes están fuera de la casa y no tienen ayuda de nadie.

No está de más, pues, que hoy nos preguntemos los que estamos aquí reunidos a puertas cerradas en la casa de Jesús, si no hace falta que abramos un poco más las puertas y miremos a toda esa multitud que espera un signo de verdadera caridad de parte nuestra. El evangelio habla de enfermos y endemoniados... Nosotros podemos hablar de una sociedad enferma y encasillada en el pecado.

Abrámosle la puerta, porque el Señor no quiere permanecer aquí encerrado ya que ha venido para otra cosa. Esto quedará más claro en el segundo punto de nuestra reflexión.

2. Una imperiosa necesidad: evangelizar

Después del éxito obtenido y de la euforia de la gente, cualquiera hubiera pensado que Jesús se quedaría en la ciudad mucho tiempo, ya que las cosas se le presentaban muy bien. Pero Marcos, una vez más, se encarga de hacernos descubrir que Jesús tiene sus propios caminos y un especialísimo modo de actuar.

Precisamente a la mañana siguiente y antes que amaneciera, Jesús se levantó y se fue a un lugar solitario a rezar. Prácticamente huyó de la casa, aprovechando el sueño pesado de quienes se habían agotado con él en la jornada pasada.

En primer lugar, huye para poder estar en la soledad y rezar al Padre. Esta es otra importante lección de este evangelio: la comunidad cristiana debe saber dedicarse a una inmensa actividad apostólica, pero también debe saber encontrar el momento de soledad interior para no descuidar su relación con el Padre.

A menudo los evangelios nos apuntan el detalle de que Jesús pasaba las noches enteras en oración, a pesar del natural cansancio que le exigía un sueño reparador. Con razón se ha hablado en más de una oportunidad del "activismo" de ciertos cristianos o de ciertos grupos.

Entendemos por activismo apostólico una actividad intensa que desborda completamente los cauces de una necesaria vida interior.

Esta actividad nos saca de nosotros mismos, nos dispersa espiritualmente y termina por transformarnos en una máquina operante. Nos podemos pasar el día haciendo cosas, incluso «por los demás», pero alienándonos a nosotros mismos.

La acción de una comunidad cristiana debe ser ordenada y equilibrada, sabiendo compensar la vida interior con la exterior, la oración con la actividad, el crecimiento individual con la relación interpersonal.

Jesús nos deja una importante lección: el apóstol no puede perder en ningún momento su relación personal con Dios; debe saber escucharlo en la intimidad y silencio del corazón, ya que es su profeta; y debe hacer todo como una ofrenda cultual.

Es posible que nuestras comunidades cristianas necesiten hoy más que nunca este alimento espiritual que proviene de la oración y de la reflexión de la palabra de Dios. Jesús busca un lugar solitario para orar... Más que un lugar físico, aquí se refiere Marcos a ese lugar interior que debe permanecer en silencio para que la oración sea posible. Podemos incluso estar en silencio externo -como cuando se escucha al que habla o se leen estas páginas- y no tener silencio interior, ya que las preocupaciones, actividades y proyectos del día interfieren la vida interior.

Pero la oración puede necesitar ese corte con la actividad; y esto redundará en beneficio de la misma actividad que saldrá proyectada por la vida interior.

JESUS/ORACION: Lo que sigue del relato de Marcos lo sugiere muy a las claras: en la oración Jesús descubre por dónde ha de orientarse su tarea para que sea cumplimiento de la voluntad divina, mientras Pedro se transforma en tentador.

En efecto, al notar el apóstol su ausencia, sale en su búsqueda con los demás y le dicen a Jesús: "Todo el mundo te busca". Ese «todos» se refiere a los habitantes de Cafarnaúm, muy entusiasmados por sus milagros del día anterior.

Y la respuesta de Jesús: «Vamos a otra parte, a las aldeas cercanas, para predicar también allí; que para eso he venido.» Y acto seguido enfiló sus pasos rumbo al interior de Galilea.

Jesús sigue ampliando el círculo de su actividad: ahora abandona por un tiempo la casa a la que volverá después, para dirigirse a las poblaciones que aún no habían sido evangelizadas.

Con total claridad Marcos postula el universalismo cristiano que llevará a Jesús, según el relato del evangelista, a predicar en la misma ciudad pagana de Tiro. Un universalismo que, como ya es sabido, choca con la mentalidad cerrada de Pedro y los demás apóstoles. Observemos de paso cómo éste será el método de Pablo, el apóstol de los paganos. Recorre las vías del imperio romano fundando pequeñas comunidades y, una vez que las ve en marcha y con un mínimo de organización, él se dirige hacia otras poblaciones para hacer el mismo trabajo.

Jesús no se detiene demasiado en un mismo lugar, lo que obliga a cada comunidad a poner el mayor empeño propio por llevar a término lo que el Señor inicia. Jesús parece reservarse la misión de despertar la fe en todos, dejando el resto del trabajo a los discípulos y a la propia comunidad.

También aquí tenemos -siempre según la mentalidad de Marcos- un modelo de acción de la Iglesia y de cada comunidad: con la excusa de buscar la perfección de una comunidad o de un grupo, no debemos cerrarnos a la acción misionera. Es frecuente encontrar grupos llamados «apostólicos» que se pasan la vida «formándose y creciendo», es decir, encerrados en sí mismos, y con esta excusa se olvidan de una obligación fundamental: el anuncio del evangelio.

La comunidad debe despertar la fe en todos, dejando que cada grupo se organice conforme a su idiosincrasia, resuelva sus problemas y crezca en la fe. El profeta está obligado a dispersar la palabra por todos los campos, al igual que el sembrador. Este mismo pensamiento lo encontramos en el texto de Pablo. El apóstol explica a los cristianos de Corinto cómo para él anunciar el evangelio es una imperiosa necesidad, es exigente obligación: «¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!» Y tan obligado se siente que interpreta que por eso mismo no cobra recompensa alguna, pues no puede haber paga donde existe obligación. Más aún, para él ya es recompensa el tener la oportunidad de anunciar el evangelio gratuitamente, ya que gratuitamente lo ha recibido.

Pablo está preocupado por ganar el mayor número posible o «por lo menos, a algunos» para que abracen el evangelio. Para conseguir esto, no tiene reparo en hacerse judío con los judíos, pagano con los paganos, débil con los débiles e, incluso, esclavo de todos, aunque él se siente más libre que nadie. Por eso termina diciendo: «Me hice todo para todos para ganar por lo menos a algunos. Y hago todo esto por el evangelio, para participar yo también de sus bienes.» El texto de Pablo es de por sí un programa de acción para nuestra comunidad: hacernos todo para todos para que, al menos, algunos puedan conocer la buena noticia.

3. ¿Qué significa este «hacernos todo para todos»?

De acuerdo con los ejemplos que da el mismo Pablo, significa renunciar a ciertos modos específicos de la propia comunidad para no atar el evangelio a una modalidad única, y, en cambio, hacer posible que cualquier persona, no importa su cultura o procedencia, pueda identificarse con su esencia liberadora.

También significa renunciar a ciertas ventajas o beneficios que nos otorga la comunidad para que no sean obstáculos a los de fuera.

Significa estar siempre disponibles para el anuncio evangélico, posponiendo cualquier otra tarea comunitaria a la que debe tener la prioridad absoluta.

Anunciar el evangelio a los de fuera es, sin duda alguna, la más absoluta y primordial tarea de la comunidad.

Es muy posible que, como Pedro, nosotros tentemos al Señor para que se quede cómodo en la casa y se evite la molestia de largas caminatas. ¡Cuánto tiempo se pierde en las comunidades discutiendo bagatelas, elaborando organigramas, organizando quién sabe cuántas actividades superfluas o rutinarias, y qué poco se dedica a la primera de nuestras obligaciones! Hoy podemos hacer un alto en nuestra vida comunitaria, y preguntarnos si este espíritu misionero de Jesús está vivo en esta comunidad que todos formamos; a qué estamos dispuestos a renunciar para que el evangelio llegue aunque sea a algunos; quiénes son esas "poblaciones vecinas" que aún no han recibido la luz de la fe.

Pensemos un momento: cuántas personas somos, con qué medios económicos contamos, con cuántas organizaciones... Pues bien: ¿está toda esta maquinaria de hombres y de cosas encaminada a propagar el evangelio? ¿O no hemos transformado la comunidad en un gran almacén donde conservamos la riqueza de la fe para uso y beneficio exclusivo nuestro?

Concluyendo...

Esta comunidad es, por cierto, la casa de Jesús ya que por la fe él se ha hecho presente en medio de nosotros.

Esta es nuestra riqueza: la presencia de Cristo.

Pero Jesús no quiere permanecer encerrado entre cuatro paredes.

Si nos llamó a nosotros, también quiere llamar a otros por medio de nosotros. No transformemos su casa en una fortaleza o en un reducto de elegidos...

Abramos las puertas: acojamos a los que se acercan hasta ella, y dirijámonos también a los que están más alejados.

Digamos hoy con el Señor: "Vayamos a los vecinos, pues para esto hemos venido".

SANTOS BENETTI
EL PROYECTO CRISTIANO. Ciclo B
Tres tomos EDICIONES PAULINAS
MADRID 1978.Págs. 212 ss.


21. J/EV: JESÚS ES EL EVANGELIO

Ya sabéis que la palabra Evangelio significa "anuncio gozoso", "Buena Nueva". Jesús se nos presenta hoy como la Buena Nueva para todos, como el Evangelio para todos: "Todo el mundo te busca", le dicen los discípulos. El es el hermano de todos, que se ha situado en medio de la gente para ANUNCIAR EL EVANGELIO, HACIÉNDOSE EL MISMO EVANGELIO: acoge, escucha y camina junto a los hombres y mujeres de su tiempo. ¿POR QUE JESUCRISTO ES EL EVANGELIO (BUENA NUEVA)?

1. PORQUE HA DECLARADO LA GUERRA AL MAL. El mal puede ser de muchas clases, pero lo reconocemos porque siempre ataca al hombre, rebaja su dignidad. Jesús luchó contra el mal, en todas sus manifestaciones concretas: LAS ENFERMEDADES CORPORALES -la fiebre de la suegra de Pedro- Y LAS DEL ESPÍRITU -le vemos sacando demonios-.

El hizo que una mujer abrumada por la fiebre, incapaz de levantarse de la cama, sirviera a Jesús en la mesa; que un hombre ciego, sentado junto al camino, se levantara y le siguiera; que un paralítico cargara con su camilla.

Es EL EVANGELIO QUE ACTÚA para los hermanos, porque les hace pasar de la PASIVIDAD -estar en la cama o estar sentado- a la ACTIVIDAD -servirle, seguirle; de estar ENCERRADOS en sus propios problemas, que les inmovilizan, a estar ABIERTOS para servir, para hacer camino con los demás; de no ser capaces de valerse por sí mismos, a asumir el riesgo de la propia vida.

2. PORQUE CONECTA CON LA SITUACIÓN REAL en que se encuentran los hombres, en que se halla cada persona -vergüenza, servidumbres diversas, condicionamientos, inautenticidad, desorientación, muerte- y muestra el camino para superarlo o para afrontarlo con dignidad y valentía.

3.El, en definitiva, es el Evangelio, PORQUE NOS MUESTRA AL PADRE. Fijémonos. Jesús en esta lucha contra el mal se reserva espacios de tiempo en un lugar solitario. ¿Para qué? Para orar.

La plegaria es para él un tiempo fuerte para hacerse consciente de la presencia y de la voluntad del Padre. LA ORACIÓN LE ILUMINA EL CAMINO para ser EVANGELIO VIVO, para continuar luchando contra el mal. No se trata de una plegaria abstracta y después de una acción benéfica, sino de una PLEGARIA QUE LE CONDUCE A SER EVANGELIO PARA LOS HERMANOS ACTUANDO CON FUERZA.

JESUCRISTO NOS INVITA A SER EVANGELIO (BUENA NUEVA). Jesucristo nos invita cada domingo. A SER también nosotros EVANGELIO (Buena Nueva) PARA LOS HERMANOS. Y ser evangelio significará, si queremos hacer caso del evangelio que hoy hemos leído, comprometerse a luchar contra el mal en todas sus manifestaciones: luchar es defender la dignidad de la persona humana, es mantener la palabra dada, es ayudar a los demás a crecer como imagen de Dios.

Quizás, para muchos es la parte de la vida cristiana que nos da más miedo. ¿No es verdad? Tener que dar la cara, comprometerse públicamente, echar una mano q quien la necesite, es más difícil que rezar un padrenuestro.

LA PLEGARIA EUCARÍSTICA

También nosotros, como Jesús, hemos encontrado un espacio de tiempo para orar y alabar al Padre. Pidamos que nos conduzca a comprometernos en alguna acción en bien de los hermanos, a ser Evangelio (Buena Nueva) viviente para los que nos rodean.

L. SUÑER
MISA DOMINICAL 1982/03


22. «EL CLUB DE LOS POETAS VIVOS»

La página de Marcos que leemos hoy, viene a ser como una hoja arrancada de tu agenda, Señor, la síntesis de una jornada tuya, bien apretada por cierto. Al terminar de leerla, uno siente el deseo de preguntarte: «¿Te cansabas mucho, Señor?».

Porque... ¡hay que ver! Estuviste en la sinagoga. Fuiste después a casa de Pedro, a cuya suegra curaste de la fiebre. Al atardecer, «te llevaron todos los enfermos y poseídos». Los curaste de muchos males, incluso expulsaste demonios. «A las cuatro de la madrugada, te marchaste al descampado, para poder orar». Y, al saber, que «todo el mundo te buscaba», dijiste: «Vamos a las aldeas cercanas, para predicar también allí». ¡Así!

Pero, si me asombra la «cantidad» de tu tarea, más me conmueve aún la «calidad» de la misma, esa sobredosis de amor que ponías en todo. San Lucas, cuando quiso resumir tu labor, escribió: «Pertransit benefaciendo», que puede traducirse: «Pasó haciendo el bien»; o, quizá mejor: «Pasó haciéndolo todo bien». Por eso, más que el «multa», me entusiasma el «multum» de tu actuar. Es como si todas tus acciones las empaparas en una esencia, intangible pero real, de ternura, dedicación personalizada y delicadeza. ¡Cómo trataste a la adúltera y a la Magdalena! ¡Con qué conmovedora sutileza «te invitaste» a casa de Zaqueo ¡Qué paciencia en tu convivir con los apóstoles, tan atolondrados!

Y eso es lo que más impresiona en nuestros días. Vivimos en un mundo pragmático en el que priman la técnica y el poderío energético sobre las cualidades humanas. Poco a poco el hombre va siendo una «ficha», un eslabón «para usar y tirar» de la gran máquina moderna. Así el mismo individuo, instintivamente, se parapeta en las reglas del juego y valora su «yo» en términos de rentabilidad: «Trabajo a tanto la hora. Mi jornada consta de tantas horas. Las cumplo. Y punto».

Y me pregunto: «¿Y la poesía? ¿Y la filosofía sin números de los que trabajan sin buscar recompensa? ¿Cómo se paga la entrega de una madre envejecida educando a sus hijos? ¿Cuánto vale la mano de obra de los que, siguiendo el estilo de Jesús -"haz bien sin mirar a quien"-, pierden sueño y hasta dinero por hacer arte, cultura, beneficencia, apostolado?» ¿Visteis «El club de los poetas muertos»? Aquel profesor de literatura, frente a un sistema educativo de normas intangibles, aptas para crear seres de «cartón-piedra», jugó la baza de sembrar poesía, inconformismo, lucha contra la rutina, aprovechamiento urgente del momento que se vive, cultivo de la utopia. Quería despertar la sensibilidad de sus alumnos, el «saber nadar contra corriente», si llegara el caso.

La página evangélica de hoy va por ahí. Es un Jesús incansable, que va poniendo poesía en las cosas y ganas de vivir a todos los más hundidos. La segunda lectura de hoy va por el mismo camino. San Pablo, siguiendo al único Maestro, y analizando sus afanes apostólicos, se pregunta: «¿Y cuál es mi paga?» Y, con aquella gallarda nobleza que él empleaba, se contesta a sí mismo: «Precisamente el dar a conocer el evangeIio, anunciándolo de balde, ésa es la paga».

Tengo que subrayar muy bien eso, Señor: «De balde». Tú viniste a la tierra «gratis et amore» a enseñarnos a trabajar «de balde». Tú viniste a fundar entre nosotros «el club de los poetas vivos». Bueno, «el club», no. Porque la Iglesia es «más que un club». Pero «de poetas vivos». Eso, sí. Y muy vivos.

ELVIRA-1.Págs. 150 s.


23.

SITUACIÓN.- Me parece de suma importancia recordar que nos hallamos ante los textos evangélicos iniciales de Marcos. Textos que nos ofrecen la presentación que realiza Mc de la persona/acción (= de la misión mesiánica) de Jesús. Y que el fragmento evangélico de hoy debe verse como una intencionada segunda parte de los que leíamos en los dos domingos anteriores.

Mc presenta a Jesús de Nazaret como el anunciador de la Buena Noticia (del amor salvador de Dios). Este anuncio pide seguimiento (todos somos llamados a seguirle, todos -todos- tenemos "vocación') y es realizado con autoridad, como una novedad. Esto es lo que veíamos en los dos domingos anteriores.

Hoy se añade una consecuencia intrínseca -inseparable- de este actuar de Jesús: la acción liberadora, eficaz, de su amor ("curó a muchos enfermos de diversos males"). Es decir, el Evangelio de JC no es sólo palabra liberadora sino también acción liberadora, lucha contra el mal, acción y lucha fruto de su amor concreto por cada hombre o mujer. De ahí que el seguimiento que pide Jesús no sea sólo obediencia a su palabra, sino también comunión con su acción liberadora, con su lucha contra el mal en el hombre.

La 1ª lectura nos ofrece, a través del texto humanísimo del libro de Job, una dramática confesión del demasiado frecuente desastre que puede ser la vida del hombre, sumergido en la "depresión" causada por el triste presente y el escaso futuro. Una situación depresiva que -por radicalmente humana- sigue siendo actual (que la "posmodernidad" intenta sólo aliviar, ya que reconoce lúcidamente que no puede curar). Y es contra este mal nuclear, radical, contra el que lucha JC, es de este mal del que anuncia la liberación.

La 2ª lectura ofrece el testimonio vibrante -lleno de convicción- de Pablo entregado del todo, sin pedir nada a cambio, al anuncio del Evangelio. Con una entrega que pasa por el extremo acercamiento, por la cordial adaptación ("me he hecho todo a todos"). Notemos, finalmente, que hoy convendrá decir algo sobre la Campaña contra el hambre (que se concretará especialmente los próximos viernes y domingo). Un aspecto concreto -e importantísimo- de la lucha contra todo mal, de la liberación de todo hombre, a la que Jesucristo nos convoca.

EL CRISTIANO NO ES UN "SUFRIDOR" SINO UN "LUCHADOR". JC no escogió el camino del sufrimiento -de la cruz- por el sufrimiento, como si fuera un valor en sí mismo. JC escogió el camino del amor que implica lucha, y fue en este camino que halló la incomprensión, la persecución, la cruz. Esta es la preocupación del evangelio de Marcos, ante la posible tentación cristiana -de entonces y de ahora- de refugiarse en un Cristo triunfante, en una teología de la exaltación -y del "culto"- que escamotea que el seguimiento de Jesucristo implica sumarse a su lucha. El denominado "secreto mesiánico" -típico de Mc y que ya hallamos hoy: "no les permitía hablar"- probablemente significa esto; no basta, e incluso puede ser peligroso, "confesar" a JC, exaltarle a base de "títulos"; lo decisivo es seguirle, confesarle a través de la comunión con su camino, que es camino de lucha -de cruz- por amor concreto al hombre (este amor concreto, liberador, es la revelación del amor de Dios, la Buena Noticia).

La 1ª. lectura de hoy puede ayudar a presentar esta vocación cristiana a no resignarse ante el mal que podemos -debemos- combatir. Hablamos del "paciente Job", pero en realidad Job -el protagonista de aquel sorprendente y humanísimo relato- no se resigna a su situación. Job protesta, incluso pide cuentas a Dios. Y, en el mismo libro, los personajes que se presentan como los buenos y "defensores" de Dios, los que acusan a Job, los que quieren que tenga paciencia y calle, no son después aprobados por Dios ("no me conocéis" dice Dios). Podríamos decir que la lección del libro es que Dios comulga con la protesta de Job y, en cambio, no comulga con quienes pretenden lavarse las manos mientras hablan de paciencia y resignación.

FE/LIBERACIÓN: Como revelador de este amor del Padre por el hombre que sufre, Jesús actúa liberando del mal. Del mal físico y psíquico (probablemente muchos "endemoniados" de entonces eran enfermos psíquicos), del mal del cuerpo y del alma. Por ello Jesús no limita su acción a la "sinagoga", sino que va a la vida cotidiana del hombre. Como deben hacer sus seguidores. No quedarnos pasivos, como los "sufridores" del programa televisivo "Un, dos, tres", que sólo podían esperar que les tocara algo de lo que los otros se jugaban. En las conclusiones del último Sínodo se puso como característica de la autenticidad de las asociaciones cristianas de laicos, su cooperación a "la transformación del mundo según el Evangelio, en el trabajo, la cultura, la política, etc." (númer. 12)), "hasta el cambio, si es necesario, de las estructuras sociales" (Num 25). La polémica que se ha creado en torno de la teología de la liberación tiene un máximo peligro: llevarnos a olvidar que la acción liberadora es intrínseca a la vocación cristiana.

Pero esta acción liberadora no tiene como objeto sólo las grandes causas (la lucha contra el hambre, por ejemplo). También debe realizarse cotidianamente, domésticamente. por eso Jesús empieza dando la mano, levantando, a la suegra de Pedro (¿una persona de la tercera edad, ya tenida por inútil que es devuelta a la acción, al servicio familiar?)

EUCARISTÍA, ACCIÓN LIBERADORA. Cuando proclamamos en la Plegaria eucarística IV "compartió en todo nuestra condición humana menos en el pecado; anunció la salvación a los pobres, la liberación a los oprimidos y a los afligidos el consuelo", no nos referimos sólo a algo pasado (no es sólo memorial). Es afirmación de una acción que Jesucristo, por su Espíritu, sigue realizando. La Eucaristía es testimonio y alimento de esta acción en los seguidores del Salvador.

J. GOMIS
MISA DOMINICAL 1988/04


24.

Nexo entre las lecturas

El tema que destaca en las lecturas de este V domingo del tiempo ordinario es el del sufrimiento del hombre, que encuentra su refugio y su liberación en Jesucristo, El texto de Job contiene una grande carga de humanidad. Job habla de su vida en términos dramáticos y pesimistas. Considera su vida como una milicia, como una esclavitud, como un trabajo que se la ha impuesto y busca solo un poco de sombra, de paz, de serenidad. Su herencia la ve como una nueva carga, por eso, el futuro se le presenta incierto y amenazador: mis días corren más que una lanzadera y se consumen sin esperanza (1L). Parecería que Job exagera su desgracia o que ha perdido su fe. En realidad, se trata la expresión de un corazón afligido por el dolor, penetrado por el sufrimiento y que clama a Dios desde su propia miseria. El salmo nos muestra como se puede pasar de esta lamentación desesperada a una confianza profunda en Dios: el Señor sana los corazones destrozados, venda sus heridas. La biblia, especialmente los salmos, nos ofrecen una rica variedad de oraciones en medio de la tribulación. A la oración del hombre atribulado, Dios responde de manera excepcional con su enviado Jesucristo. El es el liberador en el sentido mas profundo de la palabra. El es el redentor que tiene que anunciar la buena nueva por todas las aldeas. Así Jesús recorre la Galilea predicando en las sinagogas y expulsando a los demonios, porque para eso ha venido, (EV).


Mensaje doctrinal

1. El dolor y el sufrimiento. Uno de los datos más comunes de nuestra existencia humana es el del sufrimiento humano. Sufrimiento que se encuentra en todas partes, en todas las generaciones, en todos los pueblos, en todas las circunstancias. Este sufrimiento plantea no pequeños interrogantes al hombre, especialmente cuando se trata del sufrimiento de los inocentes, o cuando se trata de un sufrimiento que no parece tener sentido, ni fruto alguno: el sufrimiento aparentemente inútil. Todo hombre hace experiencia del sufrimiento y todo hombre busca darle un significado. Por eso, de sus labios se eleva con frecuencia una plegaria en busca de ayuda para comprender el porqué de tanto mal. La lectura del libro de Job nos enseña la profundidad del dolor humano. Para Job lo terrible de su situación no es la pérdida de sus posesiones, ni siquiera la de sus seres queridos, sino sobre todo sentir que Dios lo ha abandonado; que aquel Dios en quien tenía puestas sus esperanzas se ha olvidado de él. Esta es la experiencia terrible de la noche de la fe. El libro de Job que fue escrito aproximadamente en el siglo V a. C. cuando todavía no estaba asentada la fe en la resurrección, por eso el sufrimiento que expresa es mucho más agudo y sin esperanza. La realidad incontrastable de tantos sufrimientos, hacía pensar a Job que Dios le había abandonado y no era grato a sus ojos. Por eso, clama al Señor con lamentos desgarradores. Sólo quien haya pasado por dolorosas pruebas puede comprender lo que sucede en el corazón de Job. Nos ayuda a hacer luz sobre el tema lo que dice el catecismo de la Iglesia católica en el numero 164: "La fe puede ser puesta a prueba. El mundo en el que vivimos parece con frecuencia muy lejos de lo que la fe nos asegura; las experiencias del mal y el sufrimiento, de las injusticias y de la muerte parecen contradecir la buena nueva, pueden estremecer la fe y llegar a ser para ella una tentación. Entonces es cuando debemos volvernos hacia los testigos de la fe..."

El sufrimiento humano sólo encuentra una respuesta en el amor de Dios que ha mostrado su omnipotencia de la manera más misteriosa, es decir, a través del anonadamiento voluntario y en la resurrección de su Hijo, por los cuales ha vencido el mal. Hay que tener la plena certeza, aun en medio de grandes y prolongadas tribulaciones, que Dios Padre, en Cristo, vence el mal y la muerte y que las apariencias de este mundo pasan para dar lugar a la patria celestial.

2. Cristo predica el reino y expulsa a los demonios. En el evangelio de este día Jesús se nos presenta expulsando a los demonios, curando a los enfermos, predicando el Reino, retirándose a orar en soledad. Él cumple con fidelidad la misión a la que ha sido enviado. Es consciente de que debe anunciar la buena nueva de la salvación, que debe vencer al mal con su obediencia hasta la muerte de cruz.

Dice san Ambrosio: El Señor ha venido como médico de los que están enfermos. Él mismo afirma: "no son los sanos los que tienen necesidad del médico, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores". Pero, ¿acaso he venido a llamarlos para que perseveren en su estado? ¿O más bien para una conversión que los haga salir de su precedente condición, que constituía una enfermedad gravísima y llena de pecados? (S. Ambrosio, Comentario a San Lucas SC 45 bis, /cerf, Paris 1957 pp174_175)

Jesús, muy de mañana se retira a orar a un lugar desierto. Para el evangelista parece que el apostolado de Jesús quedaría incompleto si no se ofrece el momento de la oración. Marcos no da una información precisa de la oración de Jesús, pero nos indica que Jesús ora con frecuencia y que lo hace a solas en lugar desierto. Jesús se preparaba para el combate apostólico de la predicación y, más tarde de la pasión, en la oración, en el encuentro con el Padre. Todo aquel que, como Jesús, se dedique al apostolado, debe acudir a la oración para obtener allí, la fuerza para luchar, la fuerza para resistir, la fuerza para perseverar en el camino.

La gente busca a Jesús porque hace milagros y habla con particular elocuencia, desea proclamarlo rey, ensalzarlo. Sin embargo, Él no acepta. Es consiente de su vocación sabe que es el Salvador y que debe anunciar el Reino también en otras aldeas. Sabe que debe caminar inexorablemente hacia Jerusalén hasta el día de su oblación en la cruz, y nada puede hacerlo desistir de su misión pues para eso ha venido.


Sugerencias pastorales

1. El cristiano es un apóstol. La vocación cristiana implica la vocación apostólica. Todo buen cristiano es buen apóstol. Por eso dice san Pablo: "el hecho de predicar no es para mí motivo de soberbia... me han encargado este oficio y ¡ay de mí si no evangelizara!". Palabras densas que expresan una clara conciencia de la propia dignidad y de la propia vocación. Así debemos ser nosotros cristianos en el alba de este tercer milenio, así debemos llevar en nuestro corazón el anhelo ardiente de que otros conozcan a Cristo, lo amen y den un sentido a sus vidas. Ante esa serie interminable de males que vemos en la televisión o leemos en los periódicos, el cristiano no puede responder con la indiferencia, con el desaliento o la depresión. Sí, es verdad que todos esos males nos invitan al desencanto, pero precisamente el amor de Cristo nos apremia para hacer un poco mejor este mundo; nos paremia para trabajar en la catequesis para que las futuras generaciones no padezcan los males de las presentes; nos apremia a trabajar en la cosa pública para que las leyes sean siempre conformes a la naturaleza del hombre; nos apremia el amor de Cristo a no dejar de hacer cosa alguna que pueda redundar en bien de los demás. La verdadera desgracia de nuestra vida es dejar de amar con un amor comprometido a Dios y a nuestros hermanos los hombres.

2. La necesidad de la oración. Al ver a Jesús orar nos viene a la mente la necesidad que tenemos también nosotros de retirarnos a orar. Preguntémonos con sinceridad ¿cómo es mi oración? ¿Qué tan frecuente es? ¿Qué tan profunda? ¿Reservo todos los día algún momento de la jornada para conversar con Dios? ¿Para pedirle que me ilumine en la toma de mis decisiones? ¿Para pedirle por todos aquellos que entrarán en contacto con migo? ¿Por todos aquellos que sufren? ¿Acudo a la oración para pedirle valor para cumplir mi vocación como padre o madre de familia, come persona consagrada, como sacerdote de Cristo? La oración como elevación de nuestra mente y nuestro corazón hacia Dios ilumina y fortalece todo nuestro caminar. ¡No la dejemos! ¡Es como el aire que respiramos!

P. Octavio Ortiz


25. FLUVIUM

Verdadera caridad

Aparte del hecho milagroso que contemplamos de la curación de la suegra de Pedro y los otros milagros que obró el Señor aquel día, en estos pocos versículos de san Marcos notamos también el amor de Jesús por todos. Un amor verdadero –no únicamente hecho de sentimientos– que le lleva a procurar eficazmente el bien de cuantos le rodean; incluso a organizar su actividad para llegar a muchos otros que no le hubieran conocido si Jesús no se les hubiera acercado.

Como siempre, nos situamos mentalmente junto al Señor y sus discípulos con el deseo de asimilar sus divinas palabras, de aprender cada enseñanza suya, pues tenemos claro que vino y se prodigó generosamente para nuestro bien. Queremos, así, incorporar a la vida nuestra los modos de Jesús, esas conductas que de Él habían aprendido los suyos. El Evangelio será entonces una realidad viva en nosotros. La enseñanza redentora del Hijo de Dios encarnado estará entonces presente en nuestras vidas, y hasta que llegaremos a ser, como diría san Pablo, otros Cristos.

¿Es el trato con los demás ocasión que aprovecho para procurar su bien expresamente? Porque quizá nos quedamos a veces en una relación con nuestros parientes, amigos y conocidos, demasiado fría, técnica, oficial; correcta, sí, pero sin amor; y, en el fondo, a veces indiferente, porque nos interesa poco más, tal vez, que mantener una pacífica convivencia (cuando no lo que obtendremos de ellos), más que ellos mismos. No nos imaginamos, en cambio, a Jesús buscando algo para sí en el trato con la gente, con sus amigos, con sus discípulos, o con la pobre preocupación de que no haya problemas. La suegra de Pedro estaba enferma y, nada más saberlo, acercándose, la tomó de la mano y la levantó. Era su actitud ordinaria. Y después le dieron las “tantas” atendiendo a muchos más. El bien del otro –lo que más nos puede enriquecer, aunque no lo parezca– es lo que interesa Jesús.

Que queramos primeramente lo mejor para cuantos nos rodean, imitando así la conducta habitual de Cristo. Así se ama con obras, de verdad. Será imprescindible para ello imitarle antes que nada en su oración perseverante. La invocación a su Padre celestial llena la vida de Cristo, antecede y sigue a cada una de sus acciones, que, en sí mismas, también son una oración a Dios llena de eficacia en favor nuestro. Sólo en la intimidad de ese coloquio sincero se entiende que nuestro Creador y Padre cuenta con cada uno para difundir su Amor.

Quiere nuestro Dios que, siguiendo los pasos de su divino Hijo, propaguemos su amor, procurando lo mejor para el resto de los hombres, sus hijos. Y en esa misma intimidad de la oración, que colma de bien, como del más precioso tesoro, a la persona, encontramos el optimismo, la fuerza para poder, la paz. También en la oración nos sentimos exigidos, nos vemos responsables ante tanto bien por hacer, notamos la maldad de cada pecado nuestro, de cada falta de amor a Él en el mundo. Y nos duele. Es el dolor de amor. Dolor que es –o, en todo caso, acaba siendo– optimista, lleno de paz, como la oración misma.

Es en la oración precisamente donde se siente –como una lamentable carencia que compromete la propia conducta– la falta de ideales grandes, sobrenaturales, de tantos que, tal vez muy cerca de nosotros, van y vienen ignorantes de lo que se pierden por no tratar a Cristo. Es parte del dolor de amor propio de la oración. Además de dolernos por ver a Dios olvidado y ofendido, nos pesan cada vez más las almas. Así se expresaba san Josemaría:

¡Qué compasión te inspiran!... Querrías gritarles que están perdiendo el tiempo... ¿Por qué son tan ciegos, y no perciben lo que tú –miserable– has visto? ¿Por qué no han de preferir lo mejor?

—Reza, mortifícate, y luego –¡tienes obligación!– despiértales uno a uno, explicándoles –también uno a uno– que, lo mismo que tú, pueden encontrar un camino divino, sin abandonar el lugar que ocupan en la sociedad.

Esa compasión, esos deseos de gritar al mundo y los propósitos de mortificación y acción en favor de cada uno, los pone Dios en el corazón de los que rezan de verdad, junto al deseo ardiente de extender el Evangelio como Cristo: Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda?, exclamaba Jesús, ante la tarea apostólica aún por realizar.

La Madre de Dios y Madre nuestra nos colmará de la urgencia por ser buenos hijos, dignos hermanos de Jesús.


26.INSTITUTO DEL VERBO ENCARNADO

COMENTARIOS GENERALES

Sobre la Primera Lectura (Job 7, 1-4. 6-7)
El misterio del 'Dolor', tan audaz y crudamente expuesto en el Libro de Job, seguirá impenetrable para filósofos y teólogos. El Evangelio, con el misterio aún mayor de Cristo-Crucificado-Resucitado, nos da luz y esperanza. Sólo en el cielo se nos abrirán los secretos de este misterio:
- Este fragmento del discurso de Job por la belleza de su estilo y sobre todo porque sus expresiones son un eco de todos los corazones humanos, pasará a ser patrimonio de todas las literaturas. En el pasaje de la Liturgia de hoy, Job nos describe, con imágenes sumamente expresivas, el dolor y la brevedad de la vida humana:
- Vida de dolor: Cual la del soldado en servicio, sujeto a trato duro y riesgos continuos. Cual la del mercenario que se fatiga de la mañana a la noche en provecho de otros. Cual la del esclavo a quien se exigen los más duros servicios, sin reconocérsele otro derecho que el de trabajar y desentrañarse. Cual la del jornalero que vive de un salario ganado cada día con afán y sudores. Y para todos ésos la hora del descanso es la hora de las tinieblas. Así a la vida humana, tras los sufrimientos y pesares, le sucede la muerte.
- Vida breve: Los días corren más raudos que la lanzadera del telar. La vida humana es un soplo. La revelación posterior (Sabiduría, Daniel, Macabeos), y sobre todo la luz del Nuevo Testamento, irá iluminando los misterios de ultratumba; y con ello obtendrán respuesta optimista los interrogantes que atormentan a Job. De modo especial el misterio del dolor quedará iluminado por la doctrina de Cristo y sobre todo por su Pasión y Muerte.
Sobre la Segunda Lectura (1 Corintios 9, 16-19. 22-23)
San Pablo nos habla de las renuncias que ha hecho muy a gusto en aras de la caridad; y para que el Evangelio por él predicado pudiera ser mejor aceptado por los evangelizados. En unos preciosos datos biográficos nos descubre la conciencia que él tiene de la vocación al apostolado:
- El predicar el Evangelio es para él urgente obligación. Cumple con un deber que Cristo le ha impuesto: el deber que fluye de su vocación o elección. La voz acuciante de este deber resuena aún en la conciencia de todos los misioneros: '¡Ay de mí si no evangelizare!'.
- Al cumplimiento de este deber Pablo aporta algo de su generosidad. Es la gratuidad en la predicación (v. 18). Tendría derecho a vivir del Evangelio. Pero en bien del Evangelio renuncia generoso a este derecho. Ha hecho norma inviolable de su ministerio ejercerlo sin remuneración alguna.
- A la vez se ha impuesto cuantas renuncias puedan ser un mejor camino para el Evangelio. 'Me he hecho todo para todos para ganarlos a todos' (v. 22). Con los judíos, judío; con los gentiles, gentil; con los débiles, débil... Mucha de la problemática que hoy nos ahoga hallaría solución fácil si aplicáramos estas normas del gran Apóstol: Conciencia del deber urgente de predicar el Evangelio. Desinterés total en el ministerio. Sensibilidad para captar lo que puede escandalizar y hacer enojoso el mensaje evangélico. Si cada uno nos hiciéramos 'todo para todos' cesarían muchos escándalos; el mensaje evangélico sería escuchado, valorizado, aceptado y vivido por los fieles y aun por los incrédulos.
Sobre el Evangelio (Marcos 1, 29 39)
En este pasaje evangélico el modelo del apostolado va a ser Jesús mismo. San Marcos traza un cuadro maravilloso de Jesús-Misionero:
- Jesús-Misionero que antes de comenzar la jornada de predicación y atención a los enfermos va a buscar un lugar recogido y a orar (v. 35). Muchas veces nos habla el Evangelio de la oración de Jesús. No debemos dar a su oración sólo un sentido ejemplarizante, como si orara para dar ejemplo solamente. Cierto que en Jesús todo Él es ejemplo, pero no por una conducta afectada, sino por la autenticidad de su ser y de su actuar. Su oración es, pues, auténtica. El Hijo Encarnado ora, porque precisamente así vive su auténtica dimensión filial, en constante relación y dependencia del Padre. Para Él, como para nosotros, la problemática de la vida, con sus incertidumbres y congojas, quedaba en manos del Padre. Y la oración era para Jesús luz y vigor, encuentro y aceptación de la voluntad del Padre.
- Jesús Misionero que gasta el día en jornadas agotadoras de apostolado. Recorre todas las poblaciones, entra en todas las sinagogas (v. 39). Deja la paz de Cafarnaum, el calor de un hogar amigo (30). Su consigna de misionero es: 'Vamos a otra parte; a las poblaciones vecinas, para predicar también en ellas, pues para eso he venido' (30). Las gentes sencillas le corresponden con su docilidad y su amor: 'Todos te buscan' (37).
- Los Doce recordarán a Jesús-Misionero cuando propondrán: 'Nosotros, empero, nos consagraremos a la oración y al ministerio de la predicación' (Act 6, 4). Especialmente a la oración o celebración litúrgica: Concede nobis, quaesumus, Domine, haec digne frequentare mysteria, quia, quoties huius hostiae commemoratio celebratur, opus nostrae redemptionis exercetur (Super oblata-Dom III)
*Aviso: El material que presentamos está tomado de José Ma. Solé Roma (O.M.F .),"Ministros de la Palabra" , ciclo "B", Herder, Barcelona 1979.
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FRAY ALFONSO DE CABRERA

Descripción del endurecido
a) ¿Qué es un ser endemoniado?
Tener el corazón duro. ¿En qué consiste esto? San Bernardo, escribiendo al papa Eugenio, tiene un párrafo clásico. Pecador endurecido 'es el que no se rasga con la contrición, ni es ablandado por la piedad, ni movido por los ruegos, ni cede ante las amenazas y se endurece con los castigos. Ingrato a los beneficios, infiel a los consejos, cruel para los juicios, desvergonzado para las torpezas, arriscado para los peligros, no tiene afecto de hombre y es descomedido para Dios..., ni teme a Dios ni respeta a los hombres'.
b) No se rasga con la contrición
Cabrera describe la maldad del pecado. Alejandro, en estado de embriaguez, mató a su amigo Clito y después de saberlo quiso matarse él. '¿Qué debe sentir el que embriagado de la pasión, ha crucificado con sus pecados a Cristo?'...
c) No se ablanda con la piedad
'¿Qué te ha sufrido Dios? ¿Qué te ha esperado? ¿Qué de veces has confesado y propuesto la enmienda, y quebrado la palabra? Y Dios, con su benignidad y paciencia, disimula, espera, regala, date salud, hacienda, vida; y ¿tanta bondad no te obliga a servirle? ¡Oh corazón duro, cómo te aguarda la ira de Dios, pues no te aprovechas de su clemencia! ¿O es que desprecias las riquezas de su bondad, paciencia y longanimidad, desconociendo que la bondad de Dios te atrae a penitencia?... ( Rom . 2,4). Acá, para decir que os enojasteis, decís que se os gastó la paciencia. Erais pobre de paciencia, acabóseos presto el caudal. ¡Oh riquezas de bondad, paciencia, longanimidad de Dios, que no hay agotarse!... Esta piedad desprecia el corazón duro, empeorado con estos plazos y largas. Ignoras quoniam benignitas Dei ad poenitentiam te adducit? (ibid.). Traidor, ¿ahora ignoras que estas esperas de la misericordia de Dios son para que procures pagar con penitencia su justicia? ¿No sabes que quien espera no suelta, sino recambia? Pero tú, con tu dureza y corazón empedernido, atesoras ira y venganza contra ti para aquel día en que Dios soltará la represa de su ira y hará justo juicio y manifiesto. ¡Qué temerosa contraposición! ¡Dios tesoro de bondad, y el pecador obstinado hace tesoro de ira y de castigo, con que provoca la ira de Dios! ¡Oh qué mal tesoro! Riquezas acumuladas por el mal de su dueño...'
d) No se mueve con ruegos
'Villano ruin, que, mientras más le ruegan, más se extiende; que ni bastan inspiraciones del Espíritu Santo, ni llamamientos de Cristo, ni voces de la Iglesia. ¡Qué ruegos tan amorosos del Esposo! Ábreme, hermana mía, paloma mía, esposa mía; que, de estar en la calle toda la noche al sereno, traigo la cabeza mojada del rocío y las guedejas de mi melena llenas de la escarcha de la mañana. ¡Qué cuidado de rondar la puerta, pasear la calle, dar aldabadas! Ecce sto ad oatium et pulso (Apoc. 3,20). Yo soy el que está a la puerta y llamo, yo ruego con la paz,, con mi amistad... ¡Qué de voces dan los ministros de Dios, que son los terceros que andan haciendo amistades! A Dios no es menester importunarle. Conmigo acabado está. Impietas impii non nocevit ei, in quacumque die conversus fuerit ab impietate sua ( Ez . 33,12). Negociarlo con el pecador. Van a él, pónenle delante a Cristo, sus llagas, su pasión. Pro Christo ergo legatione fungimur, tanquam Deo exhortante per nos. Obsecramus pro Christo, reconciliamini Deo ( 2 Cor . 5,20). El nos envía, El lo ruega; como si le importase vuestra amistad, como si perdiese mucho en perderla. Y con todas estas súplicas, el corazón duro... no quiere salir del mal estado...'
e) No se dobla por amenazas
'¡Qué de veces oye predicar el rigor del juicio, el temor de sus señales, la certeza de la muerte!... Y acabándolas de oír va a jugar y reír, y se acuesta en su cama tan quieto como un santo. ¡Desventurado, que no sabes si amanece-en el infierno!... Y ve el pecador herir a éste hoy y que otro se murió ayer, y no sabe cuándo le enclavarán el corazón, y ¿no huye ni se esconde? Huye una ave del cazador, y un ciervo del ladrido de un perro..., ¿y éste, no teme el trueno de las amenazas de la divina justicia ni las saetas de sus castigos?...'
f) S e endurece con los azotes
'Pero ya que las amenazas no atemorizan al malo, ¿hace más por los castigos? No. Flagellis duratur: Más se endurece con los azotes y castigos... Con los trabajos con que otros sanan, enferma él . Con la enfermedad, reniega; con pérdida, blasfema; con la injuria que le hacen, maldice; con la pobreza, perjura, hurta, engaña... ¿Cuántas veces enfermaste y llegaste a morir, que ya tocabas con las plantas de los pies y te perdigabas en las llamas vengadoras? Propusiste la enmienda; dióte Dios salud, y en teniéndola volviste como perro al vómito. No fueron paces ni amistades las que hiciste, sino treguas, para tornar a más cruda guerra...'
g) Ingrato a los beneficios
'Es ingrato a los beneficios, desconocido a las mercedes; ni las estima, ni las engrandece, ni aun las conoce. Conoció el buey a su poseedor, y el jumento al pesebre de su amo; pero Israel no me conoció a mí, y mi pueblo no entendió los bienes que recibía de mi mano...'
h)Infiel a los consejos
'Soberbio, amigo de su parecer. No quiere tomar parecer de otro, y así se precipita y estrella...'
i)Cruel para los juicios
'De cuanto para sí es remiso, para los otros es vigoroso... Veréis unos pecadorazos que en su vida y obras no son menos que unos demonios encarnados, y, en sabiendo una falta de otro, la encaraman y condenan; jueces impíos que juzgan las intenciones, y todo lo echan a la peor parte...'
j)Desvergonzado para las torpezas
'No es tanto mal pecar con encogimiento y recato; pero placear el pecado como los de Sodoma, hacer gala de la deshonestidad...
Y para decir en breve todos los males de este horrible mal: Ipsum est, quod nec Deum timet, nec hominem reveretur (cf. Lc . 18,4). Mire cada uno su corazón, tome el pulso a su manera de vida; y si hallare alguna de estas malas señales, tome con tiempo el remedio, antes que se acabe de endurecer. No todas las piedras son igualmente duras, aunque todas son piedras'.
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SANTO TOMÁS DE AQUINO

Catena Aurea
Exposición de los Cuatro Evangelios
Mc 1, 29-31
(Bed.) Primeramente debió cerrar aquella boca de serpiente, para que no esparciese más veneno; después curar a la mujer, que fue seducida antes, de la fiebre de la concupiscencia carnal. Por esto dice: 'Y luego que salieron de la Sinagoga fueron', etc.
(Teof.) Se retiró, pues, como era costumbre, cerca del anochecer el sábado para ir a casa de sus discípulos. Pero la mujer, que debía servirlos, estaba con calentura. Y sigue: 'Hallábase con calentura la suegra de Simón'. (San Crisóstomo) Como esperaban que habían de obtener por ello alguna utilidad, le rogaban los discípulos, sin esperar a la noche, que curase a la suegra de Pedro. Y continúa: 'Y al punto le hablan de ella'.(Bed.) En el Evangelio de San Lucas se lee que le rogaron por ella. Tan pronto, pues, el Salvador es rogado, tan pronto cura espontáneamente a los enfermos; mostrando que se aplaca siempre con los ruegos de los fieles en lo que toca a las pasiones y los vicios; y a veces da a entender a los mismos lo que no entienden absolutamente, o perdona también lo no entendido a los que piadosamente le ruegan, según pide con instancia el Salmista (Salmo 18): 'purifícame, Señor, de mis yerros ocultos'. Por esto después de rogado cura. Continúa, pues: 'Y acercándose la levantó tomándola de la mano (Teof.) Por esto se significa que, si alguno enferma, será curado por Dios, si sirviere a los Santos por amor de Cristo. (Bed.) La frecuencia con que reparte sus dones de medicina y doctrina, principalmente los sábados, enseña que Él está no bajo la ley, sino sobre ella, y que no ha elegido el sábado judaico, sino el verdadero sábado; así como el descanso es querido del señor, si atendiendo a la salvación de las almas nos abstenemos de las obras serviles, esto es, de todas las ilícitas. 'Y en el momento, prosigue, se le quitó la calentura'. La salud que se da por imperio del Señor torna toda de una vez acompañada de tanta fuerza, que basta para que pueda ponerse a servir a los que la asistían. Si dijéremos, pues, que el varón librado del demonio significa el ánimo purgado moralmente de pensamiento inmundo, habremos de decir que la mujer curada de la fiebre a la voz del Señor significa, la carne re frenada del fuego de la concupiscencia por los preceptos de la continencia. (San Jerónimo) La fiebre significa intemperancia, de la cual sanamos los que no somos hijos de la Sinagoga por mano de la disciplina con la elevación del deseo, y servimos a la voluntad del que nos sana. (Teof.) Tiene calentura el que se enoja, puesto que por la ira muestra desenfrenadamente las manos; pero si detiene su mano la razón, se levanta y de este modo la sirve.
Mc 1, 32-34
(Teof.) Como las turbas consideraban que a nadie era permitido curar en sábado, esperaban el ocaso del sol para llevar a Jesús a los que había de curar. Así dice: 'Por la tarde, puesto ya el sol, le traían todos los enfermos', etc. Y después: 'Y curó a muchas personas afligidas por varias dolencias'.(San Crisóstomo) En donde dice muchas debe entenderse todas, según la costumbre de la Escritura. (Teof.) O dice muchas, porque hubo algunos infieles que no fueron curados a causa de su incredulidad; pero a los que entre los presentados tenían fe los curó a todos. 'Y lanzó, continúa, a muchos demonios'. (San Agustín, De cuest. sobre el antiguo y nuevo Testamento, capítulo 66.) Sabían los demonios que era el Cristo que había sido prometido por la ley: veían en Él todas las señales que habían anunciado los pro fetas, aunque así ellos como sus príncipes desconocían el misterio de su divinidad, puesto que, si le hubieran conocido, nunca hubiesen crucificado al Señor de la majestad (1, Cor. 2.). (Bed.) Comprendió el diablo por señales tan portentosas, o más bien sospechó, que era el Hijo de Dios aquel hombre a quien había visto en el pesado ayuno de cuarenta días, y el que no le permitió experimentar ni aun en medio de la tentación que era el Hijo de Dios. Por tanto indujo a los judíos a que le crucificaran, no porque juzgara que no era el Hijo de Dios, sino porque no previó que había de ser Él condenado con su muerte. (Teof.) Por esta razón el Señor no dejaba hablar a los demonios, por que así nos enseñaba a no creerlos aunque digan la verdad, la que mezclarán con la mentira cuando encuentren alguno que los crea. (San Crisóstomo) No se opone, pues, lo que se consigna aquí a lo que dice San Lucas (cap. 4) que salían los demonios de muchos clamando y diciendo: 'Tú eres Cristo, Hijo de Dios', porque añade: 'Y reprendiéndolos no les dejaba hablar'. Omitiendo muchos detalles en obsequio de la brevedad, habla San Marcos acerca del fin de dichas palabras.
(Bed.) Místicamente, pues, el oca so del sol significa la pasión y muerte de Aquél que dijo (San Juan, 8): 'En tanto que estoy en el mundo, soy la luz del mundo'; y es al ocaso del sol cuando es curada la mayor parte de los enfermos y poseídos, porque Aquél que durante su estancia en este mundo enseñó a unos cuantos judíos, transmitió los dones de la fe y de la salvación a todos los pueblos de la tierra. (San Jerónimo) Moralmente, pues, la puerta del reino es la penitencia con la fe, que da la salud en diversas enfermedades, porque son varios los vicios que enferman la ciu dad del mundo.
Mc 1, 35-39
(Teof.) Después que curó a los enfermos, se retiró el Señor a un sitio apartado: 'Por la mañana muy de madrugada salió fuera a un lugar solitario'. Con lo cual nos enseñó a no hacer nada por ostentación y a no propalar lo bueno que hagamos. Y continúa: 'Y hacía allí oración'. (San Crisóstomo) No porque tuviera necesidad de orar, puesto que era Él mismo quien recibía las oraciones de los hombres, sino porque, obrando de este modo, se nos ofrecía verdadera mente como modelo, que debíamos imitar con nuestras buenas obras. (Teof.) Muéstranos también que es a Dios a quien debemos atribuir todo lo bueno que hagamos, y a quien debemos decir: Todo el bien de que gozamos nos viene de Ti desde el cielo (Sant. 1). 'Y le siguieron Simón y los que con él estaban'. (San Crisóstomo) San Lucas, pues, dice que las turbas se acercaron a Cristo, y le dijeron lo que San Marcos pone en boca de los Apóstoles en los siguientes términos: 'Y cuando llegaron a Él, le dijeron: todos te andan buscando'. Pero no hay contradicción entre ambos Evangelistas; pues permitió el Señor que la turba, anhelante por llegar a los pies de Cristo, se juntase a Él después de los Apóstoles; y aunque la recibió con gozo, quiso despedirla, para que los restantes, fuesen partícipes de su doctrina, como si no hubiera de permanecer mucho tiempo en este mundo. Así continúa: 'Y Él les dijo: Vamos a las aldeas y ciudades próximas para que predique allí'. (Teof.) Pasa, pues, a aquellos que más lo necesitan, porque no conviene circunscribir su doctrina a un solo lugar, sino extender por todas partes sus rayos. Y prosigue: 'Porque para esto he venido'. (San Crisóstomo) En lo cual manifiesta el misterio de la Encarnación y el dominio de su divinidad, confirmando que había venido al mundo por su voluntad. Y San Lucas dice (cap. 4): 'Para esto soy enviado', anunciando la buena voluntad de Dios Padre so bre la disposición de 1a encarnación del Hijo.
'Y predicaba en sus sinagogas por toda la Galilea'. (San Agustín, De cons. Evang., lib. 2, cap. 23) En esta predicación, que dice tuvo en toda la Galilea, se comprende también el sermón que pronunció el Señor en el monte, según refiere San Mateo, y del que no hace ninguna mención San Marcos, ni de nada semejante, si se exceptúan algunas sentencias sueltas, que dijo el Señor en otros lugares, y que él repitió aunque no consecutivamente.
(Teof.) Juntó, pues, la obra a la palabra, porque después de predicar ahuyentó los demonios, conforme a estas palabras: 'Y echaba a los demonios'. Si Cristo no hubiese hecho milagros, no se hubiera creído su doctrina. Del mismo modo el que enseña debe obrar en consonancia con lo que enseña, a fin de que no sean perdidas sus palabras.
(Bed.) Si, pues, se expresa místicamente la muerte del Salvador por el ocaso del sol, ¿por qué no ha de expresar su resurrección la vuelta de la aurora? Y al rayar la aurora fue al desierto de las gentes, y allí oraba en sus fieles, porque excitaba sus corazones a la virtud de la oración por la gracia del Espíritu Santo.
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TEÓLOGOS

EL DEMONIO Y LA POSESIÓN DIABÓLICA
Utilizamos el Dictionnaire de la Bible de Vigouroux, art. Démon y Demoniaques (Paris 1912).
Realidad de la posesión diabólica
Atestiguado el hecho por quienes lo presenciaron tan repetidas veces, no queda sino contestar a las objeciones que suelen oponerse.
1. No es nombre de enfermedades desconocidas
Se dice que la posesión no es sino el nombre ingenuo de distintas enfermedades poco conocidas en aquel tiempo, como la epilepsia, la locura y otras parecidas. Los griegos calificaban de daimonia a los hombres de espíritu extraviado, y en el mismo Evangelio se acusa al Señor de tener el demonio para indicar que no sabía lo que hacia ni decía (Mt 11,18; Jn 7,20; 8,48.52; 10,20).
La coexistencia de la posesión diabólica con algunas enfermedades es cierta en determinados casos. Esta coexistencia sólo demuestra que los apóstoles sabían distinguir ambas realidades. Hablan de las dos cosas como dos cosas distintas. Y no conviene olvidar que la enfermedad bien puede ser causada por la acción del espíritu malo (Mt 8,14; 12,9; Mc 3,10; Lc 6,18). Además no hay enfermedad que al desaparecer deje en el suelo medio muerto al curado, lo arroje violentamente o se pase a unos cerdos. Digamos también que el Señor no sólo no rectifica el concepto judío, limitándose a la curación de enfermedades, sino que delega expresamente en sus apóstoles el poder de arrojar los demonios, y habla con expresiones claras de las posesiones diabólicas como de auténticas posesiones.
2. No son datos históricos exclusivamente evangélicos
Se dice: Caso de ser cierta la posesión diabólica, no se hablaría de ella tan sólo en el Evangelio.
Respondamos dos cosas. En primer lugar, siendo un caso sobrenatural, no puede sujetarse a leyes naturales; pero aun a pesar de ello entrevemos ciertas razones que justifican su mayor abundancia en tiempo del Señor.
El demonio reinaba en el mundo y en Palestina hasta la cautividad de Babilonia por medio de la idolatría, cuyo fondo, muchas veces explícito, es la adoración de Satanás, y las prácticas de nigromancia, magia y fetichismo. San Agustín en la Ciudad de Dios , vuelve una y otra vez sobre el culto dado por Roma a los demonios. Lo mismo ocurría en el pueblo judío. Con este señorío, el demonio no necesitaba más. Pero, al regresar los judíos de la cautividad babilónica y desaparecer de nuevo la idolatría de Israel, comienzan a presentarse casos esporádicos, que culminan con un ataque en masa, cuando llega el momento de la lucha final.
Por otra parte es completamente falsa la ausencia total de casos de posesión referidos por fuentes no evangélicas y seguras. (cf. Vigouroux,ibid.).
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EJEMPLOS PREDICABLES

LOS POSESOS DIABÓLICOS
A) Testimonios antiguos
La existencia de los posesos no consta sólo por el Evangelio, sino por muchos testimonios posteriores. Los Santos Padres han presenciado e intervenido en numerosos casos, y prueba de que no se trataba de simples sugestiones es que ante un mismo caso fracasaban los paganos y lo conseguían aquellos mediante el nombre de Jesús, lo cual motivó numerosas conversiones de gentes que se encontraban poco dispuestas.San Justino escribe este párrafo: 'Podéis comprobar lo que os digo observando lo que ocurre ante vuestros mismos ojos. En el mundo entero y en esta misma ciudad existe una gran cantidad de hombres poseídos por el demonio que, después de haber visto fracasar a vuestros conjuradores, hechiceros y encantadores, se curaron, y curados siguen, cuando los nuestros, los cristianos quiero decir, los adjuraron en el nombre de Jesucristo, el crucificado por Poncio Pilatos' (cf. Apol. 6: PG 6,453).Y Tertuliano, con su estilo vibrante: 'Que traigan aquí, a vuestros tribunales, alguno del que conste que está poseído por el demonio. En cuanto escuche el mandato de uno cualquiera de los cristianos, ese espíritu confesará ser el demonio lo mismo que antes se pavoneaba de ser Dios. Que nos traigan a alguno de los que pretenden hallarse bajo el influjo divino..., y si no confiesa inmediatamente que es un demonio, sin atreverse a mentir delante de un cristiano, derramad la sangre de este cristiano impostor' (cf. Apol. 23: PL 1,415).Y para que no pudiéramos decir que se engañaban atribuyendo al demonio lo que no pasaba de ser una enfermedad, los mismos Padres nos han dejado escritos los síntomas incontrovertibles que les convencían. Por no extendernos más, sólo transcribiremos unas palabras de Sulpicio Severo: 'Yo he visto a un poseso levantado en el aire y con los brazos extendidos' (cf. Diálogo 3,6: PL 20,215). San Paulino de Nola, en la vida de San Félix, asegura haber visto un endemoniado andar cabeza abajo, y sin que se descompusieran sus vestidos, por la bóveda de una iglesia (PL 41,465).Tenemos, pues, testigos en todas las partes del mundo civilizado de entonces y testigos de mayor excepción, pues lo son de vista y gozan de la ciencia y de la probidad mayores en su época.
B) Testimonios modernos
En nuestros tiempos modernos, los testimonios de tierra de misiones son muy abundantes. Escojamos uno, recogido de una carta del P. Lacour al célebre Dr. Winslow y reproducida por el médico racionalista Dr. Calmet en su libro De la folie (t.2 p.417). Un joven de dieciocho años, después de comulgar sacrílegamente, huye al campo, llamándose a sí mismo Judas. El misionero, avisado por los padres de los extraños fenómenos que observaban en el chico, acude incrédulo, pero tiene que convencerse. El poseso habla en latín. Cuando el padre se lo manda es elevado cabeza abajo hasta el techo de la iglesia, donde permanece media hora, sufre sacudidas que lo derriban violentamente, y por fin, el demonio, ante los exorcismos, lo abandona. En cuanto a Europa, muchos casos han sido estudiados científicamente, y desde el célebre doctor protestante Ambrosio Paré hasta nuestro siglo no faltan datos científicos.No son tampoco uno ni dos los santos en cuyos procesos canónicos aparecen completamente probados casos de posesión en los que ellos intervinieron. Uno de ellos es San Felipe de Neri y otro San Ignacio, quien, según el P. Rivadeneira, el año 1541 curó rápidamente a un santanderino llamado Mateo, que, a más de presentar todos los síntomas de posesión, si le hablaban en sus accesos de San Ignacio, gritaba diciendo que no se lo nombraran, pues era su enemigo más encarnizado (Acta Sanct. Iulii, t.8 p.761 n.716).Pero entre los testimonios modernos de mediados del siglo XIX figura, como más elocuente y comprobado, el de los famosos endemoniados de Ilfurt, aldea de la Alsacia-Lorena. Los posesos fueron milagrosamente salvados cuando, para librarlos del maligno espíritu, se invocó concretamente a María Inmaculada. El Ayuntamiento del pueblo levantó, en prenda y homenaje de gratitud, una estatua a la Inmaculada Concepción en la plaza pública, y en la inscripción se alude a los dos endemoniados.


27. SERVICIO BÍBLICO LATINO-AMERICANO

Hoy el libro de Job nos pone frente a un hombre sumido en un gran sufrimiento. Delante de sus amigos desnuda su corazón, su desilusión. Ellos, que defienden una teología alejada de la vida, no pueden comprender la queja de su amigo ni acompañarlo plenamente en su dolor.
El grito de Job es seguramente cercano y presente en la vida diaria de muchos hombres y mujeres en todos los rincones del planeta, que enfrentan una vida de lucha y dificultad. Compara su existencia con la vida de un mercenario. Mercenario es aquel que vende su lucha, que libra causas que no son suyas y se fatiga por empresas que no ama.
El libro de Job, como sabemos, es una auténtica joya literaria dentro de la Biblia hebrea (de la que está tomado nuestro «Antiguo Testamento». Es una reflexión sapiencial sobre ese problema irresoluble, o mejor, ese misterio eterno que es el mal. El misterio del mal, su presencia injustificada en el mundo, ante la cual necesitamos justificar a quienes podrían resultar implicados por la existencia del mal: Dios en primer lugar. En efecto, la «teodicea» o disciplina filosófica que trata de mostrar la existencia de Dios, trata en realidad de «justificar» a Dios –como viene significado por el origen etimológico de la palabra-.
Lo importante del libro de Job no son los datos históricos sobre Job (que no existen, pues no es un libro histórico), ni las respuestas de tipo explicativo que quisiera dar sobre el dolor humano (que estarían hoy absolutamente sobrepasadas), sino la sabiduría que encierra en sus reflexiones.
En efecto: la ciencia avanza cada día, y no tiene sentido hoy estudiar la óptica de Newton por ejemplo, que fue uno de sus fundadores, pues como ciencia está hoy enteramente sobrepasada. En cambio, la sabiduría –que no está en el mismo plano de la ciencia- se mantiene, y hoy la humanidad sigue viviendo de la sabiduría de personajes como Confucio, Buda, Sócrates, Jesús... En realidad no hemos avanzado sobre aquella sabiduría fundamental adquirida hace ya tres mil años... En esa perspectiva debemos escuchar y leer el libro de Job.

San Pablo, al igual que Job, se encuentra en una discusión acalorada con sus interlocutoras, en esta ocasión, la comunidad de Corinto, en la cual existen fracciones que le critican y cuestionaban su autoridad (v. 3). Pablo responde haciendo una defensa radical de su misión y declara su absoluta libertad frente a toda manipulación o poder humano. No se declara miembro de un movimiento o representante de alguna institución, sino como un hombre “obligado a cumplir una tarea”. En el imperio Romano era común la práctica del clientelismo, en la cual el benefactor se convertía en patrón de quien recibía sus beneficios. El apóstol desea dejar en claro la pureza de su mensaje, que no está vendido a ningún “cliente” ni moldeado por ningún interés personal (v. 17-18). Esta libertad en Cristo, le permite al apóstol ser un servidor de los demás. No teme amoldarse a las condiciones de vida de los destinatarios de su mensaje: judíos, seguidores de la ley o rebeldes a ella, débiles. San Pablo anuncia así el Evangelio de la libertad que no se matricula con la rigidez, ni hace el juego a ningún interés particular o sectario, sino que es capaz de entrar en diálogo con la diferencia y de llegar a “todas” las realidades humanas, como una Buena Noticia del amor de Dios.

Esto es precisamente lo que hace Jesús en el evangelio: entrar en la vida de las personas, ser uno de ellos en su cotidianidad. El domingo pasado, lo vimos sanando a un endemoniado. Hoy, lo acompañamos con Simón y Andrés a la casa de Pedro. La casa, el lugar íntimo done se comparte el techo, la mesa. Allí se encuentra con una anciana enferma, la suegra de Pedro, Jesús se acerca, la toma de la mano y la levanta. Un gesto tan simple como es el acercarse, y tomar de la mano hace el milagro de recuperar a esta mujer, que no sólo recupera su salud, sino su capacidad de servicio. Al atardecer muchos vinieron a buscarlos, y relata el evangelista que Jesús continuó sanando. Era común en la época de Jesús que los enfermos fueran tenidos por malditos o poseídos por espíritus malos, de manera que eran alejados, excluidos y nadie se atrevía a acercarse a ellos. Jesús, al contrario, se entrega con amor y dedicación a su cuidado, siendo su servidor.
La praxis de curación, la lucha contra el mal, la liberación del ser humano.. es la práctica habitual de Jesús. Tan importante como hacer el bien, es evitar el mal y luchar contra él, dar la vida para ir devolviendo la paz, la salud, el bienestar, la felicidad... a todos aquellos que la han perdido. Ser cristiano es, entre otras muchas cosas, luchar contra el mal, no quedarse de brazos cruzados o ensimismado en los propios asuntos, cuando vivimos en un mundo con las cifras escalofriantes de pobreza y miseria que hoy padecemos.
Anunciar hoy el Reino exige construirlo simultáneamente. La evangelización –la nuestra, com la de Jesús- no puede ser sólo cuestión de hablar, sino de hacer, de construir: luchar contra el mal, sanar, curar, rehabilitar a los hermanos, ponernos a su servicio, acompañar y dignificar la vida que, en todas sus manifestaciones, es manifestación de la mano creadora de Dios.

Para la revisión de vida
¿En qué momentos de mi vida la imagen lejana que tenía de Dios se ha tornado más cercana y presente en la vida?
¿Cómo he alimentado en mí la verdadera libertad de los hijos de Dios?
¿Me acerco a las personas valorando su condición o juzgo y rechazo a quienes son diferentes a mí?

Para la reunión de grupo
- ¿Qué está viviendo Job que le hace decir las palabras que escuchamos de su boca?
- Ante el dolor y lo problemas, ¿somos capaces de acompañar y respetar a los otros o simplemente respondemos con frases aprendidas frías e indiferentes?
- ¿Cómo se observa en nuestro entorno la manipulación que se hace del mensaje de Jesús en beneficio de personas o grupos?
- ¿Cómo podemos desarrollar en nuestro grupo la libertad de anunciar el Evangelio, sin manipulaciones ni intereses egoístas?
- ¿En qué gestos concretos nos hacemos cercanos a los hermanos que sufren o están marginados de la sociedad?

Para la oración de los fieles
- Por quienes sufren el hambre, la guerra y el abandono para que encuentren en los cristianos personas capaces de acompañar y comprometerse en el mejoramiento de su vida.
- Por las Iglesias de Jesús para que defiendan cada día la libertad ante cualquier forma de poder o manipulación para que puedan ser autenticas servidoras de la vida.
- Para que en las Iglesias se supere toda forma de exclusión, dominio, o alejamiento de la vida y las necesidades de las personas.

Oración comunitaria
Padre creador, que escuchas y atiendes los clamores de la humanidad, y que en Jesús nos mostraste el proyecto de Bondad y libertad para tus hijos. Haz de nosotros creyentes audaces, que libres de todo afán de dominio o ganancia sepamos ser servidores de todos, especialmente de tus hijos solos y abandonados. Que seamos constructores de un mundo sin exclusiones en el que todos y todas quepamos con igual dignidad e iguales oportunidades, para que la humanidad que sufre pueda también un día levantarse, y tomar su lugar en el mundo. Tú que vives y amas por los siglos de los siglos.


28. Neptalí Díaz Villán CSsR.

 

No sufras por eso, ten paciencia…

Cuando estamos bien es muy fácil decirle a la gente que sufre, palabras o frases de cajón, a veces frías e indiferentes como: tranquilízate, ten paciencia, cálmate, no sufras por eso, nada ganas con exaltarte...  Cuando hemos comido nos queda fácil juzgar a alguien porque roba algún producto del supermercado respondiendo a su instinto de conservación. Cuando sufrimos, entonces podemos entender el sufrimiento ajeno; porqué los demás lloraban, porqué decían malas palabras, porqué se deprimían y porqué blasfemaban…

 

La historia de Job nos narra el drama de un hombre y en él el de la humanidad caída, que, como decía Jean Paul Sartre, sufre y no es feliz, porque en cualquiera de las actitudes está condenada al fracaso y la angustia de existir es inevitable. ¿La vida? Una pasión inútil. ¿La libertad? Me condena a vivir una angustia aplastante ante el proyecto que constituye mi ser. ¿Los demás? Son el infierno. ¿Y el amor? “Por el amor, me entrego al otro, busco captar su atención para que me dedique su libertad y así le dé sentido a mi vida” (Sartre – El ser y la nada). Entonces me convierto en objeto y termino queriendo y amando mi vergüenza como signo profundo de mi objetividad.

 

A los amigos de Job, que no comprendían su dolor, les quedaba fácil juzgarlo y acusarlo de pecador, pues, según la mentalidad de aquel tiempo, las desgracias venían porque se cometía algún pecado. Así nos puede suceder cuando sin conocer el dolor humano y careciendo de la más mínima empatía, nos atrevemos a opinar y hasta a juzgar las diferentes manifestaciones de dolor. Cuando seamos testigos en carne propia del sufrimiento extremo comprenderemos el porqué para Sartre la vida no era más que una pasión inútil, el porqué Job sentía que su vida era un suspiro y que sus ojos no volverían a ver la dicha. Porqué maldijo el día en que nació (3,3) y porqué se sintió condenado por el mismo Dios (10,1ss).         

 

En Job está plasmado el dolor humano. Realidad tan atacada por todos y en todos los tiempos, pero tan arraigada y tan difícil de erradicar. Las ciencias, las comunicaciones, las filosofías, el arte, la música y hasta las mismas religiones, muchas veces han prometido erradicar el dolor del planeta. Pero, aunque tenemos muy buenos logros, todavía contemplamos los rostros de Job en la humanidad entera y muchas veces en nuestra propia carne.

 

Como cristianos no podemos ser indiferentes ante el sufrimiento humano. Ante el sufrimiento tal vez, de nuestros propios familiares, amigos o compañeros de trabajo, que soportan en silencio su propio drama pues caras vemos, corazones no. Ante el sufrimiento de aquella persona que me cae mal, porque con sus palabras o con sus actitudes desagradables, despierta mis oscuros sentimientos y toca mi propia inseguridad, cuando, muy en el fondo, lo que buscaba desesperadamente era que alguien la amara y la comprendiera.

 

No podemos desconocer, como nos lo dice el documento de Puebla (31-39), los rostros de niños golpeados por la pobreza desde antes de nacer, los rostros de jóvenes desorientados por no encontrar su lugar en la sociedad. Los rostros de indígenas y, con frecuencia, de afroamericanos, que viven marginados y en situaciones inhumanas. Los rostros de campesinos privados y desplazados de sus tierras, de los obreros mal retribuidos, subempleados y los de tantos marginados de nuestras urbes o de los territorios ignorados. Los rostros de ancianos, cada día más numerosos y también frecuentemente marginados… en fin, los rostros muy concretos en los que deberíamos reconocer los rasgos sufrientes de Cristo, el Señor, que nos cuestiona e interpela.

 

¿FUE JESUS UN EXORCISTA?

 

Algunos grupos de corte neopentecostal, dentro o fuera de la Iglesia católica, enfatizan tanto en esta faceta de Jesús, que llegan muchas veces a exageraciones enfermizas. Como obsesivamente ven el demonio por todos lados, ven cualquier manifestación atípica de la psiquis humana como una posesión demoníaca digna de un exorcismo. En esos ambientes abundan los exorcistas y también los posesos. Allí los amantes del espectáculo y de los aplausos del respetable, encuentran la oportunidad apropiada para saciar su sed de ovaciones y de admiración.

Por otra parte, hay un grupo que siguiendo a Rudof Bulman, quiere desmitologizar totalmente el Nuevo Testamento, trata de quitar todo viso mágico a la figura de Jesús y niega su relación con estas prácticas mencionadas. Desconoce la ubicación histórica de Jesús en su tiempo y su espacio, ya que él vivió una época con mentalidad mágica, que, como todo el mundo antiguo, veía en las manifestaciones de la naturaleza la acción de espíritus buenos o malos. En aquel entonces era natural la interpretación de algunas enfermedades físicas o psicológicas, como posesiones demoníacas. No había una frontera definida entre enfermedad, pecado y posesión diabólica. Por lo tanto eran comunes los exorcistas (Mt 12, 27; Lc 11,19; Hch 19,11; Mc 9,38-40).

 

Por esto, tratando de ser fieles al Jesús histórico, podemos decir con John Meier que Jesús sí practicó el exorcismo, pero no fue eso lo que hizo de él un personaje insólito, por no decir único. Lo fue el hecho de unir en su persona las funciones de exorcista, maestro de la moral, captador de discípulos y profeta que anunciaba el Reino futuro pero presente desde ahora.

 

Negar esta actividad de Jesús sería desconocer su mundo. Pero realizar esta práctica en la actualidad, cuando los avances de la ciencia, en especial a nivel medico y psicológico, nos ayudan a descubrir el origen de las enfermedades y el tratamiento adecuado, representa un desfase tremendo. Aunque, como en todo, sobre esto no se ha dicho la última palabra y es posible que haya algún caso especial, casi todos los “exorcismos” actuales representan una práctica irracional y un desvío del proyecto de Jesús. Zapatero a sus zapatos.

 

Además Jesús tuvo su propio estilo e intencionalidad para los exorcismos y sanaciones. Los exorcistas y curanderos de la época echaban mano y atribuían su éxito, a la observancia de ciertas fórmulas rituales, como palabras, acciones simbólicas, empleo de ciertas sustancias, invocación de espíritus o personajes antiguos. Jesús hablaba de una relación muy profunda entre milagro y fe.  Para que se diera el milagro era necesaria la fe, el deseo de curarse y la confianza en que el poder de Dios era más fuerte que el poder del mal.

 

Supo combinar perfectamente su calidad humana con su relación y confianza en Dios. A la suegra de Pedro, “se acercó, la tomó de la mano y la levantó”. La presencia de Jesús, la relación con él y su cercanía, generaba en la gente confianza, deseos de vivir, de luchar por la vida, de crecer y de levantarse.

 

Sanó a los enfermos, no para hacer creer su ego (Mt. 4, 3-6) sino al contrario, se negó a realizar una señal en el cielo como requisito para que creyeran en él (Mc 8, 11). Sanó para que la persona atacada por el mal viviera, fuera feliz y se integrara a la comunidad en el amor y el servicio, como pasó con la suegra de Pedro. Los milagros de Jesús eran el anuncio de algo más grande: “el Reino de Dios esta cerca” (Mt 12,28). No se limitó a la parte corporal; fue una sanación integral desde, lo profundo del ser humano: sus motivaciones, su razón de vivir, sus convicciones, su mente, cuerpo y espíritu. Devolvió al ser humano atacado por el mal, su plena integridad y su capacidad de ser él mismo en relación con los demás y con Dios. No fue magia, fue calidad y trabajo humano complementado perfectamente con la gracia de Dios.

 

En nuestra aldea global estructuralmente enferma, el testimonio de Jesús, su lucha contra el mal y su entrega generosa por la liberación del ser humano, representa para nosotros, sus seguidores, un reto y una Buena Noticia que no podemos ocultar. El mal personal, comunitario y social, sigue haciendo su mella y sigue condenando a mucha gente a llevar la vida como una pasión inútil, paralizada por las estructuras internas o externas. Es necesario hacer el bien y luchar contra el mal para devolver la salud, la paz, el bienestar, a todos aquellos poseídos por “los demonios” que azotan nuestra humanidad.

 

Esto debe constituirse para nosotros, más que en un gesto admirablemente raro, en un imperativo ético para ser auténticamente humanos. Como decía Pablo (2da Lect.) “Anunciar el evangelio no es para mí motivo de gloria; es obligación que Dios me ha impuesto. ¡Ay de mí, si no anuncio el evangelio!”. ¡Ay de nosotros si somos indiferentes ante el dolor humano! ¡Ay de nosotros si pensamos egoístamente en nuestro propio bienestar y no más! ¡Ay de nosotros si no escuchamos el clamor de los empobrecidos, marginados y condenados a vivir su drama en la más profunda soledad!

“Él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Y le pasó la fiebre y se puso a servirles”.

 

Oraciones de los fieles

 

1.      Por la santa Iglesia, extendida por todo el mundo: para que continúe siempre el trabajo de Jesús alentando a los enfermos y consolando a los afligidos. Roguemos al Señor.

 

2.      Por nuestro pueblo de _______________: por su prosperidad y por todos los que en él vivimos. Roguemos al Señor.

 

3.      Por nuestros gobernantes: para que la justicia social sea su programa de acción y trabajen para que la humanidad pueda vivir con dignidad. Roguemos al Señor.

 

4.      Por los médicos y enfermeras: para que sean generosos con su tiempo y con sus pacientes. Roguemos al Señor.

 

5.      Por cada uno de nosotros: para que pongamos nuestra fe en Dios que nos sana y nos ayuda en la lucha contra el mal y para que la palabra de Dios que hemos escuchado nos renueve y nos lleve a un mayor servicio del Señor y de los hermanos. Roguemos al Señor.

 

6.      Por los jóvenes de esta comunidad y de nuestra parroquia: para que presten atención al Señor que los llama a seguirle en la vida religiosa y sacerdotal. Roguemos al Señor.

 

Exhortación final

Te damos gracias, Padre, porque Jesús pasó haciendo

el bien y curando a los oprimidos por la enfermedad.

Él cargó con nuestras dolencias, sanándonos con su dolor.

Y con sus milagros a favor de los pobres y enfermos

inauguró  la esperada salvación del reino de Dios

para el hombre que tú amas con ternura de padre.

 

El ejemplo de Jesús nos estimula al compromiso cristiano

a favor de la liberación de los más necesitados.

 

Concédenos, Padre, imitar la madurez de su diálogo contigo,

la profundidad de su oración y la generosidad de su entrega.

Así avanzaremos en el soporte humano para una fe adulta.

 

Amén.

 

(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 319)
 


 

29. Fray Nelson Domingo 5 de Febrero de 2006
Temas de las lecturas: Mis días se consumen sin esperanza * ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! * Curó a muchos enfermos de diversos males

1. Misterio de la enfermedad
1.1 Es interesante el origen de la palabra "enfermedad". El que está "in-firmus" es el que "no está firme". Esta etimología corresponde con sensaciones que probablemente todos asociamos con la enfermedad: debilidad, indefensión, sufrimiento, angustia, tristeza. El libro de Job expresa este sentir con imágenes muy vivas: desengaño, noches de dolor y pesadillas, impotencia ante el tiempo que se precipita en una vorágine sin sentido, depresión intensa.

1.2 Jesús aparece como el gran médico en el evangelio de hoy. Si la enfermedad nos lleva a tocar el fondo de nuestra debilidad, la sanación de Cristo nos lleva a experimentar la "debilidad" de Dios por los débiles. De este modo, allí donde el ser humano encuentra la verdad de su contingencia y de su fragilidad allí también encuentra la verdad del amor inconmensurable de Dios, pues la debilidad de Dios son los débiles.

2. La atención a los enfermos
2.1 La dedicación de Cristo a los enfermos se ha extendido en la historia de diversas maneras, y entre ellas hemos de recordar con gratitud a tantas obras de misericordia que alivian de muchos modos los dolores del mundo. Hospitales, orfanatos, ancianatos, hogares de paso, atención a refugiados o desplazados... en todos ellos se puede sentir la caricia del Hijo de Dios, y la eficacia de su amor que marca una diferencia en la vida de millones de personas. Oremos, pues, con amor por quienes allí entregan su vida, especialmente si son conscientes de que están prolongando la piel, las manos y la mirada de Jesús a favor de sus "predilectos", los enfermos.

2.2 Y cabe aquí una relación con la segunda lectura. Pablo, con ardor ejemplar se entrega a evangelizar. Lo siente como un deber vinculante, intransferible, inaplazable. Y dice: "me he hecho débil con los débiles, para ganar a los débiles" (1 Cor 9,22). De aquí aprendemos dos cosas: primera, que pertenece a la misión del evangelizador una participación en los dolores de los evangelizados. Ejemplo supremo de ello nuestro Señor Jesucristo en su Cruz de dolores.

2.3 Segunda enseñanza: el amor se muestra en la capacidad de adaptación. El amor no desfallece ante un "no"; no se detiene por una derrota; siempre está ideando formas nuevas, caminos nuevos, sendas no exploradas, posibilidades inéditas. Es... creativo, esencialmente optimista, incapaz de rendirse. ¡Aleluya!
 


 

30. http://www.ocarm.org/lectio/anno_b/orb05esp.htm

La curación de la suegra de Pedro
y el anuncio del reino en Galilea

El encuentro con Jesús, Médico misericordioso
Marcos 1, 29-39

1. Oración inicial

Señor, no curan las heridas y males del alma una hierba ni un bálsamo, sino tu Palabra, que todo lo sostiene y crea, siempre nuevo cada día. Acércate a nosotros y extiende tu mano fuerte, para que asidos a ella, podamos dejarnos levantar, podamos resucitar y comenzar a ser tus discípulos, tus siervos. Jesús, Tú eres la Puerta de las ovejas, la puerta abierta en el cielo: a Ti nos acogemos, con todo lo que somos y llevamos en el corazón. Llévanos contigo, en el silencio, en el desierto florido de tu compañía y allí enséñanos a rezar, con tu voz, con tu palabra para que también nosotros lleguemos a ser anunciadores del Reino. Manda ahora sobre nosotros tu Espíritu con abundancia para que te escuchemos con todo el corazón y con toda el alma. Amén.

2. Lectura

a) Para colocar el pasaje en su contexto:

En continuidad con los vv. precedentes (21-28), el pasaje describe la conclusión de una jornada típica de Jesús. Aquí está en Cafarnaún, un día de Sábado, y, después de haber participado en la liturgia sinagogal, Jesús continúa la celebración de la fiesta en la casa de Pedro, en un clima familiar.
Con el ocaso del sol, terminado el descanso, Jesús continúa su ministerio, extendiéndolo a toda Galilea. El Evangelio nos presenta tres secuencias, que no es una crónica, para que yo sepa lo que ha hecho Jesús en Cafarnaún, sino que revelan el misterio grande de la salvación de Cristo, que trastorna mi vida. Puede ayudar el estar atentos al recorrido que Jesús hace: de la sinagoga a la casa, al desierto, hasta todas las aldeas de Galilea. Y también en el trascorrer de los tiempos que subraya el evangelista: al llegar la tarde, o sea al ocaso del sol y la mañana inmersa todavía en la obscuridad.

b) Para ayudar en la lectura del pasaje:

vv. 29-31: Jesús entra en la casa de Pedro y acoge la súplica de los discípulos, curando la suegra de Pedro, que yace en el lecho con fiebre.
vv. 32-34: Pasado el sábado, Jesús cura muchos enfermos y endemoniados, que le han traido.
vv. 35-39: Jesús se adelanta a la luz en la oración, retirándose a un lugar solitario, pero muchos lo siguen, hasta que consiguen encontrarlo. Él los lanza consigo, hacia un ministerio más amplio, que abraza toda la Galilea

c) El texto:

29-31:
Cuando salió de la sinagoga se fue con Santiago y Juan a casa de Simón y Andrés. La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; y le hablan de ella. Se acercó y, tomándola de la mano, la levantó. La fiebre la dejó y ella se puso a servirles. 
32-34: Al atardecer, a la puesta del sol, le trajeron todos los enfermos y endemoniados; la ciudad entera estaba agolpada a la puerta. Jesús curó a muchos que se encontraban mal de diversas enfermedades y expulsó muchos demonios.Y no dejaba hablar a los demonios, pues le conocían.
35-39: De madrugada, cuando todavía estaba muy oscuro, se levantó, salió y fue a un lugar solitario y allí se puso a hacer oración. Simón y sus compañeros fueron en su busca; al encontrarle, le dicen: «Todos te buscan.» Él les dice: «Vayamos a otra parte, a los pueblos vecinos, para que también allí predique; pues para eso he salido.» Y recorrió toda Galilea, predicando en sus sinagogas y expulsando los demonios.

3. Momento de silencio orante

Entro en el silencio que Jesús me ha preparado con su obra de curación profunda, con su oración que disipa la noche. Dispongo mi ser, a buscar a Jesús, sin cansarme y a seguirlo, adonde Él me lleve.

4. Algunas preguntas

Que pueden ayudar a mis oídos espirituales a escuchar más profundamente y a los ojos de mi corazón a contemplar, hasta encontrar la mirada de Jesús.

a) Jesús deja la sinagoga para entrar en la casa de Pedro, que se convierte en el centro luminoso de su obra de salvación. Pruebo a seguir el recorrido de Jesús: El llega hasta el sitio más íntimo de la casa, a saber, la alcoba con el lecho. Reflexiono, buscando y mirando, el "camino" que está dentro de mí, casa de Dios. ¿Dejo a Jesús la posibilidad de recorrer este camino hasta el fondo, hasta el corazón? Observo y tomo nota de los gestos de Jesús: Entra rápido, se acerca, toma la mano, levanta. Son términos típicos de la resurrección. ¿No siento al Señor que me dice también a mí:"¡ Álzate, resucita, nace de nuevo!"? Noto la insistencia sobre la obscuridad: "ocaso del sol, todavía obscuro" ¿Por qué? ¿Qué significa y qué otros términos puede añadir a estas expresiones? "Todos delante a la puerta de Jesús" Estoy también yo en medio de aquellos "todos". Me resuena en el corazón aquella palabra de Jesús, que dice: "Llamad y se os abrirá". Pruebo a imaginarme la escena: alzo la mano y llamo a la puerta de Jesús. Él abre. ¿Qué le diré? ¿Y cómo me responderá Él? "Lo conocían". Me pregunto sobre mi relación con el Señor. ¿Lo conozco verdaderamente?¿O sólo he sentido hablar de Él, como afirma Job? Me miro dentro y pido a Jesús que me ayude en esta relación de descubrimiento, de acercamiento, de comunión y de compartir con Él. Trato de recordar los versículos que puedan ayudarme: "Hazme conocer, Señor, tus caminos", "Muéstrame tu rostro" Jesús ora en un lugar desierto. ¿Tengo miedo de entrar yo también en esta oración, que atraviesa la noche y precede a la luz? ¿Tengo miedo de los tiempos de silencio, de soledad, de compañía a solas con Él? Noto el tiempo imperfecto del verbo "oraba ", que indica una acción calmada, prolongada, profunda. ¿Tiendo, a veces, a huir, a no quererme parar? "Las huellas de Jesús" Es una bella expresión que me recuerda el manuscrito de Santa Teresa del Niño Jesús, donde ella dice que las huellas luminosas de Jesús se hayan diseminadas a lo largo de las páginas del evangelio. Reflexiono. ¿Me he comprometido alguna vez a seguir estas huellas, a veces bien marcadas, a veces casi imperceptibles? ¿Sé reconocerlo, a lo largo de los senderos del tiempo y de la historia de cada día, la mía y la de todos los hombres? ¿Hay una huella especial de Jesús, un impronta indeleble, que haya dejado en la tierra de mi corazón, de mi vida?

b) Hago una pausa sobre los últimos versículos y traigo a la luz los verbos de movimiento, de acción: "Vamos a otro lugar, para predicar, he venido, fue, predicando". Sé que yo también he sido llamado para caminar y hacerme anunciador del amor y de la salvación de Jesús. ¿Estoy dispuesto, con la gracia y la fuerza que viene de esta Palabra que he meditado, a tomar ahora un compromiso concreto, preciso, aunque sea pequeño, de anunciar y evangelizar? ¿Hacia donde iré? ¿Qué pasos decido dar?

5. Una clave de lectura

Puedo hacer algunos recorridos de profundidad, que me ayuden a entrar más aun en diálogo con el Señor, escuchando su Palabra.

  • El paso de la sinagoga a la Iglesia

La sinagoga es la madre, pero la Iglesia es la Esposa. Jesús, que es el Esposo, la revela y nos hace conocer la belleza y el esplendor, que ella nos irradia. Si probamos a seguirlo, en los evangelios, nos damos cuenta que Jesús nos conduce, en un camino de salvación, de la sinagoga a la Iglesia. Marcos, como también Lucas, insiste mucho sobre el nexo que Jesús instaura con la sinagoga, que llega a ser el lugar privilegiado y sagrado de su revelación, el lugar de sus enseñanzas. Leo, por ejemplo, Mc 1,21 y Mc 6,2, o también Lc 4, 16 y 6,6, y también Jn 6,59; durante la pasión, Jesús dirá delante de Pilato que Él siempre ha enseñado abiertamente, en la sinagoga y en templo (Jn 18,20). Pero es además el lugar de las curaciones, donde Jesús se revela como potente Médico, que cura y salva: por ejemplo, en Mc 1, 23 y 3,1: Esta doble acción de Jesús se convierte en el puente a través del cual se pasa a la nueva casa de Dios, casa de oración para todos los pueblos, o sea la Iglesia (Ef 5,25), porque Él es la cabeza (Ef 1, 22; 5,23), con su propia sangre la ha comprado (At 20,28) y no cesa de alimentarla y cuidarla (Ef 5, 29). Ella es el edificio espiritual constituido de piedras vivas, que somos nosotros, como dice San Pedro (1 Pt 2, 4s). La vida surge de nosotros, como agua de la roca, si nos abandonamos en el Señor (Ef 5,24) en un don recíproco de amor y confianza, si perseveramos en la oración insistente y por todos (At 12,5) y si participamos en la pasión del Señor por la humanidad (Col 1,24). La iglesia es la columna y el sostén de la verdad (1 Tim 3,15), es bello caminar en ella, unidos a Cristo el Señor.

  • La fiebre como signo del pecado

Como dice la misma etimología de la palabra griega, la fiebre es como un fuego que se enciende dentro de nosotros y nos consume de modo negativo, atacando nuestras energías interiores, espirituales, haciéndonos incapaces de cumplir el bien. En el salmo 31, por ejemplo, encontramos una expresión muy elocuente, que puede representar bien la acción de la fiebre del pecado en nosotros: " Tornóse mi vigor en sequedades de estío. Te confesé mi pecado..," (Sal 31,4s). El único modo para ser curados, en efecto, es el ya visto en el evangelio, a saber, la confesión, el llevar delante del Señor nuestro mal.
El libro de la Sabiduría revela otro aspecto muy importante, allá donde dice que un fuego devorará a aquellos que rechazan conocer al Señor (Sab 16, 16).
También en el Deuteronomio la fiebre se señala como una consecuencia de la lejanía de Dios, de la dureza del corazón, que no quiere escuchar su voz y seguir sus caminos (cfr. Dt 28, 15.22; 32,24).

  • Jesús médico misericordioso

Este pasaje del Evangelio, como muchos otros, nos ha hecho encontrar con Jesús, que como verdadero médico y verdadera medicina, se acerca a nosotros para alcanzarnos en los puntos más heridos, más enfermos y traernos su curación, que es siempre salvación. Él es el samaritano, que a lo largo del camino de la vida, nos ve con certeza, con mirada aguda y amorosa y no pasa de largo, sino que se acerca, se inclina, venda las heridas y deja caer sobre ellas la buena medicina que lleva en su corazón. Son muchísimos los episodios en el Evangelio que narran las curaciones obradas por Jesús; puedo buscar algunas, aunque sea limitándome al Evangelio de Marcos: Mc 2,1-12; 3,1-6; 5,25-34; 6,54-56; 724-30; 7, 31-37; 8, 22-26; 10, 46-52: Puede ayudarme en un trabajo para profundizar y confrontar, para meter dentro de mí las características de Jesús, que cura y, así, recibir también yo, a través de la escucha profunda de su Palabra, la curación interior y de todo mi ser. Por ejemplo, hago una parada en los verbos, sobre los gestos específicos que Jesús cumple y que se repiten en muchas de estas narraciones y pongo todavía más a la luz las palabras que Él dice. Me doy cuenta que no son muchos los gestos de Jesús para curar, sino su palabra: "álzate y ve; vete en paz; ve, tu fe te ha salvado" Raramente hace Él gestos especiales que atraigan la atención y que asombren; encuentro estas expresiones: "lo tomó por la mano, llevándolo a parte; puso, impuso las manos". Resuena en estas narraciones, la palabra del salmo que dice: Envió su palabra y los curó (Sal 106, 20). Jesús es el Señor, Áquel que cura, como ya proclamó en el libro del Éxodo (Ex 15,26) y puede serlo porque Él mismo carga sobre si nuestra enfermedad, nuestros pecados: Él es un Médico herido, que nos cura con sus heridas (cfr 1 Pt 2, 24-25).

  • La tarde, las tinieblas transfiguradas por la luz de Cristo

El tema de la noche, de la obscuridad, de las tinieblas, atraviesa un poco toda la Escritura, desde los primeros versículos, cuando la luz aparece como la primera manifestación de la fuerza del amor de Dios, que crea y salva. A las tinieblas sigue la luz, a la noche el día y paralelamente la Biblia nos hace ver que también a la obscuridad interior que puede invadir al hombre, sigue la luz nueva de la salvación y del encuentro con Dios, del abrazo en aquella mirada suya luminosa que embelesa. "Por ti las tinieblas son como la luz", dice el salmo (138,12) y es verdad, porque el Señor es la misma luz: "El Señor es mi luz y mi salvación" (Sal 26,1). En el Evangelio de Juan, Jesús afirma de si mismo que es la luz del mundo (Jn 9,5), para indicarnos que quien Le sigue no camina entre tinieblas; de hecho, es Él quien, como Palabra de Dios, se convierte en lámpara para nuestros pasos en este mundo (Sal 118,105).
Las tinieblas son muchas veces asociadas con las sombras de la muerte, por decir que la obscuridad espiritual es igual a la muerte; puedo leer, por ejemplo, el salmo 87, 7; 106,10.14. El brazo fuerte del Señor no teme la obscuridad, sino que en ella Él nos apresa y nos hace salir, rompiendo las cadenas que nos oprimen. "Sea la luz" es una palabra eterna, que Dios no se cansa nunca de pronunciar y que alcanza a todo hombre, en toda situación.
"Quédate , Señor, con nosotros, porque se hace tarde" (Lc 24,9); es la oración de los dos de Emaús, pero puede ser la oración de todos; así como las palabras de la esposa en el Cántico resuenan también en nuestros labios: "¡Antes que se alarguen las sombras, regresa, o amado mío"! (T 2,17)
San Pablo nos ayuda a hacer un recorrido interior muy fuerte, que nos acerca a Cristo y nos salva del pecado. Así nos invita: "La noche está avanzada, el día esta cercano. Arrojemos pues las obras de las tinieblas y vistamos las armas de la luz" (Rm 13,12); "Todos vosotros sois hijos de la luz e hijos del día; nosotros no somos de la noche, de las tinieblas (1 Tes 5,5ss.). Pero también de otras muchas maneras la Palabra nos invita a hacernos hijos de la luz, y a exponernos a los rayos del Sol divino, que es Jesús, el Oriente, para ser iluminados y transfigurados. Cuanto más nos apropiemos de la luz de Cristo, tanto más verdad será para nosotros la palabra del Apocalypsis: "No habrá para ellos noche, ni necesitarán de luz de lámpara, ni de luz, ni de sol, porque el Señor Dios los iluminará y reinarán por los siglos de los siglos" (Ap 22,5).

6. Un momento de oración: Salmo 29

Canto de acción de gracias por la liberación de una gran prueba

Rit. En tus manos Señor encomiendo mi vida

Te ensalzo, Yahvé, porque me has levantado,
no has dejado que mis enemigos se rían de mí.
Yahvé, Dios mío, te pedí auxilio y me curaste.
Tú, Yahvé, sacaste mi vida del Seol,
me reanimaste cuando bajaba a la fosa. - Rit.

Cantad para Yahvé los que lo amáis,
recordad su santidad con alabanzas.
Un instante dura su ira,
su favor toda una vida;
por la tarde visita de lágrimas,
por la mañana gritos de júbilo.
Al sentirme seguro me decía:
«Jamás vacilaré».
Tu favor, Yahvé, me afianzaba
más firme que sólidas montañas;
pero luego escondías tu rostro
y quedaba todo conturbado. - Rit.

A ti alzo mi voz, Yahvé,
a mi Dios piedad imploro:
¿Qué ganas con mi sangre, con que baje a la fosa?
¿Puede el polvo alabarte, anunciar tu verdad?
¡Escucha, Yahvé, ten piedad de mí!
¡Sé tú, Yahvé, mi auxilio!
Has cambiado en danza mi lamento:
me has quitado el sayal, me has vestido de fiesta.
Por eso mi corazón te cantará sin parar;
Yahvé, Dios mío, te alabaré por siempre. - Rit.

7. Oración final

Señor, deseo alabarte, bendecirte y darte gracias con todo el corazón por esta tu Palabra, escrita para mí, hoy, pronunciada por tu Amor por mí, porque Tú me amas verdaderamente. Gracias, porque has venido, has bajado, has entrado en mi casa y me has alcanzado precisamente allí donde estaba enfermo, donde me quemaba una fiebre enemiga; has llegado allí donde yo estaba lejano y solo. Y me has abrazado. Me has cogido de la mano y me has levantado, devolviéndome la vida plena y verdadera que viene de Ti, la que se vive junto a Ti. Por ahora soy feliz, Señor mío.
Gracias porque has atravesado mi obscuridad, has vencido la noche con tu potente oración, solitaria, amorosa; has hecho resplandecer tu luz en mi, en mis ojos y ahora yo también veo de nuevo, estoy iluminado por dentro. También yo rezo contigo y también crezco gracias a esta oración que hemos hecho juntos.
Señor, gracias porque me lanzas hacia los otros, hacia mundos nuevos, fuera de las puertas de la casa. Yo no soy del mundo, lo sé, pero estoy y quedo dentro del mundo, para continuar amándolo y evangelizándolo. Señor, tu Palabra puede hacer el mundo más bello.
Gracias, Señor. Amén.
 


31.

Es verdad que son muchas las personas que buscan a Jesús, pero recuerdo ahora la parábola del sembrador; hay muchas clases de búsqueda y no todas perduran en el tiempo. También son distintas las razones por las cuales se le busca y diferente el tiempo que dura esta situación.

Pero en definitiva lo común siempre es que en muchas personas existe este deseo al menos alguna vez en su vida de encontrarse con el Señor. Pero nosotros los que ya le seguimos desde hace algún tiempo deberíamos de plantearnos con mayor seriedad el porque de nuestra búsqueda, el porque de nuestro seguimiento, el porque de nuestro cristianismo. Conozco muchas personas que caminan por estos derroteros y sólo buscan poder, que se les note su influencias en las altas esferas de la Iglesia; otras que buscan un evadirse de sus rutinas y sus propias problemáticas, etc. Otras en cambio entregan su vida en esta búsqueda y cuando se encuentran con Jesús, transforman su vida y eso se les nota, en su entrega, en su servicio, en su amor......

Jesús después de curar a muchos enfermos desaparece y se quita de en medio, marcha a otra parte, no quisiera yo ver a mi Señor, huyendo de mi, de ninguno de nosotros, quiero verle cerquita, sintiéndose querido, necesitado por todos sus hermanos, buscado con corazón sincero. Me gustaría poder verle en cada hombre, curando suegras, madres, hijos y amigos, pero sobre todo me gusta pensar y así lo creo que Jesús sigue yendo por ahí, por los caminos de nuestra vida curando nuestras enfermedades más profundas: nuestras altiveces y soberbias, nuestros orgullos y engreimientos, nuestras vanidades, nuestras conciencias laxas y todo aquello que hace que con frecuencia nos perdamos por sendas oscuras.

Job nos recuerda hoy que la vida del hombre es como la de un jornalero, un jornalero que en nuestro caso esta llamado según san Pablo a predicar el evangelio, a renovar todo aquello que empobrece su mensaje, a cambiar lo negro por blanco, a traducir todas las injusticias en amor, a tornar todos los silencios en diálogos fluidos. Hagamos pues eso, en este mes de febrero, mes de fríos y candelarias, de antorchas y abrigos, de muchas contradicciones, encendamos un poco de luz en la lámpara de nuestra vida y abramos nuestro corazón a Cristo. No sigamos ni un minuto más, con las conciencias dormidas, sin hacer vida lo que hablamos, dejemos a un lado las teorías y busquemos lo único que en verdad debería de interesarnos; "el reino de los cielos" y lo demás se nos dará por añadidura.

Vivimos un mundo donde parece que hay poca confianza, incluso entre los amigos, vivimos un mundo con hambre y guerras, con carencias y debilidades. El Señor sigue dispuesto a entregarse; ¿y tú?.

Juan Manuel Cabo García

Oración de los fieles
· Oremos:" Tú que sanas los corazones, danos la vida ".
- Danos la vida para que seamos testigos de tu Palabra. Oremos.
- Danos la vida para que estemos pendiente de los demás. Oremos.
- Danos la vida para que seamos pan partido para tantos pueblos que pasan hambre. Oremos.
- Danos la vida para construir un mundo donde reine la Paz. Oremos.
- Danos la vida para que sepamos consolar a los enfermos en su dolor. Oremos.
- Danos la vida para que comprendiendo el sentido de nuestra vida te busquemos sólo a ti Señor. Oremos.
 


32. SUFRIMIENTO Y SANACIÓN

Uno de los libros más controversiales del Antiguo Testamento es el Libro de Job, pues trata uno de los temas más controversiales de siempre: el sufrimiento humano. ¿Puede un hombre ser inocente y sufrir enfermedades y calamidades? El Libro de Job resuelve este dilema, mostrando el sufrimiento como una oportunidad de purificación para recibir mayores y más abundantes bendiciones. Termina resaltando que Dios, siendo la fuente misma de la Justicia, es enteramente libre para otorgar sus bendiciones dónde, cuándo y a quién quiere.

Que los seres humanos suframos, unos más otros menos, cuándo sufrimos y por qué, descansa totalmente el la Voluntad inescrutable de Dios, Dueño del mundo y Dueño nuestro. Pero sabemos, también, que Dios dirige todas sus acciones y todas sus permisiones, a nuestro mayor bien, que es la meta hacia la cual vamos: la Vida Eterna.

Job se lamenta, reclama y llega a la desesperación, pero cree en Dios y lo invoca. Sin embargo, después de Cristo nuestra actitud ante el sufrimiento no puede quedarse allí. Si el Hijo de Dios, inocente, tomó sobre sí nuestras culpas, ¿qué nos queda a nosotros?

El Evangelio nos muestra muchas veces a Jesús aliviando el sufrimiento humano, sobre todo curando enfermedades y expulsando demonios (Mc. 1, 29-39). Y sabemos que a veces Dios sana y a veces no, y que Dios puede sanar directamente en forma milagrosa o indirectamente a través de la medicina, de los médicos y de los medicamentos. Todas las sanaciones tienen su fuente en Dios. También puede Dios no sanar, o sanar más temprano o más tarde. Y cuando no sana o no alivia el sufrimiento, o cuando se tarda para sanar y aliviar, tenemos a nuestra disposición todas las gracias que necesitamos para llevar el sufrimiento con esperanza, para que así produzca frutos de vida eterna y de redención.

¿De redención? Así es. Nuestros sufrimientos unidos a los sufrimientos de Cristo pueden tener efecto redentor para nosotros mismos y para los demás.

Porque el sufrimiento humano es tan controversial, el Papa Juan Pablo II tocó el tema con frecuencia, sobre todo en sus visitas a los enfermos, a quienes exhortaba a ofrecer sus sufrimientos por el bien y la santificación propia y de los demás. Y en 1984 nos escribió su Encíclica “Salvifici Doloris” sobre el tema. Allí nos dice, basado en muchos textos de la Sagrada Escritura: “Todo hombre tiene su participación en la redención. Cada uno está llamado también a participar en ese sufrimiento por medio del cual se ha llevado a cabo la redención ... Llevando a efecto la redención mediante el sufrimiento, Cristo ha elevado juntamente el sufrimiento humano a nivel de redención. Consiguientemente, todo hombre, en su sufrimiento, puede hacerse también partícipe del sufrimiento redentor de Cristo” (JP II-SD #19).

Entonces, ¿qué actitud tener ante el sufrimiento, las enfermedades, las calamidades? ¿Oponerse? ¿Reclamar a Dios? Dios puede aliviar el sufrimiento. Lo sabemos. Dios puede sanar. Y puede hacerlo -inclusive- milagrosamente. Pero sólo si El quiere, y El lo quiere cuando ello nos conviene para nuestro bien último, que es nuestra salvación eterna. Así que al pedir ser sanados o aliviados de algún sufrimiento, debemos siempre orar como lo hizo Jesús antes de su Pasión: “Padre, si quieres aparta de mí esta prueba. Sin embargo, no se haga mi voluntad sino la tuya” (Lc. 22, 42). Y, mientras dure la prueba, mientras dure el sufrimiento o la enfermedad, hacer como nos pide nuestro Papa: unir nuestro sufrimiento al sufrimiento de Cristo, para que pueda servir de redención para nosotros mismos y para otros.

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