REFLEXIONES

 

1. APOSTOLADO/LAICOS.

"El Concilio, con el propósito de intensificar el dinamismo apostólico del pueblo de Dios, se dirige solícitamente a los cristianos seglares, cuya función específica y absolutamente necesaria en la misión de la Iglesia ha recordado ya en otros documentos... Las circunstancias actuales piden un apostolado seglar mucho más intenso y amplio. Porque el diario incremento demográfico, el progreso científico y técnico y la intensificación de las relaciones humanas no sólo han ampliado inmensamente los campos del apostolado de los seglares, en su mayor parte abiertos sólo a estos, sino que, además, han provocado nuevos problemas, que exigen atención despierta y preocupación diligente por parte del seglar. La urgencia de este apostolado es hoy mucho mayor, porque ha aumentado, como es justo, la autonomía de muchos sectores de la vida humana, a veces con cierta independencia del orden ético y religioso y con grave peligro de la vida cristiana".

VAT-II.DECRETO SOBRE APOSTOLADO DE LOS SEGLARES, 1


2. MONICION ENTRADA.

Nos reunimos en la iglesia y en la eucaristía para dispersarnos en el mundo y por la vida. Aquí nos llenamos de la palabra de Dios, para repartirla luego como heraldos del evangelio. En la eucaristía nos llenamos del Espíritu de Jesús, compartiendo su cuerpo y sangre, para luego ser testigos de su amor, compartiendo el pan y la justicia. Somos apóstoles, es decir, enviados para una misión. Para eso hemos sido bautizados.
Por eso nos reunimos a celebrar la eucaristía y salir a cumplir nuestra misión de predicar el evangelio.

EUCARISTÍA 1989, 7


3. MONICION DESPEDIDA.

El saludo de todos los domingos de ir en paz adquiere en esta ocasión toda la profundidad de su sentido. No es un modo ritual de terminar, sino el encargo, la misión de ir a predicar la paz, el evangelio. Por eso, todos los días que nos reunimos a celebrar la eucaristía, nos despedimos para salir de nuevo a cumplir nuestra misión. Porque somos apóstoles, misioneros, enviados.

EUCARISTÍA 5-2-1989.Núm. 7


4. EV/BUENA-NOTICIA

En aquel tiempo, esto es, "en la plenitud de los tiempos", cuando había una gran expectación en todas partes, y no sólo en el mundo judío sino también en el greco-romano, y se esperaba el advenimiento de una época maravillosa y una salvación augurada o profetizada, se presenta el evangelio como noticia que hay que llevar hasta los confines del mundo y anunciar a todas las naciones. Más aún, se presenta como la Buena Noticia, que esto es lo que significa la palabra "evangelio" como todos saben.

Cualquier técnico en publicidad reconoce que un mensaje, para ser bueno como mensaje, ha de ser amable en su forma y contenido, porque los hombres rechazan en principio lo que amenaza y prefieren lo que conforta y agrada. En segundo lugar, advertimos que lo primero en la difusión del cristianismo fue el "kerigma" -que podría ser el equivalente a un "eslogan"-, y que sólo después, cuando los creyentes ya habían sido convocados y se habían formado los pequeños grupos o comunidades, vino la explanación o explicación del "kerigma", la catequesis y las homilías, la doctrina y la teología. Pero al principio fue como un pregón, lo suficientemente breve y claro para difundirse con el menos tiempo posible y cubrir el mayor espacio. En tercer lugar, los mensajeros utilizan la infraestructura cultural o el "griego común", y la material, las vías romanas de penetración y las líneas de navegación que unían los grandes emporios del Mediterráneo. Por último, el cristianismo se difunde a partir de las grandes ciudades, como fenómeno urbano, para llegar después a los "pagos", de donde viene lo de "propagar" o en favor de los paganos. El evangelio salta de Jerusalén a Antioquía y de aquí a Roma, a la Urbe, para difundirse con fuerza a todo el Orbe.

Cabría preguntarse ahora y ésta es la situación en la que nos hallamos, si el evangelio, después de llegar tan lejos a lo largo del tiempo, no ha perdido, por consabido, su carácter de noticia.

Y lo que es peor, si no ha perdido el atractivo de buena noticia. En efecto, la imagen que proyectamos los cristianos -no obstante la televisión y la radio, que multiplican a veces nuestros males- es muy triste. Hablamos más de la ley y del orden que del evangelio y la renovación del mundo, somos intolerantes, muchas veces vendemos miedo en lugar de ofrecer, ¡gratis! esperanza. En vez de proclamar con alegría la gracia y el amor de Dios, parecemos unos desgraciados y unos resentidos. en vez de dar moral, moralizamos. En vez de liberar y salir a tomar el aire, nos encastillamos y nos encerramos. Y en todo caso hacemos más proselitismo que otra cosa, y eso cuando salimos a pescar.

EUCARISTÍA 1983, 8


5. APOSTOLADO/MISION.

La misión que espera al apóstol no es la de anunciar un mensaje propio, sino el que ha recibido. En la base de la fe cristiana no hay una intuición personal, sino un acontecimiento histórico: la muerte y resurrección de Jesús. Se trata de proclamar que Jesús no es una fábula o un episodio del pasado, sino una persona que vive y hace vivir. Se apareció a Pedro y "aparece" hoy en todo creyente fiel a la llamada. Hoy los hombres creerán en la resurrección no por los testimonios del pasado sino por los de hoy. La mejor demostración de que Cristo ha resucitado es que hace vivir y es capaz de hacer cambiar la forma de vivir de los que creen en él.

P. FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1986, 4


6.

LA VOCACIÓN PROFÉTICA Y APOSTÓLICA

El tema de la vocación profética y apostólica ocupa las dos principales lecturas de este domingo quinto ordinario. El primer texto es una narración autobiográfica debida a la mano del mayor profeta de Israel: Isaías. El relato se desarrolla en una visión litúrgica en el templo. Isaías se encuentra ante la santidad y grandiosidad de lo celeste, ante Dios que se le manifiesta llenando la tierra, como el humo del incienso llenaba el templo. La reacción espontánea de Isaías es confesar su profunda incapacidad e indignidad personal para ser profeta.

Pero Dios se acerca con su gracia para que Isaías supere el pánico y experimente la fascinación de su presencia santa. Y un serafín, ministro de la corte celeste, con un carbón encendido tomado del altar de los holocaustos purifica la boca del profeta. Es como un gesto sacramental que lo consagra.

El hombre de la palabra, el profeta, debe ser precisamente purificado en la palabra. El fuego sagrado que viene del altar penetra el lenguaje del hombre, llamado a hablar en nombre de Dios.

Inmediatamente se produce la respuesta de Isaías: aquí estoy, mándame, llena de espontaneidad, entusiasmo y prontitud. Acepta su vocación profética y vence la cobardía de su indecisión. ¡Qué gran ejemplo!

El evangelio nos presenta diversas escenas, en las que son protagonistas Jesús y un grupo de pescadores, que están lavando las redes después de su esfuerzo y fracaso nocturno, sin haber cogido nada. Jesús les pide que abandonen la orilla y de nuevo entren en el mar, aceptando el riesgo de continuar en un trabajo, que hasta ahora había sido infructuoso. Pedro, fiado en la palabra del Maestro, vuelve a echar las redes, y el resultado es inesperado y maravilloso. La pesca fue tan grande que por el peso se hundían.

Andrés Pardo


7.

"Rema mar adentro..."

En términos técnicos se puede decir que en la primera lectura y en el evangelio de hoy se nos narra una "teofanía", es decir, una manifestación de Dios. En realidad algo que ya quisiéramos para nosotros. Por eso interesa detenernos en ambas lecturas. Lo que nos describe Isaías, creo que está muy en consonancia con lo que habitualmente entendemos por experiencia religiosa. En ella encontramos el templo como el lugar más idóneo, el humo de incienso como ambientación y una escenografía llena de serafínes. Si pasamos a la lectura evangélica, también se nos va a describir una experiencia religiosa importante -la de Pedro-, pero en un contexto muy distinto. Desde luego, el que, por más cercano, nos puede ayudar a tener experiencia de Cristo.

Había terminado la predicación, parecía que todo había acabado por aquel día. Entonces, Jesús le dice a Pedro: "Rema mar adentro y hechad las redes para pescar". La orden no tenía mucho sentido según la opinión de aquellos avezados pescadores, pero Pedro encontró una razón suficiente para hacer lo que Jesús les había mandado: "por tu palabra, echaré las redes". Jesús les mandaba a trabajar, a su vida ordinaria y el apóstol introdujo un elemento nuevo -la fe- que lo trasforma todo y hace posible el milagro.

La lección está clara. Sólo se puede llegar experimentar el poder de Cristo, tanto en nuestra propio caminar en la fe como en nuestra tarea apostólica, si, convencidos de que la eficacia de fruto depende Dios, obedecemos con fe la orden de "rema mar adentro" y nos metemos en la brega de la vida familiar, del trabajo, de la pastoral parroquial, etc.

Antonio-Luis-Mtnez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
Núm. 241 - Año V - 8 de febrero de 1998


8.

Cardenal John Newman (1801-1890) sacerdote, fundador de un oratorio de San Felipe Neri, teólogo
Sermones parroquiales, vol. 8 sermón 2

“Te llama por tu nombre”

A lo largo de toda nuestra vida, Cristo nos llama. Nos estaría bien tener conciencia de ello, pero somos lentos en comprender esta gran verdad: que Cristo camina a nuestro lado y con su mano, sus ojos y su voz nos invita a seguirle. En cambio, nosotros ni siquiera alcanzamos a oír su llamada que se da a entender ahora mismo. Pensamos que tuvo lugar en los tiempos de los apóstoles; pero no creemos que la llamada nos atañe a nosotros, no la esperamos. No tenemos ojos para ver al Señor, muy al contrario del apóstol a quien Jesús amaba que distinguía a Cristo cuando los demás discípulos no lo reconocían para nada. (cf Jn 21,7)

No obstante, estate seguro: Dios te mira, quien quiera que fueras. Dios te llama por tu nombre. Te ve y te comprende, él que te hizo. Todo lo que hay en ti le es conocido; todos tus sentimientos y tus pensamientos, tus inclinaciones, tus gustos, tu fuerza y tu debilidad. Te ve en los días de alegría y en los tiempos de pena. Se interesa por todas tus angustias y tus recuerdos, todos tus ímpetus y los desánimos de tu espíritu. Dios te abraza y te sostiene; te levanta o te deja descansar en el suelo. Contempla tu rostro cuando lloras y cuando ríes, en la salud y en la enfermedad. Mira tus manos y tus pies, escucha tu voz, el latido de tu corazón y hasta tu aliento. No te amas tú más que te ama él.