COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 4, 21-30

1.

Texto. Retoma del domingo pasado el comentario de Jesús a la lectura que él mismo había hecho de Is. 61,1-2 en la sinagoga de Nazaret. Hoy se cumple este pasaje que acabáis de oír. Recordemos que el pasaje en cuestión habla de gracia para los judíos y de desquite para el opresor extranjero, y que Jesús ha suprimido lo del desquite.

Los asistentes no pueden dar crédito al corte operado por Jesús en el pasaje de Isaías y así se lo testimonian todos a una. Están extrañados de que sólo haya mencionado lo del año de gracia suprimiendo lo del día de desquite. La traducción litúrgica no ha entendido así la reacción de los asistentes. Es cierto que el texto griego habla de admiración. ¡Pero la admiración puede ser también negativa! Por ejemplo, si me admiro de una barbaridad, no quiero indicar con ello que la apruebe sino que me causa estupor y extrañeza. Por esta razón me permito corregir la traducción del v.22 de la siguiente manera: Todos a una le testimoniaban extrañeza por las hermosas palabras que había pronunciado y se decían: ¿No es éste el hijo de José? Les parece sencillamente monstruoso que uno a quien ellos conocían bien pudiera tomarse tales licencias y libertades con la intocable sagrada Escritura.

¡Hasta esto podríamos llegar! La respuesta de Jesús a esta reacción de sus paisanos se centra en hacerles ver que la lectura que él ha hecho tiene su origen y razón de ser en la propia sagrada Escritura que ellos parecen conocer tan bien. Les invita a que recuerden el capítulo 17 del primer libro de los reyes y el capítulo 5 del segundo libro de los Reyes. En el primer caso la beneficiaria de la acción es una mujer libanesa; en el segundo, un general sirio. ¡Líbano y Siria! ¡Casi nada, entonces y hoy! El desenlace es brutal. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejó.

Resumiendo: Estamos en los comienzos de la actividad de Jesús en versión de Lucas. El autor nos presenta a un Jesús sintetizando y llevando a cumplimiento el mensaje de gracia acumulado a lo largo del Antiguo Testamento, mensaje que, sin embargo, el Pueblo de Dios parece haber olvidado e incluso manipulado en beneficio exclusivo suyo. Comentario. El viento del Espíritu sopla fuerte en la obra de Lucas ya desde los comienzos de ésta. En el interior del Pueblo de Dios hay malestar y rabia por los aires del Espíritu.

Estaríamos desenfocados si aplicáramos al texto de hoy una lente étnica. No nos hallamos ante un incidente del pueblo judío, sino ante un incidente de pueblo de Dios, de personas que creen en Dios y viven y se organizan como tales. No es cuestión de raza, sino de armazón mental humano y religioso.

Armazón mental hecho de conciencia de superioridad, méritos y derechos adquiridos y esgrimidos. Su resultado o consecuencias son la miopía, la cerrazón y el exclusivismo. En un armazón así la apertura a todos, sin distinción, tiene que resultar por fuerza molesta y poco deseada.

A. BENITO
DABAR 1989, 11


2.

Continúa la homilía de Jesús sobre Is 51,1-2. Su interpretación del profeta no parece haber interesado mucho a los oyentes. Estos están más bien preocupados por la omisión de la frase del texto de Isaías sobre la venganza de Dios. Esta omisión la consideran una manipulación del texto sagrado. De ahí su protesta (v.22): "¿Quién se cree que es?". En la base de esta reacción se halla una concepción nacionalista.

El tiempo de Jesús se caracteriza, en efecto, por una tensa conciencia nacional, llena de odio y de rechazo de todo lo que no fuera judío. Para una psicología política de estas características, cualquier toma de posición exenta de venganza aparece como sospechosa de antipatriotismo. Esta es, en el fondo, la acusación que le hacen a Jesús sus paisanos: es un traidor. En realidad, Jesús no hace más que desmontar el supuesto privilegio de Israel, a base de datos tomados de la propia historia judía.

Pone las cosas en su punto, haciéndoles ver a sus paisanos que Dios no excluye a los demás pueblos, los cuales pueden incluso ser más dignos que Israel. Jesús hace una lectura apatriótica de la historia de Israel.

Después viene lo de siempre. Los patrocinadores del nacionalismo pasan de la palabra a los hechos. y éstos son, inevitablemente, violentos.

EUCARISTÍA 1989, 6


3.

Jesús se presenta a sus paisanos para anunciarles el año de gracia, para proclamar que con su venida al mundo se inaugura ya la salvación que profetizara Isaías. Este es el contenido de la explicación que hizo Jesús en la sinagoga de Nazaret sobre el texto profético.

Aunque Lucas advierte que las palabras de Jesús eran palabras de gracia, esto es, palabras inspiradas, no hallaron fácil acceso al corazón de sus paisanos. En cierto modo el conocimiento que tenían de él y de su familia era un inconveniente para escucharle y aceptar su mensaje. 

La vida cotidiana no se deja inquietar por lo extraordinario, ve incluso una amenaza en lo que se sale de lo corriente. Como si los hombres pensaran que lo verdaderamente grande y divino debe ser lo más distante. Como si los hombres se resistieran a admitir la cercanía de Dios y su encarnación entre los hombres. 

Por eso, los vecinos de Nazaret no podían comprender que su carpintero fuera un enviado de Dios, mucho menos el Mesías, y no digamos ya el mismo Hijo de Dios hecho hombre. Además, ¿por qué no hacía en su pueblo lo que se decía que había hecho en Cafarnaúm? 

Jesús conoce las cavilaciones de sus paisanos y las pone al descubierto con un refrán: "Sin duda me recitaréis aquel refrán: "Médico, cúrate a ti mismo", y responde con otro refrán: "Nadie es profeta en su tierra". Para mayor abundancia aclara el sentido de su respuesta con algunos ejemplos bíblicos. Ya los profetas Elías y su discípulo Eliseo tuvieron que abandonar a un pueblo recalcitrante que les rechazaba, y dirigirse a los gentiles, a los extranjeros. 

En todos estos casos se muestra la soberanía de Dios, que puede dar a los gentiles lo que no merecen, por su incredulidad, los hijos de Israel. Escandalizados por las palabras de Jesús, y heridos en su amor propio, los nazaretanos atentan contra la vida del que se ha presentado ante ellos como enviado de Dios. Esta anécdota de Nazaret se radicalizará y se universalizará en el rechazo del que será objeto Jesús al ser entregado por los judíos y morir fuera de los muros de la ciudad santa bajo el poder de los romanos.

Porque "vino a los suyos, y los suyos no le recibieron".

EUCARISTÍA 1986, 7


4. /Lc/04/19

El año «santo» AÑO-SANTO/HEBREO 

Lucas sugiere que Jesús se sirvió de un acontecimiento religioso para dar resonancia a su llamada pública. La cosa sucedió en Nazaret. Jesús propuso un modo nuevo de leer un texto de Isaías: no verle como un sueño del pasado, sino ponerle en práctica hoy mismo. Estableció un vehículo de relación entre un año «santo» que debía estarse celebrando por entonces y la palabra del profeta que anunciaba un año «de gracia, de favor» del Señor, un año de renovación,

La celebración del año «santo» estaba integrada en la Ley de Moisés y tenía sus normas bien determinadas: en él había que dar la libertad a los esclavos, perdonar las deudas, facilitar que todo el mundo pudiera recobrar su capital inicial vinculado a una parcela de tierra. El núcleo de esta idea era que cada 50 años todo el mundo tuviera la posibilidad de volver a comenzar sobre bases nuevas; quedaba claro, de esta forma, que las relaciones humanas no deben ser ocasión de explotación, sino de desarrollarse comunitariamente. Así unos y otros recobraban su libertad: el pobre porque había sido reducido a la esclavitud; el rico porque se ahogaba bajo el peso de la acumulación de bienes.

Normalmente cada 50 años el sumo sacerdote debía decretar en Jerusalén un año «santo» y proponer a todos la renovación que exigía la Ley de Moisés pero de hecho tomaban buenas precauciones para no llevarlo a la práctica. Por eso se comprende perfectamente que la llamada de Jesús a entrar en un verdadero año «santo» era, simultáneamente, una interpelación a todo el pueblo (la Biblia les concernía a todos), la propuesta de una transformación social y un desafío a la autoridad religiosa. Con toda justicia podía Jesús comenzar su predicación con este anuncio: «Felices los que sois pobres, vuestro es el Reino de Dios; felices los que ahora tenéis hambre, seréis saciados felices los que ahora lloráis, reiréis. Sí. Si todos respondían a la llamada del Reino, si todos cambiaban su manera de vivir, los pobres conocerían la felicidad; muerto el egoísmo, todos podrían vivir como hermanos. Nada extraño que ya desde el comienzo Jesús inquietara a los mantenedores del orden establecido: el Reino de Dios amenazaba con desestabilizar a muchas gentes muy bien establecidas.

ALAIN PATIN
LA AVENTURA DE JESÚS DE NAZARET
COLECCIÓN ALCANCE, 7. SAL TERRAE
SANTANDER-1979.Págs. 49-50


5.-

Justicia del hijo, misericordia del padre.Un tema abierto

Dom 11.9.16. Justicia del hijo, misericordia del padre.Un tema abierto

Éste es un blog cristiano, incluso católico, pero está abierto a la colaboración de cristianos y no cristianos, ...

Dom24 tiempo ordinario. Ciclo C. Lucas 1-32. La parábola llamada "del hijo pródigo" deja el tema sin resolver. El hermano menor ha vuelto a casa, tras gastar la herencia, y su llegada enfrenta al padre con su hijo mayor:

-- El hijo mayor representa la justicia de la ley. A su juicio, hijo menor (pródigo) que ha gastado el dinero de la herencia en fiestas y pecados debe pagar por lo que ha hecho.

Hay que castigarle, ponerle a trabajar duro, que reconozca no sólo su pecado, sino que devuelva lo gastado, para que la herencia común pueda repartirse bien entre los dos hermanos.

-- El padre representa la misericordia.Más que la justicia, le importa el hijo menor, que ha estado en trance de perderse. Ciertamente, más tarde, celebrada la fiesta, se podrá hablar quizá de justicia (de cómo replantear nuevamente las cosas, entre los dos hermanos,de cómo repartir trabajos y gastos), pero por ahora, ante el hijo que vuelve, ha de expresarse la misericordia: la fiesta del vino y ternero cebado, con la música y el baile.

El hijos menor, el pródigo, queda así en medio de las dos actitudes, ejemplarmente representadas por el padre y el hermano mayor.

-- El Padre es la misericordia antes de la ley. Es el amor y la fe que valora a las personas, por encima de todo lo que han hecho, no porque todo dé lo mismo, sino porque el perdón y la fiesta puede cambiar al mismo pródigo (que tiene necesidad de cambiar, no sólo por justicia, sino por dignidad personal).

-- El hijo mayor es la ley antes de la misericordia. Que su hermano empiece pagando, y que lo haga en serio... Sólo después, si se convierte de verdad y paga la deuda, se podrá hablar de fiestas.

La solución del problema no es fácil. Porque el problema no habla sólo de hermanos en privado y de padres buenos... Habla de la vida social, de la responsabilidad ante la justicia... y de la misericordia. Hay que intentar reconocer también las razones del hermano mayor... (así lo he querido mostrar en mi libro sobre la misericordia).

En este contexto de la parábola se sitúa el Congreso sobre Mística y Misericordia que se ha celebrado en Ávila a lo largo de este semana.

-- Una mística sin misericordia acaba siendo estéril y en el fondo injusta, pues se evade del mundo de Jesús, del sufrimiento de los pobres.

-- Una misericordia sin mística pierde su "mordiente", es decir, su base, su orientación, su "gasolina", si es que puede emplearse esta palabra popular.

Buen domingo a todos, buena reflexión y mejor opción, a favor de la misericordia justa y de la justicia misericordiosa.

Texto (parte final)

a. El principio misericordia: El Padre

El hijo pródigo vuelve y le dice al Padre:"Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo."Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete.

b. Principio justicia. El hermano mayor

Su hijo mayor estaba en el campo.Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba.
Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud."Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.

c. Un intento de solución

Y él mayor replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado."

El padre le dijo: "Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.""

Una reflexión abierta

El centro no es el hijo que vuelve, quizá arrepentido, sino el Padre que le espera y acoge, con misericordia, ofreciéndole una terapia de amor y de fiesta.

El centro es también el hermano mayor, que quiere que se cumpla la justicia, que el menor pague por lo que ha hecho, de devuelva lo gastado, que ha de ser para los dos (no quiere darle otra vez la mitad de la herencia del padre a quien ya la ha gastado).

La respuesta del Padre refleja la conducta específica de Jesús, que ofrece amor y anuncia salvación a quienes parecían haberse separado de la alianza israelita, es decir, a los expulsados e impuros, teniendo que enfrentarse por ello con los “puros” y los cumplidores según ley. Pero los puros como el hermano mayor... y los limpios tienen también su razón..

Una lectura “crítica”

Esta parábola nos lleva más allá de la ley, es decir, de una justicia entendida en forma equivalencia judicial.

Conforme a una justicia de ley (talión), el padre no puede recibir con fiesta al hijo que ha malgastado su fortuna, sino que debe exigirle cuentas de lo que ha hecho.

Pero la misericordia del padre, que ama al hijo y se conmueva (esplagkhnisthê, 15, 20), viéndole venir, está por encima de esa ley
.

(a) Este padre de misericordia, que es símbolo del Dios de Jesús, recibe en su casa al hijo pródigo, sin reprocharle nada, al contrario, haciendo fiesta.

(b) El hermano mayor, que reproduce los principios religiosos y sociales de los fariseos y escribas, se opone según ley a la misericordia del padre.

Esta parábola rompe los estereotipos y principios de la justicia social, proponiendo un principio superior u subversivo de misericordia, que no ha de entenderse sólo en un plano intimista de relación con Dios (o entre familiares íntimos), sino de organización eclesial y social.

Pero esa misericordia del padre ha de ser capaz de engendrar justicia social, pues el hermano mayor también tiene su razón. El problema está en cómo aplicar esta parábola a la vida concreta de la iglesia y del conjunto social, el problema es cómo hacer que la misericordia se vuelve principio de justicia.

El principio de la justicia social es claro, está de parte del hermano mayor, que quiere aplicar la ley al hermano menor que ha vuelto tras gastarlo todo. Esta parábola no habla de justicia legal, pero es claro que el tema está en su fondo. Un padre particular, como el de la parábola, puede actuar como en la parábola, pero en un contexto social (o eclesial) su actitud puede causar problemas.

Sin duda, la respuesta de ese padre responde al principio de una justificación gratuita, propia del Dios que acoge y justifica al pecador, según Pablo. Pero ¿cómo construir sobre esa base un orden social, una iglesia? La conducta de este padre responde al “rehem” divino de Ex 34, es decir, a la conmoción interna, que precede a toda ley concreta, y que está por encima de. Pero ¿cómo organizar desde ese rehem una sociedad concreta?

Evidentemente, Lucas nos diría que se trata de superar un tipo de justicia, a partir de la misericordia, para fundamentar así la justicia de otra forma, desde el don más alto de la gracia (es decir, de la misericordia), partiendo de la muerte y resurrección de Jesús. Pero ello exige una serie de adaptaciones y aplicaciones que sólo Mateo ha comenzado a formular en el Nuevo Testamento.

Nueva reflexión

Ésta es una parábola del amor escandaloso y provocador, parábola de la fiesta del padre… Pero ella ve en contra de una justicia que exige que a cada uno se le sancione según sus obras.

(1) El hermano “fiel” ha hecho lo que debe y por eso critica con todo derecho a su padre: ha cumplido la ley y así quiere que nadie (ni su hermano menor) derroche la herencia.

(2) El menor no ha sido fiel, pero, al final, quiere ponerse bajo la ley del padre: ¡quiere que le trate como a un jornalero! No exige la entada en la familia e intimidad de la casa, no viene por más herencia. Le basta con que quieran recibirle y mantenerle a sueldo.

(3) Pero el Padre le recibe como hijo de casa, no como jornalero, en amor y no por ley, queriendo que el otro hermano haga lo mismo. El Padre hace fiesta. Es un buen "viejo" como dicen en muchas tierras de lengua castellana

Una anotación crítica. El pródigo podría ser un aprovechado, un puro vago y gorrón

La parábola no dice si el hijo/hermano pródigo viene arrepentido, sino simplemente por hambre. La necesidad le hace volver en la casa de su padre, no el cariño (que vendrá después). Posiblemente no sabe de amor: ha malgastado la fortuna con mujeres sin amor (Lc 15, 30) y que no ha encontrado casa en ellas.

Ha derrochado su herencia y al fin se encuentra sólo, entre los puercos de una herencia ajena, tratado como mercancía, a pan tasado. Por eso vuelve sin amor, por necesidad. Vemos así que ésta no es una parábola del arrepentimiento, sino de la miseria del hijo y de la misericordia del padre, de manera que son equivocadas las interpretaciones moralizantes que acentúan la bondad del pródigo, para resaltar después la dureza legalista del otro hermano.

El pródigo no vuelve por bondad; ni siquiera se dice en el texto que vuelve como arrepentido, pues sus palabras (¡he pecado contra el cielo y contra ti...!) pueden ser ejercicio normal de retórica. No tiene por qué ser bueno; es simplemente necesitado. Pero vuelve y el padre le ama y ese amor del padre puede trasformarse, llevándole del plano de la ley al plano del amor gratuito. Por su parte, el mayor no es malo, pero quiere mantener el orden de la casa, según la ley, conforme a los principios de administración del mundo. Para que exista justicia, tiene que oponerse al gesto del padre que convierte nuevamente al pródigo en dueño de la casa.

Más allá del engaño del pródigo y del legalismo del mayor

Ni el pródigo es justo (es sólo un perdido en busca de comida), ni el mayor injusto (es simplemente un hombre de la ley).

Bueno y amoroso es sólo el padre porque cree que los hijos pueden vivir en gratuidad, juntos en la misma casa, en gesto de alegría compartida. Así termina el texto, de manera abierta: no sabemos si el hermano mayor entrará en la casa que el padre ha abierto de par en par para el pequeño que vuelve. No sabemos si el pequeño se dejará amar hasta el final… El final de la parábola depende de los mismos oyentes o lectores, que son los que tienen que responder y completar el lo que ha dicho Jesús: ¿Acogerá el hermano mayor al menor? ¿Cómo podrán relacionarse después? Esas preguntas nos sitúan en el interior del evangelio y de la vida de la Iglesia.

Nuevamente ¿vuelve arrepentido, va a cambiar este pródigo?

La catequesis y el magisterio de la Iglesia han utilizado esta parábola con fines pedagógicos: para que los pródigos se conviertan, para que los hermanos mayores sean capaces de aceptarles en casa. El segunddo caso es claro, el primero no tanto.

Desde un punto de vista literario y religioso, la parábola no exige que el hijo menor se convierta... Si vuelve es, de hecho, expresamente, por hambre. Sólo por hambre, pero vuelve... Y vuelve dispuesto a tratar con su padre...
Pero el padre no le exige tratos, ni disculplas. Simplemente le acepta en la casa, le ofrece su fiesta... No le ha ido a buscar (porque respeta la libertad del hijo); pero está esperando su vuelta, sin condiciones.
El texto no lo dice. Algún lector puede suponer que el pródigo vuelve arrepentido, pero ni el texto lo exige, ni el padre habla para nada de arrepentimiento.

La fiesta del padre--- ¿Para que el menor se convierta, para que al fin pueda haber justicia?

El Padre hace fiesta por su hijo que ha vuelto. Una fiesta sin condiciones. Una fiesta en la que quiero destacar estos rasgos:

Vestido. El padre pide a los criados que traigan para el hijo su vestido antiguo (stolên tên proôtên)..., la estola primera de autoridad y de fiesta. La estola es una túnica talar de fiesta y de gloria, como la que lleva en ángel de pascua (Mc 16,5) y los glorificados de Ap 6, 11; 7, 9... Las estolas largas son signo de autoridad y así las llevan los escribas vanidosos de Lc 20, 46 par. El padre no pone a su hijo un traje de faena (de obrero), sino el vestido de autoridad y gloria.

Poned el aniño en su dedo... El anillo no es aquí signo de novio en matrimonio, ni objeto de adorno... sino expresión de autoridad. Los reyes son los que llevan el anillo con el que firman sus documentos. El padre le da al hijo su cuenta, la firma de banco, la autoridad sobre la casa..., sin haberle preguntado nada, sin cerciorarse de que viene arrepentido... Simplemente por gozo, simplemente por fiesta.

Lo mismo las sandalias... No son las sandalias ordinarias del camino, sino las de la casa... Sandalias para vestir, para bailar, para comer en el banquete que llega...

Comamos, celebremos... El traje es de fiesta, de fiesta la comida, que es comida de alegría del padre. Quizá pudiéramos decir que lo que puede curar al hijo es la alegría del padre...
La música y el baile... Esto es lo que oye, esto es lo que siente el hijo que vuelve del trabajo. Oye la música, siente los bailes... No se dice cómo son, pero todo permite suponr que son bailes de de chicos y chicas.. El mayor dirá que su hermano ha gastado la fortuna con "malas mujeres" (15, 30).

Lógicamente el padre invita a las mujeres buenas y a las buenas mujeres (hombres y mujeres buenos, en la fiesta del Padre). Ahí me quedo. No sigo por hoy con la parábola. Espero comentarios sobre los trajes y sobre todo sobre el posible arrepentimiento del hijo... ¿No estará loco el viejo haciendo esta fiesta?


6.- Una parábola para nuestro días

05.09.16 | 12:46.

http://blogs.periodistadigital.com/buenas-noticias.php/2016/09/05/una-parabola-para-nuestro-dias

En ninguna otra parábola ha querido Jesús hacernos penetrar tan profundamente en el misterio de Dios y en el misterio de la condición humana. Ninguna otra es tan actual para nosotros como esta del «Padre bueno».

El hijo menor dice a su padre: «dame la parte que me toca de la herencia». Al reclamarla, está pidiendo de alguna manera la muerte de su padre. Quiere ser libre, romper ataduras. No será feliz hasta que su padre desaparezca. El padre accede a su deseo sin decir palabra: el hijo ha de elegir libremente su camino.

¿No es esta la situación actual? Muchos quieren hoy verse libres de Dios, ser felices sin la presencia de un Padre eterno en su horizonte. Dios ha de desaparecer de la sociedad y de las conciencias. Y, lo mismo que en la parábola, el Padre guarda silencio. Dios no coacciona a nadie.

El hijo se marcha a «un país lejano». Necesita vivir en otro país, lejos de su padre y de su familia. El padre lo ve partir, pero no lo abandona; su corazón de padre lo acompaña; cada mañana lo estará esperando. La sociedad moderna se aleja más y más de Dios, de su autoridad, de su recuerdo... ¿No está Dios acompañándonos mientras lo vamos perdiendo de vista?

Pronto se instala el hijo en una «vida desordenada». El término original no sugiere solo un desorden moral sino una existencia insana, desquiciada, caótica. Al poco tiempo, su aventura empieza a convertirse en drama. Sobreviene un «hambre terrible» y solo sobrevive cuidando cerdos como esclavo de un extraño. Sus palabras revelan su tragedia: «Yo aquí me muero de hambre».

El vacío interior y el hambre de amor pueden ser los primeros signos de nuestra lejanía de Dios. No es fácil el camino de la libertad. ¿Qué nos falta? ¿Qué podría llenar nuestro corazón? Lo tenemos casi todo, ¿por qué sentimos tanta hambre?

El joven «entró dentro de sí mismo» y, ahondando en su propio vacío, recordó el rostro de su padre asociado a la abundancia de pan: en casa de mi padre «tienen pan» y aquí «yo me muero de hambre». En su interior se despierta el deseo de una libertad nueva junto a su padre. Reconoce su error y toma una decisión: «Me pondré en camino y volveré a mi padre».

¿Nos pondremos en camino hacia Dios nuestro Padre? Muchos lo harían si conocieran a ese Dios que, según la parábola de Jesús, «sale corriendo al encuentro de su hijo, se le echa al cuello y se pone a besarlo efusivamente». Esos abrazos y besos hablan de su amor mejor que todos los libros de teología. Junto a él podríamos encontrar una libertad más digna y dichosa.