COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
So 02, 03. 12-13

 

1. /So/LIBRO:

-Situación histórica:

Tras la invasión de Senaquerib (a. 7O1 a. de Xto.), Judá vive una etapa de decadencia política y religiosa. Durante el reinado de Manasés (698-643) no desaparece como reino, pero se ve obligada a pagar tributo al extranjero y a admitir el culto de los vencedores, incluso en el templo de Jerusalem (II Rey. 21,4ss).

Es una etapa de idolatría, corrupción social e indiferencia religiosa: "¡Ay de la ciudad rebelde, manchada y opresora!... no confiaba en el Señor...; sus príncipes... eran leones rugientes; sus jueces, lobos a la tarde...; sus profetas, unos fanfarrones...; sus sacerdotes profanaban lo sacro..." (3, 1ss).

Y en medio de esa densa niebla surge, a mediados del s. VII a. de Xto., una luz. Asur empieza a declinar políticamente (se predice la caída de Nínive) y en Judá, bajo la batuta de su nuevo rey Josías (640-609), se inicia un movimiento de restauración política y religiosa (reforma de Josías y promulgación del Deuteronomio).

Contexto:

Sofonías, contemporáneo de Jeremías, colabora con Josías en la gran reforma religiosa. Una idea dominante aparece a lo largo de su corto libro: la gran catástrofe que se cierne sobre Jerusalén ("Día de la Ira"). El hombre ha de rendir cuenta a Dios, y por eso invita a la penitencia y conversión mientras hay tiempo. Al final, un resto de Israel se salvará (2,7.9;3,13); Sofonìas cierra su obra como otros muchos profetas, con un oráculo de restauración (3,9-20: se ha dudado mucho de la autenticidad de estos versículos). 

Texto:

1) 1,7-2,3:

- En 1, 7-18 se describe el día del juicio del Señor (Dies/Irae) en el que se va a pedir cuentas para castigar. El heraldo anuncia un banquete en el que los invitados van a ser juzgados y destinados a morir. Entre los reos aparecen los nobles y los príncipes reales, los que buscan el enriquecimiento a través del engaño y de la virulencia, los comerciantes injustos, los que niegan la acción de Dios en la historia... La ira divina no es ninguna pasión, algo negativo, sino que por el contrario es algo muy positivo: el no conformarse, sublevarse y salir al paso de las injusticias humanas. Ese día de la ira es veloz como un soldado y trae la destrucción por doquier.

El hombre debe prepararse para este día: En 2,1-3, el heraldo se dirige a dos grupos muy diversos: "el pueblo despreciable" que va a ser aniquilado y el "pueblo humilde" que buscando la justicia busca a Dios.

2) 3,9-20:

-En forma de himno se invita a Sión al gozo y a la alegría: "grita, lanza vítores, festeja exultante" (v.14). El miedo debe ser desterrado: "no temas, no te acobardes" (vs. 15-16). ¿Qué es lo que ha ocurrido? Sofonías nos habla de una restauración, de una época dorada en Jerusalén que anula la anterior de humillación y de corrupción. La Jerusalén humillada por tiranos (v.15) y obligada a pagar tributo y rendir culto a los dioses extranjeros será el centro del mundo: tendrá fama ante los otros pueblos (v.20) quienes, unificados, invocarán y servirán al Dios del Israel (vs. 9-10). Su nuevo amo será un rey y soldado victorioso: el Señor (vs. 15-16).

La Jerusalén rebelde, manchada y opresora (vs. 1-2) por la conducta denigrante de sus príncipes, jueces, profetas y sacerdotes (vs.3-4) queda purificada con la presencia de Dios como rey y guerrero, garantía de prosperidad y de protección eficaz para el pueblo (vs. 15-16; cfr.Ez. 48,35;Zac.8,23).

La restauración reúne a los dispersos (v.19) y deja un resto "que no cometerá crímenes ni dirá mentiras..." (vs. 12 s). Es tiempo de alegría, de la que participa el Señor: El "se goza, se alegra contigo, se llena de júbilo" (v.17). Y esa alegría acarrea la paz y la tranquilidad: el resto "pastarán y se tenderán sin que nadie les espante".

Es muy duro ser pobre y humilde en nuestro mundo; los soberbios, arrogantes y mentirosos están mejor vistos. Los últimos suelen triunfar, mientras que a los primeros se les deja de lado: no ocupan cargos importantes, ni van de etiqueta por la vida. Muchas veces su sinceridad les hace perder la confianza de sus jefes, perdiendo sus puestos incluso en la misma Iglesia de Dios. En el hombre no deben confiar, pero sí en Dios ya que éste acoge lo humilde y necio del mundo para confundir a los prepotentes y arrogantes. Este es el mensaje de Sofonías, de Pablo y del Evangelio.

El peligro de armas nucleares, las promesas políticas que no se cumplen, el miedo de los eclesiásticos al mensaje evangélico por servir a su señor de turno, el fallo de los jueces que sólo atienden al lucro... ¿Dejan pastar al pueblo y que se tienda sin que nadie les espante? ¿Pueden estar alegres y vivir en paz? Por eso, como Sofonías, también nosotros esperamos ese día de la venida del Mesías. Sólo El puede traernos la auténtica paz y alegría.

A. GIL MODREGO
DABAR 1990/12


2.

El Resto de Israel.-Esta expresión acuñada en el A.T. y que repiten frecuentemente los profetas es el pequeño grupo, invisible las más de las veces que "escapa" a la tentación de infidelidad a Dios. El "resto" es la "escapadura" ante la infidelidad. Son pocos los que escapan, son pocos los que se mantienen en la voluntad de Dios. Son pocos los que reciben en sencillez y piedad la revelación amorosa de Dios.

Este hecho no sólo es algo que sucedió en la historia. En la persona de cada uno de nosotros se desarrolla el mismo drama y la misma penuria. El amor de Dios manifestado en cada una de nuestras existencias es acogido y respondido en fidelidad por escasos sectores de nuestra persona. Son mucho más amplios los sectores de incredulidad que los de fe y confianza en cada uno de nosotros. Esta es la actualidad de la imagen del "resto".

Pero de ese pequeño resto de nuestra persona el Espíritu construye como desde un germen minúsculo la Nueva Criatura del creyente, del renacido, del perteneciente al Reino de Dios. Los sectores más pobres y humildes de nuestro ser son la cuna, el portal de Belén en donde se manifiesta de manera misteriosa y poco perceptible las más de las veces la gloria de Dios en cada uno de nosotros.

Si Dios amó al "resto" de manera especial, nuestra conciencia de cristianos nos asegura que es en las partes más pobres de nuestro ser donde se manifiestan y realizan las "maravillas de Dios".

Aquí tenemos el paradójico programa de nuestra existencia cristiana, que es existencia en el Espíritu.

CARLOS CASTRO


3.RESTO/ISRAEL:

Al profeta Sofonías le tocaron años de gran efervescencia política y religiosa. Israel y sus jefes iban tras alianzas con Egipto que garantizasen su seguridad contra Asiria. El rey de Judea, Amón, fue asesinado por unos oficiales egiptófilos. Se produce una contrarevolución inmediata del "pueblo de la tierra", gracias a la cual, Josías, que tiene entonces ocho años, sube al trono. Es en esa época cuando profetiza Sofonías. Y anuncia un día terrible, "el día del Señor" (1,2s), para aquellos que no confían en Dios y sí en tratados políticos. Por eso, para que la desgracia no se abata sobre ellos, llama a los "humildes" a la conversión. Los humildes se oponen, en Sofonías, a todos los que encuentran su fuerza en ellos mismos: los dignatarios (1,8-9), los ricos (1,10-11), los que no les importa Dios (1,12). Pero el profeta habla claro: la única actitud posible para mantenerse es "buscar a Dios". Encontramos aquí un eco del sermón del monte.

Por otra parte, la teología del "resto de Israel" tuvo gran importancia en el AT. Es el grupo que sobrevive a las numerosas catástrofes de la historia de Israel. Es un resto "santo" (Jr 6,9;Ez 9,8), es decir, que ha puesto toda su confianza en Dios.

Es un grupito de gentes que se mantiene en la fidelidad a pesar de las dificultades (cf. Rom 11, 2-5). Este hecho ha motivado en los profetas la esperanza de que el pueblo sigue siendo el elegido, de que Dios sigue estando con su pueblo. De ahí que el mantenerse en fidelidad sea una auténtica gracia divina. Estos han de ser los transmisores de la promesa. Este resto está formado por gente "pobre" en el sentido total de la palabra. Son los que están abiertos a Dios. Todas estas palabras de Sofonías tienen gran sabor a "bienaventuranzas". El hombre abierto a Dios y sensible a su hermano está cumpliendo el maravilloso y lejano mensaje de Jesús.

EUCARISTÍA 1990/06


4.

Hace tiempo que el profeta ha perdido toda esperanza en la conversión de la clase dirigente, de los dignatarios y sacerdotes de Judá. Por eso la catástrofe nacional es inevitable, pero "quizás" exista aún la posibilidad de que "los pobres de la tierra", el pueblo llano y humilde, pueda escapar sano y salvo cuando llegue el día de "la cólera de Yavé". Por eso la exhortación del profeta se dirige a este pueblo, no a la clase dirigente. La salvación de los pobres depende mucho de la capacidad que tengan para reaccionar y superar el desaliento que padecen. Sofonías les invita a "buscar a Yavé" (cfr. 1,6;Am 5,4-6 y 14-2) con todas sus fuerzas y a desear la justicia. Ellos son los mejor dispuestos para buscar a Yavé y su justicia. Vivamente les recomienda que recuperen el "ánimo y busquen" ellos mismos, en vez de dejarse llevar por el desaliento y por los que desalientan con su conducta al pueblo.

Mientras la literatura sapiencial bíblica tiende a considerar la pobreza como el resultado de la pereza, los profetas ven en los pobres a los oprimidos y en la pobreza de éstos la consecuencia de la injusta riqueza de los ricos. Para Sofonías los "humildes de la tierra" son los justos, pero también la ínfima clase social constituida por los jornaleros del campo. La posibilidad que tienen los pobres de salvarse se anuncia ahora como promesa de Dios que ha de cumplirse. El pueblo pobre y humilde será el "resto de Israel" (cfr. Mi 2,12) y el heredero de todas las promesas. Los pobres de la tierra, desposeídos de la riqueza y el poder, tendrán ocasión de poner toda su confianza en Dios. Y se apartarán de toda falsa autosuficiencia y la vana pretensión de apoyarse en el prestigio de una sabiduría extranjera; tampoco confiarán en alianzas políticas con las grandes potencias. Dios será su único y verdadero refugio.

EUCARISTÍA 1987/07


5.

-Dejaré en medio de ti un pueblo pobre y humilde.

El profeta Sofonías anuncia un "día de la ira del Señor" que será terrible, porque castigará la injusticia y la impiedad que imperan en el pueblo de Israel y los pueblos vecinos. Sin embargo, hace una llamada a la conversión, para ver si aún es posible encontrar un resto fiel.

En este fragmento, el profeta lanza una llamada a los humildes, es decir, a aquellos que tienen la actitud contraria a los que no tienen necesidad de nadie.

El "resto de Israel", tema característico de muchos profetas, lo forman gente sencilla y pobre que ponen toda su confianza en el Señor y, por eso mismo, practican la justicia. Vivir de este modo comporta la paz verdadera.

El Salmo, que es un canto de alabanza habla del Señor como rey verdadero y justo, que es el defensor de los que nadie defiende. Los forasteros, las viudas y los huérfanos" son las tres categorías de personas que representan a los "pobres" que no tienen otro defensor más que el Señor, el rey de Israel.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1993/02


6. /So/01/01-07/So/01/14-18/So/02/01-03

De Sofonías tenemos (v 1) su árbol genealógico y la datación de su ministerio profético: un tiempo «fuerte» en la historia del reino de Judá. Le tocará denunciar los pecados del pueblo, pocos años antes del piadoso rey Josías (639-6~9), de quien se dice: "Hizo lo que era recto a los ojos de Yahvé. Imitó la conducta de su antepasado David, sin desviarse a derecha ni izquierda" (2 Cr 34,2). Josías aprovechó la decadencia de Asiria -Nínive será destruida por los medos y los babilonios el año 612- y el hallazgo (?) del núcleo del Deuteronomio en el templo (2 Cr 34,15ss), para iniciar una profunda reforma en todo el reino: «El año octavo de su reinado, siendo todavía muchacho, comenzó a buscar al Dios de David, su padre; y el año doce de su reinado comenzó a purificar Judá y Jerusalén de los altares, aseras, esculturas e imágenes de fundición» (2 Cr 34,3); renovó la alianza (2 Cr 34,29-33) y celebró solemnemente la Pascua (2 Cr 35,1-19).

Es fácil entender la génesis del tema del día del Señor, de que nos habla la lectura. Arranca de la relativa conquista de Canaán: los hebreos creían firmemente que su Dios, Yahvé, luchaba con ellos: Yahvé Sebaot, Dios de los ejércitos. «David replicó al filisteo: Tú vienes hacia mí con espada, lanza y jabalina, pero yo voy hacia ti en nombre de Yahvé de los ejércitos, Dios de los escuadrones de Israel, a quien has insultado» ( 1 Sm 17,45).

El núcleo del día del Señor es la acción directa de Dios en favor de su pueblo. Tenemos ejemplos semejantes en otros países y tiempos: la tendencia a sacralizar las guerras es una constante de la historia; de ahí las cruzadas de todos los tiempos. Los profetas (entre ellos Sofonías), en diferentes contextos, pero en situaciones «existenciales» del pueblo muy semejantes, introducirán un nuevo elemento: el enemigo no es ya sólo otro pueblo, el enemigo está dentro o es parte del mismo Israel. Los infieles a la alianza, los adoradores de los baales... son objeto de la ira de Dios.

Así se va puliendo la temática del día del Señor, las adherencias tribales y nacionalistas del día del Señor se van purificando; no será solamente un día destinado al bien de Israel, sino al de todos los pueblos, ya que será -en el fondo- el día de la victoria, no de Israel, sino del Señor.

L. A. ARMENGOL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 771 s.