COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
1 Co 12, 12-30

 

1.

MONICIÓN 2ª LECTURA.

El domingo pasado el apóstol nos recordaba que en la Iglesia hay diversidad de dones y que en la comunidad no todos tenemos ni un mismo papel ni idéntica función. Pero, en cambio, como cristianos, todos hemos sido injertados en el Cuerpo de Cristo por medio del bautismo. Los bautizados somos, no sólo hermanos de Cristo, sino incluso miembros de su Cuerpo. Bajo este aspecto todos tenemos una dignidad e incluso una importancia semejante.

Escuchemos cómo el Espíritu Santo, a través del apóstol, nos invita a profundizar el sentido de las diversas vocaciones o funciones de cada fiel en el interior de una sola iglesia.

P. FARNÉS
ORACIÓN HORAS, 1991, 12. Pág. * 82


2.

En la segunda parte de este capítulo, dedicado a la acción del Espíritu en la comunidad, Pablo avanza en la consideración de la unidad. Llega a su raíz profunda, ya apuntada en la primera sección del capítulo.

La metáfora del cuerpo es de sobra conocida. Está tomada de la sociedad civil y se había aplicado en contextos profanos, pues no se trata sino de una comparación para explicar las relaciones entre la diversidad y la unidad.

No conviene alegorizar la comparación, sino tomarla en su justo punto, el "tertium comparationis". Este es la necesidad recíproca de los miembros diversos, su interdependencia y su construcción, de este modo, del Cristo total. Nótese que Pablo no habla aquí de la vida de Cristo/Cabeza descendiendo de los miembros, que es tema de Efesios.

Hay diversidad y hay comunidad, no sólo por las razones humanas de mutua dependencia en toda sociedad, sino por haber participado en el mismo Espíritu, que significa la misma fe, la misma relación personal con Cristo. Fe que no es sólo una ortodoxia, donde a menudo se pone lo central de la unidad. No es que hayamos de decir todos siempre igual las mismas formulaciones. Ello tiene su importancia, pero hay cosas que son más importantes para la unidad de la Iglesia, y concretamente es el amor entre sus miembros, con lo que irá viniendo el resto. En la parte del capítulo que no se lee, Pablo subraya la dependencia mutua de los miembros siguiendo unos criterios que, por un lado, son humanos y corrientes y, por otro, destacan el amor que en el fondo han de sentir unos cristianos por otros. No sólo de abajo arriba, sino de arriba abajo. Y no sólo en "pastorear", sino en respetar, considerar, tener en estima, consultar... Todo ello contribuye a crear unidad entre los miembros más que confesiones automáticas de palabras.

F. PASTOR
DABAR 1989, 10


3. CARISMAS/UNIDAD:

La unidad del cuerpo de Cristo, afirmada por Pablo, únicamente se da cuando los carismas son muchos. Pablo nos hace ver que esta variedad no sólo no destruye la unidad, sino que la asegura.

Es superfluo intercomunicar un mismo don. Ningún país importa productos que ya tiene en cantidad suficiente. Por el contrario, el intercambio de dones distintos enriquece a la comunidad.

Sin embargo, no podemos olvidar que los dones del Espíritu son tan diversos y las situaciones por las que atraviesan los hombres tan distantes, que únicamente el ejercicio humilde y constante de un amor sin desmayos hace posible la formación del cuerpo de Cristo unido.

La expresión "cuerpo de Cristo" no tiene que llevarnos a pensar en algo vaporoso o irreal. El cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, es la realidad del señorío concreto de Cristo, antes de su venida gloriosa, y debe permitir a los hombres descubrir el ámbito del dominio real de Cristo, el Señor.

EUCARISTÍA 1989, 5


4. I/CUERPO-DE-CRISTO  I/UNIDAD.

Es sabido que griegos y romanos comparaban el estado y más tarde el cosmos a un organismos vivo. Conocemos un texto de Tito Livio (II. 32, 8-12) que puede ilustrar hasta qué punto Pablo es deudor del pensamiento político de los romanos cuando nos habla de la Iglesia como cuerpo de Cristo. En él recoge Tito Livio la argumentación del cónsul Menenius Agripa, que defiende la unidad del estado amenazada por la plebe contra el senado: dice así: "En aquellos tiempos en que no estaban todas las cosas unidas en armonía y en que cada miembro seguía su conveniencia y hablaba su propio lenguaje, se revelaron todos los miembros del cuerpo contra el estómago... las manos no quisieron ya trabajar para alimentarlo". Y concluye señalando la consecuencia fatal y la necesidad de reconocer la propia estupidez al encontrarse sin fuerzas. "Así le ocurre a la plebe cuando se rebela contra el senado".

Pablo va más lejos de esa comparación: la comunidad eclesial no sólo se parece a un cuerpo, sino que es para él el cuerpo de Cristo. Por eso cuando escribe: "lo mismo que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros..." y el lector espera que diga "así es también la Iglesia", Pablo concluye sorprendentemente diciendo: "así es también Cristo". La pluralidad de miembros en la Iglesia es la pluralidad de miembros incorporados a Cristo. De modo que la Iglesia sólo es cuerpo en la medida que es cuerpo de Cristo.

De él recibe la Iglesia su unidad y su pluralidad. Porque él es el principio rector y organizador, la plenitud de la que participan todos los miembros, cada uno según su carisma. Por lo tanto, la unidad de la Iglesia no es el resultado de un convenio entre sus miembros sino más bien la consecuencia de la incorporación de estos miembros a Cristo y por Cristo. De ahí se sigue el imperativo ético de permanecer unidos cuantos se confiesan cristianos.

Si todos los cristianos son miembros de un mismo cuerpo, esto significa: a) que en la Iglesia no hay miembros pasivos, lo que sería una contra- dicción, y que todos son sujetos y no simples objetos de cuidado; b) que en la Iglesia cada uno tiene su función y su carisma; c) que todos son solidarios y nadie puede ser cristiano individualmente; d) que las diferencias que nos separan en el mundo quedan superadas en Cristo.

Para llegar a ser todos un mismo cuerpo, todos deben ser bautizados o inmersos en el Espíritu de Cristo y beber de ese Espíritu. una alusión clara al bautismo y a la eucaristía. Todos y cada uno de los fieles son importantes en el cuerpo y para el cuerpo de Cristo. Nadie puede decir que él no es del cuerpo ni que es todo el cuerpo, ni despreciar la función y el carisma de los otros miembros, porque esto equivaldría a una mutilación del cuerpo. En esta solidaridad de vida de todos los fieles en Cristo y por Cristo hallamos el fundamento de una corresponsabilidad que nada tiene que ver con una adaptación a los esquemas modernos de convivencia. Esta corresponsabilidad contradice todo intento de marginación y toda absorción autoritaria dentro de la Iglesia.

EUCARISTÍA 1986, 6


5.

* El tema de la Iglesia es siempre palpitante. La reflexión de Pablo puede ayudar a vivir dentro de la comunidad de la salvación.

La verdad es que todos, sea cual sea nuestra condición o ideología, formamos una piña. El Bautismo y el Espíritu nos conducen a la unidad. Ello es de tal manera que todos somos necesarios, todos podemos hacer y hacemos algo que afecta a los demás miembros. No es lícito decirnos mutuamente que no nos necesitamos; los más débiles (en el sentido que sea) merecen nuestro mayor aprecio; la división es contradicción; la preocupación de los unos por los otros es la única lógica de la fe. Hay que aprender a sufrir, a alegrarse con los demás miembros... La diversidad, necesaria y fruto de la voluntad divina, es causa de cooperación, desde diversas perspectivas, al bien común.

Podríamos señalar que debemos hacer un esfuerzo ascético de convivencia, de aceptación, de tolerancia, de respeto, de no jugarlo todo en el plano de las ideologías, sino en el de la proximidad entre personas. Podríamos indicar también que la unidad no corresponde a la uniformidad: precisamente la doctrina paulina del Cuerpo Místico parte de la pluralidad de funciones como garantía de la construcción del Cuerpo. Lo que no puede hacerse es creer que una parte es la totalidad. Es importante, pues, la conciencia de ser humildes contribuyentes a la vida total de la Iglesia. Deberíamos reflexionar de nuevo sobre el hecho de que todos estamos situados vivencialmente dentro del pueblo de Dios y de que éste, en cuanto de nosotros depende, es comunidad de salvación.

J. GUITERAS
MISA DOMINICAL 1974, 3b


6. I/INSTITUCION

-El cuerpo y los miembros (1 Co 12, 12-30)

En la Iglesia de Corinto, que se presenta con una gran vitalidad pero también algo agitada, Pablo quiere intentar restablecer un poco de orden y, sobre todo, inculcar el sentido de la unidad. Para ello utiliza la imagen del cuerpo humano. Puesto el ejemplo, las aplicaciones prácticas saltan a la vista, y sus lectores sabrán a qué atenerse si quieren ser consecuentes consigo mismos.

Sin embargo, con el tiempo la imagen propuesta por Pablo ha perdido la fuerza que tenía cuando él la utilizó. Incluso hay que decir que, en nuestro tiempo, esa imagen sólo nos da una idea parcial de la Iglesia. En efecto, y ya muy pronto, hacia el s. III, se desarrolla en Roma el Derecho, y la imagen del "cuerpo" tiende a expresar un concepto jurídico. Nuestro tiempo conoce las asociaciones profesionales, que son unos "cuerpos" con un jefe único, una misma ley y una misma finalidad. También la Iglesia es una institución que tiene un jefe único, una misma ley y una misma finalidad. Sin embargo, la Iglesia no es sólo una institución. Para superar lo que sería disminuir la fuerza de la imagen empleada por san Pablo, habría que recurrir al capítulo 17 de san Juan, cuando Cristo dirige al Padre su oración: "Que sean uno, entre ellos y con nosotros, como tú y yo somos uno". El término "unidos" todavía deja entrever demasiado la pluralidad de entidades separadas. Nosotros no sólo estamos unidos, sino que somos "uno". Así, la riqueza de dones de la Comunidad de Corinto no debe originar entre sus miembros el desmenuzamiento de la envidia. San Pablo enumera los distintos dones y ministerios, que él coloca en la primera fila de los carismas. Así pues, él no ve oposición entre carisma y jerarquía en los ministerios; para él los ministerios son también un carisma. Incluso hay que decir que, para él, los ministerios son los carismas más importantes. Ante la dificultad de la abundancia de distintos dones, en lugar de dar gracias a Dios por esta diversidad de riquezas, existe el peligro de fragmentación de la comunidad, y el pluralismo siempre supone una fe más profunda en la unidad y en un solo Señor.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 5 
TIEMPO ORDINARIO: DOMINGOS 22-34
SAL TERRAE SANTANDER 1982.Pág. 171


7. /1Co/12/12-31a

El carisma es una manifestación concreta del Espíritu de Dios que actúa en medio de la comunidad. Pablo lo afirma con toda claridad porque sabe que la acción de Dios no es algo que pueda ser desvirtuado por las palabras o los discursos, sino que se traduce siempre en una fuerza concreta y operante. Podríamos decir que para el Apóstol lo más importante es que la comunidad como tal se vea enriquecida con esas manifestaciones del Espíritu, mientras que la persona en la que se manifiesta el carisma pasa a segundo término. Si alguien posee un carisma, no lo recibe para sí mismo, sino en beneficio de todos (v 7). Por eso la unidad de la comunidad cristiana no es sólo un postulado del Espíritu, que es la fuente de todo don, sino también un presupuesto básico de la propia Iglesia, destinataria de estos dones espirituales. Y si en la primera parte del presente capítulo resalta Pablo que los diversos carismas tienen un único principio, en el fragmento de hoy subraya que la misma diversidad de carismas está estructurada unitariamente en el seno de la comunidad eclesial.

En la Iglesia, la multiplicidad ha sido siempre evidente. Lo que resulta problemático es la unidad. Para superar este problema, Pablo no piensa en acumular las manifestaciones carismáticas en una persona privilegiada, sino comienza subrayando la necesaria pluralidad de los miembros y de los carismas en la Iglesia. Por otra parte, advierte que tal pluralidad no implica una independencia entre los miembros y sus respectivas funciones, sino que lleva consigo una dependencia articulada.

Para explicar esta dialéctica eclesial, el Apóstol compara la comunidad cristiana con el cuerpo humano; se trata de una comparación conocida y muy usada por los escritores griegos y romanos y utilizada ahora por Pablo para expresar no una fábula, sino una realidad: la Iglesia es el cuerpo de Cristo. La afirmación básica del texto enseña que el cuerpo resucitado de Cristo (que es la comunidad cristiana) puede estar articulado en su diversidad de miembros y carismas, sin dejar por eso de ser una unidad real y compacta.

A. R. SASTRE
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 522 s.