COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Is 9, 1-4

1.

v. 1: El mismo profeta que había anunciado la ruina del Reino del Norte (cf. cap. 5 y 8), es el que ahora anuncia su salvación. La ira de Dios no es lo último en sus caminos inescrutables, sino la misericordia y la gracia. Si Dios castiga es para salvar, no "para arreglar cuentas".

v. 2: Cuando un hombre se halla en apuros y, de pronto, le ocurre un buen suceso decimos que "le ha salido el sol". De igual manera describe el profeta la salvación de Dios, "sol de justicia", para un pueblo que padecía la humillante opresión de sus invasores. La "luz grande" que verá ese pueblo esclavizado es la presencia de Dios que viene a salvarle y a poner en fuga a todos sus enemigos (cf. 10. 17; Sal 50. 2; 27. 1; 104. 2). La descripción de este cambio venturoso allí donde cundía el desespero de los sometidos y dominaba el despotismo de los invasores, se hace espontáneamente un canto de alabanza a Dios en boca del profeta.

v. 3: Los que son librados se alegran como el campesino se alegra en la cosecha. Los que vivimos en la ciudad y dependemos de un sueldo no podemos figurarnos la alegría desbordante del campesino que ha esperado paciente- mente el fruto de su trabajo y ahora, al fin, mete con garbo la hoz en su propia mies.

v. 4: En tiempos de Teglatfalasar III los asirios se anexionaron estas tierras que menciona el profeta y abrumaron con tributos a sus habitantes, trataron a los hijos de Israel como si fueran animales de carga. Se explica el gozo profundo y la alegría de estos hombres que ven ahora como el Señor desarma a sus opresores y rompe el yugo de su esclavitud. La nueva salvación aviva la memoria y confirma la fe de los hijos de Israel: una vez más sucede lo que ya sucedió el "día de Madián", el Señor salva a su pueblo. Las antorchas de Gedeón y de sus hombres en medio de la noche espantaron a los enemigos y disiparon los temores del pueblo (Jc 7.), así también ahora la "luz grande" que brilla en la Galilea ocupada por los asirios. Pero la verdadera luz está por ver, cuando aparezca en Jesús de Nazaret comenzará a brillar en estas mismas tierras.

EUCARISTÍA 1987/06


2.

-Contexto.-Is. 9, 1-7 (8,23b-9,6, según el texto hebreo) es un canto a la paz y al autor de la misma después de la guerra.

Celebra el nacimiento de un rey humano, pero a la vez es uno de los relatos mesiánicos más importantes del A. T. Conviene leerlo en su integridad- y no recortado, como inexplicablemente hace la liturgia- para poder comprenderlo.

-En dos expediciones (a. 734/733 a. de C.) el rey asirio Tiglat-Pileser III se apoderó de algunos territorios de Samaría (9,1) y los anexiona como provincia a su imperio. Da la impresión de que el Señor ha abandonado a su pueblo; es el tiempo de la humillación, ya preanunciada por Isaías (caps. 7-8). Pero en los relatos bíblicos el abandono nunca es definitivo, ya que el castigo siempre deja una puerta abierta a la esperanza y a la salvación, como vamos a ver en este capítulo (cfr. Gn. 1-12; Is. 10,33-11,8).

Texto. El poema comienza con una perfecta antítesis: A las tinieblas y tierra de sombras se contrapone la luz (v.2) que evoca la presencia liberadora del Señor (Is.10,17; 60; Sal.27,1). Y ante esta presencia que provoca un cambio, resuena un canto de gozo y alegría (palabras que se repiten hasta cinco veces en el v. 3). Se nos pone la imagen de dos alegrías elementales: la de la recolección (tiempo de paz) y la del reparto del botín (tiempo de guerra).

Llegamos al momento culmen del poema; mediante tres cláusulas, introducidas por tres "porque" (vs. 4.5.6), se nos da el motivo o causa de la alegría: La opresión ha terminados y suena ya la hora de la liberación (v.4; cfr. 10,24-27; 14,24-27; 31,8 ss).

El Señor otorgará la victoria como en los tiempos de Gedeón (Juec.7); pero no una victoria pasajera, sino duradera, ya que la guerra no existirá ya más (v.5). Y sobre todo la guerra violenta cesa, porque nos ha nacido un niño (v.6). Todo Israel vivirá en paz bajo el cetro de este nuevo David.

Reflexiones:

Nuestro mundo se debate también en medio de tinieblas y sombras; la oscuridad es nuestro eterno acompañante. Densa niebla envuelve las relaciones políticas entre el Este y el Oeste. En eterna humillación se encuentran los países subdesarrollados en sus relaciones con los poderosos y los "así llamados" pueblos más avanzados (avanzados, ¿en qué?, ¿en nuestra forma refinada y diplomática de oprimir y esclavizar a los económicamente más débiles?). Oscuridad total en nuestras relaciones, cada vez más interesadas y menos humanas. En noche cerrada, sin claroscuros lunares, caminamos al pensar en el futuro de nuestros hijos, en el pan necesario de los parados, en la ética de nuestros jefes políticos y religiosos, en ... ¿Estaremos condenados a vivir en densa tiniebla? Y nuestro mundo sueña con la paz, con la luz que disipe nuestras tinieblas. La noche, la oscuridad, no pueden ser etapas definitivas, según el mensaje bíblico. Isaías sueña con un niño, pero éste no puede ser ningún ser humano, sino el Mesías, como nos dice el Evangelio de hoy (cfr. Is. 11). La persona de Jesús, su mensaje vivido, pueden disipar nuestras tinieblas.

A. GIL MODREGO
DABAR 1990/11


3. /Is/08/23b: /Is/09/01-06

El estudio literario de este texto revela su importancia para la comunidad creyente. Las diferencias entre el texto hebreo masorético y el texto latino de la Vulgata en materia de numeración muestran que entre el texto y el lector hay una comunidad que vive y recoge su historia interpretándola a la luz de la fe. El punto de partida de estos versículos es una situación local e histórica concreta. Todo el norte del país (los territorios de Zabulón y Neftalí, Transjordania y el "Distrito de las naciones", es decir, Galilea), al caer bajo la dominación asiria, queda sumergido en las tinieblas, antítesis de la luz. El binomio luz-tinieblas no encierra un dualismo puramente antropológico y ético, sino que designa sobre todo la salvación y la perdición. E1 «norte» es un territorio atravesado de nordeste a sudoeste por la «ruta del mar», la famosa vía comercial y militar que unía Mesopotamia con Egipto. En la reflexión isaiana, Asiria encarna la potencia fortuita y momentánea de este mundo, mientras que las provincias del norte evocan el país de Emanuel, quien con su presencia y asistencia borra las fronteras geográficas. Para el evangelista Mateo, la Galilea, «la humillada», será la gran beneficiaria del «Dios-con-nosotros» porque en ella se establecerá Jesús «luz del mundo» (Mt 4,12-16, donde se cita nuestro texto).

Otra nota importante del momento mesiánico es la paz, de la que Emanuel es príncipe. Pero esa paz no es mera tranquilidad, sino que incluye también la justicia y es fruto de ella (Is 32,17: «La obra de la justicia será la paz; la acción del derecho, la calma y tranquilidad perpetuas»). En el lenguaje corriente, el término «paz» alude a veces a un aspecto eminentemente político: la eliminación de los conflictos entre los Estados y de la guerra. Los componentes utópicos de este concepto residen en que no es posible instaurar una paz internacional mientras no se modifiquen unas estructuras injustas de poder y de dominio. En la visión bíblico-isaiana no se respeta la paz por el simple hecho de proscribir la guerra. De poco servirán todos los argumentos contra la guerra si no se sabe qué es la paz, cómo puede ser la paz, cómo ha de ser la paz. Emanuel desemboca en una figura, Jesús, que es «nuestra paz» (Ef 2,14).

F. RAURELL
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 440 s.