COMENTARIOS AL EVANGELIO
Jn 1, 35-42

 

1. J/CZ  A/CRUZ  J/CORDERO:

Texto.
-El cuarto evangelio desarrolla casi exclusivamente la función de Juan como introductor de Jesús. En el texto de hoy Juan presenta a Jesús a dos discípulos suyos y lo hace sirviéndose de una imagen figurada: el cordero de Dios. La imagen remite al sacrificio de los corderos en el Templo para la cena de Pascua. En el cuarto evangelio, en efecto, Jesús muere en las horas en que eran sacrificados los corderos que iban a ser comidos en la cena de pascua.

La escena se hace después seguimiento tras Jesús por parte de los dos discípulos, en búsqueda del lugar donde Jesús vive. ¡Y sin embargo no se nos revela el lugar! A cambio, el autor ofrece una referencia de tiempo: serían las cuatro de la tarde.

De nuevo una referencia a las horas del sacrificio de los corderos. La escena es encantadora por su capacidad de sugerencia, quebrando la expectativa y la curiosidad del lector: éste se ve sorprendido por el desenlace, por cuanto que en él se le ofrece un dato que no buscaba (el tiempo) y se le oculta el dato que buscaba (el lugar), con lo cual su curiosidad por conocer ese lugar queda reforzada. ¿No será que el lugar al que el autor quiere referirse como lugar donde vive Jesús es la cruz?

La escena, en un tercer paso, se hace comunicación. El autor juega de nuevo con el factor sorpresa: del interés por el lugar y el dato sobre el tiempo nos pasa ahora a la persona misma de Jesús: es el Mesías.

Por último, y en un cuarto paso, el autor presenta el papel especial de Simón: el de Pedro.

El autor adelanta al comienzo situaciones y encuentros posteriores.

El conjunto del texto es, sin duda, una obra maestra de síntesis y de evocación.

Comentario.
-De la mano del autor de este texto, la andadura que comenzamos en estos domingos primeros del tiempo ordinario nos lleva a la cruz, ese lugar en alto en el que tiene que ser levantado el Hijo del hombre, como dirá Jesús a Nicodemo en Jn. 3, 14. La cruz es el lugar donde Jesús vive, porque es el lugar donde se pone de manifiesto sin el menor resquicio de sombra el amor.

En efecto, el amor supremo consiste en dar la vida, como va a decir Jesús a sus discípulos en Jn. 15, 13. Y si hay algo que Jesús ha hecho, esto ha sido, precisamente, amar. De ahí que sea el amor el lugar en el que él vive y el lugar en el que únicamente se le puede encontrar.

Hay un salmo del s. I a. de Cr., no recogido en la Biblia, que nos permite ver cuáles eran las esperanzas mesiánicas en tiempos de Jesús: el Mesías expulsará a los enemigos, congregará al pueblo y lo santificará. El texto de hoy rompe con esas esperanzas al situar la manifestación de Jesús como Mesías en un medio en el que nadie pensaba, por ser un medio demasiado "débil". El amor, en efecto, no tiene ninguna prepotencia, sobre todo cuando su signo máximo es la cruz. Aquí no valen hipocresías ni buenas palabras, raquitismos ni componendas. Amar es, a veces, fracasar según los baremos y criterios al uso. ¡Pero el Mesías es Jesús! El poder ha quedado desde entonces definitivamente descalificado: Dios sólo reconoce al que ama.

DABAR 1991 nº 10


2.

Difícilmente podemos hablar de un relato de vocación ya que falta el elemento fundamental en este tipo de relatos: la iniciativa del que llama. En el relato de Juan, Jesús no es quien lleva la iniciativa, salvo en el versículo último; la iniciativa la llevan los dos discípulos del Bautista. En realidad, el autor presenta en síntesis el proceso formativo de la comunidad cristiana. Sus comienzos son muy simples: un escuchar a alguien que habla de Jesús. Después vienen el seguir, el ver, el indagar, tal vez por simple curiosidad; no importa, el caso es buscar allí donde creo que está Jesús. Un día, seguro, vendrá el encuentro. No será un encuentro conceptual (las ideas solas nunca salvan) sino existencial. Será una experiencia transformadora. Te sacará de ti mismo, de tu egoísmo, de tu falta de horizontes, y te pondrá en contacto con los demás, a los que comunicarás tu descubrimiento de Jesús como líder (=mesías) de todos tus anhelos y esperanzas.

Es incluso posible que te cambie el nombre, que te confíe una función, una misión de consolidación dentro de la comunidad.

DABAR 1976/12


3. JESUS/CORDERO. FE/SEGUIMIENTO 

Este es el Cordero de Dios (Evangelio). Estas palabras de Juan Bautista (cf. Jn 1,29) las repetimos antes de la distribución de la comunión y en el canto de la fracción: "Cordero de Dios que quitas el pecado del mundo...". Resuena el conocido texto de Isaías sobre el siervo: "Maltratado se humilla, no abre su boca, como cordero llevado al matadero..." (Is 53).

Recordemos también que los israelitas degollaron y comieron un cordero la noche de la salida de Egipto, y que con su sangre pintaron la jamba y el dintel de las puertas de sus casas para protegerse la noche del exterminio, y que Jesús moría en el Calvario mientras los sacerdotes, en el Templo de Jerusalén, inmolaban los corderos con los que las familias judías celebrarían aquella noche la cena de Pascua. Esta imagen del cordero (hoy descontextualizada) apunta, pues, al ser íntimo de Jesús y de su misión salvífica.

Los dos discípulos siguieron a Jesús (evangelio). Toda la vida cristiana es seguir a Jesucristo; no de una manera material, con nuestros pasos, sino con la vida entera. Creer es seguir a Jesús, seguir sus huellas, ir detrás de él. El nos admite en su intimidad: Venid y lo veréis (...) y se quedaron con él aquel día; y ya no se movieron de su lado; más aún: Andrés condujo hasta él a su hermano (Hemos encontrado al Mesías!), de la misma manera que, al día siguiente, Felipe llevó también a su amigo Natanael. Encontrar a Jesús es encontrar la perla y el tesoro (Mt 13, 44-46); pero con una diferencia sustancial: Jesús no es para mí sólo, en exclusiva, sino que su descubrimiento me empuja connaturalmente a llevar a los demás hacia la misma perla y el mismo tesoro.

JOSÉ M. TOTOSAUS
MISA DOMINICAL 1991/02


4.

El relato de Juan que leemos tiene lugar al tercer día de la "primera semana" de la vida pública de Jesús. Dentro del típico estilo joánico, la narración, sencilla, elemental (las preguntas, las reacciones, las observaciones, parecen cosas la mar de lógicas), presenta el recuerdo casi emocionado del primer encuentro con Jesús, que se convierte al mismo tiempo en la catequesis del proceso de todo discípulo que quiere acercarse a él. Y más aún, si queremos ir más al fondo en el simbolismo, presenta, en un solo relato, el paso del Antiguo Testamento (el Bautista) a la vida de Jesús y también a la alusión (por el cambio de nombre de Pedro) al futuro nuevo pueblo, la Iglesia.

El proceso del discípulo que se acerca a Jesús está lleno de significado. Por la palabra del profeta ("cordero de Dios": el Siervo a quien anunció Isaías y al mismo tiempo el cordero de la nueva Pascua), los dos hombres se ponen en camino de búsqueda.

Jesús, ante aquella voluntad abierta "se vuelve" hacia ellos y les hace (les ayuda a) profundizar aquello que andan buscando. La respuesta de los seguidores es un reconocimiento de JC ("Rabí") y una pregunta que no es solamente el deseo de información topográfica: "¿Dónde vives? ¿dónde se te puede hallar? ¿qué hay que hacer para estar contigo?". Y viene entonces la formulación de lo que constituye la experiencia del discípulo: no se trata de ningún discurso ni de un programa inicial: el que quiera ser discípulo de Jesús tiene que ir con él, y ver, ser discípulo de JC significa hacer la experiencia de estar con él. Pero el relato del intercambio Jesús-discípulos no termina ahí. Al día siguiente, quien ha visto donde vive Jesús, lo que hace es encontrarse por la calle a su hermano y decirle, simplemente: "Hemos encontrado al Mesías", sin más matices; y "encontrar al Mesías" era encontrar todo lo que era más esperado por un israelita. El camino del discípulo conduce, pues, a dar a conocer al hermano lo que él ha hallado.

JOSEP LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1979/02


5.

La actitud del Bautista y de Jesús, la de los discípulos y la de la Iglesia es la de búsqueda y escucha. Maestro, ¿dónde vives? Dios se hace encontradizo, pero a condición de que encuentre la capacidad de escucha y de reflexión, de paciencia en la búsqueda y de valor en el desprendimiento, de desinterés y entrega del don descubierto.

PERE FRANQUESA
MISA DOMINICAL 1985/02


6.

El Cristo presente por la Encarnación y la Epifanía nos interpela y nos conmina a seguirle de tal modo que sólo cambiando la dirección de nuestra vida y siguiéndole en concreto podemos decir que somos cristianos. De ahí que la gran pregunta de los primeros discípulos y la nuestra sea la misma: "Maestro, ¿dónde habitas?" Es decir, ¿en qué lugar, en qué acción, en qué hermano, en qué circunstancia o situación te encontraré para HACER lo que Tú hubieras hecho, lo que quieres que hagamos nosotros ahora?

CARLOS CASTRO


7.

a) La lección obvia del relato es muy simple: unos amigos, probablemente Felipe y Andrés (siempre juntos, por lo demás en el Evangelio: Jn 2, 40-45; 6, 5-9; 12, 20-21; Act 1, 13), que son también discípulos del Bautista (v. 35), descubren al Mesías y le siguen. Este es el origen de su vocación apostólica. E inmediatamente previenen a sus hermanos o a sus conocidos (v. 41 y 45) y suscitan otras dos vocaciones apostólicas: Pedro y Natanael. Por consiguiente, tras este relato se encierra toda una teología de la vocación. La red de relaciones humanas puede contribuir al nacimiento de una vocación: amistad, conciudadanía, coparticipación de un mismo ideal en torno al Bautista, fraternidad según la carne, son las circunstancias de la vocación de cuatro discípulos. La vocación no es, pues, un llamamiento deshumanizado; adquiere consistencia en las relaciones humanas más naturales y más ordinarias. Y, sin embargo, la vocación es claramente llamamiento de Dios y de Cristo: la autoridad con la que Cristo cambia el nombre de Simón (v. 42b), la mirada que Jesús fija en Pedro y que dice muchas cosas (v. 42a), el conocimiento misterioso que Jesús tiene de Natanael (v. 48) y, sobre todo, el misterioso atractivo que ejerce el Señor sobre los dos discípulos de Juan Bautista (v. 38) ponen claramente de manifiesto que, por muy arraigada que esté en lo humano, la vocación es iniciativa de Dios. Así, la vocación, que es a la vez llamamiento divino y atractivo humano, prolonga en la vida de cada "llamado" el misterio del Hombre-Dios.

b) Por encima de esta escena tan sencilla de la vocación de los primeros apóstoles, Juan invita a su lector a desarrollos doctrinales importantes y válidos para todos los discípulos de Cristo. El relato gira en torno a unas palabras-clave: dos actitudes del discípulo: seguir y buscar (v. 37-38), y una triple recompensa: encontrar, ver y permanecer (v. 39 y 41). Para Juan, "seguir a Cristo" tiene una resonancia más escatológica que en los demás evangelistas: supone poner los medios requeridos para llegar un día allí donde " permanece" Cristo (cf. Jn 12, 26; 10, 9-10). Ahora bien, Cristo vive en una gloria adquirida por medio de la Cruz; es, pues, normal que el discípulo se abrace a su vez a esa cruz para seguir a Cristo (Mt 8, 34; Jn 12, 26).

La "morada" es igualmente un tema muy similar al de la gloria (Jn 14, 1-3; 14, 10) y la estancia que los discípulos Andrés y Felipe hacen en la morada misteriosa de Cristo, al final de sus investigaciones (vv. 35-39), recuerda precisamente esa casa del Padre en la que, algún día, se reunirán con El en la gloria todos los discípulos de Cristo. El binomio "buscar-encontrar" es también muy significativo.

Lo hemos encontrado ya en la pluma de Lucas a propósito de la escena de Jesús perdido en el Templo sin saberlo los suyos, como para impulsar a estos a buscarle (Lc 2, 41-51). Pero leyendo el relato de la vocación de los primeros apóstoles se piensa, sobre todo, en el tema de la búsqueda de la Sabiduría descrita en Sab 6, 12-16; la Sabiduría se deja encontrar por quienes la buscan (Sab 6, 12), lo mismo que Cristo se deja encontrar por Andrés y su amigo (v. 37); la Sabiduría se encuentra desde por la mañana (Sab 6, 14), a la hora en que Cristo fue encontrado por Pedro (v. 41); finalmente, la Sabiduría se pone en camino para salir al encuentro de quienes la buscan (Sab 6, 16), lo mismo que Cristo, que se encuentra con Felipe y Natanael en su caminar (vv. 43, 47). Por eso el binomio "buscar-encontrar" adquiere en la pluma de Juan un matiz claramente sapiencial que, por lo demás no estaba totalmente excluido del relato de Lc 2, 41-51, si se tiene presente que este relato está rodeado de los versículos que hablan de la sabiduría de Jesús (Lc 2, 40, 52).

* * *

La vocación particular del apóstol o la vocación general del discípulo y del cristiano siguen, al fin, el mismo camino y exigen las mismas disposiciones de alma y la misma actitud de Dios. El llamamiento de Dios invita a compartir su vida y su gloria, a permanecer con El; pero el camino que conduce al hombre a esa gloria pasa necesariamente por la cruz y la muerte de su egoísmo latente.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 280


8. J/MIRADA:

Desde su bautismo, Jesús formó parte de los discípulos del Bautista; va "detrás" de Juan y bautiza él también. No hay duda de que Jesús adquirió rápidamente ascendiente sobre sus compañeros, de manera que el movimiento bautista habría tenido entonces dos cabezas. Juan, "el amigo del Esposo", reconoció al "Cordero de Dios" y anunció que su misión de precursor había terminado. Y, al igual que el anciano Simeón, se llenó de gozo.

Los discípulos de Juan, que ahora se unen a Jesús, son todos galileos. Andrés, Simón y Felipe son de Betsaida: Natanael es escriba, medita debajo de la higuera, es decir, debajo del "árbol del conocimiento del bien y del mal", si damos crédito a la literatura rabínica (TOB). Discípulo de Juan y con compañeros galileos: los comienzos de Jesús son tremendamente humanos.

También esto pertenece a la encarnación.

Nos gustaría saber qué dijo Jesús, a lo largo de aquel día, a los dos discípulos que se sintieron fascinados por su mirada. Pero siempre es indiscreto registrar los diálogos amorosos. Y, sin embargo, yo sé bien lo que les dijo... Una palabra, una sola, la palabra que llevaba él en su corazón de Hijo. Jesús les dijo (o más bien leyeron ellos en su mirada) que Dios es Amor, que Dios lo es todo y que, cuando Dios llama, hay que dejarlo todo.

¡Dichoso el cristiano que no se cansa de mirar a Jesucristo! Quedará fascinado. Y, pase lo que pase, siempre volverá a su primer amor, pues la mirada de Cristo es la mirada infinitamente amorosa de Dios al hombre, a todo hombre. ¿Recordáis el último diálogo de Pedro con Jesús, después de aquella noche imposible en que el discípulo creyó que podría volver a sus redes? -"Simón, hijo de Juan, ¿me amas?" -"¡Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo!".

Cuando se ha nacido de Dios, no se puede decir más que eso. El que ha nacido de Dios, ni siquiera puede ya pecar: ¡está embarcado en el amor!

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 107 s.


9.

Vieron dónde vivía y se quedaron con él. La vocación de los primeros discípulos es la resultante del testimonio dado por Juan en un proceso que culmina en Caná: vieron su gloria y creyeron en él (Jn 2, 11). La expresión "he aquí el cordero de Dios" pertenece en su formulación al evangelista como fruto de sus largas meditaciones teológicas pospascuales, puesto que presupone la muerte y resurrección de Jesús. Quizás el bautista designó a Jesús como el servidor fiel, descrito como "cordero llevado al matadero", que sufre por los pecados de otros. Es opinión bien fundada.

¿Qué buscáis? El tema de la búsqueda de Jesús es repetido en Juan: la masa que quiere hacerle rey (6, 24), los judíos que quieren darle muerte (7, 19), los discípulos (18, 14), la Magdalena (20, 15). La búsqueda va siempre seguida del feliz encuentro que tiene como consecuencia el "irse tras él". Es toda una teología de la fe, de la vocación y del discipulado. Hay relaciones interpersonales. Los discípulos aún no han oído a Jesús, pero se fían de él. Más tarde obedecerán fiados únicamente en su palabra (Lc 5, 11). Se trata de la adhesión a una persona. Ha nacido la fe.

GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/B
EDIT. VERBO DIVIN0 ESTELLA 1987.Pág. 98