Vigilia Pascual

UNA NOCHE PARA PROCLAMAR LA VIDA


La hermosa celebración de la noche pascual de los cristianos es 
una fiesta que tiene una historia venerable. 
En realidad, el mandamiento de Jesús que ponemos en relación 
con la celebración eucarística (Haced esto en conmemoración mía), 
tenía que ver también con la celebración anual, sobre todo si se 
reconoce como contexto de la cena eucarística, la celebración 
pascual judía, que era una celebración anual. Además de esto, se 
puede tener en cuenta una motivación humana, generalizada 
culturalmente: en todos los ambientes humanos se ha hecho 
memoria anualmente de la muerte de los seres queridos. Imposible 
pensar que los seguidores de Jesús hubieran pasado por alto el 
memorial anual de la muerte del Maestro, seguramente desde el 
mismo año que siguió a dicha muerte. 
Con todo, los testimonios explícitos que tenemos acerca de la 
celebración anual de una vigilia pascual se remontan propiamente al 
siglo II. Uno de ellos es un verdadero tesoro: se trata de la Homilía 
pascual de Melitón de Sardes, un Obispo del s. II, de la que se 
desprende la importancia de esta experiencia espiritual y 
sacramental de la Iglesia. En la noche de la Pascua cristiana se 
recordaba la pasión y la muerte de Jesús, las que eran 
comprendidas a la luz de las Escrituras del Antiguo Testamento, en 
particular, a la luz del éxodo y de la tipología pascual. Era ésta la 
oportunidad más apropiada para celebrar, además, la iniciación de 
los nuevos miembros de la comunidad. Con ella culminaba la gran 
fiesta. No se puede olvidar que no se celebraba más que una vigilia. 


Estructura actual de la celebración
Nuestra celebración actual de la vigilia pascual comprende los 
siguientes momentos:

1. La bendición del fuego nuevo y la proclamación de la luz 
pascual
Durante todo el año nos acompaña en nuestros templos un 
precioso símbolo, memorial de la celebración pascual: un cirio 
bellamente decorado. Del fuego, bendecido en este día, se toma 
una llama para encenderlo. Llevado en procesión por en medio de 
las tinieblas de la noche, el cirio va disipando la oscuridad. Es la 
imagen misma de Jesucristo, el SEÑOR RESUCITADO, que estará 
todo el año en medio de nosotros. 
Un canto triunfal de alegría y de acción de gracias, que llamamos 
Pregón pascual, (Exultet), lleva a su culminación la liturgia de la luz. 
Originalmente este canto era confiado a la libre creatividad del 
cantor. A partir del s. V terminó por imponerse un texto en la Iglesia 
latina, por la profundidad de su pensamiento, por la expresividad de 
su lirismo, por la armonía de su estilo. Atribuido originalmente a San 
Agustín y posteriormente a San Ambrosio, en realidad se trata de un 
himno compuesto, en su forma actual, en una época tardía en las 
Galias. En la edad media se copiaba este texto y su melodía en 
hermosos pergaminos, preciosamente decorados. 
Comentario para explicar la Liturgia de la luz: La luz nueva brilla 
en medio de las tinieblas. Un cirio pascual hermosamente decorado 
se convierte, desde esta noche, en el simbolismo de la presencia en 
medio de nosotros del Resucitado. La Iglesia canta la alegría que 
irradia de la luz de este cirio por medio de un hermoso poema sobre 
Jesucristo, la luz que brilla en medio de las tinieblas de la 
humanidad. 

2. La Liturgia de la Palabra
Para recordar toda la historia de la salvación y volverla a convertir 
cada año en nuestra propia historia, la liturgia de la vigilia pascual 
nos ofrece la posibilidad de leer algunos textos selectos de la 
Sagrada Escritura, en particular los siguientes: el relato de la 
creación (Gn 1,1-2,2a); el relato de la salvación de Isaac (Gn 
22,1-19); el relato de la salvación del éxodo (Ex 14,15-15,1) y algún 
texto profético sobre la nueva creación (Is 54,5-14 u otro). Deben 
leerse, por lo menos tres lecturas del Antiguo Testamento y no 
puede omitirse la del Éxodo. 
Cuando se tienen en cuenta textos judíos que desempeñaban la 
misma función, por ejemplo el Targum de Ex 12,42 (El Poema de las 
cuatro noches), se comprende la significación admirable que tiene 
entre los cristianos esta lectura y meditación de la palabra de Dios, 
que es acompañada con la recitación de salmos y con la oración del 
sacerdote. 

Comentarios antes de las lecturas
Primera lectura, Gen 1,1-31-2,1-2: Un Dios salvador ha estado 
siempre presente en el universo y en la historia. Todo lo que existe, 
desde el principio, tiene que ver con el Dios Salvador. Toda la 
creación y toda la humanidad con su historia, son nuestro mundo de 
salvación. 
Segunda lectura, Gen 22,1-18: Nuestro Dios es el Dios de la vida. 
El no quiere la muerte, ni siquiera como homenaje y como sacrificio 
en su honor. Es lo que nos muestra el relato del sacrificio de Isaac, 
cuando Dios impidió que un ser humano fuera sacrificado para 
reconocer su derecho a toda vida. El Dios de la vida nos pide a 
nosotros también ser personas que aman toda la vida, aún la que 
parece menos valiosa. 
Tercera lectura: Ex 14,15-15,1: Nuestro Dios Salvador es el 
mismo Dios del pueblo judío. Yahveh, el Dios de la libertad. Él se 
manifestó a unos esclavos en el hecho mismo de la liberación de la 
esclavitud, en el éxodo. Él siempre será el Dios de la libertad y como 
tal será reconocido por todas las generaciones. Dondequiera que 
se haga posible la libertad verdadera, allí se podrá experimentar a 
Dios. 
Cuarta lectura, Is 54,5-14: El Señor ha prometido una alianza con 
el pueblo y la cumple. Aunque el pueblo lo haya dejado de lado. El 
profeta recuerda al pueblo que, a pesar de las infidelidades, las 
aguas del diluvio no volverán a cubrir la tierra. 
Quinta lectura: Is 55,1-11: La palabra del Señor es siempre eficaz. 
Aunque los caminos del Señor no sean siempre los nuestros, quien 
busca al Señor está seguro, porque sus palabras han sido de 
misericordia y perdón. Un motivo de alegría para este pueblo, el 
nuevo Israel, que puede acudir a la fuente de la Palabra para saciar 
la sed que la sociedad de consumo no ha podido saciar. 
Sexta lectura, Baruc 3,9-15.32-4,4: El destierro fue una 
experiencia providencial para el pueblo de Dios. Allá comenzó, en 
medio del sufrimiento, a gestarse un nuevo pueblo, lleno de ideales, 
fiel a su Dios. Nunca ha dejado de tener el sufrimiento un sentido 
redentor. También nuestro mundo, lleno de angustias y 
sufrimientos, puede surgir de sus ruinas y llegar a ser un mundo 
mejor. 
Séptima lectura, Ezequiel 36,16-17a.18-28: El Señor prometió al 
pueblo de Israel cambiarle el corazón de piedra por un corazón de 
carne, abierto a su Palabra, capaz de reconocer a su Dios, abierto a 
sus mandamientos. Es el momento de pedirle al Señor la conversión 
de nuestros corazones endurecidos por la violencia, la injusticia, el 
desorden, para que seamos un pueblo justo que busque siempre la 
paz. 

En el momento de la gran proclamación, estalla la alegría de la 
comunidad con la entonación del "himno de los ángeles", himno de 
acción de gracias, con el que se terminaba en otro tiempo la vigilia 
de todas las solemnidades:
GLORIA A DIOS EN EL CIELO, Y PAZ EN LA TIERRA A LOS 
HOMBRES, A QUIENES DIOS AMA!
Las campanas, mudas desde hacía tres días, hacen retumbar el 
templo con su alegría; resuena la música y se entonan los cantos de 
la comunidad:
JESÚS, EL MESÍAS CRUCIFICADO, ¡ HA RESUCITADO !
¡ VIVE GLORIFICADO PARA SIEMPRE !

La lectura de San Pablo (Rom 6,3-11) y la del Evangelio (Lc 
24,1-12 en el ciclo C) completan la maravillosa experiencia del 
memorial pascual, que había empezado a ser celebrado desde el 
Viernes Santo, con la lectura de la Sagrada Escritura. 

Comentario a Rom 6,3-11: 
Morir y resucitar con Cristo: esa es la historia que debemos vivir 
todos los días de nuestra vida los cristianos, los seguidores de 
Cristo. San Pablo nos lo dice en un texto que nos encontramos en la 
epístola a los romanos. 
Comentario a Lc 24,1-12: Jesús vive. Él, que ha muerto, que ha 
sido crucificado, no pertenece al reino de los muertos sino al mundo 
de la vida. La tumba está abierta. Las mujeres, María Magdalena 
acompañada de Juana y María la de Santiago, lo han comprobado y 
se lo comunicaron a los apóstoles. Pedro pudo comprobar que la 
tumba estaba vacía. 

3. La liturgia bautismal
Qué mejor ocasión para ser incorporados a Cristo y para hacer 
memoria de nuestra incorporación a él, que la vigilia pascual? La 
Vigilia Pascual es también celebración bautismal: celebramos los 
bautismos, renovamos las promesas bautismales. 
En este momento tenemos que tener en la mente la mejor 
explicación del bautismo, que se pueda dar, la que nos ofrece el 
apóstol Pablo en la epístola a los romanos que se ha leído en la 
liturgia de la vigilia. San Pablo nos enseña que ser bautizados 
significa pasar con Cristo de la muerte a la vida y señala las 
consecuencias éticas de esta conformación con el destino histórico 
de Cristo: si hemos muerto con Cristo, ya no debemos pecar más, 
porque hemos entrado en una nueva vida. 

4. La liturgia eucarística
Con los sentimientos de alegría que nos embargan, compartimos 
la Eucaristía, por medio de la cual realizamos el mandamiento que 
recibimos del Señor de hacer memoria de él: Haced esto para 
recordarme. 
El recuerdo que ahora hacemos de Jesús, el Señor, no consiste 
en la pura evocación de una historia perdida en el pasado. 
Recordar ahora significa para nosotros hacer la experiencia de la 
vida nueva: Jesús, el que ha muerto, vive para siempre. Jesús, el 
resucitado, está vivo desde Dios, el Padre, en medio de nosotros. 
Cada vez que compartimos este pan y esta copa como hermanos, 
comienza de nuevo para nosotros la vida que El vive y quiere 
regalarnos para siempre a todos. 
En el hemisferio norte, al que pertenece el escenario de la vida 
histórica de Jesús, la primavera llega ahora a su plenitud: estamos 
en lo que se llama el equinoccio de la primavera. La celebración de 
la resurrección de Jesús tiene por eso sabor a primavera; a agua 
fresca; a retoños que revientan por todas partes en las plantas; y 
olor a flores de todos los colores. La naturaleza nos quiere regalar 
también ella la impresión de un mundo en el que comienza a 
germinar la vida nueva. La celebración de la resurrección de Jesús 
tiene lugar también en el día de la luna llena: es la fiesta de la luz. 
Con los cristianos de todos los tiempos queremos ver amanecer 
en esta fecha un mundo nuevo, que podrá hacerse realidad, si 
nosotros asumimos el proyecto de Jesús de Nazaret, que es el 
evangelio. Dios es capaz de hacer surgir la vida nueva aún desde la 
muerte. Tenemos muchas ilusiones. Por eso hablamos de una 
nueva evangelización, en un tiempo de esperanza. 
Proclamemos, pues, llenos de alegría, con el corazón repleto de 
esperanza, que Jesús, el vencedor de la muerte, nos invita también 
a nosotros a pasar de la esclavitud a la libertad, de las tinieblas a la 
luz, de la muerte a la vida, como cantaban siempre los israelitas, al 
celebrar la Pascua. 

Sugerencias para la homilía
CON EL EVANGELIO DEL RESUCITADO TENEMOS QUE 
EDIFICAR UN MUNDO NUEVO
La historia de Jesús no terminó con la crucifixión como lo 
esperaba el Sanedrín. Desde Pascua los discípulos vivieron de la 
convicción de la vida de Jesús, su Señor y Salvador, que los envió a 
todos los pueblos con el mensaje salvador de su resurrección. A 
causa de esta convicción, los apóstoles del Señor sufrieron 
persecuciones y hasta la muerte. Y hasta hoy sigue siendo 
anunciado el mensaje pascual a todos los pueblos. 
Los discípulos anunciaban a Jesucristo como Señor resucitado. 
Jesús se les reveló como alguien viviente, glorificado. Así pudieron 
entender la realidad de la tumba vacía y pudieron también recibir 
del resucitado su misión y la fuerza para cumplirla. 
El mensaje pascual es obra de Dios, así como la comunidad que 
se originó en la fe pascual, la Iglesia de los Apóstoles. Por esta 
razón pudo continuar hasta hoy y podrá continuar hacia el futuro la 
obra de Jesús, a pesar de la crisis de los discípulos, cuando la 
pasión y la muerte del Maestro. El les había prometido permanecer 
en medio de ellos todos los días, hasta la consumación del mundo 
(Mt 28,20). 

La experiencia pascual de los discípulos
Todo el Nuevo Testamento, en todos sus escritos, proclama el 
mensaje pascual o lo presupone. Sin embargo, no es posible 
presentar toda la secuencia de los acontecimientos desde la 
crucifixión del Señor hasta el primer anuncio público de su 
resurrección, como se presenta una historia cualquiera. En su 
descripción, los evangelios siguen las tradiciones de las 
comunidades en las cuales vivían los autores y para las que 
escribían. Estas tradiciones ponen el énfasis en diversos puntos. 
Así, por ejemplo, Lucas habla de experiencias pascuales de los 
discípulos en Jerusalén; Mateo, por su parte, de la aparición del 
resucitado en Galilea, en una montaña; Juan, de apariciones en 
Jerusalén y en Galilea. 
Todos los cuatro evangelios están de acuerdo en lo referente al 
hallazgo, en la mañana de Pascua, de la tumba abierta, así como en 
lo referente a las apariciones a María Magdalena y a las mujeres, y 
en lo referente a las apariciones decisivas a los discípulos. Todos 
resaltan el hecho de que los discípulos aceptaron con dificultad esta 
realidad de la resurrección. Lo de la tumba sólo lo comprendieron 
después del encuentro con el Cristo Resucitado. 
Tampoco fue uniforme lo que aconteció interiormente en cada 
uno de los discípulos después de la muerte de Jesús. El evangelista 
Lucas nos describe los sentimientos, los pensamientos y las 
experiencias que ellos tenían hasta cuando comprendieron que el 
Señor vivía y los enviaba en misión: es lo que se puede comprobar 
en la hermosa historia de los discípulos de Emaús (Lc 24,13-35). 
Lucas les quería decir a los cristianos, que habrían de leer su 
evangelio, que el Señor haría con ellos lo mismo que había hecho 
con los discípulos de Emaús: se les juntó por el camino, les ayudó a 
comprender las escrituras y se les dio a conocer en la fracción del 
pan. Al mismo tiempo los envió a vivir su evangelio y a seguir 
anunciándolo. 

La confesión fundamental de Pascua
El apóstol Pablo nos conservó en su primera carta a los Corintios 
la confesión pascual más antigua de la Iglesia. El la proclama para 
los cristianos de Corinto, con el fin de exhortarlos a permanecer 
fieles a esta fe. Les advierte que él mismo ha sido destinatario de 
esta tradición, cuando, pocos años después de la fundación de la 
comunidad primitiva en Jerusalén, se convirtió a la fe cristiana y fue 
bautizado en Damasco (1 Cor 15,1-8). 
Los testigos mencionados son: Cefas, es decir, Simón Pedro el 
primero de los apóstoles; el círculo de los doce llamados por Jesús 
(Judas había sido reemplazado por Matías según Hech 1,15-26); los 
quinientos hermanos que vivían casi todos y que eran gentes de 
Galilea; Santiago, el conductor posterior de la comunidad de 
Jerusalén; todos los apóstoles, es decir los primeros mensajeros de 
la fe de la antigua Iglesia (un círculo más amplio de personas que el 
de los doce, a quienes se les designa por lo general como 
"apóstoles"). 
Esta lista muestra que los evangelistas no habían escrito durante 
mucho tiempo todo lo que se había transmitido en la Iglesia antigua 
sobre Pascua. En ninguna parte se nos cuentan más detalles en el 
Nuevo Testamento sobre estas apariciones a Pedro y a Santiago. 
La aparición a los quinientos hermanos la consideran algunos como 
la misma de la que habla Mateo al final de su Evangelio. La 
aparición a Pablo es narrada varias veces en los Hechos de los 
Apóstoles. 
Pero los evangelistas también narraron apariciones pascuales, 
que no están mencionadas en el testimonio de Pablo. La intención 
que tenían era la de ilustrar a los lectores acerca de puntos 
importantes de la fe pascual. Así, Lucas narra (24,36-43) que los 
discípulos pudieron tocar al Señor resucitado y que él comió ante 
sus ojos un pedazo de pez asado. Con esto el evangelista no quería 
decir que el resucitado necesitara alimento terreno alguno, sino que 
su resurrección es realidad y que los discípulos se habían podido 
convencer de dicha realidad. Juan insiste en la necesidad de la fe, 
en una conocida narración acerca de Tomás, quien solo quería 
creer en la Resurrección después de ver y tocar al Resucitado (Jn 
20,24-29): ¿Porque me has visto has creído? Felices los que aún 
sin ver creen". 

Jesucristo es el Señor
La Sagrada Escritura dice que Dios, el Padre, resucitó a su Hijo. 
Con ello quiere subrayar que Jesús fue enviado por Dios su Padre y 
que el Padre no dejó que su Hijo permaneciera en la muerte. Dios 
lleva a plenitud su historia de salvación por la resurrección de su 
Hijo. 
Pero la Sagrada Escritura también dice que Jesús resucitó al 
tercer día. Con ello quiere subrayar que Jesús tenía virtud divina; 
que tenía la potestad de entregar su vida, pero también la tenía 
para recuperarla. Jesús demuestra su gloria divina de manera 
maravillosa en su resurrección.