LA CRUZ, LEÑO DE DOLOR Y ÁRBOL DE ESPERANZA
LUIS MALDONADO
La cruz es también Pascua y por lo tanto no sólo sombra; es
también luz. La realidad pascual -muerte y vida, dialécticamente,
entrañablemente unidas- está ya arraigada, como su raíz, al pie de
la cruz.
Nosotros tendemos hoy a no verla más que como un patíbulo. La
Biblia la ve también como patíbulo -signo de muerte- pero sabe
verla además como signo de vida y de victoria. No sólo la Biblia,
también la Liturgia.
Leño hiriente y seco para las espaldas despellejadas del Justo, es
la cruz. Pero a la vez árbol verde, bañado perennemente en las
aguas de la fecundidad. Agua y árbol reverdecido, espíritu y cruz,
dos realidades inseparables, dos símbolos hermanados en la Biblia.
Es su dialéctica simbólica para expresar el sentido pascual de la
cruz.
O también, la cruz, signo de suprema humillación a la vez que
signo de suprema victoria, árbol inhiesto que abre sus brazos hacia
todas las direcciones del universo para abrazar, para atraer, para
invitar, para reunir y congregar todas las cosas.
La cruz, signo de la Acogida que Dios depara a todos los
hombres, ilimitada y sin reservas como su amor paternal.
Si la cruz es signo de la vida cristiana y como tal nos preside y
nos acompaña siempre, de un lado a otro, de un sitio a otro, hasta
reposar sobre nuestra frente, y sobre nuestros despojos
definitivamente, debe serlo por su carácter pascual, por su doble
realidad, realidad de muerte y realidad de vida. De sus ramas
siempre reverdecidas nacen los frutos pingües y suculentos de
nuestra eternidad. Sólo mirándola así podemos quererla, besarla y
acariciarla cada día con nuestras manos asustadas.
Cuando Cristo está sobre ella, caído en su más espantoso
hundimiento, la Iglesia, el Viernes Santo, se acerca descalza y
temblorosa a adorarla con una aclamación unánime que pregona a
todo el mundo: Dios santo, Dios fuerte, Dios inmortal. He aquí la
eterna paradoja pascual. En la aridez del leño, seco por la muerte,
brota el verdor de la vida inmortal. Es locura la cruz, pero es
sabiduría. Es muerte, pero es comienzo de vida. "Ave, spes única".
BIBLIA Y AÑO LITURGICO TAURUS MADRID-1963.Pág. 255)