Hablemos con María
Nuestra tradición
En la liturgia y en la piedad cristiana el sábado santo está
dedicado especialmente al acompañamiento espiritual de María en
su dolor o pérdida del Hijo. Amanece tarde, tras el cansino
movimiento procesional del Viernes, que puebla de gentes extrañas
y propias, y de sonidos clamorosos de cornetas, tambores y
bandas, las calles de ciudades clásicas en Castilla o Andalucía, por
ejemplo.
La jornada del Sábado (antes de Gloria y ahora de Silencio
ambiental en iglesias y catedrales) tiene varios rostros: uno es el de
las procesiones de la Soledad que anuncian, conjuntamente, en el
claroscuro de la noche y el día, horas de amargura, horas de
esperanza y horas de acompañamiento en amistad.
- Horas de amargura, porque Jesús ha sido enterrado: en un
sepulcro prestado, limpio, sin estrenar, fuera de la ciudad, presto a
ser olvidado, excepto por los verdaderos amigos del muerto,
principalmente por MARÍA y por unas mujeres incondicionales ...
- Horas de esperanza, sobre todo para quienes mejor entendieron
las palabras, gestos y mensajes salvíficos de Cristo, que fueron las
mismas mujeres anteriores, las que confiaban en el real triunfo de la
vida sobre la muerte.. ¡ Jesús dijo que resucitaría..! Hay que estar
vigilantes por si llega presto....
- Horas de acompañamiento en amistad sincera, pues, en
momentos difíciles es cuando se precisa y se debe dar la presencia
de manos y corazones que abracen y sepan latir al ritmo del que
sufre y ama en el dolor. Hoy las HORAS SANTAS, PROCESIONES
DE SOLEDAD, SILENCIOS EN LAS CALLES..., son eso: momentos
de soledad vividos en compañía de quien nos ama ..., momentos de
nuestra ofrenda de compañía a María, la madre de Jesús y madre
nuestra...
Nuestro coloquio con María
En días como el Sábado Santo, los discursos de academia o los
sermones de púlpito no responden tan bien a la realidad de los
corazones que sufren y esperan como los coloquios íntimos que se
mantienen a media voz de sonido y de confidencia, dando rienda
suelta a los impulsos entrecortados del alma que se confía.
En esa línea de comunicación, vamos a compartir y a vivir con la
religiosa sor Esperanza María Ortega, unos minutos dedicados a
glosar los misterios de dolor en su especial Rosario de María y con
María. Lo hacemos en cuatro momentos oracionales, situándonos
espiritualmente en cuatro lugares históricos-místicos.
María en el huerto...
"Madre, ¡qué cara te ha costado el Ave María de nuestros
Rosarios: Madre de Dios, Madre de Dios ...!. ¡Qué duro fue para ti el
momento en que vinieron por él y se lo llevaron. Y él aceptó todo...!
¡Qué azotes!
¿Estabas tú allí, cerca, Madre? ... Sí, estarías...Tú nunca haces
ruido. Tu paso es siempre silencioso. Sí, estabas oyendo aquellos
golpes trágicos. Nada pudiste hacer para evitarlos...
Estabas allí, con él, y él contigo. Estabais siempre juntos, desde
que dijo el ángel : el señor está contigo... Está contigo
silenciosamente..., cuando tú oyes los golpes... recibiéndolos...
Sabes, Madre, yo reconozco que también estaba allí. Pero ¡cómo
estaba! Siento vergüenza, yo era causa de aquellos golpes... por
mis pecados.
Por eso, a veces, casi no me atrevo a mirarte, Santa María,
Madre de Dios y madre mía...
No me lo tengas en cuenta..., y ruega por mí, ruega por
nosotros..., ahora y en la hora de nuestra muerte. Ruega para que
nos perdonen tanta locura, tanta insensatez..."
María en la calle de la amargura
"Madre, sé que estabas en la calle de la Amargura. Allí sí que
estabas.. Todos lo dicen así. ¡Qué larga y penosa calle la de la
Amargura...!
Y el madero también ¡que grande!... Y la mirada ¡qué triste!... Y el
cielo ¡qué plomizo!...
Hoy, si me permites, me voy contigo, para que no subas sola...
Además, te confieso, Madre, que yo tengo interés en subir. Y no
me atrevo, si no voy contigo.
Déjame, pues, acompañarte. Te prometo no volver a traicionarle
a tu Hijo. Ni a ti tampoco. Seré tu hija. No te abandonaré jamás.
Quiero llegar contigo al Gólgota..."
Con María en el monte
"Ya estamos, Madre. Pero ¡Dios mío, qué monte!... Aquí los labios
se paralizan..
Tú, Madre, eres bendita entre todas las mujeres..., y él es el fruto
de tu vientre.. Pero ¿le reconoces?... ¿ Sí ? Claro, sí, es él; sólo él
podía estar ahí..., como está, clavado...
Y tú, Madre, eres la única madre suficientemente fuerte como
para poder mirarle cara a cara...
Madre, nunca mejor que ahora he comprendido que eres, de
verdad , la Madre de Dios...
¡Bendita tú entre las mujeres!....."
Quedemos en silencio
"Y ahora, Madre, aquí en el monte, quiero quedar contigo en
silencio.., suspendida en oración.
Gloria al Padre... y al Hijo ... y al Espíritu Santo...
Gracias, Madre, por haber podido acompañarte... Ahora me
siento más hija...
Desde la soledad orante del Gólgota, ya no puedo dudar. Bendita
tú. Bendito el fruto de tu vientre!"
DOMINICOS