Algunos datos geográficos e históricos sobre la sepultura y la resurrección de Jesús
Francisco Varo
Profesor de Sagrada Escritura
Es posible que hayamos pasado en muchas ocasiones por una
cantera. Con frecuencia impresiona al visitante, o a quien la
contempla desde lejos. Las grandes paredes de piedra que la
delimitan dan testimonio del trabajo que allí se ha realizado a lo
largo de los años.También hay viejas canteras abandonadas, que
ofrecen rincones sugestivos...
Tal vez no sabemos que Jesús fue sepultado y resucitó en un
lugar así: una modesta cantera abandonada. Esta cantera se
hallaba al noroeste de Jerusalén. Excavaba la suave pendiente del
monte Gareb en el ángulo que formaban al unirse dos de las tres
murallas Ðla de Ezequías y la de ManasésÐ que rodeaban la
ciudad, donde se abría la puerta llamada de Efraim, próxima al
palacio asmoneo.
Una cantera junto al Gólgota
De esa vieja cantera se había extraído un tipo de piedra caliza
muy empleado para la construcción. Estaba situada cerca del muro
occidental de la ciudad, pero fuera de ella. Había sido explotada
durante mucho tiempo, según parece entre los siglos VII al I antes
de Cristo, pero en tiempos de Jesús ya había sido abandonada.
Los trabajos para la extracción de la piedra habían abierto un
amplio recinto, en forma de herradura, rodeado de paredes rocosas
en sus lados este, norte y oeste. Este recinto, una vez que se hubo
abandonado la explotación, se rellenó en parte con la tierra
abandonada en los alrededores, y se transformó en huerto. La
pared oriental Ðla más cercana a la muralla de ManasésÐ tenía en
su zona norte un promontorio rocoso de unos cinco metros de
altura, con forma más o menos redondeada, debido a la altura era
conocido con el nombre de Gólgota, que en arameo significa "la
calavera".
Al lado de la cantera pasaba un camino que venía de la ciudad.
Era un lugar bien visible en un sitio concurrido. Por eso, cuando
Pilato decretó la condena a muerte de Jesús lo llevaron hasta allí
para que su ejecución fuera vista por muchos y sirviera de
escarmiento.
En las paredes rocosas que rodeaban el huerto se habían
cavado varias tumbas. En el lado occidental (el más separado de la
muralla, por tanto enfrente del Gólgota), y mirando al Este, había un
sepulcro nuevo, propiedad de José de Arimatea. Se accedía a él por
una puerta muy pequeña. delante de esta puerta, para sellar la
entrada, había una gran piedra cilíndrica semejante a una muela de
molino, que cuando era necesario se podía hacer rodar por un
canal tallado en el suelo. Una vez pasada la puerta, se entraba en
un vestíbulo cuadrado con un banco de piedra corrido alrededor de
las cuatro paredes, a una altura de aproximadamente medio metro
sobre el suelo.
De este vestíbulo se pasaba a la cámara funeraria propiamente
dicha, en la que, bajo un arco empotrado en la pared, ya estaba
preparado el banco funerario sobre el que se depositaría el
cadáver. La única tumba que había por el momento todavía no
había sido utilizada por nadie.
Cómo fue sepultado Jesús
Debido a su cercanía con el Gólgota y a la prisa para sepultar a
Jesús antes de que llegara la hora de comienzo del sábado, su
propietario lo ofreció para que Jesús fuera enterrado allí, y se hizo
cargo de las gestiones legales necesarias, según testimonia el
Evangelio de san Juan (19, 38-40).
El relato escueto nos deja con la curiosidad de saber más detalles
acerca del modo concreto en que fue sepultado Jesús. Estudiando
las fuentes judías antiguas se pueden conocer algunos detalles
sobre las costumbres que tenían los judíos al dar sepultura a sus
difuntos.
Entre las primeras muestras de piedad con el fallecido estaba el
cerrarle los ojos y la boca, dejándole sujetas las mandíbulas con un
sudario enrollado alrededor de la cara y atado en la parte superior.
También se peinaba la barba y los cabellos, se lavaba el cuerpo y
se le ungía. El cadáver podía ser vestido con una túnica o bien
envuelto en una pieza de tela de lino.
La cantidad de aromas sólidos preparados para la sepultura de
Jesús, según el evangelista san Juan, es enorme: unas cien libras,
que equivalen a treinta y tres kilogramos aproximadamente. La mirra
es una goma-resina aromática, y en este caso estaba mezclada con
perfume de áloe.
Según estos datos, José de Arimatea y Nicodemo, quisieron
preparar a Jesús una sepultura como la que correspondía a un rey,
con abundancia de aromas y en un sepulcro nuevo. Los aromas
podían ser esparcidos dentro de la mortaja o puestos al lado del
cadáver, sobre el banco de piedra en que era colocado.
Por qué creyeron Pedro y Juan
Las palabras que utiliza el evangelista Juan para describir lo que
Pedro y él vieron en el sepulcro vacío expresan con realismo la
impresión que les causó. El sudario estaba "enrollado" como estuvo
el Viernes Santo por la tarde alrededor de la cabeza de Jesús. Los
lienzos permanecían ligados, como habían sido colocados
envolviendo el cuerpo de Jesús, pero ahora no envolvían nada y
por eso estaban "aplanados", huecos, como si el cuerpo del Mestro
se hubiera esfumado y hubiera salido sin desenvolverlos, pasando a
través de ellos.
Todavía hay más datos sorprendentes en la descripción de lo que
vieron. Cuando se amortajaba al cadáver, primero se enrollaba el
sudario a la cabeza, y después todo el cuerpo y también la cabeza
se envolvía en los lienzos...
La descripción evangélica señala con extraordinaria precisión lo
que contemplaron atónitos los dos apóstoles. Era humanamente
imposible explicar la ausencia del cuerpo de Jesús. Era físicamente
irrealizable que alguien lo hubiera robado...
Hasta tal punto fueron significativos los restos que encontraron en
el sepulcro vacío, que le hicieron intuir de algún modo la
Resurrección del Señor, pues "vieron y creyeron". De estos detalles
se desprende que el cuerpo de Jesús resucitó de forma gloriosa,
trascendiendo las leyes físicas. No se trataba sólo de una
reanimación del cuerpo, como la sucedida por ejemplo en el caso de
Lázaro, pues en este caso el cuerpo de Jesús habría tenido que ser
desligado de las vendas y demás lienzos de la mortaja para poder
andar, como había sucedido en el caso de su amigo de Betania.