REFLEXIONES SOBRE LA VIGILIA PASCUAL

 

1. PAS/ESCATOLOGIA  J/CREACION-NUEVA 

-La liturgia de la Vigilia Pascual nos ofrece una visión global del  paso y del recorrido desde la Creación a la Nueva Creación. Se nos presentan unas perspectivas de la Historia de la Salvación  desde la creación del mundo hasta la plenitud. Con la Encarnación y  Resurrección de JC todo el mundo sufre una revolución y a la vez se le capacita a tomar parte de la plenitud y soberanía de JC resucitado  con una nueva y mejor forma de existencia.

Cristo es el primer fruto de la nueva creación. Su vida, que  culmina con su resurrección y glorificación por el Padre, es como  anticipación que deja entrever lo que todavía queda por hacer, y lo  que aún falta a la creación y a la humanidad en todas las  dimensiones de la existencia.

-Con la resurrección de Jesús empieza el futuro escatológico, es  decir, la plenitud y perfección de paz, de bien, de amor, de vida, de  justicia, que serán el Reino de Dios ya realizado; que ya ahora  vivimos como inicio y en crecimiento, y que entonces llegará al  término definitivo y perfecto.

Este término definitivo y perfecto no se realizará hasta que llegue  "el día del Señor". Mientras, vivimos en la realidad de lo que somos y  poseemos, con la esperanza de lo que tendremos y seremos. Para  llegar, como Cristo para llegar a la resurrección, se necesita una  vida y una lucha. Recordando a san Pablo, se necesita fe, que  después desaparecerá; se necesita esperanza, que se convertirá en  innecesaria; se necesita amor, que entonces llegará a su plenitud. 

JOAQUÍN MONASTERIO
MISA DOMINICAL 1976, 8


2.

INDICACIÓN LITÚRGICA

La Vigilia Pascual es, según el Misal Romano "la madre de todas  las vigilias" y celebra el acontecimiento cumbre de la historia de la  salvación, que es la resurrección del Señor.

Esta celebración tiene cuatro momentos: bendición del fuego, la  liturgia de la palabra, la liturgia bautismal y la eucaristía. Hay que destacar el sentido exultante del pregón pascual así  como el recuerdo de la liberación del pueblo de Israel que narra el  texto del Éxodo, que siempre hay que leer, y el anuncio de la  resurrección del Evangelio.

La Semana Santa sin la celebración pascual es algo truncado y  casi sin sentido y puede conducir a un cristianismo equivocado. Es  quedarse en el dolor y la muerte, cuando Jesús nos quiere llevar a  la vida y a la renovación.

La comunidad o el cristiano que no pueda celebrar esta vigilia,  cosa que habría que urgir, tiene que vivir este sentido pascual en la  misa del domingo. Hay que educar al pueblo (y a nosotros mismos).  Pascua es la gran fiesta cristiana y el hombre de hoy está muy  necesitado de la alegría y esperanza que brota de la resurrección  de Jesús.

DABAR 1978, 3


3.

La noche de Pascua, en su verdadero sentido, es la fiesta nupcial  de la Iglesia. Todas las imágenes de nupcias y bodas que, llenas de  promesas, nos acompañan a lo largo de la liturgia anual, alcanzan  hoy toda su plenitud. La imagen del pozo de Jacob se ha hecho feliz  realidad: la mujer que no tenía esposo, pero que había pertenecido  a muchos, ha encontrado al esposo celestial que le estaba  destinado desde el comienzo. La humanidad ha acabado por  comprender a quién debe dirigir el saludo que hasta ahora había  dirigido a un esposo falso y seductor. Este saludo era: "¡Salve,  esposo!¡Salve, nueva luz!" (Fírmico Materno, De errorre profanarum  religionum, 19, 1). Pues "sólo hay una luz, sólo hay un esposo:  Cristo es el único que ha recibido la gracia de tal nombre" (Id). Aquí, en la noche de Pascua, en boca de la Iglesia y ante la luz  del cirio pascual, figura de Cristo, el antiguo saludo de los misterios  paganos alcanza su verdadero sentido. Ya es de noche; llega el  esposo a casa y encuentra a la esposa desvelada. No ha podido  pegar los ojos sabiéndolo fuera, en la noche del sepulcro.

¡Ahora ha vuelto vivo! "Sus cabellos están cubiertos de la  escarcha de la noche" (1); aún lleva impresas las huellas de la  pasión. Pero está ante la puerta, sobrenaturalizado, con el cuerpo  glorificado, revestido de la divinidad, "mirando por las ventanas,  atisbando por entre las celosías" (2). Hasta ahora la esposa  solamente ha podido adivinarlo a El a través de las ventanas y las  celosías, a través de los dichos y las imágenes de los profetas.  Ahora ha salido de la oscuridad de la noche, y su presencia viva en  la gloria de su resurrección sobrepasa con su resplandor cualquier  imagen y profecía.

..........

(1) Ct 5, 2; véase S. Paulino de Nola, Carta 23, 33: "Quae autem nox  intellectu spiritali putanda nisi passio Domini...")

(2) Ct 2, 9; véase San Ambrosio:: De Isaac, 4, 32-33, donde las "ventanas"  se interpretan como su fueren los profetas, por quos Dominus genus respexit  humanum, priusquam in terras ipse descenderet, "por los cuales Dios miró al  género humano antes de bajar Él mismo a la tierra".

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II
EDIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 72 s.


4.

Esta es la esperanza que se reanima con la luz de Pascua; la  esperanza de la Parusía. Los antiguos cristianos en la noche de  Pascua esperaban el retorno de su Señor. Al ver que pasaba la  medianoche, sabían que todavía había de tardar en manifestarse. Después, al celebrar el santo sacrificio, penetraban místicamente  con El en el misterio de su muerte y resurrección, elevándose  también con El hasta el Padre. Este es el último sentido del santo  sacrificio en la noche pascual: verifica la Pascua, el tránsito; hace  que la resurrección sea cierta en nosotros.

Predice, al mismo tiempo, la Parusía, que no será sino la  manifestación de la resurrección. El verdadero punto culminante y  consumación de la noche de Pascua está muy por encima de lo  simplemente temporal: será el amanecer del postrer día, el  crepúsculo de la eternidad.

Como beneficio de esta solemnidad hemos de sacar la firme certeza de que nos  encontramos ya para siempre, eternamente, en la casa del Padre. Los dolores de este  mundo no podrán ya conmovernos hasta lo íntimo de nuestra alma, pues tan sólo herirán lo  que está ya muerto. Nada tenemos en común con el pecado, pues estamos muertos a él.  Tan sólo nos interesa Dios; nuestras vidas transcurrirán en adelante escondidas en El. Toda  nuestra vida cristiana ha de estar impregnada de la noche pascual; será entonces cuando  estaremos enraizados en lo alto y no vacilaremos acá abajo, sino que nos mantendremos  firmes y produciremos mucho fruto.

La solemnidad de esta noche ha comenzado en la sepultura. Pero ahora sabemos que el  sepulcro está vacío; se ha aparecido el ángel y ha anunciado la resurrección del Señor. Se  ha realizado el sacrificio; hemos comido la carne del Cordero pascual, hemos "pasado". Ya  sólo nos resta una cosa que hacer: obedecer al encargo del ángel, anunciar la resurrección  a los que buscan, a los que dudan, a los que no creen: "No está aquí, ha resucitado, según  lo había anunciado" (/Mt/28/06). "Buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a  la diestra de Dios; pensad en las cosas de arriba, no en las de la tierra" (Col 3, 1-2). 

EMILIANA LÖHR
EL AÑO DEL SEÑOR
EL MISTERIO DE CRISTO EN EL AÑO LITURGICO II
DIC.GUADARRAMA MADRID 1962.Pág. 83


5.

Vivos para Dios

El himno del Gloria nos hace pasar del anuncio pascual en el Antiguo Testamento a su  realización en el Nuevo.

La carta de san Pablo a los Romanos (6, 3-11), de la que se proclama esta Noche un  pasaje fundamental, constituye la base teológica de nuestro bautismo. Al referirse san Pablo al rito de nuestro bautismo, expresa esta liberación nuestra.  Sumergidos en la muerte con Cristo y sepultados con él, con él también resucitamos a una  vida nueva. El hombre viejo fue crucificado con él para que este estado de pecado quedara  reducido a la impotencia. Ya no somos esclavos del pecado; hemos muerto al pecado y  vivimos para Dios. San Pablo, después de haber dado (v 5) una breve doctrina del  bautismo, expone ahora las conclusiones que se desprenden de ella (vv. 6 y 7). El  bautizado, al estar muerto con Cristo, no pertenece ya al reino del pecado. Se acabó con las  consecuencias de la desobediencia del primer hombre; la obediencia del segundo Adán nos  reconcilió con Dios y estamos incorporados a su pueblo, que es la Iglesia (Col 1, 17). Esta  unión con Cristo se realiza ahora; sin embargo, su realidad definitiva la encuentra en la  escatología (v. 9). Hasta entonces, somos salvados en principio y en la unión con Dios,  según la aplicación concreta que hacemos de los instrumentos de salvación que se nos  ofrecen. La vida cristiana es, pues, vida en la libertad de los que ahora han salido de la  esclavitud del pecado. Pero esta libertad es duradera sólo a condición de que siempre se  ejercite con referencia a la situación nueva en que somos colocados por nuestro bautismo  como hijos de adopción.

El canto 117 canta el prodigio obrado en nosotros por el Señor:

La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor.

Para cada uno de los tres ciclos se ha elegido un evangelio. 

Todos estos evangelios refieren el mismo hecho del descubrimiento de la resurrección.  Para entenderlos hay que colocarlos paralelamente; pues en realidad, es importante  presentar estos textos partiendo del evangelio de Marcos y reflexionar sobre ellos. Marcos  parece haber sido, en efecto, el primer testigo de un relato de la ida de las mujeres al  sepulcro. Al estudiar los exegetas ciertas incoherencias de la narración, se han dado a  investigar cuáles serían las fuentes utilizadas por Marcos; no vamos  a seguir sus investigaciones, pues nos saldríamos de nuestro  propósito. No es difícil descubrir los pasajes similares de este relato  en los Sinópticos y en Juan. Y sin embargo, cada uno aduce sus  preocupaciones con respecto a la evangelización que le incumbe y  según la propia personalidad. 

San Mateo ofrece una síntesis  doctrinal de la resurrección, en la que la intervención del ángel sirve  de introducción a las apariciones de Cristo resucitado a las mujeres  (Mt 28, 9-10) y a los Once (28, 16-20). Por otra parte, se preocupa  por cierta apologética, al acusar los judíos a los cristianos -"hasta  hoy"- de haber robado el cuerpo. 

San Lucas se complace en insistir  en presentar el sepulcro vacío; la verificación del hecho la hacen las mujeres antes de que intervengan los ángeles (Lc 24, 3); por último  algunos discípulos, Pedro entre ellos, van a cerciorarse de lo  acaecido (Lc 24, 12.24). 

San Juan es menos "anecdótico". No se  niega, sin embargo, a cierta apologética, y el descubrimiento por  María Magdalena del sepulcro vacío (Jn 20, 1) hace improbable el  traslado del cuerpo (20, 2.6-7.13.15). Pero continuando Juan con el  tema principal de todo su evangelio, la fe, le gusta estudiar las  reacciones de los discípulos respecto a ella.

En consecuencia, a Pedro y Juan se les define por su acceso a la  fe (20, 3-10), y María Magdalena pasa de la angustia provocada por  la ausencia del cuerpo a una especie de alborozo originado por una  presencia nueva del Señor (20, 29). San Marcos está en la base de  estos relatos. El sepulcro vacío manifiesta el poder de Dios, y la ida de las mujeres al sepulcro certifica la victoria de Cristo sobre la  muerte, tras la apariencia de una especie de fracaso de su misión. A  partir de ahí, las distintas apariciones de Cristo resucitado, a quien  los Apóstoles reconocen con vacilación al principio (pues si es el  Señor y aquel es su cuerpo, éste es un cuerpo transfigurado),  ocupan el lugar central en la enseñanza de la primitiva lglesia, como  lo demuestran los discursos de los Hechos y la primera carta a los  Corintios (15, 3-8). La verificación de las palabras de las mujeres,  por parte de san Pedro y de los discípulos, comunican al hecho una  particular autoridad que garantiza la enseñanza catequística de la  resurrección.

Lo importante para esta proclamación litúrgica de esta noche de Pascua no es el hecho  histórico del sepulcro vacío, que no es el objeto de nuestra fe, como tampoco la manera  como se efectuó la resurrección de Cristo, sino la conformidad de nuestra vida con Cristo  resucitado para que, habiendo muerto con él, resucitemos con él.

Tal es el objeto de la fe de los que se preparan para el bautismo y van a recibir en él esta  fe sacramental que les da la salvación; y tal es también el objeto de la fe de todos los  cristianos, por encima de la problemática del cómo de la resurrección.

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 134 ss.


6.

La noticia de la resurrección, la que llenó de espanto a las pobres y valientes mujeres  que fueron con sus aromas al sepulcro, la que hacía reír a los sabios de Atenas cuando se  la escucharon a Pablo, la que sacaba fuera de sí a las autoridades del pueblo judío cuando  la predicaban los apóstoles, es la noticia que esta noche santa (este día) nos congrega y  nos alegra a nosotros. Es la noticia que hoy se propaga por todos los rincones de la tierra  como el mejor de los anuncios. Es la noticia que fundamenta nuestra fe y nuestra razón de  ser como cristianos.

Celebramos la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, que es la fiesta de la Pascua, o  la Fiesta, sin más, la que hace posible todas las fiestas. La llamamos Pascua florida, no sólo  porque estamos en primavera, sino porque Jesucristo es la Primavera, porque floreció y  porque con él floreció la vida y la alegría.

Unas mujeres iban con sus aromas para embalsamar el cuerpo de nuestro Señor  Jesucristo. Repasemos con ellas las heridas que había recibido su cuerpo, roto de tanta  entrega. Esas heridas son signos, no sólo de lo que sufrió, sino de lo que amó. En una  homilía preciosa del sábado santo, Cristo habla así al viejo Adán: «Contempla los salivazos  de mi cara, que he soportado para devolverte tu primer aliento de  vida; contempla los golpes de mis mejillas, que he soportado para  reformar, de acuerdo con mi imagen, tu imagen deformada;  contempla los azotes en mis espaldas, que he aceptado para  aliviarte el peso de los pecados; contempla los clavos que me han  sujetado fuertemente al madero, pues los he aceptado por ti, que  maliciosamente extendiste una mano al árbol prohibido». 

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Pág. 169


7.

Yo sé que Cristo ha resucitado:

-- Porque ha convertido mi corazón de piedra en corazón de  carne.

--Porque tengo la experiencia del perdón.

--Porque ha puesto en mí una fuente de alegría que nadie me  puede arrebatar.

-- Porque tengo su paz.

--Porque me quita todos los miedos y puedo arrojarme en sus  manos.

--Porque siento un gran amor a todos mis hermanos.

--Porque noto siempre fresca la flor de la esperanza.

-- Porque veo en el pobre el rostro de mi Señor.

-- Porque sé que nunca estoy solo.

¿Tenéis todavía alguna losa encima, alguna tristeza incurable,  algún miedo invencible, algún egoísmo insuperable? Pues díselo al  Señor resucitado, ábrete a él, que te haga sentir su presencia y su  fuerza, que clave en ti su bandera triunfadora. Así podrás celebrar la  Pascua de Jesucristo. Y no sólo celebrarla, sino ser testigo vivo de  la resurrección.

CARITAS
UN AMOR ASI DE GRANDE
CUARESMA Y PASCUA 1991.Pág. 171


8.

«El que cree en la resurrección debe:

--Luchar contra todo lo que causa muerte (atentado, enfermedad,  relaciones sociales, atentados a la naturaleza).

-- Resucitar lo que va muriendo en nosotros: posibilidades de uno  mismo no cultivadas...

--Situarse junto a los crucificados, donde está Dios, no junto a los que crucifican.

--Contagiar vida: hacer surgir esperanza e ilusión...» 

Pastoral Juvenil


9.

«Nadie, pienso yo, podrá entender la fuerza y el poder de esta palabra: «Resurrección»,  si encuentra la vida miserable y simplemente aburrida. Únicamente los que aman la vida  pueden entender lo que significa perderla y pueden tener seguridad de que tendrán vida y  vida eterna». 

KARL Barth 


10. EP-CRA/EP-HUMANA 

«Allí donde se estrellan todas las esperanzas humanas», allí precisamente empieza la  esperanza de los creyentes.

J. Moltmann


11.

La Noche Bautismal

En la encíclica Tertio Millenio Adveniente, el Papa Juan Pablo II  haciendo referencias a las tareas que corresponde a este año dice:  'El esfuerzo de actualización sacramental mencionado anteriormente  podrá ayudar, a lo largo del año, al descubrimiento del bautismo  como fundamento de la existencia cristiana, según la palabra del  Apóstol: "Todos los bautizados en Cristo os habéis revestido de  Cristo" (Gal 3,27)'.

Las celebraciones de la Noche Santa de la Vigilia Pascual ofrecen  una buena ocasión para no sólo recordar el sacramento que nos  hizo cristianos, sino para actualizar la gracia bautismal recibida. Ya en el rito del Cirio Pascual podemos aprovechar el momento  en el que se nos invita a reproducir de un modo simbólico el efecto  fontal del Bautismo: nuestra incorporación a Cristo. Nos  acercaremos al Cirio Pascual para que su llama encienda la vela  que llevamos entre las manos igual que, al ser bautizados, la luz y la  gracia de Cristo Resucitado invadieron todo nuestro ser y nos  hicieron hijos del Padre.

Entonces será bonito recordar palabras como estas: 'Ahora sois  luz en el Señor; comportaos, por tanto, como hijos de la luz' (Ef 5,  8).

Especial importancia tiene la tercera lectura de la Vigilia. Es el  relato del Éxodo de los Israelitas que, al atravesar el Mar Rojo,  pasaron de la esclavitud a la libertad. Fue la primera Pascua,  imagen de la de Cristo que pasó por la muerte y resucitó a la diestra  Padre y ha hecho posible nuestra pascua, que tiene en el Bautismo  su inicio pues nos hizo pasar del pecado a la condición de hijo de  Dios. La oración que sigue lo expresa así: 'Oh Dios, que has  iluminado los prodigios de los tiempos antiguos con la luz del Nuevo  Testamento: el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal, y el  pueblo liberado de la esclavitud imagen de la familia cristiana ...'. La lectura de la Carta a los Romanos nos recordará el entronque  existente entre el Misterio Pascual de Cristo y el Bautismo, pues por  este sacramento hemos entrado en el ámbito de ese misterio y así  actúa en nosotros tanto la fuerza purificadora de la muerte de Cristo  como el raudal de vida divina que nos viene de su Resurrección.

Después de la homilía, haremos la renovación de las promesas  bautismales. Todos, de pie, con la vela encendida en la mano,  respondemos a las preguntas del sacerdote, las misma de nuestros  Bautismo, y seremos asperjados con el agua; palabras y gestos  recuerdan el bautismo que hemos recibido y el compromiso de vivir  una nueva vida en Cristo Jesús.

Realmente, es una Noche Bautismal que hemos de aprovechar  para remozar nuestra vida cristiana de todos los días con la lozanía  del nuevo nacimiento vivido en el bautismo.

Antonio Luis Martínez
Director del Secretariado diocesano de Liturgia


12.

¡Oh noche más clara que el día!

¡Oh noche más luminosa que el sol!

¡Oh noche más blanca que la nieve!

¡Más luminosa que nuestras antorchas,
más suave que el paraíso!

¡Oh noche que no conoce las tinieblas;
tú alejas el sueño
y nos haces velar con los ángeles!

¡Oh noche, terror de los demonios,
noche pascual, esperada todo un año!

Noche nupcial de la Iglesia,
que das vida a los nuevos bautizados
y vuelves inocuo al demonio entorpecido.

Noche en la que el Heredero introduce a los herederos en la eternidad.

(Asterio de Amasea, Inni a Cristo nel primo millennio della Chiesa, Roma 1981, 93).


13.

Es de noche, pero no una noche maligna, sin caminos, sino buena, rebosante de cercanía de Dios, y su Palabra nos guía. La seguimos y nos lleva a los orígenes de nuestra existencia. Hemos escuchado las profecías que muestran el camino de la salvación a través de la historia. La primera de ellas habla del comienzo del mundo, cuando Dios creó todas las cosas; la segunda, del principio de la historia sagrada, cuando Abrahán fue llamado y selló un pacto con él, y así las demás. Un acontecimiento tras otro, y nosotros vemos la concatenación de los hechos hasta aquella noche de la que se ha cantado en el Exultes. noche "verdaderamente dichosa", en la que el Señor resucita de la muerte y de la oscuridad de la tumba a la gloria de su vida eterna. No sólo escuchamos cosas de ella, sino que participamos en la experiencia que le da vida. Ahora está cercana porque cuanto él hizo y cuanto acaece es acción divina destinada a penetrar siempre de modo nuevo en la experiencia cristiana, en el momento de la celebración sagrada.

La misma celebración nos lleva a aquel principio en el que -ahora no nos es permitido decir nosotros, sino que cada uno debe decir seria y gozosamente "yo"- yo nací a la nueva vida de la gracia creadora de Dios, el bautismo. Cuando lo celebré, surgió la luz en mí. Aquella vida, que debe perdurar eternamente, comenzó en mí. En aquel momento acogí la vida de Cristo en lo íntimo de mi ser, en el alma de mi alma. Ahora asumo sus consecuencias: ser una persona que no sólo vive la vida humana, sino como quien ha recibido el sello del Señor (R. Guardini, La pascua. Meditazioni, Brescia 1995, 37s).


14.