COMENTARIOS A LA SEGUNDA LECTURA
Gn 22, 1-18

Ver CUARESMA 02B

1. FE/CONFIANZA:

Creer no es crear ni inventar nada. Creer es fiarse. Fiarse de Dios y de su palabra. Creer no es tampoco empeñarse en saber. No soy yo quien tengo que saber. Creer quiere decir simplemente que Dios lo sabe, aun cuando yo esté a oscuras, y que me ama, aun cuando yo no lo sienta.


2. ABRAHAN/FE:

El Dios creador es también el que escoge para sí un pueblo. Pertenecen a este pueblo todo los que participan de la fe de Abrahán, una fe que no renuncia a sacrificar lo que le es más querido y que constituye la base de la esperanza de formar un pueblo; pero a partir de esta fe llega la bendición de Dios. Por otro lado, la obediencia de Abrahán nos recuerda, especialmente esta noche, la obediencia de Cristo que se entregó a sí mismo para que todos podamos obtener la amistad con Dios.

JOSÉ ROCA
MISA DOMINICAL 1981, 8


3.

El sacrificio de Abrahán, nuestro padre en la fe. En el origen del texto quizá se encuentre un relato de fundación de un santuario. Pero, como fuere, lo que sí hay es una condena explícita de los sacrificios humanos: el pueblo de Israel debe ofrecer a Dios los hijos primogénitos, como debe hacer con las primicias de todo, pero no derramando su sangre. Y la narración tiene también otro objetivo: destacar por encima de todo la fe de Abrahán. Este hombre pone una confianza tan grande en Dios que se dispone a ofrecerle "el hijo único", al que tanto quiere y que es la prenda de la promesa que el mismo Dios le había hecho. No es extraño que los Padres de la Iglesia vieran en Isaac la figura de Jesús, el único y amado de Dios que, éste sí, se ofrece en la cruz.

J. M. GRANÉ
MISA DOMINICAL 1992, 6


4.

-El hijo único sacrificado

La 2ª lectura (Gn 22, 1-18) nos presenta el sacrificio de Isaac, elección particularmente acertada en esta Noche en que la Iglesia se reúne para celebrar la Pascua. La historia es conocida; es uno de los "tipos" esenciales de la Escritura y de la liturgia. Para encajarla no basta con insistir en la fe de Abrahán y sacar de ella conclusiones morales sobre la aceptación incondicional de cuanto pudiera Dios enviarnos con carácter de sufrimiento. Sin descartar estas conclusiones, no se debería empequeñecer hasta este nivel el significado bíblico-litúrgico del texto. La carta a los Hebreos nos indica el camino del doble significado de este acontecimiento: "Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para resucitar muertos. Y así recobró a Isaac como figura del futuro" (/Hb/11/19). Si el sacrificio de Isaac, hijo único, nos invita a pensar en el sacrificio del Hijo unigénito del Padre, la salvación concedida a Isaac nos traslada a la resurrección de Cristo.

El relato incluye una frase importante para la interpretación del gesto de Jesús y para todos los sacrificios que la Iglesia ofrece con su Cristo: "Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de Moria y ofrécemelo allí en sacrificio" (Gn 22, 2). El apremio del texto es patente: se trata de una pertenencia querida: "tu hijo", de una pertenencia más querida por ser "única". El sacrificio que se pide en tanto es más costoso en cuanto que Isaac es el único hijo, y que su nacimiento de una madre estéril se produjo para que se realizara una misión muy importante en orden a constituir el pueblo de Dios: Isaac es el hijo de la promesa. Por otra parte, con estas palabras presentaba el mismo Señor a Abrahán el hijo que iba a nacer de Sara: "Isaac es quien continuará tu descendencia" (Gn 21, 12). Si hemos insistido para que el relato no sea objeto de una interpretación exclusivamente moralizadora, no es menos cierto que este relato invita a los catecúmenos presentes, en espera de ser bautizados, a tener fe absoluta en el Señor, condición incluso para renovar su vida mediante el sacramento que van a recibir y que les conferirá el don sacramental de la fe. Porque si la fe les condujo al bautismo, sin embargo es el bautismo el que les dará la fe, obra del Espíritu.

Esta fe tiene por objeto la muerte eficaz de Cristo en orden a la liberación con la desobediencia de Adán. Por tanto, esta fe tiene como objeto la resurrección, que significa el paso a la vida a través de la muerte. Esto es lo que realiza la Alianza. Por eso se presentó siempre a Abrahán como "nuestro padre en la fe".

Lectura esencialmente pascual: un acto de obediencia incondicional a la voluntad de Dios hasta la oblación del hijo único, oblación que éste acepta; pero sacrificio de muerte para la vida y la restauración de un pueblo en el cumplimiento de la promesa.

EI salmo responsorial que sigue a esta lectura ha sido elegido muy acertadamente (Sal 15). Por otra parte, desde los primeros tiempos de la Iglesia ha sido interpretado como anuncio de la resurrección (Hech 2, 25 29):

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa,
mi suerte está en tu mano...
y mi carne descansa serena:
porque no me entregarás a la muerte
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción .

La asamblea se recoge meditando este misterio, y la oración concluye:

¡Oh Dios, Padre supremo de los creyentes!, que multiplicas sobre la tierra los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción...

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 127 s.


5.

Sería pueril tomar al pie de la letra todos y cada uno de los detalles de la narración del sacrificio de Isaac. No nos encontramos ante un reportaje periodístico ni ante una narración escrita por un historiador; nuestra perícopa es más bien una «saga», una narración que condensa en los acontecimientos de un personaje histórico (Abrahán) las líneas maestras de la historia de salvación del pueblo creyente a través de los siglos.

Son siglos de una experiencia religiosa, que, guiados por la pedagogía de Dios, han enseñado al pueblo de Israel a pasar del terrible sacrificio de los primogénitos a la inmolación de un animal. Se necesita el paso de muchas generaciones que han vivido sucesivamente la certidumbre del cumplimiento de la promesa divina y las dudas nacidas de los derrumbamientos nacionales, es decir, es necesaria la larga historia de salvación de un pueblo creyente para que un texto como el nuestro, preñado de tragedia y de opresión contenida, consiga desencadenar al final la magnífica profesión de esperanza en el Dios que no defrauda a pesar de las apariencias (w 15-18).

ABRAHAN/ISAAC: El texto del sacrificio de Isaac se incorporó pronto a las compilaciones sagradas. Pero era demasiado rico para permanecer en ellas como letra muerta. Se fue transmitiendo oralmente y por escrito. Fue la transmisión de un mensaje vivo y vivificante que se iba ampliando y enriqueciendo con las nuevas experiencias religiosas del pueblo. Así, en tiempo de Cristo, Abrahán es un personaje modélico no sólo por su fe obediente, sino también por el cuidado con que prepara el sacrificio litúrgico: no permite que Isaac lleve el cuchillo sacrificial (6), ya que puede herirse..., y una víctima herida o con alguna tara no agrada a Dios. Pero la tradición subraya sobre todo la idea teológica del sacrificio. El sacrificio de Abrahán-Isaac es un sacrificio real. No importa que no se consumara, que no fuera cruento: Abrahán e Isaac eran conscientes de lo que iban a hacer. Es un sacrificio perfecto, y la perfección está en el ofrecimiento total y confiado de ambas voluntades a la palabra de Dios. El acto interior de la voluntad que se ofrece y ofrece vale más que todos los sacrificios prescritos por Moisés en la ley.

Se ha dicho con razón que Gn 22,1-18 constituye "la historia más abismal y mejor acabada de todas las historias de los patriarcas". Su lectura en la noche pascual cristiana la hace aún más dramática: en el NT nadie detiene el sacrificio cruento. No existe ninguna forma de sustitución. Pero, al mismo tiempo, la simple promesa de bendición con que acaba el texto pasa a ser en el NT una realidad maravillosa, tan inesperada como impensable: la muerte del inmolado se convierte en resurrección y vida para todos.

E. CORTES
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 170 s.


6.

Después del pecado y la consiguiente expulsión del edén, el hombre vive alejado del rostro de su Dios, pero -siendo creado a su "imagen y semejanza"- siente una vivísima nostalgia de él. Su patria es el cielo; la tierra, un destierro. Nómada por vocación, camina con la esperanza de que un día su peregrinar -y su sufrimiento-acabará.

La egregia figura de Abrahán se distingue por la pureza de fe con la que testimonia su amor al Altísimo, al que rinde una obediencia incondicionada, hasta no negarle a Isaac, su único hijo, el hijo de la promesa. Figura de Cristo en esta su total disponibilidad a cumplir la voluntad de Dios, Abrahán es también imagen del Padre, que en el exceso de su amor por el hombre no perdonará a su Hijo Unigénito el verdadero hijo de la promesa, sino que lo entregará a la muerte para la salvación de todos,