COMENTARIOS DE LOS PADRES DE LA IGLESIA
«Antes del día de la fiesta de la
Pascua, sabiendo Jesús que llegó la hora en que pasara de este mundo
al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, les amó
hasta el fin. Y hecha la cena, habiendo ya el diablo inspirado en el
corazón de Judas, hijo de Simón Iscariotes, que lo entregase, sabiendo
que el Padre lo había entregado a su potestad y que de Dios salió y a
Dios va, se levanta de la cena y depuso sus vestiduras; y tomando un
paño se ciñó con él; después echó agua en una jofaina y empezó a lavar
los pies de sus discípulos y a limpiarlos con el paño que se había
ceñido. Vino, pues, a Simón Pedro. Y díjole Pedro: "Señor, ¿tú me
lavas los pies?" Respondió Jesús y dijo: "Lo que yo hago, tú no lo
sabes ahora, mas lo sabrás después". Díjole Pedro: "No me lavarás
jamás los pies". Respondióle Jesús: "Si no te lavare, no tendrás parte
conmigo". Díjole Simón Pedro: "Señor, no solamente los pies, sino
también las manos y la cabeza". Dícele Jesús: "El que ha sido lavado
no necesita sino de que se lave los pies, porque está todo limpio; y
vosotros estáis limpios, pero no todos"; porque sabía quién era el que
lo había de entregar: por esto dijo no estáis todos limpios. Luego que
les lavó los pies, tomó sus vestidos; y cuando se hubo sentado,
díjoles de nuevo: "¿Sabéis lo que he hecho con vosotros?; vosotros me
llamáis Maestro y Señor, y decís bien: lo soy, en efecto: si pues yo,
el Señor y Maestro he lavado vuestros pies, también vosotros debéis
lavaros mutuamente los pies: os he dado el ejemplo, para que así como
yo hice a vosotros, así también vosotros lo hagáis.»
Teofilacto.
Como el Señor iba a emigrar de la presente vida, explica la amistad
que profesaba a los suyos, por lo cual dice: "Antes del día festivo de
la Pascua, sabiendo Jesús", etc.
Beda.
Los judíos tenían ciertamente muchas festividades, pero ninguna era
tan insigne y celebrada como la festividad de la Pascua, por lo que
dice expresivamente: "Antes del día festivo de la Pascua".
San Agustín In Ioannem tract., 3,55.
Pascua no es, como creen algunos, nombre griego, sino hebreo. Y muy
oportunamente se da en ambas lenguas, respecto de esta palabra, cierta
coincidencia de significación, porque en griego paschein significa
padecer, y de aquí que Pascua quiera decir pasión, derivando este
nombre de aquel verbo. Y en su lengua, o sea la hebrea, Pascua es
tránsito, por la razón de que los judíos la celebraron por primera vez
cuando habiendo salido de Egipto atravesaron el mar Rojo1. Y ahora
aquella figura profética se completa en la realidad, porque Cristo es
conducido al sacrificio como un cordero, con cuya sangre, pintadas
nuestras puertas (esto es, hecho el signo de la cruz en nuestras
frentes), somos libres de la perdición de esta vida, como aquellos de
la cautividad egipcia. Y verificamos un tránsito en sumo grado
saludable, pasando a Cristo desde el poder del diablo, y desde esta
vida transitoria a aquel reino lleno de poderío. Por eso el
evangelista, queriéndonos dar la interpretación de esta palabra
Pascua, dice: "Sabiendo que llegó la hora en que había de pasar de
este mundo al Padre"; he aquí la Pascua, he aquí el tránsito.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
No es que antes no lo supiera, sino desde antes. El tránsito es su
muerte.
Cuando había de abandonar a sus discípulos, les demuestra superior
amor. Y esto es lo que dice: "Habiendo amado a los suyos, que estaban
en el mundo, los amó hasta el fin"; esto es, no dejó de practicar
ninguna de aquellas cosas que debe hacer el que mucho ama. No hizo
todas estas cosas desde un principio, pero a fin de aumentar la
familiaridad y prepararles el consuelo para las cosas que habían de
suceder posteriormente, añadió mayores muestras de amor. Los llama
aquí suyos en razón a la familiaridad, porque en razón a la condición
llama también suyos a otros. Así, cuando dice (Jn 1,11): "Y los suyos
no lo recibieron". Añade también "que estaban en el mundo", porque
había otros suyos difuntos (Abraham, Isaac y Jacob), pero no estaban
en el mundo. A los suyos que estaban en el mundo, los amó
continuamente, y al fin los amó con dilección perfecta. Esto es lo que
significa "al fin los amó".
San Agustín ut supra.
Los amó al final, para que por este amor pasasen de este mundo a El,
que era su cabeza. ¿Qué fin es éste sino Cristo? Porque el fin de la
ley es Cristo, fin que perfecciona a todo creyente (Rom 10,4),
conduciéndolo a la justicia y no a la muerte. Paréceme, pues, que
estas palabras puedan tomarse en significado humano, esto es, que
Cristo amó a los suyos hasta el momento de su muerte. Pero no se
entienda que este amor termina en la muerte de Aquel que no termina
por la muerte. A no ser que se haya de entender así: los amó hasta la
muerte, esto es, el amor de ellos lo condujo a la muerte.
Y sigue: "Hecha la cena", esto es, confeccionada y puesta en la mesa
para el servicio de los convidados. Lo de hecha la cena no debe
tomarse en el sentido de que ya estuviese consumida o terminada,
porque todavía se estaba cenando cuando se levantó y lavó los pies a
los discípulos; porque después volvió a sentarse y dio al traidor el
bocado de pan. Al decir: "Habiendo ya el diablo inspirado en el
corazón", etc., si quieres averiguar qué es lo que inspiró en el
corazón de Judas, te diré que el hacer entrega de El. Esta tentación
espiritual se llama sugestión. El diablo inspira sugestiones y las
mezcla con los pensamientos humanos. Estaba ya decidido en el corazón
de Judas, por la sugestión del diablo, el entregar a su Maestro.
Crisóstomo ut supra.
Aquí el evangelista, lleno de admiración, introduce en la narración el
hecho de que el Señor lavó los pies de aquel que ya había determinado
entregarlo. Manifiesta también la maldad del traidor, a quien ni
siquiera detuvo la comunidad en la misma mesa, cosa que fue siempre
obstáculo para cometer alguna maldad.
San Agustín ut supra.
Habiendo de tratar el evangelista de la humildad del Señor, primero
quiso encomiar su grandeza, y a esto se refiere lo que añade:
"Sabiendo que el Padre había puesto todas las cosas bajo su potestad",
etc. Entre esas cosas estaba el mismo traidor.
San Gregorio Moralium 3,12.
Sabía, por lo tanto, que había recibido bajo su potestad hasta a los
mismos perseguidores, a fin de torcer hacia la piedad la malicia de
aquellos que El había permitido en contra de sí mismo.
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Todas las cosas le habían sido entregadas por el Padre bajo su
potestad, esto es, bajo su operación y poderío. "Mi Padre, dijo, ha
obrado hasta ahora (Jn 5,17), y yo también obro". El Padre puso bajo
su poder todas las cosas, para que todos estuviesen a su servicio.
Crisóstomo ut supra.
Aquí, por entregar, se significa la salvación de todos los fieles, y
cuando oyereis esta palabra, no la interpretéis en sentido humano. Es
aquí la gloria del Padre y su unión con el Hijo, porque así como el
Padre le entregó todas las cosas, El se entregó al Padre. Por donde
San Pablo dijo (1Cor 15,24): "Cuando hubo entregado el reino a Dios y
al Padre".
San Agustín ut supra.
Sabiendo también que salió del Padre y a Dios va, ni por eso dejó a
Dios cuando de El salió, ni a nosotros al volver a El.
Teofilacto.
Por lo mismo que el Padre confió a su poder todas las cosas (esto es,
la salvación de los fieles), juzgaba conveniente manifestarles todas
aquellas cosas que respectan a la salvación. Sabiendo que de Dios
salió y a Dios va, no podía de ninguna manera considerar su gloria
disminuida con lavar los pies a sus discípulos. Ni tampoco usurpó
gloria alguna, porque aquellos que usurpan algún honor, no
condescienden con nada, no sea que pierdan lo que usurparon sin
derecho.
San Agustín ut supra.
Y habiendo puesto el Padre todas las cosas en sus manos, El lavó a sus
discípulos, no las manos, sino los pies. Y sabiendo que había salido
de Dios y a Dios iba, ejerció los deberes, no de Dios Señor, sino de
hombre siervo.
Crisóstomo ut supra.
Esto era lo digno, supuesto que salió de Dios y a Dios iba, el
destruir toda soberbia. De aquí sigue: "Se levantó de la cena y depuso
las vestiduras, y tomando un paño, se ciñó con él; después echó agua
en una jofaina y empezó a lavar los pies de los discípulos y a
limpiarlos con el paño que se había ceñido". Considérese cuánta
humildad manifestó, no sólo lavando los pies, sino en otro concepto;
porque se levantó, no cuando estaban para sentarse, sino cuando ya
todos se habían sentado. Además, no sólo lavó, sino que dejó sus
vestiduras, se ciñó con un paño y llenó la jofaina y no mandó que
otros la llenaran, sino que por sí hizo todas estas operaciones,
enseñando con cuánto cuidado debían hacerse todas estas cosas.
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Como el médico que teniendo que atender a muchos enfermos empieza sus
especiales cuidados por aquellos que están más graves, así también
Cristo, al lavar los pies manchados de sus discípulos, empieza por
aquellos que más contaminados estaban, y así llegó en último término a
Pedro, que necesitaba menos que los otros del lavatorio de pies. Por
esto dice: "Vino a Simón Pedro", que se resistía a ser lavado por la
conciencia que tenía de que sus pies no estaban manchados. Y así
continúa: "Y díjole Pedro", etc.
San Agustín In Ioannem tract., 56.
¿Qué quiere decir aquí tú? ¿Qué quiere decir a mí? Estas cosas más
bien pueden concebirse que expresarse, no sea que la lengua no sepa
significar con dignidad lo elevado que el pensamiento haya concebido.
Crisóstomo In Ioannem hom., 69.
Y si Pedro estaba en primer término, habrá que decir que el traidor
insensato se había colocado antes que él, lo que significó el
evangelista diciendo: Empezó a lavar los pies, después vino a Pedro.
Teofilacto.
De donde se colige que no lavó a Pedro el primero. Y, sin embargo,
ninguno de los otros discípulos pretendería ser lavado antes que
Pedro.
Crisóstomo ut supra.
Alguno deseará saber cómo ninguno de los otros se opuso al lavatorio,
sino sólo Pedro, lo cual era signo no pequeño de amor y de modestia.
De esto parece deducirse que antes de Pedro sólo fue lavado el
traidor, y que después llegó a Pedro, y que, por otra parte, los demás
discípulos quedaron reprendidos en él. Porque si hubiera empezado el
lavatorio por cualquiera de los otros, todos lo hubieran rehusado y
dicho lo que dijo Pedro.
Orígenes ut supra.
Todos exhibían sus pies, considerando que maestro tan sabio no lavaría
sus pies sin razones de mucho peso. Sólo Pedro, posponiendo todas las
razones a la veneración que profesaba a Jesús, no se prestaba a que
sus pies fuesen lavados. Y, en efecto, la Escritura nos da a conocer
frecuentemente a Pedro como el más entusiasmado para inculcar lo que
parece mejor o más útil.
San Agustín ut supra.
No debemos creer que Pedro desaprobase y recusase entre todos una
acción que ya los demás habían permitido de buen grado antes de él. Y
así, no puede entenderse que ya otros hubiesen sido lavados antes que
él, y que Jesús llegase a él después de los otros (¿quién ignora que
Pedro era reputado como el primero de los apóstoles?), sino que empezó
por él. Así, cuando empezó a lavar los pies, vino a aquel por el cual
empezó (esto es, Pedro), y entonces Pedro rehusó maravillado una
acción que cualquier otro hubiera rehusado.
Prosigue: "Respondió Jesús, y le dijo: Lo que yo hago, tú no lo sabes
ahora, mas lo sabrás después".
Crisóstomo ut supra.
Es ésta la humildad de su enseñanza; y, como la humildad, basta para
llevarnos a Dios.
Orígenes ut supra.
O bien insinúa el Señor que en esto había misterio. Lavando y secando
sus pies, los tornaba purificados, a ellos, que debían predicar la
santidad (Rom 10; Is 52), para que puedan enseñar el camino santo y
marchar por aquel que dijo: "Yo soy el camino" (Mt 14,6). Convenía que
Jesús, deponiendo sus vestidos, lavase los pies de sus discípulos,
para limpiar más a los que ya estaban limpios. O a fin de tomar sobre
sí en su propio cuerpo la inmundicia de los pies de sus discípulos,
mediante el paño que tenía rodeado, porque El echó sobre sí todas
nuestras debilidades. Obsérvese que, debiendo lavar los pies de los
discípulos, no quiso elegir otra oportunidad sino cuando el diablo ya
había entrado en el corazón de Judas para que lo entregase a sus
enemigos, cuando estaba próximo su sacrificio en favor de los hombres.
Porque antes de esto no era oportuno el que Jesús lavase a sus
discípulos los pies. ¿Quién hubiera lavado sus pies y sus manchas en
el tiempo que mediaba hasta la pasión? Pero ni aun en el tiempo de la
pasión, porque no había otro Jesús que lavase sus pies; ni aun tampoco
después de la pasión, porque entonces, por la venida del Espíritu
Santo, fueron lavados sus pies. Así, pues, de este misterio (dijo el
Señor a Pedro) tú no eres capaz, pero ya lo entenderás cuando
suficientemente ilustrado lo comprendieres.
San Agustín ut supra.
Sin embargo, él, asombrado ante la grandeza del Señor, no permitía que
se hiciera aquello cuya razón ignoraba, sin que pudiera tolerar que la
humildad del Señor llegase hasta lavarle los pies. Y así sigue: "Dícele
Pedro: No lavarás jamás mis pies", esto es, jamás lo permitiré, porque
se dice que jamás se hará una cosa, cuando nunca se hace.
Orígenes In Ioannem hom., 32.
De esto podemos tomar ejemplo, cuán posible sea adoptar una resolución
como justa, y decir por ignorancia aquello que va contra nuestros
intereses. Porque Pedro, ignorando la conveniencia del acto,
primeramente casi avergonzado y con mucha suavidad dice: "Señor, ¿me
vas tú a lavar los pies?"; pero luego dice: "Tú, jamás me lavarás los
pies", lo cual era impedir la obra que lo llevaría a tener parte
alguna con Jesús. Con lo cual arguye, no solamente a Jesús que lavaría
a sus discípulos los pies sin deber hacerlo, sino también a sus
compañeros, que se prestan a ser lavados indignamente. Mas como la
respuesta de Pedro le era perjudicial, no permitió Jesús que se
realizase su deseo. Así prosigue: "Díjole Jesús: Si no te lavare los
pies, no tendrás parte conmigo".
San Agustín ut supra.
Al decir si no te lavare, tratándose sólo de los pies, es lo mismo que
decir: me pisas, siendo sólo la planta del pie la que pisa.
Orígenes ut supra.
A los que no quieren explicar este y otros puntos semejantes en
sentido figurado o en la esfera moral, no se les alcanza como probable
siquiera el que no tuviese parte con el Hijo de Dios aquel que dijo
con reverencia: "No me lavarás jamás los pies", como si el no dejar
que le lavase los pies fuese un crimen. Pero para esto debemos
dejarnos lavar los pies, esto es los afectos del alma, a fin de que
sean embellecidos. Y en primer lugar, para ser enumerados entre los
que evangelizan las buenas doctrinas, trabajamos por adquirir los
dones sublimes.
Crisóstomo ut supra.
No dijo la razón por la que obraba así, sino que formuló una amenaza,
porque de otra manera no se hubiera persuadido. Cuando Pedro oyó: "Lo
sabrás después", no contesta: enséñamelo, pues, y te lo permitiré,
sino que lo permitió desde el punto en que fue amenazado en lo que más
él temía (a saber, ser separado de El).
Orígenes ut supra.
Usamos de esta frase contra aquellos que proyectan llevar a cabo
determinaciones que no les son provechosas, porque manifestándoles que
no tendrán parte con Jesús en tanto que persistan en su soberbia
decisión, los conminamos que no perseveren en su mal concebido
proyecto, aun cuando lo hubieren ratificado con juramento.
San Agustín ut supra.
El, confundido entre el amor y el temor, más se horrorizó de no tener
parte con Cristo, que de que Este le lavase los pies humildemente. Por
lo cual sigue: "Señor, no solamente los pies, sino también las manos y
la cabeza".
Orígenes ut supra.
Jesús no quería lavar las manos, despreciando aquello que decían sus
enemigos (Mt 15,2) (porque tus discípulos no se lavan las manos cuando
comen). No quería sumergir la cabeza, porque en ella reside la imagen
y la gloria del Padre. Le bastaba que le presentasen los pies. De
donde sigue: "Díjole Jesús: Quien fue lavado, no necesita sino que se
le laven los pies, porque está todo limpio".
San Agustín ut supra.
Acordándose el Señor de que había prometido a Pedro la explicación del
hecho realizado, diciendo "después sabrás" (qué es lo que yo he
hecho), empieza ya a enseñarlo. Por esto se dice: "Después que les
lavó los pies, tomó sus vestidos, y habiéndose sentado empezó a
hablarles de nuevo en esta forma: Sabéis lo que he hecho con
vosotros".
Orígenes In Ioannem tom. 32.
Profiere estas palabras, o bien en tono interrogativo para encomiar la
grandeza de su acción, o bien imperativamente para elevar sus
entendimientos.
Alcuino.
En sentido espiritual, hecha la purificación de nuestra redención al
derramar su sangre, tomó sus vestiduras cuando resucitó del sepulcro
al tercer día, vestido ya con su mismo cuerpo inmortal, y al sentarse
significó su ascensión al cielo para sentarse a la derecha del Padre,
de donde ha de venir a juzgar.
Orígenes ut supra.
Hay que considerar ahora si es de absoluta necesidad, para
perfeccionarse en la doctrina de Jesús, el tomar como precepto
absoluto el lavatorio sensible de los pies. Por esto dice: "Debéis
lavaros mutuamente los pies". Pero esta costumbre, o no se practica, o
se practica raras veces.
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