REFLEXIONES

 

Fuente: Fundación GRATIS DATE
Autor: P. Manuel Garrido Bonaño, O.S.B.

Entrada: «Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas; revela a las naciones su justicia. Aleluya» (Sal 97,1-2).

Colecta (compuesta con textos del Gelasiano, Gregoriano y Sacramentario de Bérgamo): «Señor, Tú que te has dignado redimirnos y has querido hacernos hijos tuyos; míranos siempre con amor de Padre y haz que cuantos creemos en Cristo tu Hijo, alcancemos la libertad verdadera y la herencia eterna».

Ofertorio: «¡Oh Dios!, que por el admirable trueque de este sacrificio nos haces partícipes de tu divinidad; concédenos que nuestra vida sea manifestación y testimonio de esta verdad que conocemos».

Comunión: «Yo soy la vid verdadera; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante. Aleluya» (Jn 15,1.5).

Postcomunión (del Misal anterior ,  retocada con textos del Veronense, Gelasiano y Gregoriano): «Ven Señor en ayuda de tu pueblo y, ya que nos has iniciado en los misterios de tu Reino, haz que abandonemos nuestra antigua vida de pecado y vivamos, ya desde ahora, la novedad de la vida eterna».

Ciclo B

El cristianismo no es un club de entusiastas admiradores de Cristo, ni un gremio de selectos, asociados y mentalizados por una filosofía dimanante del Evangelio. La Iglesia es fundamentalmente el misterio de nuestra incorporación personal y comunitaria a la Persona viviente de Cristo Jesús. Incorporación interior y profunda, mediante la vida de fe, de gracia y de caridad. Y también incorporación garantizada externamente, mediante nuestra permanencia visible a la propia Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Lo que Cristo instituyó para prolongar su obra de salvación hasta el fin de los tiempos.

Hechos 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino. Pablo fue predestinado y elegido por Dios para realizar la obra de Cristo. Y fue plenamente de Cristo, cuando quedó aceptado e incorporado a su Iglesia jerárquica y visible, como garantía de comunión con los demás cristianos. Comenta San Juan Crisóstomo: 

«Los discípulos temían que los judíos hicieran de Pablo un mártir, como habían hecho con Esteban. A pesar de este temor le envían a predicar el Evangelio a su propia patria, donde estará más seguro. Veis en esta conducta de los Apóstoles que Dios no lo hace todo inmediatamente con su gracia y que con frecuencia deja actuar a sus discípulos siguiendo la regla de la prudencia» (Homilía sobre los Hechos, 21).

Con el Salmo 21 decimos: «El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. Cumpliré mis votos delante de sus fieles. Los desvalidos comerán hasta saciarse. Alabarán al Señor los que lo buscan; viva su Corazón por siempre. Lo recordarán y volverán al Señor, se postrarán las familias de los pueblos. Ante Él se inclinarán los que bajan al polvo. Me hará vivir para Él, mi descendencia le servirá, hablarán del Señor a la generación futura...»

1 Juan 3,18-24: Éste es su mandamiento: que creamos y que nos amemos. La garantía más profunda de nuestra sinceridad cristiana está siempre en la autenticidad de nuestra fe, verificada en el amor, como comunión de vida con el Corazón de Cristo, Amor avalado del Padre (Jn 3, 14). San Beda dice:

«Ni podemos amarnos unos a otros con rectitud sin la fe en Cristo, ni podemos creer de verdad en el nombre de Jesucristo sin amor fraterno... Que Dios sea tu casa y que tú seas la casa de Dios; habita en Dios y que Dios habite en ti. Dios habita en ti para apoyarte: tú habitas en Dios para no caer. Observa los mandamientos, guarda la caridad» (Comentario a la 1 Jn).

Juan 15,1-8: El que permanece en Mí y yo en él, ése da fruto. La Iglesia no es sino la realización del misterio del Cristo total. Él, Cabeza; nosotros, sus miembros. Él, la Vid; nosotros, los sarmientos injertados en la cepa por la fe y la gracia que santifica. Comenta San Cirilo de Alejandría:

 «El Señor, para convencernos que es necesario que nos adhiramos a Él por el amor, ponderó cuan grandes bienes se derivan de nuestra unión con Él, comparándose a Sí mismo con la vid y afirmando que los que están unidos a Él e injertados en su persona, vienen a ser como sus sarmientos y, que, al participar del Espíritu de Cristo, éste nos une con Él. La adhesión de quienes se vinculan a la vid consiste en una adhesión de voluntad y de deseo; en cambio, la unión de la vid con nosotros es una unión de amor y de inhabitación» (Comentario al Evangelio de San Juan 10,2).

 

1. VCR/FE-OBRAS  FE/COMPROMISO:

Por el buen fruto se reconoce el árbol bueno. Y por los frutos, por las buenas obras, reconocemos también a los creyentes. Una fe sin obras es una fe muerte, inexistente por inoperante, pura credulidad o presunción. Por eso, cuando la vida cristiana discurre al margen y aun de espaldas al evangelio, no es cristiana; pero, si la vida cristiana se entretiene al margen de la vida y sus cuestiones, no es vida. La síntesis se verifica en la encarnación de la fe en la vida, en las obras.

Estas obras en que se encarna y realiza la fe cristiana no son las prácticas de piedad, ni la recepción de los sacramentos y la oración, recortando y reduciendo el horizonte del compromiso cristiano y encerrando la religión en sí misma. La eucaristía, los sacramentos en general, la oración y las devociones en particular, son confesión y expresión de la fe, pero no son aún su realización y verificación. Son signos de la actitud religiosa, pero no respuesta religiosa al desafío y compromiso de la vida y sus problemas. No son, por tanto, las buenas obras, el fruto que legítimamente espera el viñador.

Lo que ha de hacer el cristiano no es sólo bautizarse, ir a misa, rezar y casarse por la Iglesia. Todo eso ha de hacerlo para expresar su fe y para celebrar la fe, pero no es lo que ha de hacer por tener fe. Por ser creyente se espera, además, que traduzca su fe en buenas obras. Es imprescindible que proclame su fe ante el mundo. Pero si la fe es algo más que pura palabrería o ensoñaciones utópicas, ha de acreditarse en la transformación del mundo y transfiguración de su existencia. ¿Qué sentido tiene estar bautizado, si no se vive comprometido? ¿Qué significa la comunión eucarística, si no hay ni siquiera voluntad de compartir los bienes que confesamos haber recibido de Dios? ¿Para qué casarse por la Iglesia, si no se está dispuesto a amarse mutuamente como Cristo ama a su Iglesia? Ser cristiano no es un título o un diploma de buena conducta, sino un compromiso en la vida y de por vida. Tener fe no es un lujo, o un privilegio, sino una tarea. Y lo que legítimamente se espera del creyente no es que diga que lo es, sino que lo demuestre. No se esperan sólo palabras, gestos, símbolos, sino obras, obras buenas y que contribuyan a hacer mejor el mundo y la convivencia.

EUCARISTÍA 1982/23)


2. POLITICA/A-H: SACA AL INDIVIDUO DE SU ENSIMISMAMIENTO EGOÍSTA PARA DARLE CONCIENCIA DE QUE "TAMBIÉN" EXISTEN "LOS OTROS".

Todavía, para calificar de insalvable una dificultad, suele decirse: "Con la Iglesia hemos topado". Sin embargo, es previsible que, con el tiempo, habrá que decir "la política" donde antes se decía "la Iglesia".

Hará tres meses, quizá más, un periódico nacional hacía el siguiente elogio, en grandes letras, del personaje celebrado: "Nunca se metió en política". Y resulta alarmante la frecuencia con que se insiste en recomendar -o recomendarse- "no te metas en política". Por supuesto que todos esos síntomas pueden tener sus explicaciones. Y hasta pueden tener una interpretación correcta.

Pero resulta sospechoso, si tenemos presente la sesuda opinión de Aristóteles que define al hombre tajantemente como "animal político". El hombre, según el filósofo, no podría renunciar a su condición de político, sin renunciar a su condición de hombre. Hay una política privilegiada que es competencia de los "políticos". Hay otra política malsana -politiqueo- que se entretiene con los artífices de la política privilegiada. Pero hay otra política -"la" política- que es distintivo específico de todo ciudadano responsable. Y a esta política nadie puede renunciar en nombre del Evangelio. Porque esa política es la que saca al individuo de su ensimismamiento egoísta para darle conciencia de que "también" existen "los otros". La política, en tal caso, es la única forma posible de "amar al prójimo de verdad y no sólo de boquilla", cuando ese prójimo está condicionado por una situación que no es sino el resultado de todas las acciones políticas de los ciudadanos.

Claro está que, al hablar de política, no podemos caer en el prejuicio de los que identifican la política con "una política privilegiada", sino que tratamos de restituirle su genuino sentido: la interacción social en una sociedad organizada.

Esa política es el fruto que dan los sarmientos unidos a la vid, que es Cristo. Esa política es la que lanzó a Pablo en ayuda de los gentiles. Y esa política es la que pone a la Iglesia al servicio del mundo.

EUCARISTÍA 1973/31)


3. TESTIMONIO. AMOR. SIGNO

Pero ¿en qué condiciones la vida moral del cristiano se convierte en un signo de salvación que pueda ser visto por los no cristianos en el mundo actual?. El hombre moderno, que es un hombre responsable, toma en serio las gigantescas tareas que se le ofrecen. Se esfuerza por promover valores humanos, tales como la paz, la justicia social e internacional, la dignidad del hombre. Estas tareas no las ha descubierto el hombre moderno por medio de la fe, sino mirando la realidad de una manera lúcida. En estas condiciones, el testimonio del cristiano no puede interesar al hombre de hoy más que si procede de un hombre que sea igualmente sensible a los problemas de este tiempo y que procure conseguir también él los valores que trata de promover. El cristiano mostrará la inspiración profunda que unifica su vida, en la manera que tenga de ser fiel a las responsabilidades propias de todo hombre de nuestro tiempo. El camino de la evangelización no hay que buscarlo por otro sitio.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 167


4. J/CENTRO:

Se trata de morar en Jesús (/Jn/06/56). Por lo que se puede decir -como afirma Mollat- que el discípulo está desarraigado de sí mismo y descentrado. Su morada y su centro, de ahora en adelante, se encuentran en Cristo.

Es el todo en una dinámica de reciprocidad: "permaneced en mí y yo en vosotros". "Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros...".

Cristo, su vida, su mensaje, constituyen pues el terreno vital en que debe radicar la Iglesia.

Si la Iglesia radica "en otra parte" -en la fuerza, en el poder, en el triunfo, en el número, en el prestigio, en la riqueza, en la diplomacia, en las obras grandiosas- puede ser todo menos la viña del Señor. Y está condenada inexorablemente a la esterilidad.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO B
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1987.Pág. 96


5.

Enraizados en Cristo

Si el domingo pasado, san Juan nos advertía que el mundo no nos conoce porque no conoce a Cristo, las lecturas de hoy nos ayudan a reconocer nuestro propio ser cristiano. Más de una vez nos encontramos como fuera de juego en el campo de la vida cristiana. Parece que todo se ha desvanecido y nos hallamos extraños para nosotros mismos: la Palabra, los Sacramentos, la misma oración ya "no nos dicen nada".

Es reconfortante leer despacio y profundizar el evangelio de hoy. Lo dice claramente, ser cristiano no es una urdimbre afectiva que dependa de nuestra estado de ánimo. Nuestra vinculación con Cristo real y gratuita -no depende de nuestros méritos- él mismo la presenta con una imagen plástica y tomada del mundo tangible de la vida vegetal: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos".

Es decir, estamos enraizados en un origen -dado en el bautismo- que nos da fuerza y produce fruto, en virtud del cual podemos vivir una existencia útil y llena de sentido. A nosotros nos toca la tarea de no romper ese vinculo que nos vincula con el Resucitado. San Juan, en la segunda lectura, parece que intenta resolver toda la casuística que podemos plantearnos nosotros mismos como seres inconstantes y nos deja dos criterios para vivir con paz interior.

En primer lugar, al decir "si la conciencia no nos condena, tenemos plena confianza en Dios" quita fuerza a los escrúpulos, a los estados de hora baja o aridez. Sólo el pecado grave rompe nuestra vinculación con Cristo. Pero en este caso, el evangelista nos anima a refugiarnos en la misericordia divina "pues Dios es mayor que nuestra conciencia y conoce todo".

Antonio Luis Martínez
Semanario "Iglesia en camino"
Archidiócesis de Mérida-Badajoz
No. 206 - Año V - 27 de abril de 1997