COMENTARIOS AL EVANGELIO

Jn 15, 1-8

 

1.

Texto. 

Forma parte de la amplia sobremesa de la cena de Pascua.

Los comensales son Jesús y sus discípulos. A diferencia de lo que pasaba en el texto del domingo pasado, en el de hoy el ambiente es distendido. Las palabras fluyen solícitas y desahogadas. "Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el labrador". Jesús propone una alegoría. Las piezas y sus trasposiciones son las siguientes: cepa-Jesús; sarmientos-discípulos; labrador-Padre; la poda o limpieza no tienen trasposición; instrumento de podar-las palabras de Jesús.

Todo lo que Jesús ha ido diciendo durante su actividad ha ido podando, limpiando a sus discípulos. Por eso puede decirles ahora que ellos están limpios (v. 3). Ahora bien, mientras Jesús está para morir, sus discípulos tienen aún mucha vida por delante. De ahí el interés y la insistencia de Jesús en que ellos sigan con él, permanezcan con él. Siete veces se mencionaba el verbo permanecer a partir del v. 4. Esta permanencia o continuidad constituyen el punto central del texto de hoy.

Comentario. Ante la insistencia del texto en el tema de la permanencia con Jesús, resulta inevitable la pregunta por el porqué de esa insistencia. Un texto de Mateo puede darnos la pista. Está en el cap. 15 de su evangelio. Léelo. Unos letrados y fariseos, incómodos con el comportamiento de los discípulos en materias y prácticas tradicionales, le preguntan a Jesús por la razón de ese comportamiento. La respuesta de Jesús debió de incomodarles aún más, puesto que los discípulos se le acercaron a decirle: ¿Sabes que los fariseos se han escandalizado al oírte? Sigue la respuesta-pista para nuestro texto de hoy: "El plantío que no haya plantado mi Padre será arrancado de raíz. Dejadlos, son guías de ciegos" (/Mt/15/13-14).

ESFUERZO/FARISEO  CUMPLIMIENTO: Hay dos modos de concebir y de vivir el hecho religioso: el de Jesús y el de los religiosos al estilo fariseo. Este segundo modo, no exclusivo ni reducible a los fariseos, puede llegar a cotas de ejemplaridad realmente altas. Está hecho de esfuerzo, superación y cumplimiento minucioso. A decir verdad nada de esto es malo. Más aún, esfuerzo, superación y cumplimiento son siempre necesarios. Lo malo está en el espíritu que subyace y del que casi nunca es consciente el religioso al estilo fariseo. Un espíritu cerrado, orgulloso, preciado de sí mismo. Incapaz de pedir ayuda porque se siente capaz de todo, superior a los demás y con derecho sobre todo. Dominante, rígido, incapaz de comprensión. Actúa siempre por el provecho o el derecho que se le seguirán y nunca por agradecimiento sincero. No tiene nada que agradecer, pues todo se lo ha labrado él con su esfuerzo. Su ideal es la ley.

El autor del cuarto evangelio concibe la actividad de Jesús como un trabajo dirigido a erradicar de los discípulos ese espíritu y a crear en ellos un espíritu nuevo. Esta concepción la ha manifestado el autor desde el mismo momento que ha empezado a narrar la actividad de Jesús, presentando a ésta bajo el signo del vino, que proviene del agua ritual, pero que supera a ésta.

Lee el episodio de las bodas de Caná en Jn 2, 1-11. Si la actividad de Jesús es comparada al buen vino, es lógico que su persona sea comparada a la cepa. Desde Caná la actividad de Jesús ha sido una continua labor de limpia y poda, en continuo con una mentalidad religiosa basada en el talonario de cheques de sus propias adquisiciones. El poseedor de talonarios extiende cheques, no espera ni solicita. Para él todo es exigencia, nada es don o aceptación agradecida. La mentalidad religiosa cerrada no depende de nadie, ni siquiera de Dios; sólo depende de sí misma. En estas condiciones no hay plantación divina, y el Padre lo más que puede llegar a ser es cajero o depositario, pero nunca labrador.

La insistencia en la invitación a permanecer en Jesús, en la cepa, tiene su razón de ser en la tendencia poco menos que innata a concebir y vivir el hecho religioso al modo fariseo. La preocupación de Jesús en la cena de Pascua es que al faltar él sus discípulos lleguen a ser víctimas inconscientes de esa tendencia. Finalizado el comentario te invito a que vuelvas a leer el texto de Juan.

A. BENITO
DABAR 1988/27


2.

Observación preliminar. -Debido, sin duda, a un error de imprenta, el v.3 está incompleto en la traducción litúrgica, Léase como sigue: "Todo sarmiento mío que no da fruto lo corta; los que dan fruto los limpia para que den más".

Los versículos de hoy tiene que ver con el dinamismo interno de la comunidad cristiana, al que hace referencia la primera lectura; desarrollarán una dimensión fundamental de ese dinamismo: las relaciones Dios Padre-Jesús-cristianos.

La alegoría de la vid y los sarmientos está introducida por una referencia importante: el Padre. El es el labrador solícito que cuida de la vid. No es éste, sin embargo, el aspecto que desarrollarán los versículos de hoy. A partir del v. 3 el centro de atención pasa de la relación labrador-vid a la relación vid-sarmientos.

¿Cómo se entra en esta relación? No por un procedimiento oscurantista y mágico, sino por la palabra de Jesús.

Hablando con propiedad, no se es cristiano, sino que se hace uno cristiano. El cristianismo no es el orden del ser, sino del hacerse. A la manera como se hacen las personas: por la comunicación sincera en la palabra. Esta comunicación crea en los interlocutores una situación abierta, diáfana, limpia, en terminología de Juan: vosotros estáis limpios por las palabras que os he hablado (la traducción no es muy afortunada). La palabra de Jesús crea esta situación de diafanidad, de limpieza.

(Evítese, pues, emplear aquí el término en sentido ético.) Los versículos de hoy no son más que una invitación en esta interrelación personal con Jesús. Una invitación machacona, insistente, en formulaciones positivas y negativas. Es un procedimiento literario para decirnos que se trata de algo esencial. Sin esta interrelación no hay ni cristiano, ni fruto.

DABAR 1976/31


3.

Lo mismo que el pasado domingo en el evangelio del Buen Pastor, nos sorprende ahora la afirmación absoluta de Jesús: "Yo soy la verdadera vid". No dice que fue o que será, pues él es ya la verdadera vid, la que da el fruto. Tales afirmaciones deben escucharse desde la experiencia pascual y con la fe en la resurrección del Señor. Jesús vive y es para todos los creyentes el único autor de la vida y el principio de su organización. De él salta la savia, y él es el que mantiene unidos a los sarmientos en vistas a una misma función: "dar fruto". Jesús es la cepa, la raíz y el fundamento a partir del cual se extiende la verdadera "viña del Señor".

Entre los sarmientos y la vid hay una comunión de vida con tal de que aquéllos permanezcan unidos a la vid. Si es así, también los sarmientos se alimentan y crecen con la misma savia. Jesús ha prometido estar con nosotros hasta el fin del mundo, y lo estará si le somos fieles. El no abandona a los que no le abandonan.

"Dar fruto" es una expresión frecuentemente minimizada por los escritores de la vida espiritual, que la entienden muchas veces en el sentido de hacer buenas obras y alcanzar así la salvación del alma. Pero en el evangelio de Juan, "dar fruto" significa llevar a la madurez la misión de Cristo, esto es, llegar a la cosecha del reinado de Dios para que se manifieste lo que ha sido sembrado en la muerte de Cristo: la salvación del mundo, que es la gloria y la alegría del Padre (el "labrador"). En este mismo sentido dice Jesús que "el grano de trigo que cae en tierra y muere da mucho fruto" (Jn 12, 24). Y él es ese grano de trigo, él y su palabra. Los que reciben a Cristo y su palabra, los que permanecen en él y cumplen lo que él dice, los que mueren con él para que el mundo viva, dando mucho fruto. Y éste es el fruto que permanece (Jn 15,16). En este fruto, en esta cosecha, está empeñada la iglesia. Para llevar adelante su empeño debe continuar unida al Señor, dejando que sea el Señor el que inspire toda su organización y le infunda la vida.

EUCARISTÍA 1988/22


4. FRUTO/A:

La fidelidad que Yahvé esperaba del pueblo elegido la encuentra, por fin, en Jesús, la verdadera vid. Hace su aparición una nueva alianza, ya que la fidelidad de Jesús, que se traduce en obediencia hasta la cruz, no ha sido engendrada por los recursos del hombre; es la fidelidad del Hijo eterno puesta al alcance del hombre.

La vid de la Nueva Alianza produce un fruto abundante que se llama amor; un amor a los hombres idéntico al que el Padre siente por ellos; un amor "podado", pues ha tenido que ser purificado del egoísmo; un amor cuya posesión sólo puede lograrse participando del amor de Cristo, representado en la Iglesia.

En la realidad del vino eucarístico se dan cita, a la vez, el amor de Dios, que amó tanto a los hombres que les entregó su Hijo, y la fidelidad humana de Jesús, "limpio" de todo egoísmo.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 161


5. AGUA/LEY VINO/A

Del vino ya ha hablado el autor al comienzo de su obra, allá en Caná de Galilea (/Jn/02/01-10). En aquella ocasión el buen vino de Jesús venía a remediar una carencia que el agua era incapaz de remediar. ¡Qué coincidencia! Las tinajas de agua estaban dispuestas para las purificaciones, para la limpieza religiosa.

En el texto de hoy también se habla de limpieza, de purificación. "Vosotros ya estáis limpios". Vosotros no formáis parte del limpio mundo de la Ley; no, vosotros no sois productores de agua; vosotros sois productores de vino. ¡El vino que alegra a dioses y a hombres! ¡Qué fantástico este Dios de Jesús! "Mi Padre es el labrador". ¡Viticultor! ¡Qué maravilloso Dios! Prefiere la cepa a la tinaja de agua. Y es que el agua aquella apenas si limpiaba.

D/VITICULTOR: La Ley apenas si os sacará de inválidos (cfr. /Jn/05/01-05). Por eso, quedaos conmigo, "permaneced en mi". No os paséis a la fiesta del agua: es una fiesta deprimente, donde todos los participantes son inválidos, incapaces de autonomía, necesitados de un permiso para comerse un cabrito. ¡Sed vino! "Así seréis discípulos míos. Y mi Padre recibe gloria". Como viticultor que es, el vino es lo único que le compensa de sus fatigas. ¡Sed vino! ¡No seáis agua! ¡No seáis Ley! Como agua no se vale nada. ¿Cómo va a estar alegre mi Padre con el agua? ¡Devolvedle su sonrisa al rostro del viejo Dios!

DABAR 1982/28


6.

La viña y la vid es una imagen ampliamente utilizada en el A. T. para referirse a Israel como pueblo de Dios, y es recogida también por el N. T. Pero ahora la vid no se refiere al pueblo de Israel en tanto que perteneciente a Dios sino que se aplica directamente al propio Jesús.

"Yo soy la verdadera vid". Como hijo de Dios, Jesús se designa a sí mismo, como la vid, en el sentido de que solamente él -como Hijo de Dios- puede ser la vid. Jesús se pone en el lugar que hasta ahora solía ocupar el pueblo de Israel.

La afirmación de Jesús se contrapone a los textos del A.T. El es la vid verdadera, el verdadero pueblos de Dios, formado por la vid con sus sarmientos. No hay más pueblo de Dios que el que se construya a partir de Jesús.

El ha sido designado como la luz verdadera, que sustituye a la Ley (8, 12).

El verdadero pan del cielo, en contraposición al maná (6, 32).

Ahora se define como el verdadero pueblo de Dios que sustituye a Israel.

Como en el A.T. es Dios, el Padre de Jesús, quien ha plantado esta viña. El la cuida, demostrándole su amor.

Según el relato del historiador judío Flavio Josefo, había en Jerusalén, sobre la puerta del Templo una vid de oro con sarmientos colgantes. Con Jesús ha llegado el fin del culto del templo judío y el fin de la comunidad que da culto en ese templo.

Jesús es la vid verdadera en el sentido de que es él quien da la auténtica vida, la que proviene de Dios, la que encuentra su fuente en el Padre.

"A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca".

Jesús vive y es para todos los creyentes el único autor de la vida y el principio de su organización. De él procede la savia y él es el que mantiene unidos a los sarmientos en vistas a una misma función: dar fruto. Jesús es la cepa, la raíz y el fundamento a partir del cual pueden vivir y obrar los sarmientos.

Entre los sarmientos y la vid hay una comunión de vida con tal de que aquellos permanezcan unidos a la vid. Y ésta es la condición para que el sarmiento dé fruto. "Dar fruto " es una expresión frecuentemente minimizada por los escritores de la vida espiritual que la entienden muchas veces en el sentido de hacer buenas obras y alcanzar así la salvación del alma.

El fruto es el efecto de la muerte del grano del trigo, es decir, es la expresión del amor sin medida.

El fruto es la realidad del hombre nuevo, es el hombre que ya no existe para sí, que se esfuerza por morir a su egoísmo y a vivir para Dios y para los demás.

El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu de Jesús, el que come el pan, pero no se asimila a Jesús. Es el sarmiento que no responde a la vida que se le comunica.

El Padre, que cuida de su viña, lo corta; es un sarmiento bastardo, que no pertenece a esa vid.

"Y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto".

Quien practica el amor, tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, que es posible mediante esta poda que el Padre hace. Es la limpieza que el Padre hace del corazón del discípulo de Cristo, eliminando cada vez más los factores de muerte, haciendo que el sarmiento-discípulo sea cada vez más auténtico, más libre para amar, menos esclavo de sí mismo, con mayor capacidad de entrega y por tanto de eficacia.

"Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado".

Hay dos limpiezas; una inicial y otra de crecimiento.

La primera se realiza cuando el cristiano se inserta en la vid separándose del orden injusto, i. e. cuando el hombre se adhiere a Jesús y renuncia al mundo, lo cual requiere la decisión de poner en práctica el mensaje de Jesús. Los discípulos ya han hecho esta elección, por eso ya están limpios.

La segunda limpieza es necesaria para el crecimiento de la vida cristiana, es esa poda, de la que acabo de hablar.

"Permaneced en mí y yo en vosotros, como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí".

Esta fórmula "permaneced en mí y yo en vosotros", muy típica de este evangelista, define la relación del discípulo con Jesús como una reciprocidad personal. Y esa relación personal con Jesús es la condición indispensable para dar fruto.

Una unión con Jesús que no es algo automático ni ritual: pide la decisión del hombre, y a la iniciativa del discípulo responde la fidelidad de Jesús "y yo permaneceré en vosotros". Esta unión mutua entre Jesús y los discípulos será la condición para la existencia de la comunidad, para su vida y para el fruto que debe producir.

El sarmiento no tiene vida propia, y por tanto, no puede dar fruto de por sí, necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús.

El que vive unido a Cristo capta, por la plegaria, cuál es el plan de Dios y es movido a realizarlo; da fruto abundante.

La gloria del padre se ha manifestado plenamente en Jesús, que conocía su voluntad y la realizó, y ahora debe manifestarse en los discípulos de Cristo, que, unidos a El, son capaces de dar fruto.


7. J/PLENITUD-H:

"Sin mí nada podéis hacer".

Jesús es la fuerza del hombre, no sólo para ser cristiano sino para ser plenamente hombre.

Jesús es la humanidad auténtica. Pilato: "He ahí al Hombre". Es la verdad del hombre. Es la revelación de lo que el hombre tiene que llegar a ser y cómo tiene que alcanzarlo. Por eso Jesús es meta y camino del hombre. "Yo soy el camino, la verdad y la vida" (/Jn/14/06).

Nuestro ser más auténticamente humano no lo descubrimos a base de filosofías ni de razonamientos, no lo descubrimos a base de especulaciones o de un concepto universal aristotélico, sino en la contemplación de Jesús. Por eso el cristianismo es distinto de toda religión y de todo humanismo. Es distinto de toda religión, porque lo que está en su centro no es Dios, sino el hombre. Y es distinto de todo humanismo porque la razón de esa centralidad del hombre no radica en el hombre mismo, sino sólo en Dios.

Por eso, ir hacia Cristo es también ir hacia nosotros mismos. Todo proceso de cristianización es al mismo tiempo un proceso hominizador. Y cuando llegue la manifestación gloriosa de Jesús se revelará también la plenitud del hombre.: "hasta que lleguemos todos al conocimiento pleno del Hijo de Dios, al estado de hombre perfecto, a la madurez de la plenitud de Cristo". Efesios.


8. ACI DIGITAL 2003

2. Lo limpia: He aquí encerrado todo el misterio de Job y el problema de la tentación y del dolor. Recordémoslo para saber y creer, con la firmeza de una roca, que con cada prueba, siempre pasajera, nos está preparando nuestro Padre un bien mucho mayor. Es lo que la simple experiencia popular ha expresado en el hermoso aforismo: "No hay mal que por bien no venga".

3. "Esta idea de que la fe en la Palabra de Jesús hace limpio, es expresada aún más claramente por S. Pedro al hablar de los gentiles que creyeron: "por su fe Dios purificó sus corazones" (Hech. 15, 9)". P. Joüon. Limpios significa aquí lo mismo que "podados"; por donde vemos que el que cultiva con amor la Palabra de Dios, puede librarse también de la poda de la tribulación (v. 2).

4. Nosotros (los sarmientos) necesitamos estar unidos a Cristo (la vid) por medio de la gracia (la savia de la vid), para poder obrar santamente, puesto que sólo la gracia da a nuestras obras un valor sobrenatural. Véase II Cor. 3, 5; Gál. 2, 16 ss. "La gracia y la gloria proceden de Su inexhausta plenitud. Todos los miembros de su Cuerpo místico, y sobre todo los más importantes, reciben del Salvador dones constantes de consejo, fortaleza, temor y piedad, a fin de que todo el cuerpo aumente cada día más en integridad y en santidad de vida" (Pío XII, Enc. del Cuerpo Místico). Cf. I Cor. 12, 1 ss.; Ef. 4, 7 ss.

5. No podéis hacer nada: A explicar este gran misterio dedica especialmente S. Pablo su admirable Epístola a los Gálatas, a quienes llama "insensatos" (Gál. 3, 1) porque querían, como judaizantes salvarse por el solo cumplimiento de la Ley, sin aplicarse los méritos del Redentor mediante la fe en El (cf. el discurso de Pablo a Pedro en Gál. 2, 11 - 21). La Alianza a base de la Ley dada a Moisés no podía salvar. Sólo podía hacerlo la Promesa del Mesías hecha a Abrahán; pues el hombre que se somete a la Ley, queda obligado a cumplir toda la Ley, y como nadie es capaz de hacerlo, perece. En cambio Cristo vino para salvar gratuitamente, por la donación de sus propios méritos, que se aplican a los que creen en esa Redención gratuita, lo cuales reciben, mediante esa fe (Ef. 2, 8 s.), el Espíritu Santo, que es el Espíritu del mismo Jesús (Gál. 4, 6), y nos hace hijos del Padre como El (Juan 1, 12), prodigándonos su gracia y sus dones que nos capacitan para cumplir el Evangelio, y derramando en nuestros corazones la caridad (Rom. 5, 5), que es la plenitud de esa Ley (Rom. 13, 10; Gál. 5, 14).

6. Triste es para el orgullo convencerse de que no somos ni podemos ser por nosotros mismos más que sarmientos secos. Pero el conocimiento de esta verdad es condición previa para toda auténtica vida espiritual (cf. 2, 24 y nota: "Pero Jesús no se fiaba de ellos, porque a todos los conocía" Lección fundamental de doctrina y de vida. Cuando aun no estamos familiarizados con el lenguaje del divino Maestro y de la Biblia en general, sorprende hallar constantemente cierto pesimismo, que parece excesivo, sobre la maldad del hombre. Porque pensamos que han de ser muy raras las personas que obran por amor al mal. Nuestra sorpresa viene de ignorar el inmenso alcance que tiene el primero de los dogmas bíblicos: el pecado original. La Iglesia lo ha definido en términos clarísimos (Denz. 174 - 200). Nuestra formación, con mezcla de humanismo orgulloso y de sentimentalismo materialista, nos lleva a confundir el orden natural con el sobrenatural, y a pensar que es caritativo creer en la bondad del hombre, siendo así que en tal creencia consiste la herejía pelagiana, que es la misma de Jean Jacques Rousseau, origen de tantos males contemporáneos. No es que el hombre se levante cada día pensando en hacer el mal por puro gusto. Es que el hombre, no sólo está naturalmente entregado a su propia inclinación depravada (que no se borró con el Bautismo), sino que está rodeado por el mundo enemigo del Evangelio, y expuesto además a la influencia del Maligno, que lo engaña y le mueve al mal con apariencia de bien. Es el "misterio de la iniquidad", que S. Pablo explica en II Tes. 2, 6. De ahí que todos necesitemos nacer de nuevo (3, 3 ss.) y renovarnos constantemente en el espíritu por el contacto con la divina Persona del único Salvador, Jesús, mediante el don que El nos hace de su Palabra y de su Cuerpo y su Sangre redentora. De ahí la necesidad constante de vigilar y orar para no entrar en tentación, pues apenas entrados, somos vencidos. Jesús nos da así una lección de inmenso valor para el saludable conocimiento y desconfianza de nosotros mismos y de los demás, y muestra los abismos de la humana ceguera e iniquidad, que son enigmas impenetrables para pensadores y sociólogos de nuestros días y que en el Evangelio están explicados con claridad transparente. Al que ha entendido esto, la humildad se le hace luminosa, deseable y fácil. Véase el Magnificat (Luc. 1, 46 ss.) y el S. 50). De aquí deducía un ilustre prelado americano que la bondad no consiste en ser bueno, pues esto es imposible porque "separados de Mí no podéis hacer nada". La bondad consiste en confesarse impotente y buscar a Jesús, para que de El nos venga la capacidad de cumplir la voluntad del Padre como El lo hizo.

7. Esto es lo que S. Agustín expresa diciendo "ama y haz lo que quieras". Porque el que ama sabe que no hay más bien que ese de poseer la amistad del amado, en lo cual consiste el gozo colmado (I Juan 1, 3 - 4); y entonces no querrá pedir sino ese bien superior, que es el amor, o sea el Espíritu Santo, que es lo que el Padre está deseando darnos, puesto que El nos ama infinitamente más que nosotros a El. Cf. Luc. 11, 13; I Juan 5, 14 s.

8. El futuro seréis (genésesthe) según Merk está mejor atestiguado que el subjuntivo seáis. Así también Pirot y otros modernos. El sentido, sin embargo, no fluye con claridad, por lo cual cabe más bien, con la puntuación correspondiente, referir la glorificación del Padre a lo dicho en el v. 7, sentido por cierto bellísimo y que coincide exactamente con 14, 13 y con 17, 2, donde se ve que el Corazón paternal de Dios es glorificado en que nosotros recibamos beneficios de nuestro Hermano Mayor. En tal caso este final queda como una señal que nos da Jesús en pleno acuerdo con el contexto: que (hina con optativo) vuestro sarmiento fructifique mucho y entonces sabréis que está unido a la Vid, es decir, que sois realmente mis discípulos, así como por los frutos se conoce el árbol (Mat. 12, 33; Luc. 6, 43 ss.). El caso inverso se ve en Mat. 7, 15: "Guardaos de los falsos profetas, los cuales vienen a vosotros disfrazados de ovejas, mas por dentro son lobos rapaces".

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