20 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO V DE PASCUA
1-6

1. /Is/05/01-07  VIÑA/ISRAEL

-LA VIÑA DEL SEÑOR ES LA CASA DE ISRAEL Hay que entender el texto del evangelio de hoy sobre el trasfondo de la "canción a la viña" en Isaías 5, 1-7.

El profeta se presenta en Is. 5 como amigo de quien se ha desvivido por su viña. Y expresa su dolor porque no ha dado los frutos esperados. Es un bello canto al trabajo del viñador en su viña, al amor del amante a su amada, a la elección y fidelidad de Dios para con su pueblo. Pero ese canto lírico se vuelve interpelación y exigencia para los oyentes: la viña infecunda sois vosotros, Pueblo de Israel. Si sois justos tenéis que tomar partido contra vosotros mismos.

Pero ¿qué frutos deseaba el viñador, el amante, el Dios de Israel? ¿Esperaba correspondencia a ese trabajo, a ese amor, a esa elección? No. "Esperó de ellos derecho... esperó justicia".

A/JUSTICIA: Todo el esfuerzo de Dios está enfocado a mover a los hombres a apiñarse como un racimo, a una relación humana con los demás. Es la paradoja que permanecerá a lo largo de toda la historia en las relaciones de Dios con los hombres. Dios no pide correspondencia a su amor, ni mucho menos que hagamos méritos para merecerlo, sino que los demás hombres experimenten la fecundidad del trabajo, amor y elección de Dios hacia nosotros.

El profeta del Antiguo Testamento nos deja con estas dos ideas: ¿Qué más pudo hacer el viñador -el padre- por su viña -por nosotros-? Esta pregunta tiene entonces una respuesta evidente: nada, lo ha hecho todo. ¿Y qué esperaba el Señor de nosotros? Explícitamente se dice: derecho y justicia, síntesis de una convivencia humana.

-YO SOY LA VID: J/VID.

Estas dos cuestiones van a experimentar en el evangelio de Juan: la primera un giro inesperado, la segunda una profundización.

¿Quién es la vid? ¿Israel como en Is. 5? No. Es una vid nueva la que el Padre ha plantado en esta tierra. Es Jesús. Los creyentes ya no son sarmientos de una vid, la casa de Israel, ni de otra Iglesia que pudiera sustituirla. El profeta no supo dar respuesta a la pregunta de qué más pudo hacer el viñador por nosotros. Dios sí. Plantar una vid que no falle, de manera que ser cristianos es estar injertados en esta cepa, Jesús, por la fe. Es tener asegurada una savia que nos fecunda, el Espíritu de Jesús. Dentro de nosotros palpita la vida de Dios a través del Espíritu que se comunica a los que están injertados en Cristo. Esta vid y la comunicación de esta vida nunca fallarán al cristiano.

Nada más lejos esta imagen de quienes creen asegurarse el favor de Dios a través de sus obras y merecimientos. Si vivimos como creyentes es porque corre por nuestras venas vida de Dios absolutamente gratuita. Y esa vida recibida produce "vino", símbolo de alegría, de comunión y de plenitud. Sorpresa gratuita y agradecida es la primera actitud del creyente. La actitud de autosuficiencia por una parte o la angustia por otra están lejanas de los discípulos de Jesús.

Pero -vamos a la segunda cuestión- ¿qué frutos espera el Padre de Jesús de nosotros? La continuación del texto que hoy leemos en el evangelio nos da la respuesta. Amor. En Isaías se hablaba de "derecho y justicia". En Juan se habla de "amor". Es bueno decirlo así para comprender que si se ha agudizado la imaginación de Dios -¿qué más podía hacer por los hombres?- no es lógico que sea para dar menos frutos que en el Antiguo Testamento. Amor no puede por tanto sino englobar esa convivencia humana que se entendía como "justicia y derecho" y radicalizarla.

Quedan así desautorizados quienes utilizan el "ágape", el amor, la caridad cristiana para desentenderse de "la justicia y el derecho". ¡El Espíritu de Jesús se nos ha dado precisamente para poder ir más allá que en el pueblo de Israel!.

Todo lo que sea de justicia debe ser englobado por el amor cristiano. Y hablamos de justicia, cuando reconocemos al otro como a un igual, cuando le aceptamos con su dignidad y derechos, cuando no le hacemos lo que no quisiéramos que se nos hiciera a nosotros (que somos iguales que él). Nada de lo que queda dentro del "justicia y derecho" profético queda fuera del "amor" cristiano. Pero esa actitud hacia el prójimo se radicaliza, se interioriza. El amor no está legislado. Sale de dentro antes de la existencia de la ley y del derecho. Y por eso es más eficaz, más imaginativo, más humano, más comunicativo. La justicia puede nacer de una exigencia externa, incluso como correspondencia a la misma predilección del Dios del Antiguo Testamento. El impulso del amor brota del Espíritu, de la vida de Jesús en nosotros. Ese Espíritu es el que nos hace llamar a Dios Padre y nos sorprende viendo a los hombres como hermanos. El amor evidentemente también tiene "obras de justicia", pero radicalizadas, surgidas desde la raíz, desde nuestro interior más profundo, allí donde el Espíritu suavemente nos susurra el misterio de la filiación y de la fraternidad.

El evangelio de hoy nos aproxima a dos sentimientos. Las dificultades de la vida son evidentes. Pero intentemos la experiencia de que corre por nosotros la misma vida del Espíritu de Jesús y dejémonos llevar por una vez de esa plenitud. Y en segundo lugar, ningún cristiano puede quedarse ahí. Si le ocurre esto a él es para que pase algo en la humanidad. La vida de Jesús lleva al proyecto de Jesús. Vivir del Espíritu de Jesús, en gratuidad, significa seguir a Jesús en la historia, en compromiso.

JESÚS M. ALEMANY
DABAR 1988/27


2. H-NUEVO:

Si bien el texto de hoy pertenece a los momentos de la Pasión y Muerte de Jesús, el tiempo pascual en el que nos encontramos nos permite ver -como el autor, cuando escribió el Evangelio- en una perspectiva nueva: no en el contexto de alguien que se despide momentos antes de morir, sino en el de una despedida temporal, preludio de una nueva presencia ya inalterable.

Y en este contexto hay que entender esta imagen de la vid y los sarmientos: con Jesús ha irrumpido en la sociedad un hombre nuevo, una nueva forma de entender la vida, las relaciones con los hombres y las relaciones con Dios. Y, a partir de El y sus seguidores, este hombre nuevo se irá constituyendo a través de la comunidad de discípulos: Jesús y los que viven como Jesús, los que hacen palpable, visible, el Espíritu invisible de Jesús entre los hombres, son los alumbradores de ese mundo nuevo de hombres hijos de Dios, hermanos entre sí.

Ahora bien, la existencia de esta nueva humanidad no va a depender ya de una institución: Jesús no vino a sustituir una religión por otra, unas leyes por otras, una prácticas por otras, la sinagoga por las iglesias... Jesús vino a cambiar el hombre: el hombre viejo, legalista, ritualista, el hombre viejo que busca agradar a Dios con exterioridades (sacrificios, cultos, ritos...), el hombre egoísta, el hombre distante de Dios, será transformado en el hombre nuevo, el hombre del amor, del compromiso, de la solidaridad, hijo de Dios y hermano de los hombres, el hombre que agrada a Dios con su justicia y su solidaridad con el indigente.

No se trata de cambiar una prácticas por otras, sino el hombre viejo por el nuevo, por el que participa del estilo de vida de Jesús, por el que se deja guiar por la fuerza del mismo Espíritu que guió a Jesús en su acción salvífica y liberadora entre los hombres.

Ese Espíritu entregado por Jesús desde la cruz, recogido por sus seguidores para continuar "como si cada uno de sus discípulos fuésemos el mismo Cristo", porque Cristo sigue vivo y se manifiesta, entre los hombres, por medio de la comunidad que cree en él. En consecuencia, si somos seguidores suyos, viviendo con su mismo Espíritu, no hay otra alternativa que la de dar, como él, fruto abundante. Si de verdad "seguimos con él y él en nosotros", no cabe otra posibilidad que la de fructificar con él y como él. Y si no damos fruto, no estamos con él.

Jesús nos ha dejado un único mandato: que nos amemos; pero éste no es una ley regulable: es un programa de vida, un estilo a desarrollar, un talante a integrar y manifestar entre los hombres. El amor no es regulable: es, solamente, "vivible". El amor no se puede encuadrar ni en leyes, ni en ritos, ni en prácticas: el amor es un movimiento expansivo que se debe ir extendiendo día a día entre toda la humanidad.

Esta es, por tanto, la alternativa de Jesús, frente al mundo opresor generado por el "agua" de la ley, la alegría de la fraternidad que da el buen vino. Frente a la ley-agua del A.T., el amor-Sangre-vino de Jesús y la Nueva Alianza.

Una alternativa sin alternativas; una opción sin otra que la iguale; más aún, sin otra que esté ni siquiera a su propio nivel; no es otra solución más para el mundo la que ha propuesto Jesús; no es un programa más entre los que considerar a la hora de elegir: es el nuevo, el único capaz de transformar al mundo, al hombre. Por eso es la alternativa sin alternativas: desde Jesús, al hombre ya no le queda más camino para ser plena y realmente hombre que el del amor al hermano, sea cual sea su nombre, su condición, su nacionalidad, su opción política o religiosa, su color o su edad.

Y, sosteniéndolo todo, el amor del Padre que cuida de la vid, de los sarmientos; el Padre que va cuidando, uno a uno, todos juntos, a los miembros de la comunidad, eliminando progresivamente todo aquello que sea muerte o que lleve a la muerte, dejando libre en el hombre todo lo que sea amor, todo lo que lleve a la vida.

Pero para conseguir todo esto hace falta en el hombre la fidelidad, el no echarse atrás en las circunstancias; como este Jesús que pronuncia las palabras del Evangelio de hoy y que, por fidelidad, va a ser ajusticiado, por fidelidad va a ser arrancado violentamente de la vida. Así, la fidelidad, el amor y la profunda convicción de que el Padre nos ama hará desaparecer en nosotros todos los miedos que pudieran paralizarnos, que pudieran esterilizarnos en nuestra misión; y con la fidelidad, el amor y la convicción de que Dios nos ama seremos los sarmientos unidos a la vid que demos, en abundancia, los frutos de amor y justicia que Dios espera de nosotros y que los hombres están necesitando día a día.

DABAR 1982/28


3. CR/IDENTIDAD:

Me contaban que, en una ocasión, viendo cierta famosa cómo una monjita diminuta curaba a un leproso, ambas sostuvieron este diálogo:

-Yo, ni por un millón de dólares haría eso -comentó la famosa.

-Y yo, tampoco -apostilló la religiosa.

-Entonces, ¿por qué lo hace? -inquirió nuestra famosa.

-Porque es un hermano. Ya ve, mucho más barato -dijo la monjita mientras seguía curando.

La monjita y la famosa tenían distintos puntos de vista, diferente óptica, motivaciones diversas.

La primera de las lecturas de este domingo nos plantea un problema: nuestra identificación cristiana; y un interrogante, éste: ¿en qué se diferencia el cristianismo de otras ideologías o sistemas? Supongamos, por un momento, que la famosa en cuestión abandona el plató y sus dólares, se viste la bata y la cofia y se queda para siempre con la monjita vendando leprosos. ¿Bastaría con eso para que en el carnet de identidad de ambas pudiéramos poner la misma nota: "¿Son cristianas? ¿Basta con observar lo que se hace o hay que ir más lejos y ver por qué se hace? Pensemos en dos personas comprometidas hasta las uñas en la lucha por la justicia, pero arrancando desde distintos maestros; uno desde Cristo, y otro desde Marx. Sigamos pensando que los dos luchan a tope, gastan su tiempo, exponen su libertad y alcanzan los mismos logros prácticos. Posiblemente ni el cristiano toleraría que calificásemos su acción de marxista ni el marxista aceptaría su acción como cristiana.

FRATERNIDAD/CR: Entonces, ¿cuál es la auténtica identidad cristiana? ¿Dónde está la barrera de lo cristiano y no cristiano? Creemos que la acción cristiana añade a cualquier otra una nueva dimensión: el hombre cristiano vive, lucha y ama porque se siente hermano del hombre de tal manera que esta fraternidad dimana de la universal paternidad de Dios. Esta fue sin duda la gran tarea de Cristo, enseñarnos a vivir como hermanos y adoctrinarnos en el fundamento de esta verdad.

Cualquier ideología, pues, que mate o elimine al Padre Común, mata en su raíz el fundamento de la fraternidad humana y, por consiguiente, la esencia misma del ser cristiano.

El cristiano construye la ciudad humana en el amor -quizá a nivel teórico pueda coincidir en esto con otros movimientos- y, además, espera la ciudad futura como consumación y triunfo definitivo del amor y la hermandad.

La Biblia presenta la dimensión religiosa del hombre en íntima y estrecha relación con su promoción humana temporal. El hombre es imagen de Dios precisamente porque recibe la encomienda de llevar a término la obra de la Creación, pero a través del hermano (/Gn/04/09).

Religarse a Dios no exige renunciar o romper con la tarea de promoción humana, pero sí que exige, como principio dinámico de ella, aceptar que ésta es quehacer de hermanos. Por tanto, cualquier empresa humana, cualquier compromiso, deja de ser cristiano cuando a instancias de determinada idea o impulso visceral se rompe la fraternidad.

Y una segunda distinción: Padre y fraternidad, junto con el amor que de ellos emana, ponen unos diques infranqueables a toda acción que se quiera apellidar cristiana, éstos: un no rotundo a la violencia, el odio, la ley del talión y cualquier tipo de revancha o posibles represalias.

¿Que por qué es esto así? Ah... magister dixit.

DABAR 1976/31


3.

-La Iglesia se iba construyendo.

San Lucas termina la primera parte de los Hechos con una apreciación optimista sobre la naciente Iglesia. Se precisa que "progresaba en la fidelidad al Señor y se multiplicaba animada por el Espíritu Santo". También se dice que "gozaba de paz". Sin embargo, la aceptación de Pablo no es fácil, sino conflictiva. Su persona es mirada con recelo, pero no sólo su persona, sino también su modo de concebir el cristianismo y especialmente en relación con la ley y el judaísmo. La fidelidad de Pablo al Señor o, como hoy diríamos, la búsqueda de la identidad cristiana planteará problemas.

El conflicto de la primitiva comunidad cristiana para conseguir su identidad fue serio y decisivo. El cristianismo pudo quedarse en secta judaica o convertirse en religión universal. Se logró lo segundo, pero Pablo tuvo que enfrentarse, todo lo fraternalmente que se quiera, con Pedro, el máximo responsable. Aquellos primeros cristianos contaban con dos cosas fenomenales, además de su sinceridad y autenticidad. Esas dos cosas eran "la fidelidad al Señor y la animación del Espíritu".

Los cristianos de hoy tenemos bastantes cosas en común con ellos. En primer lugar, la conflictividad, que tampoco hoy podemos descartar como un hecho que está ahí, y que quizá es inevitable en cualquier momento histórico, y hasta puede ser un elemento dinámico.

La razón de la conflictividad es, sin duda, distinta. Allí era entre la fe y salvación en Jesús o la ley o judaísmo. Hoy puede ser entre fe y ateísmo o entre cristianismo o marxismo. El conflicto nos lleva a buscar la verdadera identidad cristiana.

También esto es un problema de hoy.

En la búsqueda de la identidad cristiana hay una pista segura: "la fidelidad al Señor". Y algo a tener muy en cuenta: la apertura al Espíritu y su animación. En ambas cosas nos dan ejemplo los primeros cristianos y nos parece algo esencial si queremos acertar con el buen camino.

-Rasgos esenciales de toda identidad cristiana. En las lecturas de este domingo encontramos algunos de estos rasgos esenciales.

1. Dios es el Padre de Jesús y nuestro Padre. La figura de Dios Padre es algo esencial en el mensaje de Jesús. De ahí brota nuestra filiación divina y la fraternidad. Ni la persona de Jesús ni el Evangelio se pueden entender sin esta referencia a Dios Padre. Ser fiel a Jesús es ser fiel a esta verdad. Según Juan la vida eterna consiste en creer en Jesús como enviado e hijo de Dios Padre.

Un Jesús ateo o con un Dios lejano y abstracto nos parece inconcebible. Sin embargo, nuestro tiempo ha conocido cristianos que se llamaban ateos y teólogos de la muerte de Dios. Y desde luego hay bastantes cristianos para quienes su Dios no es el Dios cercano, paternal y misericordioso de Jesús.

La fraternidad es uno de los rasgos más destacados del cristianismo y se apoya en Dios Padre de Jesús. Sencillamente, el Dios cristiano es el Padre de Jesús.

2. La caridad, el amor, es otro rasgo esencial de la identidad cristiana. Ya lo sabemos todos. Pero no es fácil en la práctica.

Y no sólo por aquello de que tiene que manifestarse en las obras y dar frutos. Hay otra razón que hoy complica las cosas. Brevemente se puede resumir así: en nuestro mundo hay explotación y unos son los explotados y otros los explotadores. Esto parece un hecho. Y hay que tomar partido, o con unos o con otros. El Evangelio nos inclina hacia los explotados. Lo malo es que hoy esta lucha se presenta, y según muchos, inevitable, violenta. Por las buenas los explotados no ceden. ¿Cómo lucha un cristiano en estas circunstancias por la justicia y la fraternidad y los más necesitados? La violencia sale al paso.

La solución únicamente puede venir para un cristiano de ver lo que hizo Jesús y escuchar lo que dijo. Jesús prefirió morir a matar. Y dijo lo de poner la otra mejilla y perdonar a nuestros enemigos. La verdad es que usó la violencia moral, y de qué forma, con los fariseos y hasta una vez cogió el látigo. También mandó a Pedro envainar la espada.

Nos parece claro que el amor a los más necesitados y explotados es un rasgo esencial de la fe cristiana, pero en ese amor, y en cuanto a los medios, hay que tener en cuenta la actitud de Jesús que prefiere morir a matar.

3. "Con obras y según la verdad". Es evidente que el amor verdadero nos ha de llevar a las obras. San Juan y toda la Biblia insiste en ello y hasta lo concretan en los bienes y necesidades materiales. Pero aquí se dice algo más. La verdad para Juan se pone aquí al nivel de la fe y de la revelación. Y por tanto amar "según la verdad" es amar desde la fe, desde una fe verdadera que sigue los pasos de Jesús, quien se entregó por los hermanos hasta la muerte.

En pocas palabras: que el amor a los hermanos y a la justicia en un cristiano brota de su fe. Es otro rasgo de identidad cristiana.

VIOLENCIA: "La Iglesia no puede aceptar la violencia, sobre todo la fuerza de las armas -incontrolable cuando se desata- ni la muerte de quienquiera que sea, como camino de liberación, porque sabe que la violencia engendra inexorablemente nuevas formas de opresión y de esclavitud, a veces más graves que aquellas de las que se pretende liberar." PABLO-VI, Evangelii nuntiandi, 37.

DABAR 1976/31


4.

-RASGOS DE LA COMUNIDAD PASCUAL

Ojalá vayan siendo también nuestras las características que aparecen en la primera comunidad después de la Pascua.

Sigue creciendo la Iglesia, convencida de la presencia activa de su Señor resucitado y guiada por su Espíritu. Crece y madura, ayudada también por las dificultades internas y externas, con una difícil serenidad y paz.

Hay un rasgo interesante hoy: la comunidad apostólica acoge a Pablo, el que luego será el gran apóstol de Cristo entre los paganos.

Por parte de Pablo es noble la actitud y el testimonio: va a Jerusalén, a confrontar su misión con Pedro y los demás apóstoles, y les cuenta la experiencia de su encuentro con Cristo y su conversión.

Pero también es admirable el mérito de la comunidad: a pesar de las más que justificadas suspicacias que podía suscitar la persona de Pablo, le acogen, no se cierran al carisma que brota, saben ver en él la acción del Espíritu. La aceptación de Pablo es una lección de universalismo y de imaginación, porque Pablo va a ser apóstol "de otro modo".

Ya hay aquí una primera interpelación a nuestra comunidad eclesial concreta, religiosa o parroquial, para que crezca y madure, se deje guiar por el Espíritu y sepa aceptar la variedad de dones que Cristo regala a su Iglesia. Hacen falta muchos Bernabés que sepan discernir y muestren un corazón capaz de dar un margen de confianza a las personas.

-CRISTO, LA VID; NOSOTROS, LOS SARMIENTOS

Pero hoy y el domingo que viene, el evangelio, tomado del discurso u oración de la Ultima Cena, nos invita a profundizar en el misterio pascual de Cristo en cuanto a nuestra relación con El.

El domingo pasado se nos presentaba Cristo como el Buen Pastor.

El domingo que viene nos anunciará su testamento del amor y la alegría. Hoy es la hermosa metáfora de la vid y los sarmientos la que nos ayuda a entender toda la intención de la Pascua.

Es una comparación sencilla, pero profunda, que nos ofrece muchas sugerencias para la vida cristiana. Si ya era hermoso que se nos invitara a unirnos a Cristo como a nuestro Pastor, más profunda es la perspectiva del sarmiento que se entronca en la vid y vive de ella.

La imagen apunta claramente a una comunión de vida con Cristo.

Como la savia vital que fluye a los sarmientos y les permite dar fruto (y al revés, la separación produce esterilidad y muerte), así nosotros con Cristo: "sin mí nada podéis hacer". Celebrar la Pascua es, no sólo alegrarnos del triunfo de Cristo, sino incorporarnos -dejarnos incorporar por el Espíritu- a la Nueva Vida de Cristo.

Una expresión típica de Juan es la de permanecer en Cristo: siete veces aparece en su evangelio: el Resucitado no sólo quiere que vivamos "como" El, o que sigamos "tras" El, o que seamos "de" El, o que caminemos "con" El, sino que vivíamos "en" El. Es un programa de comunión de vida. Ciertamente "permanecer en El" no se interpreta pasivamente, sino que es un programa dinámico y comprometedor como pocos.

-APLICACIONES CONCRETAS

La imagen admite traducciones muy concretas en nuestra vida, según los ambientes de las varias comunidades:

-la comunión de la verdad y la fe (cf. 2 lect.); creer en El es el primer y radical lazo que nos une; "somos de la verdad", se nos propone "que creamos en el nombre de Jesús";

-pero esa fe debe desembocar en el amor: Juan relaciona estrechamente las dos perspectivas: "creamos... y nos amemos unos a otros"; éste es el mandamiento, estos son los frutos de nuestra unión con el Resucitado; el que ama "permanece en Dios" (será el tema central del domingo que viene);

-la unión con Cristo retrata también nuestra oración: la oración personal y comunitaria nos hacen centrarnos de modo privilegiado con Cristo, con su Palabra, con sus sacramentos; este encuentro -la Eucaristía diaria o dominical, por ejemplo- son como el motor y el alimento de nuestra unión existencial con Cristo;

-hay una dirección interesante en la imagen, la poda; a los que se mantienen unidos a Cristo, Dios los "poda", para que den más fruto; ¿qué aspectos de nuestra vida estamos dejando que sean podados en esta Pascua, qué purificación y renovación se nota en nuestra existencia personal, en nuestra comunidad? Este programa, positivo pero empeñativo, de nuestra Pascua con Cristo debe conducir también claramente a la experiencia de nuestra Eucaristía. Cuando Juan, en el cap. 6 de su evangelio, dice cuáles son los frutos de la Eucaristía, habla en los mismos términos: "el que me come permanece en mí y yo en él". Más aún: "como yo vivo por el Padre, que vive, así el que me coma vivirá por mí". La celebración eucarística es como el resumen y el motor de toda una vida cristiana en unión con Cristo.

J. ALDAZABAL
MISA DOMINICAL 1991/07


5. CUERPO-DE-CRISTO/UNIDAD:

El símbolo de la vid designó a través de todo el Antiguo Testamento al pueblo que Dios se había elegido y del que se ocupaba con amor. Jesús se apodera de este símbolo para hacernos descubrir una nueva realidad: "Yo soy la vid verdadera".

Se trata siempre de Dios, atento viñador, y de los hombres como pueblo-viña. Pero entre los dos surge un hombre-vid, un hombre "colectivo": Jesús. La viña de cepas repartidas se convierte en esa cepa única que no dejará de crecer por medio de sus sarmientos: "Yo soy la vid, vosotros los sarmientos".

Se dibuja un misterio de unidad: la unión tan estrecha de Jesús con sus discípulos. Esa unidad hace soñar evidentemente con la solidaridad de los hombres en Adán, pero la solidaridad en Jesús es mucho más fuerte y totalmente benéfica. Saca su fuerza de otra unidad: entre Jesús y su Padre, entre la "cepa" y el "viñador".

Hay una palabra típicamente joánica que define esta unidad divina que se extiende hasta nosotros por medio de Jesús: morar.

"Morad en mí como yo en vosotros". En su gran oración final, Jesús evocará por última vez esta unidad de inhabitación absolutamente sin ejemplo: "Que sean todos uno, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo; que también ellos estén con nosotros" (/Jn/17/21). Para simbolizar la misma unidad, san Pablo preferirá la idea de cuerpo: somos el cuerpo de Cristo, un cuerpo que es la Iglesia. Cristo y la Iglesia forman el "Cristo total".

Desde el Vaticano II, hemos aprendido a saborear otra noción muy bíblica, la de pueblo de Dios. Pero siempre tendremos también la necesidad de vernos como iglesia y cuerpo de Cristo.

"Pueblo de Dios" hace surgir la idea de unos hombres en camino, esa inmensa caravana que se puso a caminar detrás de Abrahán, de Moisés, de David, de Jesús el verdadero pastor. La iglesia es la organización necesaria del trabajo misional de Cristo por toda la tierra, el lugar en donde los bautizados se encuentran con Dios y entre ellos mismos para aprender a servir a todos los hombres sus hermanos. El cuerpo de Cristo nos conduce a los misterios de unión, de inhabitación, a esa comunidad de vida entre Jesús y nosotros que simboliza tan acertadamente la savia de la vid.

- Sin mí, dice Jesús, sin mi vida en vuestras venas, no podéis hacer nada, no podéis vivir nada en profundidad, no habrá vitalidad entre el Padre y vosotros. No seréis más que un sarmiento seco.

Describe de este modo otro misterio de unión: "El que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él" (6, 56).

La vid, un pueblo, una iglesia, un cuerpo, la eucaristía, todo nos aparta de una vida cristiana individualista. Y hasta de un imaginario "tú y yo" con Dios. No estamos nunca solos, ni tampoco sólo dos; la realidad cristiana es una trilogía: nosotros-Dios-los hermanos. Vivir al estilo cristiano es velar al mismo tiempo por nuestra comunión con la Trinidad y con la humanidad. La imagen de unas relaciones demasiado separadas, la vertical y la horizontal, no me ayuda; prefiero verme en un inmenso universo en el que alcance, por todas partes a la vez, al Señor y a mis hermanos.

Esta vida comunional, al mismo tiempo diversificada y una, es evidentemente una comunión de amor. En los célebres versículos que siguen y que vamos a meditar (9 al 17, el cántico de Juan al amor), Jesús nos dice que una misma savia divina, el mismo amor, tiene que ir haciendo poco a poco de todos los hombres, en Jesucristo, el inmenso pueblo-vid.

ANDRE SEVE
EL EVANG. DE LOS DOMINGOS
EDIT. VERBO DIVINO ESTELLA 1984.Pág. 214


6. SOLEDAD:

-Mensaje actual

Según muchos psicólogos, la enfermedad más ampliamente extendida en nuestros días es la soledad. Y esta afirmación se comprueba en primer lugar y sobre todo en los países de más elevado nivel de vida. Hay muchos niños que sufren de soledad, porque sus padres no se preocupan de ellos. Y los jóvenes, porque se creen incomprendidos. Hay casados que viven en soledad. En las comunidades de vida consagrada hay también vidas solitarias, porque no han encontrado la amistad con Cristo ni el entusiasmo por su ocupación de cada día. Y sobre todo sufren de soledad los ancianos, que se sienten desatendidos y considerados como una carga... Son personas que tal vez han hecho mucho en la vida y ahora lo tienen todo menos el cariño. La pena interior se manifiesta a veces en signos exteriores de depresión, nerviosismos... que inducen hasta el suicidio. Especialmente insoportable es la soledad cuando uno se siente solo rodeado de millones de hombres que le son ajenos y desconocidos. En nuestras ciudades viven miles de hombres y mujeres sin conocerse. Entre los que se conocen, son pocos los amigos íntimos con conocimiento profundo. La mayor parte de las relaciones que pueden establecerse son superficiales y duran poco. Este mundo nuestro, sofisticado y tecnificado, favorece poco las relaciones profundas entre personas en cuanto tales.

Y aquí la gran diferencia: Dios conoce y ama a cada uno personalmente. Es la respuesta de la fe al problema de la soledad. Entre el resucitado y sus discípulos es posible una relación como la de un buen pastor con sus ovejas. El las conoce por su nombre y tiene relación personal con cada una de ellas. El conocimiento es íntimo, personal y profundo. Conoce nuestras debilidades, necesidades y buenos deseos... antes de que se los expongamos.

Los «famosos»: héroes de las películas, de la política, del deporte... visitan las ciudades en olor de multitudes. Los fans corren y gritan con entusiasmo. Quizá regresan a casa con la alegría de que han visto a su estrella. Pero ¿han sido vistos por ella? En los hospitales se alinean habitaciones, todas iguales, donde los enfermos sufren y esperan. Imposible que aun el mejor de los médicos conozca y siga la curva de los acontecimientos que representan un interés en la vida íntima de cada enfermo. Jesús nos conoce personalmente, antes de que nosotros le hayamos dirigido la palabra. Fue el caso de Zaqueo o de Natanael o de la samaritana. El quiere ser para cada uno un amistoso "tú" con quien nosotros podemos establecer relaciones de amistad y luchar contra la soledad interior.

Esta relación personal es sólo posible cuando nosotros tendemos puentes con los demás que nos necesitan. Es la condición para que Jesús se nos comunique.

GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/B
EDIT. VERBO DIVIN0 ESTELLA 1987.Pág. 76