COMENTARIOS AL EVANGELIO

Jn 10, 11-18

 

1.

El capítulo 10 de Jn contiene la alegoría del pastor modelo, constituyendo una verdadera síntesis del misterio de la salvación. En el v. 11 tenemos una definición descriptiva de Jesús como pastor. Este tema abre una serie de relaciones entre Jesús y los suyos haciendo ver que el conocimiento mutuo no es un conocimiento de tipo psicológico, ni un conocimiento entre maestro y discípulo, sino que es un conocimiento de amor, basado en las relaciones del Padre con Jesús. Por eso mismo, toda relación entre los que creen debe tener como base un amor real.

Traduzcamos hoy amor por respeto, comprensión, justicia, igualdad, cariño. En el grupo de los que creen la "autoridad" es Jesús, autoridad de uno que no tiene mayor interés que el de servir como sea.

Jesús hace un acto de radical generosidad con el hombre al que considera hermano de verdad: el dueño de la vida ("entregar-recuperar", fórmula de totalidad, v. 18) da su vida en favor de los que quiere. No hay aquí ningún rasgo de altiva beneficencia, sino la sencillez del que ofrece lo que más quiere por el amor que tiene a otro. De tal modo es radical la entrega que esta muerte adquiere una dimensión salvadora, un valor absoluto.

Subyace aquí un tema profético: la universal y unidad del rebaño. Ya la antigua profecía (Is 60-61) había intuido que el mensaje de la Palabra, el don de Dios, no podía quedar reducido a las estrecheces históricas de un pueblo. Jesús, por medio del pensamiento del autor, muestra con claridad que su don al hombre ha llevado dicha universalidad a las últimas consecuencias.

Comienza a nacer la nueva comunidad mesiánica. El grupo de los que creen es lo menos parecido a un coto cerrado. Igual para todos y todos iguales. Un ideal que hay que construir.

EUCARISTÍA 1991/20


2.

La figura del pastor fue todo un símbolo en Israel y en el contexto histórico-cultural en el que vivió.

En la literatura oriental antigua en general y, concretamente en la Biblia, se da el nombre de pastores a los reyes y jefes de los pueblos. Las relaciones de Yavhé con su pueblo Israel se ilustran con imágenes tomadas de la vida de los pastores. Ante la corrupción de los "pastores" de Israel, sean reyes o sacerdotes, se alza la voz de los profetas, quienes anuncian que, al fin, Dios mismo se hará cargo del rebaño o que suscitará de la estirpe de David un buen pastor que rija con justicia a su pueblo (Jr 23, 1-6; Ez 34, 23; 37, 24). Cuando Jesús dice que es el buen pastor, se refiere a estas profecías y se presenta como el Mesías prometido; pero en el evangelio de Juan el símbolo del pastor, aplicado a Jesús, ha perdido todo el significado de dominio sobre las ovejas.

No se trata aquí solamente de decir lo que hace el buen pastor, sino de la definición del buen pastor. Jesús es el buen pastor porque da la vida por sus ovejas.

El asalariado es todo lo contrario del buen pastor. En vez de dar la vida por las ovejas, vive de ellas. Por eso las abandona a su suerte cuando llega el peligro. No hay que pensar que el texto hace alusión a los fariseos del tiempo de Jesús o a los que se presentaron como Mesías y llevaron al pueblo al matadero.

Asalariados, falsos pastores, demagogos de toda clase los hubo entonces y los hay ahora.

En cambio, no ha habido ni puede haber otro que sea el buen pastor. Nótese el contexto pascual en el que debe entenderse la expresión "Yo soy". Jesús, el Señor resucitado, es el "buen pastor". Nadie puede ocupar su lugar, nadie puede representarlo en el sentido de desplazarlo o sustituirlo. El "buen pastor" no tiene sucesores, pues vive y es hoy el "buen pastor". Los que se llaman pastores en la Iglesia sólo pueden hacer presente o visible el servicio de Cristo dando la vida por las ovejas de Cristo.

Las ovejas no son de Pedro ni de los sucesores de Pedro, ni de los obispos; son siempre las ovejas de Cristo. Y Cristo mantiene con ellas relaciones personales de conocimiento y de amor, las mismas que se dan entre él y el Padre.

EUCARISTÍA 1988/21


3.

Retomamos el cuarto evangelio hacia la mitad. En un momento especialmente tenso debido al intercambio de graves acusaciones entre las partes en litigio. Jn. 10, 1-18 puede considerarse como un auténtico alegato en el que el autor razona el pastoreo de Jesús frente a las pretensiones de pastoreo de los guías religiosos. (A propósito del lenguaje de los diálogos en el cuarto evangelio puede consultarse el comentario del cuarto domingo de cuaresma a Jn. 3, 14-21. Al comentar un diálogo de Juan es más exacto hablar de significado de Jesús que de palabras de Jesús).

El razonamiento del pastoreo de Jesús arranca de un símil tomado de la vida no metafórica de los pastores: la llegada del lobo. En una situación así, continúa el símil, la capacidad de desprendimiento en beneficio de las ovejas da la medida exacta del pastor, probando al que realmente es del que sólo aparentaba serlo. A este último, en realidad, no le importaban las ovejas.

Hasta aquí el símil (v. 13). Lo central en él es la capacidad de desprendimiento en beneficio de las ovejas. Este es precisamente el caso de Jesús, a diferencia de los guías religiosos judíos, interesados en ultimo análisis y no obstante su apariencia humanística en el cumplimiento de la ley (cfr. episodios de la adúltera y del ciego en Jn 8, 1-11 y 9, 13-34). "Este pueblo, que no conoce la ley, está maldito". En claro contraste con este modo de hablar que Juan atribuye a los fariseos en Jn. 7, 49 está el modo de hablar que atribuye a Jesús en el texto de hoy: "Conozco a mis ovejas y las mías me conocen". A conocer la ley Juan opone conocer a las ovejas. Ambos conocimientos los presenta a su vez dotados de una dinámica contrapuesta. La dinámica del conocimiento de la ley es la separación, la expulsión, la excomunión de las personas (cfr. Jn. 9, 22.34); la del conocimiento de las ovejas es la entrega de la propia vida en beneficio de ellas. De todas las ovejas, no sólo de las judías.

Juan introduce aquí un nuevo contraste: al exclusivismo opone la universalidad. Las "otras ovejas que no son de este redil" son todos aquéllos que no son judíos de nacimiento o por adopción y que en el cuarto evangelio quedan englobados bajo la denominación de "griegos". El autor está preparando la gran fiesta pascual de Jn. 12, 20-36, donde se nos dice que unos griegos quieren ver a Jesús (véase el comentario a este texto en el quinto domingo de cuaresma). Será entonces cuando resuene solemne lo siguiente: "Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del Hombre". Será, en efecto, entonces cuando se habrá hecho "un solo rebaño con un solo pastor". Espontáneamente vienen a la mente estas palabras de Pablo: "Y aquí no hay más griego ni judío, circunciso ni incircunciso...: no, lo es todo y para todos Cristo". (Col 3, 11). Pero Cristo crucificado. Porque "si el grano de trigo cae en tierra y muere, da mucho fruto". Es el voluntario desprendimiento de la propia vida del que se nos habla en la última parte del texto de hoy. La muerte del pastor no es explicable solamente como un fatal desenlace o como un juego de fuerzas y de intereses. "Nadie me quita la vida, sino que yo la entrego libremente". La muerte del pastor es consecuencia de su opción por las ovejas, por todas las ovejas. Por eso es el buen pastor a quien el Padre ama. Termino con estas otras palabras de Pablo: "Hermanos míos, en el cuerpo del Mesías os hicieron morir a la ley; así pudisteis ser de otro, del que resucitó de la muerte, y empezar a ser fecundos para Dios" (Rm 7, 4). Estamos realmente en el tiempo pascual.

ALBERTO BENITO
DABAR 1985/25


4.

El evangelio de hoy es de los que se prestan a fáciles extrapolaciones. Vamos, pues, a situarlo dentro del marco literario en que Juan lo ha colocado. Este marco literario es de naturaleza judicial. La autoridad religiosa judía ha abierto una investigación para examinar el caso del exciego de nacimiento (Jn. 9). El veredicto condena a este hombre a no ser discípulo de Moisés (Jn. 9, 34). En realidad el condenado es Jesús. Por eso aparece Jesús de repente en la sala literaria del proceso. Pero ahora los papeles se cambian. En realidad el condenado es la autoridad judía (Jn. 9, 39-41). En el cap. 10 Jesús fundamenta y razona el veredicto pronunciado en el versículo del cap. 9. La parábola del buen pastor no es pues una imagen idílica, sino la fundamentación judicial de un veredicto contra la autoridad judía.

Jesús basa su veredicto en el archiconocido cap. 34 de Ezequiel (archiconocido, por supuesto, para los judíos). El profeta comienza denunciando a los jefes de Israel como a falsos pastores del rebaño de Dios. Con su proceder injusto han destrozado el rebaño. Por eso Dios los destituye de su cargo y El en persona toma la guía, reúne las ovejas dispersas y restablece con ellas una relación de mutua confianza. Todos estos elementos los ha recogido Juan en 10, 11-18 introduciendo la equiparación Yahvé-Jesús. En esta equiparación radica precisamente el escándalo de los judíos (cfr. Jn. 6, 42; 7, 26-27). Jesús toma la guía, reúne las ovejas, crea un clima abierto de mutua confianza.

Hay, sin embargo, algunas que no quieren aceptarle (alusión a la autoridad religiosa judía) porque piensan que es absurdo que una persona de carne y hueso como Jesús pueda ser a la vez Dios. El eterno escándalo ante la materia: problema filosófico y existencial. Este y no otro es el problema que se les planteó a los judíos con Jesús (cfr. de nuevo Jn. 6, 42; 7, 26-27). Este y no otro es nuestro problema con Jesús; por eso "espiritualizamos" su persona.

Pero Jesús es también pastor de los que sienten escándalo ante su persona. ¡Nota humana en un contexto judicial! Aquí radica la gran diferencia entre el veredicto de la autoridad judía (Jn. 9, 34) y el veredicto de Jesús (Jn. 9, 41). Aquél es dictatorial; el de Jesús no, porque en realidad es autocondena del propio condenado (cfr. Jn. 3, 17-19). Junto a estos elementos comunes con Ez. 34 hay en el buen pastor de Juan otros que van más allá del círculo de ideas de Ezequiel.

En concreto dos: 1. La relación de conocimiento y amor entre el Padre y el Hijo; 2. El amor de Jesús a sus ovejas es la única razón de ser de Jesús. Es un amor total y absoluto, cuya expresión es la aceptación soberanamente libre del veredicto dictatorial que lo condena a muerte (cfr. Jn. 15, 13). En lo que va de evangelio es la primera vez que Juan menciona con insistencia este aspecto sacrificial voluntario de la vida de Jesús.

DABAR 1985/25


5. J/BUEN-PASTOR:

Como la parábola precedente, ésta constituye la respuesta de Cristo a los fariseos, cuya autoridad ha puesto en duda (Jn 9, 40). Jesús desarrolla los tres criterios que establecen a sus ojos la verdadera autoridad: el buen pastor da su vida por su rebaño, vive en comunión y conocimiento mutuo con él (cosa que puede hacer porque vive en comunión con el Padre), se preocupa de su unidad y de la recolección de las ovejas perdidas.

* * *

a) Ofreciendo su vida por el rebaño, el buen pastor realiza varias profecías mesiánicas: Ez 34, Zac 11, 16 y Jer 23, 1 oponían ya, en efecto, al pastor que arriesga su vida por sus ovejas y a los profesionales que viven de la carne de su rebaño y son negligentes al darle los cuidados más elementales. Cristo no se contenta con procurar al rebaño cuidados exteriores: El da su vida. Aludiendo quizá la expresión "dar su vida" a Is 53, 10 (El ofrece su vida en expiación), el tema del buen pastor se encontraría así aclarado por el del Siervo paciente.

b) CON-D/A-D: El tema del conocimiento mutuo se encuentra ya en el Antiguo Testamento, donde da cuenta de la preocupación de Dios por apacentar El mismo a sus ovejas (Ez 34, 15). Este "conocimiento" no es solamente ni sobre todo una actitud intelectual, sino la expresión de una comunidad de vida basada antes en el amor que en la inteligencia. Se trata, pues, de un conocimiento existencial de Dios que permite alcanzarle, no como una abstracción, deducida a partir de silogismos, sino como un ser vivo y personal encontrado en la comunión con la persona de Jesús. El judío conocía a Dios en la medida en que constataba sus maravillas y su intervención en el mundo; el cristiano le conoce en esta intervención por excelencia que es Cristo.

Así, pues, Cristo es pastor porque conoce bien a sus ovejas, es decir, que vive en perfecta convivencia con ellas. Pero no es buen pastor más que en el momento en que este conocimiento mutuo, establecido entre El y su rebaño, le permite desvelar el conocimiento que le une al Padre. Si hoy el sacerdote tiende a conocer mejor a los hombres y con este propósito se despoja de inútiles privilegios de casta, queda que este conocimiento de las gentes y de sus problemas no tenga significado más que en la revelación del conocimiento último del Padre y de su presencia en el misterio de las cosas y de los seres.

c) El tercer criterio del buen pastor es su preocupación por la unidad y la reunión de todos (v. 16). Juan piensa aquí, sin duda, en el cumplimiento de la profecía de Jer 23, 3 anunciando que las ovejas "de todos los países" serían "reunidas". Pero entrega aún a la solicitud del pastor la realización de la reunión de todos los hombres y el encuentro de todas las situaciones humanas.

d) Pero todos estos diferentes temas presentan a Dios y a Cristo como buen pastor. La idea de un pastor que parte a la búsqueda de sus ovejas es corriente en el Antiguo Testamento (cf. Ez 34), donde caracteriza de una manera especial las relaciones entre Dios y su pueblo: no es nunca la oveja la que parte a la busca del pastor, sino a la inversa. En otros términos, incluso aunque la religión de la fe parece una búsqueda de Dios, no es en realidad más que una iniciativa divina, una revelación. Es menos un camino que conduce al hombre a Dios, que un camino que lleva a Dios hacia el hombre. Jesús es el buen pastor porque ha sido enviado por Dios a la búsqueda de los hombres. La imagen del pastor puede parecer anticuada en una cultura técnica e industrial, pero su mensaje no puede perderse: Dios ha terminado por encontrar al hombre porque ha venido allí donde el hombre le buscaba.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 119 s.

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