29 HOMILÍAS PARA EL DOMINGO IV DE PASCUA
1-9

1. J/BUEN-PASTOR:

El texto del evangelio de hoy está situado en un más amplio contexto de polémica de Jesús con la institución religiosa judía y sus representantes. La palabra clave es "vida". Jesús puede dar vida (=salvar) porque está dispuesto a dar la vida (=morir). Las autoridades religiosas no pueden dar vida porque no arriesgan la suya, la religión para ellas no es cuestión de vida sino de ley.

Pero este dar vida no es un simple hecho, una constatación casual. Es el cumplimiento de una misión del Padre: "Yo he venido para que tengan vida y para que la tengan abundante"(/Jn/10/10b) (v. 10b, que precede al texto que hoy leemos). Por eso tampoco la entrega de la vida es un accidente, sino producto de asumir voluntariamente esa misión: "Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente" (v. 18).

Dos afirmaciones claves: toda la misión de Jesús tiene una observación, dar vida; ningún otro puede salvar y bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos (ver 1.lectura). Y una consecuencia: a través de la vida de Jesús, dada y recibida (=el Espíritu), somos hijos de Dios en permanente crecimiento (ver 2. lectura).

Hay pastores y pastores. No sólo es pastor el que pretende guiar, sino el que ofrece salvación. Autoridades, políticos, economistas, ideólogos, hombres de religión, nos ofrecen un futuro feliz y dichoso, ponen al alcance de la mano la salvación.

PASTOR-FALSO: Pero, hay una regla de discernimiento elemental que Jesús propone a los pastores judíos. Los falsos pastores se dan a conocer en el momento en que toca arriesgar la vida por las ovejas. Y quizá no es necesario tanto. Cuando se pone en cuestión el futuro profesional, la propia fortuna material, la imagen política, la seguridad religiosa, el modelo ideológico, los falsos pastores prefieren poner a salvo esto a salvar al hombre. Cuando ven las orejas al lobo, huyen sin arriesgar nada. Las consecuencias las sufren las ovejas. ¡Cuántos llamados líderes políticos, sociales, religiosos mantienen su posición mientras las ovejas están en una penosa situación de abandono y muerte! En estos momentos críticos, en que es necesario arriesgar algo, se conoce la auténtica verdad: no les importan las ovejas, les importaba solamente sus propios intereses. Jesús da vida, porque arriesga y da la vida; y da la vida, porque le importan los hombres. En realidad, es lo único que le importa.

Jesús ahonda en la dinámica que lleva al buen pastor a dar su vida y la que lleva a los falsos pastores a negar la suya. El auténtico pastor conoce a sus ovejas. Jesús las conoce igual que el Padre le conoce a él. Jesús no tiene una relación intelectual con el Padre, sino una relación filial de amor. El conocimiento que Jesús tiene de los hombres tampoco es exterior o intelectual, sino la misma relación de intimidad que le une al Padre. La vida no se da por cualquier conocimiento intelectual, sino por el amor de nuestra vida. Jesús es el amor del Padre. Nosotros somos el amor de Jesús. Estamos en su intimidad.

Los falsos pastores conocen la ley. La ley religiosa, o política, o económica, o ideológica, que presuntamente están el servicio del hombre. Es un conocimiento especializado, exquisito, profesional. Nunca deberán arriesgar nada, porque en el momento de elegir, se quedarán con el sábado antes que con el hombre, con la reactivación económica antes que con la igualdad, con la contundencia ideológica antes que con los derechos humanos. Expertos en ley, nunca conocerán al hombre de carne y hueso, y ocuparán sus poltronas pensando que cumplen una misión histórica.

Mientras lobos sin cuento apenas permiten vivir humanamente y a pleno pulmón a los seres humanos. Jesús "ha recibido del Padre un mandato" (v. 18). El de dar vida. Y bastante para que dé su vida. Los falsos pastores tienen muchos "mandamientos". Los conocerán exhaustivamente. En el mundo habrá cada vez más expertos. También en cuestiones religiosas. Pero nunca darán vida. Para no ver comprometida la suya. Pero Jesús insiste en que no está hablando sólo de las ovejas que hay en el redil (=el pueblo judío), sino que su preocupación de dar vida alcanza a toda la humanidad. Su proyecto es universal y su corazón abarca a todos los hombres.

CR/ANONIMOS: Por eso también, allí donde hay personas, aunque no sean creyentes, que sean capaces de arriesgar fortuna, posición, imagen, incluso su vida, por darla a los demás, encontramos una señal inequívoca de que, quizá sin saberlo, han entrado en contacto con Jesús, son guiados por él y saben de su estilo. La marca de Jesús está siempre allí donde los hombres dan vida y dan de su vida. Las fronteras del redil quedan estrechas para el proyecto de Jesús.

Finalmente, no hace falta recordar que las palabras de Jesús son hoy acontecimiento. Estamos en Pascua. Celebramos la vida recibida, de quien no dudó en arriesgar la suya. Su vida entregada, el Espíritu, es la piedra angular de nuestra comunidad pascual. Es Pascua en la Iglesia. Es Pascua en la humanidad. ¡Alleluya!

JESÚS M. ALEMANY
DABAR 1991/24


2. DIA-VOCACIONES: JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

Con esta Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones se nos presenta una posibilidad de reflexión y de plegaria agradecida y confiada. El Papa ha dirigido a todos los cristianos un mensaje en el que recuerda la necesidad de la catequesis "para la orientación en la elección del estado de vida". Según dice, la catequesis es una "faceta fundamental de la experiencia religiosa de cada cristiano" y "base para el diálogo vocacional". También los Obispos españoles en su Plan Pastoral para el trienio 1990-1993 hablan de una evangelización "nueva en su ardor, en sus métodos y en su expresión" que no puede realizarse sin evangelizadores. Dicen los Obispos: "...la penetración del Evangelio en el mundo y la animación de las mismas comunidades cristianas y de las instituciones asociativas seglares reclaman la presencia y acción de muchos hombres y mujeres consagrados de modo peculiar a la evangelización y que para ello cuentan con la gracia del ministerio y los carismas del Espíritu". (Plan de Acción Pastoral de la CEE para el trienio 1990-1993, Objetivo 3).

El evangelio de hoy nos recuerda que la vida cristiana no es una trashumancia misteriosa, sino un ser guiados amorosamente por el buen Pastor. Pero el Señor desea que algunos hombres y mujeres estén más próximos a El para proseguir su obra en el mundo y para ayudar a otros a seguirle. A algunos los elige Jesús para una tarea particular en su grey. Y el Señor quiere hacer oír su voz a través de voces humanas y al modo humano. En este día elevamos nuestra súplica por las vocaciones y junto a las personas vocacionadas para que el Espíritu suscite actitudes afirmativas, íntegras y vitales, como respuesta a la llamada del Pastor. Y sabemos que los grandes "sí" de la vida se preparan con los pequeños "sí" diarios, con la fidelidad al Señor en las decisiones cotidianas.

VOCA/QUÉ-ES: La vocación no es un mero añadido que se sobrepone al ser cristiano, sino que representa la inspiración de fondo que da sentido, cohesión y valor a la vida y a todas las acciones. La persona vocacionada no puede enajenarse del mundo y de la realidad en que vive. No puede volverse atrás con actitudes de falta de compromiso y de evasión. Su presencia debe ser signo visible de una fe y una esperanza que van más allá de todos los proyectos y logros humanos. Debe ser, sobre todo, un signo y un testimonio del amor de Dios que, en Cristo resucitado, alcanza a todos los hombres para librarles de sus miedos e inseguridades y para otorgarles libertad, alegría y paz. La vocación es una propuesta para dar continuo testimonio del amor del Padre que nos llama hijos suyos (2. lectura).

Cada encuentro con Cristo Resucitado desemboca en un envío, implícito o explícito, en una misión; porque allí donde la fe pascual es verdadera, no soporta verse sepultada en lo privado, en el ámbito reducido de la conciencia, sino que se traduce naturalmente en el anuncio misionero. La primera lectura expresa la actitud decidida de Pedro, renovado por la fuerza del Espíritu, que anuncia el contenido central de la fe en el nombre del Señor.

La vida nueva del cristiano, producida por Dios que lo hace hijo suyo, es una realidad maravillosa que debería manifestarse en gestos, signos y actitudes. pero no siempre sucede así. Por ello se necesitan personas que manifiesten concretamente en su vida en qué consiste esta novedad. Personas que se dediquen de un modo continuo a respetar y amar a los demás con hechos, no sólo con palabras, predicadores de la vida que eligen entregarse a los ancianos, los minusválidos, los enfermos, los pobres, los drogadictos, los niños... Personas que se comprometen en la responsabilidad de cambiar las estructuras injustas de este mundo y participen en la tarea de impregnar capilarmente con la savia del Evangelio nuestra sociedad. Muchos hombres y mujeres ya están alentando con su existencia concreta la labor de instauración y crecimiento del reino a través de la multiforme expresión de los dones del Espíritu. Pero este trabajo no termina y son necesarias nuevas colaboraciones.

Jesús afirma en el evangelio de hoy: "Yo soy el Buen Pastor". El Buen Pastor mantiene unidas a las ovejas y las defiende, las conoce y entrega su vida por ellas. Pero Jesús quiere que se reúnan en torno a El no solamente quienes ya le conocen y le aman, sino también quienes, tal vez con nuestra colaboración, han de llegar a apreciarle y amarle, para formar, junto con nosotros, un único rebaño bajo la guía del único Pastor. A partir de la eucaristía que estamos celebrando, seremos enviados a vivir concretamente en nuestra existencia cotidiana este modo de estar juntos que continuamente nos enseña nuestro Pastor.

La Jornada que hoy celebramos nos invita a una constante acción de gracias a Dios que se ha de traducir en una vida consecuente: la que brota de la fe nutrida por la esperanza. A la espera de un nuevo Pentecostés vocacional, hemos de proseguir trabajando y sembrando como si todo dependiese de nosotros, sabiendo que todo está en manos del Señor Resucitado, Buen Pastor.

Por amor al Evangelio, dejándonos guiar por la Palabra viva que penetra hasta el lugar donde nacen las intenciones y se mueve el deseo, dejémonos penetrar por la mirada de Cristo y prestemos gozosa atención a su comunicación.

EUCARISTÍA 1991/20


3. SERVICIO/MINISTERIO: EL MINISTERIO ES UN SERVICIO POR EL QUE SE HACE VISIBLEMENTE PRESENTE A XTO, NO LO SUSTITUYE.

1.-Jesucristo no es un muerto. Jesucristo, el Señor ha resucitado y vive eternamente. Más aún, Jesucristo está con nosotros allí donde nos reunimos en su nombre, hasta el final del mundo. El Evangelio que proclamamos es siempre su Evangelio, no sólo porque es Evangelio sobre N. S. Jesucristo, sino especialmente porque es su Palabra viva, la que él pronuncia. Las palabras del Señor no constituyen una preciosa herencia que ha venido a caer en nuestras manos de tal manera que ahora nosotros mismos podamos ya disponer de ella: No, es su Palabra que dispone de la Iglesia y de todos nosotros que la escuchamos. Incluso aquéllos que la predican en su nombre sólo pueden hacerlo en la medida en que ellos mismos antes la hayan escuchado fielmente: "Porque creemos, por eso hablamos" 2Co/04/13, dice San Pablo. Jesucristo es la piedra angular sobre la que se edifica la Iglesia, el único fundamento insustituible y perennemente actual, sin él todo se vendría abajo. El es hoy el Buen Pastor, y todos los que son de él escuchan hoy su voz y le siguen.

2.-Nadie puede sustituir al Buen Pastor. En este sentido el Buen Pastor no tiene sucesores, porque no los necesita: Jesucristo no es un muerto, ¡ha resucitado y está con nosotros! Por lo tanto, cualquier otra persona que represente a Cristo en la visibilidad de la Iglesia ha de comportarse siempre sabiendo que su ministerio es un "servicio" por el que no lo sustituye, sino por el que lo hace visiblemente presente. Cuando muere un rey, éste cede su lugar al príncipe heredero: "Ha muerto el rey, ¡viva el rey!". El verdadero rey es, en este caso, el que vive y su autoridad es ya la única existente. Pues bien, éste no es el caso de Cristo y el de aquellos que lo representan. El Señor dice: "Yo soy el Buen Pastor", el único e insustituible Buen Pastor.

Nosotros somos sus ovejas, no las del Papa o del Obispo o del Párroco, sino las del Buen Pastor.

A partir de aquí es preciso corregir cuidadosamente una serie de expresiones que no son del todo correctas; por ejemplo, llamar a un sacerdote "otro Cristo".

3.-Jesucristo es el Buen Pastor, "el que da la vida por sus ovejas". Cualquier otro pastor dentro de la Iglesia solamente puede colocarse delante del rebaño para hacer presente al Buen Pastor que "da la vida por sus ovejas". La autoridad es un servicio que llega, si es preciso, hasta la muerte. Solamente así, como servicio, es la autoridad una representación del servicio de Aquel que "vino al mundo para servir y no para ser servido".

Por otra parte, podemos también afirmar que todo el que da la vida por sus hermanos hace presente también a Cristo como Buen Pastor. Así, pues, además de la autoridad oficial, existe en la Iglesia una autoridad de hecho, que se funda exclusivamente en el servicio a la comunidad. En este sentido, todos podemos y debemos cargar con la cruz de nuestro servicio, de aquel servicio que sólo uno mismo puede prestar a todos los demás y que consiste en la entrega de la propia vida. Cuando uno entrega su propia vida está él solo frente a los demás y en su soledad, hace presente el servicio del Buen Pastor que muere en la Cruz por todos los hombres.

4.-De cualquier modo, siempre es la mano más segura para regir la que está marcada con las llagas de su servicio y no la que está armada con un bastón para castigar. Esto no debemos olvidarlo aquéllos que tenemos autoridad oficialmente en la Iglesia, o los que la tienen en la propia casa: ¿De qué nos sirve llamar al orden haciendo valer nuestra autoridad cuando no ejercemos nuestro servicio? Cualquier padre de familia tiene experiencia suficiente para comprobar que su autoridad se acrecienta en la medida en que sirve con más amor a su familia.

Ciertamente no es la obediencia de los subordinados lo que constituye a uno en autoridad, pero ésta deja de ser efectiva cuando no es aceptada por la obediencia. Y nada hay que "desautorice" tanto al superior como el afán de imponer su autoridad a toda costa y con todo su rigor en vez de tratar de hacerla comprensible a los súbditos mediante un buen servicio a la comunidad. Aprendamos del Buen Pastor que da la vida por sus ovejas.

EUCARISTÍA 1970/26


4. LAS CONDICIONES DEL BUEN PASTOR:

PASTORAL/PRINCIPIOS: Ya sabemos que la Biblia llama, con frecuencia, pastores a los dirigentes. Jesús aplica esta expresión, por otra parte tan popular, a su misión, y se considera el Buen Pastor. Así de claro y contundente. Y señala las condiciones del buen pastor: dar la vida por las ovejas, si es necesario; conocerlas bien, vivir entre ellas y participar de sus problemas; y preocuparse especialmente de las que están fuera del redil. Son tres grandes principios de toda pastoral.

Dar la vida por las ovejas es la suprema muestra de amor. Jesús lo hizo y por eso es el buen pastor. Lo contrario es vivir de las ovejas, aprovecharse del puesto y convertir en poder y dominio lo que debe ser responsabilidad y servicio. En este sentido es muy claro el Evangelio cuando dice que entre nosotros los responsables no dominen al pueblo como suelen hacer los que mandan (/Lc/22/25-26). Y Pedro nos dice: "Apacentad el rebaño de Dios que os ha sido confiado, no por fuerza, sino con blandura, según Dios; ni por sórdido lucro, sino con prontitud de ánimo; no como dominadores sobre la heredad, sino sirviendo de ejemplo al rebaño (/1P/05/02-03).

Conocer las ovejas. Esto exige vivir entre ellas y como ellas. Como hizo Jesús. Sin esto es imposible conocer sus problemas e inquietudes. Y bien sabemos que existen muchas formas, y a veces muy sutiles, de vivir aparte, al margen o por encima. Nadie cuida al rebaño desde casa y al resguardo de cualquier viento o frío.

Hay que estar con las ovejas. Sabemos bien, por otra parte, que hay sectores como el mundo obrero y la juventud muy alejados de la Iglesia y que nos están pidiendo una cercanía y un esfuerzo nada común. Hace falta hoy un buen coraje apostólico para acercarse y afrontar estos ambientes. Aquí es donde se conoce al buen pastor.

-LA PASTORAL DE JESÚS: Yo diría que Jesús tiene una pastoral personal, con un toque especial. Recordemos la escena de los primeros discípulos tal como la describe San Juan ("venid y ved"), o la de la samaritana, o la de los de Emaús y otras. Jesús sabe acoger a las personas en un encuentro personal e íntimo.

Individualmente o en grupo. En Jesús se da un respeto profundo a las personas en su intimidad más honda. Y ahí empieza la cura más profunda, su método de salvación. Es un camino delicado que trastoca las relaciones de poder y autoridad a que somos tan propensos los hombres. Es el camino del buen pastor.

Aquí late una nueva concepción de la autoridad y de la responsabilidad y una nueva pedagogía. Y eso del buen pastor no vale sólo para sacerdotes y obispos, sino para educadores, padres y responsables, y también para todos en el trato con los demás. La actitud de Jesús entraña, sin alardes teóricos, toda una pastoral.

Actualmente se insiste mucho en el cambio de las estructuras. Se repite que sin un cambio en las estructuras las personas cambian poco, y, en general, todas las cosas. Indudablemente esto tiene mucho de verdad y desconocerlo es cerrarse a la eficacia, pero cuidado con pensar que la persona es una cosa entre las cosas.

Para nosotros la persona es el primer valor después de Dios y merece especial cuidado y acogida fomentando siempre su dimensión social y comunitaria. Comunidad y persona es algo a tener muy en cuenta en cualquier pastoral auténtica.

-LO QUE HA DICHO EL VATICANO II

Me parece muy interesante recoger aquí algunas de las cosas que ha dicho el concilio sobre los pastores, sacerdotes y obispos:

-"Tengan los obispos a sus sacerdotes como hermanos y amigos, y preocúpense cordialmente, en la medida de sus posibilidades, de su bien material, y sobre todo, espiritual".

-Como una gran ayuda para la tarea pastoral se destacan "la bondad de corazón, la sinceridad, la fortaleza de alma y la constancia, la asidua preocupación de la justicia...". -"Escuchen (los presbíteros) con gusto a los seglares, considerando fraternalmente sus deseos y aceptando su experiencia y competencia en los diversos campos de la actividad humana, a fin de poder reconocer juntamente con ellos los signos de los tiempos".

DABAR 1976/30


5.

A nadie nos gusta que nos digan que somos un rebaño. Un rebaño quiere decir una gente que no piensa, que sigue al que va delante sin preguntarse nada, que no tiene criterio y se deja manipular.

El evangelio de hoy nos ha dicho que somos un rebaño. Pero seguro que a ninguno de nosotros nos ha sabido mal. Ser un rebaño que sigue a este pastor, seguro que no nos sabe mal: seguro que, al contrario, nos llena de gozo, nos da felicidad.

¿Quién es nuestro pastor? ¿Quién es este que va delante de nosotros y al que nosotros seguimos?

-"EL BUEN PASTOR DA LA VIDA POR SUS OVEJAS"

Hace muy pocas semanas celebrábamos aquel momento culminante en el que nuestro pastor se nos daba a conocer. Era el Viernes Santo y escuchábamos conmovidos, el relato de la pasión y muerte de Jesús. Allí en el pretorio, Pilato nos mostraba a Jesús destrozado por la tortura y nos decía: "¡Este es el hombre!"(/Jn/19/05:J/EL-HOMBRE).

Pilato no lo sabía, no era consciente de ello, ni se le habría ocurrido, pero de hecho, mostrándonoslo así, lo que nos decía era: este hombre derrotado, destrozado, este hombre que ni un hombre parece, es el único hombre de verdad, es el hombre que ha de ser camino, y luz, y vida para todos los hombres y mujeres del mundo. Nosotros, el Viernes Santo, después de escuchar el relato de la pasión y la muerte de Jesús, nos acercábamos a la cruz y la besábamos. Afirmábamos con ello lo que Pilato nos había anunciado sin darse cuenta: que aquel Jesús muerto en el suplicio de los esclavos, fracasado ante el mundo, era realmente el hombre en quien nosotros creíamos, el hombre al que queríamos seguir.

Ahora, hoy, en este tiempo gozoso de la Pascua, en la felicidad de celebrar la resurrección del Señor, hemos escuchado este evangelio que nos ha recordado quién es Jesús para nosotros. El es nuestro pastor, él es el hombre, él es el único al que nosotros queremos seguir. Y es nuestro pastor, y nosotros le queremos seguir, porque él "da la vida por sus ovejas". Es en su muerte, en su amor fiel hasta la muerte, donde nosotros podemos encontrar el gozo y la felicidad, nadie más nos puede guiar por caminos que merezcan la pena, por caminos que hagan vivir, por caminos por los que nos podamos sentir hombres y mujeres plenos, verdaderos. El amor que él vivió, el amor que él nos enseñó es el único que puede dar felicidad a los hombres y mujeres de ayer, de hoy, de siempre.

-"YO CONOZCO A MIS OVEJAS, Y LAS MÍAS ME CONOCEN"

Pero no es sólo eso. Nuestro pastor no es sólo alguien que nos atrae por su amor entregado hasta la muerte. Nuestro pastor es alguien que nos ama a cada uno personalmente, alguien a quien nosotros podemos también amar personalmente. El nos lo ha dicho también hoy: "Yo... conozco a las mías, y las mías me conocen".

Es un amor de persona a persona, es un enamoramiento que nos hace entrar en la vida misma de Dios: "...igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre".

Seguro que recordamos todos aquella escena tan tierna de la mañana de Pascua. María Magdalena va al sepulcro con el corazón trastornado al mismo tiempo por el dolor, el amor y la esperanza.

Jesús se le acerca y le dice: "Mujer, ¿por qué lloras?, ¿a quién buscas?" Y ella, que no le reconoce, creyendo que era el hortelano, le pide: "Señor, si tú te lo llevaste, dime donde lo pusiste, y yo lo recogeré" Y entonces viene la palabra de Jesús, la palabra que ella ya no podrá olvidar jamás: "¡María!".

El encuentro de Jesús y María Magdalena la mañana de Pascua es nuestro mismo encuentro, el de cada uno de nosotros. Es una corriente de amor entre él, Jesús, y cada uno de nosotros, con nuestra vida concreta, con nuestros aciertos y nuestras equivocaciones, con nuestros momentos de generosidad y nuestros egoísmos y perezas, con nuestro convencimiento de fe y nuestros olvidos a veces demasiado frecuentes. El nos ama personalmente, nos llama siempre por nuestro nombre. Y nosotros también, más allá de toda flaqueza, le amamos y le seguimos con gozo. No podríamos dejar de seguirle, no podríamos dejar de querer seguirlo cada vez más de verdad, más sinceramente.

-"TENGO, ADEMÁS, OTRAS OVEJAS QUE NO SON DE ESTE REDIL"

Todavía hay algo más. Jesús, nuestro pastor, no tiene bastante con nosotros. Nos lo ha dicho también hoy: "Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil... también a éstas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor". Jesús, eso, no lo dice enfadado. No lo dice dando la culpa a estas ovejas que aún no le siguen. No da la culpa a aquellas ovejas que van por el mundo con buena voluntad y con ganas de hacer el bien pero que, por el motivo que sea, no se sienten seguidores de Jesús. Y ni tan sólo da la culpa tampoco a aquellas ovejas que no le siguen por pereza y por no complicarse la vida.

Jesús aquí, lo único que hace es decirnos este sentimiento suyo de deseo profundo de que todos los hombres puedan vivir su mismo camino plenamente, del todo. Porque este camino suyo es el camino que da la felicidad.

Nosotros también vale la pena que tengamos este sentimiento, este deseo profundo movido por el amor.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1991/07


6.

Cada año, en este cuarto domingo de Pascua, leemos un fragmento del capítulo décimo del evangelio de Juan que nos habla de JESÚS, PASTOR. El fragmento que hemos leído hoy subraya dos aspectos de la relación entre el Pastor y nosotros: el CONOCIMIENTO y el dar VIDA. Dos aspectos que nos pueden ayudar a superar una concepción borreguil de la parábola: hablar del buen pastor no significa que nosotros seamos ovejas sin entendimiento propio y sin voluntad eficaz. Cuando Jesús hablaba del Pastor que conoce y que da vida, quería decir algo muy diferente. Quería expresar una relación personal, íntima, dinámica, vivificante. Esto es lo que hoy podríamos considerar.

-Todos debemos ser pastores: comunicadores de vida.

JC describe su ser Pastor como un DAR VIDA. Recordemos aquello que dijo JC en otra circunstancia: "Yo he venido para que tengan vida y vida MAS ABUNDANTE". Aquí no hay regateo, no hay cuentagotas, sino abundancia, plenitud, ofrecimiento sin límites.

Ofrecimiento y camino de vida. Quien quiera entender alguna cosa de JC y de su camino, debe situarse en esta perspectiva: no píldoras para curar un resfriado, no una copita de coñac -o de wisqui- para animarse unas horas, sino CAMINO DE VIDA Y VIDA ABUNDANTE. Esto es lo que pretende el buen pastor. Y lo pretende -lucha por conseguirlo- hasta dar El su vida. Da su vida para dar vida. No es un juego: es toda una vida.

PASEMOS A LA TRADUCCIÓN, a la aplicación, a aquello que nos toca a nosotros. Porque somos nosotros -TODOS- QUIENES DEBEMOS SER AHORA PASTORES. A veces limitamos eso de continuar la misión de pastoreo cristiano en nuestro mundo al Papa, a los obispos, a los curas. Ciertamente ellos -yo- tenemos un servicio encomendado que es una especial dedicación a continuar el trabajo del Pastor JC.

Y es preciso que nos dediquemos de todo corazón a ello para conseguir el ser fieles a lo que el Señor espera de nosotros.

Pero no tenemos NINGUNA EXCLUSIVA. El Papa, el obispo, el sacerdote debe ser un sacramento -es decir, un signo eficaz- del buen Pastor que es JC. Pero todo cristiano (repito: todo cristiano) es un continuador ahora del buen Pastor JC. Y ello significa algunas cosas muy concretas.

Significa que todo cristiano debe sentirse -nos hemos de sentir, a pesar de nuestra limitación y de nuestro pecado y de todas las preocupaciones que nos agobian- COMUNICADORES DE VIDA, como JC.

Ahora, aquí, en todo lo que hacemos, con todas las personas que tratamos. ¿Qué es ser cristiano? CR/QUE-ES: Una posible respuesta sería: aquel que como JC comunica vida. Vida de toda clase. Por ejemplo -y es el ejemplo que merece el primer lugar- comunicando amor.

Por ejemplo, luchando por conseguir aquello que todo hombre merece (la libertad que merece, los bienes a los que tiene derecho en un régimen de igualdad fraterna, la justicia que se le debe, la consideración y la buena fama, incluso cosas que pueden parecer secundarias como son el buen trato, la buena educación, el descanso, y todo lo que represente MAS VIDA).

Preguntémonos hoy, muy sinceramente: ¿seguimos el camino de JC comunicando vida? ¿O regateamos demasiado? ¿Hasta qué punto nos dejamos cautivar por el ejemplo de JC, de darse él mismo, absolutamente, sin condiciones? Según la respuesta que consigamos, sabremos cómo realmente seguimos a nuestro Guía y Pastor JC.

-Conocer para amar

Hay también otro aspecto importante en el evangelio de hoy. JC habla de que El, como buen Pastor, CONOCE sus ovejas. Y aquí podemos encontrar un aspecto concreto del dar vida del que hablábamos.

No es difícil hallar PERSONAS QUE VIVEN JUNTAS -una familia, por ejemplo- y sin embargo se conocen superficialmente. Que su conocerse no llega a lo más importante de lo que es cada uno.

Entre padres e hijos, entre hermanos, incluso a veces entre marido y mujer. Más aún entre gente que se relaciona cada día en el trabajo, en la convivencia de vecindad, en la acción social y política. O en la diversión. Casi podría decirse que la convivencia humana es a menudo como un baile de carnaval: todos nos escondemos tras nuestras máscaras y nos preocupamos poco por conocer qué hay bajo la máscara de los demás.

Para dar vida, para comulgar en la vida de los demás -para compartir sus alegrías y penas, para ayudar de verdad- ES INDISPENSABLE CONOCER. Por eso el Señor insiste en que El nos conoce. Y ciertamente, para vivir en cristiano, lo primero que necesitamos es sabernos muy conocidos, absolutamente conocidos, más incluso que por nosotros mismos. "Si nuestro corazón nos acusa -escribe san Juan-, pensemos que Dios es mayor que nuestro corazón y lo sabe todo". Y el conocernos unos a otros, el sabernos comprendidos y amados tal como somos, es lo que hace posible creer que también el Señor, el Pastor de nuestras vidas, nos conoce y ama. Más de lo que nos conocemos y amamos nosotros mismos.

Hermanos, que la celebración de la eucaristía nos anime a COMPARTIR nuestras vidas, como Dios la comparte. Digamos de todo corazón "gracias" al Señor porque El está con nosotros, como Pastor que conoce, ama, guía, da vida.

JOAQUÍN GOMIS
MISA DOMINICAL 1976/10


7.

Diversos aspectos pueden destacarse del evangelio de hoy, que pueden ser motivo de reflexión:

-"El buen pastor da la vida por las ovejas". Esta es la característica básica del buen pastor, tal como el evangelio lo presenta. Una característica que, ciertamente, no parece la más inmediata que uno se puede imaginar en un pastor. Y es que aquí se trata de hablar de JC que nos guía. Y esto se realiza, básicamente, por su misterio pascual: el mesianismo, el liderazgo de JC -lo vemos en los evangelios de Cuaresma- se realiza siendo fiel al amor hasta la muerte. Así defiende él del lobo, así guía a las ovejas. Y, contemplándole resucitado, nos damos cuenta de que sí, es verdad que con su muerte nos ha guiado hacia unos pastos donde ningún otro pastor habría podido guiarnos. (Y referencia sacramental: su muerte, su sangre, nos alimenta cada domingo).

-Los mártires, guías. Se podría comentar: también son guía, también son "pastores" nuestros, aquellos que han sabido ser fieles hasta la muerte al camino de JC. Impresiona imaginarlo: han valorado tan profundamente el camino del Evangelio que han aceptado la muerte para ser fieles a él. Los mártires recientes: Maximiliano Kolbe-, muerto en un campo de concentración nazi para salvar a un padre de familia; Oscar Romero, muerto por defender a su pueblo ante los explotadores... mártires de la caridad vivida como experiencia profunda de Dios. Y más atrás, en los inicios de la Iglesia, cuantos hombres y mujeres amaron profundamente a JC hasta morir por seguirlo y han quedado grabados como modelos en la vida de la Iglesia (se podrán nombrar mártires locales o diocesanos).

-"Conozco a las mías y las mías me conocen". La segunda característica de JC buen pastor ya parece más normal. Tiene un tono de reciprocidad: JC nos conoce personalmente por nuestro nombre, y nosotros lo conocemos a él. Valorar esta proximidad personal, y potenciar esta experiencia, es sin duda uno de los grandes ejes que hacen consistente la vida cristiana. Porque vale la pena saberse personalmente conocido por Cristo -cada uno con sus debilidades y esfuerzos-, personalmente amado. Y vale la pena reconocerlo a él, saber que está ahí, querer ir con él.

-"Y habrá un solo rebaño". Toda la acción como guía del buen pastor tiene que llegar aquí: a la convocatoria final de toda la humanidad, congregada en la abundancia del amor de Dios. JC lo promete: escucharán mi voz y habrá un solo rebaño. Y es una gran esperanza: el destino final de los hombres es compartir un amor y una vida más grande que toda cosa. Y este amor va abriéndose paso: en muchos casos sin saber de dónde viene la luz, sin conocer el pastor pero siguiéndolo; en otros casos, en nuestro caso, reconociendo gozosamente su voz.

-Pastores para la comunidad. Todo creyente -lo hemos dicho hablando de los mártires- continúa la acción de JC como pastor.

Pero dentro de la comunidad hay unas personas que ejercen este pastoreo de una manera peculiar: los presbíteros. Hoy puede hablarse de esta realidad. Con cuidado de no abusar de la imagen pastor-rebaño (en JC suena bien, en los presbíteros no mucho). Y recordando que la comunidad necesita gente que quiera vivir de una manera especial la acción de JC: dar la vida, conocer, buscar a quienes están fuera. Habrá que hacer esta llamada humildemente (nosotros no somos modelos muy perfectos...), pero hacerla.

SEGUNDA LECTURA: "LE VEREMOS TAL CUAL ES". La segunda lectura da pie a un tema doble. Por una parte, la experiencia de la filiación divina, del haber entrado en la familia de Dios, con el gozo, la paz y el amor que de aquí se derivan (referencia sacramental: la Eucaristía, la mesa de la familia). Y, por otra parte, la promesa de la plenitud de la filiación, cuando seremos semejante a él porque le veremos tal cual es: la esperanza de la vida eterna, un tema que, especialmente en asambleas donde se congregue mucha gente mayor, valdría la pena tocar de vez en cuando, en vistas a vivir en espíritu de espera. El tema está relacionado con el buen pastor: el término donde nos lleva es el Reino eterno de Dios.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988/09


8.

La imagen del pastor, tradicional en este domingo, va inseparablemente unida a la de la oveja perdida: "Tengo otras ovejas que no están en el redil. Tengo que traerlas, y escucharán mi voz".

Evangelización de los paganos y unidad de los cristianos separados, eran ayer los campos casi exclusivos que servían de punto de referencia a esta imagen. Hoy tiene la imaginación caminos infinitos para volar en búsqueda de puntos de referencia: ¿dónde están esas ovejas alejadas del redil, de las que dice Jesús "las tengo que traer y escucharán mi voz?" ¿Serán viejos militantes cristianos que se alejaron en el día de la tormenta? ¿Serán esos jóvenes que pasaron por la catequesis de Confirmación y, tras el Rito, desaparecieron?, puede preguntarse el párroco abrumado por su fracaso en la pastoral juvenil. ¿Serán esos hijos a los que inculqué mi fe y hoy los veo tan lejos?, se preguntará el voluntarioso padre de familia que lamenta la situación de su prole. ¡Quién sabe!. Tal vez sean esos jóvenes blasfemos de las procesiones; o esos luchadores ateos, convencidos hoy de que Dios es un obstáculo a la liberación de los hombres; o la Europa poscristiana; o los jóvenes drogatas; o los "pueblos jóvenes" de Sudamérica...

Lo cierto es que la parábola del Pastor es un reto a toda pasividad evangelizadora: hay hombres lejanos a quienes Dios quiere cercanos. El tema de la increencia nos acucia, y hay que llevar el Evangelio a todos los hombres, cumpliendo el mandato pascual.

Se ha especulado demasiado con el "silencio de Dios". ¿Importamos o no importamos los hombres a Dios? ¡Hasta dar su vida por las ovejas le importamos! "Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos suyos, ¡y además lo somos!". Lejos de Dios la imagen del asalariado a quien importan un rábano las ovejas. El Señor las conoce, y hay que llevar su Noticia allí donde la Noticia no es conocida.

"Jesús es la piedra que rechazasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular; ningún otro puede salvar. Y, bajo el cielo, no se ha dado otro nombre que pueda salvarnos".

Era una osadía, es cierto, hablar así a una generación judía de ovejas perdidas, porque masivamente habían rechazado a Jesús; era una osadía. Pero las ovejas estaban necesitadas de escucharlo.

Soberana y muy útil lección de pastoral la que da Pedro "lleno de Espíritu Santo": proclamar en medio de la increencia el Señorío del Resucitado.

Y es que el tema, no ya de la oveja perdida, sino de "las noventa y nueve ovejas perdidas" como suele decirse hoy día, está invitándonos al descaro pastoral de anunciar desnudamente a Jesucristo como única vía de salvación. Al ejército innumerable de tullidos que merodean no muy lejos de nuestras iglesias -desesperanzados, tristes, automarginados, vidas sin horizonte- se le presta un mal servicio haciendo concesiones al secularismo.

Catequesis frías, que esperan a no sé qué momento para anunciar a Jesucristo; interminables preevangelizaciones que nunca llegan al anuncio de lo que realmente interesa al hombre: encontrar al Señor de la vida, al que tiene poder de darla y de recuperarla; miedos en definitiva a no ser creídos sino rechazados, impiden que muchas ovejas perdidas lleguen a conocer al Pastor que los haría descansar en verdes praderas, repararía sus vidas en fuentes tranquilas, y ayudaría a caminar por las cañadas realmente oscuras de nuestro tiempo.

Quien entiende la pastoral como proselitismo, es lógico que tenga miedo a herir. Pero quien sepa que toda tarea pastoral esta encaminada a que las ovejas tengan vida abundante, ¿cómo no ha de pensar en privado y proclamar en público que "bajo el cielo no se nos ha dado otro nombre que pueda salvarnos"? Por si no bastara la fuerza redentora que, para la vida del hombre, tiene el descubrirse hijo de Dios, queda además el saber que, cuando se manifieste, seremos semejantes a El, porque le veremos tal cual es. A la luz de la Pascua, la imagen del lobo adquiría una singular viveza para los discípulos: aquella noche había hecho estragos: los había dispersado en la desilusión absoluta. Jesús Resucitado había congregado de nuevo al "pequeño rebaño". No sé ni me importa qué lobo ha hecho en nuestros días el estrago de llevar a las ovejas a balar y gemir solitarias por los montes; pero lo cierto es que Jesús murió para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos.

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
REFLEXIONES SOBRE EL CICLO B
Desclee de Brouwer BILBAO 1990.Págs. 87-89


9.

En esta segunda parte del discurso sobre el buen pastor, en el evangelio de san Juan que hoy proclamamos, encontramos unas figuras que no son nuevas en la Escritura, sino que nos recuerdan muy bien las presentadas por el Antiguo Testamento. Sin embargo, el estilo, por decirlo de alguna manera, es totalmente nuevo: este buen pastor es único y original. El buen pastor, del que dice Jesús "yo soy", revela al único pastor de los hombres que en realidad puede serlo: Dios, Es decir, Dios es el único ser que puede apropiarse (según la comparación o parábola de Juan) de su rebaño. Es el único que puede decir "las ovejas son mías". Dios es el único señor de los hombres.

J/RV/REVELADOR  J/CARTA/CARTERO Esto significa que lo que Jesús hace con este anuncio no es otra cosa que lo que fue toda su predicación y toda su vida: una revelación de Dios; es más, la cumbre de la revelación que Dios hace de sí a los hombres. Y es Jesús de Nazaret, el enviado del Padre, quien hace de mediador en esta revelación definitiva. O, como expresa muy bien Josef Colomb, "Jesús, que es la carta que Dios Padre envía a los hombres, es a la vez el cartero; es el mensaje y el mensajero al mismo tiempo; la revelación y el revelador". Esto es: la palabra de Dios hecha hombre. Por eso puede decir Jesús de Nazaret que él es el buen pastor. Lo puede decir con toda propiedad, porque él mismo es Dios.

Como primera consecuencia de esta "realidad cristológica", hay que señalar que el "rebaño" que se atribuye al pastor, la comunidad, también lo es de forma nueva y original. Esa comunidad está en unión con el Padre Dios por medio del mismo vínculo de conocimiento y amor que existe entre Jesús y el Padre. De tal unión resulta la conciencia de pertenencia a su Señor que tiene la comunidad, la cual, en la atenta escucha de su voz, se abre a su Palabra. Escuchar la predicación en el seno de la comunidad es al mismo tiempo expresión del amor y del conocimiento del creyente que se sabe unido con el pastor. Por eso, Iglesia es comunidad de aquellos que escuchan su voz.

Una segunda consecuencia es que también la "proclamación de la palabra" tiene su sentido en este marco cristológico, en el misterio de Cristo Jesús. En la palabra de la predicación profética, la comunidad oye la voz de su pastor, Cristo, que, estando presente entre nosotros, ha entrado en la gloria del Padre. Incluso la predicación fuera de la comunidad -la palabra del misionero- es una llamada del pastor que forma un solo "rebaño". Es así, y por esta razón, por lo que esa palabra puede convocar a los hombres; porque no se trata de un capricho humano, sino de una actuación divina que procede del único pastor.

Siendo todo esto así (y ésta podría ser una tercera consecuencia), se desprende de ahí, tanto para la comunidad de los fieles oyentes, como para el predicador de la palabra, un criterio corrector de la falsa conciencia con que pueda orientarse la comunidad y de la falsa autovaloración que el predicador pueda hacer de sí. Al parecer, la comunidad a la que primigeniamente se dirigió san Juan debió sentir la necesidad de una correcta orientación. Y es que cuando la comunidad cristiana escucha las palabras de Jesús, no escucha, si escucha bien, lo que Jesús dijo "en aquel tiempo", sino lo que dice hoy; pues Jesús vive y es el Señor, y sus palabras no son las de un muerto, sino las de un vivo. Hoy, celebrando la pascua (como domingo y como tiempo pascual en que nos encontramos), Jesús nos dice: "Yo soy el buen pastor". Y como celebrar la pascua significa (no más y no menos) confesar que Cristo vive y que está en medio de nosotros, hoy también escuchamos y creemos en la palabra de ese Cristo viviente y presente, hoy escuchamos que él y no otro es nuestro buen pastor.

Y que este pastor bueno nos reúne consigo y con el Padre desde entonces, ahora y por siempre.

Si Cristo es el Señor, el buen pastor, o sea, Dios, las "ovejas" no son de nadie más que de él. Esto quiere decir que todos los que en el mundo se llamen "pastores" -o cosa parecida, con cualesquiera otras expresiones que se utilicen- no lo son en realidad, puesto que nadie puede interponerse entre Dios y los hombres más que Cristo, el único mediador, nadie puede interponerse entre Jesús y su comunidad, entre el pastor y sus "ovejas". No hay mediadores; a lo más podrá tratarse de "representantes", con tal que entiendan bien su "representación"; pues no se trata en modo alguno de representar a un ausente, sino en todo caso de señalar su presencia, evocarla, proclamarla y estar al servicio para celebrarla entre aquellos que se reúnen en nombre de Jesús...

Hoy nosotros celebramos al buen pastor, porque celebramos su resurrección, es decir, porque dio la vida para todos los hombres y la ha recuperado más grande y mejor también para todos los hombres.

EUCARISTÍA 1988/21