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HOMILÍAS PARA EL IV DOMINGO DE PASCUA
18-29
18.
1. Quién es el pastor de la Iglesia Durante varias semanas nos hemos dedicado a reflexionar acerca del paso que toda la comunidad cristiana debe realizar a través de la frontera para alcanzar la nueva vida de Jesucristo.
Hoy los textos bíblicos nos invitan a abordar un tema de particular importancia: el oficio pastoral en la Iglesia. Existe, en efecto, un modo mortífero de conducir y guiar a la comunidad; hay pastores que matan a sus ovejas. La Pascua nos obliga a ver con lucidez especial tan arduo tema para que, en cualquiera de los casos, sepamos quiénes son los auténticos pastores.
Lo primero que nos llama la atención es que las tres lecturas de hoy subrayan la misma y fundamental afirmación: el único pastor y Señor de la comunidad cristiano es Jesucristo. Fue Pedro, el primer Papa de la Iglesia, el que lo expresó con más claridad y convicción el día de Pentecostés: A este mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías. Es el mismo Pedro que en su primera carta afirma: "Andabais descarriados como ovejas, y habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras vidas". Todas estas afirmaciones serán recogidas con especial énfasis por el Evangelio le Juan unos cuantos años después.
Si para todos los cristianos esta afirmación es importante, lo es mucho más para los católicos, ya que entre nosotros se subraya mucho más que en otras confesiones cristianas el carácter jerárquico de la Iglesia y se acentúa el papel del Papa, de los obispos y sacerdotes sobre toda la comunidad. El sentido juridicista de los romanos y otras vicisitudes históricas han hecho de nuestra Iglesia un organismo fuertemente jerarquizado, se acentuaron las diferencias de estados y, en más de una oportunidad, se exageró el poder de quienes detentan el oficio pastoral.
Observemos este detalle: el Evangelio parece darle muy poca importancia a la forma concreta de gobierno dentro de la Iglesia; casi podríamos decir que fue algo que no preocupó a Jesús. En efecto, las diversas comunidades cristianas se fueron organizando con modalidades muy peculiares, según las costumbres de cada lugar y respetando siempre la primacía de los doce apóstoles. Sin embargo, hay un punto en que el Nuevo Testamento impone atención: que nadie se sienta dueño de la comunidad y de las conciencias. A partir de la Pascua, hay un solo Señor y Pastor: Jesucristo. Y quienes estén al frente de la comunidad para evangelizarla o guiarla espiritualmente, que tengan sus ojos puestos en el modelo de pastor: Cristo muerto por dar la vida a los suyos.
Si es importante que la comunidad cristiana esté organizada, mucho más importante es el «cómo» está organizada. Jesús reprobó severamente en varias oportunidades a los apóstoles porque concebían su ministerio pastoral como una forma de mando y de dominio sobre los demás, con todos los celos, envidias y egoísmos que ello implicaba. La Pascua tuvo gran importancia para la comprensión del sentido de la misma Iglesia como comunidad terrena: a tenor de los textos, parece que se llegó al convencimiento de que sólo quien se ofreció totalmente como Mesías sufriente podía ser considerado Mesías exaltado y Señor, Pastor y Rey.
Es aquí donde debemos fijar nuestra atención: hasta antes de la muerte de Jesús, los apóstoles consideraban a Jesús como un jefe, de la misma forma que podían hacerlo los soldados con su comandante o un pueblo con su rey. E iban más lejos aún: entendían que su misión apostólica era también la de una jefatura según los cánones políticos de la época.
Jesús les declara que ésa era una forma de muerte en la comunidad. Por el momento no lo comprendieron, pero a partir de la Pascua parecieron ver con mayor claridad. Si las ambiciones no murieron del todo, al menos tuvieron conciencia de que el futuro del cristianismo reposaba sobre la fe en Jesucristo y no sobre sus dotes de mando.
La Pascua con la exaltación del primado de Jesús como Señor, significó la muerte del culto a la autoridad dentro de la Iglesia, al menos en teoría, lo cual ya es muy importante. A diferencia de otras religiones antiguas, la guía de la comunidad reposa en el Espíritu de Cristo presente en toda la comunidad; no existe poder sagrado como tal ni hay personas que puedan arrogarse el privilegio de encarnar a la divinidad.
A pesar de que con el tiempo se fue acuñando la palabra «jerarquía», que significa literalmente «poder sagrado», de la lectura del Evangelio parece desprenderse con absoluta claridad que, si bien los apóstoles fueron encargados de evangelizar y orientar a la comunidad, su poder-sagrado nada tenía que ver con lo que comúnmente se entendía en la época y con lo que siglos después se entendió en la Iglesia.
Aún hoy el cristianismo sufre las mortales consecuencias de la tergiversación del sentido pastoral y del culto a la autoridad religiosa. La Iglesia, en cuanto jerarquía, pagó con el desprestigio y el odio de las nuevas clases sociales, como asimismo con el repudio de las modernas corrientes de pensamiento; el pueblo feligrés pagó con su inmadurez y con toda la secuencia de vicios que se derivan de un poder absoluto: obsecuencia, servilismo, falta de iniciativa y de creatividad, miedo a la autoridad, apatía hacia los asuntos de Iglesia, resentimiento, etc.
Hoy la Iglesia necesita imperiosamente cruzar la frontera de la muerte encarnada en un ejercicio no-evangélico de la autoridad. Esta es la dura frase que en la última cena escucharon los doce cuando discutían por los primeros puestos; ésta es la frase que hoy se va haciendo clamor. La primavera de la Pascua muere y aborta antes de tiempo si los nacidos a la vida son sometidos a un yugo peor que el anterior o similar. Para la libertad del espíritu nos llamó Cristo, y esta libertad supone, tal como lo explicará el mismo Jesús en el Evangelio de Juan, una nueva concepción del oficio pastoral.
Y al decir "oficio pastoral", no nos referimos solamente a los hombres que recibieron el sacramento del Orden Sagrado. También es oficio pastoral el de los padres hacia sus hijos, el de los educadores hacia sus educandos, el de los dirigentes laicos hacia sus dirigidos. Sintetizando este primer punto de nuestra reflexión: la conciencia cristiana de que el único Pastor y Señor es Cristo muerto y resucitado es la garantía de la libertad en todos, y del ejercicio servicial de sus funciones en los pastores. Es obvio que la Iglesia necesita, como todo grupo humano, un mínimo de organización. Pero no es la comunidad la que debe estar al servicio de la organización - eso es burocracia-, ni menos al servicio de la autoridad -eso es autocracia y despotismo-. Jesús invierte los papeles, o mejor dicho, invierte el sentido de los papeles: la autoridad es un servicio a la comunidad. No da Jesús argumentos: sólo presenta su ejemplo. Quien diga ser cristiano, que obre tal como él obró. Así lo entendió Pedro cuando escribía: «Si obrando bien soportáis el sufrimiento, hacéis una cosa hermosa ante Dios, pues para eso habéis sido llamados, ya que también Cristo padeció por vosotros, dejándoos ejemplo para que sigáis sus huellas.»
2. Cómo obra el verdadero pastor
El evangelio de hoy nos señala, paso a paso, los criterios que deben guiar a los que ejercen el oficio pastoral dentro de la Iglesia, cualquiera sea su función y su nombre. Jesús comienza distinguiendo dos tipos de guías de la comunidad: los que entran por la puerta y los que saltan por otra parte como bandidos o ladrones. ¿Y qué significa entrar por la puerta?
El mismo lo aclara: "Yo soy la puerta; quien entre por mí se salvará, y podrá entrar y salir... El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estragos; yo he venido para que tengan vida y vida en abundancia".
El sentido de la frase es claro: hay dos formas de guiar a la comunidad. O se la guía con la actitud y los sentimientos de Cristo, y entonces en la comunidad hay plena libertad para salir y entrar, para pensar y obrar, para amar y construir. O bien se la guía en beneficio propio: se roba y expolia a la comunidad, se le quitan sus derechos, se cercena su libertad, se oprimen sus conciencias.
La expresión evangélica se refiere en primer lugar a los fariseos, ya que a ellos se dirigió Jesús al tomar la palabra. Ellos representan el arquetipo o modelo de los que se sirven de la comunidad para encaramarse en el poder, sin importarles las desastrosas consecuencias de su actitud. Pero la frase de Jesús apunta más lejos aún: su Iglesia no estará ajena a la más temible de sus tentaciones: el ejercicio del poder. He ahí la peor de las hipocresías: escudarse en el sentimiento religioso para hacer primero el propio egoísmo; tomar en las manos el cayado del pastor para transformarlo en vara de hierro.
Entrar por la puerta no es, en el texto, una expresión jurídica. No significa simplemente haber sido ordenado para el ministerio o ejercer la autoridad según la legislación vigente. Su sentido es mucho más profundo: es interpretar el oficio pastoral según los criterios de Jesús. El texto de hoy nos señala algunos de estos criterios que, insistimos, valen para todos los que de una u otra forma están al frente de la comunidad.
a) Entra por la puerta el pastor que llama a cada oveja por su nombre. La frase expresa un concepto muy original, pues lo que caracteriza a los rebaños es precisamente su espíritu gregario y de masa sumisa. Difícilmente algún pastor necesita llamar a cada oveja con su nombre propio. Para él todas las ovejas son iguales y lo que le importa es que se comporten como rebaño sin que afloren las individualidades. Le interesa que permanezcan juntas, que ninguna se separe hacia otros pastos, que lo sigan sumisamente, etc. No en vano generalmente las pastores se hacen ayudar por perros amaestrados que impiden, digamos, todo intento de personalización de las ovejas.
Ahora comprendemos la originalidad del pensamiento de Jesús: si bien sigue hablando de ovejas, pues en aquella época el título de pastor era el más claro para significar la función de guía de la comunidad, puntualiza que cada oveja tiene nombre propio y que el pastor conoce ese nombre y llama a la oveja por su nombre. En otras palabras: dentro de la comunidad, es oficio de pastor el ayudar a cada miembro a ser él mismo, a desarrollarse como ser distinto de los demás. Cada uno tiene su propio nombre, su personalidad, su temperamento, su cultura, su forma de pensar y de sentir las cosas. El pastor no debe emparejar a las ovejas en un gris anonimato, sino, por el contrario, debe procurar que la unidad del grupo sea madura porque es la cohesión de individuos que se sienten personas de hecho y de derecho.
Jesús declara conocer a cada uno por su nombre: todo el Evangelio respira este hondo respeto con que Jesús trató tanto a los apóstoles como a las demás personas que se le acercaron. Durante este tiempo lo hemos visto, por ejemplo, en el trato con la samaritana y con el ciego de nacimiento. Jamás Jesús impone su voluntad como una apisonadora: habla pero espera la respuesta, sugiere pero no obliga, invita pero exige siempre una respuesta personal y libre.
Es interesante observar cómo este criterio evangélico inspira hoy, no solamente a los que proponen un sistema político democrático que respete la madurez del individuo, sino que está llegando hasta a reformar todo el sistema pedagógico. Educar es promocionar al sujeto para que él mismo sea el agente de su educación. Educar es dar la oportunidad al hombre para que pueda desarrollar todas sus capacidades y ponerlas luego al servicio de la comunidad.
Por eso se habla hoy de personalización y de socialización. Por el primer aspecto, cada uno afirma la originalidad de su ser y madura conforme a sus cualidades naturales y a la opción que hace por determinado ideal; cada uno decide su futuro y lo plasma. Por el segundo aspecto, el socializante, este mismo hombre descubre que la total madurez de su personalidad sólo tiene sentido si la pone en función de la comunidad. No se busca la propia perfección como una forma de autoidolatría, sino como la mejor forma de ser útil a la comunidad humana. El hombre trata de crecer y de ser más, para dar más a los demás. Lo triste del caso sería que mientras el sistema político supo pasar del absolutismo a un régimen democrático, y mientras el sistema educativo está pasando del régimen autoritario al sistema personalizante y socializante, sea la Iglesia la más reacia a aceptar el primero de los criterios que Jesús le dio cuando dijo: El verdadero pastor va llamando por su nombre a cada oveja y la saca afuera. Este sacar afuera no es otro que el ayudar al sujeto a salir de sí mismo y de su inmadurez. Sacar afuera, en latín educere, es la expresión que dio origen a la palabra «educación».
Sintetizando este primer signo del verdadero pastor (obispo, sacerdote, superior, padres, jefes de grupo, etc.): invitar al hombre a ser él mismo, desarrollando sus «talentos», haciendo aflorar toda su energía y sus capacidades a fin de que su servicio a la comunidad sea el más eficaz posible.
b) Después continuó Jesús: «Cuando las ha sacado afuera, el verdadero pastor camina delante y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán sino que huirán de él...»
Esta frase de Jesús inspiró a los artistas de todos los siglos, que nos muestran a Jesús caminando delante de un obediente rebaño. La expresión de Jesús puede ser mal interpretada si suponemos que las ovejas necesitan para caminar el andador del pastor. Bien sabemos cómo esta idea engendró dentro de la Iglesia cristiana el sistema paternalista. Sólo los pastores piensan y deciden; los fieles ejecutan lo que se ha dicho que es lo mejor para ellos.
Sin embargo, no parece ser éste el sentido de la frase: caminar delante significa dar la cara frente al peligro; o bien, ser el primero en ofrecer la vida cuando del bien de la comunidad se trata. En los evangelios hay un detalle que siempre me llamó la atención: cuando Jesús decide subir por última vez a Jerusalén para enfrentarse con sus enemigos, dice textualmente Marcos: «Seguían el camino que sube a Jerusalén, y Jesús iba delante de ellos. Los Doce se preguntaban en qué pararía aquello y la gente que los seguía tenía miedo...» (10,32). Y acto seguido les anuncia que será entregado a la muerte en manos de los sacerdotes y maestros de la ley.
Si ahora relacionamos la expresión de Marcos con la frase de Jesús del Evangelio de Juan, parece quedar claro el sentido de la misma: el verdadero pastor camina a la vanguardia cuando de un peligro se trata; no expone a la comunidad sino que se expone por ella. El mal pastor se encierra en su palacio o castillo, y abandona a los fieles en los momentos críticos.
Una vez más, Jesús hace primar el criterio del servicio a la comunidad: quien esté más dispuesto a perderlo todo por los hermanos, que se ponga al frente. Fácil nos es ahora extraer todas las consecuencias prácticas de ese elemental principio. Si la comunidad es pobre, los pastores deben ser más pobres aún y deben entregar todos sus bienes para el sustento de la comunidad; si la comunidad sufre persecución o cárcel, los pastores deben arriesgar su puesto y su cabeza para salir en defensa de los legítimos derechos humanos; si la comunidad carece de libertad de expresión o de acción, los pastores han de jugarse para que dicha libertad sea restituida, siendo ellos los primeros en dar ejemplo de libertad dentro de la comunidad cristiana.
La vivencia de este criterio supone una comunidad con gran espíritu crítico, pues ella misma debe detectar quiénes son los pastores "extraños" a cuya voz no deben seguir. En otras palabras: si queremos reformar el sistema autoritario que hoy nos rige, no basta el esfuerzo de los pastores; también es necesaria la aportación de la comunidad que no debe tolerar un régimen ajeno a los principios evangélicos. Suele suceder con mucha frecuencia que es la propia comunidad la primera interesada en ser gobernada con un régimen paternalista o autoritario. Es fácil dejar que otros piensen y decidan: al fin y al cabo esto nos permite vivir tranquilos y desentendernos de los problemas que aquejan a nuestra comunidad. Desgraciadamente, en más de una oportunidad, son los propios fieles los primeros en fomentar un sistema autoritario que los despersonalice y los libere de sus responsabilidades.
Concluyendo...
Cuando los grupos cristianos reflexionan sobre el sentido de la función pastoral en la Iglesia, el debate suele terminar, si no ya comenzar, con agrios reproches hacia la autoridad, sin excluirse los insultos y amenazas de violencia.
No ha sido ésta nuestra intención. Con sinceridad -y hoy la liturgia nos ha invitado con tres textos claros a hablar del tema- debemos afrontar el tema sin que nos guíe más móvil que el fiel cumplimiento de una página evangélica que da sentido a la función pastoral dentro de la Iglesia.
Si la Pascua es la primavera de la vida, bueno será que enterremos un pasado de muerte y que miremos hacia el futuro para que, a partir de hoy, comencemos a poner en práctica el criterio evangélico. De una u otra forma, todos ejercemos una función pastoral. Con qué frecuencia, mientras reprochamos a los de arriba sus formas autoritarias, nosotros obramos con el mismo autoritarismo al hablar con un compañero o al exponer nuestras ideas en un grupo. Si es cierto que los actuales pastores han de hacer un grandísimo esfuerzo para librarse de un concepto y de una práctica de autoridad que conduce a la muerte también es cierto que cada uno de nosotros tiene su cuota de responsabilidad para sanear las actuales estructuras religiosas, sociales, políticas y familiares.
La Palabra de Dios nos invita hoy a reformar el régimen de la Iglesia en cuanto tal, como asimismo el régimen político, social, educativo y familiar. Bien nos dice la carta de Pedro, después de mostrarnos al Pastor que murió para que vivamos en justicia y que nos sanó con sus heridas: «Andabais descarriados... pero ahora debéis volver al pastor y guardián de vuestras vidas.» Jesucristo, Pastor y Señor, es la garantía y el modelo de un cambio profundo en nuestro esquema comunitario.
SANTOS
BENETTI
CRUZAR LA FRONTERA. Ciclo A.2º
EDICIONES PAULINAS.MADRID 1977.Págs.
225 ss.
19. ¿PASTOR O CORDERO?
Cuando llega el Adviento, solemos destacar la figura de Juan el Bautista que, señalándonos a Jesús, nos dice: «Este el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo». Son unas palabras tan bellas y de tan alto significado que, cada día el sacerdote, mostrándonos la hostia santa, las repite antes de la comunión. También Isaías prefiguraba a Jesús como «un manso cordero que no abre su boca al ir al matadero».
Pero he aquí que el evangelio de hoy nos asegura que Jesús es «el Buen Pastor que da la vida por sus ovejas». Y tanta resonancia tiene en la realidad eclesial esta palabra --«pastor»--, que, con ella, ha sustantivado todas sus actividades: «pastoral» de juventud, «pastoral» de los alejados, consejos de «pastoral», líneas de «pastoral»... Y, entonces, uno se pregunta: «Jesús ¿qué es cordero o pastor? Ser «cordero» parece hacer relación a algo muy débil y menesteroso, un ser absolutamente necesitado de que alguien le cuide, le proteja y le guíe.
Ser «pastor», por el contrario, significa el mando, la capacidad de dirigir, la responsabilidad de orientar y vigilar desveladamente los pasos de todas las ovejas del rebaño. Y Jesús, ¿qué es: cordero o pastor? Una cosa está clara. Y es que, a estas dos imágenes de Jesús --cordero y pastor--, las identifica y une una misma estremecedora verdad: ambas «dan la vida como rescate por los otros». Cuando Isaías habla del «cordero», lo describe «yendo al matadero». Es, por lo tanto, la víctima por excelencia, el sacrificio que viene a sustituir todos los sacrificios que el hombre había ofrecido a Dios, pretendiendo abrir las puertas de un cielo que él mismo había cerrado. La hostia perfecta y única.
Ya que, como dice la carta a los Hebreos: «todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo hecha una vez por todas». Y lo mismo pasa con la imagen del «buen pastor». Es «bueno», porque «da la vida por sus ovejas». Eso es lo que cantaba Lope de Vega en su soneto: «Pastor, que con tus silbos amorosos»... y «Tú que hiciste cayado de ese leño»... y «Dime, pastor, que por amores mueres». Es decir, amigos, tanto «Jesús Cordero» como «Jesús Pastor» hacen lo mismo: «Por amores mueren».
Os brindo dos reflexiones. Una, la que ofrece la «secuencia» de Pascua: «Ofrezcan los cristianos alabanzas y ofrendas a la Víctima Pascual». Y dos. Yo también he sido llamado a ser «cordero» y «pastor». Cordero, ya que pertenezco a esos de quienes dice Jesús: «Yo conozco a mis ovejas y mis ovejas me conocen a mí». ¡Qué gozo tan grande saber que El así me conoce, en mi sublime y frágil intimidad, en «mis gozos y mis sombras»! ¡Y qué tarea tan apasionante: «ir conociendo a Jesús»! Y he sido llamado a ser pastor. Porque, como sacerdote por supuesto, pero ya antes como cristiano, de algún modo admirable, se me ha dicho: «apacienta mis corderos». Por un eterno designio he sido llamado a «trabajar en la viña del Señor» y a «pastorear a las ovejas de dentro y de fuera de Israel». Increíble, pero cierto. Dice el Concilio: «Son de esperar muchísimos bienes para la Iglesia de este trato familiar entre los laicos y los Pastores». Resumiendo, la Iglesia quiere que, entre todos, hagamos realidad el sueño de Cristo: «un solo rebaño y un solo pastor». Más todavía. En mi condición de cordero, o de pastor, bueno será que trabaje con espíritu de sacrificio, es decir, con calidad de víctima, sabiendo que nosotros «tenemos que poner lo que falta a la pasión de Cristo».
ELVIRA-1.Págs. 38 s.
20.
Frase evangélica: «Yo soy la puerta de las ovejas»
Tema de predicación: LA ENTRADA EN LA COMUNIDAD
1. Al permitir la entrada en la casa o en la ciudad antigua y defender la seguridad de sus moradores, la puerta expresa simbólicamente acogida o rechazo, defensa de peligros y entrada para compartir. Pero junto a «las puertas de la muerte» (Sal 107,18) o puerta de los «ladrones y bandidos», está «la puerta del cielo» (Gn 28,17), que es libre acceso a los dones de Dios (Mal 3,10) o entrada en el reino de la gloria (Sal 24,710). En definitiva, Dios es el dueño de las puertas. Cerradas las puertas del paraíso por el primer pecado (Gn 3,24), es necesario que Dios descienda por las puertas celestiales para que el ser humano las vuelva a franquear de nuevo (Is 63,19).
2. Con ocasión del bautismo de Cristo se abren de nuevo las puertas del cielo (Jn 1,51). Jesús es «la puerta» tras de la cual puede el hombre ponerse a salvo y encontrar los pastos, es decir, la comida que produce vida «abundante». Pero no todos los pastores son iguales; los hay «ladrones y bandidos» que no conocen la entrada, que entran por donde no deben y que son incapaces de hacer entrar o salir a las ovejas por su verdadero camino. Todos somos invitados a ser guardianes de nuestros hermanos, pero a veces nos comportamos como sus ladrones, al ser porteros descuidados o pastores mercenarios.
3. Ahora bien, aunque sean estrechas (o exigentes), las puertas del reino están abiertas a todos los que llaman con fe. Jesús abre a todo el que llama (Ap 3,20). La puerta de Cristo es puerta de libertad (bautismo) y de alimento (eucaristía). A veces hay en la Iglesia demasiados muros y escasas puertas. La Jerusalén celestial, con doce puertas, se abrirá de par en par al final de la historia (Ap 21,12-25). Allí no habrá mal alguno, y será el lugar de la perfecta justicia y seguridad (Is 1,26; 26,1-5).
REFLEXIÓN CRISTIANA:
¿Nos cerramos o nos abrimos a los demás?
¿Cuáles son nuestras puertas?
CASIANO
FLORISTAN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITURGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág.
121 s.
21.
-Cristo es la Puerta
En los evangelios se acumulan las imágenes más variadas para describir quién es Cristo Jesús para nosotros. A veces se le llama, o él mismo se llama, "piedra angular", "camino", "pastor", "cordero que se entrega en sacrificio", "novio y esposo de la nueva comunidad", "rey", "juez", "señor", "luz", "vida"...
Hoy se nos presenta como la Puerta. Puerta significa entrada, acceso, mediación: "El que entra por mí se salvará". Cristo se nos revela como el enviado de Dios Padre, el verdadero maestro, la puerta abierta que invita a entrar en el Reino, la puerta abierta que es como una bienvenida a la casa del Padre.
En un mundo que se plantea interrogantes urgentes, nosotros estamos convencidos de que Jesús es la respuesta y el camino, la clave que da sentido a nuestra existencia, el maestro que nos enseña la auténtica verdad, la única puerta de acceso a la felicidad y a la vida
También nos lo ha presentado así san Pedro, en su discurso de Pentecostés: Cristo es el único Salvador, en quien tenemos la seguridad del perdón de los pecados, porque ha entregado su vida por nosotros. Salvarse va a consistir en creer en él, convertirse a él, bautizarse en su nombre y agregarse a su comunidad.
"Entrar por la puerta que es Cristo" no supone sólo la pacifica posesión de un certificado de bautismo, que es el sacramento de entrada en la Iglesia, sino oír su voz, seguirle, formar activamente parte de su comunidad: "Andabais descarriados como ovejas, pero habéis vuelto al Pastor y guardián de vuestras vidas", como nos ha dicho san Pedro, esta vez en la carta que hemos leído.
No hay otro pastor ni otra puerta legítima: sólo Cristo, el Señor. Y, a la vez, no hay otro "camino". Camino es continuidad. Los que entramos y salimos a través de esa Puerta que es Cristo, nos esforzamos por seguirle fielmente a él, que es también el Camino, sin desviarnos de su estilo de vida: "Sus ovejas le siguen, porque conocen su voz y él las va llamando por su nombre".
-También los pastores deben entrar por la Puerta
Pero en el evangelio que acabamos de escuchar hay otro aspecto interesante: su alusión a los pastores que, en nombre de Cristo, guían al pueblo cristiano. Hay pastores legitímos, que son los que entran por la puerta verdadera, que es Cristo, y conducen a los fieles -como el pastor a las ovejas- a pastos auténticos de verdad, de vida y de gracia. Son los pastores que han escuchado, como san Pedro a orillas del lago, la invitación y el encargo: "Apacienta a mis ovejas".
Pero también puede haber otros que se dicen pastores y no lo son, que "no entran por la puerta", sino por alguna ventana. Cristo les llama ladrones y bandidos, falsos profetas que se han dado a si mismos un encargo que no es legitimo y se sienten dueños y no servidores.
Esta pagina, hermanos, nos invita a reflexionar, ante todo, a los que en la comunidad cristiana tenemos el encargo de enseñar y guiar a los demás; los obispos, presbíteros y diáconos -los ministros que han entrado por la puerta de la ordenación sacramental-, que en medio de la comunidad deberíamos ser como signos vivientes de Cristo, el buen Pastor. Es uno de los mejores regalos que Cristo ha hecho a su Iglesia: ministros ordenados que en su nombre prediquen y bendigan y perdonen y comuniquen la gracia sacramental a todos los fieles.
También afecta la lección de Jesús a otros que tienen diversos grados de encargos ministeriales para con los demás, como los catequistas, los educadores, los padres, los encargados de diversos servicios, los que de alguna manera tienen que ayudar a los demás. A todos nos invita hoy Jesús a considerar nuestro ministerio como un servicio y no como una búsqueda de nuestro propio interés.
Todos debemos "entrar por la puerta que es Cristo". Todos debemos imitar su actitud de persona entregada, de pastor bueno que busca el bien de los demás. Cuando nos reunimos para celebrar la Eucarist/a, nos sentimos convocados por Cristo Jesús, nuestro Pastor y nuestra Puerta. El sacerdote que preside se siente, a la vez con gozo y con humildad, representante suyo en medio de la comunidad. Y toda la comunidad es consciente de que Cristo Jesús, el Señor Resucitado, a quien no ve, pero a quien sabe realmente presente desde el principio, es su Maestro, su Pastor, su Alimento, su Guía y modelo en el camino de la vida. Todos aceptamos a Cristo como la Puerta abierta que Dios nos ofrece y queremos oír su voz y seguirle: seguros que él nos conduce a la Vida.
EQUIPO
MD
MISA DOMINICAL 1999/06/45-46
22.
EL BUEN PASTOR
Los tres domingos anteriores hemos leído, en las celebraciones dominicales, distintas apariciones del Resucitado. A partir de hoy, las lecturas nos preparan para Pentecostés a base de presentarnos, por un lado características del Señor que en la fiesta de la Ascensión contemplaremos glorificado en el cielo, y por el otro la promesa del Espíritu imprescindible para vivir la vida cristiana.
La imagen de hoy es la del Buen Pastor, aunque el texto del evangelio se quede a la mitad de la reflexión que Jesús hace y se reserve la parte en que se manifiesta propiamente como tal para el ciclo B. La lectura del salmo 22, El Señor es mi pastor, nada me falta, nos mantiene en esta perspectiva.
YO SOY LA PUERTA
Lo dice Jesús de la manera solemne que caracteriza la expresión "Yo soy" en el evangelio de Juan. Lo dice, después de que la gente, que escuchaba su comparación, no entendió de qué les hablaba. Les resumía la manera de actuar que había tenido Dios con su pueblo, y la que quería seguir teniendo en adelante. En efecto, Dios había protegido siempre a su pueblo amado y le había invitado con su Palabra a entrar libremente en el aprisco, en el redil, la casa del Señor, lugar donde tu vara y tu cayado me sosiegan. Pero demasiados ladrones y bandidos habían saltado la valla -y no habían entrado por la puerta- y habían diezmado el rebaño. Demasiadas voces habían resonado queriendo usurpar y sustituir la del Pastor. Por eso el mismo Pastor ha venido para ser la "Puerta de las ovejas". Y ha hablado, llamando por el nombre a sus ovejas y ellas han conocido su voz y lo han seguido usando su libertad, la que el Pastor les ha dado. Desde su venida, Cristo es el único Buen Pastor, Cristo es la única Puerta. No hay otro. Porque sólo él da la vida por las ovejas.
LA PASTORAL: PARA QUE TENGAN VIDA...
La imagen del Buen Pastor fue acogida rápidamente por un pueblo que sabía bien qué significaba esto en su vida cotidiana. Y pronto representaron a Jesús con esta imagen. Las catacumbas dan testimonio de ello. La recepción de esta imagen ha sido tan grande que ha dado nombre a toda la acción de la Iglesia para hacer llegar la voz y la guía del Señor a los hombres y mujeres del mundo.
Y ha quedado como nombre técnico que ha superado todas las reticencias que el lenguaje (mal entendido) de pastor-ovejas podia suscitar. Irá bien aprovechar el texto evangélico para explicarlo haciendo notar que el lenguaje de Jesús sobre las ovejas siempre habla de libertad, y que el redil es precisamente el espacio de ejercicio de la libertad.
Desde luego que se nota cuando los "pastores" que actúan en nombre del único Pastor no dejan traslucir "su" voz como sería desear. Y con todo el Pastor ha querido que haya "pastores" que traten de encaminar hacia la única Puerta y de hacer llegar la única Voz que es salvadora. Porque el Pastor ha venido para que las ovejas tengan vida y la tengan abundante.
¿QUÉ TENEMOS QUE HACER, HERMANOS?
El Pastor, pues, también ha querido que las ovejas -todas y cada una- sean corresponsables de su tarea pastoral. La corresponsabilidad no nos la hemos inventado nosotros. A algunos se lo pide con el ministerio de "pastores" en su nombre, con el consiguiente peligro de volverse ladrones y bandidos si pierden de vista que lo hacen en su nombre. Hoy es muy apropiado insistir en la oración necesaria y urgente por las vocaciones, es decir, por la respuesta a la llamada que la voz del Pastor sigue haciendo -¡sin duda!- a tanta gente para este ministerio pastoral.
Nos lo pide a todos con el testimonio de la propia vida. Así lo manifiesta Pedro en el discurso de Pentecostés (1. lectura) ante la pregunta ¿qué tenemos que hacer?: Convertíos y bautizaos todos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados, y recibiréis el don del Espíritu Santo. Es él quien os hará testigos de la vida nueva de Jesús. Y cuando llegue el momento de las dificultades y del sufrimiento (2. lectura), volved al pastor y guardián de vuestras vidas.
PREPARAS UNA MESA ANTE MÍ
Es la voz del Pastor la que nos convoca de nuevo para escuchar la Palabra y participar de su mesa, la que Él nos ha preparado. Allí encontramos nuestro pasto, las verdes praderas del reino, allí recibimos la vida, para poder "seguirlo" con fidelidad arraigados en nuestro mundo.
JOAN
TORRA
MISA DOMINICAL 1999/06/41-42
23.
En el libro de los Hechos, la comunidad que sigue al resucitado percibe que él es la definitiva experiencia de Dios. El evangelio acoge a todos valorando las diferencias, pues se trata de dignificar y no de uniformar. Los creyentes no se distinguen de los demás porque usen uniformes o porque asuman prácticas misteriosas. Los seguidores de Jesús se diferencian por el modo distinto de vivir: comparten todo en comunidad y son fieles a las enseñanzas del Maestro.
La carta de Pedro nos presenta a Jesucristo como paradigma de la verdadera iglesia e ideal humano realizable. Pero, antes nos hace una advertencia contra la mentalidad vigente que impide ver en los crucificados el verdadero camino hacia Dios. En la mentalidad triunfalista predomina la doctrina de la retribución. Esta consiste en esperar en el futuro inmediato un beneficio por el bien que se hace a otras personas. De este modo, las riquezas, los agradecimientos, los honores son justo tributo por la justicia individual. El autor nos invita a romper con esa mentalidad.
La mayor recompensa que se puede recibir por hacer el bien es saber que se está realizando la obra divina en el mundo. El sufrimiento del justo, uno de los grandes temas de la Biblia, es la realidad que ayuda a comprender la obra de Cristo. Los versículos que hoy leemos reflejan esta experiencia en la comunidad. La mentalidad vigente les impedía ver en sus propios padecimientos por causa de la justicia cómo Dios realiza su obra en medio de la abierta oposición. La obra de Dios no es un asunto fácil, y de esto da cuenta la comunidad a la que se dirige el autor de la carta. Pero, en medio de la adversidad la obra de Jesús se convierte en argumento irrebatible. La fuerza del resucitado convoca a la comunidad para ir más allá de las limitaciones que le impone el sistema social que margina al ser humano.
La obra de Cristo se convierte en testimonio de rectitud. No por los muchos preceptos morales o las extensas normas para vivir. Jesús es modelo por la rectitud de su vida entregada por completo a los demás. Pero no como un amargo sacrificio, sino como un gozoso retorno a Dios en la solidaridad con la humanidad excluida y oprimida.
El Evangelio nos presenta la comparación del pastor y las ovejas. Este pasaje es necesario leerlo en relación con la controversia desatada a raíz de la curación del ciego. Discusión que sólo va a terminar en el rechazo frontal de la sinagoga, como símbolo de la ortodoxia farisea, a la propuesta de Jesús (Jn 10, 21).
El pasaje es necesario comprenderlo también en su estructura particular. En una primera sección (Jn 10, 1-6) desarrolla una parábola centrada en el pastoreo. La figura del buen pastor es contrastada con la de los falsos pastores, los salteadores y ladrones. Al igual, ilustra sobre la actitud de las ovejas. Estas conocen la voz de su guía y se dejan orientar por él. La actividad del pastor se concentra en «sacar» las ovejas y encaminarlas con su voz. Las ovejas no vuelven al viejo redil, sino que siguen la voz de su pastor quien las llama por su nombre y las conoce a todas.
La segunda sección (Jn 10, 1-18), despliega por medio de una alegoría todo el mensaje contenido en la parábola. Cada elemento es sometido a una profundización donde se explican nuevos significados. En el pasaje que leemos se desarrolla el símbolo de la puerta. A diferencia de las custodiadas puertas del Templo, que servían para diferenciar lo sagrado y lo profano, Jesús es la puerta que conduce a la vida, al alimento. Las puertas de la ciudad eran lugar de juicio. Jesús es puerta de salvación y no de condenación. Quienes se arriesgan a traspasarla tienen la vida eterna, al contrario de la entrada al mítico Edén.
Muchos se han presentado antes de Jesús o en lugar de él como una puerta al Padre. Sin embargo, fallan en su cometido porque prescinden de la mediación del hombre justo para alcanzar su objetivo. Se convierten entonces en ladrones y salteadores. Actúan como mercenarios que sólo buscan robar la vida de las ovejas.
El versículo 10 nos presenta la clave para comprender la actividad pastoral de Jesús. El libera a las ovejas del redil. Es una puerta permanente hacia el éxodo que toda comunidad debe realizar para ser nuevo pueblo de Dios. La prueba de la buena pastoral es la entrega generosa, la vida en abundancia. La vida en plenitud es el certificado de una auténtica actividad pastoral.
Para la revisión de vida
Con una imagen del mundo rural, Jesús se presenta como la puerta de las ovejas; entrando por esa puerta, que es El mismo, alcanzamos la salvación. ¿Qué puerta uso, qué camino recorro yo en la vida? ¿Quién es el modelo al que de verdad trato yo de imitar y parecerme? ¿En quién he puesto mi confianza?
Para le reunión de grupo
- Pedro hace un discurso llamando a la conversión; pero la conversión no es un mero arreglo de fachada, ni siquiera una cuestión fundamentalmente de tipo moral; convertirse es aceptar a Jesús como el Señor, porque El es el ofrecimiento definitivo de Dios a la humanidad. ¿Estoy convertido? ¿Cómo entiendo yo la conversión? ¿He aceptado en mi vida &endash;más que en mis ideas- a Jesús como regalo de Dios?
- Quien lucha de verdad por la justicia y la libertad, ¿debe esperar muchas felicitaciones? Querer liberar a las personas es estar dispuesto a aceptar golpes; ¿estoy dispuesto a ello? ¿Cómo responde Dios a todo esto?
- ¿Qué lugar ocupa Jesús en mi vida? Igual que pienso en las personas que me son queridas, y en cómo se tomarán lo que yo haga o diga, ¿pienso en Jesús y en lo que él opinará de mi vida? ¿Tengo la idea de que Jesús nos ha complicado la existencia, imponiéndonos una reglamentación de cargas y prácticas? Jesús se presenta hoy como la puerta del aprisco ¿Acaso no es cierto que una puerta abierta de par en par nunca es obstáculo para la libertad y la vida?
Para la oración de los fieles
- Para que quienes ejercen su ministerio en la Iglesia lo hagan desde el servicio y no desde el autoritarismo o el afán de dominio. Roguemos al Señor...
- Para que los pobres y explotados de nuestra sociedad encuentren también en los cristianos apoyo y solidaridad. Roguemos...
- Para que todos aquellos que escuchan la voz del Señor llamándoles al servicio de la Comunidad, respondan con valentía al don del Espíritu. Roguemos...
- Para que el Señor Jesucristo, que ha vencido el dolor y la muerte, se acuerde de los pobres, afligidos, enfermos y moribundos, y a nosotros nos haga solidarios con ellos. Roguemos...
- Para que los gobernantes estén siempre atentos a las inquietudes y necesidades de los pueblos, y den justa respuesta a sus aspiraciones de paz, justicia e igualdad. Roguemos...
- Para que todos los que sufren persecución por causa de su fidelidad al Reino, se mantengan firmes y nunca duden del Amor de Dios, que resucita a los muertos. Roguemos...
Oración Comunitaria
Pastor bueno, puerta de la Vida, cuida de todos nosotros, y ya que nos alegramos por tu Resurrección, concédenos también la fuerza necesaria para trabajar con coraje por el Reino y el gozo de verlo crecer cada día entre nosotros, de modo que la fraternidad universal sea cada día más real entre nosotros. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
24.
1. Los fariseos, acababan de excomulgar de la sinagoga al ciego de nacimiento, curado por Jesús, y después de calificarles de ciegos, con toda solemnidad crea la bellísima parábola-alegoría del pastor y las ovejas, densa y rica en teología, dirigida a ellos, que son los falsos pastores, los ladrones y bandidos, que trataban al pueblo sin piedad, basándose en una interpretación de la Ley que en vez de liberar, les esclavizaba. Y en vez de buscar el bien del pueblo, les movía su propia ventaja, brillo, ostentación e interés. La paradoja era evidente. El ciego curado confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, y los fariseos le acusan de blasfemo. El ciego ve, y los que ven se quedan ciegos. El ciego ha entrado por la puerta, los que ven, quieren derribarla, traman matar a Jesús, la Puerta del rebaño, la piedra angular, desechada por los arquitectos (Sal 117).
2. Hoy nos resulta difícil comprender el lenguaje, alegórico, tan real y familiar en la Palestina de Jesús. El redil, es un cobertizo construido o con un muro de piedra o una empalizada de madera con una puerta, que tiene un guarda encargado de abrirla. Guarecidas por la noche las ovejas de varios pastores en el redil, son vigiladas por el guarda, para evitar robos o matanzas por verganza. Cuando por la mañana llega el pastor a sacar su rebaño, el guarda le abre la puerta. Si algún vecino vengativo o algún ladrón, malhechor o bandido, quiere ejecutar alguna fechoría, no entra por la puerta, sino que "salta por otra parte". Así se comprende que Jesús diga: "Yo soy la puerta". La Puerta ensangrentada como las puertas de Israel en Egipto la noche de la Pascua, no con la sangre del cordero prefigurativo, sino con su propia sangre preciosa, divina y redentora. Los judíos no le quieren aceptar como Hijo de Dios, su Enviado, la única Puerta abierta a Dios desde que el pecado había cerrado a los hombres el paso a Dios en el paraiso (Gn 3,24).
3. Todos recordamos que después de la Segunda Guerra mundial, Berlín fue dividido en dos: el Berlín Este, ocupado por los soviéticos, capital de la RDA, y el Berlín Oeste, dependiente de la RFA. Cuando en 1989 cayó el Muro, se abrió la Puerta de Brandeburgo, que, aunque situada en la zona oriental, es considerada como el símbolo de la esclavitud. Comenzó entonces la libre circulación de las dos Alemanias. ¡Cuántos ciudadanos habían tenido que vivir separados, hijos, de padres, esposas, de esposos, hermanos y madres, y cuántos habían pagado con su vida la osadía de querer saltarse el muro, criminalmente vigilado! Al decir Jesús: "Yo soy la Puerta", hemos de entender que nos ha abierto el camino al Padre, recuperando para nosotros el espacio dilatado e infinito, y nos ha dado paso a Dios y al Reino celestial. "Quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir con libertad, y encontrará pastos (Juan 10,1), que lo conducirán a "la ciudad santa, Jerusalén, radiante con la gloria de Dios, con doce puertas, cada puerta hecha de una sola perla, con el nombre grabado de las doce tribus de Israel" (Ap 21,21,12).
4. El redil es Israel, donde los fariseos se han convertido en "ladrones y salteadores", que, "por no tener el espíritu ablandado en Cristo, ni entran ni dejan entrar" (San Juan de la Cruz). "Todos los que han venido antes de mí son bandidos y ladrones", que no han entrado por la puerta del aprisco, sino "saltando por otro lado" fraudulentamente, con mentiras, trampas, influencias, adulación, intereses creados y hasta sobornos, saltando la tapia o la empalizada "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que cerráis el reino de los cielos a los hombres! ¡No entráis vosotros, ni dejáis entrar a los que quieren", (Mt 23,13) mientras las ovejas "están fatigadas y decaídas, como ovejas sin pastor" (Mt 9,36). Y me despreciáis a Mí, que "soy el camino, la verdad y la vida, siendo así que nadie viene al Padre sino por mí" (Jn 14,6).
5. Jesús no sólo descalifica a los rectores religiosos de Israel, destinatario inmediato de su diatriba, sino a todos los que, depositarios de alguna autoridad, tergiversan el mensaje, lo acomodan a su interés y a su política, sea religiosa o civil y se visten con la lana de las ovejas (el prestigio y el honor), y se despreocupan de su cuidado, pastoreo, alimento y sacrificio por el rebaño.
6. Santa Teresa se lamenta de que los libros neoplatónicos de oración que seguía (Tercer Abecedario de Francisco de Osuna), la llevaban por camino errado, al enseñarle que, para avanzar por el camino de la oración, tenía que prescindir de la Humanidad de Cristo. Hasta que, tras un rodeo, encontrará el camino de Jesús. Los pastores poco preparados, pueden extraviar a las almas, pero "el que debiendo acertar no acierta, no pasará sin castigo" (San Juan de la Cruz). Con razón la Iglesia termina oficialmente siempre las oraciones litúrgicas, "Por Nuestro Señor Jesucristo".
7. Con la misma libertad con que Jesús habla a los fariseos, Pedro, el día de Pentecostés, echó en cara a los jefes religiosos del pueblo: "Al mismo Jesús, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituído Señor y Mesías... -¿Qué tenemos que hacer, hermanos? -Convertíos y bautizaos en nombre de Jesucristo para que se os perdonen los pecados" (Hechos 2,1).
8. "Las ovejas escuchan su voz". El pastor va llamando por su nombre a las ovejas: "Estrella", "Lucero", "Reina", "Capitana", "Esmeralda", "Perla", "Pequeña", "Pelirroja", "Blanquita"... "Las ovejas lo siguen porque conocen su voz". En efecto, cuando llega el pastor por la mañana al redil y comienza a llamar a las ovejas, todas reconocen su voz porque su reconocen su timbre de tanto oirlo y porque sienten querencia por él. Es costumbre en Oriente, que el pastor camine delante de las ovejas. Ellas le siguen llenando de "bes" el ambiente. El pastor las llama con un grito fuerte, que repite de trecho en trecho, y ellas le van siguiendo balando, mordisqueando y apresurándose. Pero, si un extraño lanza el mismo grito, las ovejas se ponen alerta, levantan las cabezas, retroceden y huyen despavoridas, porque no conocen la voz de los extraños (Fillión): "A un extraño no lo seguirían, huirían de él, porque no conocen la voz de los extraños". En un monasterio de contemplativas, aquellos años del postconcilio desconcertantes, cuando el predicador sostenía alguna doctrina heterodoxa, el "sensus fidei" de la priora, retrocedía musitando su negativa con un siseo alarmado, que hacía rectificar al audaz. Y en una parroquia, era una maestra jubilada la que golpeaba con su garrote ante el disparate del innovador.
9. Siguiendo a San Agustín dice Sto. Tomás, que conocer por el nombre denota familiaridad y predestinación. Familiaridad porque llamamos por su nombre propio a los familiares. Cuando Jesús dice que nos conoce por el nombre quiere decir que tiene un conocimiento de la naturaleza y del ser de cada uno: de lo que Dios quiso que fuéramos, de lo que somos y de lo que podemos llegar a ser. Tiene predestinación: Dios no crea a los hombres en serie, sino uno a uno; cada uno es irrepetible. No hay dos iguales, ni en lo físico, ni en lo moral, ni en las circunstancias de la vida, ni en la vocación.
10. Con ese amor nos ha amado el Padre, hasta llegar a elegirnos para ser hijos de Dios, y llamarnos por nuestro nombre, que lleva tatuado en su mano:. "Conozco mis ovejas y mis ovejas me conocen, como yo conozco al Padre"(Jn 10,14). Conoce a todas y a cada una, en sentido bíblico, es conocimiento amoroso. "Con amor eterno te amé" (Jr 31,3). Para Dios no somos un número, somos un nombre y apellidos, un hijo. Es un buen ejercicio leer a Isaías o a cualquiera de los profetas y sustituir el nombre del profeta por nuestro propio nombre. Probadlo y quedaréis asombrados y radiantes.
11. Dios Padre está cerca de los hombres en todo el curso de su vida. El "rige y apacienta acomodándose a la necesidad de cada uno, pues el mejor gobernante no es el menos flexible" (Fray Luís de León, citando a Platón). "El nos llama y nos corrige, y nos lava y nos sana y nos santifica y nos deleita y nos viste de gloria. El administra lo que a su grey conviene; que él la apasta y abreva y la trasquila y la castiga y la reposa y la recrea y hace música y la ampara y defiende" (Id. Los nombres de Cristo). Amor que reside de manera eminente en María, nuestra Madre, cuyo ejemplo deben seguir los que están dedicados a cooperar con la Iglesia para regenerar a los hombres: "La Virgen en su vida fue ejemplo de aquel afecto materno con el que es necesario estén animados todos los que en la misión apostólica de la Iglesia cooperan para regenerar a los hombres" (LG 65).
12. Todos tenemos la posibilidad de oir cuantas veces queramos la voz del pastor. Cuando leemos la Escritura es la voz de Jesús la que nos habla, es su misma palabra la que escuchamos. Por eso quien desconoce la Escritura desconoce a Cristo (San Jerónimo). Pero hay que conocerla genuinamente, e integralmente, evitando leerla funtamentalísticamente, o selectivamente y a retazos, discriminando y eliminando los más exigentes. Para captar su mensaje, es necesario oir su explanación o exégesis y tener en cuenta el género literario y la cultura en que se escribió. Y, sobre todo, orarla: "El Espíritu os enseñará toda la verdad" (Jn 16,13). Un paso más, será conocer a los Santos Padres, que gozaron de un carisma especial para su interpretación: "Dios les dio una sabia perspicuidad para penetrar en el valor de la palabra revelada" (Card. Herrera). Y conocer a los místicos, a los nuestros sobre todo: San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Y escuchar el Magisterio de la Iglesia. En el Sínodo del Concilio, afirmaron los Padres sinodales: "La Iglesia se prepara para el año 2000 celebrando los Santos Misterios de Cristo bajo la Palabra de Dios para la salvación del mundo".
13. Tampoco podemos dejar de lado las hagiografías de los grandes cristianos que vivieron con heroismo la Palabra, porque son un espléndido manjar que no podemos despreciar. La Iglesia ha puesto en el candelero a Santa Teresa del Niño Jesús, Nueva Doctora de La Iglesia, luz para la modernidad.
14. También hay que oir su voz en los acontecimientos de la historia y en las vicisitudes por las que estamos pasando, o por las que hemos de vivir. Y saber escucharla además en lo que nos dice un hermano o la comunidad, o en el consejo que cualquiera pueda darnos. Lo que se se creen portadores seguros y únicos de la verdad, con mucha facilidad se estrellan y siembran de sal el campo de la Iglesia. Es gran sabiduría saber escuchar la palabra de Dios, que levanta el alma caída, desinfla la hinchada, corta lo supérfluo, suple lo defectuoso, sana las almas, y es más penetrante que espada de dos filos (Heb 4,12) que corta lo que estorba y lo que impide el crecimiento de las virtudes evangélicas.
15. Para contrarrestar la pretensión del "ladrón que entra para robar y matar y hacer estrago", Jesús expresa la finalidad de su venida: "Yo he venido para que tengan vida abundante". El deseo de Jesús es que sus ovejas, nosotros, vivamos una vida sana, vigorosa, pujante, y no enfermiza, raquítica y anémica; anoréxica. Para alimentar esa vida se entrega él mismo, y quiere que comamos su carne y que bebamos su Sangre: Para eso "Cargado con nuestros pecados subió al leño para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas os han curado. Andabais descarriados, pero ahora habéis vuelto al Pastor y guardián de vuestras vidas" (1 Pedro 2,20).
16. La vida que El nos da no nos quita nuestra naturaleza humana, pero la sublima, como un hierro en la fragua, que, sin dejar de ser hierro, parece que se transforma en fuego, y resplandece, echa chispas, arde y quema como el fuego, nos participa la misma naturaleza de Dios, nos hace sus hijos y amigos, hermanos de Jesucristo y herederos de la patria celeste.
17. Así es como puede actuar hoy en nosotros, como Puerta y Pastor que nos guía por el sendero justo, y nos prepara la mesa enfrente de nuestros enemigos, con el alimento de su Palabra y de sus sacramentos y el gobierno de su Iglesia. Y así nos conducirá a las praderas verdes Salmo 22, de la ciudad santa que brilla como una piedra preciosísima parecida a jaspe claro como cristal (Ap 21,11) donde veremos, le comeremos, y le gozaremos. Amen.
J. MARTI BALLESTER
25.
JESÚS, PUERTA Y CONFIANZA DE NUESTRA VIDA
En las dos palabras, "puerta" y "confianza", unidas, queremos expresar en el día del "Buen Pastor" la actitud de fe con que hoy las comunidades cristianas acudimos a la mesa de la Palabra y de la Eucaristía.
Hablar de "Cristo puerta", como vía de acceso a Dios, es evangélico, mas no lo sería si en ese lenguaje no se incluyera gran "confianza" en Cristo amor y redención.
Quien confiada y humildemente "llama" encuentra abierta la "puerta" del Corazón de Cristo y de Dios. En cambio, si alguien pasa despectivamente por delante de Cristo, pastor que espera a la puerta y conoce su nombre, ése tiene cerrada la puerta porque él clausuró la entrada en su corazón.
Veamos el mensaje de las tres lecturas.
1ª Lectura (Hch 2,36-41) : el Señor llama a todos. "El día de Pentecostés..., Pedro levantó la voz..: a Jesus, a quien vosotros crucificasteis, Dios lo ha constituido Señor y Mesías... Le preguntaron: ¿qué debemos hacer..? Convertíos y bautizaos en el nombre de Jesucristo..."
1.1. Este párrafo de los Hechos de los Apóstoles (2,36-41) quiere mostrar las consecuencias que tuvo el discurso de Pedro que fue centro de reflexión en el domingo anterior.
Cuando los apóstoles predicaban el misterio de la Pascua, la muerte y la resurrección de Jesús, no lo hacían por placer estético sino para provocar cambios de vida, de actitud y de mentalidad.
El misterio de Pascua es tan radical, tan profundo, que el hombre que oye hablar de lo que el Señor ha hecho por nosotros debe preguntarse por el sentido de su vida.
1.2. Por ello, el mensaje de la lectura de hoy es el de la «conversión». Y la conversión es un cambio de rumbo muy importante en lo que sentimos, en lo que pensamos y en lo que hacemos. No es algo externo, ni cultual, ni cultural.
Si Dios ha constituido a Jesús crucificado como Señor y Mesías es porque no hay otro camino para la salvación. El bautismo en el nombre del Señor Jesús es una propuesta para vivir su vida, morir de amor y abrirse a su resurrección.
2ª Lectura: (1Pe 2,20-25): muertos al pecado, vivamos para la justicia "Cristo... padeció su pasión por vosotros, dejándoos un ejemplo para que sigáis sus huellas... Cargado con nuestros pecados subió al leño... para que nosotros, muertos al pecado, vivamos para la justicia..."
2.1. Est segunda lectura, de la Iª carta de Pedro (2,20-25) es como una especie de himno bautismal; porque el bautismo es una participación en el misterio de la muerte de Cristo, tal como lo expresaba Pablo en la carta a los Romanos (Rom 6).
2.2. El autor de la IIª de Pedro lo expresa maravillosamente al decir que «sus heridas nos han curado». Pero debemos hacer notar que esta participación en la muerte de Cristo, por medio del bautismo, no es una participación en sufrimientos sin sentido, sino una participación en la muerte que lleva a la vida, a la resurrección. De lo contrario romperíamos en mil pedazos la teología del bautismo cristiano que se nos presenta en este himno de hoy.
La muerte de Cristo es una muerte por nosotros, es decir, para que nosotros vivamos.
3ª Evangelio (Jn 10,1-10): La puerta de la vida "Os aseguro que quien no entra por la puerta del aprisco..., ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas... Todos los que han venido antes de mi son ladrones... Yo soy la puerta: quien entre por mí, se salvará.."
3.1. Este párrafo del evangelio de Juan (10,1-10), nos habla del «buen pastor» que es la imagen del día en la liturgia de este cuarto domingo de Pascua. El texto comienza con una especie de discurso que puede ser enigmático para algunos oyentes. Pero en sí es claro: en el redil de las ovejas, el pastor entra por la puerta, los ladrones saltan por la tapia. Es una especie de introducción para las afirmaciones cristológicas de Juan.
3.2. Esas afirmaciones cristológicas, con toda su carga teológica, se expresan con afirmaciones como la de «Yo soy».
En el AT Dios se reveló a Moisés con ese nombre enigmático, Yo soy, pero ahora, Jesús, el Señor, no tiene recato en establecer la concretez de lo que él es y de lo que siente. Y de la misma manera que ha dicho en otros momentos que él es la verdad, la vida, la resurrección, la luz, ahora se nos presenta con la imagen del pastor, cuya tradición veterotestamentaria es proverbial. En realidad, la imagen de este texto joánico es la de Jesús como «puerta», aunque en el conjunto de Jn 10 se juega precisamente con la dos imágenes: puerta y pastor.
3.3 La imagen de la puerta es la imagen de la libertad, de la confianza: no se entra por las azoteas, por las ventanas, a hurtadillas, a escondidas. Es la imagen, pues, de la confianza. Jesús, en este evangelio se propone, según la teología joánica, como la imagen en la que podemos confiar; por él podemos entrar y salir para encontrar la vida y para encontrar al Dios. Quien esté fuera de esa puerta, quien pretenda construir un mundo al margen de Jesús lo puede hacer, pero nosotros creemos que no hay otro camino sino el de Cristo para encontrarse con el Dios de vida y con la verdad de nuestra existencia.
3.4. Por parte del Jesús joánico, al decir Jesús "Yo soy", no se debe tomar esta expresión como altisonante. Sencillamente, la afirmación cristológica de Juan es grandiosa y fuerte, declarando que Cristo es la Puerta de entrada para todos.
Pero eso no quita que nosotros debamos mantener sincero respeto y comprensión para quienes no quieran o no puedan entrar por esa puerta, Jesús, para encontrar a Dios. Misterios que se nos esconden.
Nosotros, los que nos fiamos de la palabra de Jesús, sabemos que él nos otorga una confianza llena de vida y que nos espera en la puerta para introducirnos en su reino.
Miguel de Burgos, op
Convento de Santo Tomás
Sevilla
26.
Nexo
entre las lecturas
Yo soy la puerta: quien entre por Mí, se salvará. Estas palabras del
evangelio parecen expresar el tema central de este Domingo dedicado al Buen
Pastor. En efecto, la liturgia de este ciclo quiere profundizar la relación del
Pastor con sus ovejas. En el Evangelio, Jesús, Buen Pastor, se identifica con
la Puerta de las ovejas. Él guía a las ovejas para que tengan vida abundante
cruzando por Él mismo -puerta del aprisco- en la experiencia del kerygma
cristiano. Será San Pedro quien explicará cómo entrar por esa puerta, o
escuchar la voz familiar del Pastor, mediante la conversión y el bautismo (1L)
y a través del seguimiento de las huellas de Nuestro Señor, obrando el bien
mansamente bajo el peso del sufrimiento (2L). El salmista nos testimonia las
acciones providentes del Pastor y el deseo de habitar con Él por años sin término.
Mensaje doctrinal
1. La puerta de las ovejas. En este Domingo IV de Pascua la Iglesia pone
a nuestra consideración diversos elementos tomados de la vida pastoril. Se
trata de la parábola del Buen Pastor, pasaje sencillo y hermoso, que revela de
modo profundo el corazón de Cristo. Deseamos poner de relieve dos elementos de
la parábola: "la puerta del aprisco y la voz del Pastor". Para los
cristianos de las primeras generaciones, como lo atestiguan las pinturas de las
catacumbas romanas, Cristo Buen Pastor, fue una figura que cautivó su atención.
En aquellas pinturas se descubre la religiosidad de las primeras comunidades.
Ellos conocían la voz del pastor. Ellos descubrían en esa voz un acento de
cariño, de amor, de fidelidad. Por otra parte, experimentaban de modo muy
intenso que era Cristo la puerta del aprisco, la puerta de la salvación. El
testimonio de los apóstoles en este punto es unánime: Cristo muerto y
resucitado es la piedra angular, es el camino al Padre, es la salvación, es un
milagro patente. "Puerta y voz" son pues dos elementos ricos de
contenido que quieren expresar la profunda experiencia de Cristo Resucitado.
Cruzar la Puerta y escuchar la voz del Pastor.
La Puerta es el lugar donde entra y sale el rebaño. Es el lugar que brinda
protección, que invita al reposo y al calor del hogar después de la jornada.
Jesucristo habla a judíos esta parábola. Los pastores al anochecer dejaban el
rebaño en el redil, lugar rodeado de pequeñas murallas donde sólo había una
puerta estrecha. Con tan reducido espacio las ovejas pasaban de una en una de
tal forma que era fácil contarlas para cerciorarse que el rebaño estaba
completo.
Nuestro Señor usa un término griego aulé con ella no se designaba al
recinto de las ovejas sino al recinto donde se encontraba la Tienda de la
Alianza. También con esta palabra designa la puerta del atrio del Templo de
Jerusalén, con su portero. En este contexto de la parábola podemos ahora
entender que la puerta no es la del redil del rebaño sino la puerta del Templo.
Nadie puede entrar en la casa de Dios y encontrarse con Dios si no es por medio
de Jesús.
Él es el único lugar de encuentro con Dios y el único mediador de la salvación.
La puerta es también el lugar por el que han de salir las ovejas para
alimentarse y tomar el sol. Es decir para construir su vida en abundancia. Esta
puerta es Cristo, muerto y resucitado, constituido Señor y Mesías. La afirmación
de Cristo es categórica, como lo indica la realidad de la puerta del redil,
indica una afirmación de la divinidad mesiánica. No hay otros caminos, otras
puertas que lleven al acceso al Padre. Cristo, revelación del Padre, es la única
puerta.
2. Las ovejas lo siguen porque conocen su voz. Para el lenguaje bíblico
conocer es sinónimo de hacer experiencia. Escuchar la voz, es advertir la
presencia y el estado interior de esa persona y obedecer. Pero, ¿quién es este
Pastor? ¿Qué hace? El salmo 22 nos responde elocuentemente: "En verdes
praderas me hace recostar, me conduce hacia fuentes tranquilas, repara mis
fuerzas, me guía por el sendero justo... va conmigo" y concluye "tu
bondad y misericordia me acompañan todos los días de mi vida".
La imagen del Pastor evoca una autoridad que se ejerce no despóticamente sino
en una actitud de servicio continuo. El rey pastor, David, es una figura del
verdadero Pastor, Jesucristo, constituido Señor y Mesías. Jesús construyó la
puerta de la salvación mediante su crucifixión. Dios Padre le ha restituido
todo dándole el señorío de cuanto existe. Y también es Mesías, es decir,
continúa siendo la única puerta de salvación de los hombres. Sólo a través
del bautismo se puede escuchar la voz de la Puerta de la redención y recibir al
Espíritu Santo.
Es la "sequela Christi" la que nos hace vivir auténticamente el
llamado recibido en el bautismo. Llamado que es convocación por nombre a través
de la voz del Buen Pastor. Seguir las huellas de Cristo es seguir por su mismo
sendero: Subir al leño del sufrimiento cotidiano, en silencio, poniéndose en
manos de Dios. Aquí el apóstol san Pedro en breves renglones nos transmite la
vivencia del kerygma cristiano y de la experiencia espiritual del bautismo:
morir a través de la mortificación de nuestras pasiones o el sufrimiento
ocasionado por las tentaciones de todos los días y el crecer en las virtudes
que practicó Cristo en su pasión, muerte y resurrección: paciencia y humildad
en la humillación; silencio en las injurias y un sufrimiento inocente e injusto
que cura y repara nuestros pecados.
La fe entra a través del oído. Porque la voz irrumpe en el oyente. Siendo la
Palabra de Dios tiene capacidad de mudar corazones. Pero hay que reconocer esta
verdadera voz, pues hay el peligro de ir tras las voces de los ladrones y
malhechores. Hay que familiarizarse con la sana doctrina transmitida por la
Sagrada Escritura y custodiada por la Iglesia. Hay que obedecer la Verdad que es
Jesucristo para no ser presa de ladrones y malhechores.
Sugerencias pastorales
Siendo el Domingo dedicado a las vocaciones el párroco despertará en las
conciencias de su Comunidad la pastoral vocacional, siguiendo las consignas de
la "Pastoris dabo vobis No. 41": La vocación sacerdotal es un don de
Dios para toda la Iglesia, un bien para su vida y misión. Por eso la Iglesia
está llamada a custodiar este don, a estimarlo y amarlo. Ella es responsable
del nacimiento y de la maduración de las vocaciones sacerdotales. En
consecuencia, la pastoral vocacional tiene como sujeto activo, como
protagonista, a la comunidad eclesial como tal, en sus diversas expresiones:
desde la Iglesia particular a la parroquia y a todos los estamentos del Pueblo
de Dios. Es muy urgente, sobre todo hoy, que se difunda y arraigue la convicción
de que todos los miembros de la Iglesia, sin excluir ninguno, tienen la
responsabilidad de cuidar las vocaciones. El Concilio Vaticano II ha sido muy
explícito al afirmar que «el deber de fomentar las vocaciones afecta a toda la
comunidad cristiana, la cual ha de procurarlo, ante todo, con una vida
plenamente cristiana».
El deber de promover las vocaciones afecta a toda la comunidad. Es muy bueno
orar por las vocaciones, pero ello no nos exime de acciones concretas en favor
de las mismas, por el contrario, una verdadera oración por las vocaciones nos
pone de frente a nuestra responsabilidad como pastores, como fieles, como
religiosos o religiosas de fomentar por todos los medios lícitos y buenos la
vocación en las almas. Convendrá promover:
- círculos de oración para jóvenes y adultos que fomenten la vida espiritual
- crear una gran estima a la vocación sacerdotal en los niños de catequesis,
en el grupo de monaguillos y en las predicaciones.
- actividades destinadas a imbuir de fe la cultura: la literatura, la música,
la pintura, el teatro. La creatividad y el entusiasmo de los jóvenes en este
campo es casi sin límites.
- promoción de las vocaciones por todos los medios de comunicación social,
revistas, folletos, hagiografías
- actividades apostólicas como misiones de evangelización, ayuda a los pobres
y enfermos... que lleven a los jóvenes a descubrir la necesidad de sus
semejantes y su propia capacidad de dar a Dios.
P.
Octavio Ortiz
27. COMENTARIO 1
LA PEOR DICTADURA
¿Es posible determinar cuál es la peor clase de dictadura? En la amplia gama de
sistemas opresores que los pueblos de la tierra han tenido que so portar a lo
largo de la historia) ¿será posible distinguir algún tipo más funesto? Avancemos
una hipótesis: desde los que se creyeron dioses hasta los que rezan
públicamente con hipócrita humildad) no hay peor tirano que el que dice ejercer
su gobierno en nombre de Dios.
CIEGOS QUE DICEN VER
Las palabras de Jesús que recoge el evangelio de hoy pertenecen a una discusión
entre Jesús y los fariseos que sigue al relato del ciego de nacimiento (leído y
comentado el domingo cuarto de Cuaresma).
La polémica se inicia con unas palabras de Jesús que expresan su condena de los
que han excomulgado al ciego, esto es, de los fariseos que lo han expulsado de
la sinagoga: «Yo he venido a abrir un proceso contra el orden este; así los que
no ven, verán, y los que ven quedarán ciegos» (9,39). Al darse por aludidos y
preguntar si es que ellos están ciegos, los fariseos reciben esta respuesta de
Jesús: «Si fuerais ciegos no tendríais pecado; pero es ahora cuando decís que
veis: vuestro pecado persiste» (9,41).
Los fariseos representan en este texto al sistema religioso-político judío;
ellos son los guías espirituales y los garantes de la ortodoxia (ellos habían
excomulgado al ciego). Ellos son los que dicen que ven claramente cuál es la
voluntad de Dios y, sin embargo, no son capaces de ver la luz que viene a este
mundo ni siquiera cuando la tienen delante de los ojos. Y, además, hacen todo
lo posible para que tampoco los demás puedan distinguir esa luz que es Jesús.
LADRONES Y BANDIDOS
«Quien no entra por la puerta en el recinto de las ovejas..., ese el un ladrón y
un bandido».
Ellos han encerrado a ese pueblo en el recinto de una religión («recinto»,
palabra que muchos traducen como «redil», lo que significa en realidad es
«atrio», nombre que se daba a los lugares a los que entraba el pueblo en el
templo de Jerusalén), religión que, olvidándose de su origen, se ha convertido
en la justificadora de un sistema explotador que deja al pueblo enfermo, ciego y
desvalido, como ovejas sin pastor (Mt 6,34). Porque los pastores (los
responsables del gobierno, que eran los mismos dirigentes religiosos) se han
convertido en ladrones y bandidos) violentos explotadores que, en lugar de
buscar el bien del pueblo, procuran su propio interés a costa del pueblo
(robándolo, sacrificándolo y destruyéndolo), y a costa de Dios (habían instalado
al dinero en el lugar de Dios, puesto que habían convertido el templo en un
negocio: Jn 2,16); y, al servicio de un dios falso, habían esclavizado de nuevo
al pueblo que Dios liberó de la esclavitud. Y, en el colmo del cinismo, lo
hacían invocando el nombre del verdadero Dios, del Dios liberador de Israel. Era
la suya la peor dictadura.
UN NUEVO EXODO
Esta situación es intolerable para Dios, que encarga a su Hijo que le ponga
remedio. Por eso, es misión de Jesús, según él mismo la describe en esta disputa
con los fariseos, entrar dentro de ese sistema, pero no para quedarse, sino para
invitar a todos a salir fuera de él, iniciando un nuevo éxodo, un nuevo proceso
de liberación que tiene su punto de partida -¡quién lo hubiera dicho!- en el
atrio del templo, que ellos habían convertido en la nueva tierra de esclavitud:
«Quien entra por la puerta es pastor de las ovejas; a ése le abre el portero y
las ovejas oyen su voz A las ovejas propias las llama por su nombre y las va
sacando; cuando ha echado fuera a todas las suyas, camina delante de ellas, y
las ovejas lo siguen, porque conocen su voz».
Como antes fue Moisés, ahora Jesús se pone al frente de todos los que aceptan
caminar hacia la liberación en busca de una nueva tierra prometida en la que los
hombres podrán vivir libres.
UNA PUERTA ABIERTA
Y en esa tierra nueva, en la que todos tienen cabida, Jesús es la puerta. Una
puerta que da acceso a un modo nuevo de vivir en el que la injusticia, la
opresión, la violencia y la muerte, que son propios del orden este (esto es, de
toda sociedad humana cuya organización se basa en estos pilares: la riqueza, el
poder y las desigualdades), son sustituidos por la hermandad, la igualdad, la
solidaridad y el amor.
Jesús es la puerta. Pero una puerta sin cerrojos ni cerradura, pues no sirve
para encerrar a nadie, sino para permitir la libre entrada y salida de quienes
libremente decidan entrar y salir: «Yo soy la puerta, el que entre por mí
quedará a salvo, y podrá entrar y salir y encontrará pastos». Los que vivan en
esa tierra (que está allí donde haya alguien decidido a vivir al estilo de
Jesús) sólo se habrán de sentir ligados a ella por la felicidad que gozan, la
que brota de la vida y el amor de Dios que Jesús ofrece, y por la felicidad que
produce el amor libremente compartido.
28.
COMENTARIO 2
v. 1-3: 1Si, os lo aseguro: Quien no entra por la puerta en el recinto de las
ovejas, sino trepando por otro lado, ése es un ladrón y un bandido. 2Quien entra
por la puerta es pastor de las ovejas; 3a ése le abre el portero y las ovejas
oyen su voz. A las ovejas propias las llama por su nombre y las va sacando;
De nuevo el tema de las ovejas / pueblo (10,1; cf. 2,15; 5,2). Hay un solo modo
legítimo de acercarse al pueblo, abiertamente y con sinceridad; el disimulo o
la ocultación delatan al explotador (cf. 12,6: Judas; 2,13ss) y violento (18,40:
Barrabás). Los dirigentes son explotadores que usan la violencia para someter al
pueblo manteniéndolo en un estado de miseria.
A los ladrones y bandidos se opone el pastor (2), figura mesiánica (Ex
34,11s.15) que Jesús se aplica; es el único que tiene derecho a entrar (le
abre); la autoridad que se arrogan los dirigentes es ilegítima.
El pastor propone un mensaje de liberación (3: la voz) y saca al pueblo de la
institución judía (éxodo, cf. 2,16), librándolo de la muerte.
vv. 4-6: 4cuando ha echado fuera a todas las suyas, camina delante de ellas, y
las ovejas lo siguen porque conocen su voz. 5A un extraño, en cambio, no lo
seguirán, huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños. 6Esta
semejanza les puso Jesús, pero ellos no entendieron a qué se refería.
El pueblo no podía salir solo, porque no había alternativa, debe ser echado
fuera o sacado. Una vez fuera se entabla entre ovejas y el modelo de pastor una
relación de conocimiento personal con cada uno (las llama por su nombre).
Extraños son los dirigentes (los extraños), de los que Jesús anuncia explotación
y violencia. Pero los oyentes no entienden (cf 8,43).
vv.7-8: 7Entonces añadió Jesús: -Pues sí, os aseguro que yo soy la puerta de las
ovejas. 8Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos, pero las
ovejas no les han hecho caso.
Jesús es la puerta de las ovejas: sólo asumiendo su actitud se puede uno acercar
legítimamente al pueblo. Hasta ahora, sus líderes han usado siempre el dominio y
la violencia para explotarlo; han sido ladrones y bandidos. Por eso el pueblo no
los sigue; les está sometido, sin embargo, por el miedo (7,13; 9,22).
Para el individuo, entrar por esta puerta significa dar la adhesión a Jesús y
asimilarse a él en la entrega por el bien del hombre; quedará a salvo, porque él
da la vida definitiva (3,15s; 5,21.24.40; 6,17.40.51.54; 7,37ss). Esta puerta se
abre a la tierra de la vida, del amor leal; el hombre quedará libre de la
explotación. Jesús es la alternativa al orden injusto, crea el ámbito de la
libertad y de la vida / amor; punto de llegada de su éxodo.
vv. 9-10: 9Yo soy la puerta, el que entre por mí quedará a salvo, podrá entrar y
salir y encontrará pastos. 10E1 ladrón no viene más que para robar, sacrificar y
destruir. Yo he venido para que tengan vida y les rebose.
Jesús es puerta que deja libertad de movimientos; y como él mismo es el pan de
vida, quien entre por esa puerta encontrará pastos, cf. 6,34: nunca pasara
hambre.
v. 10: 10E1 ladrón no viene más que para robar, sacrificar y destruir. Yo he
venido para que tengan vida y les rebose.
Se repite la denuncia, aludiendo al ganado para el sacrificio; la verdadera
víctima es el pueblo. Los dirigentes son violentos y duros: explotan al pueblo
sin medir los estragos que causan y sin respeto alguno a la vida. No son como
Jesús; si ellos procuran muerte, su misión es que el hombre tenga vida plena.
29.
COMENTARIO 3
La 1ª lectura, tomada del libro de los Hechos, pertenece al discurso de Pedro,
ante el pueblo reunido en Jerusalén, a raíz del portento de Pentecostés. Después
de interpretarles el fenómeno de las lenguas diversas en que hablaban los
discípulos invadidos por el Espíritu Divino, les evoca la vida y la obra de
Jesús, les anuncia el “Kerygma”, la proclamación solemne de la Buena Nueva, del
Evangelio: Cristo ha muerto por nuestros pecados, ha sido sepultado y al tercer
día Dios lo hizo levantarse de la muerte librándolo de la corrupción del
sepulcro y sentándolo a su derecha, como habían anunciado los profetas.
Como Pedro y los demás apóstoles la Iglesia sigue proclamando el kerygma, a lo
largo de los siglos: presentando a Jesucristo, muerto y resucitado, como fuente
y fundamento de la salvación que Dios nos otorga. Si se nos concede creer este
anuncio nos convertimos en discípulos de Jesús, somos bautizados en su nombre
para perdón de nuestros pecados y recibimos, como los apóstoles, el don supremo
Espíritu Santo. Este ha sido o ha debido ser nuestro itinerario de cristianos.
Itinerario que quisiéramos que muchos otros seres humanos recorrieran porque,
como dice san Pedro en la lectura que hemos hecho, la promesa vale para
nosotros, nuestros hijos y “para todos los que llame el Señor Dios nuestro,
aunque estén lejos”. Este universalismo de la fe recibida nos debe mover a
asumir con entusiasmo nuestro compromiso misionero, precisamente en este tercer
domingo de Pascua cuando volvemos a experimentar el gozo de la victoria de
Cristo sobre el pecado y la muerte.
El domingo pasado también escuchábamos como 2ª lectura un pasaje de la 1ª carta
de Pedro, y en el comentario de ese día dábamos alguna información general sobre
este escrito. Hoy se nos habla del carácter ejemplar de los sufrimientos de
Jesucristo, de cómo los cristianos hemos de enfrentar con entereza, paciencia y
tolerancia las tribulaciones que nos sobrevengan a causa de la fe. El modelo es
Jesús, presentado como el siervo doliente del que habla la profecía de Isaías
(52,13-53,12). Un tema que ya encontramos en la carta de Pablo a los Romanos (6,
2-11) nos recuerda que por el bautismo hemos muerto al pecado y resucitado a una
vida nueva: la justicia. No la de este mundo que es tan imperfecta, sino la de
Dios que consiste, no en actuar como juez que condena o declara inocente, sino
en permanecer fiel a su alianza de misericordia y bondad a pesar de nuestras
infidelidades. Al final del fragmento leído, encontramos la hermosa imagen de
Cristo, cuyas heridas nos han curado, nuestro pastor y guardián (obispo) de
nuestras vidas que nos ha reunido de nuevo, a nosotros que andábamos como ovejas
descarriadas. La imagen del pastor introduce el tema del evangelio que hemos
leído hoy.
En medio del mundo atravesado por tantos odios y venganzas, la 1ª carta de Pedro
nos invita a ser modelos de paciencia, de tolerancia, benignidad y perdón.
Nitzsche, el filósofo ateo que murió hace poco más de 100 años, nos acusaba de
parecer muy poco cristianos, de no reflejar en nuestro semblante la fe que
profesamos. Le parecíamos tristes y rencorosos frente al mundo que nos rechaza.
¿Tendrá razón Nitzsche? ¿Qué pensaría si nos viera hoy? La carta de Pedro nos
invita a tener los mismos sentimientos de Cristo, a perdonar a quien nos haga el
mal y a sobrellevar con paciencia los sufrimientos a causa de la fe. Como han
hecho siempre los mártires y los cristianos perseguidos.
En muchos países tropicales son casi desconocidos los rebaños de ovejas cuidadas
por su pastor. Eran y son muy comunes en el mundo antiguo de toda la cuenca del
Mediterráneo. Muy probablemente Jesús fue pastor de los rebaños comunales en
Nazaret, o acompañó al pastoreo a los muchachos de su edad. Por eso en su
predicación abundan las imágenes tomadas de esa práctica de la vida rural de
Palestina. En el evangelio de san Juan la sencilla parábola sinóptica de la
oveja perdida (Mt 18, 12-14; Lc 15, 3-7) se convierte en una bella y larga
alegoría en la que Jesús se presenta como el Buen Pastor, dueño del rebaño por
el cual se interesa, no como los ladrones y salteadores que escalan las paredes
del redil para matar y robar. El entra por la puerta del redil, el portero le
abre, El saca a las ovejas a pastar y ellas conocen su voz. La alegoría llega a
un punto culminante cuando Jesús dice ser “la puerta de las ovejas”, por donde
ellas entran y salen del redil a los pastos y al agua abundante. Por supuesto
que en la alegoría el rebaño, las ovejas, somos los discípulos, los miembros de
la comunidad cristiana. La alegoría del Buen Pastor está inspirada en el largo
capítulo 34 del profeta Ezequiel donde se reprocha a las autoridades judías no
haber sabido pastorear al pueblo y Dios promete asumir Él mismo este papel
enviando a un descendiente de David.
La imagen del Buen Pastor tuvo un éxito notable entre los cristianos quienes, ya
desde los primeros siglos de la iglesia, representaron a Jesús como Buen Pastor
cargando sobre sus hombros un cordero o una oveja. Tales representaciones se
conservan en las catacumbas romanas y en numerosos sarcófagos de distinta
procedencia. La imagen sugiere la ternura de Cristo y su amor solícito por los
miembros de su comunidad, su mansedumbre y paciencia, cualidades que se asignan
convencionalmente a los pastores, incluso su entrega hasta la muerte pues, como
lo dice en el evangelio de hoy “el buen pastor da la vida por sus ovejas”.
Hoy en la iglesia es costumbre felicitar a los sacerdotes, a los obispos y al
papa. En ellos ve el pueblo fiel la manifestación del pastoreo de Cristo sobre
su rebaño. Pero no debemos movernos a engaño. Muchas de las críticas de Ezequiel
a los malos pastores de Israel, podrían recaer perfectamente sobre quienes
actualmente en la iglesia ejercen funciones “pastorales”. Explotan el rebaño
para su beneficio y no están dispuestos a dar la vida por sus ovejas. Esos no
merecen el título de pastores. En cambio aquellos servidores de la iglesia, que
también son muy numerosos, que la sirven fielmente a ejemplo de Jesucristo,
ellos sí merecen ser llamados pastores y ser felicitados en este día. Porque los
cristianos debemos estar convencidos de que el verdadero, el único, el santo
pastor de nuestras vidas es Jesucristo, que dio su vida por nosotros.
1. R. J. García Avilés, Llamados a ser libres, "Seréis dichosos". Ciclo A. Ediciones El Almendro, Córdoba 1991
2. J. Mateos, Nuevo Testamento (Notas a este evangelio). Ediciones Cristiandad 2ª Ed., Madrid.
3. Diario Bíblico. Cicla (Confederación internacional Claretiana de Latinoamérica).