COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Hch 4, 32-35 

1.

He aquí un informe-resumen de la vida cristiana en las comunidades apostólicas. Coincide prácticamente con el primer informe que el autor nos ha dado ya al respecto en el c. 2, 42-47. En ambos casos aparece en el centro la predicación o testimonio de los apóstoles, que es lo que reúne y mantiene a los cristianos en la concordia de una misma fe. Porque es la palabra de Dios, el evangelio de Jesucristo, el verdadero principio y fundamento de la iglesia. La obediencia al evangelio une por la raíz a todos los creyentes y hace que todos tengan unas mismas convicciones y unos mismos sentimientos en Cristo. Y de esa comunión profunda brotan después los frutos ostensiblemente. Por estos frutos son reconocidos y juzgados en su ambiente: "Todos eran muy bien vistos".

En esta descripción se subraya de un modo especial la comunicación de bienes materiales. El texto sirve así de introducción a los dos ejemplos siguientes: el de Bernabé, que es objeto de una mención honorífica, y el de los esposos Ananías y Safira, que son condenados por su comportamiento hipócrita. La tradición de san Lucas se caracteriza por la insistencia en la renuncia efectiva de las riquezas; no se contenta con una "pobreza de espíritu", que pudiera ser malentendida hasta el extremo de compaginarse con la riqueza real.

Con todo, la comunicación de bienes no aparece aquí como un orden socio-económico y legalmente impuesto a todos los miembros de la comunidad. No se trata de un comunismo primitivo, del que pudiera esperarse ciertas ventajas para todo los fieles y para la marcha económica de la comunidad. Su motivación última es religiosa.

Obedece, de una parte, al mandamiento nuevo del amor al prójimo, y de otra, presupone el desarraigo característico de unos fieles que esperaban la inminente venida del Señor.

Cuando los fieles procedentes de Galilea se establecieron definitivamente en Jerusalén, llevaron consigo a la ciudad todos sus bienes y comenzaron a compartirlos. Siguiendo su ejemplo y acordándose de las palabras de Jesús: "Vende lo que tienes y dalo a los pobres" (Lc 18, 22), muchos se sumarían espontáneamente a este movimiento. Pero nada más lejos de la conciencia de unos hombres que esperaban el fin de este mundo que organizar un sistema de trabajo comunitario con la ayuda del capital acumulado.

Simplemente compartían lo que tenían, sin preocuparse demasiado por el día de mañana. Por esta despreocupación y aquella espontaneidad, por tratarse de un orden libremente aceptado, se distingue la comunicación de bienes de los cristianos primitivos no sólo de una economía comunista, sino también de aquella que practicaban los esenios; pues de estos escribe Flavio Josefo en su libro sobre la "guerra judía": "Tenían como norma que todos los que ingresaban en la secta pusieran sus bienes al servicio de la comunidad. De manera que nadie fuera honrado por su riqueza ni humillado por su pobreza. Y dado que los bienes de cada uno iban a parar al bien común, todos disfrutaban como hermanos de una misma propiedad. Por eso elegían a los administradores".


2. PASCUA. TESTIMONIO DE LA COMUNIDAD.

Todos los años leemos en este domingo, en la primera lectura, uno de los tres sumarios en los que Lucas presenta, al principio de los Hechos de los Apóstoles, la vida de la primera comunidad.

Porque, en efecto, la comunidad de los creyentes es el primer fruto de la resurrección. Estos sumarios presentan la imagen ideal de la Iglesia, y son una especie de "proyecto a alcanzar" para toda comunidad cristiana. En el que leemos en este año se destacan dos aspectos: la comunidad piensa y siente lo mismo, pero no como una afirmación abstracta, sino como algo que se concreta en la venta que los ricos hacen de sus propiedades, para que no haya pobres; y los apóstoles, sostenidos por la comunidad, dan testimonio de JC.

Dos buenos criterios de examen para nuestras comunidades. (Y atención comunidades ricas: no se trata de pensar sólo si en "mi" comunidad no hay pobres; hay que pensar en la comunidad-Iglesia, en la gente de las parroquias pobres quizá cercanas, en la gente de las iglesias del Tercer Mundo...).

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1988/08


3. 

Estos versículos ofrecen la alternativa cristiana a los modelos de existencia seculares. Al margen de toda consideración sobre su verificación en el tiempo (con toda probabilidad no tuvo una vigencia muy duradera en la primitiva comunidad), esta alternativa tiene valor constituyente; por eso, confrontándose con ella, la Iglesia de todos los tiempos sabrá indefectiblemente en qué medida es cristiana, es decir, comunidad de Cristo.

Pero sería inexacto calificar esta alternativa cristiana de comunidad económica, algo así como imposición de una caja común, redistribuida posteriormente en partes proporcionales iguales. No se trata de un modelo económico comunista (como es el caso de la comunidad de Qumrán, de la que la comunidad cristiana se diferencia sustancialmente), sino de una comunidad de amor, en la que los bienes de los miembros están a disposición real y efectiva de cualquier hermano porque entre ellos no existe el concepto de propiedad exclusiva. Puede verse en este sentido lo que se prescribe en la Didajé. "No rehuyas al necesitado; al contrario, comparte todo con tu hermano y no consideres nada de lo que tengas como propiedad exclusiva".

El momento constitutivo de esta comunidad de amor es la resurrección de Jesús. (Obsérvese, al respecto, la mención de este dato, a simple vista inesperado, en el centro mismo de la perícopa). La alternativa cristiana es, en primera instancia, religiosa. La resurrección de Jesús es el comienzo y el signo infalible de la nueva humanidad; es esa resurrección la que desencadena el entusiasmo comunitario.

En el origen mismo de la resurrección de Jesús se halla Dios (cfr. Hech. 2, 32) y a El se refiere la segunda parte del v. 33 (la traducción litúrgica "todos eran muy bien vistos" cámbiese por esta otra: Dios los miraba a todos con mucho agrado). La verificación del favor de Dios es la ausencia de propiedad exclusiva entre los hermanos (v. 34).

En la actual traducción litúrgica no se ve clara la razón de la exégesis expuesta porque en ella se ha perdido el ritmo sintáctico del original. Se recomienda leer los vs. 33-34 de la siguiente manera: "Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús con mucha eficacia y Dios los miraba a todos con mucho agrado: en efecto, entre ellos ninguno pasaba necesidad, pues los que poseían tierras o casas las vendían..."


4.

Retoma Lucas un punto que había mencionado en Hech. 2, 44-45 y lo desarrolla. Se trata de la comunidad de bienes. El tono es el mismo utilizado en el texto anterior. Para afirmar que estos versículos no son una descripción histórica de la situación real de la comunidad cristiana de Jerusalén basta tener en cuenta, por un lado, la acusada tendencia lucana a generalizar, sobre todo si se trata de algo positivo. De un caso, el de Bernabé, hace una afirmación general (Hech. 4, 32), si no fuera de este modo, ¿cómo explicarse que mencione el acto de esta persona como algo digno de notarse?, ¿acaso no sería, si nos atenemos a lo que dice en estos versículos algo normal y corriente? Por otra parte, en Hech. 5, 4, a propósito de Ananías y Safira, se dice que unos cristianos vendían sus bienes y otros no, o que sólo entregaban parte del importe a la comunidad.

Lo esencial es la comunión práctica, la unión personal y material a que debe tender toda comunidad cristiana. Este es el sentido de la generalización de Lucas. Es interesante que mencione esta dimensión económica y material en un libro cuyo principal protagonista es el Espíritu Santo. No sólo no están reñidas ambas cosas, sino que se necesitan mutuamente. Con ello se evita la tan frecuente concepción espiritualista e irreal de la vida en el Espíritu. El vivir en El ha de tener repercusiones concretas en las relaciones económicas entre los cristianos.

Sería injusto, por último, limitar esta repercusión a lo mencionado aquí, sobre todo si se entiende al pie de la letra, con la cual resulta impracticable aún en comunidades religiosas, y teniendo en cuenta que está dicho de todos los cristianos. Es mejor imaginar formas actuales de realizar este ideal hoy en día.

Importante en nuestra sociedad de la opulencia. También de cara a cristianos, ¡y hombres!, de otras partes del mundo.

F. PASTOR
DABAR 1991/22


5.

El cuadro de la caridad entre cristianos en la comunidad de Jerusalén es un tanto idílico. Las relaciones de este tipo caracterizan a las comunidades de carácter rural o familiar, en las que las relaciones pueden reproducir prácticamente el "Yo-Tú-, puesto que suponen el conocimiento más o menos íntimo del interlocutor.

El proceso moderno de urbanización ha introducido un valor diametralmente opuesto a la mentalidad rural: la del anonimato, en virtud del cual cada uno protege su vida privada tan absolutamente como quiere, presta a sus conciudadanos numerosos servicios, pero de orden funcional y segmentario, y no admite al intercambio "Yo-Tú- más que a algunos amigos seleccionados.

Por no haber captado esa profunda evolución en la relación humana, algunos pastores tratan inútilmente de tejer entre sus feligreses unos lazos de comunidad y de conocimiento mutuo que en la mayoría de los casos son artificiales. Creen que tienen que conocer personalmente a cada una de sus ovejas y, como no lo consiguen, denuncian el anonimato, la soledad y la despersonalización de las ciudades. No tienen otra cosa en su mente y en sus labios sino la imagen ya superada de "familia" parroquial; se hacen llamar "Padre" como para personalizar todas sus relaciones, y no se dan cuenta de que ese cristianismo que defienden con tanta fuerza ya no es viable en la ciudad secular. Un problema similar pesa igualmente sobre las comunidades religiosas importantes en las que la imitación de Jerusalén resulta tan utópica.

El caso es que el anonimato de las ciudades encierra muchos valores y dentro de ese marco nuevo es donde hay que dar cuerpo al amor fraterno y a la atención mutua. El anonimato, y hasta la negativa positiva a conocerse, son muchas veces auténticos medios para vivir más humanamente y para salvaguardar una vida privada profunda y rica, libre frente a la opinión pública. La vida en la ciudad permite, por lo demás, amistades mucho más profundas, elegidas de entre un abanico muy amplio de posibilidades y libres de todas las convenciones de la vida rural.

Finalmente, la población urbana exige una multitud de servicios: las relaciones públicas son mucho más ricas y más diversificadas que en una comunidad restringida. Qué importa que no lleguen hasta la cordialidad antigua, si al menos prestan los servicios que se esperan de ellas y permiten vivir diferentes tipos de relaciones.

Si el amor mutuo de los cristianos tiene un sentido, habrá que aplicarlo hoy a esos diferentes niveles de la vida privada, de la vida seleccionada y de los servicios públicos. La Eucaristía no tiene como misión hacer vivir a los participantes una experiencia de ternura mutua, sino que envía a cada uno a diversificar el amor de Cristo en las mil y una facetas de las relaciones humanas del hombre moderno.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA IV
MAROVA MADRID 1969.Pág. 55


6.

"Lo poseían todo en común". Esta lapidaria frase resume el ideal comunitario de los cristianos y representa una increíble fuerza para la nueva Iglesia: ¿Qué mejor motor para el apostolado que el apoyo mutuo y fraterno? Pues no sólo los bienes materiales son susceptibles de ser puestos en común, sino también la fe, la alegría de estar juntos, las preocupaciones...

En Jerusalén, el compartir los bienes era asunto de libre elección. Algunos cristianos ponían todas o una parte de sus propiedades a disposición de la comunidad. Ananías y Safira serán condenados no por haberse quedado con sus bienes, sino por haber hecho creer que los ofrecían en su totalidad, cuando en realidad no se les exigía nada (5, 1-11).

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 140


7.

Una multitud reunida para una manifestación o para una fiesta puede tener reivindicciones o reacciones colectiva, pero no por ello sabe aún lo que es una vida en común. Cuando unos hombres son llamados a formar un solo pueblo, necesitan aprender a vivir juntos.

"La multitud de los que habían abrazado la fe tenía un solo corazón y una sola alma". La vida cristiana es comunitaria de un modo innato, congénito. No podríamos pretender vivir juntos si no tuviéramos un origen común. Y esto, que puede afirmarse indudablemente de la fraternidad humana, lo experimentan los cristianos, de una manera especial y paradigmática, como pueblo que vive en comunidad. Y es que nuestro nacimiento ha sido inscrito en un mismo libro de vida. Nuestra comunidad no se fundamenta en ningún tipo de uniformidad mental ni se forja en la realización de un mismo programa; nuestra comunión es cuestión de sangre, de aliento vital. ¡Somos un pueblo porque compartimos un mismo Espíritu! El cristiano es de raza comunitaria: la fe no es algo que se oculte en la intimidad de la conciencia personal, sino que, por encima de todo, es la "respiración" de una asamblea convocada y unida por una Palabra.

Lo cual no significa que haya que silenciar las tensiones, divisiones e incluso desgarros que afectan a nuestro Pueblo. A veces hemos tratado de ignorar todo eso para evitar conflictos, pero la verdad de nuestro origen hace intolerable la mentira. Lo cual, indudablemente, constituye un riesgo, pero es también la promesa que tratamos de inscribir en una historia humana, la señal que da fe del esfuerzo y la esperanza de toda la humanidad en busca de reconciliación.

No podríamos pretender vivir juntos si no tuviéramos un origen común; si podemos seguir viviendo juntos, es porque habita en nosotros el Amor de Aquel que desea congregarnos.

"Los creyentes tenían un solo corazón..".
Por desgracia, Señor,
estamos llenos de contradicciones 
y nos destruimos los unos a los otros.
Pero tú eres más fuerte que nuestras divisiones:
¡danos un corazón nuevo!

"Los creyentes tenían un solo corazón.."
Por desgracia, Señor,
vivimos temiendo a los demás.
Pero tú eres más fuerte que nuestras congojas:
¡danos un corazón nuevo!

"Los creyentes tenían un solo corazón...".
Por desgracia, Señor,
nuestro corazón está como muerto.
Pero tú eres más fuerte que nuestra miseria:
¡danos un corazón nuevo! 

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
CUARESMA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 141


8. /Hch/04/32-42  /Hch/05/01-16 

Siempre dentro de la sección del testimonio apostólico en Jerusalén (Hch 2,14-8,3), encontramos en esta lectura la descripción de la comunidad ideal. El fragmento contiene unos versículos de introducción sobre la comunidad de espíritus y de bienes, un ejemplo positivo -la lealtad de Bernabé-, un ejemplo negativo -el fraude de Ananías y Safira- y unos versículos de conclusión sobre el poder taumatúrgico de los apóstoles.

Los versículos introductorios tocan el tema de la unidad de los fieles y su igualdad: un solo corazón, una sola alma, todo en común. En ninguna parte del Nuevo Testamento encontramos una afirmación tan vigorosa sobre la unidad social de la comunidad cristiana.

En nuestra meditación podemos completar esta visión lucana con la unidad fundamental de que habla san Juan: «Que sean todos uno, como tú Padre estás en mí y yo en ti; que también ellos sean uno en nosotros» (Jn 17,21). Todo esto manifiesta un sentido muy profundo de la solidaridad del grupo cristiano, que impide que ninguno de la comunidad se encuentre marginado o pase necesidad. La insistencia en el desprendimiento efectivo de las riquezas es una característica muy marcada del Evangelio de Lucas.

A continuación se nos presenta un personaje, Bernabé, como ejemplo palpable de esa lealtad y ese desprendimiento: vende su propiedad y la deposita a los pies de los apóstoles. Bernabé, "hombre de bien y lleno del Espíritu Santo y de fe" (Hch 11, 24), tiene, juntamente con Pablo de Tarso, un papel preponderante en el desarrollo de la Iglesia de Antioquía (Hch 11, 25.26).

Inmediatamente después, Lucas nos ofrece el polo opuesto narrando un caso negativo, un fraude en la comunidad de bienes. Se trata de Ananías y Safira. El episodio recuerda el castigo de Acán, que se reservó parte del anatema de Jericó (Jos 7). El milagro de la súbita muerte de Ananías y Safira juntamente con la curación de Eneas y la resurrección de Tabita (Hch 9,32-42), tiene por objeto enaltecer la figura de Pedro jefe de los apóstoles. Este poder taumatúrgico se confirma en los versículos finales de la lectura: "Ponían a los enfermos en camillas para que, al pasar Pedro, por lo menos su sombra cayera sobre alguno" (v 15), como habían hecho con Jesús: «Colocaban a los enfermos en la calle y le rogaban que les dejase tocar siquiera la orla de su vestido» (Mc 6,56).

Nuestra atención se dirige, pues, hacia una necesaria profundización comunitaria del grupo cristiano dentro de la Iglesia del Dios vivo y hacia un descubrimiento de la presencia de Cristo en el misterio de la Iglesia de los apóstoles, unida hoy en torno a sus pastores.

O. COLOMER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 181 s.