COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA
Hch 02, 42-47 

1.

El final del capítulo cuarto de Hechos es una especie de resumen lucano de la situación  de la comunidad jerosolimitana. Aquí, como en otras partes de este libro, el problema  principal es el de la historicidad. ¿Está Lucas diciendo lo que de hecho ocurría en Jerusalén  en los años treinta de nuestra era? Parece que no. Primero hay que tener en cuenta su  acusada tendencia a generalizar, presente tanto en su Evangelio como en este libro. En  segundo término, su inveterado optimismo. Y, sobre todo, si lo dicho en estos versos fuera  la situación normal, ¿cómo explicar que en los versos 36 y 37, inmediatamente posteriores,  cuente esto mismo dando el nombre de José Bernabé como hecho digno de señalar en  particular? Esto parece que es el punto inicial de la generalización señalada. Además, en  Hech. 5, 4 aparece claro que un cristiano no podía vender sus posesiones y tener libertad  para hacer lo que quisiera. Por último, Hech. 6, 1 y Gál 2, 10 indican que la situación  económica de la comunidad de Jerusalén no es tan excelente como aquí se dice.

Pero todo ello no indica que este texto sea falso o inútil. Lucas quiere mostrar que la  comunidad cristiana ideal es así, debe ser así. Que ha de repercutir en la situación  económica y social de sus miembros. El contenido es lo importante como interpelación para  las iglesias y comunidades de ahora mismo. Es más indiferente si de hecho ocurrió en  algún momento dado al pie de la letra. Hasta podría desanimar ver el decaimiento que  supondría. Para nosotros lo esencial es que como cristiano es preciso dar testimonio de la  Resurrección con el desprendimiento del dinero, el compartir los bienes y la atención a los  hermanos reales. No con ideologías, por bellas que sean.

F. PASTOR
DABAR 1988/24


2.

La vida del hombre transcurre y se realiza entre sueños y realidades. Cualquier proyecto  de vida lleva consigo una carga de utopía que luego puede contrastar con la realidad  conseguida.

Pero, a pesar de todo, permanece siempre un hecho: nuestra realidad cotidiana, nuestra  realidad de hombres que nos vamos formando, se transfigura poco a poco en la medida en  que dejamos rendijas abiertas a nuestros sueños.

La primera cosa importante a subrayar es el vigor del testimonio de los apóstoles en  vistas a hacer cambiar las perspectivas de vida de aquella primera comunidad. La  experiencia de su fe es un revulsivo para todos los creyentes. La fuerza del testimonio de  una vida, los signos de haber aceptado una vida nueva, siempre está en relación directa  con la intensidad de una fe asumida plenamente.

La realidad fundamental de toda comunidad es su unidad de corazón y espíritu. Es la  unidad que se construye constantemente; nace y crece; es la única manera de que no  llegue a envejecer. Significa haber descubierto la propia plenitud en la comunicación con  los demás: comunicación de sentimientos, de experiencias y, sobre todo de fe. En otro lugar  se habla de comunicación (koinonia) (Hech. 2, 42): es la expresión de la realidad de vida  compartida.

La comunidad de bienes es, quizás, el elemento más sorprendente de esta lectura.  Quizás sea también el más utópico, pero tiene su importancia para continuar viviendo con  alegría y esperanza. En cualquier lugar y momento la comunidad cristiana debe manifestar  su realidad de "comunión". Los signos podrán ser diferentes y diversificados según el  tiempo y el lugar, pero siempre son necesarios para fortalecer y expresar la fe en el  Resucitado.

ANTON RAMON SASTRE
MISA DOMINICAL 1976/09


3.

Este final del capítulo cuarto de Hechos -sin tener en cuenta los vs. 36 y 37- se utiliza  frecuentemente como una descripción histórica de la primera comunidad de Jerusalén. A  partir de ahí se sacan consecuencias, a veces polémicas o desalentadoras, y se usa el  texto como arma arrojadiza.

Pero esa interpretación es demasiado ingenua. Parece claro que Lucas no pretende tal  descripción histórica y que, de hecho, las cosas no pasaron tal como están presentadas  aquí. Primero hay que tener presente la acusada tendencia lucana a generalizar, presente  tanto en su evangelio como en Hechos. Además, si lo dicho en estos versos fuera lo  corriente, ¿cómo explicar que en los versículos siguientes inmediatamente, los 36-37,  cuente esto mismo dando el nombre de José Bernabé como un hecho digno de señalar?  ¿No será que ha generalizado ese suceso? Además, en 5, 4 aparece claro que un cristiano  podía no vender sus posesiones o quedarse con el precio, o parte de él, con tal de que no  quisiera engañar. Por último, textos como Hech. 6, 1 y Gál. 2, 10, entre otros, hacen ver  que la situación económica de la iglesia de Jerusalén no fue la pintada tan optimistamente  aquí.

Todo ello no quiere decir que el texto en cuestión no sea útil. Todo lo contrario. Lucas quiere mostrar cuál es la comunidad cristiana ideal, a dónde ha  de tender todo grupo cristiano en la convivencia y cómo ha de repercutir la fe en los  aspectos materiales y económicos. Lo cual sería, por otra parte, el mismo mensaje que se  desprendería del posible hecho histórico. El contenido sigue siendo el mismo. Pero no nos  desanimemos ante la situación actual de las comunidades, pensando que no hemos hecho  sino ir hacia atrás. Más bien pretendamos acercarnos a esta meta.

DABAR 1982/25


4.

El acontecimiento de Pentecostés, con su fundamento último en la Resurrección de  Cristo, adquiere dimensión eclesial en este "sumario" de Hechos. Tiene un carácter  normativo al describir los rasgos de la Iglesia naciente. Se trata de la descripción de una  vida.

Naturalmente este sumario no es ni quiere ser una historia de la comunidad primera,  aunque pueda tener una base histórica. Se trata, sobre todo, de una descripción ideal que  quiere servir de modelo a la Iglesia de todos los tiempos, pero sin que sea necesario creer  que vivieron de hecho así los primeros cristianos. Más bien hay que tener presente la  tendencia lucana a idealizar, pero con su pretensión de inspirar conductas semejantes en  los posteriores.

Lo predominante es la unión-comunión con los apóstoles, es decir, de la comunidad en  torno a ellos, los cuales enseñan y manifiestan la salvación. Es importante también la  oración y fracción del pan, así como la comunidad de bienes. En este último punto es  donde se nota más el idealismo. Si la situación hubiera sido la descrita aquí, no se explican  textos como el de Hch 4. 36 o 5. 4, donde se presenta la venta de bienes como algo  extraordinario. Ni tampoco otros en que hay murmuraciones por motivos económicos (Hch  6. 1). Esto significa que en la comunidad primitiva hubo también problemas con la  comunidad de bienes. Esta descripción es algo que toda comunidad debe pretender e ir  logrando con la ayuda del Espíritu. No se trata de menospreciar a los primeros, sino de  acercarse lo más posible a una verdadera vida cristiana.

F. PASTOR
DABAR 1990/25


5. COMUNIDAD. KOINONIA

La palabra "koinonia" o vida de comunidad lleva a examen nuestros modos  individualistas de vivir la fe y las formas de organización de la Iglesia. No cualquier  agrupación humana se puede llamar comunidad. Entre otras características, sus miembros  han de tener conciencia de pertenecer a ella y corresponsabilidad en su funcionamiento, es  decir, una vinculación clara a las actividades y compromisos del grupo participando en todo  ello. También se deben dar en ella unas verdaderas relaciones interpersonales que  constituyan una auténtica comunicación. La comunidad es el lugar de crecimiento, de  madurez y realización de las personas. Pero el punto clave de unión ha de ser la fe en  Jesús y el servicio al Reino. Se acoge el evangelio y a la vez se evangeliza. La comunidad  no es un grupo donde simplemente se habla, sino que también se da, como palabra hecha  vida, el compromiso.

Sin embargo, la comunidad cristiana no es un grupo de perfectos o realizados; tan sólo  es un conjunto de personas que, unidas, tratan de seguir el espíritu de Jesús con la mayor  sinceridad.

EUCARISTÍA 1990/20


6.

El ciclo A nos coloca ante la gracia de la regeneración que debemos a la resurrección de  Cristo. La "bendición" que abre la carta de Pedro y la alusión que allí se hace a la  regeneración han inducido a pensar en una liturgia bautismal. Muy posiblemente, y no hay  ningún lugar a duda, se trata de la gracia de la regeneración bautismal; otra cosa sería ver  en estas líneas una composición litúrgica utilizada para el bautismo, una especie de himno  compuesto para la liturgia bautismal de aquel tiempo. El estilo del comienzo de la carta no  es original y nos lleva a desembocar en las costumbres judías: bendecir al Señor, exclamar  ante lo que hizo y sigue haciendo por su pueblo, es un tópico de la oración judía; fórmula  de bendición que encontramos incluso en nuestras plegarias eucarísticas más antiguas. 

Aquí, la oración es inmediatamente cristianizada: se "bendice" al Padre de nuestro Señor  Jesucristo, que al resucitar a Cristo de la muerte nos ha hecho nacer de nuevo a una  esperanza viva. Lo que aquí se expresa, de suyo, no se refiere necesariamente al  bautismo; sin embargo, hay que pensar en el hecho de haberse elegido esta lectura en este  momento, y después de celebrada la Vigilia pascual con su acento bautismal voluntaria y  tradicionalmente unido a la muerte y a la resurrección de Cristo. Pero lo importante y lo que  debe animar a la comunidad cristiana es el hecho de la resurrección: la resurrección  proporciona todo su fundamento a la esperanza de cuantos son hijos de Dios. Para  nosotros esta esperanza no es una espera, sino ya una posesión de la realidad.

Este pasaje de la primera carta de Pedro señala claramente el objeto de esta esperanza:  la herencia reservada en el cielo. Por eso, las pruebas que al presente nos afligen no  pueden empañar nuestra alegría. Ninguna crisis grave puede mermar esa alegría interior de  la comunidad y del cristiano que por la fe sabe que es lo suyo. Pero eso supone una fe de  calidad, calidad demostrada precisamente por las pruebas que hay que sufrir durante algún  tiempo todavía. La alegría provocada por la fe -por esa fe particular de todos los fieles que  es creer sin haber visto, creer en la persona de Cristo muerto y resucitado y que vive en la  Iglesia- esa alegría debe transfigurar al cristiano, pues el final de este pasaje de la carta  tiene carácter afirmativo: vamos a obtener la salvación, que es la meta de nuestra fe. Si  volvemos a examinar la liturgia de la Palabra del segundo domingo, ciclo A, en ella  encontraremos indudablemente una unidad temática colosal; sin embargo, sin forzar los  recursos puede decirse que dicha liturgia de la Palabra presenta una verdadera unidad. 

Cristo se apareció a Tomás y expresó lo que él mismo entiende por la fe. Esta fe elevada  al nivel de una experiencia espiritual -crecer en la palabra. sin ver- provoca en la  comunidad cristiana actitudes profundas de oración, de poner los bienes a disposición de la  comunidad, de perseverancia en la fracción comunitaria del pan, y todo esto despierta una  admiración que atrae nuevos adeptos a la comunidad. Esta se encuentra en constante  actitud de "bendición" a Dios que la sostiene, por la fe en la resurrección de su Hijo, en la  alegría de poseer con garantía la herencia de la salvación. Tal es la lección, viva y tan  actual, que el mismo Señor da así a los fieles que le escuchan en la proclamación litúrgica y  actualizada de su Palabra. 

ADRIEN NOCENT
EL AÑO LITURGICO: CELEBRAR A JC 4
SEMANA SANTA Y TIEMPO PASCUAL
SAL TERRAE SANTANDER 1981.Pág. 188 s.


7. /Hch/03/01-11 

En la presente lectura nos ofrece dos textos muy diferentes: un sumario (2,42-47) y una  curación milagrosa (3,1-11). Los sumarios nos dan una visión ejemplar, general, acaso  ideal, de un hecho o de un grupo de personas (cf. los otros dos sumarios mayores: 4,32-35  y 5,12-16).

En un ambiente de unión y de asiduidad, Hch 2,42 nos presenta las cuatro bases sobre  las que reposa la vida de la primitiva comunidad. Primeramente la catequesis apostólica, es  decir, la profundización de los hechos y palabras de Jesús de Nazaret; ésta es la primera  actividad que agrupa a los cristianos y edifica la Iglesia (cf. Ef 2,20 y 1 Pe 2,4.5). La  segunda actividad básica de la primitiva comunidad es la exigencia de vivir en unión y de  compartir el amor, por fidelidad al mensaje de Jesús de Nazaret; los bienes en común son  una forma de expresar esta unión y amor. La catequesis apostólica y el amor compartido  toman su significado más profundo en la tercera actividad del grupo cristiano: la fracción del  pan, esto es, el ágape religioso de acción de gracias en memoria de Jesús, el Señor. 

Finalmente, las plegarias, que nacen de la misma vida del grupo cristiano, completan la  imagen de la comunidad cristiana, según el modelo que Lucas nos presenta. Esta plegaria  acompañará los momentos más importantes de la presencia de la Iglesia en el mundo: Hch  1,14; 24-26; 3,1; 4,23-30; 20,36; 21,5.6. Algunas de estas plegarias litúrgicas adquieren  fijeza y pasan a incrementar los escritos del NT (Mt 6,9-13; Lc 11 2-4; Flp 2,6-11; Gál 4,6;  Rom 8,15; 1 Cor 16,22; Ap 22, 20, etc.).

Constituida la primitiva comunidad cristiana sobre estas cuatro sólidas bases, Lucas nos  presenta la primera curación milagrosa (3,1-10), anunciada en el sumario anterior (2,43).  Esta narración nos hará ver que el signo mesiánico de hacer milagros que acompañaba los  pasos y misión de Jesús (Mt 11,4.5; Lc 7,22) ha pasado también a sus apóstoles (Mc  16,18-20) Y que la salud recuperada sigue siendo un signo de la redención conseguida  (Hch 3,8).

O. COLOMER
LA BIBLIA DIA A DIA
Comentario exegético a las lecturas
de la Liturgia de las Horas
Ediciones CRISTIANDAD.MADRID-1981.Pág. 177 s.