COMENTARIOS AL EVANGELIO
Lc 2, 22-40

 

1. J/PROGRESO-HUMANO 

VV. 39-40: 

La lección de estos vv. sobre la vida oculta de Jesús es muy importante. Aun cuando sea  Dios, Jesús sigue las leyes naturales del crecimiento humano, tanto en el plano físico como  en el de la sabiduría y del conocimiento. Pasando por la infancia, la pubertad, la  adolescencia, vive su misión en una extraordinaria kenosis. Aun siendo Hijo de Dios, como lo  es, acepta el no conocer sino progresivamente la orientación de su vida y el no descubrir la  voluntad de su Padre sino a través del plano de relación y de educación que le ofrece un  medio familiar y pueblerino determinado, de donde "no podía salir nada bueno" (Jn 1, 46). Ha  juzgado de las cosas y de las personas conforme a las formas habituales de una inteligencia  en formación; ha renunciado a conocer lo que un hombre medio no puede llegar a conocer  (Mt/24/36); ha realizado su fidelidad al Padre exclusivamente a través de una fidelidad  absoluta a su condición humana, frágil y limitada. Pero a través de su conciencia de niño,  todavía balbuciente, y hasta su conciencia de mortal, absolutamente asustada, Jesús ha  inscrito realmente en su vida de hombre la Palabra del Padre, y, por primera vez, se ha  establecido una adecuación todo lo total que es posible entre una voluntad de hombre y la  voluntad de Dios.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 217


2.

Así como para la figura de Juan Lc hace verdadero hincapié en la circuncisión e imposición  del nombre (1, 57-56), para Jesús se hace más fuerza en la pobreza del nacimiento y en el  hecho de la presentación según la ley. Nos encontramos en este relato con la figura de un  niño indefenso e inconsciente, abandonado en manos de sus padres, que lo traen y lo llevan  presentándolo a Dios (2, 22. 27) y sometiéndolo al cumplimiento de la ley (2, 23. 24). Este Jesús que tan pronto ha comenzado a aceptar las instituciones familiares y sociales,  será el mismo que relativizará la familia y la sociedad en función del reino (cf Mc. 3, 35). Simeón da al niño una caracterización basándose en títulos del II Isaías: "salvación de  Dios" (cf Is 40,5), "luz para alumbrar a las naciones" (cf Is 42, 6), "gloria de Israel" (cf Is  46,13).

Siguiendo el contexto isaiano diremos que tenemos aquí el primer anuncio del  universalismo de la misión de Jesús. A ese ancho marco que es el mundo y la vida toda  supeditará Jesús toda institución, aun la más querida: la familia. Sin embargo, es en ella  donde él fue encontrando el camino de su encarnación concreta.

Jesús será un signo de contradicción (cf Is 65,2). Jesús es un salvador para todos. Pero  por un desconocido misterio del mal y del duro corazón del hombre, lo que estaba destinado  a la salvación se ha convertido para algunos en mensaje de muerte.

Este será el trasfondo de toda la tragedia de Jesús. Esto es lo que a él mismo le costaba  entender (Lc 4,16s). Cuando el creyente vive su mensaje en una intensidad fuerte, puede  hacer surgir la contradicción hasta en el seno de su propia familia. En esos momentos de  incertidumbre es donde se calibra y mide la actitud que uno tiene ante el reino. Es preciso  optar con decisión.

Jesús comienza un proceso de acercamiento a Dios que ya no se extinguirá hasta la  consumación de la resurrección. Este crecer de Jesús es la obra del Padre en el amor del  Hijo. Nuestro esfuerzo, cualquier trabajo pequeño o grande de nuestra vida, debe  encaminarse a la construcción en nosotros de esta vida de cara a Dios. Jesús fue haciendo  este camino, como primera etapa, en el seno de una sencilla familia de pueblo. 

EUCARISTÍA 1978/61


3.

Entre la inmensa muchedumbre que ha acudido al templo, Jesús pasa inadvertido. Los  sacerdotes, demasiado ocupados con los ritos que deben realizar, no advierten nada  especial. María y José se confunden con la gente de tal manera que Dios puede acudir de  incógnito a la cita. Pero un anciano y una anciana esperan discretamente en oración:  esperan al Mesías, y esperan con la paciencia infinita de las personas ancianas, a las que  nada puede desanimar. Por eso sus ojos medio cerrados reconocieron al Señor. Salieron a  su encuentro.

Siempre que Cristo acude a un encuentro, a una cita con nosotros, lo hace sin estruendo.  Hoy acude pequeñín, como un recién nacido.

Mañana acudirá discreto, como un amigo que llama a la puerta. Al atardecer, mendigará  nuestra mirada, cuando lo expongan desnudo en una cruz. Y una vez resucitado, viene de  nuevo, se aparece, pero nuestras manos no pueden retenerlo: apenas lo hemos reconocido,  y ya ha desaparecido.

DIOS CADA DIA
SIGUIENDO EL LECCIONARIO FERIAL
ADVIENTO-NAVIDAD Y SANTORAL
SAL TERRAE/SANTANDER 1989.Pág. 90


4. /Lc/02/36-40 J/KENOSIS 

Vida oculta de Cristo en Nazareth. La lección de estos dos versículos es importante: por  muy Dios que sea, Cristo sigue las leyes naturales del crecimiento humano, tanto en el  plano físico como en el plano de la sabiduría. Con la aceptación de comenzar su vida de  hombre por el nacimiento, la infancia, la pubertad, la adolescencia, Cristo ha aceptado su  misión divina en una Kenosis extraordinaria. Aceptando ese género de crecimiento, ha  aceptado el no conocer sino progresivamente la orientación de su vida, las circunstancias  de que estará tejida. Ha aceptado el no conocer la voluntad de su Padre, sino a través del  medio familiar "de donde no podía salir nada bueno" (Jn 1, 46), los mil y un acontecimientos  de la vida (Mt 26, 42). Y sobre las cosas y los hombres no ha aplicado más que los juicios  habituales de una inteligencia en desarrollo. Se ha negado a conocer lo que un hombre  medio no puede conocer (Mt 24, 36). Ha aceptado el no realizar su fidelidad al Padre, sino a  través de una fidelidad absoluta a la fragilidad y a las limitaciones de la condición humana.

MAERTENS-FRISQUE
NUEVA GUIA DE LA ASAMBLEA CRISTIANA I
MAROVA MADRID 1969.Pág. 247


5.

El evangelio de la infancia de san Lucas (cap 1-2) comenzaba con la escena del anciano  Zacarías en el templo (1, 5-22). Desde el templo, lugar de la presencia de Dios en medio de  los suyos, se ha escuchado la palabra que dirige la historia hacia su meta (anunciación de  Juan). Hacia el templo, lugar de plenitud del pueblo de Israel, se ha dirigido la historia de la  infancia. De la infancia de Jesús en ese templo trata nuestro texto (2, 22-38). Sus elementos  fundamentales son los siguientes: a) Presentación (2,22-24); b)revelación de Simeón (2,  25-35); c) testimonio de Ana (2, 36-38) y d) vuelta a Nazaret (2, 39-40).

En el fondo de la escena de la presentación (2, 22-24) está la vieja ley judía según la cual  todo primogénito es sagrado y, por lo tanto, ha de entregarse a Dios o ser sacrificado. Como  el sacrificio humano estaba prohibido, la ley obligaba a realizar un cambio de manera que,  en lugar del niño, se ofreciera un animal puro (cordero, palomas) (cfr. Ex 13 y Lev 12).  Parece probable que al redactar la escena Lucas esté pensando que Jesús, primogénito de  María, es primogénito de Dios. Por eso, junto a la sustitución del sacrificio (se ofrecen dos  palomas) se resalta el hecho de que Jesús ha sido "presentado al Señor", es decir, ofrecido  solemnemente al Padre. El sentido de esta ofrenda se comprenderá solamente a la luz de la  escena del calvario, donde Jesús ya no podrá ser sustituido y morirá como el auténtico  primogénito que se entrega al Padre para salvación de los hombres. Unido a todo esto  Lucas ha citado sin entenderlo un dato de la vieja ley judía: la purificación de la mujer que  ha dado a luz (cfr Lev 12). Para Israel, la mujer que daba a luz quedaba manchada y por eso  tenía que realizar un rito de purificación antes de incorporarse a la vida externa de su  pueblo. De esta concepción, de la que extrañamente han quedado vestigios en nuestro  pueblo hasta tiempos muy recientes, parece que Lucas no ha tenido ya una idea clara; por  eso en el texto original ha escrito "cuando llegó el tiempo de la purificación de ellos",  refiriéndose también a José y a Jesús. La tradición litúrgica ha corregido el texto original de  Lucas, refiriéndose sólo a la purificación de María, ajustándose de esa manera a la vieja ley  judía.

El centro de nuestro pasaje lo constituye la revelación de Simeón (2, 25-35). Jesús ha  sido ofrecido al Padre; el Padre responde enviando la fuerza de su Espíritu al anciano  Simeón, que profetiza (2, 29-32.34-35). En sus palabras se descubre que el antiguo israel  de la esperanza puede descansar tranquilo; su historia (representada en Simeón) no acaba  en vano: ha visto al salvador y sabe que su meta es ahora el triunfo de la vida. En esa vida  encuentran su sentido todos los que esperan porque Jesús no es sólo gloria del pueblo  israelita, es el principio de luz y salvación para las gentes.

Tomadas en sí mismas, las palabras del himno del anciano (2. 29-32) son hermosas,  sentimentalmente emotivas. Sin embargo, miradas en su hondura, son reflejo de un dolor y  de una lucha. Por eso culminan en el destino de sufrimiento de María (2, 34-35).Desde el  principio de su actividad, María aparece como signo de la Iglesia, que llevando en sí toda la  gracia salvadora de Jesús se ha convertido en señal de división y enfrentamiento. La subida  de Jesús al templo ha comenzado con un signo de sacrificio (2, 22-24); con signo de  sacrificio continúan las palabras reveladoras de Simeón. Desde este comienzo de Jesús  como signo de contradicción para Israel (u origen de dolor para María) se abre un arco de  vida y experiencia que culminará sobre el Calvario y se extenderá después hacia la Iglesia.  Todo el que escucha las palabras de consuelo en que Jesús se muestra como luz y como  gloria (2, 29-32) tienen que seguir hacia adelante y aceptarle en el camino de dureza,  decisión y muerte; en ese caminar no irá jamás en solitario, le acompaña la fe y el  sufrimiento de María.

Con las palabras de alabanza de Ana, que presenta a Jesús como redentor de Jerusalén  (2, 36-38) y con la anotación de que crecía en Nazaret lleno de gracia (2, 39-40) se ha  cerrado nuestro texto. 

COMENTARIOS A LA BIBLIA LITURGICA NT
EDIC MAROVA/MADRID 1976.Pág. 1242 ss.


6.

En el fondo de la escena de la presentación está la vieja ley judía según la cual todo  primogénito es sagrado -sea hombre o animal- es sagrado, pertenece a Dios, y por lo tanto  ha de entregarse a Dios o ser sacrificado. Como el sacrificio humano estaba prohibido, la  Ley obligaba a realizar un cambio de manera que en lugar del niño se ofreciera un animal  puro.

Se resalta el hecho de que Jesús ha sido "presentado al Señor", es decir, ofrecido  solemnemente al Padre. El sentido de esta ofrenda se comprenderá solamente a la luz de la  escena del calvario, donde Jesús ya no podrá ser sustituido y morirá como el auténtico  primogénito que se entrega al Padre para salvación de los hombres.

Jesús ha sido ofrecido al Padre y el Padre responde enviando la fuerza de su Espíritu al  anciano Simeón, que profetiza. En sus palabras se descubre que el antiguo Israel de la  esperanza puede descansar tranquillo; su historia -representada en Simeón- no acaba en  vano, ha visto al Salvador y sabe que su meta es ahora el triunfo de la vida. En esa vida  encuentran su sentido todos los que esperan, porque Jesús no es sólo gloria del pueblo  israelita, es luz y salvación para todos los hombres.

Estas palabras del himno del anciano Simeón son hermosas, sentimentalmente emotivas.  Sin embargo, miradas en su hondura, son reflejo de un dolor y de una lucha. Por eso  culminan en el destino de sufrimiento de María.

Desde el principio de su actividad, María aparece como signo de la iglesia, que llevando  en sí toda la gracia salvadora de Jesús se ha convertido en señal de división y  enfrentamiento.

La sabida de Jesús al templo ha comenzado con un signo de sacrificio (22-24), con signo  de sacrificio continúan las palabras reveladoras de Simeón.

Desde este comienzo de Jesús como signo de contradicción para Israel (u origen de dolor  para María) se abre un arco de vida y experiencia que culminará sobre el calvario y se  extendería después hacia la Iglesia.

Todo el que escuche las palabras de consuelo en que Jesús se muestra como luz y como  gloria (29-32) tiene que seguir hacia adelante y aceptarle en el camino de dureza, pasión y  muerte.

En ese camino no irá jamás en solitario, le acompaña la fe y el sufrimiento de María.


7.

El niño crecía. El evangelio de la infancia pertenece al género midrásico, lectura en  profundidad de la Escritura para detectar su sentido pleno. Cualquier acontecimiento  incorporado a la historia de la salvación da a la revelación un aspecto nuevo, porque la  biblia no es un acontecimiento momificado.

Jesús es la esperanza de Israel, que se ve colmada solemnemente en el episodio de la  presentación en el templo. Simeón lo entiende así y puede morir satisfecho. Otros lo verán  de distinta manera: unos para aceptar la piedra angular y otros para tropezar en ella. Semejante en todo a nosotros, Jesús se somete a la ley. Moisés dejó ordenado consagrar  al Señor todo primogénito varón. La presentación en el templo era sólo una costumbre  tardía después de la vuelta del cautiverio. Y se prescribía una ofrenda, cordero o paloma,  que los padres de Jesús cumplen según las posibilidades de los pobres. La purificación  causa extrañeza tratándose de María, pero era un rito más que quisieron cumplir según la  costumbre. José y María saben bien que el niño pertenece a Dios.

GUILLERMO GUTIERREZ
PALABRAS PARA EL CAMINO
NUEVAS HOMILIAS/B
EDIT. VERBO DIVIN0 ESTELLA 1987.págs. 29 s.


8. LA PROFECÍA DE SIMEÓN. 

J/SIGNO-DE-DIVISION: Cuando José y María presentaron al niño en el templo de  Jerusalén, Simeón les bendijo y luego, bajo el impulso del espíritu profético, se dirigió a la  Virgen con estas breves palabras: ''Este niño está destinado para ser caída y resurgimiento  de muchos en Israel, será signo de contradicción, para que sean descubiertos los  pensamientos de muchos corazones. Y una espada traspasará tu alma" (Lc 2,34-35). La  realidad es que Jesús no fue un conformista dispuesto a darles la razón a todos, sus  palabras y sus gestos obligaban a opciones concretas. en favor o en contra de él: "Quien no  está conmigo está contra mí, y el que no recoge conmigo desparrama" (LC 11,23). 

a) Otras voces del NT sobre Jesús como signo de división. Antes de entrar en un  examen inmediato de la profecía de Simeón, escuchemos algunos otros ecos de la tradición  neotestamentaria acordes con LC 2,3435 a la hora de presentar a Jesús como uno que  provoca la disensión que suscita la adhesión o la repulsa. 

Pedro advierte que a Cristo se le podía aplicar lo que decía /Is/08/14: "Él (el Señor de  los ejércitos) será una piedra de tropiezo, una roca de escándalo para las dos casas de  Israel, un lazo y una trampa para los habitantes de Jerusalén" (cf I Pe 2,6-8; cf también ICor  1,23-24). 

Mateo pone estas palabras en labios de Jesús: "No penséis que vine a traer paz sobre la  tierra; no vine a traer paz, sino espada. Porque vine a separar al hombre de su padre, a la  hija de su madre, a la nuera de su suegra. Enemigos del hombre, los de su casa" (/Mt/10/34-36).

La predicación de Cristo —señala Juan en tres ocasiones (Jn 7,43; 9,16; 10,19)— era  motivo de cisma entre la gente, ya que daba lugar a pareceres discordes sobre su persona.  El mismo Jesús (según Jn 9,39) lo reconoce sin medias tintas, cuando afirma: "Yo vine a  este mundo para un juicio: para que los que no ven vean y los que ven se queden ciegos".  El elemento discriminante de este juicio es Cristo-luz, es su palabra que revela al Padre (Jn  12,44-50). Esa palabra escudriña los corazones: "En efecto, quien obra mal odia la luz y no  va a la luz, para que no se descubran sus obras. Pero el que obra la verdad va a la luz, para  que se vean sus obras, que están hechas en Dios" (Jn 3,20-21). 

El autor de la carta a los Hebreos (12,3) define la muerte de Jesús como una  contradicción que los pecadores arrojaron contra él. Israel —comenta Pablo citando a Is  65,2— fue "un pueblo desobediente y rebelde" ( Rom 10,21: antilégonta).  Del conjunto de estas citas se deduce que la tradición evangélica junto con la petrina y la  paulina, aun con la diferencia de los términos empleados, está sustancialmente de acuerdo.  El evangelio de Jesús, como soplo acariciador e impetuoso al mismo tiempo, sacude al  hombre desde dentro, lo provoca a una actitud. ¡Sí, la fe es una inquietud saludable! Lc  2,34-35 recoge el tema que hemos esbozado en esta rápida panorámica sobre el NT. Lo  acoge, anticipándolo en la infancia de Jesús, como si se tratara de un presagio que tendrá  la contrapartida en su ministerio público y en el de la iglesia apostólica. 

SIMEÓN/ORÁCULO: El oráculo de Simeón, el santo anciano del templo, tiene dos  aspectos: uno se refiere al pueblo de Israel y el otro a María. Veámoslo más en concreto. 

b) Israel frente a Cristo. Respecto a todos los miembros del pueblo elegido (tal es el  sentido de muchos en el v. 34, según las normas de la filología), Jesús está destinado a ser  causa de "caída y resurgimiento". Con este binomio antitético, Simeón profetiza cuál será el  éxito en conjunto de la misión de Jesús. Para quienes lo rechacen, es decir, para los que  crean que están en pie fiándose de sus propias seguridades (cf Lc 14,9), él será piedra de  tropiezo; pensemos, por ejemplo, en los escribas y fariseos, orgullosos de su ciencia (Lc  11,52-54); en el fariseo de la parábola (Lc 14,9-13.14b), en los invitados a la boda que  declinan la invitación por tener otros intereses (Lc 14,16-21ab.24)... Por el contrario, Cristo  será ocasión de salvación para cuantos se encuentran en un estado de miseria, de pecado,  pero acogen su palabra; pensemos en el publicano (Lc 14,13-14), en Zaqueo (Lc 19,2-10),  en los pobres, los cojos, los ciegos y los lisiados que sustituyen a los que fueron invitados  primero a la boda (Lc 14,21-23)... Así pues, además de la acogida, Jesús conocerá la  amargura y la tragedia del rechazo, será un "signo de contradicción", dice el anciano  profeta.

Signo, en primer lugar: en efecto, en su persona Dios se hace manifiesto y cercano a su  pueblo (cf Lc 1,68; 7,16), especialmente en la gran revelación pascual: "Como Jonás fue un  signo para los ninivitas, así el Hijo del hombre lo será para esta generación" (Lc 11,30).  Pero de contradicción; es decir, objeto de repulsa por parte de Jerusalén y del judaísmo  oficial, que no reconoció los tiempos de la visita de Dios (cf Lc 19,44b-47; 29,9-18...). Se  trata, por consiguiente, de un sendero lleno de espinas el que se perfila para Jesús.  "Para que sean descubiertos los pensamientos de muchos corazones", añade Simeón (v.  35). La presencia de Cristo tendrá este efecto: revelar cuáles son las esperanzas de todos  respecto a él: quién lo acoge y quién lo rechaza. El término pensamientos (gr. dialoguismói)  es todavía genérico, sin ninguna cualificación positiva ni negativa. Se necesita un adjetivo, o  bien el contexto, para determinar si se trata de intenciones rectas o condenables (cf Lc 1,29  [dieloguízeto]; 5,22; 6,8; 9,46.47; 24,38; además, Mc 7,21, Mt 15,19; Sant 2,4...).  En Lc 2,35 el sustantivo mencionado parece tener una función bivalente; es decir,  designa las diversas actitudes, favorables u hostiles, frente a Cristo. Nos relacionamos  entonces con el v. 34, en donde se dice que Jesús es motivo tanto de caída como de  resurgimiento. 

En versión eclesial, Lucas elabora además los mismos enunciados en el libro de los  Hechos, donde entra en escena una iglesia que experimenta la contradicción que había  padecido antes su Señor. En Iconio, por ejemplo, después de la predicación de Pablo y de  Bernabé apoyada en signos y en prodigios (He 14,1-13), "la población de la ciudad se  dividió: unos estaban con los judíos y otros con los apóstoles" (v. 4). Y hacia el final del  libro Lucas hace decir a los judíos convocados por Pablo: "Sabemos que esta secta (=  cristianismo) encuentra oposición en todas partes (28,22: pantajou antiléguetai). 

c) El alma de María traspasada por una espada. La persona y el mensaje de Jesús lleva  a cabo un discernimiento dentro de Israel. Pero todo lo que ocurre en Israel como pueblo  tiene una repercusión en María como persona: "... También a ti una espada te atravesará el  alma" (Lc 2,35a). 

Lo mismo que en el Magnificat, se observaba un paso de lo individual (María: Lc  1,46-49) a lo colectivo (Israel: Lc 1,54), así aquí se da una alternancia entre una comunidad  (Israel) y una persona individual (María). Esto basta para concluir que también en este paso  Lucas asocia a María a su pueblo; ella es hija de Sión. 

ESPADA/PD: Nos queda por preguntarnos ahora cuál  es el significado más pertinente del término espada. Recorriendo la literatura judeo-bíblica,  se ve que la espada es uno de los símbolos más frecuentes para designar la palabra de  Dios. En el AT tenemos dos casos (Is 49,2 y Sab 18,15) Este mismo tipo de simbolismo  aparece con frecuencia en los comentarios judíos a los textos bíblicos. También el NT, en  siete ocasiones, recurre a este lenguaje: la palabra de Dios, que se identifica ahora con la  palabra de Jesús, es comparada con una espada cortante de doble filo. Las referencias más  abundantes nos las ofrece el Apocalipsis (1,16: "De su boca salía una espada aguda de dos  filos": 2,12.16 19,15.21). Está asimismo la carta a los Efesios (/Ef/06/17: "Tomad también...  Ia espada del Espíritu, que es la palabra de Dios"). Hay que dedicar una especial atención a  la carta a los Hebreos (/Hb/04/12): "La palabra de Dios es viva y eficaz; ella penetra hasta la  división del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y es capaz de distinguir  los sentimientos y pensamientos del corazón". 

Se notará fácilmente la gran analogía que hay entre Lc 2,35 y Heb 4,12. En ambos trozos  se habla de espada que "penetra en el alma" y "revela-escudriña los pensamientos del  corazón". Esta relación no se le escapó, por ejemplo, a san Ambrosio.  Una vez asentada esta ecuación simbólica espada = palabra de Dios, se asoma la  hipótesis de que la espada a la que alude Simeón es figura de la palabra de Dios, tal como  se expresa en la enseñanza de Jesús. 

Efectivamente, esta descodificación del símbolo espada se armoniza muy bien con el  contexto anterior. Poco antes, Simeón había celebrado a Jesús como luz de las gentes y  gloria de Israel (v. 32). Sus palabras hacen eco a los poemas del Siervo de Yavé (Is 42,6;  49,6). Pues bien, precisamente uno de esos poemas (49,2) presenta al Siervo de Yavé  como un profeta de cuya boca Dios ha hecho una espada afilada. La imagen, como hemos  visto, fue recogida varias veces en relación con Cristo en el Apocalipsis ( I,16; 2,12.16; 19,  15.21). Pero también Simeón, al preconizar en Jesús al Siervo de Yavé por excelencia,  parece decir que su palabra es semejante a una espada. 

M/PD/SUFRIMIENTO: Escogiendo esta orientación exegética (que, lejos de excluir a las demás, puede  perfectamente integrarlas), la imagen de María seria la de una creyente que, lo mismo que  todo Israel, su pueblo, tendrá que enfrentarse con la palabra del Hijo, simbolizada  místicamente en la espada. Su alma se verá profundamente penetrada por ella.  Efectivamente, siempre en el tercer evangelio vemos que ella acogía y guardaba los  acontecimientos y las palabras de Jesús (Lc 2,19.51b; cf 8,19-21 y 11.27-28). Con una  actitud sapiencial se esforzaba en sondear su alcance, incluso cuando le procuraban  sufrimientos y no llegaba a comprender todo su sentido (Lc 2,48-51b). 

Así pues, María hizo que sus pensamientos se aclarasen y se juzgasen a la luz de  aquella palabra y se conformó a ella con un crecimiento constante. Esto suponía para ella  gozo y dolor. (gozo, al ver los frutos copiosos que la semilla de la palabra evangélica  producía en ella misma y en cuantos la acogían con un corazón "bueno y perfecto" (cf Lc  8,15). Dolor, cuando buscaba angustiada a Jesús en Jerusalén y no comprendió su  respuesta: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que tengo que estar en la casa de mi  Padre? Y ellos no comprendieron sus palabras" (Lc 2,49-50). Conservando en su corazón el  enigma de esa frase, ella "avanzó en la peregrinación de la fe" (LG 58), no sin pruebas ni  oscuridades. Pero el colmo de la aflicción inundó su espíritu cuando vio a su Hijo rechazado  y crucificado. Obedecer a la voluntad del Padre (¡ella, la madre del ajusticiado!),  permanecer fiel a las palabras del Hijo sobre todo en aquel momento de tiniebla (cf  Redemptoris Mater 18): he aquí el punto crucial de la transfixión que esta palabra produjo  en las fibras de María. 

Según esta exégesis, no seria lógico restringir solamente a la compasión de la Virgen al  pie de la cruz la profecía de Simeón. Abarca más bien todo el arco de su misión de madre  del Redentor y especialmente el drama del Calvario. ¿No decía acaso Jesús: "Si alguno  quiere venir en pos de mi, niéguese a si mismo, tome su cruz de cada día y sigan" (Lc  9,23)?. 

CONCLUSIÓN. M/ABRAHAN: Abrahán, nuestro padre en la fe, "obedeciendo la llamada  divina, partió para un país que recibiría en posesión, y partió sin saber a dónde iba" (  /Hb/11/08). María, madre de los creyentes (cf Jn 19,2627a), aceptó que su vida se  plantease según la palabra del Señor que le había sido revelada por el ángel (Lc 1,38). Con  su fiat se dispuso a salir de si misma para seguir los caminos de Dios, que "es más grande  que nuestra conciencia y lo sabe todo" (1Jn 3,20). La Virgen llevaba a su Hijo en los brazos,  pero no se negaba a dejarse conducir por el Hijo por un camino incierto y difícil; también  para ella se hizo realmente ejemplar la frase de Jesús: "El que pierda su propia vida por mi,  la salvará" (Lc 9,24; cf Mc 8,35; Mt 16,25; Jn 12,25). Contemplada en esta dimensión,  María, además de madre, es hermana nuestra a la hora de compartir la gozosa fatiga de  creer. 

A. SERRA
DICC-DE-MARIOLOGIA. Págs. 335-339