COMENTARIOS AL SALMO 96

 

1.

PRIMERA LECTURA: CON ISRAEL

Salmo del Reino de Dios. Una vez más, Israel invita a la "tierra entera", comprendidas también, las "islas lejanas" (para un judío terreno por excelencia, las islas son símbolo de lo que está lejos, perdido en el mar, ¡allá!). Y esta invitación, es una convocación para venir a celebrar una fiesta de la "realeza" de Dios.

La grandeza de Dios es proclamada mediante títulos como estos: "¡Yahveh es rey!"... "¡Señor de la tierra!" "Altísimo sobre toda la tierra!"... "¡Santísimo!". Esta grandeza divina se manifiesta en una teofanía, igual que en el Sinaí: ¡la tempestad, las tinieblas y las nubes los relámpagos, el fuego, las montañas que tiemblan y se funden como la cera!

Esta "manifestación" sensible de Dios, que "aparece" en medio de fuerzas cósmlcas no controlables por el hombre, provoca dos resultados antitéticos:

-Los falsos dioses, los ídolos, las "vanidades", las nadas... Desaparecen ante el rostro del único verdadero Dios: monoteísmo feroz: "¡de rodillas todos los dioses!"

-Los fieles a este Dios, los justos, los "Hassidim", están alegres y de fiesta, pero a una condición, la de renunciar al mal. Moralidad feroz también "¡odiad el mal!" La religión de Israel no es una religión de medias tintas, o de actitudes color de rosa: hay que escoger el propio bando. "¡Ay de los servidores de los ídolos!" ·Chouraqui, judío de origen, más sensible que nosotros al juego de palabras del hebreo traduce así: "¡petrificados, los esclavos de la estatua!"

SEGUNDA LECTURA: CON JESÚS

"El Señor es rey". "Venga tu Reino, así en la tierra como en el cielo". Sabemos la pasión de Jesús por su Padre. Entregó su vida al Reino.

Sin embargo, Jesús, siendo el Hijo de Dios, evitó deliberadamente todo destello divino durante el tiempo de su Encarnación. Las "teofanías", de las cuales estaban ávidos los judíos en los tiempos de Jesús (formados en ello por los salmos de ese género), Jesús las rechazó sistemáticamente: "ellos pedían a Jesús un signo bajado del cielo... De hecho, no será dado a esta generación otro signo que el signo de Jonás. Los dejó allí y se marchó". (Mateo 16,1- 4). En comparación con el Antiguo Testamento, el Evangelio es discreto. Sin embargo en la Transfiguración, citan los evangelios un signo teofánico: "vino una nube luminosa y los cubrió con su sombra". (Mateo, Marcos y Lucas). Igualmente, al anunciar su gloria durante el juicio ante el Sanedrín, Jesús recurre a este lenguaje bíblico: "Veréis venir al Hijo del Hombre sobre las nubes del cielo". (Mateo 26,64: Apocalipsis 1,7).

San Pablo cita este salmo, hablando de la Encarnación como una entronización real: "Cuando Dios presentó su primogénito al mundo dijo: "de rodillas ante El todos los ángeles (los dioses)" (Hebreos 1,6).

Pero es sobre todo la Parusía de Jesús, su última venida gloriosa, la que se asemeja más a este salmo: "Cuando venga glorioso, sobre su trono de gloria, todas las naciones estarán reunidas ante El... Como el relámpago que se ve brillar de Oriente a Occidente, así será la venida del Hijo del Hombre... (Mateo 24,27 - 31).

Entonces, los "justos" se asociarán a este triunfo como lo dice el salmo. Estas son las palabras de San Pablo: "fortificados por su glorioso poder, con alegría dad gracias al Padre que os concede tener parte en la herencia de los santos en la luz: El nos libró del poder de las tinieblas y nos condujo al Reino de su amado Hijo"... (Colosenses 1, 11-12) Observemos finalmente que Pentecostés asoció a la venida del Espíritu Santo, "la tempestad", y "el fuego" (Hechos 2,2 - 3).

TERCERA LECTURA: CON NUESTRO TIEMPO

Delante de Dios. El Dios ante quien estoy es viviente. Cinco veces, en este salmo, somos invitados a estar "delante" de Dios. Lenguaje muy elocuente. El hombre, en el fondo, no tiene existencia autónoma: su ser no lo tiene por sí mismo... El está solamente "delante" de Dios. ¡El es! Yo soy, solamente "delante" de El.

El fuego símbolo de Dios. "Delante de él va el fuego y quema a los enemigos que lo rodean... Sus relámpagos iluminan la tierra... Las montañas se derriten como cera"... Estaríamos fuera de lugar, hombres del siglo XX, al considerar infantiles estas imágenes. Hacen referencia ciertamente, a un viejo fondo mítico (confrontar el mito de Prometeo, vencido cuando trató de dominar el fuego de los dioses). Sin embargo la ciencia moderna, si bien nos ha enseñado a dominar un poco el fuego, nos ha revelado que vivimos sobre ciclones de fuego: el corazón de la tierra es un fuego temible que aflora a veces en los volcanes. El universo es un ensamblaje fantástico de "bolas de fuego", los astros. Nuestro sol es una enorme y permanente explosión atómica, a la que nadie, jamás se acercará... sin desaparecer, sin "ser consumido" dice el salmo. En este grandioso y aterrador universo de fuego, una mano creadora ha preparado un espacio tibio, en que la vida pueda existir, el planeta tierra. Sí, Dios nos ha permitido "ser delante" de El. Nos ha dado un espacio, un tiempo... para existir. Haríamos el ridículo pretendiendo pasar por astutos ante Dios.

¡Odiad el mal! El hombre moderno utiliza frecuentemente el lenguaje del combate. La Biblia también. Este salmo no es ni mucho menos de tranquilidad. En mí, alrededor de mí, debo luchar contra el mal. La palabra es fuerte: debo "arrancarme" del poder del mal, con la ayuda de Dios.

La alegría brilla para el justo. Esta imagen de siembra atempera la violencia de las otras imágenes: Jesús la utiliza preferentemente. Más que el resplandor de un relámpago, el Reino de Dios es una "semilla", destinada a crecer lentamente. La luz y la alegría de Dios sembradas en la humanidad, crecen poco a poco... ¡Hay que creerlo! Israel, a la merced de las naciones paganas que lo rodeaban seguía creyendo que una "luz fue sembrada".

NOEL QUESSON
50 SALMOS PARA TODOS LOS DIAS. Tomo I
PAULINAS, 2ª Edición. BOGOTA-COLOMBIA-1988. Pág. 184-187


2. ALEGRAOS EN EL SEÑOR

«El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables

El gran mandamiento: ¡Alegraos! Esencia y resumen de todos los demás mandamientos. Ama y adora, sé justo y amable, ayuda a los demás y haz el bien. En una palabra, alégrate, y haz que los demás se alegren. Logra en tu vida y muestra en tu rostro la felicidad que viene de servir al Señor. Alégrate con toda tu alma en su servicio. Sé sincero en tu sonrisa y genuino en tu reír. Trae la alegría a tu vida, y que ello sea señal y prueba de que estás a gusto con Dios y con su creación, con los hombres y la sociedad: en eso consisten la ley y los profetas. Alégrate de corazón. El Señor está contigo.

«Lo oye Sión y se alegra. Se regocijan las ciudades de Judá por tus sentencias, Señor».

Esa es la ley de Sión y la regla de Judá. Regocijaos y alegraos. Con eso demostraréis que el Señor es vuestro Dios y vosotros sois su pueblo. Alegría en las personas y alegría en el grupo. Ese es el camino de la virtud, el secreto de la fortaleza, la llamada a todos los hombres para que vengan y vean y reflexionen sobre la elección de Israel y el poder de su Dios. El poder de hacer que su pueblo se alegre.

La virtud de la alegría es virtud difícil. Y es difícil, porque ha de ser genuina y profunda para merecer el nombre, y no es fácil obtener alegría auténtica en un mundo de penas. Necesito fe, Señor; necesito una visión larga y una paciencia duradera; necesito sentido del humor y ligereza de ánimo y, sobre todo, necesito me asegures que a través de todas las pruebas de mi vida privada y de la historia de la humanidad, dentro de mí mismo, allí en el fondo de mi alma, estás tú con toda la fuerza de tu poder y la ternura de tu amor. Con esa fe puedo vivir, y con esa fe puedo sonreír. El don de la alegría es la flor de tu gracia en la aridez de mi alma.

Gracias por la alegría que me das, Señor; gracias por el valor de sonreír, el derecho a la esperanza, el privilegio de mirar al mundo y sentirme contento. Gracias por tu amor, por tu poder y por tu providencia, que son el fundamento inamovible de mi alegría diaria. Alegraos conmigo todos los que conocéis y amáis al Señor.

«Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre».

Carlos G. Vallés
Busco tu rostro
Orar los Salmos

Sal Terrae, Santander-1989, pág. 186


3.

1. Himno a Cristo, Rey humilde y poderoso

* A Ruperto de Deutz230 -como antes a otros escritores-231 la meditación de esta estrofa le sugiere el éxodo de los judíos por el desierto y la teofanía del Sinaí. "¿Quién, pues, podría ser este guía del viaje, sino Aquél que es para nosotros camino, Jesucristo, el Hijo de Dios? Columna de fuego porque es verdadero Dios y columna de nube, porque es verdadero Hombre. Durante el tiempo que duró la noche, sólo permanecía la columna de fuego; pero cuando despierta el día de la gracia y el tiempo de la misericordia, el fuego se convierte en nube. El que es Dios se hace Hombre. De este modo, resulta ser incluso un sol de fuego más intenso todavía: es sol de justicia, brillante en pleno día, porque es fuego revelador.

Sin embargo, a fin de que nuestra mirada fuera capaz de contemplarlo, ha venido en la nube: Dios ha venido en la carne para convivir con los hombres... El verdadero Sol, la fuente de la Luz, viene todo El a nosotros en la nube de su Carne. Y este sol, aún cubierto incluso por la nube, difunde más claridad, que, antaño, la columna de fuego en la noche."

** La Carta a los Hebreos, partiendo de la traducción griega de los Setenta, refiere este versículo a Cristo, afirmando que, en el momento de la Encarnación, el Padre dice: "Que le adoren todos los Ángeles de Dios."232

Los Ángeles, a los que podemos contemplar adorando al Señor al instante siguiente del 'fiat' de la Virgen, cuando el Verbo se hizo carne, se aprestaron también a su servicio en las circunstancias más significativas de su vida terrena. En la agonía de Gethsemaní, Jesús se deja confortar por un Ángel, por una criatura. Es el abismo de humildad que hay en Cristo. Él, -prosigue la Epístola- "tras realizar la purificación de los pecados, está sentado a la derecha de la Majestad en las alturas; hecho tanto más superior a los Ángeles, cuanto más se eleva sobre ellos el nombre que heredó." La realeza de Cristo, de la que está hablando todo el salmo, se extiende, por tanto, no sólo a los pueblos de la tierra, sino también a los Ángeles.

*** Es fácil descubrir en esta estrofa, con la ayuda de la tradición,233 una profecía de la segunda venida de Cristo. Venida precedida de grandes cataclismos cósmicos: Los montes se derretirán como cera ante el dueño de toda la tierra y todos los pueblos contemplarán su gloria (v. 6). Pero el Señor ha prometido a los suyos: "os volveré a ver y se alegrará vuestro corazón y nadie os quitará vuestra alegría."234 Para los justos y rectos de corazón amanecerá entonces el gran día de la luz y del gozo se alegrarán con el Señor y celebrarán su santo Nombre.

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230 RUPERTO DE DEUTZ, In Exodam commentarium, 96, PL 167, 636

231 ORIGENES, Ex Commentariis in psalmos 96- PG 12- S. JERONIMO, Breviarium in psalmos, 61; PL 26.

232 Hb 1: 6.

233 P SALMON OSB, Les 'Tituli psalmorum' des manuscrits latins, París 1959, Serie III (Pseudo-Jerónimo), 96, p. 106: 'Propheta de utroque Christi adventu ab Apostolis pradicato dicit.' y Serie IV (Eusebio de Cesarea), 96, p. 128: 'Hymnus regni Christi in secundo eius adventu.'

234 lo 16: 22-23.

AROCENA-1.Págs. 108-109


4. CATEQUESIS DEL PAPA el miércoles, 3 de abril 2002

La gloria del Señor en el juicio

1. La luz, la alegría y la paz, que en el tiempo pascual inundan a la comunidad de los discípulos de Cristo y se difunden en la creación entera, impregnan este encuentro nuestro, que tiene lugar en el clima intenso de la octava de Pascua. En estos días celebramos el triunfo de Cristo sobre el mal y la muerte. Con su muerte y resurrección se instaura definitivamente el reino de justicia y amor querido por Dios.

 

Precisamente en torno al tema del reino de Dios gira esta catequesis, dedicada a la reflexión sobre el salmo 96. El Salmo comienza con una solemne proclamación:  "El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables" y se puede definir una celebración del Rey divino, Señor del cosmos y de la historia. Así pues, podríamos decir que nos encontramos en presencia de un salmo "pascual".

 

Sabemos la importancia que tenía en la predicación de Jesús el anuncio del reino de Dios. No sólo es el reconocimiento de la dependencia del ser creado con respecto al Creador; también es la convicción de que dentro de la historia se insertan un proyecto, un designio, una trama de armonías y de bienes queridos por Dios. Todo ello se realizó plenamente en la Pascua de la muerte y la resurrección de Jesús.

 

2. Recorramos ahora el texto de este salmo, que la liturgia nos propone en la celebración de las Laudes. Inmediatamente después de la aclamación al Señor rey, que resuena como un toque de trompeta, se presenta ante el orante una grandiosa epifanía divina. Recurriendo al uso de citas o alusiones a otros pasajes de los salmos o de los profetas, sobre todo de Isaías, el salmista describe cómo irrumpe en la escena del mundo el gran Rey, que aparece rodeado de una serie de ministros o asistentes cósmicos:  las nubes, las tinieblas, el fuego, los relámpagos.

Además de estos, otra serie de ministros personifica su acción histórica:  la justicia, el derecho, la gloria. Su entrada en escena hace que se estremezca toda la creación. La tierra exulta en todos los lugares, incluidas las islas, consideradas como el área más remota (cf. Sal 96, 1). El mundo entero es iluminado por fulgores de luz y es sacudido por un terremoto (cf. v. 4). Los montes, que encarnan las realidades más antiguas y sólidas según la cosmología bíblica, se derriten como cera (cf. v. 5), como ya cantaba el profeta Miqueas:  "He aquí que el Señor sale de su morada (...). Debajo de él los montes se derriten, y los valles se hienden, como la cera al fuego" (Mi 1, 3-4). En los cielos resuenan himnos angélicos que exaltan la justicia, es decir, la obra de salvación realizada por el Señor en favor de los justos. Por último, la humanidad entera contempla la manifestación de la gloria divina, o sea, de la realidad misteriosa de Dios (cf. Sal 96, 6), mientras los "enemigos", es decir, los malvados y los injustos, ceden ante la fuerza irresistible del juicio del Señor (cf. v. 3).

3. Después de la teofanía del Señor del universo, este salmo describe dos tipos de reacción ante el gran Rey y su entrada en la historia. Por un lado, los idólatras y los ídolos caen por tierra, confundidos y derrotados; y, por otro, los fieles, reunidos en Sión para la celebración litúrgica en honor del Señor, cantan alegres un himno de alabanza. La escena de "los que adoran estatuas" (cf. vv. 7-9) es esencial:  los ídolos se postran ante el único Dios y sus seguidores se cubren de vergüenza. Los justos asisten jubilosos al juicio divino que elimina la mentira y la falsa religiosidad, fuentes de miseria moral y de esclavitud. Entonan una profesión de fe luminosa:  "tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra, encumbrado sobre todos los dioses" (v. 9).

4. Al cuadro que describe la victoria sobre los ídolos y sus adoradores se opone una escena que podríamos llamar la espléndida jornada de los fieles (cf. vv. 10-12). En efecto, se habla de una luz que amanece para el justo (cf. v. 11):  es como si despuntara una aurora de alegría, de fiesta, de esperanza, entre otras razones porque, como se sabe, la luz es símbolo de Dios (cf. 1 Jn 1, 5).

El profeta Malaquías declaraba:  "Para vosotros, los que teméis mi nombre, brillará el sol de justicia" (Ml 3, 20). A la luz se asocia la felicidad:  "Amanece la luz para el justo, y la alegría para los rectos de corazón. Alegraos, justos, con el Señor, celebrad su santo nombre" (Sal 96, 11-12).

El reino de Dios es fuente de paz y de serenidad, y destruye el imperio de las tinieblas. Una comunidad judía contemporánea de Jesús cantaba:  "La impiedad retrocede ante la justicia, como las tinieblas retroceden ante la luz; la impiedad se disipará para siempre, y la justicia, como el sol, se manifestará principio de orden del mundo" (Libro de los misterios de Qumrân:  1 Q 27, I, 5-7).

5. Antes de dejar el salmo 96, es importante volver a encontrar en él, además del rostro del Señor rey, también el del fiel. Está descrito con siete rasgos, signo de perfección y plenitud. Los que esperan la venida del gran Rey divino aborrecen el mal, aman al Señor, son los hasîdîm, es decir, los fieles (cf. v. 10), caminan por la senda de la justicia, son rectos de corazón (cf. v. 11), se alegran ante las obras de Dios y dan gracias al santo nombre del Señor (cf. v. 12). Pidamos al Señor que estos rasgos espirituales brillen también en nuestro rostro.