COMENTARIOS A LA PRIMERA LECTURA

Dn 7, 9-10. 13-14

 

1.

Contexto:

La visión de las cuatro bestias y el "hijo del hombre".

-Siguiendo la línea del cap. 2, este cap. 7 nos habla de la sucesión de diversos imperios en el devenir histórico bajo el símbolo de cuatro bestias que salen del mar, fuerza caótica y morada de seres hostiles a la divinidad.

-La liturgia nos tiene acostumbrados a recortar los textos bíblicos del A.T. Pero como nosotros nos preocupamos más de la intelección del texto que de la mera duración temporal, propongo leer todo el cap.: vs. 1-14, visión, y vs. 15-28, explicación.

Texto:

- Según la concepción mítica, el océano del que surgen las bestias es morada de potencias hostiles a la divinidad. Y de esta concepción mítica se hace eco la Biblia para presentarnos el mar como algo hostil, caótico... del que surgen las cuatro bestias que representan cuatro imperios. El león alado es Nabucodonosor, monarca de Babilonia (cfr. cap. 2): cortadas las alas de su soberbia puede razonar, comportarse como hombre. El oso, medio erguido, representa a Media, animal feroz siempre dispuesto a atacar y nunca satisfecho. El leopardo o pantera, con cuatro cabezas y cuatro alas, simboliza al imperio persa con su gran agilidad para apoderarse de todo el mundo. La cuarta fiera no es identificable, pero es más feroz que las demás. Los dientes de hierro pueden hacer alusión a Alejando Magno y al imperio griego; los diez cuernos aludirían a los sucesores de Alejandro y el cuerno más pequeño sería el perverso Antíoco, quien vence a los otros tres cuernos para hacerse con el poder.

-Las cuatro fieras se suceden en la historia, pero no han sido capaces de mejorar a la humanidad. Por eso es necesario un juicio universal. El anciano es el mismo Dios, con un vestido blanco como símbolo de victoria y de poder; el fuego que de él brota ejecuta la sentencia, sentándose sobre un trono (=tribunal) para juzgar a la vez a todas las potencias de nuestra historia. Por su gran perversidad la última bestia es consumida por el fuego, a las otras tres se les arrebata el poder, pero pueden continuar existiendo.

-En los vs. 13-14 aparece "como un hombre", es decir, una figura humana, un ser no divino que contrasta con las bestias ya descritas y a quien se le concede todo el poder y autoridad que antes poseía Nabucodonosor; su reino no tendrá fin. La interpretación del v. 18 no identifica a este hombre con un ser individual (luego tampoco con el Mesías), sino con la comunidad de Israel, "los Santos del Altísimo" (vs. 18. 22. 27). Y esta comunidad no puede ser un imperio más que se limita a destronar a los anteriores, sino que debe instaurarse con ella una nueva vida que haga posible el reinado de Dios en nuestro mundo, la instauración de una vida humana, la implantación y dominio de la razón sobre la fuerza y la sinrazón.

Reflexiones:

-La sucesión de imperios no ha mejorado la humanidad. Las estructuras políticas, sociales, religiosas... de nuestro mundo son muy distintas; pero toda estructura es poder, y todo poder puede conllevar ferocidad, afán devastador... Por eso, como antídoto a la sinrazón de la fuerza, a la violencia, a las fieras de turno..., debe oírse la voz humana de la razón, debe implantarse un nuevo reino. Esta es la tarea de los nuevos "Santos del Altísimo", la comunidad cristiana que no puede conformarse con implantar un nuevo poder, sino un "modo de vida" distinto.

-Muchos intérpretes han visto en el cuerno pequeño que profería insolencias al Anticristo en oposición a ese "hijo de hombre" a quien identifican con el Mesías. Interpretación que no fluye del texto, pero que es válida como símbolo. El Mesías es el "hijo del hombre" perfecto, no como título, sino como representante más perfecto; la verdadera imagen del padre. De la misma manera el "cuerno" simboliza toda la sinrazón, la brutalidad, lo inhumano.

A. GIL MODREGO
DABAR 1989, 40


 

2.

Comienza aquí la segunda parte del libro de Daniel. Después de los relatos relativos a Daniel y sus compañeros, encontramos ahora las visiones de Daniel, clasificadas según un orden cronológico análogo al de los relatos. La primera visión está contada como un sueño simbólico. Trata de las cuatro fieras y el Hijo del Hombre (vv. 2-14), lo que será explicado por un ángel posteriormente (vv. 15-28). Se quiere presentar a Dios como señor del tiempo y de la historia. Para evocar su presencia el lenguaje de la fe recurre a representaciones simbólicas donde subsisten los vestigios de antiguas mitologías despojadas de su lado negativo: Dios es presentado como un anciano sin edad rodeado de una corte de servidores. Dios queda velado pero se reconoce su presencia y su acción en la historia del hombre. Apocalipsis de consuelo y coraje.

No hay asesor para Dios. El solamente juzga. En el NT, será el Hijo del Hombre el que se constituirá en juez, asistido por los ángeles (Mt 25, 31) y descrito con los rasgos del anciano de Dn 7 (Ap 1, 13-14). Cristo prometerá a sus discípulos participar en esta función judicial (Mt 19, 28; Lc 22, 30). Hay aquí subyacente toda una concepción de la historia de pecado. Todo conduce hacia un juicio final, hacia un gran discernimiento histórico. Aquí se inscriben todas las pruebas que el pueblo de Dios pasará en cualquier tiempo a causa de su fe. El rechazo o aceptación del reino se convertirá en un motivo de discernimiento en el momento último.

v. 13: "una especie de hombre".- Lit.: "un hijo de la humanidad". El simbolismo del hombre se opone aquí al de los monstruos que le han precedido: su venida entre las nubes lo sitúa en un contexto de divinidad. Tenemos aquí una influencia clara de las teofanías del AT en las que Dios aparece en la nube (cf Ex 34, 6; Lev 16, 2; Num 11, 25). La tradición judía posterior lo identificará con el mesías (Parábolas de Enoc, 46), lo que se justifica en un contexto cultural en el que todo grupo se incorpora, de alguna manera, a su jefe. La liturgia, en la misma línea, ve en este Hombre a aquel, que constituye la esperanza del creyente. De ahí que este pasaje, aplicado al triunfo de Jesús, sea también un mensaje de esperanza.

El triunfo de este Hijo de Hombre lleva al creyente a ver reflejada en él su aspiración personal. Así, incluso en el mismo libro de Daniel, se comienza a esbozar el triunfo en categorías de resurrección. El desarrollo ulterior de la revelación no se contentará con mantener esta doctrina. Encontrará un marco muy apropiado para hacer inteligibles la muerte y la resurrección de Jesús. Una prefiguración y una base para comprender la significación de la transfiguración.

EUCARISTÍA 1978, 36


 

3.

El libro de Daniel, impropiamente considerado como "profético", está compuesto por materiales sapienciales y apocalípticos de la época helenística (ss. lII-II aC). En una época de enfrentamiento cultural y religioso entre la cultura sincrética helenística y la cultura tradicional bíblica, el autor quiere animar a sus contemporáneos a mantenerse firmes en la vivencia de la fe y a confiar en el Señor de la historia. Una época paralela a la nuestra, en la que intentamos vivir nuestra fe en un ambiente que no la considera significativa.

El c. 7 pertenece a la parte apocalíptica del libro (c. 7-12). Después de la alegoría de la historia humana bajo la figura de cuatro fieras, la última de las cuales representa al imperio griego (cf. 7,1-8), el autor nos presenta al "pueblo de los santos" bajo una figura humana (el Hijo del hombre) que es elevada hasta la presencia de Dios: el anciano vestido de blanco. El blanco, en el lenguaje apocalíptico, expresa la trascendencia divina.

La comunidad fiel a la alianza, en medio de las pruebas y de la cultura helenística que invitaba a la apostasía, representada en el Hijo del hombre, está llamada a participar de la trascendencia de Dios y a ser su testigo a lo largo de la historia humana. También nosotros somos llamados a ser testigos de Cristo, el verdadero Hijo del hombre, en medio de la sociedad secularizada que invita a dejar de lado a la fe.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 10, 15