35 HOMILÍAS MÁS PARA LA FIESTA DEL
APÓSTOL SANTIAGO
(17-30)
17.
No es fácil hablar del apóstol Santiago patrón de la Iglesia de España.
Porque no es fácil identificar al apóstol de JC, del que nos hablan los
evangelios y el libro de los Hechos, con la imagen que a menudo hemos
hecho de Santiago, patrón de España, guerrero a caballo, guerrero
matamoros. * Qué fiesta celebramos
Es lo primero que hoy debemos afirmar: NO CELEBRAMOS LA FIESTA DE ESTE GUERRERO, de este héroe nacional, SINO LA FIESTA DE AQUEL PESCADOR galileo, hijo de Zebedeo y Salomé, hermano mayor de Juan, el evangelista; uno de los tres apóstoles que los evangelios nos presentan más íntimamente relacionados con JC (Pedro, Juan, Santiago); el primero de los apóstoles que (como escuchamos en la primera lectura) dio su vida en testimonio de su fe en JC.
Es la fiesta, por tanto, del patrón de nuestra comunidad cristiana, pero nuestro patrón no es el hombre de guerra, no es el héroe triunfador, sino un hombre sencillo que creyó en JC, que comunicó pacíficamente su evangelio, que murió como un criminal cualquiera. Curiosamente el evangelio de Mt que hemos leído, nos conserva unas palabras de JC que parecen RESPONDER ANTICIPADAMENTE A ESTA FALSIFICACIÓN que a menudo hemos cometido con la figura de Santiago. Es probable que los hermanos Santiago y Juan fueran, entre los apóstoles, los que pertenecían a una familia económicamente superior. Por ello es natural la ingenua pretensión de su madre, al pedir que también en el Reino de JC (un Reino que aún no habían comprendido) tuvieran los primeros lugares. Pero es la lección final de JC la que nos interesa. Porque la podemos escuchar como dirigida a nuestra Iglesia, a nuestras comunidades, a los cristianos españoles: "el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero, que sea vuestro esclavo; igual que el Hijo del Hombre NO HA VENIDO PARA QUE LE SIRVAN sino para dar su vida".
Estas son las palabras de JC, pero cabe preguntarse si los cristianos de nuestro país no las hemos olvidado al convertir al apóstol Santiago en un personaje MAS SEMEJANTE A LOS REYES Y PODEROSOS del mundo, que no a un sencillo y entregado servidor del Evangelio, más fiel a la palabra y al ejemplo de JC que no a las pretensiones de su madre. Somos nosotros quienes hemos preferido olvidar las palabras de JC para realizar la pretensión de Salomé, la madre de Santiago: ser los primeros, los grandes, no por el camino del servicio sino por el de la imposición, el poder, la guerra, la vanidad, las apariencias. Un camino -hemos de reconocerlo- muy poco cristiano... por más adornos que se le pongan.
Sin embargo no sería justo afirmar que esta actitud ha sido la de todos los cristianos españoles. Hay toda una amplia tradición de auténtico cristianismo, de auténtica fidelidad a JC y a su Espíritu de servicio. A menudo -especialmente en ciertas épocas de la historia de nuestro país- este cristianismo ha coexistido con formas más aparentes que reales de fe, con utilizaciones interesadas de la Iglesia, con deformaciones graves del camino evangélico; pero todo ello no anula la fuerza de autenticidad cristiana existente en los grandes santos de la Iglesia española y presente también en muchos cristianos desconocidos, de ayer y de hoy, seguidores del camino de entrega y de servicio que fue el de JC y el de Santiago.
¿DONDE ESTA LA DIFERENCIA fundamental entre este cristianismo auténtico y su falsificación? La fiesta de hoy puede ayudarnos a verlo con mayor claridad. Se trata de comparar las dos imágenes: la imagen auténtica de Santiago y la imagen falsa. LA IMAGEN AUTENTICA es la de un hombre sencillo, seguidor fiel de JC, entregado al anuncio pacífico del evangelio. La IMAGEN FALSA es la del guerrero con espada, que mata a unos para que ganen los otros. El primero anuncia una palabra de libertad y de vida; el segundo se impone matando a los que se le oponen.
Esta es la diferencia. Y nuestra celebración de hoy debería significar nuestro deseo de fidelidad a la auténtica figura de Santiago apóstol. Que toda nuestra Iglesia sea realmente servidora, comunicadora de vida. Pidámoslo en esta eucaristía.
J.
GOMIS
MISA DOMINICAL 1974, 3b
18.
Frase evangélica: «El Hijo del hombre no ha venido para que le sirvan, sino para dar su vida en rescate por muchos»
Tema de predicación: APÓSTOL DE LA FE
1. Santiago «el Mayor», hermano de Juan -«hijos del trueno»-, fue uno de los tres testigos privilegiados, de entre los Doce, en momentos tan importantes como los de la resurrección de la hija de Jairo, la Transfiguración y la agonía de Jesús. Murió decapitado entre los años 41 y 44. La leyenda lo trajo a España para establecer aquí la Iglesia y concederle prestigio fundacional evangélico. Es nuestro patrón, apóstol de la fe, no «matamoros».
2. «Apóstol» significa «enviado» o delegado para una misión. No es simplemente quien propaga una causa. Así, Cristo es el apóstol del Padre, y los Doce son apóstoles de Cristo. Son designados apóstoles los misioneros del evangelio encargados de testimoniar que el Resucitado es el mismo Jesús de Nazaret que conocieron. Los Doce apóstoles son piedras fundamentales de la Iglesia, encargados de fundar comunidades y de servirlas. Mientras estuvieron con Jesús, su misión consistió en «predicar y arrojar los demonios» (Mc 3,14-15), Después de la resurrección recibieron la misión universal de evangelizar, enseñar, bautizar y guardar lo que les había prescrito el Señor.
3. En un sentido estricto, apóstol es quien ha visto resucitado a Jesús (tiene fe pascual) y ha recibido el mandato de testimoniar su resurrección (es un enviado). La Iglesia se apoya en un testimonio espiritual, no en una dinastía carnal de privilegios o de honores.
REFLEXIÓN CRISTIANA:
¿Qué significa hoy el patronazgo de Santiago en España?
¿Por qué hemos considerado a Santiago «matamoros» más que apóstol de la fe?
CASIANO
FLORISTÁN
DE DOMINGO A DOMINGO
EL EVANGELIO EN LOS TRES CICLOS LITÚRGICOS
SAL TERRAE.SANTANDER 1993.Pág.
315 s.
19.
UN PODER ABSOLUTO ES FUENTE DE CORRUPCIÓN ABSOLUTA
En aquel tiempo se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus dos hijos y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: «¿Qué deseas? Ella contestó: Ordena que estos dos hijos míos se sienten en tu reino, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda».
Esta petición pone de manifiesto el concepto que tenían de «reino». Todavía no habían entendido al Maestro; soñaban con el poder, el gobierno, el triunfo. El Reino de Dios no es una realidad cuantitativa es, más bien, un concepto cualitativo. No es una realidad geográfica o política a la manera de los reinos de este mundo, es una calidad de vida. Mejor que llamarle «reino» sería llamarle «reinado» de Dios. Reinado al que pertenecen todos aquellos que se dejan gobernar por Dios, que ponen sus vidas en sus manos porque se fían más de Dios que de sí mismos.
Ciudadano de ese reino es el que tiene a Dios por único amo, el que sabe relativizar cuanto sea relativizable y absolutiza al único que es absoluto: Dios. Nada más lejano a desear puestos de poder, los que pretenden mandar en nombre de Dios pronto pasan a mandar en nombre propio y acaban confundiendo sus criterios con la voluntad del mismo Dios. Ya no se conforman con usar y abusar del nombre de Dios en vano, sino que no paran hasta utilizar al mismo Dios en provecho propio. Estas gentes llegan, incluso, a matar con buena conciencia, a matar en nombre de Dios y por hacerle un servicio, un favor. Por ellos reza Jesús en la cruz el «Padre perdónales porque no saben lo que hacen».
Pero Jesús replicó: «No sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber el cáliz que yo he de beber?» Contestaron: Lo somos». Él les dijo: «Mi cáliz lo beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo, es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre».
Ser ciudadano o apóstol del Reino es vivir de tal manera la Buena Noticia que propicies a todo hombre el desarrollo intelectual, emocional y espiritual siempre y en todas partes; cualquiera que se te acerque ha de salir del encuentro contigo enriquecido, más persona, más imagen y semejanza de Dios.
Siendo importante la predicación, el decir y el proclamar, para un apóstol, mayor fuerza tiene el hacer, el realizar; pues toda palabra pronunciada carece de valor, de fuerza, y hasta de significado si no va acompañada de la acción, del testimonio. El mejor aval de la palabra son las obras que la siguen. Un hombre no vale lo que dice, sino lo que hace. Es más: si la calidad de los hechos no supera la calidad de los dichos lo mejor es callar.
Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos hermanos.
Los otros diez, el grupo apostólico, no tenían mejor motivación para seguir a Jesús que los Zebedeos: una descarada promoción personal. Todos esperaban algún beneficio de su fidelidad y seguimiento al Maestro. No habían entendido nada, pues todo poder es fuente de corrupción y un poder absoluto fuente de corrupción absoluta. En el Reino que predica Jesús los honores solamente se merecen, nunca se reciben. Es aquí, en este mundo de la política y no/ética, donde los honores se reciben, se compran o se venden e incluso se heredan.
Pero Jesús, reuniéndolos les dijo: «Sabéis que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. No será así entre vosotros: el que quiera ser grande entre vosotros, que sea vuestro servidor, y el que quiera ser primero entre vosotros que sea vuestro esclavo».
Siento una instintiva desconfianza por todo aquel que desea alcanzar algún tipo de poder, me dan miedo; con ellos me siento incómodo, me paralizan todo intento de aproximación, de acercamiento, de encuentro. Siempre tengo la impresión que me quieren comprar o, al menos, no tendrían ningún escrúpulo por venderme o traicionarme. Ante ellos nunca me siento «alguien», no paso de ser «algo» a utilizar. Estas gentes no pueden entender el «reino» en el que uno llega a ser rico al hacer donación de sí mismo y donde la palabra poder se traduce por servicio, pues lo que importa es servir y no mandar, (mandar sí, sólo con el ejemplo), como Cristo nos enseñó.
La vocación cristiana es una llamada, un tirón, al servicio desinteresado para ayudar a vivir, a transmitir pasión por la vida hasta hacerla agradable a Dios: un «sacrum facere», un sacrificio.
No nos llamó a ejercer poder alguno. El apóstol cristiano no es el que legisla en nombre de Dios, sino el que vive la Buena Noticia e ilumina la conciencia de los que la providencia ha puesto en su camino, a su alcance, a su alrededor. Al apóstol no le queda más camino que el de ser perseguido por los poderes de este mundo.
Evangelio y poder son términos antagónicos. Entiendo por poder la capacidad de decidir por otra persona, la pretensión de pensar por ella y la posibilidad de obligarle al acatamiento y a la sumisión, que no hay que confundir con obediencia Evangelio y poder son términos antagónicos porque la ciudadanía del «reino» es directamente proporcional a la capacidad de entrega y desprendimiento del hombre. De una vez y por todas: creyente no es el que posee a Dios y, por ende, le pertenece su reino; sino todo lo contrario: el creyente es patrimonio de Dios y de su reino, a ellos se debe, se da y se entrega
BENJAMÍN
OLTRA COLOMER
SER COMO DIOS MANDA
Una lectura pragmática de San Mateo
EDICEP. VALENCIA-1995.Págs. 106-108
20.
Para los pueblos de España, la fiesta de hoy es importante: Santiago es su
Patrono principal. Un patrono es un santo que consideramos cercano por
algún motivo, al que tomamos como ejemplo de vida evangélica y confiamos
que interceda por nosotros.
El nuestro es un apóstol, hermano de Juan, pescador de Betsaida y uno de los tres más cercanos que acompañaron a Jesús en momentos tan importantes como la Transfiguración y la crisis del Huerto. A la hora de la predicación, habrá que tener en cuenta que los datos del NT -su llamada por Jesús, su seguimiento, su proceso de maduración, su martirio- son más ciertos y sólidos que los que luego añadió la tradición: que Santiago predicó la fe en España (la Hispania de entonces), y que, después de su muerte, su cuerpo fue llevado hasta Galicia, en la parte más occidental de Europa, en concreto a Santiago de Compostela.
EL PRIMER APÓSTOL MÁRTIR
Muy pronto supo la primera comunidad lo que iban a ser la persecución por el nombre de Jesús. Las autoridades religiosas les prohibían hablar de él, pero no lograron hacerles callar: "Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor". El rey Herodes Agripa I, para congraciarse con los judíos, "hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan". Era la Pascua del año 44.
La misión de un apóstol es muy noble: anunciar a todos la gracia del Señor y llevarlos a la fe. Pero este "tesoro" lo lleva en frágiles "vasijas de barro". Pablo sabe mucho de eso: apreturas, acosos, golpes. Sabe lo que es "llevar en el cuerpo la muerte de Jesús", aunque está plenamente confiado en que "también la vida de Jesús se manifestará en su cuerpo". Las oraciones recuerdan con reverencia cómo se verificó esto en Santiago: Dios "consagró los primeros trabajos de los apóstoles con la sangre de Santiago" (colecta), "el primer apóstol que participó en el cáliz redentor de Cristo" (ofrendas), "testigo predilecto, el primero entre los apóstoles que bebió el cáliz del Señor" (prefacio).
NOSOTROS, TESTIGOS EN EL MUNDO DE HOY
Quienes nos alegramos de tener a Santiago como patrono, debemos aprender de él a dar valiente testimonio de Cristo en medio de una sociedad preocupada por otros valores. A él no le dejaban hablar del Resucitado, pero "obedeció antes a Dios que a los hombres" y siguió anunciándole hasta la muerte.
¿Cómo reaccionamos ante la pérdida de la fe y ante las dificultades, más o menos solapadas, que nos pone la sociedad a los cristianos? ¿Nos dejamos acobardar, o, de verdad, "obedecemos antes a Dios que a los hombres"? El ejemplo de Santiago nos invita a ser fieles a Cristo y a difundir esta fe en torno nuestro. Que sea cierto cuanto pedimos en la misa: "Que por su martirio sea fortalecida tu Iglesia y, por su patrocinio, España se mantenga fiel a Cristo" (oración colecta), y que "con su guía y patrocinio se conserva la fe en España y en los pueblos hermanos, y se dilata por toda la tierra" (prefacio). Hemos de estar dispuestos a dar este testimonio -en la familia, en el mundo laboral, en la política, en el campo profesional- incluso cuando de por medio haya, como ha anunciado Pablo, humillaciones, y renuncias. Igual que Santiago, que se dejó conquistar por Cristo y fue su testigo con todas las consecuencias.
LA MADURACIÓN EN LA FE
Hay otra lección que podemos aprender de Santiago: su proceso de maduración espiritual. En el evangelio no se ocultan algunos rasgos no demasiado favorables a él. Como su hermano Juan, aparece en la escena de hoy ambicioso, buscando grandeza y poder. La petición la pone Mateo en labios de su madre, Salomé, pero no andarían lejos ellos, para irritación de los demás apóstoles, que también hubieran querido pedir lo mismo. Además, por temperamento, Santiago era más bien impetuoso. Cuando un pueblo de Samaria no los quiso acoger, él y su hermano querían hacer bajar fuego del cielo sobre aquella región, y Jesús les tuvo que calmar, porque actuaban como "hijos del trueno". Pero luego estos apóstoles, animados por la Pascua de Cristo y la fuerza del Espíritu, fueron madurando en su fe y así pudieron llegar al estilo de humildad servicial que les había enseñado Jesús, porque los discípulos, como el Maestro, no están "para ser servidos", sino "para servir", y deben ser los últimos, los servidores de los demás, si quieren, de verdad, ser primeros.
¿Qué actitudes antievangélicas deberemos nosotros corregir para ir adquiriendo la mentalidad y el estilo de vida de Cristo Jesús? ¿Somos violentos como "los hijos del trueno"? ¿Somos ambiciosos e interesados? Este proceso de maduración es la mejor "peregrinación" y "camino" que podemos emprender los patrocinados por Santiago. A la vez que nos alegramos por su fiesta, hemos de aprender las lecciones que nos da: como él tuvo que dejar atrás las miras de prestigio y de poder, para pasar a una actitud de servicio y testimonio, también nosotros debemos ir madurando en nuestro seguimiento de Cristo.
J.
ALDAZÁBAL
MISA DOMINICAL 1998, 10, 7-8
21.
- La tradición del pueblo cristiano
Si preguntáramos a los que aquí estamos: "¿Qué sabemos de Santiago, el apóstol?". Saldrían diferentes aspectos, que sumados nos darían una visión bastante completa de la figura del santo cuya fiesta hoy celebramos, por ser el patrón de España. Se recordaría: que fue el primer apóstol de Jesús que por él dió la vida; que con Pedro y con Juan era uno de los predilectos del Maestro; que había sido pescador junto con su hermano Juan en el lago de Galilea, siendo ambos hijos del Zebedeo... Todos estos datos los encontramos en el Nuevo Testamento.
Hay otros, quizás más populares, que sólo se basan en la tradición: que fue el primer apóstol que predicó en España; que fue animado por la Virgen Maria cuando, junto al río Ebro de Zaragoza, desesperaba por ser su labor infecunda; que sobre su caballo blanco capitaneaba a las tropas que con la cruz por estandarte reconquistaban las tierras de España ocupadas por los moros... Pero estos detalles no son tan importantes ni tienen una base histórica como los primeros. Nos vamos a quedar, pues, sobre todo, con la información que obtenemos de los libros del Nuevo Testamento, y en concreto, con lo que hemos oído en los textos que acabamos de escuchar.
- Hizo decapitar a Santiago
Leíamos en el libro de los Hechos de los Apóstoles, donde se narra la historia de los primeros cristianos, lo siguiente: "En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor con mucho valor y hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo". Esto significa que se habían tomado por fin en serio la misión que Jesús les confió de seguir sus pasos, de imitar su ejemplo, anunciando de palabra y obra el Reino de Dios. Y por eso, precisamente, porque hacían como su Señor, también molestó su comportamiento a las autoridades que habían perseguido a Jesús hasta matarlo. Y en el texto se habla de la sangre y de la muerte de Jesús.
Aquellos que pensaban: "Muerto el predicador, se acabará su mensaje", se daban cuenta de que aquello que consideraban un veneno que debían erradicar, a pesar de haber crucificado a su portador, continuaba propagándose por medio de sus seguidores. Y eso les incomodaba porque ponía en duda su liderato, hacia tambalear la religión judía que unía al pueblo, dividía a las gentes y eso les hacia perder fuerza ante el invasor romano. Por eso concluía el texto: "Ellos al oír esto se consumían de rabia y trataban de matarlos, y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan".
- El que quiera ser grande, sea vuestro servidor
La fe es un tesoro. Y hoy hacemos bien en agradecer que formamos parte de un pueblo que ha recibido de sus antepasados ese tesoro siempre defendido, aunque a veces por medio de procedimientos a veces no muy acertados. Pero ese tesoro que se nos ha confiado y ahora nos toca a nosotros salvaguardar, "lo llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene de nosotros". Bien cierto es que corremos siempre el riesgo de quebrarlo, de echarlo a perder. Como los mismos apóstoles. Aquel que celebramos como patrón, el apóstol Jaime (o en versión gallega Sant Yago, ya que en Galicia se venera su sepulcro) aspiraba no al martirio, sino a ocupar un lugar de privilegio en el Reino que Jesús prometía instaurar.
El evangelista san Mateo pone esa petición en boca de la madre de los Zebedeos, Santiago y Juan. Parece que así disculpa a sus compañeros, porque san Marcos en su texto dice claramente que fueron ellos dos personalmente quienes osaron pedir a Jesús tal privilegio. Mateo les hace un favor al disimular su vana pretensión, y al atribuirla a su madre quiere disculparlos, pues ¿qué madre no aspira a lo que cree mejor para sus hijos? Pero fuera quien fuera el que hizo la petición, lo que importa es la respuesta de Jesús. No sale de él reproche alguno. Conoce nuestra condición, aquello de "las vasijas de barro". Pero declara abiertamente cuál es el camino a seguir para ser su predilecto, para merecer un puesto a su lado: el servicio, la disponibilidad total. "El que quiera ser primero entre vosotros, que sea vuestro servidor".
- En la Ultima Cena nos dio ejemplo
SERVICIO/V: Hay una bonita frase que resume muy bien el mensaje fundamental de los textos bíblicos de hoy. Aquella que dice: "No sirve para vivir, el que no vive para servir". Es un juego de palabras, que contiene una verdad fundamental que resume el mensaje y la vida de Jesús y de todo aquel que pretenda seguirle. No merece vivir, el que no se pone al servicio de los demás.
Pidámoslo hoy para todos. Que cada uno en su tarea, sepamos ejercer nuestra responsabilidad no buscando el aplauso ni el privilegio, sino el servicio. Pidámoslo ahora que recordamos la última cena de aquel que siendo el Maestro y Señor lavó los pies de los discípulos, para darnos ejemplo y para que también nosotros lo hagamos así. Que así sea.
EQUIPO-MD
MISA DOMINICAL 1998, 10, 11-12
22.
Fueron innumerables las dificultades que pasó la comunidad de discípulos.
Jesús las encaró con sencillez y decisión. Una de esas dificultades se
refería a las pretensiones de poder. Los discípulos veían en Jesús un
líder que después de liberarlos de los romanos les iba a repartir los
principales cargos. Jesús confronta duramente esta pretensión. El bien
sabe que es la tentación en la que han caído todos los poderosos y opresores.
Jesús quiere que su comunidad vea la vida en otra perspectiva.
La nueva perspectiva que presenta Jesús se refiere a la lógica del Reino de Dios. En ella no hay cabida para las ambiciones. El afán de tener poder, dinero y prestigio ciega a la persona humana y la fuerza a darle la espalda a Dios.
Jesús quiere una comunidad que sea crítica ante los poderosos. Comunidad de hombres y mujeres solidarios con los más pobres. De modo que el que quiera ser el primero, debe serlo en el servicio y la fraternidad. El que quiera poder, debe ser poderoso en misericordia y compasión.
No pocas veces vemos que también algunas iglesias y comunidades cristianas son lugares en donde se dan fuertes contiendas por alcanzar el poder; eso es tan viejo como el ser humano, es muy "natural"; pero nosotros debemos ser distintos, con la novedad del evangelio, sin caer en la tentación que hipnotiza a los ambiciosos.
SERVICIO BIBLICO LATINOAMERICANO
23.
- Testimonio de la resurrección
En las lecturas de hoy hay una frase clave para entender el sentido más hondo -más propiamente cristiano- de esta fiesta del recuerdo y celebración del apóstol Santiago, el primero de los Doce que entregó su vida en el martirio, el apóstol que desde hace siglos es considerado patrono de los cristianos que peregrinamos en España. Es la frase con que se iniciaba la primera lectura, de la narracción del libro de los Hechos que nos habla de los comienzos de la Iglesia. Decía: "Los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor".
- Santiago según los evangelios
Cuando actualmente se beatifica o canoniza a un cristiano tendemos a presentarlo como una mujer o un hombre tan ejemplar, tan modélico, que resulta una suma de cualidades sin defecto alguno. Es -creo- un problema, porque difícilmente puede ser ejemplo y modelo para cada uno de nosotros alguien perfecto, sin sombras. En cambio, con los apóstoles -afortunadamente- no sucede lo mismo. Los evangelistas tuvieron el bueno tino, la inteligencia cristiana, de no esconder ni disimular los defectos, la humanidad, de los apóstoles. Por eso pueden ser para nosotros los grandes ejemplos.
De Santiago no se nos escamotea -por ejemplo- que tenía un ímpetu excesivo, rozando la intolerancia: cuando la gente de un pueblo de Samaria no quiso acogerles, propuso pretenciosamente a Jesús "hacer bajar fuego del cielo" para achicharrarlos. O, según hemos escuchado hoy, quizá porque los hermanos Santiago y Juan venían de una familia algo más acomodada económicamente que la mayoría de los apóstoles -eran de clase media, diríamos hoy-, o porque se sabían especialmente queridos por Jesús (ellos, con Pedro, son los escogidos para ser testigos de la Transfiguración, y luego de la crisis en el huerto de Getsemani), quizá por eso o por su modo de ser, se atreven a pedir ser los primeros, ocupar los sitios de honor, en el Reino de Jesús.
- Creemos en la Iglesia "apostólica"
Pero, fueran como fueran, con sus defectos personales, desde los inicios de la historia de esta comunión de fe que llamamos Iglesia, y luego a través de los siglos, los hemos reconocido y venerado como los grandes santos, las piedras fundamento de nuestra fe (lo que dijo Jesús de Pedro, "sobre esta piedra edificaré mi Iglesia", de algún modo puede decirse de todos los apóstoles).
¿Por qué? Precisamente, por aquellos que escuchábamos en el inicio de la primera lectura. Porque ellos fueron los testigos y los transmisores de lo más importante, de lo más decisivo para nuestra vida cristiana: el testimonio de la resurrección del Señor Jesús. Por eso afirmamos en el Credo que creemos en "la Iglesia apostólica", es decir, en la comunión de fe, esperanza y amor que se basa en el testimonio de aquellos hombres sencillos, con sus defectos, pero muy honestos, que fueron los apóstoles. Que firmaron su testimonio entregando su vida hasta el martirio. Y, el primero, el pescador de Galilea, Santiago, hijo de Zebedeo, hermano de Juan.
- ¿ Cómo podemos proseguir aquel camino ?
De todo esto hace siglos. Pero aquel camino que ellos honesta y generosamente iniciaron, sigue hoy. Lo seguimos, nosotros, hoy. Y quizá la pregunta final que podríamos hacernos es: ¿cómo cada uno de nosotros, nuestras comunidades cristianas, mejor podemos proseguir el camino entonces iniciado? Me parece que la respueta la hallamos en el evangelio que hemos proclamado. La palabra decisiva de Jesús es servir. Ante el intento, entre ingenuo y pretencioso, de Juan y Santiago, de conseguir honor y poder -un intento que, la Iglesia, los cristianos, ayer y aún hoy, renovamos y repetimos-, la respuesta de Jesús es rotundamente clara: desechad el camino del poder, del honor, del imponerse, y seguid el del servicio humilde y eficaz a los demás.
Así, si la Iglesia de Jesús hoy, desde el papa y los obispos, los sacerdotes y religiosos, todos los cristianos, cada una de nuestras comunidades, sirve y ayuda, con sencillez y mucha buena voluntad, sin anhelar poder y honor, así, daremos testimonio de la resurrección de Jesús, Señor viviente del amor comunicado de Dios Padre. Así, día tras día, en los umbrales del año 2000, como el pescador Santiago en el año 44, seguiremos el buen camino de nuestro guía y maestro, Jesús resucitado
EQUIPO-MD
MISA DOMINICAL 1999, 10 17-18
24.
Pocas veces nos encontramos en las lecturas de la misa, y en la lectura de la vida, con una evolución tan positiva como la de hoy en la persona del apóstol Santiago. Pero, para entenderlo mejor, el orden de las lecturas debiera ser hoy el contrario al que nos señala la liturgia. Empezando por el evangelio, que ha sido la tercera lectura, y acabando con la primera, que era del libro de los Hechos de los Apóstoles.
- La evolución espiritual de Santiago
No se puede decir que la figura del apóstol Santiago quede muy bien parada en el evangelio de hoy. Hallamos en él a una persona que busca -¿y quién no lo hace?- situarse en la vida cómodamente. Tanto él como su hermano Juan, por boca de su madre -las madres siempre igual...-, quieren asegurarse un puesto en el Reino. Esto significa que Santiago creía que en el Reino de los cielos las cosas van como en los reinos de la tierra. Lo importante consistía en reservarse un buen puesto de mando, y si era necesario se utilizaban todo tipo de influencias, de tanta tradición entre nosotros. En definitiva, se trata de lo que sigue haciéndose tantas veces hoy, e incluso -¡Dios no lo quiera!- quizás en la misma Iglesia.
En cambio en la primera lectura leíamos que Santiago fue el primero, pero no el primero en mandar, sino el primero en dar la vida por la fe y por Jesucristo.
¿Qué había sucedido entre lo que nos dice en el evangelio y lo que nos dice la lectura de los Hechos de los Apóstoles? Algo tan importante como que Santiago, con el resto de los apóstoles, había recibido la fuerza del Espíritu Santo y había recorrido el mismo camino que san Pablo nos narra en la segunda lectura: camino de contradicciones y de persecuciones, camino de avances y de pequeños logros. A veces "nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan, estamos apurados, pero no desesperados... llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús, para que también la vida de Jesús se manifieste en nuestro cuerpo". Muerte y vida van cincelando en nosotros la figura de Cristo.
El comprobar cómo él evolucionó tan positivamente, debe ayudarnos a nosotros a salir de nuestro inmovilismo, y analizar en qué aspecto podríamos avanzar, aunque sea en algo aparentemente insignificante
• Santiago y Europa
Una antigua tradición nos dice que en Santiago de Compostela se halla el sepulcro del Apóstol. Durante la Edad Media, Santiago con el sepulcro de su Apóstol, junto con Roma con el sepulcro de Pedro, y Jerusalén con el sepulcro vacío del Señor, motivaron una corriente de peregrinaciones que favoreció una cierta unión de los países de la futura Europa. La ruta de Santiago fue a la vez un espacio de oración y de cultura. Basta contemplar las preciosas obras de arte románico surgidas a lo largo del camino. Después de muchos años de haberlo visitado, cualquier peregrino retiene en su mente el bello sueño de perfección que es, por ejemplo, Frómista.
Esta Europa entera que se extiende desde el Atlántico hasta los Urales, como tantas veces ha recordado Juan Pablo II y ahora empiezan a reconocer las naciones, no ha de ser tan sólo una unidad de tipo económico sino una intercomunicación cultural y también una puerta abierta a Jesucristo, respetando -evidentemente- la libertad religiosa.
Creo que es oportuno hoy rezar por nuestra vieja Europa, para que no se ahogue en la esterilidad del consumismo sino que halle nuevas ilusiones para seguir construyéndose, y se acaben las luchas en el mismo corazón del continente. Es demasiado bella Europa para permitirse el lujo de autodestruirse. Oremos a Santiago por Europa.
El camino de Santiago ha sido, especialmente el pasado año, una lección para muchos peregrinos que lo recorrieron a pie. Caminar llevando en la mochila lo imprescindible, dormir en modestos albergues a lo largo de la ruta señalizada, encontrarse con franceses, alemanes, brasileños, etc. con gentes de culturas diferentes. Llegar a Santiago, participar en la misa de la catedral y abrazar la imagen del apóstol, ha comportado para la fe de muchos un descubrimiento enriquecedor del espíritu y quizás una ocasión para darse cuenta de que no todo se reduce a los "euros" en nuestro continente.
FREDERIC
RÁFOLS
MISA DOMINICAL 2000, 9, 45-46
25.
Hoy es una fiesta importante para toda la Iglesia. Se trata de la fiesta de un apóstol. A lo largo del año, la Iglesia hace memoria de cada uno de los Doce, de aquellos que fueron "testigos de la resurrección de Jesús" y le acompañaron "mientras convivió con nosotros, desde que Juan bautizaba, hasta el día de su ascensión" (Hch 1,22). En ellos, la Iglesia fundamenta su fe y su crecimiento, tal como expone la carta a los Efesios: "Edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo" (2,20), y tal como queda descrito en la visión del Apocalipsis: "La muralla de la ciudad se asienta sobre doce piedras, que llevan los nombres de los doce apóstoles del Cordero" (21,14). La Iglesia, que se confiesa santas católica y "apostólica", vive las fiestas de los apóstoles como muy "suyas", muy propias. Las fiestas de los apóstoles, como la de hoy, son muy eclesiales. Y así es como, también, ha de ser vivida por nosotros.
CERCANO A CRISTO Y A NOSOTROS
Pero nosotros nos encontramos hoy ante un doble motivo de fiesta. El apóstol Santiago nos resulta muy cercano. Si no por su predicación en tierras hispanas, al menos por el lugar donde se venera su sepulcro, en Compostela. De su culto entre nosotros tenemos testimonios ya del siglo VIII. La tradición, por tanto, en este caso tiene un peso considerable. Santiago nos resulta cercano, al tiempo que como apóstol resulta próximo a Cristo. A lo largo de estos últimos domingos, en cuyos relatos evangélicos se nos ha hablado de la primera misión de Cristo confiada a los Doce y de la intimidad de vida de los Doce con el Señor, hemos ido viendo que Santiago era uno de los que vivían esta proximidad con Jesús. Si, además, consideramos que él fue uno de los apóstoles que vivieron más de cerca momentos significativos de la vida de Jesús (la curación de la suegra de Pedro, la resurrección de la hija de Jairo, la transfiguración y la agonía en Getsemaní), podemos alegrarnos de que sea precisamente uno de los apóstoles que "estuvo" tan cercano .a Jesús aquel que la tradición nos ha asignado a nosotros. Podemos afirmar que, de manera singular, por medio de él, sentimos muy próximas las palabras de Jesús y su obra de salvación.
INTERCESOR A FAVOR NUESTRO
Santiago nos resulta cercano no sólo a causa del legado de la tradición, sino también por ser el patrono de las tierras hispanas. Los patronos no lo son sólo para que conmemoremos festivamente el día de su memoria litúrgica, sino para reclamar ?hoy y siempre? su intercesión. Los patronos ejercen el oficio de velar con particular solicitud por nosotros, por nuestra vida, por nuestras necesidades. Por ello, no sólo los consideramos ejemplares para nuestra vida cristiana, sino que, confiando en su poderosa intercesión celestial, recurrimos a ellos implorando ayuda y apoyo.
En esta línea, los textos de la liturgia de hoy nos indican cuál debe ser nuestra súplica a Santiago a la hora de concretar su intercesión en nuestro favor. El prefacio nos recuerda que "con su guía y patrocinio se conserva la fe en España y en los pueblos hermanos y se dilata por toda la tierra"; por ello, en este mismo sentido, la colecta nos invita a pedir que "por su patrocinio, España (nuestro pueblo) se mantenga fiel a Cristo". Al apóstol Santiago, heraldo del Evangelio y de la resurrección de Cristo porque "tenia el mismo espíritu de fe" (2 lectura), le pedimos que el don de la fe y el testimonio que de ella hemos de dar en todo lugar estén siempre vivos entre nosotros. Así lo pedimos para nosotros y para los que viven en esta tierra puesta bajo su patrocinio.
BEBIÓ EL CÁLIZ DEL MARTIRIO
No podemos olvidar al celebrar a Santiago que, a pesar de las pretensiones de hacer carrera en el Reino por medio de peticiones maternas muy desatinadas (evangelio), bebió, en su momento y confirmando su predicación evangélica, el cáliz del Señor. Fue uno de los primeros (colecta y oración sobre las ofrendas) que dió testimonio de la fe con el martirio (1 lectura).
En la solemnidad de Santiago, por tanto, obtiene un especial sentido la memoria de los mártires que el Año jubilar nos invita a hacer. "La Iglesia del primer milenio nació de la sangre de los mártires", afirma la Tertio millenio adveniente, 37. Y añade, también: "Los hechos históricos nunca habrían podido garantizar un desarrollo de la Iglesia como el verificado en el primer milenio, si no hubiera sido por aquella siembra de mártires y por aquel patrimonio de santidad que caracterizaron a las primeras generaciones cristianas". Por eso, a punto de iniciar el tercer milenio, .somos invitados a hacer memoria de los mártires, recordando que "ellos son los que han anunciado el Evangelio dando su vida por amor" y son "signo de ese amor más grande que compendia cualquier otro valor" (Bula del Jubileo, 13). Que la memoria del martirio de Santiago fortalezca, pues, nuestra fe y haga que consideremos como primer valor de nuestra vida el amor a Cristo y a su Evangelio.
JOSEP
URDEIX
MISA DOMINICAL 2000, 9, 41-42
26. 2002
COMENTARIO 1
vv. 20-21: Entonces se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos
para rendirle homenaje y pedirle algo. 21El le preguntó: -¿Qué deseas? Contestó
ella: -Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu
derecha y el otro a tu izquierda.
Aunque es la madre quien se acerca a Jesús, la petición es de los Zebedeos
mismos (22: «no sabéis lo que pedís»). Esto muestra que el deseo de preeminencia
expresado en la petición les viene por herencia, es propio de la tradición del
judaísmo.
«Cuando tú reines / seas rey»: sentido activo de basileia, «ser rey», «ejercer
la realeza» (cf. 3,2). A pesar de las repetidas predicciones de Jesús, los
discípulos no pierden la esperanza de verlo como monarca davídico en Jerusalén.
La primera predicción ocasionó la oposición de Pedro (16,21ss) y el
correspondiente aviso de Jesús (16,24-28). Después de la segunda vuelve a
retoñar la ambición (18,1) y Jesús les da otra lección (18,2-10). A la tercera
predicción sigue la petición descarada de preeminencia (20,21). Los dos
discípulos siguen interpretando la subida de Jesús a Jerusalén como un
acontecimiento triunfal y quieren ser asociados al ejercicio del poder,
ocupando los primeros puestos en el reino. Se ve el distinto sentido que tiene
la subida a Jerusalén para Jesús y para los discípulos: para él es subir a la
gloria (cf. 26,64) a través de su muerte por los hombres (26,28); para ellos,
subir hacia la gloria humana.
vv. 22-23: Pero Jesús replicó: -No sabéis lo que pedís: ¿sois capaces de pasar
el trago que voy a pasar yo? Le contestaron: -Sí lo somos. 23É1 les dijo: -Mi
trago lo pasaréis, pero el sentarse a mi derecha o a mi izquierda no está en mi
mano concederlo más que a aquellos a los que mi Padre se lo tenga preparado.
La respuesta de Jesús a los dos hermanos hace ver que éstos no habían
comprendido el sentido de su realeza ni, por tanto, de su mesianismo. La manera
de estar asociados a ella es participar de su pasión y muerte.
«Pasar el trago», lit. «beber la copa», locución semítica figurativa (cf. Is
51,17; Lam 4,21) que, como la castellana, denota una prueba dolorosa.
Conceptualmente, bastaría traducir «pasar la prueba», pero la frase idiomática
«pasar un trago» es más fiel, por inspirarse en la misma metáfora de «beber».
La copa o trago volverá a aparecer en Getsemaní, donde Jesús experimentará gran
dificultad en aceptar la prueba (26,39). Esta copa será la que ofrezca a los
suyos en la cena (26,27). El será rey en la cruz, a través de su pasión y
muerte, y ellos deben asociarse a su suerte; se manifiesta el sentido extensivo
de la expresión «el Hombre»/«el Hijo del hombre» (17,22; 20,18).
Los dos discípulos están dispuestos a todo con tal de conseguir el poder, como
los antiguos israelitas daban la vida por conquistar la tierra prometida. Jesús,
en cambio, va a hablarles de dar la vida como servicio (20,28), y esto ellos no
lo aceptarán (cf. 26,40s.43).
Jesús les asegura que pasarán por su misma prueba, según el compromiso que todo
discípulo hace al seguirlo (16,24). Sin embargo, ocupar los primeros puestos no
depende de él, sino del Padre. No es que éste tenga a algunos predestinados para
ello, la razón es otra. Seguir a Jesús significa para el discípulo avanzar en la
condición de hijo de Dios; siguiendo a Jesús va recibiendo el Espíritu que lo va
convirtiendo en hijo. Solamente el Padre puede apreciar el punto en que se
encuentra cada uno en esta relación bilateral con él; por eso los puestos están
preparados para aquellos que él sólo conoce.
v. 24: Los otros diez, que lo habían oído, se indignaron contra los dos
hermanos.
Fuerte reacción de los otros diez. La mención de dos (v. 21) y diez (v. 24)
recuerda el cisma de Israel (1 Re 12). El deseo de poder causa división en el
Israel mesiánico, como la había cansado en el antiguo Israel.
vv. 25-28: Jesús los reunió y les dijo: -Sabéis que los jefes de las naciones
las dominan y que los grandes les imponen su autoridad. 26No será así entre
vosotros; al contrario, el que quiera hacerse grande sea servidor vuestro 27y el
que quiera ser primero sea siervo vuestro. 28Igual que el Hombre no ha venido
para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos.
Instrucción de Jesús. La alusión a los jefes de las naciones puede aludir a la
petición hecha por Israel de «un rey que nos gobierne, como se hace en todas las
naciones» (1 Sm 8,5). Tal es la concepción mesiánica de los discípulos. Por eso
Jesús los previene contra ella. El dominio y la opresión que ejercen los jefes y
grandes del mundo están desterradas de la comunidad mesiánica. La grandeza o la
primacía no son consecuencia del dominio, sino del servicio (cf. 18,4). Jesús
va a demostrar su realeza dando su vida para liberar a los hombres; aquel cuyo
servicio se parece más al de Jesús es el que está más cerca de ese rey y ocupa
el primer puesto en su comunidad. El mismo se pone por modelo. La realización de
«el Hombre» no se verifica porque someta a otros y sea servido por ellos, sino
porque él mismo sirve dando su vida en ese servicio. Vuelve a aparecer la
segunda condición del seguimiento: «cargar con la cruz» (16,24). El fruto de
este servicio y muerte es liberador para la humanidad.
27.
COMENTARIO 2
El texto evangélico de la fiesta de Santiago, el hijo de Zebedeo, nos obliga a
dirigir nuestra atención a la consideración de la primacía en la comunidad
eclesial. Precedentemente en el evangelio, Santiago había sido colocado ocupando
los primeros lugares. Junto a su hermano Juan sigue inmediatamente a Pedro y
Andrés en la recepción de la llamada y en el seguimiento de Jesús (4, 21-22) y
el mismo orden se reproduce en la lista de los Doce (10, 2-4).
Este pasado es entendido por él y su hermano como fuente de privilegio como se
refleja en la petición que la madre de ellos dirige a Jesús, petición en la que
ellos concuerdan como aparece en la respuesta de Jesús que la atribuye a una
voluntad común: “No saben lo que piden”.
Esa búsqueda de preeminencia de la que participan madre e hijos los lleva a
buscar los puestos más honrosos en el Reino que Jesús que va a inaugurar:
“Dispón que cuando tú reines estos dos hijos míos se sienten uno a tu derecha y
otro a tu izquierda” (v. 21b).
En su respuesta, Jesús comienza por señalar la incomprensión y ceguera
fundamental propia de ese intento. Y comienza a deshacer ese malentendido con
una pregunta sobre la disponibilidad a aceptar la “copa” de la Pasión (cf Mt 26,
39) y del sufrimiento” que deberá él mismo padecer.
La respuesta afirmativa refleja que los hermanos están dispuestos a cualquier
prueba en vistas a la obtención de la preeminencia. Y ante esa respuesta Jesús
les asegura que pasarán por la misma prueba, que es la suerte normal de los
discípulos de Jesús (cf Mt 10, 22), pero afirma que la preeminencia es cuestión
atinente del Padre quien es el único que puede discernir el grado de asimilación
a Jesús, presente en cada discípulo.
Madre e hijos, por consiguiente, no han conseguido el objetivo anhelado. Y al
descubrir su pretensión suscitan la reacción de los otros Diez que comparten los
mismos deseos de preeminencia. Esta ha sido, por tanto, el camino más directo
para llegar a la división comunitaria y ha introducido un elemento disgregador
en el Israel mesiánico.
Jesús debe entonces precisar el sentido de su misión y de la misión de la
comunidad tomando como punto de referencia la forma en que el poder es
comúnmente ejercido en el entorno comunitario.
En ese entorno, el poder se concibe como fuente de privilegios y de satisfacción
de intereses personales. Los “jefes” y los “grandes” se aprovechan de los demás.
Y luego de esa constatación Jesús propone del auténtico modo de ejercer la
autoridad en el interior de la comunidad. “Ustedes”, es decir los pequeños que
siguen a Jesús, no deben dejarse contagiar por lo que puede observarse en el
comportamiento de los dirigentes de la estructura social. La búsqueda de
preeminencia no debe dirigirse a la obtención de honores sino a la asimilación
de la práctica de Jesús. Este ha demostrado su voluntad de servicio y este
servicio le llevará hasta la entrega de la propia vida. La misma actitud debe
ser asumida por el discípulo que intente alcanzar la preeminencia. Asumir la
forma de siervo y de esclavo es la única forma de subir en esta nueva escala
social.
Santiago apóstol es entonces el prototipo de todo hombre que debe dejar los
intereses propios y los de su madre y abrirse a la invitación de Jesús para
conformar su suerte con la suerte de éste.
1. J. Mateos-F. Camacho, El evangelio de Mateo. Lectura comentada, Ediciones
Cristiandad, Madrid
2. Diario Bíblico. Cicla (Confederación Internacional Claretiana de Latinoamérica)
28. DOMINICOS 2003
Santiago el Mayor y el Menor
Entre los discípulos y apóstoles de Jesús había dos Santiagos: el menor, que fue
obispo de Jerusalén, era pariente de Jesús de Nazaret; y el mayor, hijo del
trueno, era hermano del apóstol Juan.
Hoy celebramos la fiesta de Santiago el Mayor, protomártir de entre los
apóstoles de Cristo. Los restos mortales de Santiago el Mayor, Zebedeo, hijo del
trueno, son los que decimos, según la tradición, que se encuentran y veneran en
Santiago de Compostela.
A los hermanos Santiago y Juan, los Zebedeos, hijos de Salomé, los llamaban
también hijos del trueno, porque su carácter valiente, impetuoso, les llevaba a
actuar con manifiesta audacia.
Las lecturas de la Misa en el día de hoy nos hacen revivir dos hechos
importantes: primero, el martirio de Santiago, protomártir entre los apóstoles;
segundo, el atrevimiento de los Zebedeos, Santiago y Juan, pidiendo a Jesús un
puesto de relieve en la vida del nuevo reino.
ORACIÓN DE SÚPLICA :
Pues que siempre tan amado
fuiste de nuestro Señor,
Santiago, apóstol sagrado,
sé hoy nuestro protector. Amén.
Palabras de audacia
Hechos de los apóstoles 4, 33.5.12.27-33;12,1:
“En aquellos días, los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor
con mucho valor.. Detenidos por los guardias, los condujeron a presencia del
Consejo, y el Sumo sacerdote les interrogó: ¿no os habíamos prohibido enseñar en
nombre de ese Jesús? Respondieron: hay que obedecer a Dios antes que a los
hombres …Los del consejo, al oír esto se consumían de rabia y trataban de
matarlos, y el rey Herodes hizo decapitar a Santiago, hermano de Juan”.
Testimonio y documento austero: los apóstoles dan testimonio de Cristo;
capturados, los llevan a la cárcel, pero en cuanto los dejan libres reinciden en
su testificación valiente; las autoridades religiosas judías buscan su muerte; y
el rey, para complacerlas, decapita a Santiago. Son datos elocuentes.
Segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios 4,7-15:
“Hermanos: este tesoro (de la fe, de la misión, de la vida en gracia} lo
llevamos en vasijas de barro, para que se vea que una fuerza tan [como la de
mantenerse en las adversidades de la predicación] es de Dios y no proviene de
nosotros. Nos aprietan por todos lados, pero no nos aplastan... Cuantos más
reciban la gracia, mayor será el agradecimiento, para gloria de Dios”.
Papel-misión del apóstol de Cristo: estar en disposición de jugarse la vida en
cualquier momento por el Señor; no por propia virtud, sino con absoluta
confianza en la fuerza de Dios.
Evangelio según san Mateo 20, 20-28:
“Un día se acercó a Jesús la madre de los Zebedeos con sus hijos, y se postró
para hacerle una petición. Él le preguntó: ¿qué deseas?. Ella contestó: ordena
que estos dos hijos míos se sienten en tu Reino, uno a tu derecha y el otro a tu
izquierda. Pero Jesús le replicó: no sabéis lo que pedís. ¿Sois capaces de beber
el cáliz que yo he de beber? Contestaron: lo somos. Él les dijo: mi cáliz lo
beberéis; pero el puesto a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí
concederlo; es para aquellos para quienes lo tiene reservado mi Padre...”
Lección de vida: se pide a Jesús puestos de honor y gloria, y Jesús ofrece beber
su cáliz de amargura y de valor y de audacia; y los apóstoles, en la nube del
misterio, pero confiados, responden: Sí, Señor, iremos y beberemos el cáliz
contigo.
Momento de reflexión
Comunidades apostólicas.
En todas las comunidades cristianas de los primeros siglos se consideraba un
honor que la semilla de la Palabra y el inicio de la organización eclesial
estuviera vinculada a los apóstoles en persona o a alguno de los discípulos del
Señor.
Las comunidades españolas en Cataluña, Andalucía o Aragón, por ejemplo, no eran
una excepción.
Aunque el hecho de la presencia del cuerpo de Santiago en Galacia se pone de
relieve tardíamente, la vinculación de la Iglesia en España con el Apóstol ha
tenido especiales frutos de conversión, evangelización, santificación. Nuestra
Iglesia es fruto de la sangre de los primeros discípulos del Señor.
Conciencia apostólica.
Para nosotros, lo más importante es poseer conciencia clara de tres verdades:
que Jesús fundó una Iglesia, con su sangre, vida y doctrina, en un momento
determinado de la historia; que en esa Iglesia el papel de los apóstoles fue
fundamental; y que todos hemos de sentirnos unidos a ellos y movidos a imitar la
generosidad de su entrega testimonial hasta el martirio. Eso es lo que
especialmente hemos de revivir en nuestra peregrinación y celebración de fe en
Santiago de Compostela.
Hagamos, pues, memoria de ello con el texto del Prefacio de la Misa:
“Dios, Padre nuestro: Santiago, tu testigo predilecto, anunció el Reino que
viene por la muerte y resurrección de tu Hijo; Él, primero entre los apóstoles,
bebió el cáliz del Señor; Él, con su vida y patrocinio conserva la fe en los
pueblos de España; Él hace que esa fe se dilate por toda la tierra, y alienta a
los que peregrinan para que lleguen finalmente a ti...” Seas bendito por los
siglos.
29. CLARETIANOS 2003
Durante estas semanas veraniegas, varios conocidos míos están haciendo el camino de Santiago. Hacer “el camino” se ha convertido en una práctica habitual. “Oye, ¿y tú todavía no has hecho el camino?”. El miércoles recordamos que hasta Brígida de Suecia lo hizo hacia mediados del siglo XIV. He oído muchos testimonios sobre la eficacia espiritual de esta práctica en tiempos como los actuales.
Pero hoy, con camino o sin él, la liturgia nos propone centrar nuestra atención en la figura de "Santiago, apóstol", el primero de los Doce en derramar su sangre por el Maestro, en beber su cáliz. El mensaje es nítido. Seguir a Jesús no significa tanto repetir sus palabras, o hacer sus milagros, cuanto dar la vida como él la dio. Por tanto, en el discernimiento acerca de qué es cristiano, el criterio definitivo es el de “dar la vida”. Sigue verdaderamente a Jesús quien entrega su vida.
Hace unas días, en conversación el prior de la Trapa de Venta de Baños, él me decía que a menudo desfilan por el monasterio personas que “saben mucho” de oración, “mucho más que yo”, reconocía él. Han leído a Santa Teresa y San Juan de la Cruz. Se han asomado a los místicos alemanes e ingleses del XIV, sintonizan con prácticas budistas ... y, sin embargo, sienten que no “entran en el Misterio”. Él me decía, con una sonrisa pícara, que el asunto no consiste en saber mucho sino en “torcer el corazón” hacia el estilo de vida de Jesús. Pretender “entrar” en su misterio y, al mismo tiempo, llevar una vida lejana a la suya es imposible.
Santiago es de los que sigue a Jesús porque muere
como él. Esto hay que trabajarlo despacio para que no se indigeste.
Gonzalo (gonzalo@claret.org)
30. Viernes 25 de julio de 2003
2 Cor 4, 7-15: Llevamos en el cuerpo la muerte de Jesús
Salmo responsorial: 66, 2-3.5.7-8
Mt 20, 20-28: Ordena que estos dos hijos míos se sienten…
No son nuestros méritos sino la gracia de Dios la
que funciona.
Las madres creen que sus hijos son siempre los mejores y que merecen todos los
honores y los primeros puestos. El cariño mal entendido nos hace mirar todo
desde nuestros propios intereses y nos hace cometer injusticias con los demás.
Esta mujer tenía que haber escuchado a Jesús en muchas oportunidades y, si no
ella, por lo menos sus hijos, deberían haber aprendido la lección que el Maestro
les había ido dando al compartir con ellos la vida. Cuando la madre hace la
petición los hijos la secundan y le responden a Jesús que son capaces de beber
del cáliz que Él va a beber. Con esta respuesta se colocan por encima de los
demás, creen que los otros compañeros no están en condición de hacer lo mismo y
demuestran su ansias de poder, su ambición.
La respuesta de Jesús es muy simple: aunque ustedes beban mi cáliz, esos honores
no me corresponde a mí concederlos; son para aquellos a quienes el Padre los
tiene reservados. La salvación es un don gratuito no se gana por los esfuerzos
que hagamos, por eso no debemos colocarnos en el lugar de la madre ni de los
hijos del Zebedeo, porque terminamos despreciando a los demás y creyendo que
somos los más dignos de salvación. En el Reino de los Cielos no hay tráfico de
influencias, allí no se va a tener en cuenta quiénes somos, de qué familia
venimos, qué esfuerzos hicimos ni de quién somos amigos; allí reina la pura
gratuidad de Dios. Estamos acostumbrados a utilizar «palancas» o «influencias»
para alcanzar nuestras metas y objetivos en la sociedad. Ante el Padre ni
siquiera Jesús nos sirve de palanca.
Jesús invierte la forma de pensar de sus discípulos: no es haciendo méritos ni
buscando los puestos importantes ni los primeros asientos como crecemos según la
perspectiva del Reino, sino buscando el último lugar, sirviendo a los demás,
entregando la vida para que los otros tengan vida. Jesús les pone entonces el
ejemplo de los jefes y de los grandes de este mundo que oprimen y gobiernan las
naciones como señores absolutos, y les dice que entre ellos no ha de ser así.
Cuando emprendemos el camino espiritual es necesario reconocer que aún seguimos
inmersos en la mentalidad del mundo que nos rodea. El hecho de ser cristianos no
nos aísla del ambiente en que nos movemos. Por eso no es infrecuente encontrar
en las comunidades cristianas hombres y mujeres con deseo de poder para aplastar
a los demás, como hacen los grandes y poderosos de este mundo.
Mt. 13, 18-23
Dificultades en la comunidad de Mateo.
La explicación de la parábola del sembrador nos muestra las dificultades que
atravesaba la comunidad de Mateo. La mayoría de sus miembros eran hombre y
mujeres que habían sido formados dentro de la tradición religiosa judía, además
con el transcurso del tiempo otras personas con diferente formación y manera de
pensar y de diferentes estratos sociales, fueron agregándose también.
Los judaizantes marcaron la ética y la práctica pastoral y litúrgica de la
comunidad, su espíritu judaizante era un obstáculo para la comprensión del
mensaje y podía arrancar de raíz lo sembrado en el corazón. Es muy difícil sacar
de la mente y del corazón el aferramiento a la tradición judía marcada
expresamente por el legalismo y el formalismo ritual que se enfrentaba con el
espíritu de Jesús abierto a la justicia, al amor y a la misericordia. Podemos
entonces imaginarnos los choques con quienes no procedían de esta tradición.
Otra dificultad era la falta de formación, de personalidad y de firmeza en la fe
de algunos de la comunidad que cualquier viento de doctrina los podía zarandear
fácilmente y en el momento de la dificultad y de la prueba podían sucumbir con
facilidad. Además los ricos y algunos nobles habían comenzado a hacer parte de
la comunidad cristiana de Mateo y como era de esperar, iban a sentirse
fuertemente las diferencias con los más pobres, el interrogante era entonces:
cómo seguir a Jesús sin dejar de ser rico? Interrogante que hasta hoy no ha
tenido ninguna respuesta, aunque el evangelio mismo la propone cuando habla del
joven rico. La explicación de la parábola refleja en parte esta situación cuando
dice la seducción de las riquezas ahoga la palabra. Pero también encontramos
hombres y mujeres comprometidos con el mensaje de Jesús, respondiendo
sinceramente desde sus capacidades y produciendo el treinta, el sesenta o el
ciento por ciento.
SERVICIO BÍBLICO LATINOAMERICANO