43 HOMILÍAS MÁS PARA LA FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN
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1. M/ESPERANZA  M/ADV  M/PD 

Adviento: ¿espera o esperanza? María, modelo de esperanza. Deseó con tantas ansias la venida del Salvador que mereció ser ella la que lo llevara en sus entrañas.

Deseó con tales ansias la manifestación gloriosa de Jesús que fue llevada a su encuentro en toda la plenitud de su ser, en su asunción corporal.

María lleva a feliz término el largo adviento del pueblo de Dios, Israel. Ella concentra en su persona la esperanza más depurada de todo su pueblo. En ella se cumplen las profecías mesiánicas y su esperanza se convierte en posesión. Es la puerta -Janua coeli- que nos introduce en la Nueva etapa de la Historia de la Salvación: el tiempo de Cristo y de la Iglesia.

María es la primera redimida, la primera creyente, la primera santificada y glorificada de la Iglesia de Cristo. Y esta grandeza de María tiene su punto de partida en su concepción inmaculada. "María es la imagen purísima de lo que la Iglesia misma, toda ella, ansía y anhela ser" (Sacrosanctum Concilium, 103).

La Madre del Salvador es una figura del Adviento -Ntra. Sra. del Adviento- y su inmaculada concepción es el primer destello en la raza humana de la venida salvadora de Dios. Nunca ningún pecado manchó a María, ni siquiera el pecado original. María es la primera y la más perfecta de entre los salvados.

-María es modelo de nuestra vocación cristiana

Como ella un día aceptó la palabra de Dios y acogió en sí el Espíritu de Dios y engendró de su carne a Cristo, así también cada uno de los cristianos ha de realizar su vocación aceptando dócilmente la palabra de Dios, acogiendo en su vida al Espíritu de Dios y continuando en el tiempo la encarnación de Cristo.

-De la misma manera que María, proclamada dichosa por su fe, su obediencia, su esperanza, puso punto final al adviento precristiano, dando a luz al "Deseado de la Promesa", así también ha recibido la misión -"he ahí a tu hijo"- de preparar la venida incesante a la Iglesia y a toda la humanidad del "Deseado de todas las naciones".

-Llevar a Jesús y darlo al mundo. El mundo espera. El mundo no hace más que esperarlo, porque todos los afanes de los hombres tras el dinero, el poder, el éxito, el amor, todo esto son afanes tras de Jesús, sin saberlo, equivocándose de camino y provocando palabras de decepción cuando caen en la cuenta de que no han encontrado lo que buscaban.

-El "sí" de María a la palabra de Dios expresa un compromiso total, una confianza absoluta en el amor y en el poder de Dios que la hace salir de sí misma y colgar toda su vida -no en su razón ni en sus fuerzas- sino en la palabra de Dios. Y este compromiso total de una sencilla muchacha con la Palabra de Dios compromete también el destino de la humanidad. Consigue que acabe el tiempo de la Promesa y comience el tiempo de la Realidad. Consigue que termine el tiempo de la Espera y se inaugure el tiempo del Cumplimiento. Consigue poner en el mundo al Descendiente de la Promesa, al Deseado de las naciones.

Los cristianos deberían tener una conciencia más clara de lo que sucede cuando nos reunimos para celebrar la Eucaristía. La participación de la Palabra y del Cuerpo de Cristo es algo que produce la unión más íntima posible con Cristo vivo. Por esto, el "sí" pronunciado en el momento de esta participación eucarística es el que compromete de una manera más profunda a los cristianos. Deberían comprometer toda su vida -por encima de su razón y de sus fuerzas- con este Cristo que se les hace presente en su Palabra y en su Cuerpo y comprometerían también el destino de su vida.

-Debiéramos revisar qué creemos y cómo lo creemos. Quien no cree en la posibilidad de un mundo justo, libre y fraterno, no puede ser capaz de creer en la Inmaculada.


2. P-O/M  ARBOL/MANZANA

-Marcados por el pecado desde el principio.

Hoy, la fiesta que celebramos y las lecturas que hemos escuchado nos invitan ante todo a fijarnos en aquella narración tan antigua y tan conocida, la historia de los primeros padres, del primer pecado, de este pecado que se transmite de persona a persona y que llamamos pecado original.

Todos sabemos ya que esta explicación del árbol prohibido, la manzana, la serpiente... más que una historia propiamente dicha es más bien eso: una explicación sobre los principios de la vida humana sobre la tierra, y sobre todo, una manera de explicar también el porqué de los grandes problemas, las grandes limitaciones que tenemos los hombres: el pecado, el mal, la muerte. Y esta explicación quiere hacernos caer en la cuenta -y para eso precisamente fue escrita, para que el pueblo de Israel también se diera cuenta de ello- de que desde el principio, desde que el hombre es hombre, esa tendencia de ir cada uno a lo suyo, la tendencia a buscar el interés propio sin pensar en nada más, la tendencia a creer que somos lo más importante del mundo y que lo que es bueno para nosotros es bueno para todos..., esa tendencia nos ha marcado, y ha roto la armonía y la paz y la felicidad que los hombres estaban llamados a vivir, y ha convertido la vida humana en tristeza, en limitación, en muerte.

Eso nos quiere explicar el libro del Gn.: Adán y Eva, los primeros padres, pensaron que comiendo de aquel fruto serían como dioses. Es decir, creyeron, y escogieron y desearon ser ellos los dueños de todo, el criterio último de todo.

Quisieron tener el poder de dictaminar lo que era bueno y lo que era malo. Quisieron ser ellos los que impusieran para siempre lo que había que hacer y lo que no, y no quisieron prestar atención al plan de Dios, a los proyectos de Dios.

Cuando el Gn nos narra que Dios prohibió comer del árbol de la ciencia del bien y del mal, nos quiere decir eso: que Dios no quería que los hombres se considerasen los propietarios particulares del bien y del mal; no quería que este o aquel hombre llegara a decir: "eso es bueno, y eso es malo, porque lo digo yo, porque es lo que yo quiero, porque es lo que a mí me va bien, y los demás que se aguanten". El plan de Dios, el proyecto de Dios, era otro, y no andaba por los caminos de la autosuficiencia y la insolidaridad sino por los caminos del amor, de la paz, de la armonía.

Y los hombres, desde el principio, rompieron este proyecto de Dios, y así estropearon toda la historia humana. Y esta ruptura, esta marca que desde el principio los hombres pusieron en la historia, ha llegado hasta nosotros. Es eso que llamamos "pecado original". Porque también nosotros venimos marcados por esa ruptura, ese mal, ese pecado.

-Liberados por Jesucristo.

Pero no se trata tampoco ahora de quedarnos así, lamentándonos por estar marcados de ese modo. Porque precisamente nuestra fe nos dice que esta marca, esta ruptura, Dios no la ha querido para siempre; Dios no ha permitido que los hombres estuviéramos para siempre condenados a no poder levantarnos del mal que desde el principio nos ata. Y por eso, al final de la misma lectura que nos hablaba de la condena de los primeros padres, hemos oído el anuncio que Dios hacía: de la estirpe de la mujer, iba a surgir alguien capaz de destruir el mal y la muerte, y de rehacer la vida de los hombres. Alguien, un hombre como nosotros, JC. Alguien, JC, el que esperamos durante este tiempo de Adviento, que iba a deshacer estas cadenas de mal y de muerte que inmovilizan a los hombres, e iba a abrir de nuevo el camino que Dios quería para todos: el camino del amor, el camino de la paz, el camino de la unidad entre los hombres. Él, JC, un hombre como nosotros, un hombre que es el Hijo de Dios, reconstruyó ese camino: amando totalmente, hasta dar la vida. Y así ahora los hombres, si lo seguimos -empezando desde el momento en que recibimos el bautismo que nos une a él- podemos aprender de nuevo a amar, podemos liberarnos de las ansias de dominio que llevamos dentro, podemos caminar de nuevo hacia el Reino de Vida que Dios tiene preparado.

-María.

Por JC. Por JC, que es el hijo de María. Por JC, que se hizo presente en este mundo gracias al amor, a la fidelidad, a la generosidad de aquella muchacha de Nazaret que se llamaba María, y que hoy recordamos en esta fiesta. Porque Dios quiso -y eso es lo que celebramos hoy- que María, la que tenía que traer a JC al mundo, la que tenía que ser el camino por donde entrase el que liberaría a los hombres del mal y del pecado, fuera totalmente, ya desde el principio, un camino limpio, un camino libre del mal y del pecado que Jesús venía a borrar.

Por eso decimos que María es inmaculada: ella, por gracia de Dios, nació libre de la marca del pecado. Y eso, por encima de todo, es para nosotros un estímulo para apuntarnos de verdad, convencidamente, a la senda que JC ha abierto. Es decir, para apuntarnos a la senda del amor, que es capaz de dashacer y borrar el desbarajuste de nuestra historia.

J. LLIGADAS
MISA DOMINICAL 1980, 23


3. CR/HIJO-DE-D CR/H-NUEVO

Cuando cualquier Pedro Pérez de nuestros días recibe la visita de un ángel, se siente turbado y desconcertado. Hablo de un ángel en su sentido pleno, y no según la imaginería: vestido de azul y alitas de pluma. Hablo de un ángel: de un enviado de Dios, normalmente a través de su Iglesia. Los enviados de Dios calzan zapatos o playeras, visten corbata o vaqueros, son calvos o melenudos, fortachones o enfermizos. Saben lo que es el paro, la enfermedad, el pecado. Conocen las dificultades de la vida en familia o del trabajo en equipo. Pueden ser sacerdotes o seglares cargados de pobrezas y limitaciones. Y aunque Dios tiene poder de enviar mensajeros espirituales, suelen valerse de hombres y mujeres de carne y hueso.

Cuando cualquier Pedro Pérez recibe la visita de un mensajero en la cocina de casa o en un cuarto de estar, en unos ejercicios, en una catequesis, en una convivencia, en unos encuentros o en la misa del domingo, se siente desconcertado:

-Animo, hermano; el Señor está contigo. Tú no eres una hoja que se lleva el viento, sino un ser creado a imagen y semejanza de Dios. Dios te ama. Ni un segundo de tu vida difícil escapa a la mirada amorosa del Padre. Dios te ama hasta el punto de enviar a su Hijo al mundo, en carne como la tuya, para vivir tus mismos problemas, excepto el pecado, pero incluso la tentación. Para entrar en la muerte y vencerla.

Y más, dice el enviado. No sólo Dios te ama, sino que te convoca a ser hijo suyo. En tu propio yo va a engendrarse un hombre nuevo que encarne y anuncie en el mundo la salvación de Dios.

-Pero, ¿qué estás diciendo? Tú no me conoces. Yo soy un hombre orgulloso, egoísta, sensual, amante del dinero, flojo de voluntad...

-No temas: el Espíritu Santo vendrá sobre ti y el Poder de Dios te fecundará: por eso lo que nazca de ti no será un fariseo ufano de su conducta, juzgador y condenador. Lo que nazca de ti será un hijo de Dios, un cristiano.

Dichoso el que, en un primer paso a la Fe, diga humildemente: "Que se cumpla en mí esa palabra". Porque lo que ha dicho el Señor se cumplirá. (...).

"Un hombre nuevo" anuncian políticos, sociólogos o filósofos. ¡Un hombre nuevo! El Génesis nos dice hoy algo más que un cuento para niños de parvulario. Nos cuenta la rotura del proyecto humano y nos anuncia su restauración: la Inmaculada, la Purísima. Nos cuenta el Génesis cómo soy cada día tentado a "alcanzar sabiduría", a realizarme como persona y a construir una sociedad señora del bien y del mal, marginando a un Dios rival y celoso que, convertido en enemigo, es lo mismo que si no existiera.

Cada día sufre aquí el hombre su desnudez y su fracaso. No lo soporta. Tiene necesidad de cargar culpas al cónyuge, a los políticos, a los curas, a los jóvenes, a los viejos, a los sindicatos, a la izquierda, a la derecha...

Oprimidos el hombre y la sociedad por el pecado, viviendo la soledad y la frustración, ausente Dios y convertido el prójimo en enemigo... he aquí la Noticia entroncada en el Adviento: El Hijo de la Mujer quebrantará el poder del Tentador.

Es María, la Inmaculada. La Mujer Nueva en cuyo seno la Palabra hecha carne será Jesús, el Hombre Nuevo. Es la Iglesia, la mujer perseguida por la Bestia, con poder de engendrar por la fuerza de la Palabra y del Espíritu, un hombre nuevo.

A ti se te convoca, hermano, para ser también restaurado y enviado al mundo como Iglesia, en misión paralela a María. No te desconciertes por la Noticia. No es un favoritismo de Dios contigo. Es que sabe Dios cuánto necesita el mundo de hoy de testigos enviados que proclamen, no sus propias virtudes, sino el Poder Salvador de Dios. Que griten a todos los vientos para que se escuche: "El Señor se fijó en la pequeñez de su siervo e hizo en mí maravillas. ¡Gloria al Señor!

MIGUEL FLAMARIQUE VALERDI
ESCRUTAD LAS ESCRITURAS
COMENTARIOS AL CICLO C
Desclee de Brouwer BILBAO 1988.Pág. 16


4. M/DISPONIBILIDAD M/FE 

"El Señor llamó al hombre y le dijo: ¿Dónde estás? (en hebreo se emplea una sola palabra: Ayéka). Este contestó: oí tu ruido en el jardín, me dio miedo..., y me escondí" (/Gn/03/09-10).

El hombre no se ha dejado encontrar a la hora de la cita con Dios, se ha sustraído al riesgo del encuentro y del diálogo. Ahora finalmente existe una criatura que se deja encontrar, responde a aquella primera, comprometida pregunta que aún resuena en el aire:

-Heme aquí... soy la esclava del Señor.

Dios ha encontrado a alguien que dice sí. Dios ha encontrado, sobre todo, a una criatura dispuesta a recibir, antes incluso que a dar.

Una criatura libre de preocupaciones egoístas, vaciada de sí misma, que ha desterrado el orgullo, repudiado el amor propio, y se ha convertido en pura acogida.

No es una criatura vacía. Sino una criatura que ha sabido hacer el vacío. María es aquella que ha permitido a Dios hacer... de Dios, de obrar libremente en ella.

Muchas personas religiosas aparecen obsesionadas por saber lo que deben hacer por el Señor.

La Virgen ha descubierto que lo primero que tiene que hacer un creyente, es... dejar hacer a Dios, dejarse hacer por él, ser tomada por él, abandonarse al poder de su Espíritu. (...).

"... Y el ángel se retiró".

Siempre me ha impresionado este detalle de la página de Lucas en la anunciación. Ciertamente no es un fin alegre. En todo caso es un fatigoso y comprometido inicio.

María queda sola. Ya no habrá ninguna comunicación extraordinaria. Ningún mensaje que le dé garantías y elimine las dudas. Debe hacer el camino con la ayuda de la propia fe, como nosotros, no con la asistencia especial del ángel.

También en su vida saltarán los por qué. Y deberá llegar a la luz a través de las tinieblas más espesas, no a través de las respuestas más aseguradoras.

El ángel ha cumplido su misión. Ha terminado de hablar. De ahora en adelante la Virgen tendrá que preguntar a los aconteceres de cada día para saber algo. Como todos los mortales.

Y cada vez que diga sí -incluso antes de haber entendido- profundizará en el misterio de la propia existencia. A cada sí, responde un aumento de conocimiento. El abandono confiado llega antes que el razonamiento. La acogida precede a la investigación. Se conoce el camino... recorriéndolo. Se encuentra la verdad... haciéndola.

He aquí la paradoja que marca el itinerario de la fe de la Biblia y que la Virgen ha vivido hasta las últimas consecuencias.

Así pues, el sí es también para nosotros la palabra, quiero decir la oración decisiva.

María, concédenos ser más acogedores frente al don que viene del amor. Aprémianos para no retardar en exceso nuestra respuesta.

ALESSANDRO PRONZATO
EL PAN DEL DOMINGO CICLO B
EDIT. SIGUEME SALAMANCA 1987·Pág. 274


5. M/DEVOCION

Siempre que hablamos de la Virgen María, debemos situarnos en la perspectiva señalada por el C. Vat-II (M/VAT-II) en la Constitución Lumen Gentium: "El Concilio exhorta encarecidamente a los teólogos y a los predicadores de la divina palabra que se abstengan con cuidado tanto de toda falta de exageración como también de una excesiva estrechez de espíritu, al considerar la singular dignidad de la Madre de Dios". Esta advertencia del Concilio hemos de tenerla muy presente hoy, que celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de María -conocida también como la fiesta de la Purísima-, ya que fácilmente podríamos caer o bien en una falsa exageración de esta prerrogativa de María, o bien en una minimización de su importancia.

-Los "privilegios" de la Virgen son el ideal de todo cristiano

Lo que llamamos privilegios o prerrogativas de la Virgen María (su concepción inmaculada, su maternidad virginal, su exaltación en cuerpo y alma al cielo, etc.), no debemos verlo como si se tratara de algo tan excepcionalmente maravilloso, que de hecho alejara a María de nosotros e incluso la apartase de la Iglesia misma. Según la enseñanza del concilio Vat. II, todo lo que se da en María, hemos de considerarlo como una realización perfecta de lo mismo que se da en todo cristiano y en la Iglesia entera. Clarísimamente lo afirma el documento que el Conc. dedicó a la liturgia: "La Iglesia venera con amor especial a la bienaventurada Madre de Dios, la Virgen María, unida con lazo indisoluble a la obra salvífica de su Hijo; en Ella la Iglesia admira y ensalza el fruto más espléndido de la redención y la contempla gozosamente como una purísima imagen de lo que ella misma, toda entera, ansía y espera ser". Podemos decir, por tanto, que los "privilegios" (M/PRIVILEGIOS) de María constituyen también el ideal de todo cristiano.

El que esta fiesta de la Inmaculada se celebre siempre en pleno tiempo de adviento, nos ayuda mucho a no desvincular a María de nosotros, porque nos obliga a no desvincularla de Cristo ni de la Iglesia: el tiempo de adviento está centrado en la perspectiva del Señor que viene, y de la Iglesia que camina hacia su consumación. Fijémonos en los textos bíblicos que acabamos de escuchar: todos nos hacen ver el lazo entre Cristo, María y la Iglesia. La promesa de la victoria final sobre el pecado, que hemos leído en la primera lectura -sacada del libro del Gn, se refiere a Cristo, "estirpe de la mujer", a toda la comunidad de creyentes, y a María, la Mujer por antonomasia, primicias de la redención.

En la segunda lectura, S.Pablo nos ha dicho que todos los cristianos estamos llamados a ser "santos e irreprochables" ante Dios, ya que participamos de la santidad de Cristo, manifestada de un modo único en María, que es la primera redimida. En el evangelio, S. Lucas nos ha descrito el origen histórico de la primera venida de Cristo al mundo, en que María desempeñó un papel tan decisivo: papel que sigue realizando ahora, que la Iglesia y todos los cristianos nos hallamos en constante expectación de las continuas venidas del Señor.

-Todos estamos llamados a ser :"puros e inmaculados"

María es inmaculada porque participa totalmente de la salvación de Cristo. La Iglesia también es inmaculada porque participa de la misma salvación, aunque cada uno de sus miembros participamos en ella en diverso grado, y todos estamos expuestos todavía a las caídas y al pecado. Celebrar la fiesta de la Inmaculada no quiere decir, por tanto, extasiarnos únicamente ante la pureza de María. Quiere decir comprender que lo que llamamos "privilegio" de María también es una gracia nuestra, forma parte de nuestra vocación cristiana: todos estamos llamados a ser, como María, puros e inmaculados.

Estar llamados a esa santidad inmaculada significa, ciertamente, luchar sin cesar contra todas las manifestaciones del pecado en nuestras vidas y en nuestras comunidades. La Iglesia es santa, como María, pero está formada por pecadores.

Por tanto, debemos luchar eficazmente para que vaya desapareciendo el rostro tenebroso de la Iglesia y aparezca cada vez con mayor claridad su verdadero rostro. Ello no tiene nada que ver con la pretensión de ser o de aparecer como puros, como separados de los demás hombres y mujeres. Muy al contrario: del mismo modo que la santidad de María se manifestó a través de una existencia ordinaria y sin brillo aparente, así también nuestra "pureza" debe realizarse en una existencia sencilla y humana, muy cerca de todos, y en especial de los oprimidos.

El último sínodo mundial de obispos nos habló de la vocación a la santidad que tienen los laicos. María, que fue una laica, es el ejemplo permanente de esta vocación universal a la santidad.

-La eucaristía expresa nuestra aspiración a la santidad

Es una vocación a la santidad la que ahora nos impulsa a continuar la celebración de la eucaristía. Sin ninguna clase de falso orgullo, pero con la plena conciencia de que Dios "nos hace dignos de servirle en su presencia" (plegaria eucarística II), nos disponemos a presentarle, por medio de su Hijo JC y recordando a la Virgen María, nuestra acción de gracias y nuestro sacrificio de alabanza.

J. LLOPIS
MISA DOMINICAL 1987, 22


6. P-O/QUE-ES CREACION/MAL 

¿Qué significa el pecado original y el hecho de que María fuera eximida de él? Los hagiógrafos partían de una constatación evidente: en el mundo en que ellos vivían había más cantidad de mal que lo que debiera ser la suma de todas las malas voluntades contemporáneas. Es decir, había una especie de "hamartiósfera" o ámbito del pecado, en cuyo interior nacían y se desenvolvían los individuos, que lógicamente quedaban de alguna manera contaminados "ab origine". Había que buscar una interpretación coherente de este hecho.

Dado el sentido comunitario y el concepto de solidaridad que ellos tenían, les resultaba muy fácil el concebir la existencia de una especie de "pecado estructural". Los individuos del clan familiar o tribal no son absolutamente libres; se ven constreñidos por las exigencias de una vinculación solidaria. En este contexto, para los hagiógrafos era evidente que el pecado de ciertos miembros representativos del clan dejara una huella estructural que marcara negativamente la historia posterior del grupo. La genialidad de los autores del relato genesíaco consistió en idear la forma en que expresaron lo que era su verdadera y profunda intención: la unidad de la aventura humana, la solidaridad universal de la especie frente al pecado y el mal.

Nosotros, educados en la lucidez individualista del derecho romano, tenemos dificultad en comprender lo que los hagiógrafos quisieron decir en su relato genesíaco. ¿Cómo puedo yo arrastrar un pecado original que no es un pecado "individual" mío? Educados por otra parte en el ontologismo aristotélico de Grecia, tenemos dificultad de comprender el pecado original sin darle un estatuto metafísico, sin cosificarlo. Sin embargo, para un israelita, el pecado -por lo menos, y desde luego el pecado original- era una realidad objetiva -hablando en términos modernos- o una estructura social.

El pecado original era para ellos una especie de atmósfera que viciaba la existencia de los individuos desde su primer momento. Era algo así como ese venir al mundo con una malformación congénita, ese venir de fábrica ya inclinados más fácilmente al mal que al bien, al egoísmo que al amor. ¿Por que nos sale de dentro ("ab origine", no en sentido cronológico, sino en sentido diacrónico) antes un estilo de vida cerrada y egoísta que una manera de vivir abierta y en donación? ¿Por qué el hombre está torcido originariamente y se inclina antes a la desconfianza (querer ser "como Dios" y "frente a Dios") en vez de inclinarse espontáneamente a reconocer y aceptar fiducialmente a Dios (querer ser "de Dios" y "para Dios"), verdadera posibilidad fundamental y fundamentante de la misma realidad del hombre? Este es el problema. Los hagiógrafos han encontrado un modo genial de presentarlo. Y tratan de dar una explicación coherente dentro de un género literario sapiencial y profético, y no histórico (esto es muy importante). Y la explicación o interpretación que ellos dan justifica a Dios: la creación, y con ella el hombre, salió perfecto de las manos de Dios. En la creación las cosas no vienen de fábrica trastornadas originalmente. Es el corazón del hombre, seducido por el mal, el causante de esta desviación, original incluso.

Dios no ha hecho las cosas así, ni quiere que sean así, por eso la maldición del pecado, del egoísmo, de la rebeldía frente a Dios. Sin embargo, las cosas están así, y el río de la humanidad, por causa del pecado del hombre, está contaminado desde su fuente, desde lo más original nuestro. Lo cual no deja de ser una interpretación balbuciente de un misterio que sigue siendo misterio. No se trata de una explicación científica o histórica que deshaga el misterio. -María ha sido preservada del pecado original. También es un misterio que creemos en la fe. Como dogma diríamos que es una adquisición relativamente tardía en la conciencia de la Iglesia. Santo Tomás, dependiendo de San Agustín, negaba la posibilidad de la Inmaculada Concepción, ya que dependiendo ambos de las concepciones biológicas precientíficas de la época respecto a la sexualidad, pensaban que el pecado original se transmitiría por el semen del varón en la fecundación de la mujer. Ello hacía que una concepción inmaculada (exenta de pecado original) fuera posible en el caso de Jesús, no en el caso de María. Cuando el concepto teológico del pecado original se ha desprendido de tales adherencias la Iglesia ha podido pensar y descubrir en su conciencia la certeza dogmática de la concepción inmaculada de María. En el s.XIII no hubiera sido posible tal descubrimiento dogmático: era precisa una reformulación teológica del pecado original. No parece muy acertado pensar que en 1854, con motivo de la declaración dogmática, la doctrina del pecado original haya tocado techo y deba permanecer por los siglos petrificada, aunque aceptamos claramente el contenido profundo de lo que se ha llamado "evolución coherente de los dogmas".

María ha sido eximida de un modo misterioso del pecado original. Frente a la rebeldía del querer "ser como Dios", ella ha elegido originalmente el querer "ser de Dios y para Dios". Frente a las ambiciones imposibles y frustrantes, ella ha escogido el camino de la plena adhesión radical y original a Dios. "He aquí la esclava del Señor". Para preparar el camino al Señor, irrumpió con María en el mundo un estilo nuevo. Ella es ya nueva criatura, originalmente, sin restauración. Y todo ello, "en vistas a Jesús", que es el verdadero hombre nuevo del que ella misma participa.

Ella fue eximida del pecado original. Y con su originalidad ella introdujo en el mundo a Jesús, como condenación absoluta del egoísmo y de la rebeldía. Nosotros no hemos sido eximidos del pecado original. Respiramos su atmósfera, estamos empapados de sus aguas contaminadas. Si el pecado es no sólo individual, sino colectivo, estructural, si está cuajado en el sistema y en las estructuras, creer en el pecado original implica una lucha por su eliminación, un combate denodado contra el pecado colectivo, contra las estructuras del pecado y del mal. Ella lo hizo. Nosotros debemos hacerlo.

DABAR 1976, 3


7. P-MUNDO/P-O

-LLENA DE GRACIA

Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo. Dios ha querido una atmósfera acogedora, libre de pecado, para su Hijo, y pensando en esta misión importantísima ha hecho lo que parece imposible, excluir a María del pecado que se transmite y heredamos en la historia del mundo. La que iba a ser Madre de Jesús, Salvador, fue ella misma salvada desde el momento de su concepción. Llena de gracia, el Señor sólo estaba con ella. Para Dios no hay nada imposible, y cuando llama para una tarea concede el don. Nosotros, cuando recibimos un encargo, medimos nuestras fuerzas. Cuando es Dios quien tiene un plan, sólo cabe medir las fuerzas de Dios.

Por eso, nuestra primera actitud ha de ser de asombro, alabanza y gozo. Bendita tú entre las mujeres. Nada esclaviza ni aparta a María de su fidelidad a Dios. Con plena conciencia puede decir: Yo soy la esclava del Señor. Jesús va a encontrar en María la acogida de un ser totalmente disponible al plan de Dios, generoso, lleno de cariño, abierto hacia los demás, dispuesto al sacrificio que pide toda tarea que tiene que ver con el Reino de Dios.

En vistas a su vocación de Madre de Jesús, Dios no ha querido que participara como todos los hombres de la herencia del pecado que ha ido cristalizando en el pecado del mundo.

-ACOGER HOY A JESÚS

Pero nuestra alegría se convierte en perplejidad cuando caemos en la cuenta de que se ha encomendado a la comunidad cristiana hacer hoy presente a Jesús en el mundo. Mundo en que existe pecado y hombres no exentos de ese condicionamiento hereditario del pecado.

Quizá habrá que concluir que lo que a María se le concedió como don, a nosotros se nos pide como tarea. Un esfuerzo por liberar al mundo del pecado, por crear una atmósfera acogedora a la presencia de aquél que no puede ser concebido en tierra de pecado.

Si Dios creyó necesario librar a María de la cadena hereditaria del pecado en vistas al nacimiento de Jesús, la comunidad cristiana debe esforzarse por luchar contra el pecado para ofrecer un hogar digno al Salvador.

No se trata del pecado personal solamente. María no tenía pecado personal, pero Dios consideró necesario librarla de su parte en el pecado del mundo en vistas a la salvación de Cristo. Tampoco la comunidad cristiana debe contentarse con evitar el pecado personal, sino que debe acumular sus esfuerzos en combatir los pecados del mundo que impiden que Jesús se haga hoy presencia sentida entre los hombres. Por eso no tiene sentido oponer el pecado personal y el pecado estructural, el pecado de que nos sentimos culpables y el pecado acumulado en el mundo. Dios mostró en María cómo para Jesús quería un lugar libre del pecado personal y del pecado heredado y respirado como una atmósfera en el mundo.

No tiene sentido decir que la comunidad cristiana sólo debe esforzarse en la santificación personal, y que lo que ocurra en las estructuras del mundo no es de su incumbencia. Buscar la justicia, la paz, la libertad, acompañar a los marginados, curar a los enfermos, dar esperanza a los solitarios, desterrar de la vida económica las explotaciones, ayudar al hombre a respirar a pleno pulmón en medio de nuestra historia, es hacer retroceder ese pecado del mundo incompatible con la presencia de Jesús. Ella fue liberada de toda mancha de pecado para recibir a Jesús. Un don que nos alegra. En su vida creó una atmósfera de gracia en la que Jesús pudo cumplir su misión. La comunidad cristiana recibe la misión de ganar terreno a la atmósfera de pecado, el gran pecado del mundo que vamos heredando de generación en generación, para hacer posible la actuación de Jesús.

¿Cómo será posible esto, a nosotros, hombres pecadores, débiles, que no podemos pretender contar con la prerrogativa de María concedida una vez por todas en orden a su maternidad divina? No nos faltará la gracia. Dichosos nosotros, como ella, si creemos, porque aquello a que nos ha llamado se cumplirá. Todo esfuerzo cristiano por hacer vivir a los hombres en una atmósfera de amor, de esperanza, de generosidad, de felicidad, en lugar de egoísmo, odio, guerra, olvido, paro, es preparar hoy a Jesús una acogida, si no igual, sí más cercana a la que María le ofreció por gracia.

Dios quiso liberar a María de toda herencia de pecado para ser Madre de Jesús. Y Dios quiere que hoy luchemos por hacer retroceder el pecado del mundo para que la Iglesia alumbre a Jesús, el Salvador. Anunciamos la Buena Noticia desde una postura de resistencia al pecado cristalizado ya en la historia, a la vez que evitamos aumentarlo con nuestra propia vida.

DABAR 1985, 2


8. M-DE-LA-O  DEVOCION/M:

Cuando las antífonas del breviario eran más populares que las canciones de Manolo Escobar, los castizos llamaron a la Virgen de la Esperanza "María de la O". Dentro de pocos días celebraremos su fiesta; hoy celebramos la de la Virgen Inmaculada. Claro está que María de la O es María Inmaculada, pero con frecuencia nos olvidamos de la relación que existe entre ambas fiestas marianas y cómo una y otra se inscriben dentro de un mismo contexto litúrgico. Creo muy conveniente destacar esa relación para comprender mejor lo que significa María Inmaculada en la Historia de la Salvación y en el horizonte del Adviento del Señor.

En este tiempo litúrgico, la Iglesia hace desfilar ante nosotros al profeta Isaías, a Juan Bautista y a la Virgen María. Isaías es el profeta que anunció el nacimiento del Emmanuel (Dios-con-nosotros). Juan Bautista es el Precursor del Mesías prometido, María es la mujer en cuyas entrañas fueron a parar todas las esperanzas de Israel y todas las palabras de los profetas: en María se hizo carne la Palabra de Dios y se cumplió la Promesa. Todo eso es María, y todo eso aparece con mayor claridad en la fiesta de la Virgen de la Esperanza.

La historia de la Salvación se va haciendo en diálogo con Dios. Todos sus personajes intervienen responsablemente. También María, y especialmente María. El sí de María es el más trascendental de esa historia después de la obediencia del Hijo. Pues bien, María tenía que ser concebida sin pecado para pronunciar responsablemente y sin trabas de ningún género, libremente, el Sí a la Palabra de Dios. En la responsabilidad de María liberada para la obediencia a Dios cupo la Palabra de Dios, y el Verbo se hizo carne. En la responsabilidad de María y en la esperanza de María.

La esperanza de María está, como decíamos antes, en relación con su condición inmaculada. Por la esperanza, María vive toda ella para el "que ha de venir"; abierta hacia el futuro de Dios, dispuesta a recibirle. Por la esperanza, María vive tanto del Dios que ha de venir que queda, por decirlo así, liberada de todos los condicionamientos del pasado. Por eso nace sin complicaciones, ni complicidades, libre. ¿Qué otra cosa es la Inmaculada Concepción sino una existencia anclada desde el primer momento por la esperanza en el futuro de Dios? No hacemos ningún favor a María, concebida sin pecado original por la gracia de Dios, cuando nosotros la festejamos y la paseamos complicándola con todos nuestros prejuicios. Pues hay una devoción a María que, lejos de vivir de la esperanza, se alimenta del miedo al futuro. Hay una resistencia a la renovación y a la conversión, pues la conversión es siempre renovación que nos abre a la sorprendente venida del Hijo de Dios. Una devoción a María al servicio de nuestros prejuicios y de nuestro inmovilismo no es una devoción inmaculada. La historia de la Salvación, que halló por María y en Jesús un punto culminante, está todavía en curso, pues el que ya vino aún ha de volver. De ahí que la festividad que hoy celebramos en este tiempo de Adviento sea una llamada a nuestra responsabilidad para abrirnos de par en par a la venida de Aquel que hace nuevas todas las cosas.

EUCARISTÍA 1973, 2