COMENTARIOS AL EVANGELIO

Mc 14, 12-16.22-26

 

1. TIEMPO-GRIEGO

-Texto:
Forma parte del relato de la pasión. El autor precisa el tiempo en clave cronológica griega. Para los griegos el día iba de salida de sol a salida de sol. Ello explica que el primer día de los ázimos o pascua a secas y matanza de los corderos puedan tener lugar en la misma fecha. La matanza comenzaba a las 14,30 horas y la pascua a las 18 horas. En cambio, en clave cronológica judía la coincidencia en la misma fecha es imposible, pues las 14,30 horas pertenecían al final de un día y las 18 horas marcaban el comienzo del siguiente.

Lo mismo que los preparativos de la entrada en Jerusalén en Mc. 11, 1-6, los preparativos de la cena reproducen un modelo de actitud soberana, dueña en todo momento de la situación.

Ya en la cena, el autor se centra en dos gestos de Jesús; el pan partido y repartido; el vino repartido. En ambos casos a la notificación del gesto por parte del autor sigue la interpretación del gesto a cargo de Jesús. A la interpretación del gesto de la copa siguen otras palabras de Jesús sobre su destino personal en perspectiva de futuro glorioso. El texto se cierra con una indicación del autor, preparatoria del arresto de Jesús en Mc 14, 32.

-Comentario:
Un acontecimiento judío es traducido a una clave cronológica no judía. Esto tiene indudablemente un significado. En la intención del autor el acontecimiento que va a referir no es exclusivo de un tiempo, sino que se adentra en todos los tiempos y se repite en todos ellos. Se repite hoy, 2 de junio 1991.

El acontecimiento que hoy se repite tiene que ver con un Jesús que va a morir, más exacto, a quien se va a matar. Pero Marcos nos dice que Jesús es víctima consciente, Jesús sabe lo que le va a suceder y por qué le va a suceder. El acontecimiento se repite en nuestra Eucaristía. A Jesús lo representan el pan y el vino de los que participamos los comensales.

Al comer el pan y beber el vino entramos en comunión con un Jesús que va a la muerte, más exacto, a quien se va a matar.

Al comer el pan y beber el vino sabemos también que entramos en comunión con lo que parece imposible entre nosotros, pero que es absolutamente real en Dios. Entre nosotros utopía se ha convertido en sinónimo de imposible. ¡Pero en Dios la utopía es la realidad! Si la expresión "en Dios" te parece difícil, cámbiala por esta otra que conoces más: gracias a Dios. Con todo, y de momento, a lo mejor debemos salir para el monte de los olivos.

ALBERTO BENITO
DABAR 1991, 30


 

2. CENA-ULTIMA.

Según el entender de Marcos, la última cena de Jesús fue una cena de Pascua. Y como la cena de pascua sólo se podía tomar en la ciudad santa, era necesario que todos los peregrinos se procurasen un espacio (una sala), en el que se consumiese el cordero sacrificado en el templo; consumición que regularmente debía ser hecha por una comunidad de al menos diez participantes.

Para que tales comunidades fueran posibles, los habitantes de Jerusalén debían poner a disposición gratuitamente los salones de sus casas y ofrecerlos. Sabemos por muchos testimonios que los habitantes de Jerusalén hacían esto gustosamente para con los peregrinos. Así, pues, se explica que los dos discípulos enviados por delante pudieran preparar la cena como se indica.

En la cena, primeramente, todo discurre con normalidad, como era costumbre. Jesús, como presidente ("padre de la familia o de la casa"), pronuncia la bendición sobre el pan, a lo que los discípulos tuvieron que contestar "¡amén!", como signo de que tal bendición también se hacía en su nombre. Después, Jesús parte el pan y acontece lo sorprendente. Mientras que lo normal, tanto en una cena de pascua como en otra, era que el "padre de la casa" no dijera nada al entregar el pan bendecido y partido, Jesús dice: "Tomad, esto es mi cuerpo". Y como los discípulos ya sabían, por su Biblia, que, hablando del "cuerpo", uno se refería al hombre entero, comprendieron perfectamente que Jesús, su Señor, se les quería entregar en ese pan. Después de esta sorpresa, la cena volvió a tomar su curso normal.

Jesús también sabía, por la Sagrada Escritura, que los hombres podemos cargar representativamente con las calamidades que amenazan a los demás y así defenderlos. Y como esto era lo importante para él, ya que, "a pesar de que mi pueblo rechace de momento la oferta del Reino de Dios, no tendrá por qué acabar mal: el presente y el futuro de ese reino dependen ahora de mí absolutamente", es entonces cuando sorprende por segunda vez a sus discípulos y les invita (cf. 1 Cor 11, 25) a beber todos juntos de su cáliz.

EUCARISTÍA 1988, 27


 

3. Los preparativos de la Cena de Pascua (vs. 12-16). Propiamente hablando, Pascua y Ácimos eran fiestas contiguas pero diferentes. Los Ácimos comenzaban finalizado el día de pascua y duraban siete días. Sin embargo, el sentir popular, tal como lo conocemos por Flavio Josefo, unificaba ambas fiestas. Es este sentir popular el que recoge Marcos en el v. 12. A partir de aquí el relato tiene una estructura igual a la de los preparativos para la entrada en Jerusalén (cfr. Mc 11, 1-4). Con clarividencia sobrehumana Jesús prevé el curso de las situaciones. Estas acontecen tal y como él las ha dispuesto. En los preparativos para la entrada en Jerusalén Jesús era el Señor, en los preparativos de la Pascua es el Maestro. El Maestro dispone su espacio de enseñanza, su sala, su escuela. Es probablemente el homenaje literario de Marcos escritor a Jesús, el gran desconocido. Es probablemente la protesta de Marcos escritor por la injusta crueldad de los hechos. Preciosa página, henchida de ternura y amor, cuando la incomprensión y la cerrazón parecen ser más bien los dueños de los acontecimientos. El maestro es Jesús.

La Cena (vs. 22-26). El Maestro basa su enseñanza en el pan partido en trozos y el vino bebido a sorbos. Esto es mi cuerpo. Esto es mi sangre. Así es mi cuerpo. Así es mi sangre. Cuerpo y sangre como expresión de la totalidad de la persona según la antropología bíblica. El cuerpo es la dimensión empírica de la persona; sangre es su dimensión espiritual. Un pan partido en trozos, un vino dividido en sorbos: esto es el cuerpo del Maestro, esto es su sangre. Esto es su persona, rota y ensangrentada. El Maestro ve, describe su inminente y cruel fin.

Pero este fin no es un final. La historia sigue, su historia personal sigue. El Maestro ve y describe el triunfo del Reino de Dios. Allí estará él, brindando con vino nuevo. La Cena, pues, se abre a la esperanza, a la vida, a la apoteosis. Por eso, a la salida de la Cena el autor le da rasgos de salida triunfal.

ALBERTO BENITO
DABAR 1985, 31


 

4. El texto evangélico nos presenta el relato de la última cena de Jesús omitiendo los versículos referentes a la traición de Judas (vv 17-21). Esta cena inaugura el relato de la pasión en los cuatro evangelistas. La víspera de su martirio, Jesús se prepara a interpretar el sentido de su muerte ante sus discípulos.

Toda su vida entregada a la voluntad del Padre en el anuncio del Reino desemboca en el rechazo de los hombres. Jesús asume este rechazo, incluso a costa de su propia vida, por fidelidad a su donación a la voluntad del Padre. El recuerdo del Éxodo, la muerte del cordero inmolado, el simbolismo del vino-sangre... y del pan partido... son los elementos de la cena pascual que sirven a Jesús para presentar el sentido salvífico de su muerte.

"Esto es mi cuerpo... esta es mi sangre... de la alianza". Jesús se mueve en un clima estrechamente sacrificial. En los antiguos sacrificios la víctima era el vínculo de unión entre los hombres y la divinidad. Con la entrega sacrificial de su propia vida, Cristo quiere ser el instrumento de unidad entre Dios y los suyos. La mención de la sangre "de la alianza" une este texto a la primera lectura de hoy (Ex 24,8).

"Derramada por todos". Del mismo modo que en los sacrificios era derramada la sangre sobre el altar, así Cristo derrama la suya en su muerte martirial. La sangre de los sacrificios tenía carácter expiatorio: cubre los pecados y reconcilia al oferente con Dios. La muerte de cristo lo introduce en la plena comunión con Dios que es la vida del Resucitado, por eso no le afecta tan sólo a él, sino que repercute en "todos", es decir, en la humanidad entera.

" ... beberé el vino nuevo en el Reino de Dios". La era mesiánica se compara con frecuencia con un banquete (cf. Is 25,6; 65,13; Mt 8,11; 22.1-14; Lc 14,16-24; Ap 19,9). Jesús volverá a beber el vino de la bendición en la Pascua eterna que celebrará en el Reino de su Padre con todos los redimidos.

Las lecturas de hoy centran la festividad en el tema de la sangre derramada, como expresión de la entrega generosa y voluntaria de la vida de Cristo, lo cual inaugura una nueva "alianza" o estilo de relación del hombre con Dios: la de la disponibilidad total a su voluntad.

JORDI LATORRE
MISA DOMINICAL 2000, 8, 38


5. ACI DIGITAL 2003

14. Comer la Pascua, es decir, el cordero pascual prescrito por la Ley. (Ex. 12, 3 ss.). Jesús, que no había venido a derogarla (Mat. 5, 17), no ve inconveniente en observarla, como lo hizo con la circuncisión (cf. Rom. 15, 8), aunque El había de ser, por su Pasión y Muerte en la Cruz, la suma Realidad en quien se cumplirían aquellas figuras; el Cordero divino que se entregó "en manos de los hombres" (9, 31) sin abrir su boca (Is. 53, 7); el que San Juan nos presenta como inmolado junto al trono de Dios (Apoc. 5, 6), y que S. Pablo nos muestra como eterno Sacerdote y eterna Víctima. Cf. Hebr. caps. 5 - 10; S. 109, 4.

24. Véase Mat. 20, 28 y nota. No significa aquí: derramada "por obra de" muchos (aunque esto también sea verdad en el sentido de que todos somos pecadores), sino que se derrama como un bautismo de redención sobre todos los que lo aprovechen, según la palabra del Apocalipsis 22, 14 (Vulgata) coincidente con Ef. 1, 7; Col. 1, 14 y 20; Hebr. 9, 12 ss.; 13, 12; I Pedro 1, 19; I Juan 5, 6; Apoc. 12, 11.

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